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El día internacional del hombre

Mª Ángeles García-Maroto
Tierra y Libertad

Durante muchos años me he sometido al corsé que el sistema nos pone a las
mujeres cada 8 de marzo; manifestación de desahogo feminista bien encauzada por
determinado trayecto, carteles con bonitas frases, consignas coreadas mientras se
camina tras una pancarta... Sin embargo, un día me dije basta y decidí negarme a
reivindicar mis derechos de género en la fecha y lugar políticamente correctos. Eso
sí, nada dije sobre el día internacional del hombre y, como no veo en ciernes que la
cúpula del poder tenga previsto dedicar una fecha a los varones, quiero lanzar la
idea desde aquí por si tiene éxito.

Las reivindicaciones masculinas ya han tenido precedente en los organismos


oficiales. De momento, uno de nuestros sesudos políticos quiere rebajar nuestras
jubilaciones argumentando que vivimos porcentualmente más años que nuestros
compañeros. Es de agradecer, peor hubiese sido impedirnos ser longevas
decapitándonos antes de los ochenta o quemándonos con el cadáver de nuestro
hombre en una pira funeraria, como les ocurre a las viudas en la India. Después se
ha dicho que la parida era una broma, una mala interpretación, un juego de
palabras... ¡Qué poco sentido del humor tenemos las mujeres!, no conozco a
ninguna que le haya divertido la propuesta.

Ser hombre en una sociedad patriarcal es demasiado duro, lo reconozco; hay que
saber mandar, contar con un buen surtido de chistes machistas para cuando se
presenta la ocasión, y sobre todo hacer ostentación de los atributos inherentes a la
masculinidad.

Esto último bien acompañado de una abundante dosis de "nosehacerlo" para que la
compañera no intente convertirle en copartícipe de las tareas domésticas.

A la pregunta ¿por qué no cambias los pañales al niño?, la respuesta será


indefectiblemente "nosehacerlo". ¿Puedes pelar las patatas mientras yo hago las
camas?. Otro "nosehacerlo". Y la misma disculpa debe aparecer cuando es
requerido para planchar la ropa, poner la lavadora o quitar el polvo de las
estanterías.

Cada día se hace más patente la necesidad de instituir el día internacional del
hombre. Sería una maravillosa ocasión para agradecer esa generosidad que nos
permite ocupar un porcentaje en las listas electorales y compartir sus siestas en los
bancos del Parlamento. Vivimos más años que ellos, queremos ganar lo mismo,
deseamos organizar nuestras propias vidas y hasta les estamos involucrando la
crianza de la prole con el señuelo de compartir las bajas maternales.

Hemos llegado demasiado lejos con nuestras exigencias y nos estamos adentrando
en su terreno. Ya no somos sombras silenciosas incapaces de enfrentarse a los
deseos masculinos, aunque nos está costando demasiado cara nuestra rebeldía.
Aquello de "mía o de nadie" y "antes muerta que de otro" ya no se considera
afortunadamente una demostración de amor, sino de inseguridad, de autoritarismo
sin calificativos y de barbarie.

En el día internacional del hombre ellos podrían repartir sus panfletos para que se
conozca en todas partes la asfixiante opresión que padecen. Y, desde luego, podrían
aprovechar para poner verdes a sus jefas porque, eso sí, en cuestiones de poder no
existe género, unos y otras sólo se diferencian en el tipo de colonia que usan y en
otras fruslerías por el estilo.

Yo creo que los hombres deberían reclamar fundamentalmente su derecho al llanto,


a ser menos fuertes que el vecino del rellano, a contar con una compañera para
compartir su proyecto vital en igualdad de condiciones, a no tener que subirse
constantemente al carro de la virilidad... Sin embargo, no tenemos que ser
nosotras quienes marquemos a nuestros compañeros las directrices a seguir, hemos
sido dirigidas durante siglos y no debemos cometer el mismo error; nuestra larga
experiencia en la sumisión y la ínfima autoestima, nos han enseñado a valorar la
libertad.

Eso sí, espero que los hombres organicen su manifestación de género con mejor
criterio que lo viene haciendo la plataforma feminista cada 8 de marzo. He visto
cómo compañeros que luchan junto a mí sin distinción de género, eran expulsados
con pistolas de agua e insultos. No quiero un mundo con un solo género porque
ambos, hombres y mujeres, somos imprescindibles.

¿Un día del hombre? ¿Un día de la mujer? ¿No sería mejor un día de los seres
humanos? ¿O incluso trescientos sesenta y cinco días anuales de los seres
humanos? A lo mejor, el año próximo nos lo planteamos y salimos a la calle para
luchar por ello.

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