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“El pasado día once se produjo una tragedia en aguas del Estrecho, frente al
litoral de Conil, al ser abordado y hundido el pesquero “Samaritana” con base en
Sanlúcar de Barrameda, por un buque de gran porte que lo partió en dos y continúo su
rumbo sin recoger a los hombres que luchaban por salvarse.
Seis de los tripulantes del pesquero desaparecieron. El “16 MONTENEGRO”,
que había salido de Cádiz para efectuar sus faenas de pesca, rescató a tres
supervivientes, que ingresaron en un hospital; José Vicente Durán, Miguel García
Blanco y José Antonio Pedro Crespo”.
Lo mismo la “Sotá” como “El cruce” son dos caladeros que se encuentra en el
mismo Estrecho de Gibraltar bastantes peligrosos por encontrarse en el mismo camino
de paso de los mercantes que proceden del Mediterráneo hacía el Océano Atlántico
como a la inversa, pero si no se coge clavellinas, y el pescado viene limpio, seguro que
es abundante y de buena calidad a pesar de que hay que trabajar con los ojos visores y
con antorchas preparadas para encender al menor vistazo de la navegación de cualquier
mercante que se atraviese con ellos.
La tripulación enloquecen gritando los unos, mientras que otros tratan de cortar el
calamento con ánimo de poder maniobrar y zafarse de la tragedia que están viviendo,
pero el tiempo se acaba, al mercante no le intimida los gritos de los marineros, ni
tampoco las antorchas encendidas de los mismos en aptitud de amenaza y con ánimo de
lanzarla hacía el buque que no se aparta de su camino.
Los primeros marineros empiezan a saltar al agua perdido los nervios, mientras
otros dudan hacerlo al no saber nadar o esperando una última maniobra del mercante
que pueda dar una solución a la pesadilla que están viviendo.
Roque, hombre fuerte, desesperado, trata de apartar al mercante poniéndose sobre
la borda a proa con las manos extendidas para así; poder amortiguar el golpe, pero éste
es mortal. En décima de segundo el mercante parte en dos al pesquero al abordarlo y lo
hunde, continuando su rumbo como si nada hubiese ocurrido sin enterarse siquiera de la
desgracia que había causado y sin dignarse a recoger a los hombres que luchaban en el
agua por salvarse.