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Pasé algunos años de mi edad madura en Europa de los años ’70. Como
profesor invitado en la Universidad de París, tuve la oportunidad de pasar un
buen tiempo con un académico bíblico llamado Carlos Suarès, que vivía a una
cuadra de la torre Eiffel. Suarès tenía muchas historias maravillosas para contar
y a través de estas historias y su enseñanza de lo que él llamaba la Cabalá (se
puede ver también escrita Kaballah o Qabala), comencé a ver a partir de una
nueva forma de espiritualidad exactamente de qué se trataba esta teoría del
campo cuántico. Ya la estudié en el colegio, pero como muchas cosas que se
aprenden por primera vez en el colegio, casi me olvidé de todo lo que aprendí.
Suarès (ya fallecido), que había estado trabajando de manera tradicional
como lo haría un estudiante antiguo en Francia, se dio cuenta de que las letras
del Hebreo son más que sólo caracteres en el sentido en que nuestro alfabeto es
compuesto de A, B, C, D, etc. Las letras del Hebreo: Alef (a), Beit (b), Gimel (g),
Dalet (d) son por sí mismas palabras, y debido a que son palabras tienen
significados.
Alef representa la energía suprema: suave, viva, pero que no existe por
sí misma en el mundo del tiempo y del espacio que conocemos, porque tiene
cualidad imaginaria. Ella es la energía fundamental en todo, y todo lo que
conocemos está en Alef.
Así, Alef está más allá de la descripción, no se puede definir o limitar.
Se mueve a una velocidad infinita y así evade el tiempo. Es la conciencia
fundamental desconocida por sí misma. Su acción en el tiempo es explosiva y
discontinua.
Beit representa cualquier recipiente, cualquier apoyo físico y cualquier
grupo de elementos tales como los pensamientos y las experiencias de una
persona consideradas como un todo y que su conjunto es mayor a la suma de
sus partes. Es el divisor o separador primero o fundamental. Para contener o
tener cualquier cosa separa aquello que es contenido de aquello que no lo es,
por lo tanto, es el acto fundamental de la conciencia reconociéndose a sí
misma.
Si Alef es espiritual, Beit es material. Sin embargo, esta restricción no
necesita ser aplicada en todos los casos.
Gimel representa el movimiento de todas las Beit (materia) que
contienen Alef (espíritu). Con el fin de que un movimiento exista, se necesita
tiempo y espacio. De esta manera Gimel puede considerarse como la semilla
fundamental del tiempo y del espacio, y no puede existir sin Alef y Beit. Su
movimiento no es un flujo continuo, sino un salto o último esfuerzo cuántico
similar al de una semilla.
Alef, Beit y Gimel en conjunto son las semillas fundamentales a partir
de las cuales se manifiesta la materia, el tiempo y el espacio, lo que es
llamado arena de la existencia.
Sin embargo, si es que esto fuese todo lo que hay en funcionamiento en
la mente de Dios, no sería suficiente. Algo más fue necesario para crear un
universo y resistencia a cualquiera de las mencionadas anteriormente. El
símbolo de esa resistencia es Dalet. Dalet es igual de misteriosa que Alef.
Suarès a menudo nombraba a Dalet como la segunda Alef. Esta representa
cualquier resistencia o cualquier respuesta a algún movimiento. Surge como la
interacción entre todos los objetos materiales en estado de movimiento, por lo
tanto, actúa como un campo en resistencia y no se somete a ninguna fuerza
impuesta sobre ella. Responde a todas las Gimel (movimiento) de las Beit
(materia) que contienen Alef (espíritu), sólo actuando en oposición. En la
famosa Tercera Ley de Newton, acción es igual a la reacción, Dalet es la
reacción.
Dalet surge como la inercia normal de la materia y tiene un papel muy
importante en el universo. Es la respuesta o resistencia grabada que
continuamente se ofrece a Gimel (movimiento). El prefijo “re”, como en las
palabras recordar, resistir o responder, es puramente Dalet.
No revisaré los 27 símbolos del alfabeto (AlefBet) hebreo, pues ya en estos
pocos símbolos tenemos bastante para mostrar cómo se relacionan con
cualidades espirituales del campo cuántico. Para mantenerlo de manera simple,
usted puede pensar en Alef como la Mente de Dios y de la misma manera en que
Alef provee de una matriz para que todas las cosas surjan en la existencia, el
campo cuántico trae a la vida cada partícula física de la materia en el universo.
Lo que Cabalá afirma es que cuando usted comienza a estudiar estos
temas, comienza a tener experiencias que abren su mente de maneras
innovadoras, y así empiezan a aparecer nuevas conexiones y formas originales de
percibir las cosas. En resumen, se entra en contacto con la mente de Dios y se
comienza a ver los secretos de la misma creación. El mismo discernimiento
puede resultar del estudio de la creación desde el punto de vista de la física
cuántica.
De hecho, cuando comencé a interiorizarme en la Cabalá junto a Suarès,
empecé a ver la relación de este tema con la física cuántica y a preguntarme
hasta dónde la Cabalá se remonta en la historia. Al parecer ésta pudo originarse
incluso antes de que existiese el pueblo hebreo, y de una manera diferente
puede encontrarse, por ejemplo, en sánscrito u otras lenguas.
Mi deseo y mi trabajo en ese entonces era rejuvenecer la sabiduría
antigua y expresarla en lengua moderna. Decidí invocar estos símbolos
cabalísticos y utilizarlos como base o referencia para entender los
sentimientos humanos. A este trabajo lo llamé "nueva alquimia". Actualmente
se puede leer acerca de la nueva alquimia en mis libros “Mind into matter”
[La mente en la materia] y “Matter into feeling” [La materia en el
sentimiento].