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No seas dinosaurio

Hace unos 65 millones de años que los dinosaurios dejaron de vivir. No supieron
adaptarse a los cambios de las circunstancias. Los científicos explican
que la vida animal y vegetal está sujeta a la regla que se llama ‘la supervivencia del
más apto’.

Según esta ley,


sobrevive quien
mejor se adapta
al cambio de las
circunstancias.
Por el contrario, aquel que no lo hace empieza
a correr peligro de extinción. Los más aptos
están atentos a los peligros y están lo
suficientemente fuertes como para resistir
ciertas amenazas.

¿Ya sabes a dónde voy con todo esto?


Por supuesto, yo creo que la ley de la
supervivencia del más apto también funciona
en la vida espiritual.
Si cedemos a las tentaciones, si nos conformamos con parecer buenos y conservar
una vida religiosa sólo en las apariencias, en lugar de transformarnos día a día a la
imagen de Cristo, pronto vamos a ser dinosaurios espirituales. Si no estamos fuertes
en el Señor, cuando a nuestro alrededor estallen volcanes o caigan lluvias de crisis y
desilusiones nuestra vida espiritual estará en serios problemas. Cuando lleguen las
crisis, se verá si sobrevivimos o nos extinguimos.

¿Nos adaptaremos y seguiremos creciendo, aun en medio de circunstancias


negativas? ¿O seremos víctimas de los cambios a nuestro alrededor?

Los nuevos dinosaurios


Cuando tenía unos dieciséis años empecé a pedirle al Señor que, al llegar a adulto,
me ayudara a no ser como algunos adultos cristianos que conocía: seres amargados,
caras largas, siempre buscándole la cana al gato negro. Estos adultos me miraban
con expresión fruncida; me parecía que, al entrar a la iglesia, se ponían la careta del
buey aburrido. Algunas crisis y cambios de temperatura en el ambiente los
desanimaron o los fueron anestesiando.

Para algunas personas, ir a la iglesia es una obligación o una deuda con la conciencia
que se paga en módicas cuotas de una ofrenda por semana. Quizás es simplemente
una costumbre de la que ya no pueden liberarse porque en el templo están sus
familiares y amigos, y no quieren que nadie hable mal de ellos. Pero, ¿vida
espiritual? ¿La aventura de la fe? Se conforman con escuchar hablar de eso desde el
púlpito.
Ahora te cuento lo más triste: yo no era el único adolescente que pensaba así.
Éramos varios los que reclamábamos aventura y propósito a la vida cristiana. Hoy
tengo bastante más de dieciséis años, y también mis amigos. Lo triste es que
muchos de ellos se están convirtiendo en aquel tipo de adultos o ya tienen el título
de graduados.
Es lamentable que algunas iglesias parecen Parques Jurásicos: están llenas de
dinosaurios, de vidas espirituales en extinción. Por alguna razón la chispa de sus
sueños espirituales se fue apagando. La vida espiritual se fue extinguiendo, y hoy
pueden entrar en la galería de restos fósiles de la iglesia.
¿Cómo cuidar nuestro ser interior para proteger la belleza de la vida de Cristo en
nosotros?

¿Cómo evitar la
extinción espiritual?
Tanto la vida eterna como la vida abundante
tienen un precio. El de la vida eterna lo pagó
Cristo. Es su regalo: es por gracia que somos
salvos.

...justificados gratuitamente por su gracia, mediante la


redención que es en Cristo Jesús
Romanos 3.24
No hay nada que podamos hacer para
ganarnos la salvación. Pero sí podemos
trabajar para disfrutar una vida abundante;
podemos esforzarnos para alcanzar los sueños
que Dios puso en nuestros corazones.
Solemos enfatizar el hecho de que Jesús murió en la cruz para que tengamos vida
eterna -y es cierto que la cruz y la resurrección son el momento más sobresaliente
de la historia de la redención-, pero en navidad recibimos más que la promesa de
vida después de la muerte. En navidad nació aquel que venía a
enseñarnos a vivir la vida abundante. Jesús nos enseñó cómo cuidar
nuestro ser interior y, de esa manera, contrarrestar cualquier tendencia dinosauril.
Con sólo nacer, ya nos estaba enseñando un modo de vida. El primer detalle es
dónde nació Jesús: fue en un pesebre y no en un palacio. Nació entre los humildes y
no entre los poderosos. Su primera lección de vida se hace evidente ahí mismo en
ese establo oscuro y aparentemente olvidado: para vivir la vida abundante hay que
empezar con humildad.

Necesitamos esforzarnos y seguir el estilo de vida de Cristo. Por eso te invito a


revisar algunos hábitos de vida que hicieron de Jesús el ser más lleno de vida que
caminó por este planeta.

Signo Vital: Disciplinas


¿Por qué ser sólo un joven promedio, perdido en la oscuridad de una vida promedio,
disfrutando de un nivel promedio de alegría, si puedo tener la vida abundante que
me prometió Cristo?

¿Por qué vivir una vida espiritual


mediocre
si puedo bailar lleno de vida?
¿Cómo sobrevivir a las crisis? ¿Cómo ser espiritualmente apto?
El creador del universo trazó un plan para esto. Él dispuso algunas herramientas para
que, en el taller de tu intimidad, puedas construir una vida realmente llena de vida.
Algunos líderes clásicos de la iglesia eligieron llamar ‘disciplinas’ a esas herramientas.
Yo las voy a llamar ‘fuentes de vida’, aunque no quiero descartar la palabra
disciplina.
Hoy esta palabra no nos gusta mucho porque la confundimos con castigo.
Disciplina y castigo no son lo mismo. El castigo está enfocado en el
pasado. ‘Hiciste esto, te doy esto.’ La disciplina, en cambio, está enfocada en el
futuro: ‘Haz esto, y alcanzarás aquello.’ La disciplina tiene la intención de mejorarte,
de ayudarte a conseguir lo que necesitas. Es un signo vital: si no hay disciplinas en
tu vida, pronto serás un dinosaurio espiritual.

Primero construimos
nuestros hábitos,
luego ellos nos
moldean
a nosotros.
Esto es muy cierto. Si nos habituamos a hacer
cosas que favorecen nuestro crecimiento,
crecer será para nosotros un estilo de vida. Un
ejemplo: si quiero ser un deportista y adquiero
el hábito de entrenarme, mantenerme en
estado será un estilo de vida. Si quiero ser
pianista y me acostumbro a practicar todos los
días, a tal punto que me siento raro cuando no
practico, ser pianista marcará mi estilo de vida.
En el terreno espiritual, las disciplinas son actividades que deben convertirse en
hábitos y entonces harán de nosotros cristianos con una vida espiritual abundante.
Por eso las llamo fuentes de vida, porque impiden que seamos cristianos secos y
aburridos. Gracias a ellas seremos adultos de cara sonriente y no de cafetera larga.
Ahora, una aclaración:

De nada nos sirve


tener una fuente cerca
si no bebemos del
agua.
El propósito de practicar estas disciplinas no es
callar la conciencia; tampoco es mostrar a
otros que tenemos grandes conocimientos en
‘fuentes’. Las disciplinas no son marcas en el
espiritualómetro de los fariseos modernos.
Las disciplinas espirituales no son fines en sí
mismos ni son medida de nada. Son
simplemente avenidas donde no hay límite de
velocidad máxima para disfrutar de la
presencia del Espíritu Santo, y así Cristo se
hace real en nosotros.
Las disciplinas son importantes justamente por eso: porque por medio de ellas
bebemos del agua de vida, Cristo. Vamos a las fuentes para encontrarnos con la
vida. De nada sirve saberse la Biblia de memoria y poder recitarla boca abajo si no
tenemos nada del amor de Cristo en nosotros. Eso sería confundir la fuente con el
agua.

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