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Recordados profesores
Estimados compañeros
Fue en diciembre de 1982 cuando llenos de jolgorio y saltando de alegría (lo recuerdo
como si fuera ayer) dejamos las trajinadas aulas de nuestro colegio. Hasta ese día había
sido de vital importancia respetar las normas que nos imponía el reglamento escolar,
como mantener nuestros cabellos cortos y bien peinados, los uniformes limpios y bien
planchados, presentar las tareas en su debido momento, formar cada lunes y cantar el
himno nacional, llegar temprano, por supuesto, entre otras tantas.
Sin embargo, era más divertido llegar tarde y entrar por las rejas o faltar de vez en
cuando para escaparse de alguna clase.
Para las chicas levantarse la basta de la falda y para los chicos tirar los lapiceros al piso,
solían ser las dos caras de una misma moneda: nuestra rebeldía juvenil.
Pero todos asistimos por igual, desde la primera hasta la última fila, a las lecciones que
luego nos han llevado a caminar con una sólida base por el mundo.
Más de 25 años han pasado desde que alguna vez aprendimos los fundamentos de las
matemáticas, la física y la química, cimiento intelectual de las ingenierías, medicina y
ciencias exactas que algunos de nosotros hemos desarrollado, y que con ingenio (de allí
el término), hemos sabido hacer de ello nuestro sustento material y nuestro éxito
personal.
Nos es grato recordar las clases de arte y laboral, donde veíamos nacer y forjarse el
talento de algunos de nosotros, puesto de manifiesto ahora en el quehacer de la vida
cotidiana. Ni que decir de las dulces notas musicales que ya en aquellos tiempos nos
hicieron ganar un concurso de canto, con Fleetwood Mac de inspiración.
Y aquellas tan cortas clases de inglés que se extendían largas horas luego del colegio, en
sueños interminables con la embajadora de Shakespeare en el Tupac Amaru.
Educación física era la excusa para jugar el partidito sin pelear por la cancha en el
recreo, pero también nos permitió apreciar en primera fila a talentosos compañeros que
hacían hablar al balón, y a otros que con carencia de gracia, lo hacíamos llorar.
Cuando estábamos por dejar las aulas, surgió en el Perú el terrorismo, que creció a la
par que nuestras ilusiones, de conocer y viajar por un país en paz, se iban
desvaneciendo. Pese a ello, impusimos nuestro coraje y logramos hacer el añorado viaje
de promoción a Cajamarca. Ese viaje despertó algunas pasiones adolescentes pero
también el inconmensurable deseo de conocer aún más nuestro país, cosa alentada
además de manera natural por ustedes nuestros profesores.
Recuerdo como si fuera ayer cuando la profesora Nancy Chavez, haciendo cantar al
acordeón, nos hablaba de lugares mágicos en el Perú, como Tres Cruces en el Cusco. Y
los sabios consejos del profesor Noriega, quien aunque no nos enseñó ningún curso
dentro de las aulas, orientó nuestras huellas para caminar por la vida.
El Perú, en estos 25 años, ha pasado crisis severas y ha sido difícil salir adelante. La
búsqueda de un futuro mejor ha llevado a algunos de nuestros compañeros a emigrar al
extranjero. España, Italia, Nicaragua y Estados Unidos les han dado las oportunidades
que ellos buscaban y para este reencuentro algunos de ellos han venido. Gracias amigos
por este esfuerzo. (Que se pongan de pie y aplausos).
Muchas anécdotas podríamos recordar pero el tiempo es corto. Por ello, quisiera
agradecer la presencia de nuestros profesores invitados pero también de nuestros
compañeros que con su tiempo y esfuerzo han hecho posible que podamos celebrar las
bodas de plata de nuestra promoción:
Gracias infinitas a Patty Soto, Rosa Rodriguez y Milagros Ramirez, las tres grandes
organizadoras.
Gracias a Martín Huamán por el estupendo blog.
Y gracias a quienes de una y otra manera también han ayudado.