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SÍNTESIS:
El presente artículo intenta establecer los puntos de contacto entre las obras filosóficas de
Emmanuel Lévinas y Edmund Husserl. Para ello, luego de considerar aspectos fundamentales de
la vida de Lévinas, se pasará a revisar algunos de sus textos en los que hace referencias explícitas
a la propuesta husserliana. Se concluirá con una invitación a considerar el proyecto levinasiano y a
continuar en el esclarecimiento de la relación entre estos dos representantes del movimiento
fenomenológico.
Profesor del Departamento de Filosofía, Universidad del Cauca (jcaguirre@unicauca.edu.co).
1. ¿QUIÉN ES LÉVINAS?
Fecha según el calendario Gregoriano; en el calendario Juliano corresponde a Diciembre 30 de
1905.
En 1931 se nacionaliza francés. En París va a los seminarios de Brunschvig y
Kojève; asiste a los Sábados filosóficos de Marcel y entabla amistad con Jean
Wahl; es decir, se abre a un amplio panorama intelectual. Sin embargo, tal
panorama sufre un cambio a partir de 1933 hasta 1939; algunos especialistas
denominan este período la Kehre, el hiato que comienza con el compromiso
político de Heidegger y la consiguiente lucha de Lévinas contra lo inhumano, que
se vislumbra en los textos posteriores a Ser y Tiempo, en los cuales Heidegger, a
juicio de Lévinas, pretende erradicar el privilegio de la subjetividad proponiendo
una cierta puesta entre paréntesis del ente para celebrar el acontecer anónimo e
impersonal del Ser.
2. LÉVINAS Y HUSSERL
A través del esbozo biográfico, puede verse el pensamiento de Lévinas como una
filosofía en construcción; sin embargo, toda su evolución está marcada por una
idea obsesiva: “la ética es la primera filosofía, entendiendo por “ética” una relación
de responsabilidad infinita hacia los demás” (Critchley, 2004 : 12). Si se quiere ser
más gráficos, utilizaremos la metáfora de Isaah Berlin recogida por Hilary Putnam:
los pensadores pueden dividirse en erizos o zorros. Los primeros saben una sola
gran cosa; los segundos, saben muchas cosas pequeñas. Definitivamente,
Lévinas es un erizo que tenemos que escuchar (Cf. Putnam, 2004 : 71).
El cuerpo del libro no es sino el desarrollo del siguiente objetivo: “dilucidar cómo la
intuición se desprende de la teoría husserliana del ser, y el papel que juega en la
misma” (Lévinas, 2004a : 27). Aunque no es el momento de entrar en polémicas,
es necesario dejar en claro de una vez que el acceso que hace Lévinas a la
filosofía de Husserl es problemático. En primer lugar, el intentar abordarla como
una filosofía viva, lo lleva a una contradicción metodológica: por un lado sostiene
que tratará de encontrarse con las cosas mismas, pero estas no las identifica con
los textos husserlianos (de los cuales confiesa que existen muchos manuscritos
que, por inéditos, no es respetuoso citar) sino que estos son leídos desde la óptica
de los problemas planteados por los discípulos de Husserl, especialmente por
Heidegger. Había que hacer esta aclaración pues el objetivo mismo de Lévinas es
una lectura en clave ontológica de la intención husserliana, lectura que no hace
justicia con el planteamiento de Husserl. Polémicas como estas podrían
plantearse frecuentemente entre ambos autores; sin embargo, es preciso destacar
aquí sus puntos de contacto, más que sus divergencias.
El primer aspecto valioso que resalta Lévinas es la cuestión del método: “en 1900
– 1901 aparecen la Logische Untersuchungen (Investigaciones Lógicas), las
cuales, al parecer, no se ocupan más que del problema particular del fundamento
de la lógica, pero que aportan para plantearlo y resolverlo un método cuyo valor e
interés para la filosofía en general no pasó desapercibido para un grupo
restringido, aunque entusiasta, que se formó de inmediato en torno al maestro”
(Lévinas, 2004a : 21). La manera como en el libro Lévinas habla del método
fenomenológico induce a pensar en la fascinación que le produjo la lectura del
texto facilitado por Pfeiffer. Dice Lévinas que más que un método, la
fenomenología es una manera de filosofar; no es un agregado del movimiento
fenomenológico sino su alma. Ahora bien, lejos de estar encerrado en fórmulas, el
método fenomenológico no es un simple instrumento fabricado para explorar un
dominio cualquiera de lo real, pues de antemano exige tener una visión anticipada
del sentido del ser que aborda.
Esta concepción husserliana le sirve de apoyo a Lévinas para concluir que “las
regiones del ser difieren entre sí no solamente por sus esencias y las categorías
que las determinan, sino también por su existencia (Lévinas, 2004a : 30), hallazgo
que permitirá revaluar los modos de acceso a la naturaleza; pues si queremos
aprehender el modo específico de existir de la naturaleza física, habrá que
analizar el sentido intrínseco irreductible de la experiencia del mundo físico. A
partir de aquí se desgranan conceptos fundamentales como fenómeno
(apariciones cambiantes y múltiples), conciencia, percepción, subjetividad; los
cuales servirán a Husserl tanto para criticar el naturalismo como para plantear sus
tesis, y a Lévinas, para fundamentar su reflexión filosófica.
Si nos detenemos un poco en la ruptura existencial que hace Lévinas con respecto
a la filosofía de la sustancia, podremos observar que lo que pretende es la
posibilidad de conceder dignidad filosófica a lo que la reflexión de la filosofía
excluye: lo contingente, lo finito, lo ambiguo, imperfecto o impreciso. Es
importante, entonces, destacar el énfasis que pone Lévinas en esta cuestión pues,
además de escribir que “Husserl considera las pretendidas incertezas propias de
algunos conocimientos como modos positivos y características de la revelación de
sus objetos”, añade un comentario amplio a Lógica Formal y Lógica
Trascendental, donde se corrobora en Husserl la positividad del error.
No es extraño, por tanto, que por la fecha en la que escribió este artículo, Lévinas
se esté abriendo a análisis en clave fenomenológica de temas tan descuidados
como el cansancio, el exotismo, el insomnio, la posición... tal y como da cuenta la
obra De la existencia al existente (1947). De igual modo, en Totalidad e Infinito
(1971), una de sus mayores obras, conservará ese interés por cuestiones
marginales de la filosofía de la totalidad, por ejemplo: la alegría, el gozo, el
alimento, la morada, el rostro, la fecundidad... El impacto de la obra husserliana
puede verse reflejado en la huella que deja en Lévinas; él mismo reconoce que “si
Husserl resulta relevante no es por un aspecto concreto de su doctrina sino por
adoptar una nueva manera de interrogar las cosas y de filosofar” (Lévinas, 2005 :
34).
De cierta manera, lo que resalta Lévinas en la fenomenología de Husserl es la
forma de conocimiento de las cosas y de su ser; conocimiento que no se satisface
con la adquisición fría de una verdad lejana, sino que involucra la existencia de
quien conoce. Por ende, la fenomenología se convierte en una ciencia
fundamental para todas las ciencias: “tanto sirve de base a las ciencias morales
como funda las ciencias de la naturaleza; pero sobre todo es la vida misma del
espíritu que se reencuentra y que existe conforme a su vocación. Aporta una
disciplina gracias a la cual el espíritu toma conciencia de sí (Selbstbesinwung),
asume la responsabilidad de sí y, finalmente, su libertad” (Lévinas, 2005 : 34).
Para Lévinas, la obra de Husserl fusiona lo más destacable del idealismo
occidental con el realismo contemporáneo, asegurando en su propuesta que, si
bien el ser es algo consistente, con peso, ineluctable, no pueden darse relaciones
inteligibles con el ser si no se conectan con las relaciones que nosotros, hombres
concretos, mantenemos con la realidad concreta.
Lévinas entiende por vivencia, la posibilidad de la conciencia para establecerse como
pensamiento, como dotada de sentido.
que, en aras de la totalidad, suprime la trascendencia, dando origen a la ilusión
según la cual el objeto queda reducido a cómo el sujeto lo aprehenda. Es
frecuente encontrar en Lévinas que “el saber o la teoría significa primeramente
una relación tal con el ser, que el ser cognoscente deja manifestarse al ser
conocido respetando su alteridad y sin marcarlo en modo alguno con esta relación
de conocimiento” (Lévinas, 1977 : 66). Pese a ello, la tradición muestra que lo
hecho hasta ahora es la simple reducción del Otro al Mismo en aras de una
pretendida comprensión.