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La nodriza

Eça de Queiroz
Había una vez un rey joven y valiente, señor de un reino abundante en ciudades y campos de
labranza, que partió a pelear a tierras lejanas, dejando tras de sí una reina que lo lloraba
amargamente y un hijo que, desde su cuna, lo lloraba amargamente también. La noche lo vio
marcharse llevado por sus sueños de conquista y de fama. Pero no lo vio regresar. Cuatro semanas
después uno de sus hombres de confianza apareció trayendo la noticia de una batalla perdida y de la
muerte del rey, atravesado por siete lanzas a orillas de un gran río. La reina lo lloró durante noches
enteras. Pero su llanto, claro está, no le hizo olvidarse de las cosas prácticas de la vida, como por
ejemplo, que el rey tenía un hermano, que este hermano era codicioso, y que lucharía con uñas y
dientes para arrebatarle el reino. Y así fue, en efecto. Tan pronto como el hermano supo de la muerte
del rey formó un ejército numeroso en las montañas, donde vivía, y se dirigió a la ciudad real para
sitiarla y ponerla a sus pies. Cuando la reina supo que su cuñado venía a quitarle el trono para
ocuparlo él, mandó asegurar las puertas de la ciudad con fuertes cadenas. Pero los mejores
hombres habían partido con el rey y habían muerto en la batalla al lado de su señor. Y ahora, dime,
¿qué podría hacer la reina con un ejército de mujeres y niños, de ancianos y enfermos, de lisiados y
tuertos? Tanta era su desesperación al oír a lo lejos los cascos de los caballos enemigos, que lo
único que se sentía con fuerzas de hacer era ir a la cuna del niño y bañarle con sus lágrimas las
mejillas.Una esclava fiel trataba de consolarla diciéndole que no debía temer nada, que ya vería
cómo las cosas se arreglarían, etcétera. Por supuesto que la esclava no creía ni ella misma lo que
decía, pero aparte de propinar los consejos que ya escuchamos, hizo también algo más: con un solo
enérgico movimiento tomó a su hijo, que era de la misma edad que el príncipe heredero, y lo puso en
la cuna real, mientras quitaba a éste y lo colocaba en la cuna de su hijo. Me preguntarás por qué
hizo esto la esclava, ¿no es verdad? Es claro: para que si el hermano del rey entraba a los
aposentos reales e intentaba matar al príncipe heredero, a quien mataría sería a un esclavo. Todo
sucedió como la nodriza había sospechado. Bruscamente un hombre enorme, de cara encendida,
con la capa negra sobre la cota de malla, surgió de la puerta de la estancia. Miró, corrió a la cuna de
marfil donde los brocados resplandecían, arrebató al niño como si cogiese una bolsa de oro y,
ahogando sus gritos con su capa, salió furiosamente. La reina, que desde el fondo del salón había
seguido todos y cada uno de los movimientos de aquel gigante vestido de negro --que no era otro
que su perverso cuñado--, no pudo sofocar un grito de terror y casi se desmaya al ver cómo, a
grandes zancadas, se llevaban a su hijo acaso para matarlo. Cuando el raptor desapareció en la
negrura de la noche la esclava se acercó a su ama, y le pasó cariñosamente el dorso de su mano
por sus mejillas encendidas, y le alisó los cabellos una y otra vez, y por último, le dijo:--"No te
preocupes, señora mía. El príncipe heredero está a salvo. Cuando sospeché lo que harían con él
puse en su lugar a mi hijo. De modo que ve a la cuna de mimbres, propia de los esclavos, y besa al
hijo de tus entrañas".Pero la reina seguía llorando. Nada lograba consolarla. Y cuanto más hablaba
la esclava, más violentamente lloraba su señora. ¿Y sabes por qué? Porque como la reina ya había
sospechado que matarían a su hijo (ya te he dicho que las mujeres tienen grandes intuiciones),
queriendo protegerlo, sin que la nodriza se diera cuenta, lo había cambiado de cuna. "Que maten a
éste", dijo. De modo que el niño que se había llevado el raptor era realmente el príncipe heredero.
FIN

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