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Editorial: Los retos del presidente Peña Nieto Domingo 02 de Diciembre de 2012 12:30hrs. | Redacción Desde la Fe El arribo del Lic. Enrique Peña Nieto a la Presidencia de México abre nuevas expectativas de desarrollo en una sociedad dividida ideológicamente, abrumada por la pobreza, la desigualdad social y la falta de oportunidades para las nuevas generaciones; una sociedad herida por el flagelo apocalíptico de una violencia demencial desatada por el crimen organizado, e impotente ante un sistema judicial ineficiente y corrupto
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que permite la más escandalosa de las impunidades
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 y una clase política en la que muchos sólo pretenden sus intereses y viven en el derroche irresponsable de los recursos públicos; una sociedad con un sistema educativo deplorable y un sindicalismo mezquino que no favorece el desarrollo comunitario, y que ha incorporado a su cultura la corrupción que devora, como hoyo negro, los recursos que deberían ser canalizados para el desarrollo social.  Ningún buen mexicano le debe apostar al fracaso del nuevo gobierno porque sería en  perjuicio de todos los ciudadanos. Y es que, pese a que la realidad descrita es desoladora, debemos mantener firme la esperanza de que es posible transformarnos y forjar en nuestra  patria una sociedad mejor. Es preciso salir de la mezquindad personal y grupal para poner en nuestra mira la construcción de un país que no puede perder las oportunidades que tiene  para sensibilizarse en cuanto a los múltiples problemas que nos aquejan, y aspirar en conjunto al progreso y desarrollo, que deben ser pilares de la justicia y la paz. El presidente Enrique Peña Nieto tiene ante sí una serie de retos que son impostergables de atender, a saber: La promoción de un auténtico humanismo que ponga a la persona y su dignidad en el centro del servicio del quehacer político, por encima de los intereses partidarios o  particulares de los institutos políticos o gremios, y sus ideologías. La educación, entendida no sólo como transmisión de conocimientos, sino como una formación integral que promueva los valores de la paz, el respeto, la fraternidad y la responsabilidad ciudadana en la construcción de la nación. De igual modo, el avance científico y tecnológico, las artes y el deporte. La promoción y el fortalecimiento de la familia, tomando en cuenta el matrimonio como  base de la sociedad, impulsando la educación de las nuevas generaciones en los valores morales y cívicos para su integración en el desarrollo social. El combate a la injusticia social
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dramáticamente presente en las abismales desigualdades sociales y el sufrimiento de la pobreza en la que vive sumida más de la mitad de los mexicanos
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, mediante la creación de empleos debidamente remunerados, la implementación de programas sociales
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libres de paternalismos y clientelismos políticos
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 que fomenten una cultura del trabajo, la solidaridad, el compromiso comunitario y el ahorro.
 
 La lucha contra la arraigada corrupción, que debe partir de un historial limpio de los funcionarios públicos
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vigilante en todo momento en el entendido de que el enemigo también se encuentra en casa
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, un compromiso tangible del gobierno por combatir y repudiar la deshonestidad, y propuestas que desalienten y castiguen rigurosamente esta  práctica, pues hoy por hoy es el cáncer que consume al país y corrompe a las nuevas generaciones que ven en este mal algo natural o necesario. La promoción de iniciativas para el desarrollo económico, que pasa por una serie de reformas constitucionales, que históricamente ha sido aplazada por la mezquindad política que frena injusta e irresponsablemente el desarrollo de las futuras generaciones. El combate al crimen organizado, que es deber irrenunciable del Estado, respetando en todo momento los derechos humanos y la salvaguarda de la tranquilidad social, no sólo con el uso legítimo de la fuerza, sino mediante una educación para la paz y en los valores morales y cívicos que rehaga el tejido social y nos conduzca a una reconciliación nacional. El cuidado, la protección, la promoción y la integración social de las personas más vulnerables, los ancianos, los indígenas, los niños y los discapacitados, combatiendo toda discriminación, maltrato y marginación. Y finalmente, el cuidado y la preservación ecológica y de los recursos naturales de la nación, sensibilizando en su cuidado, combatiendo su explotación y contaminación, y educando a las nuevas generaciones en la responsabilidad de los bienes de la tierra que nos han sido confiados por Dios.

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