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Calderón ninguneado
ÁLVARO DELGADO
- De no haber sido por nosotros en las elecciones de 2006, usted no estaría hoy
sentado ahí.
"En la mesa se hizo el silencio total. Ninguno de los pares quería dejar la
impresión de que Garza Medina hablaba por ellos, y menos que era su vocero",
describe Joaquín López-Dóriga, quien reveló la reunión en su columna "En Privado",
de Milenio diario, el martes 10.
Garza Medina le recordó a Calderón, a través de Gómez Mont, no sólo a quién debe
su imposición en la Presidencia de la República -y su propia condición ilegítima-,
sino el enojo general que existe por la manifiesta incompetencia del gobierno, que
no concita apoyo ni siquiera de todo su partido.
Por eso los llamados a la unidad que Calderón ha hecho desde que asumió el cargo
caen en el vacío. Nadie quiere respaldar un gobierno que lleva al país a ninguna
parte.
Pero si ante Francia el gobierno de Calderón actuó con una torpeza que
sólo mengua el prestigio que México solía tener en el ámbito internacional, ante
Estados Unidos se trata de ocultar con bravuconerías la subordinación y las
maniobras intervencionistas.
Ya se sabe que Estados Unidos no hace nada sin un objetivo preciso, al contrario
del gobierno de Calderón, que sólo da golpes de ciego, en materia de combate al
narcotráfico y, prácticamente, en lo que sea.
Desde hace tres lustros, con otro demócrata en la Casa Blanca, William
Clinton, el gobierno de Estados Unidos había planteado a través de William Perry,
entonces secretario de Defensa de ese país, que, además del económico y del
político, era preciso establecer con México un tercer vínculo: el militar.
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Comentarios: delgado@proceso.com.mx
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