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En 2004, Edgar Wright y Simon Pegg dieron una vuelta de tuerca al subgénero de
los muertos vivientes a partir de una propuesta sugerente e innovadora: olvidarse de las
grandes ciudades y las catástrofes a nivel global y situar un particular Apocalipsis
necrófago en los suburbios de clase media-baja londinenses, con personajes erráticos
que se enfrentan a la amenaza zombi valiéndose de los conocimientos adquiridos a través
de la televisión, el cine y los videojuegos, convirtiendo utensilios de cocina en potenciales
armas, y que aprovechan los tiempos muertos para salvar crisis sentimentales. Y por si
fuera poco, se las ingeniaban para demostrar un exhaustivo y reverencial conocimiento
de la obra del maestro George A. Romero y de otros ilustres del horror (de John Landis a
Lucio Fulci). Esa gamberrada postmoderna lleva por título “Shaun of the Dead” (Edgar
Wright, 2004), traducida en España como “Zombies Party”. Tres años después, el
procedimiento es el mismo, pero ahora no es el cine de terror el blanco al que apunta el
tándem Wright-Pegg.
En “Hot Fuzz” (estrenada en España con el sonrojante título “Arma Fatal”, que se
obviará a lo largo de esta reseña), el objeto de burla/homenaje son las ya clásicas buddy
movies o películas de policías, que encuentran en “Arma Letal” (“Lethal Weapon”, Richard
Donner, 1987) o “Dos Policías Rebeldes” (“Bad Boys”, Michael Bay, 1995) sus principales
referentes. La estrategia es análoga a la de “Zombies Party”: como hicieran con el cine de
terror en su anterior film, aquí agarran los códigos establecidos dentro del cine de acción
estadounidense, que tiene como principales bastiones al pulso hipernervioso de Tony
Scott [“Domino” (“Domino”, Tony Scott, 2005), “El fuego de la venganza” (“Man on Fire”,
Tony Scott, 2002), por citar sólo algunas], al Richard Donner de “Arma Letal”, o hasta al
epiléptico cine de Michael Bay, para reciclarlos y descontextualizarlos. De los escenarios
típicamente usamericanos, Edgar Wright nos traslada a una apacible campiña en lo más
profundo de la gran Gran Bretaña, que se configura como opuesto a esas grandes
metrópolis, reinadas por rascacielos, y con trasiego continuo de personas y criminales
potenciales. Aquí, por el contrario, se nos presenta una población avejentada, en la que
nunca ocurre nada del calibre de la gran ciudad: no hay terroristas enloquecidos a los
que perseguir a alta velocidad, sino rateros juveniles que pintarrajean las fachadas o que
roban en los mercados. El extrañamiento en grado sumo.
Estamos ante una cinta que encuentra su germen en otras películas, pero que
construye una identidad propia al ensamblar todos esos elementos. Es pura reinvención
y bricolaje cinematográfico, que nace del amor profundo que profesan a ese mismo cine
que juega a parodiar. La cultura pop es el caldo de cultivo sobre el que se asienta “Hot
Fuzz”. Todo esto ya lo hacían Wright y Pegg, de forma más modesta, en los tiempos de
“Spaced”, sitcom de culto con la que se dieron a conocer, y que nunca llegó a estos lares,
que jugaba con los lugares comunes de toda una generación enganchada a “Star Wars”,
los comics de Marvel y los videojuegos.
Aquí se nos reúne un interminable abanico de guiños, donde caben desde “Por un
puñado de dólares” (“Per un pugno di dollari”, Sergio Leone, 1964) hasta “Godzilla”
“Hot Fuzz”, cinefilia a quemarropa, por Lorenzo Ayuso
(“Godzilla, King of the Monsters!”, Ishirô Honda y Terry O. Morse, 1956) –esa pelea final
entre miniaturas-. Este amplísimo abanico de referencias ayuda a la confección del
relato, pero no lo determina de forma decisiva. Debajo de la inabarcable cultura
cinematográfica de la que puede presumir Edgar Wright, se esconde una historia bien
rematada: un whodunit cómico y caricaturesco, que hace uso de las rimas visuales y de
una concepción de los diálogos marcadamente inglesa, en la que el slang es un
ingrediente indispensable; la situación de extrañamiento es una baza para el humor:
rodar una carrera detrás de un mangante de tres al cuarto como si la escena formara
parte de cualquiera de las cuatro “junglas de cristal”. Nada que ver con la cada vez más
recurrente opción de la instant spoof movies: películas hechas sobre la marcha sin más
interés que la mofa de tono grueso y dudoso gusto de los últimos blockbusters. Films
como “Epic Movie” (“Epic Movie”, Jason Friedberg, Aaron Seltzer, 2007) o “Casi 300”
(“Meet the Spartans”, id. 2008) se sitúan a distancia infinita de lo que ofrece Edgar
Wright, por diversas razones, pero con una fundamental: Wright respeta y ama el
material de partida, y por ello su propuesta se configura como un pastiche que parodia y
venera a la vez, del mismo modo que pudo hacerlo en su momento Mel Brooks en
“Máxima Ansiedad” (“High Anxiety”, 1976) con el cine de Hitchcock. Mientras las otras
pierden su (muy cuestionable) gracia fuera de su concretísimo contexto, la que nos
ocupa nace con el fin de perdurar en el recuerdo.
FICHA TÉCNICA
Título original: “Hot Fuzz”;
Director: Edgar Wright;
Producción: Working Title Films, Big Talk Productions, Ingenious Film Partners y
Studio Canal para Universal Pictures;
Productores: Nira Park, Tim Bevan, Eric Fellner;
Productora ejecutiva: Natascha Wharton;
Guión: Edgar Wright y Simon Pegg;
Montaje: Chris Dickens;
Vestuario: Annie Hardinge;
Director de fotografía: Jess Hall;
Música: David Arnold.
FICHA ARTÍSTICA
Nicholas Angel: Simon Pegg
Danny Butterman: Nick Frost
Inspector Frank Butterman: Jim Broadbent
Simon Skinner: Timothy Dalton
Detective Andy Wainwright: Paddy Considine
Detective Andy Carwright: Rafe Spall
Sargento Turner: Bill Baley
Reverendo Phillip Shooter: Paul Freeman
Doctor Robin Hatcher: Stuart Wilson
Jefe de Policía Metropolitana: Bill Nighy
DATOS TÉCNICOS
Color: Color;
Año de producción: 2007;
Nacionalidad: Reino Unido, Francia;
Duración: 116 minutos;
Formato de proyección: 2.35:1;
Sonido: Dolby Digital EX;
Fecha de estreno en España: 5 de diciembre de 2007.