CARTA A UNA AMIGA

Estaba en el jardín oyendo a su hijo hablar, con sus chiches, con sus amigos
imaginarios… Ese instante le recordó a su amiga, a aquella que no veía desde hacía
más de una década. Decidió tomar su cuaderno de notas y comenzar a escribirle, a
su amiga de siempre, la no imaginaria.
¡Hola, querida amiga! ¿Cómo has estado, como va tu vida? He decidido escribirte
para de este modo acer-carte, traerte a mi tiempo, a mi vida actual.
¿Cómo decir con pocas palabras lo sucedido en esta inmensidad de tiempo en que no
nos hemos visto?
Continúo en el mismo lugar de trabajo, que alguna vez compartimos. El mismo
horario, la misma gente, “lo mismo”. Aquí, en este punto, me doy cuenta que a
veces la incertidumbre es buena compañera. Tal vez sea divertido hacer día a día
algo distinto, incierto, fuera de la rutina.
Laboralmente no tengo cambios, ni incertidumbre, sólo certeza, y por lo tanto un
terrible aburrimiento, un astío y falta de deseo que cuando me reflejo en el
espejo me desconozco.
Supe que estás estudiando periodismo, que seguís con tu pasión hacia la música y
que pronto tendremos el placer de escuchar tus blues!!!!!! Me alegré mucho, sentí
una gran felicidad por saber que quién quiero, quien he admirado sigue siendo
admirada por mí. Admiré tu coraje cuando dijiste basta a ese lugar de trabajo,
basta de rutina y renunciaste al puesto segu-ro, al sueldo seguro, pero también
renunciaste a la mediocridad.
Bueno querida y lejana amiga, mi vida en estos años ha transcurrido entre amor y
odio, orgullo y vergüen-za, incertidumbre y rutina.
¿Cómo explicarte lo que he sentido ante la muerte de mi hijo. Sólo vivió 2 horas y
½ después de nacer y sus 38 semanas dentro de mi vientre.
¿Cómo expresarte el derrumbamiento de mi vida afectiva, hasta casi enloquecer?
He sentido el paso del tiempo en mi cuerpo. Sentir el cuerpo gastado por la edad,
sin poder soportarlo, y además con mi hijo muerto. ¿Cómo aceptar verme y no
reconocerme?
¿Ves, amiga mía, no he pasado momentos muy feli-ces. Tal vez porque soy pesimista,
un tanto insegura, o quién sabe porqué? Creo que con los años empeo-ran nuestros
defectos y se agudizan los caprichos,. La juventud me energizaba, verme al espejo
era placen-tero. Pero hoy, te confieso que me duelen las arrugas, no creo que sean
la marca del aprendizaje, o las de la experiencia, realmente, me entristecen.
También en estos años he tenido momentos de mucho sexo, pasión, enamoramiento y
otros sentimientos únicos, que me han hecho elegir al padre de mis dos hijos.
Dejo para lo último contarte que tuve otro hijo, tam-bién varón, que es quién
inspiró esta carta ya que al verlo jugar con su amigo invisible, te recordé y así
comenzó esta carta. …l da luz a mi existencia, abre mi corazón y también mi
imaginación.
Tal vez pronto te vuelva a escribir para contarte que me animé, que empecé el
taller literario que siempre quise hacer y nunca me atreví. Así como vos serás
periodista, me daría mucho placer decirte un día ¡me animé, cambié el rumbo, soy
escritora!
Después de terminar su carta, la releyó, preparó el mate de la tarde, su compañero
incondicional, y jugó con su hijo, le contó que había amigos visibles e invisibles
y que si él quería podría acompañarlo al país de Peter Pan, “el país del nunca
jamás”
GMS