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El Joven Descontento

Propósito del programa: Relacionar el significado de la parábola de Jesús acerca del hijo
pródigo en relación con la redención del ser humano.

OTRAS OPCIONES:
Este drama puede aplicarse para los siguientes temas o conclusiones:

1) Cuando el joven se ha apartado de la iglesia y Dios espera para su retorno a


casa.

2) Hablar de los talentos que Dios nos da (como el padre había dado a Juan ) y los
desperdició.

3) Para una semana de mayordomía juvenil. Se puede hablar de cómo cuidar, usar,
ahorrar, e invertir nuestro dinero. Se puede invitar a un contador o tesorero para
hablar de este tema.

PLANES PARA EL PROGRAMA


Este programa puede ejercer un efecto notable por su sencillez. Las cinco escenas se
desarrollan en los siguientes lugares: 1) la casa del padre, 2 una cada de huéspedes, 3)
una casa de huéspedes, 4) Juan en su nuevo trabajo, 5) la casa del padre. Se necesitarán
los siguientes útiles: una mesa pequeña, tres sillas, una pluma de ave para escribir, dos
rollos, un canasto para dar comida a los cerdos, un mazo de naipes, y una estera que
hará las veces de colchón. En algunos lugares pueden introducirse sonidos, tales como
golpes en una puerta, etc. Un solista, cuarteto o coro debiera preparar un himno como
“Abrigadas y salvas en el redil” para ser cantado en el lugar que se especifica en el
programa.

INTRODUCCIÓN DEL TEMA


Narrador: Jesús estaba junto a la montaña, y a su alrededor se habían reunido
publicanos y pecadores de todas clases. “Los fariseos y escribas murmuraban, diciendo:
Este a los pecadores recibe, y con ellos come” (Lucas 15:2). Jesús oyó las expresiones
de descontento y comenzó a contar una historia.
(Se abre la cortina del escenario.)

EL JOVEN DESCONTENTO, Parte I

(El padre aparece sentado junto a la mesa escribiendo en un rollo con la pluma. Tiene
aspecto pensativo.)

Juan. (Entra con unos papeles en la mano). ¡Padre! ¡Padre! ¿Está Ud. Ocupado?

Padre. No, hijo. ¿Por qué estás tan agitado?

Juan. Bueno...la otra noche...Ud. dijo algo acerca de la herencia...que iba a dividir
entre mi hermano y yo.

Padre. Sí

Juan. Bueno, yo estaba pensando... ¿No cree Ud. Que sería mucho mejor que yo
recibiera mi herencia ahora para disfrutarla? ¡Mire esta propaganda de una agencia de
viajes! (Entrega el papel que lleva en la mano)

Padre. No hijo, eres demasiado joven e inexperto. Y además te estoy preparando para
que atiendas mi negocio.

Juan. Pedro, padre, Ud. Mismo dijo el otro día que pronto yo tendría edad suficiente
para encargarme de su negocio. Entonces, también tengo edad para viajar por mi
cuenta.

Padre (con bondad). No creo que haya llegado el tiempo todavía. Necesitas aprender
el valor del dinero. He tenido que trabajar muchos años para edificar mi negocio, y
deseo que siga progresando.

Juan. Hace tres semanas que ahorro mi dinero.


Padre. ¡Tres semanas! Debieras haberlo ahorrado durante tres años.

Juan. Seguiré ahorrando. Ahora déme mi herencia y la duplicaré muy pronto—y


mientras tanto lo pasaré muy bien.

Padre. No debiera hacerlo, pero...muy bien. (Toma un nuevo rollo.) Escribiré cuál es
tu parte y luego puedes llevar el rollo a mi escriba para que te entregue tu dinero.
(Cuando termina entrega el rollo a Juan.) Ahí lo tienes, pero ten mucho cuidado con él,
para que no se pierda.

Juan. ¡Oh, muchas gracias! Ud. No se arrepentirá de lo que ha hecho. Venga, le


mostraré estos anuncios de viaje y luego iré a comprar un carro nuevo. (Ambos salen.)

Himno: “Abrigadas y salvas en el redil” HA, 125, u otro coro que se aplique.

PARTE II

(Juan entra llevando su equipaje, golpea en la puerta de una casa de huéspedes. Una
criada acude abrir.)

Criada. ¿Qué se le ofrece?

Juan. (mira detrás de ella hacia el interior del cuarto). ¡Hola! ¡Soy Juan! Quiero
alquilar el departamento más grande y con más ventanas.

Criada. Entre. (Juan entra.) Tenemos un departamento grande con vista al río.
(Entran dos hombres y se sientan junto a una mesa. Mientras comienzan a jugar
cuchichean y escuchan con atención.) Es un departamento grande, muy bien decorado
y capaz de acomodar hasta a cien personas. Le costará ciento ochenta siclos al mes. El
primer pago es por adelantado. (Extiende la mano).

Juan. ¡Pero eso es más caro que lo que cobran en la Posada Real!

Criada. Pero Ud. Quiere lo mejor.


Juan. ¡Por supuesto, por supuesto! (Juan cuenta el dinero y lo entrega a la criada.)

Criada. Muchas gracias. (Sale.)

Andrés (extiende la mano hacia Juan). Me alegro de que haya venido, porque este
lugar necesita una cara nueva. Mi nombres es Andrés. ¿Y el suyo? (Se estrechan las
manos).

Juan. Me llamo Juan.

Samuel. (Estrecha la mano de Juan). Mi nombre es Samuel. Venga, amigo; parece


cansado. Dame su equipaje. (Toma sus cosas y las coloca sobre una silla.) Siéntese y
conversemos un poco.

Andrés. ¿No va al colegio?

Juan. Estaba en el colegio, pero persuadí a mi padre a que me diera mi parte de la


herencia mientras todavía soy joven y libre para gozar de ella. ¿Por qué tendría que
preocuparme de terminar mi educación? Con dinero puedo ir a cualquier parte.
Invertiré una parte, pero ahora mismo, quiero pasarlo bien.

Andrés. ¡Por supuesto! Ud. Podrá estudiar después cuando sea demasiado viejo para
gozar de la vida. Iremos ahora a celebrar su buena suerte. (Se levanta de la silla y toma
a Juan por el brazo.) Le mostraremos dónde hay buena comida y dónde hay diversión.
¡Deje eso por nuestra cuenta! Más tarde podrá ocuparse de su equipaje. (Salen los
tres.)

Narrador. Transcurren los días y Juan va de una fiesta a otra. Rodeado por así
llamados amigos, siempre está dispuesto a dar grandes fiestas para aumentar su
reputación. Es él también el que paga las cuentas de todos los gastos que se realizan.
El dinero pasa por sus manos con tanta facilidad como las hojas caen de los árboles.
Pero a su cofre no entra ningún dinero. Llega el día inevitable cuando ha gastado el
último centavo. Antes de mucho tiempo, sobreviene una hambruna en esa región y el
alimento se torna escaso. El nivel de vida de Juan desciende en forma alarmante, y a
sus amigos se hacen cada vez más escasos.
Himno: “¿Del rebaño no bastan, tierno pastor, las noventa y nueve aquí?” Más
responde el pastor: “Una oveja hoy descarriada va lejos de mí. Y en la sierra
escarpada ya voy a entrar, mi pobre oveja a rescatar, mi pobre oveja a rescatar”.

PARTE III
(Samuel, Andrés y Juan entran a la habitación del último. Juan se sienta y coloca
los pies sobre la mesa.)

Samuel. ¡Juan, tienes un agujero en tu sandalia!

Juan. ¡Oh! ¿Sí? Tú también tendrías uno en la tuya si hubieras caminado como yo lo
he hecho en las últimas semanas. Creo que tendré que conseguir un trabajo.

Andrés. No he visto a María por aquí últimamente. ¿Se habrá mudado a otra parte?

Juan. No...piensa que estoy enojado con ella. No le regalé nada para su cumpleaños...
¡Pero no tenía nada de dinero!

(Entra un mensajero)

Mensajero. Tengo un mensaje para Juan, de la casa de los escribas. (Lo lee.) “Los
registros que tenemos en esta casa revelan que Ud. No ha pagado el alquiler durante casi
cuatro meses. Por lo tanto le ordenamos desocupar inmediatamente el departamento”:
(El mensajero enrolla el mensaje. Juan se pone a meditar profundamente. El
mensajero lo mira y luego se retira.)

Andrés. Esas son malas noticias, Juan. Te echaremos mucho de menos. Quisiera
poder ayudarte pero yo tampoco tengo dinero. Bueno, ahora tengo que irme. Te veré
luego. (Se va.)

Samuel. Yo también me voy. No tengo nada más que hacer aquí. (Se va.)

Juan (se toma la cabeza con las manos y sale lentamente.)


Himno: “No sabrá el mortal del río veloz que el pastor tuvo que cruzar; ni cuán negra
la noche fue en que él salió su oveja perdida a buscar. Sus gemidos y quejas podía oír;
enferma esta y por morir, enferma estaba y por morir”.

PARTE IV
Narrador. Juan ha salido del departamento y busca trabajo. Durante varios días llama
a las puertas, caminando...caminando.

Juan (Se aproxima a una puerta con su equipaje; llama; la puerta se abre; habla con
voz cansada, sin entusiasmo). Buenos días. Estoy buscando un trabajo...cualquier cosa.

Sr. Simeón (con incredulidad). ¡Buscando trabajo! ¿En este tiempo de hambre? (Mira
a Juan de arriba abajo.) Lo único que tengo son mis cerdos, pero Ud. Puede cuidarlos
si quiere. ¿Puede comenzar ahora mismo?

Juan. ¡Cuidar los cerdos! ¿Yo? Pero necesito trabajar. Sí, creo que puedo empezar
ahora mismo, porque no tengo nada más que hacer.

Sr. Simeón. Venga conmigo. (Lo lleva al otro lado del patio, lo hace sentarse y le
entrega un canasto con comida para los cerdos.) Desgrane el maíz. Eso debe hacerlo
cada día, y después de la hora de comer, venga ala casa y coma las sobras de nuestra
mesa. Esto no es muy bueno que digamos, pero es un trabajo. (El Sr. Simeón sale.)

Narrador. Juan alimentó los cerdos día tras días. Lo único que le quedaba era mucho
tiempo para pensar: no tenía dinero, ni amigos, ni respeto de sí mismo. Sus
pensamientos se volvía hacia su hogar cuando se disgustaba consigo mismo. El
recuerdo de las posesiones de su padre, la abundancia de alimento, la cómoda casa, los
siervos bien vestidos, todo eso llena sus pensamientos.

Juan. (en voz alta y con amargura). ¡Oh, soy tan miserable! ¡Estoy vestido con
harapos (mira sus ropas), y no tengo dinero ni amigos...nada sino cerdos! (Juan oculta
la cara entre las manos. Repentinamente se pone de pie.) ¡Tengo que ir a casa! No
puedo esperar nada porque ya tomé mi parte de mi herencia, pero tal vez mi padre me
permitirá ser un siervo. (Llama.) ¡Sr. Simeón, venga! He decidido volver a casa!
Sr. Simeón (Juan entra en la casa). ¿Qué has decidido hacer? ¡Volver a casa! ¿No te
he estado pagando suficiente? Juan, ya nos habíamos acostumbrado a tenerte con
nosotros. Pensábamos que podríamos confiar en ti.

Juan. Me voy a casa, señor. He tenido mucho tiempo para pensar. Mi hogar es donde
quiero estar, aunque tenga que ser un siervo allí.

Sr. Simeón. Bueno. Estoy seguro que tu padre estará contento. Puedes irte cuando
quieras.

Juan. Muchas gracias, señor.

(Ambos salen.)

Himno:
“Estas huellas sangrientas, ¿quién las dejó? ¿No lo puedes decir, Señor? ‘Cuando fue a
buscar la que se extravió, las dejó vuestro amante Pastor’. ‘Y tus manos, Señor, ¿quién
las laceró?’ ‘El áspero bosque las hirió, el áspero bosque las hirió’”.

PARTE V
Narrador. Las sombras se alargan mientras una figura solitaria sube la colina cerca del
hogar de Juan. Tal como lo había hecho durante años, desde que Juan salió de la casa,
el padre mira tristemente el horizonte. Luego se deja caer con aspecto cansado en un
banco. (Juan entra.) Mientras tanto, Juan recorre el largo camino de regreso al hogar,
ensayando su discurso mientras avanza. Más que nada desea volver a formar parte de la
casa de su padre, a cualquier costo. Repentinamente se detiene y luego se apresura.
Puede ver la casa donde vive su padre.

Padre. ¿Quién es aquél que viene?... ¡Es mi hijo! ¡Juan! (Correo a su encuentro.)

Juan (cae de rodillas). ¡Oh, padre! ¡Estaba equivocado! Ahora sé cómo los amigos y
el dinero pueden desaparecer. He despilfarrado toda mi herencia y no merezco nada
más, de modo que permíteme ser como uno de tus siervos.

Padre. ¿Siervo? ¡No digas necedades! Todavía eres mi hijo, y siempre lo serás.
(llama) ¡Marcos! Trae el mejor traje y ponlo sobre mi hijo. Y trae sandalias nuevas
para sus pies. Atiende a mi muchacho y dale todo lo que necesite. ¡Y tú ve a llamar a
mi otro hijo y a mis amigos. Prepara una fiesta para que todos nos alegremos! ¡Mi hijo
que estaba perdido ha sido hallado!

(Sale.)

Himno:

“Una grande algazara luego se oyó, por doquier retumbando fue, a la célica puerta la
voz llegó: ‘Alegraos, que mi oveja encontré’. Y cantaban los ángeles en redor: ‘¡Lo
suyo rescata el buen Pastor, lo suyo rescata el buen Pastor’!”

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