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La Educación en el Siglo XIX

Por: Rafael Fernández Heres

"Sí en algún sector de la vida venezolana la cuestión ideológica ha


marcado y dejado huellas, es en el de la educación. Y si observo de hoy
hacia atrás con pupila que abrace con su mirada los dos últimos siglos,
percibo que la cuestión ideológica en la educación fue más acentuada
y permanente durante el siglo XIX que en el siglo XX, y que las
polémicas que surgen en el siglo XX no son sino consecuentes
coletazos de planeamientos formulados en el siglo XIX. El tema de la
escuela laica que comparte con otros de análoga naturaleza como la
dirección y orientación única de la enseñanza o monopolio estatal, la
formación docente, etc., está en el fondo de la llamada tesis del Estado
Docente, quizás la más polemizada durante el siglo XX, y tiene sus
antecedentes en la tendencia de secularización de la enseñanza,
primeramente tan enfatizada ya a partir de 1820, más acentuadas
luego en las definiciones y acciones del gobierno de Guzmán Blanco y
por los positivistas y librepensadores, que se apoderan de las tribunas,
particularmente durante la última década del siglo XIX. El primer
congreso pedagógico venezolano reunido en 1895 se fracturó a
consecuencia del debate allí planteado sobre escuela laica y escuela
confesional y el Código de Instrucción Pública aprobado en 1897 tiene
como idea aspiradora de su articulado las ideas de la pedagogía
positivista.
Se me ha pedido que trate en esta oportunidad sobre la cuestión
educativa durante el siglo XIX, pero este tema no lo puedo ni debo
tratar de manera insular, y sin ver hacia atrás, porque buena carga de
ideas e iniciativas educacionistas del siglo XVIII venezolano caen
sobre el siglo XIX. Además no podemos perder de vista los siglos del
período hispano con la huella cristiana y el fenómeno del siglo XVIII,
donde entre nosotros se observa convivencia o tolerancia de
pensamiento cristiano con pensamiento ilustrado. Porque el
pensamiento ilustrado en materia educacional si bien irrumpe entre
nosotros, en 1770, con la disputa entre el Padre A. Valberde y el, Conde
de San Javier, donde el primero pedía liberarse de Aristóteles y Santo
Tomás y dar acogida en la enseñanza que se impartía en la
Universidad de Caracas a la ciencia moderna y a otros teólogos y
filósofos cristianos y el segundo, profesor aristotélico - tomista, y luego
en 1789 el pleito entre el abogado Doctor Cayetano Montenegro de la
misma estirpe académica y el Padre Baltasar de los Reyes Marrero,
abanderado de la apertura ideológica, todos coinciden tanto
conservadores (el Conde San Javier y Montenegro) y avanzados
(Valberde y Marrero) en la profesión de fe y lealtad a la ortodoxia
católica en materia de dogma y moral. De modo que el pensamiento
ilustrado venezolano en materia educativa representado en la
Venezuela del siglo XVIII por Valberde, Marrero, Juan Agustín de la
Torre, Evaristo de Buroz, Simón Rodríguez, Sanz y Andújar, penetra en
Venezuela, se puede afirmar, sin actitud volteriana y desafiante al
estatuto religioso imperante y luego recorre, aunque con tono
ideológico y estilo diferentes un itinerario hasta bastante avanzado el
siglo XIX. Así pues, pensamiento cristiano, pensamiento ilustrado y
pensamiento positivista han abonado buena parte de nuestro quehacer
educacionista, no menos de cuatrocientos años de cultura pedagógica.
En el campo filosófico, me atrevo a señalar, que el sensismo que se
enseñaba en la Universidad de Caracas, aprendido en Verney y
Condillac, por lo que se desprende del pensamiento de Baltasar de los
Reyes Marrero y del enunciado de las tesis que presentaban estudiantes
para obtener el grado académico correspondiente, es aquel que pone
la observación y la experiencia como principio o fuente para construir
el conocimiento del mundo natural y de las cosas finitas y la validez del
método experimental, sin que plantearan la idea de proscribir o de
sembrar dudas en forma directa sobre la existencia de ciertos valores
suprasensibles como la existencia de Dios, la inmortalidad y
espiritualidad del alma y la existencia del mundo sobrenatural. No se
declara deista para sustituir lo que enseña como verdad de fe la
religión positiva ni hace campaña al modo volteriano para
desprestigiar al clero, ni predica el valor e importancia de la ciencia y
de la razón para llenar el vacío que se pudiera presentar al
desconocerse la autoridad de la fe religiosa que se profesa, se hace
énfasis en la ciencia, en la instrucción pública y en el aprendizaje de
las artes útiles como factores que promueven el progreso y la felicidad
de la provincia sin desmedro de aquellos estudios que la tradición
escolástica había creado. En este sentido se procura un criterio de
enriquecimiento y de complementación para satisfacer las exigencias
de mejoramiento del aparato productivo del país y de la diversidad
vocacional de la juventud, y así lo testimonian los escritos del Doctor
Juan Agustín de la Torre y del Padre Francisco de Andújar. Este
señalado criterio de enriquecimiento y de complementación con
propósitos de progreso y de bienestar inicia en el país un proceso de
formulación de pensamiento laico para mejorar la economía y la
educación pública, y esta última en función de la primera y además
amplía el marco de objetivos educacionales para dar cabida al
aprendizaje de los saberes útiles. Se manifiesta interés por lo social que
dará lugar a la reflexión sobre una ética de igual naturaleza, en dos
tiempos, como en el caso de Miguel José Sanz: en primer lugar
planteando durante el dominio español la reforma de la primera
educación para instituir un régimen de formación que construya en
cada niño un espíritu de autenticidad basado en el amor, el respeto, la
buena fe, "la justa emulación por las virtudes de los buenos
compatriotas y el horror de los vicios y delitos de los malos" y ajeno a
la vanidad, al orgullo y a la ostentación; y luego en los días de la
revolución, en 1810, un régimen de formación ciudadana para la
construcción del ser republicano que se basa en el amor a la ley.
Este itinerario a que me he referido antes, es recorrido en tres fases,
donde ideas del pensamiento ilustrado contribuyen, particularmente en
la segunda y tercera fases, a vitalizar al llamado liberalismo
venezolano del siglo XIX:
La primera fase se puede ubicar, de manera aproximada y a los efectos
metodológicos, de 1770 a 1810, o sea que se inicia formalmente con el
grito cuestionador del Padre Valberde y se cierra con el inicio de la
revolución. Esta primera fase se caracteriza por un movimiento
destinado a conformar instituciones para el estímulo del desarrollo y el
redimensionamiento de la orientación del régimen educativo, y que
indudablemente contribuirá a abrir camino para el planteo de la
propuesta política. El progreso económico busca soportes en la
educación y las ciencias útiles y tras esta orientación inicial de
carácter científico - educacionista que se ensanchará a medida que
entra el siglo XIX para dar cabida a la connotación político -
educacionista, o sea para destacar la importancia de la educación
como instrumento para solidificar los propósitos de libertad y
soberanía previstos en el proyecto político republicano. Sanz, Roscio,
Bolívar, Revenga y Lander son exponentes representativos de esta
tendencia que conforma el espíritu de la segunda fase de este proceso
que se caracteriza por su connotación política: ruptura de las
provincias unidas de Venezuela con España y creación de la República.
Esta fase corresponde al período 1810-1830 y contiene hechos como la
lucha por la independencia, constitución de la República de Colombia
y luego su desmembramiento.
La tercera fase coincide con la reconstrucción del Estado Venezolano;
y las ideas del pensamiento ilustrado acompañan al ideario del
liberalismo venezolano que pone énfasis en reafirmar la autoridad
política del poder civil frente a la Iglesia Católica. Esta fase, a efectos
metodológicos, señalo que se inicia en 1830, concluye confundiéndose
con la recepción del positivismo y el apoyo gubernamental que este
recibe por el gobierno de Guzmán Blanco a partir de abril de 1870.
En cada una de estas fases, la educación, particularmente en la
primera y en la segunda, se la quiere con cometido muy concreto: en la
primera, para asegurar objetivos de naturaleza económica y garantizar
la seguridad y la autonomía de la provincia así como su felicidad. Es
preciso señalar que el bagaje doctrinario y las recomendaciones de
carácter práctico sobre materia educacionista que vuelcan los
venezolanos ilustrados del siglo XVIII sobre el siglo XIX tienen un gran
valor, desgraciadamente no aprovechado y veamos de manera sintética
esta cuestión: Las ideas de, Simón Rodríguez, de Miguel José Sanz y
del Padre Andújar sobre la reforma y universalización de la escuela
primaria, y de este último sobre la necesidad de instrucción de la
mujer; las ideas de Juan Agustín de la Torre sobre diversificación de la
enseñanza y orientación vocacional, tomando en cuenta las
características del medio y las diferencias individuales de los jóvenes,
coinciden con las del Padre Andújar y con el Real Consulado en la
necesidad de ensanchar el régimen de instrucción para enseñar las
ciencias útiles a fin de atender las exigencias de mejorar la agricultura
y el comercio; las ideas del Padre Valberde y del Padre Marrero
coinciden para diversificar la enseñanza superior dando cabida a otros
autores distintos a Santo Tomás y Aristóteles y modernizar con ello la
orientación de las cátedras de filosofía y teología e introducir la
ciencia y el pensamiento modernos; las ideas de Miguel José Sanz de
ofrecer a los abogados conocimientos profesionales actualizados a
través de las actividades de la Academia de Derecho Público y Español
traducen el interés por el perfeccionamiento profesional; las ideas del
humanitarismo que el siglo de las luces reactiva de dar instrucción útil
a la mujer, se redimensionan, añadiéndose luego un fin político-social,
pues como madre es la primera educadora y ella ejerce un magisterio
natural con efecto multiplicador, así lo considera Bolívar en su
proyecto de Poder Moral y un tal Marcos José Rodríguez que se
identifica como el Maestro Católico al presentar al Arzobispado de
Caracas un proyecto para la creación de escuelas destinadas a la
educación de las niñas. En la tercera fase esta idea no se abandona, ya
que corno lo expresó un funcionario del gobierno "en medio de las
nuevas ideas que ha creado el cristianismo relativamente a la mujer, no
es posible hacer abandono de su educación esmerada". Todas estas
ideas se pueden organizar por su coherencia, complementariedad y
compatibilidad técnica y política, en un cuerpo orgánico de directrices
para conformar un programa integral de educación desde la base a la
cúpula. Lamentablemente el siglo XIX venezolano no supo o no pudo
aprovecharlas, pues otro hubiera sido el lenguaje de los humanistas
venezolanos de aquel entonces, corno Vargas, Guzmán, Acosta, Toro,
Gutiérrez Coll, etc., y en el análisis que se haga de esta cuestión solo
quedan como antecedentes a lo que se propone en la segunda y tercera
fase entrado el siglo XIX. Visto los aportes de la primera fase, y cómo
se vuelcan sobre el siglo XIX, vayamos a la segunda, donde el signo
inspirador es la construcción de¡ carácter republicano y con ello
estabilizar el proyecto político y asegurar el disfrute de la libertad e
independencia. Los escritos del procerato de la independencia así lo
testifican y Joseph Lancaster ve en tal razón el motivo de su presencia
en Caracas, a mediados de la tercera década del siglo XIX.
En la tercera fase, si bien en teoría, los gobiernos declaran como
primer deber el educar, en la práctica el compromiso político
circunstancial influye negativamente en el rumbo que se da a la gestión
educacionista y los resultados que se obtienen son muy lamentables.
Así vemos por ejemplo, como la aceptación de las tesis de centro -
federalismo por parte del Congreso en 1830 al reservar a los gobiernos
provinciales el cuidado de la primera educación y al gobierno central
lo concerniente a las universidades y colegios, que según el lenguaje
de la época se encargaban de suministrar la enseñanza científica, creó
una situación, en la práctica, de graves desequilibrios dentro del
régimen de enseñanza la primera educación decayó al extremo de
postración, mientras la educación post-primaria se sostuvo, aunque
con las limitaciones económicas y deficiencias cualitativas de la época.
Este estado a que llegó la instrucción a cargo del Estado obligó a
buscar sustitutivos con la creación de planteles por personalidades de
gran prestigio en la sociedad venezolana y fueron importantes focos de
irradiciación cultural en la época.
Durante el transcurso de estas fases se cumple un proceso de
secularización que la evolución política y social del país va
profundizando al punto que a partir de 1830, secularización se hace
sinónimo de nacionalización, o sea, independencia de la autoridad
religiosa. Se hace énfasis en la autoridad del Estado para reafirmar la
superioridad de este en materia de orientación y conducción política y
social frente a la Iglesia que se la somete mediante la ratificación
continua del ejercicio del patronato eclesiástico que ejerce el Estado.
En esta posición no hay diferencia entre conservadores y liberales.
Esta tendencia de secularización centra su atención en la Universidad
para separarla del Seminario tridentino que convivían en un mismo
local y en este sentido coinciden Estado e Iglesia, naturalmente que
iluminados por particulares intereses, lográndose esta separación, aun
cuando la influencia de la Iglesia no se ausenta totalmente de la
Universidad.
Hecho muy importante en este proceso es la definición de política
educativa que hace Bolívar en el Congreso de Angostura y luego su
concreción que se manifiesta explícitamente a partir de su Decreto
promulgado el 21 de junio de 1820, donde asigna al Estado de manera
explícita el gobierno de la educación. La legislación de los Congresos
de la Gran Colombia siguen la misma tendencia y en Venezuela, a
partir de 1830, al Estado se le observa celoso de ejercer esta
prerrogativa, inclusive sobre las corporaciones universitarias para
evitar que inculquen a la juventud ideas novedosas y asegurarse de que
no se le enseñen "doctrinas contrarias a las costumbres, a los
principios del Gobierno y a la tranquilidad pública", según lo
recomendaba al Congreso el Secretario del Interior del gobierno. En
aquellos años (1838-1854) la Dirección General de Instrucción, no
obstante las dificultades existentes realizó excelente obra de
ordenación de la educación media y superior, y al efecto establece
orientaciones para arreglar y dar uniformidad al régimen de
educación pública, particularmente de la enseñanza post- primaria,
pues del cuidado de la primera instrucción era celoso guardián un
malentendido celo provincial.
A las definiciones de política educativa y su materialización antes
señaladas creo conveniente recordar también como significativas y que
afloran prohijadas por el pensamiento ilustrado, las siguientes:
a) La reforma de la Universidad de Caracas por el Libertador, en
1827.
b) La reforma de los estudios médicos por el Doctor Vargas que crea
las bases del cientificísmo en Venezuela.
c) La creación de la Academia de Matemáticas por el Congreso de
Valencia en 1830
d) La creación de los colegios nacionales.
e) La promulgación en 1843 del primer Código de Instrucción Público
que es fundamentalmente una legislación para la educación
universitaria, pues en materia de educación primaria continúa
primando el principio centro- federalista. Las leyes que conforman este
Código sufren reformas sucesivas, que obedecían en la generalidad de
los casos a motivaciones casuales. Esta legislación es derogada por el
gobierno del Presidente Antonio Guzmán Blanco en la segunda parte
del siglo XIX
f) El tema de la instrucción útil, el aprendizaje de las artes y oficios, es
cuestión que se propone frecuentemente, tanto a nivel de voceros
gubernamentales como de individualidades y de corporaciones como la
Sociedad Económica de Amigos de¡ País que dejo honda huella de
trabajo en pro del progreso del país, sin embargo prácticamente todo
se quedó a nivel de discurso. ¿Habrá sido acaso el peso del bajo
crédito social que estos aprendizajes tuvieron durante los años del
dominio español que han continuado haciendo fuerza sobre el animo
de la juventud que sólo ve en los rangos universitarios un mecanismo
de promoción social?
Hay un hecho que no se debe echar a un lado e ignorarlo, es que
bastante avanzada la primera mitad del siglo XIX, al lado del ya tardío
pensamiento ilustrado, conviven dos corrientes ideológicas en el
escenario cultural venezolano, una que representaba la modernidad del
pensamiento católico encabezada por Jaime Balmes, cuyas obras
utilizaban como texto para la enseñanza de la filosofía en Colegios de
Caracas personalidades, entre otras, como José M. Vargas, Alejandro
Ibarras y Juan Vicente González; y otra, la del eclecticismo francés que
como sistema filosófico divulga en Venezuela a partir de 1839 el
colombiano Manuel Ancizar. Del eclecticismo francés que convive
entre nosotros al lado del pensamiento ilustrado y del neoescolaticismo
de Balmes tuvimos en Venezuela las dos siguientes consecuencias:
a) El planteamiento sobre el reordenamiento del régimen de enseñanza
a través de niveles claramente definidos, y sobre la selección para el
ingreso a la educación universitaria y que debe hacerse esta "después
de haberse medido la aptitud de cada aspirante", asunto propuesto en
1855 por el Ministro Simón Planas, así como la ordenación del
régimen educativo en ¡res niveles claramente definidos en sus objetivos
y con planteles ad hoc: primario, secundario y superior, este último
reservado exclusivamente a las universidades. Así se trataba de
corregir el vicio de la promiscuidad de estudios, tales como colegios
ofreciendo carreras universitarias y al mismo tiempo estudios de la
primera enseñanza. Se recomendaba entonces seguir la ordenación del
plan seguido en Francia y en otros países como Prusia y Holanda; y
b) Las proposiciones de autonomía universitaria planteadas por Luis
Sanojo y Rafael Villavicencio y por la Universidad de Mérida. En
efecto, Luis Sanojo expone sus ideas sobre autonomía universitaria y
presenta un proyecto de ley a través de El Federalista en agosto de
1868 y en marzo de 1969, y Rafael Villavicencio hace otro tanto al
finalizar el discurso sobre el estudio de las ciencias positivas que
pronuncia en la Universidad Central el 8 de enero de 1869. Ambos
pensadores sostenían como Ahrens, cuyas doctrinas se enseñaban en la
Universidad de Caracas en sustitución de Bentham por iniciativa de
Ramón Ramírez, y los racionalistas espiritualistas franceses la
abstención del Estado en los asuntos de la Iglesia, de la Universidad y
en la prensa como garantía para el disfrute de plena libertad
espiritual, utilizando la expresión de Villavicencio.
Cuando se lee la fundamentación que precede al articulado del Decreto
del 27 de junio de 1870 del Presidente Guzmán Blanco sobre la
extensión de la educación primaria gratuita y universal, se puede
observar que su lenguaje tiene sabor de pensamiento ilustrado
De una parte diría que es la última motivación del pensamiento
ilustrado forjada en las fraguas del oficialismo para justificar una gran
decisión política, y de otra, que veo al pensamiento ilustrado como
sirviendo de introductor, por las consecuencias que de esta decisión se
derivan, al nuevo dogma ideológico, el positivismo, que desde algunos
años atrás se venía promoviendo por boca de Ernst y de Villavicencio y
que imprime a la educación venezolana a partir de 1870 profundas
huellas y muy perceptibles, y sirve de fondo filosófico al movimiento de
renovación que propicia el liberalismo en ejercicio de la dirección
política del Estado para construir un moderno régimen de instrucción.
He señalado antes que a partir de 1830, como consecuencia del
propósito del poder político de reafirmar su autoridad frente al poder
religiosos que representaba la Iglesia Católica, se acentúa
progresivamente la tendencia de secularización de las instituciones,
con notorio interés en el área de la educación universitaria, pero sin
que esto condujera, no obstante los frecuentes choques, a una ruptura
violenta con la Iglesia Católica; a partir de 1870 la tendencia indicada
se profundiza y se inclina hacia una abierta y declarada laización de la
enseñanza, e inclusive en esta línea se tocan extremos de radicalización
ideológica como aconteció durante los años del septenío, cuando el
gobierno de Guzmán Blanco toma, entre otras medidas, la extinción de
los seminarios o centros de formación eclesiástica y la supresión de la
enseñanza del catecismo católico en los planteles escolares
sustituyéndolo por lecciones de moral universal, y más tarde en la
década siguiente se ve cómo del seno de la comunidad civil surge un
grupo de jóvenes que se congrega en la Sociedad de Amigos del Saber,
que es el embrión donde se aglutina un grupo de futuros promotores
del idearlo positivista en Venezuela, y su objetivo era divulgar las ideas
de la filosofía y de la ciencia positivas y polemizar en pro de la
enseñanza laica. Las motivaciones ideológicas de estos jóvenes son el
resultado de las enseñanzas que imparten en la Universidad de
Caracas los profesores Rafael Villavicencio y Adolfo Ernst bajo la
protección del Presidente Guzmán Blanco. Pero luego del mismo lado
gubernamental durante la gestión del Presidente Joaquín Crespo se
inicia una etapa de ablandamiento que se profundiza durante la gestión
del Presidente Rojas Paúl, facilitando con ello el resurgimiento
ininterrumpido y progresivo de la escuela católica bajo la
administración y orientación de congregaciones religiosas de hombres
y mujeres. Esta decisión de Rojas Paúl significa una ruptura de la
orientación que había impuesto el gobierno de Guzmán Blanco.
A partir de 1870, se abre en Venezuela y se prolonga en lo que resta del
siglo XIX y penetra en el siglo XX, un prolongado debate que se centra
en el asunto de la enseñanza laica e intervienen tres tendencias
ideológicas: la católica, con exponentes como Ramón Ramírez,
Amenodoro Urdaneta y clérigos católicos; la positivista, con Rafael
Villavicencio, Luis López Méndez, Luis Razetti, José Gil Fortoul,
Felipe Guevara Rojas, Rómulo Gallegos, entre otros; y la técnico-
didáctica, con Julio Castro, Guillermo Tell Villegas, Mariano Blanco,
Manuel Velásquez Level, Guillermo Todd, entre otros, e inspirada esta
en determinado realismo pedagógico, particularmente el de inspiración
sensista, que se inclina más del lado positivista por la coincidencia en
cuestiones, tales como, la enseñanza objetiva o lecciones de cosas, el
uso de la experimentación como criterio de certeza, el cienticismo y la
enseñanza laica.
Es notorio que el positivismo penetra en Venezuela con la pretensión de
renovar, de reconstruir la vida intelectual (educación, ciencia, cultura)
e institucional, dentro de los principios de orden y progreso, en
momentos en que el país se desintegraba; y dio sustentación filosófica
a la educación. Construyó un equipo de pensadores de gran
significación y prácticamente no hubo venezolano inscrito en esta línea
de pensamiento que no se ocupara de la cuestión educativa en general
o de algún aspecto en particular, puesto que todos valoraban el poder
de la educación para crear las condiciones que facilitasen la
instalación de ese deseado régimen que conjugue el orden y el progreso
y la creación de la fase positiva o científica y el nuevo estado mental
que la misma requería. Así, que no es exagerado señalar que el acervo
de ideas pedagógicas que construye el positivismo en Venezuela toca
todas las cuestiones que configuran un régimen de enseñanza: desde
los más elevados asuntos de carácter ético con Rafael Villavicencio,
Rómulo Gallegos y José Gil Fortoul, pasando por la ordenación del
aparato científico para preservar la salud del venezolano que propone
Luis Razetti, la educación sexual y la coeducación, hasta los cuidados
didácticos para asegurar que una lección de cosas fije de manera
objetiva en el niño el aprendizaje del conocimiento. De modo que el
positivismo en Venezuela fue generador de importantes iniciativas
renovadoras de la educación, con repercusión en la vida social del
país, como por ejemplo, la reforma de los estudios médicos,
encabezada por Luis Razetti, de los estudios jurídicos donde se destaca
Alejandro Urbaneja, la introducción del régimen de programas para la
enseñanza primaria y su orientación con la reforma de José Gil
Fortoul en 1912 y el Nuevo Régimen de Felipe Guevara Rojas en 1914
que continúa la directriz técnico- pedagógica comenzada por Gil
Fortoul, que contribuye a ensanchar el horizonte de la cultura
nacional, con la creación de la escuela primaria graduada ya sugerida
por Mariano Blanco y Julio Castro en los días del septenio
guzmancista.
La dirigencia gubernamental de signo positivista manifiesta mayor
voluntad política que la expresada por sus homólogos del cielo 1830-
1869, para materializar ideales e iniciativas educacionistas. Se
observa mayor sentido de compactación para asociar ideales e
iniciativas pedagógicas a lo que contribuyen el interés del Jefe del
Estado y también la dinámica del debate que escenifican las tres
tendencias ideológicas indicadas; y se aprecia asimismo que el hecho
pedagógico se considera técnicamente con mayor maduración. Se
divulgan en el país a partir de 1870 las ideas de pedagogos como
Domingo F. Sarmiento, Horacio Man, Luis Felipe Mantilla, Pestalozzi,
Spencer, Herbart, Fröbel y se acentúa la recepción de ideas y
experiencias de Argentina, Chile, México, Uruguay, Bélgica, España,
Estados Unidos de Norteamérica, Francia e Inglaterra. La Revista de
Instrucción Pública, órgano de divulgación pedagógica, publicada
bajo los auspicios del Ministerio del ramo a fines del siglo XIX, recoge
este movimiento de ideas y experiencias educacionistas en el medio
venezolano. Se siente que hay en el país una élite actualizada en ideas
pedagógicas.
No se puede esconder que la administración política que asume el
gobierno de la República a partir del 27 de abril de 1870 encuentra en
gran descuido el sector de la educación pública y ésta yacía en estado
de postración. La primera enseñanza, como antes lo he indicado por
las consecuencias de la vigencia de la tesis centro- federalista que
desde 1830 había creado una barrera de separación entre el gobierno
central y el provincial que impidió que durante cuarenta años se
facilitara la cooperación del primero para auxiliar a las empobrecidas
diputaciones provinciales en el sostenimiento de los planteles de este
nivel; los colegios nacionales creados y sostenidos por el gobierno
central y transferidos durante el régimen federalista al gobierno de los
Estados tocaron prácticamente el extremo de la extinción por la falta
de renta para sostenerlos; y las dos Universidades (de Caracas y de
Mérida) si bien estaban abiertas, funcionaban en medio de penuria y
reclamaban la autonomía que se les alejaba. Lo antes dicho significa
que descentralización sin asistencia del gobierno central es cuestión a
mirarse con atención.
En cuanto al régimen organizativo, excepto las Universidades, que por
razón de tradición disponían de una estructura, en nuestro caso, la
heredada de la hispana, el resto de la instrucción pública venezolana
carecía de organización fija, lo que ponía a los colegios nacionales
como centros dispensadores al mismo tiempo de la instrucción
universitaria y a veces de la elemental.
A partir de 1870 al centro-federalismo y al federalismo, antes
señalados, que malos resultados habían dado en el sector de la
educación pública, los sustituye el centralismo, lo que asegura
uniformidad en la orientación de la política educativa y estabilidad por
el apoyo financiero que recibe la instrucción elemental, en estado
postración durante el ciclo 1830-1869, creándose para este fin una
fuente de financiamiento con el producto de la venta de la estampilla
escolar, iniciativa elevada a la categoría de ley por Decreto de 27 de
junio de 1870 sobre la extensión y gratuidad de la instrucción
primaria, resolviéndose con esta decisión el problema que durante
cuarenta años mantuvo estrangulada e impidió la marcha regular de la
primera instrucción. Esta iniciativa, se debe reconocer fue obra del
Señor Antonio Leocadio Guzmán.
La creación del Ministerio de Instrucción Pública en 1881 es la mejor
muestra representativa de la concreción del centralismo educacionista
en Venezuela.
La promulgación del Decreto del 27 de junio de 1870, antes aludido, y
las iniciativas que en los años de gobierno del Presidente Antonio
Guzmán Blanco, se tomaron para cumplirlo, pusieron las bases del
proceso de tecnificación de la educación en Venezuela, tales como la
organización del plantel piloto que se dió a la Escuela Federal
Guzmán Blanco para que sirviese con su experiencia de guía a las
restantes escuelas del país; la introducción de las lecciones de cosas o
enseñanza objetiva, intento para proscribir del aula la memorización
servil de los aprendizajes; la ampliación del régimen de estudio para
dar cabida a la enseñanza de las ciencias naturales, la música, el
dibujo, ejercicios gimnásticos, nociones de agricultura; el uso de los
medios de comunicación social, (la prensa en aquella época), y los
textos escolares como auxiliares del aprendizaje; la profesionalización
del magisterio con la creación de centros para su formación (escuelas
normales); la creación de los primeros supervisores: Estas eran
acciones destinadas a tecnificar y a dar uniformidad al régimen de
instrucción pública.
Este proceso inspirado en el dogma positivista penetró en la
Universidad de Caracas, donde se llevó a cabo una acción para
desteologizar la enseñanza que allí se impartía. Las lecciones de
Rafael Villavicencio y de Adolfo Ernst sobre filosofía de la historia y
evolucionismo darwiniano, respectivamente, cumplen el propósito
indicado y dejan prolongado efecto.
Como se puede observar, con medidas como las aplicadas, el Estado
robustece su autoridad en el sector, y asume el control de la dirección
de la educación nacional con mayor fuerza. Pero la influencia del
positivismo no se enclaustra en el siglo XIX, vuelca su influencia sobre
el siglo XX, de modo que la estructura educacionista del país se define
y fija aún más a partir de 1912 con la reforma de Gil Fortoul, la
redondea Felipe Guevara Rojas con las directrices del Nuevo Régimen
de Instrucción Pública y Rubén González con la legislación de 1924
que disciplina los desarreglos que había producido la legislación de
1914 (absoluta libertad de enseñanza), que apartaba al Estado de
ejercer acción controladora sobre el régimen de enseñanza. Todas
estas decisiones han trazado definitivamente el rumbo que ha seguido
la política educativa del Estado venezolano en el siglo XX.
Como elemento perturbador del normal desarrollo educacional del
país debo señalar el fenómeno de la inestabilidad política. Esta mermó
la capacidad innovadora que he asomado en el transcurso de esta
exposición, lo que unido al enguerrillamiento existente complicaba la
situación pues los gastos de guerra consumían recursos que se
tomaban, en algunas oportunidades, de la tesorería de la renta de
instrucción pública, en lugar de aplicarlos al desarrollo social, en
nuestro caso concreto, a cubrir los costos de las reformas en proyecto.
Los conflictos políticos y militares que se presentan durante la última
década del siglo XIX y primera del siglo XX bloquean el avance de la
educación.
En suma, durante este período momentos estelares lucen en la
educación venezolana, corno fue la fase de consolidación del Decreto
sobre instrucción pública gratuita y obligatoria, el trabajo de
renovación de los estudios médicos encabezado por Luis Razetti y de
los estudios jurídicos bajo el influjo de Alejandro Urbaneja, la
promulgación del Código de Instrucción en 1897 y el Decreto de 3 de
enero de 1899, (basado en este Código), sobre formación de maestras,
con un régimen de estudios que da particular espacio a la enseñanza
de la psicología, la fisiología, la anatomía, la higiene y la gimnasia,
como soportes científicos para obtener un mejor conocimiento del niño
y da bases hacia el futuro; y ordena el establecimiento del plantel de
aplicación para que las futuras educadoras se amaestren en las
prácticas de los modernos métodos de enseñanza. Esta concepción de
la pedagogía con fundamentos científicos es la que se ratifica en la
reforma de Gil Fortoul-Guevara Rojas. Se planteaba la necesidad de
una pedagogía científica y se procuraba alejar la idea de una
pedagogía empírica del medio venezolano.
Conclusiones
Traigo tres conclusiones para la reflexión
1. En el orden metodológico, se puede observar que las fases o
etapas del proceso de conformación del pensamiento
educacionista en Venezuela se pueden homologar en este caso
con la idea de generación de Ortega y Gasset que " nacen unas
de otras, de suerte que la nueva se encuentra ya con las formas
que a la existencia ha dado la anterior". Por tal razón he
desterrado en esta exposición la idea de insularidad: la
educación Venezolana del siglo XIX recibe corrientes vitales del
siglo XVIII y a su vez determina en buena parte el curso del
movimiento educacionista venezolano del siglo XX.
2. En el orden ideológico, no puede extrañarnos si digo que
Venezuela a través de su historia ha sido un país conquistado
desde el punto de vista ideológico; y en particular, desde el
punto de vista pedagógico, la filosofía de la educación que ha
influido sobre la orientación del régimen de enseñanza, así como
la pedagogía y los métodos didácticos que se derivan de la
misma, han tenido en el Cristianismo, en la Ilustración, en el
Positivismo y en el Pragmatismo que conjuntamente con otras
corrientes filosóficas contemporáneas dieron razón de ser al
movimiento de la Escuela Nueva, oficializado con la renovación
política de 1936, han sido según lo hemos visto, las cuatro
fuentes ideológicas que han contribuido a la formulación del
sistema educativo venezolano. Ciertamente que no se ha
generado en Venezuela una fuente ideológica que sirva de matriz
a una propia ciencia de la educación.
Como consecuencia de lo anterior, valores del Cristianismo, de la
Ilustración, del Positivismo y de la Escuela Nueva, expresión ésta
última de corrientes filosóficas post-positivistas que plantean la
libertad espiritual del ser humano han conformado la estructura
teleológica del sistema educativo venezolano; veamos una muestra
representativa de lo indicado:
a) La valoración de la persona humana, de la igualdad de
oportunidades y de la opción de vida democrática, de la solidaridad,
de la importancia de la familia, y de los patrones de la moral cristiana
para juzgar o evaluar la calidad de la conducta de las personas; el
reconocimiento a los valores religiosos y espirituales que tienen en el
Decálogo y en el catecismo de la doctrina cristiana su fundamento, son
principios de procedencia cristiana, son ideales que conforman la
médula del sistema educativo venezolano.
b) A fines del siglo XVIII, como consecuencia del progreso agrícola de
la provincia, se plantea, porque ya no son suficientes los conocimientos
teológicos y filosóficos para los usos y necesidades de la vida civil, el
ensanche de los estudios para dar cabida a la enseñanza de las
ciencias que puedan dar sustentación al aprendizaje y práctica de las
artes útiles, que se las considera mecanismos promotores del progreso.
Era este un planteamiento novedoso que rompía la tradición
pedagógica e incorporaba un nuevo objetivo educativo; toma cuerpo la
confianza en el método de observación y experimentación para
construir el saber científico, y esto contribuye a crear un ambiente de
autonomía intelectual y espiritual distinto al que propiciaba el régimen
docente imperante. Este ambiente de autonomía que comienza por
reclamarla para los usos científicos se amplía, dando cabida a las
expectativas políticas hasta dar espacio a propósitos de libertad y
soberanía provocando la ruptura política de 1810 y 1811
A partir de este momento surge como necesidad la pedagogía cívica
para fortalecer y consolidar el nuevo proyecto político de naturaleza
republicana.
Objetivos de progreso económico y de avance político plantean a la
educación un más amplio protagonismo, y al Estado el deber de asumir
el patronato de la educación como servicio de carácter público. Este
ensanche de responsabilidades exigido al régimen educativo del país,
es el aporte, en el orden de los requerimientos, de la Ilustración a la
hechura de nuestro discurso pedagógico.
c) La contribución de la Ilustración antes señalada las profundiza el
Positivismo asociado al Liberalismo. Este último, durante los años que
preceden a 1870, con la contribución del cientificismo, había venido
creando condiciones políticas y culturales para la recepción en el
medio venezolano del ideario positivista.
Bajo la inspiración del Positivismo se inicia y cumple en Venezuela el
proceso de tecnificación y renovación del sistema educativo; y se
proyectó un adoctrinamiento que contribuyó a modificar el estatuto
intelectual de la juventud estudiosa, con influencias posteriores en la
literatura, en la orientación de los estudios de medicina y de derecho,
en la historiografía, en la interpretación sociológica de la realidad
venezolana y en la orientación educacionista.
3) En el orden político, me atrevo a señalar que todos los aportes
indicados, han sido valores sumatorios que a manera de vertientes han
enriquecido, durante quinientos años de cultura occidental, el caudal
de nuestro discurso pedagógico. Pero fallas, como una insuficiente
asistencia técnica sobre el personal docente y el factor autoestima de
este, el clientelismo político en sus diferentes versiones que ha
interferido en la calidad del proceso educativo y ha derrumbado
motivaciones de trabajo, y la violencia en sus diversas formas, son
entre otros, factores que han consolidado una defectuosa educación y
evitado que los patrones ideológicos indicados no hayan logrado el
fenómeno de la inculturación del ideal educativo propuesto en el ser de
los venezolanos. Nos hemos quedado lamentablemente en la
comprensión superficial."
Por: Rafael Fernández Heres

Bibliografía:
Fernández Heres, Rafael. La educación en el siglo XIX. --
<1998>. - - 14 h.

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