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Esto será quizá más una charla, una aproximación a algo que es

preocupante, que está sobre todo en estos días en las olas estas que pasan
de publicidad, está en el centro de la atención de todo aquel que tenga
alguna aproximación a las ciencias penales.
Muchas veces tenemos la sensación de que determinadas cosas nos suceden
a nosotros y son exclusivas, son fenómenos nacionales, cuando en realidad
no son más que capítulos de fenómenos mucho más amplios y universales.
Muy pocos momentos han podido ser tan realmente desconcertantes para el
criminólogo y el penalista que estos momentos que vive el mundo.
Da la sensación de que a través del sistema penal, a través de distintos
mecanismos preventivos, podemos resolver todos los problemas.
Por otra parte da la sensación de que la única amenaza que tenemos es el
delito, y no existen otras amenazas en esta llamada sociedad del riego.
Daría la impresión que el único riesgo que tenemos es el delito, y en
particular el delito común, fundamentalmente el delito callejero.
Realmente esta impresión y esta construcción de la realidad es en gran
medida un producto mediático, no porque no haya en realidad frecuencia
delictiva, porque no haya problemas de conflictividad en la sociedad, sino
porque la creación de realidad de los medios en el mundo tiene un sistema
de retroalimentación que contribuye a la profundización y multiplicación
de los conflictos.
No creo en conspiraciones, estoy demasiado viejo para eso, pero cada día
creo más en las funcionalidades.
Hay determinadas conflictividades que son perfectamente funcionales para
determinados objetivos.
Lo que sucede en nuestra sociedad es capítulo de un fenómeno mundial, es
producto de la quiebra de los estados de bienestar, el hundimiento, y la
tentativa de reemplazo de los estados de bienestar por los estados penales.
Esto comienza hace unos 30 años. Ha habido antecedentes, campañas
electorales con propaganda de ley y orden, pero es un fenómeno propio de
la era de la globalización.
La era de la globalización es un tercer momento de poder planetario, así
como estuvo el colonialismo partiendo de la revolución mercantil a partir
del siglo 14 o 15; estuvo el neocolonialismo a partir del siglo 18, y a partir
de la revolución comunicacional, tecnológica del siglo 20, surge la
globalización.
Más bien es una creciente de poder planetario con algunos momentos, no es
que haya cortes absolutos, pero cada uno de estos momentos va
caracterizado por una respectiva concepción del mundo.
Así como respondía todo discurso legitimante del colonialismo a una
concepción de carácter teocrático, el neocolonialismo a una concepción de
carácter racista biologista, ahora tenemos el momento de la globalización y
no tenemos muy claro a qué responde, pero sí tenemos claro el fenómeno.
En plena revolución tecnológica se produce la implosión del sistema de
países comunistas, y en consecuencia queda una potencia hegemónica que
tiene un poder en este primer momento altísimamente considerable, los
Estados Unidos.
Y justamente aquí es donde tenemos que fijarnos cómo comienza este
proceso porque lo que estamos recibiendo es el resultado de esta
trasformación operada en Estados Unidos.
Los Estados Unidos fueron en materia penal un país normal durante
muchísimos años, con índices de prisionización cerca del promedio
mundial, un sistema penal interesante hacia la década de los 70, donde la
Suprema Corte de los Estados Unidos había declarado inconstitucional la
pena de muerte. Por otra parte los comparatistas mirábamos a los Estados
Unidos por su técnica de penas no privativas de libertad.
Desgraciadamente a partir de fines de la década del 70, ya antes comienza a
cambiar la composición de la Corte, Nixon nombra algunos jueces
aprovechando la muerte de otros, a partir de ahí, fines de la década del 70
pero más acentuadamente en la década del 80, las administraciones
republicanas empiezan a practicar un cambio que es esta trasformación, la
caída definitiva del estado de bienestar, del New Deal, el modelo de
Roosevelt, y el ascenso del modelo penal que se caracteriza por un
desplazamiento de recursos de programas sociales a programas represivos.
Esto va generando un aumento de presos, se dispara en progresión
geométrica, vertiginosa, hasta que en la actualidad llega a tener dos
millones de presos y otros tres millones de personas controladas en
probation, es decir que hay cinco millones de personas controladas por el
sistema penal en Estados Unidos.
Naturalmente como todo ejercicio del poder punitivo es un poder punitivo
con alto grado de selectividad, de modo que el más alto porcentaje de
personas controladas por el sistema penal son negros y latinos.
Todos los sistemas penales ejercen poder punitivo en forma selectiva pero
acá vemos la característica selectiva muy manifiesta, cosa que ya había
puesto de relieve el juez más viejo de la Corte en el año 72 al declarar la
inconstitucionalidad de la pena de muerte.
En su voto decía que votaba por la inconstitucionalidad de la pena de
muerte porque en casi todos los casos se le había aplicado a personas que
tenían un coeficiente intelectual bajo, a negros o a quienes tenían un
ingreso inferior a 50 dólares mensuales.
La selectividad no es una característica propia del sistema penal de Estados
Unidos, es común de todo ejercicio de poder punitivo. Como todos
sabemos el poder punitivo agarra al más vulnerable, por lo general es el
más idiota, en consecuencia esto es universal.
Lo que llama la atención es que el índice de prisionizacion de Estados
Unidos se vuelve el más alto del mundo, supera incluso al de Rusia.
Rusia tiene un bajo costo para su índice de prisionización porque los manda
a Siberia pero en Estados Unidos tiene un costo grande.
Se empiezan a construir cárceles, surge toda una industria del poder
punitivo.
Surge toda una propaganda y una industria de seguridad. Hay revistas que
circulan, hay cosas rarísimas: qué tipos de elementos hay que usar para que
a uno no le puedan pegar una puñalada de atrás, esposas electrónicas, los
inventos más raros.
En general, para tener 5 millones de personas controladas por el poder
punitivo, se requiere tener por lo menos cinco millones de personas
prestando servicios, con lo cual tenemos 10 millones de personas
empleadas o en gran medida fuera del mercado laboral.
Si calculamos que cada una de las cinco millones de personas mantiene a
alguien, un niño, un cónyuge, tenemos 15 millones de personas viviendo
del sistema penal.
Esto se convierte en una variable en materia de empleo, particularmente en
un momento en el que se caracteriza la trasformación económica por pasar
de una economía de producción a una de servicios.
Este modelo es sustentable en la medida que se lo pueda pagar, y una
potencia que no tiene inconveniente en cuanto al déficit presupuestario por
supuesto que lo puede pagar.
Pero el modelo no es imitable
Se restablece la vigencia de la pena de muerte, se llega a un grado de
inmoralidad política a tal punto que los candidatos a gobernadores hacen
campaña rodeados de las fotos de todos los ejecutados a los que no les
conmutaron la pena.
Esto nos resulta extraño pero como no se puede copiar el modelo en ningún
país, lo que se universaliza no es el modelo sino la publicidad del modelo.
Esta trasformación, este desplazamiento de recursos del hospital a la cárcel
por así decirlo, tiene varias interpretaciones.
Dentro de la criminología norteamericana hay tres interpretaciones
principales.
Una de carácter más culturalista, una de carácter más estructuralista y otra
de carácter más político.
La de carácter más culturalista es la interpretación de Garland, quien
sostiene que culturalmente se instala un Estado penal que provoca en la
sociedad una esquizofrenia, una contraversión.
Por un lado funciona una criminología de la vida cotidiana que nos va
proveyendo de seguridad y de prevención a través de una serie de
mecanismos de vigilancia (cámaras, etcétera), es decir una prevención de
carácter físico. Se abandona la prevención fundada en la solidaridad, en
pautas, en códigos, en ética, para reemplazarla por una prevención de
carácter físico.
Pero por otro lado se postulan discursos de venganza, el discurso
vindicativo, pretendiendo una enorme confianza en lo vindicativo.
Es decir, si tenemos tanta confianza en lo vindicativo, ¿para qué estamos
usando la prevención?
Esta básica contradicción es lo que destaca Garland en cuanto al
funcionamiento culturalista de este nuevo modelo.
Hay otra interpretación más clásica, más estructural, de tipo marxista, sobre
la base de que la globalización genera una polarización de riqueza.
Esta polarización de riqueza genera una categoría de exclusión social, que
frustra directamente programas existenciales, agudiza las condiciones de
pobreza de determinados sectores, la inmovilidad vertical de estos sectores.
Al segmentar la sociedad, necesita un sistema de control de esos sectores
que excluye, los deja para siempre excluidos del sistema económico.
La tercera es la de Jonathan Simon, quien lo plantea como un problema
más foucaultiano, como un problema de gobierno: es una táctica, una forma
de gobierno a través de la criminalidad, mediante una manipulación del
miedo.
Personalmente me inclino por esta tercera interpretación.
Creo que estamos viviendo un momento en que se vuelve a manipular el
miedo.
Por supuesto que esto se hizo en otros momentos de la historia, pero ahora
es con una capacidad tecnológica no conocida anteriormente.
Es decir, la revolución tecnológica es fundamentalmente una revolución
comunicacional. Si nosotros pensamos lo que nos ha sucedido en los
últimos 30 años en materia de comunicación, es para asombrarnos.
Tenemos una capacidad de comunicación, incluso en cuanto a
desplazamiento geográfico, que era impensable hace 30 años.
Eso provee un gran avance pero al mismo tiempo provee una técnica de
control de conducta muy superior a la que se podía tener hace 30 años.
Esto ha provocado una incidencia sobre los sectores políticos de todo el
mundo.
Hay una construcción de la realidad, siempre la comunicación construye la
realidad de alguna manera, no es posible que haya una comunicación
meramente objetiva, siempre que se comunica algo hay que seleccionar lo
que se comunica, lo que se está seleccionando es directamente comunicar
todos los crímenes que se cometen en una sociedad 24 horas al día, y no se
comunica otro fenómeno aunque ese otro fenómeno provoque más muertes.
Si uno deja de ver el televisor que está comunicando el homicidio del día, o
el homicidio del día anterior si no hubo ese día, lo cambio y lo que
encuentro en el otro canal es una serie norteamericana donde me están
mostrando a un psicópata que mata a tres malvados de la manera más
terrible. Es un sujeto que no tiene miedo, tiene una hiperactividad que
parece que está las 24 horas bajo los efectos de la cocaína, lo golpean, le
patean la cabeza y el sujeto al rato está parado, terminó de matar a los tres
malvados y entonces sale con la muchacha a la que le salvó la vida, el
whisky y qué sé yo, porque además es un hipersexual. Y el único modelo
que solución de conflicto que me da es el modelo punitivo.
La comunicación no es sólo comunicación de noticias sino también de
entretenimiento.
La comunicación de entretenimiento tiene una comunicación mucho más
profunda que la comunicación de noticias.
Si el televisor opera como una baby sitter en una etapa bastante prematura
de la vida, nos va incorporando modelos psicológicos de solución de
conflictos a través de la solución vindicativa, la punitiva.
Esto va reduciendo en la sociedad el espacio para los otros mecanismos
posibles de solución de conflicto, y va dejando conflictos sin solución
porque el sistema punitivo no resuelve los conflictos, cuelga el conflicto
pero no lo resuelve porque una de las partes del conflicto se queda afuera.
La parte del conflicto que se queda afuera es la víctima.
Si uno piensa cuál es la esencia del poder punitivo, es que el Señor Estado
confisca a la víctima.
El Estado se sienta y dice “la víctima soy yo”, el señor soberano se sienta y
dice “la víctima soy yo”. Uno dice “no, mire, la cara es mía y me la
rompieron a mí”, pero el Señor Estado dice “la víctima soy yo y usted
viene como testigo, y si no viene como testigo usted es un delincuente y lo
meto preso a usted también”.
Entonces la esencia del poder punitivo es una decisión vertical que deja
fuera del mecanismo de decisión del conflicto a una de las partes, nada
menos que a la parte lesionada.
Esto no quiere decir que se prescinda de la víctima en la construcción
social de la realidad.
Últimamente en todos lados tenemos el fenómeno de la construcción de la
víctima héroe.
Una víctima a la que se selecciona, se la muestra como víctima, su
sufrimiento, cómo llora, se le hace decir una serie de barbaridades de
carácter vindicativo, nadie puede contestarle porque nadie puede ser tan
cruel como para estar jugando con el dolor de la víctima con la cual se
identifican todos, (naturalmente la víctima tiene que tener algunas
características para que se puedan identificar todos, no puede ser cualquier
víctima, tampoco interesan todas las víctimas), y a través de la
imposibilidad de responderle a la víctima héroe se la usa para reforzar y
para difundir el discurso de instigación pública a la venganza
El efecto político es importante porque esto va modelando en la sociedad,
en una capa pretendidamente posmoderna, el reverdecimiento de discursos
premodernos, con lo cual genera un nuevo autoritarismo, pero no es un
autoritarismo discursivo, no es como eran los autoritarismos entre guerras,
como era el fascismo, el nazismo, el estalinismo.
Esos autoritarismos tenían un discurso, perversos por supuesto, eran
coloridos, había paradas militares, uniformes, murales, edificios, banderas,
desfiles, y había discursos que hacían los técnicos, científicos, políticos.
Discursos racistas por ejemplo.
Esto no tiene discurso, es casi propaganda pura, no queda discurso. Es
publicidad. No hay un discurso vindicativo estructurado, hoy no hay un
Stalin con la dictadura del proletariado, no, hoy no está Carl Smith
teorizando la política como la esencia de lo político en lo amigo-enemigo.
No. Hoy hay publicidad, mera publicidad.
Hoy hay una radio que escuchan todos los taxistas, una diva que dice que
hay que poner de nuevo el servicio militar, y mañana puede ser otro, eso no
importa. Es publicidad.
Rara vez aparece alguien que se lo presenta como un técnico, normalmente
cuando aparece es falso, como cuando disfrazan a alguien de médico para
que recomiende un sedante por ejemplo, aparece alguien con cara de
médico y lo recomienda.
En este caso aparece un señor con cara de criminólogo y dice cualquier
cosa, generalmente es algún colega nuestro, algún abogado, que así se
publicita, consigue más clientes, dice cualquier estupidez y se lo presenta
como un técnico, un especialista en ciencias sociales. El tipo no sabe nada,
no importa, en su vida agarró un libro de sociología, pero opina.
Pero claro ¿qué pasa con el político? Aquellos autoritarismos de entre
guerras lo que tenían era un poder político que ejercía una terrible censura
sobre la comunicación. Hoy es esta comunicación altamente tecnificada la
que ejerce una censura sobre los políticos.
El político que se para frente a esa publicidad vindicativa es barrido,
entonces empiezan a actuar algunos inescrupulosos por oportunismo, otros
no tan inescrupulosos pero muy medrosos por miedo, por temor, entonces
el asunto es qué hacen frente al hecho. Responden con un mensaje. Como
la revolución es comunicacional, todos son mensajes.
Antes para mandar un mensaje se iba al correo, ahora mandan una ley
penal. El mensaje es una ley penal que reforma el Código.
El hecho pasa, la ley penal queda, y un código ¿para qué sirve? No sirve
para darnos más seguridad frente a la criminalidad callejera. No conozco
ningún delincuente al que se lo haya detenido con un pedacito de papel.
Con un pedacito de papel no se detiene ni a los ladrones ni a los homicidas
ni a los violadores.
Un Código sirve para hacer sentencias. Hoy para hacer sentencias tenemos
una colección de telegramas viejos que fueron emitidos en razón de
coyunturas de las que nos hemos olvidado porque ya pasaron, de las cuales
la comunicación ya no se ocupa más
Desgraciadamente esto nos lleva a que en el derecho penal se nos está
planteando un serio problema porque ya no tenemos más Código Penal.
Están desapareciendo en América Latina los Códigos Penales.
Algún país vecino nuestro tiene por ejemplo dos homicidios culposos, uno
está en el Código Penal y el otro en el Código de Tránsito. Es distinto si
uno mata a alguien imprudentemente, por más que lo mate en una mala
praxis médica, que si lo mata con un auto. Son dos homicidios culposos
distintos, diferentes.
Nosotros tenemos una serie de disparates en nuestro Código Penal que son
absolutamente irreductibles a cualquier lógica.
Quien quiera trabajar dogmáticamente el Código Penal nuestro
directamente no puede hacerlo.
Tenemos un artículo 41 que establecía una fórmula sintética de
cuantificación de la pena, ahora tenemos tres agravantes que vienen abajo,
tabuladas, que nunca tuvimos el sistema de agravantes tabuladas, y además
tenemos un par que están afuera del Código Penal, en leyes especiales, pero
que reforman el artículo 41.
Está agravado el homicidio en la persona de un policía por ser policía, pero
no está agravado el homicidio en el presidente de la república por ser
presidente de la república.
Está agravado el homicidio que comete el policía en ejercicio de sus
funciones, pero no está agravado el homicidio que puede cometer el
ministro en ejercicio de sus funciones. El ministro del Interior puede matar
a alguien porque se le da la gana. O puede darle la orden a un policía para
que mate a alguien, y el policía va a tener la pena agravada y el ministro del
Interior no.
En fin, podríamos seguir, las incoherencias son espeluznantes.
No sabemos cuál es la pena máxima privativa de libertad en nuestro
Código. Uno me puede decir la perpetua, otro me puede decir 25 años, otro
50 años, otro 27 años y medio, yo creo que son 30 pero bueno, cualquiera
de las cosas que me digan puede tener fundamentos legales, no sabemos.
Lo que se ha ido produciendo es una descodificación. El Congreso federal
de alguna manera ha incumplido la Constitución.
La Constitución le manda al Congreso dictar un Código Penal, un Código
es una ley única donde se sintetizan todas las normas que corresponden a
una determinada rama jurídica. No tenemos una ley única donde se
sintetizan en forma armónica todas las normas que corresponden a la rama
penal.
Primero por el desbarajuste de leyes penales especiales, segundo porque
ese texto no tiene ninguna armonía.
El viejo Código Moreno, conservador pero sabio, prudente, sin definiciones
doctrinarias, un Código que nos permitió vivir 80 años y hacer una
jurisprudencia bastante interesante, captar distintos momentos doctrinarios,
incorporar jurisprudencia, ese Código ya no existe
Hoy existen retazos de Código, lo desbarataron totalmente, pero esto no es
exclusivamente nuestro, es casi de toda nuestra región.
Por supuesto que nosotros le agregamos nuestros correspondientes datos
folclóricos.
Se han ido agravando a lo largo del tiempo.
La víctima héroe es un fenómeno universal, en nuestro país tiene algún
antecedente y hay dos reacciones frente a la victima héroe que es
interesante comparar. Una del año 31 y otra de 2004, setenta y tantos años
de diferencia.
En aquella del verano del 31 o 32, fue un secuestro seguido de muerte. La
del 2004 también.
En el año 32 la víctima era el muerto. Se mostraba a la madre como alguien
sufriente pero nunca hizo declaraciones.
En aquella del año 31 o 32 no se ocultaba la filiación política del muerto.
En la del 2004 el muerto pierde importancia, es un familiar del muerto el
que toma protagonismo, oculta su ideología, su filiación política, se
muestra como un héroe de la antipolítica.
Por otra parte en el año 31 o 32, el gobierno trata de neutralizar la
sensación de inseguridad que provocó aquella víctima héroe muerto
mediante un proyecto de represivización de todo el Código Penal, al cual
el Senado le redobla la apuesta introduciendo la pena de muerte por
electrocución que era el último grito de la moda por entonces, fritar a
alguien.
Y aquella Cámara de Diputados a la que pasa el proyecto después de
aprobado por el Senado, que era la Cámara de Diputados conservadora, del
fraude electoral, de la década infame, nunca trata el proyecto, y el Código
penal queda como estaba.
Y el autor del Código Penal, Rodolfo Moreno hijo, conservador, casi
presidente de la República, defiende su Código y critica acerbamente el
proyecto de reforma del Poder Ejecutivo.
Aquel régimen conservador, elitista, oligárquico, etcétera, tenía más
defensas políticas que un régimen mucho más democrático y donde no hay
proscripciones como el de 2004, que no las tuvo.
Es decir estamos más vulnerables a ese tipo de construcción de la realidad
70 años más tarde por efecto de esta revolución tecnológica como
revolución comunicacional y por el cambio cualitativo que este desarrollo
tecnológico de la comunicación ha desarrollado.
Paralelamente muy pocas dudas caben que la construcción de la realidad
tiene muy poco que ver con la realidad.
En algún sentido. En otro sentido construye realidad material.
En un sentido nos asombra que el único peligro sea la agresión callejera.
Asombra porque nuestro país el mayor número de muertos violentos se
produce por tránsito o por suicidios, o por violencia intrafamiliar. Es decir,
de lo primero que tenemos que cuidarnos es de nosotros mismos, de cruzar
la calle y de nuestros parientes.
Después sigue el plano de los conocidos, porque el mayor número de
homicidios que sigue es entre personas que se conocen. Y después tenemos
que cuidarnos sí, de vez en cuando, del ladrón en la calle, que
efectivamente hay pero viene bastante más atrás.
Esa percepción de riesgo de muerte violenta se distorsiona.
Pero por otra parte no creamos que es absolutamente indiferente frente a la
realidad la gestación de este único peligro a través de la publicidad. No es
indiferente.
Primero y ante todo, se produce aquello de Hannah Arendt, es decir, la
banalidad del mal, estamos viendo el crimen permanentemente, estamos
viendo constantemente, y cuidado que la sociedad es plural, en una
sociedad hay diferencia de clases, hay diferencias culturales, en cuanto a
satisfacción de necesidades, carencias, etc. Sabemos que hay
personalidades más frágiles, más vulnerables, más sugestionables, es decir
la banalidad del mal genera oportunidad del mal y genera posibilidades o
alternativas, sobre todo en los sectores donde puede haber más carencia de
proyecto.
No genera errores de conducta la pobreza, hay situaciones de extrema
pobreza, quizá de límite de supervivencia, donde no hay errores de
conducta de tipo criminal o violento. Me refiero: puede haber una guerra,
un terremoto, y en esa situación rara vez se producen este tipo de
fenómenos, al contrario, bajan, porque hay un proyecto de una solidaridad
común.
Lo que provoca los errores de conducta no es la pobreza mecánicamente,
sino que los errores de conducta los provoca la pobreza cuando cancela
proyectos, cuando se terminó, no tengo más. La vida es proyecto, la
existencia es proyecto, cuando se me cierran las puertas de la existencia, se
me niega la condición humana directamente, no tengo proyecto de vida.
Cuidado que se generan situaciones de fragilidad, y si permanentemente
estoy mostrando como una posible opción la opción delictiva, estoy
incidiendo sobre los errores de conducta que puedan provocarse.
Por otro lado, creo que se ha llegado en algunos momentos a perder todo
sentido ético.
Todos sabemos y lo supimos siempre, que algunas proyecciones o
publicidades generan fenómenos de imitación. El suicidio por ejemplo, de
un famoso, genera una cadena de suicidios. No es que se va a tirar porque
se suicidó el famoso, pero si está medio para abajo, sí puede hacerlo, de
hecho sabemos que la incidencia de la publicidad de ciertos suicidios
genera un fenómeno imitativo.
En tercer lugar, toda situación de supuesta o real violencia generalizada,
automáticamente genera o da lugar a coartadas para que se cometan otro
tipo de delitos, cualquiera sea la violencia generalizada, y sobre todo la
creación de estereotipos.
Si queremos poner hechos poco lejanos de nosotros, en Italia tienen una
serie de preconceptos y prejuicios respectos de los albaneses por ejemplo.
Todos sabemos que la dictadura militar también ofreció la posibilidad de
encubrimiento de una serie de delitos que tenía otro objetivo que no tenía
ninguno de los objetivos genocidas, se ofreció la ocasión.
La generación de una imagen o de una idea de violencia generalizada
provoca eso.
Pero por otra parte, y esto desconcierta a la criminología, hay algo que
llama la atención. En toda la historia de la criminología no es la primera
vez que se inventan enemigos, llevamos 800 años en derecho penal
inventando enemigos.
Cada período hay una emergencia, en esa emergencia tenemos que destruir
a un enemigo porque si no, no se salva la humanidad. Por supuesto estos
enemigos fueron distintos a lo largo de 800 años, fueron las brujas, los
herejes, los sifilíticos, el comunismo internacional, la droga, el alcohol,
ahora es el terrorismo, y la criminalidad común.
Sin embargo, por supuesto que llevamos 800 años ejerciendo poder
punitivo sin que el poder punitivo haya resuelto nada de esto. Algunas
cosas desaparecieron, otras se resolvieron solas, otras se resolvieron por
otras vías y otras no se resolvieron, pero el poder punitivo siempre
prometió resolver esto y no resolvió nada.
Lo cual prueba lo que decía Foucault, al poder punitivo no le interesan
nunca los objetivos que se plantea como discurso manifiesto sino que le
interesa la forma de ejercicio de ese poder porque lo usa para otras cosas.
Como 800 años de experiencia civilizatoria no nos convencen de eso,
seguimos.
Lo interesante es que en criminología pasamos por la criminología
positivista, la teológica, la sociológica, pasamos a la criminología de la
reacción social, la fenomenológica, interaccionista, a una criminología
radical, marxista, critica… a lo largo de toda esa criminología, hay un
delito del cual nunca se ocupó la criminología: el genocidio, la masacre.
Jamás la criminología se ocupó del genocidio, de la masacre.
¿Cómo? ¿El más grave de los delitos, y la criminología nada? En todas sus
vertientes ideológicas. Pasó por adelante el elefante y el criminólogo se
estaba ocupando del homicidio, del robo.
Pero hay un millón de muertos… Leopoldo segundo en el África central,
los armenios, el holocausto, Camboya…
El criminólogo, tranquilo.
El más grave de los crímenes no fue objeto de la criminología. ¿Por qué?
Porque responde a una dinámica que es este mismo fenómeno: elegimos el
enemigo, lo elegimos en la gran fuente de peligro, en la única fuente de
peligro, tratamos de que toda la violencia difusa de la sociedad se le pueda
atribuir, lo aniquilamos, y se restablece la paz.
Es decir, cada fabricación de enemigos en la historia ha conducido a
matanzas. Pero lo curioso es lo siguiente: ¿quién protagonizó esas
matanzas, quién llevó a cabo los genocidios?: Las agencias del sistema
penal.
En las guerras mataron unos cuantos millones, es cierto. El siglo pasado,
gran siglo de guerras, pero hubo más millones muertos por los genocidios.
Si hubo militares que cometieron genocidio no fue en función militar, en
función bélica, sino en función policial.
La Gestapo no era militar, el genocidio armenio no lo cometieron los
militares, sacaron unos cuantos presos de las cárceles para cometerlo. El
genocidio de Leopoldo segundo no fue una guerra, no son muertos en
acción bélica, no es el efecto de una bomba que cayó y mató a alguien.
Fue el propio sistema penal, que cuando llega el momento que no tiene
capacidad para canalizar la venganza, se sale de sus cauces totalmente,
pierde totalmente su dimensión y se convierte en agente del genocidio.
Cada vez que estamos manejando poder punitivo, y que vemos que este
poder punitivo se orienta hacia un enemigo, estamos directamente
manejando poder que potencialmente es genocida, y que puede convertirse
en acto en cualquier momento.
Esto lo podemos ver en algunas experiencias en nuestro país. Parece que
nos hemos olvidado de cosas que pasaron hace no muchos años, y me estoy
refiriendo a los primeros años de gobierno constitucional, donde tuvimos
aproximadamente, por efecto de policías que provenían de la dictadura, y
que continuaron con sus propias dinámicas y estructuras, entre el Gran
Buenos Aires y las ciudad de Buenos Aires más de mil muertos entre 1984
y 1985 por fusilamientos.
Fusilamientos publicitados a través del noticiero de Canal 9 en ese
momento, José De Zer etcétera, como enfrentamientos, en los cuales se
mostraba al enemigo muerto, llegaba el canal de televisión cuando el
muerto estaba ahí sin tapar, se lo mostraba como el soldado enemigo
muerto.
Tampoco se cuidaba la vida de los policías, es cierto. Si alguna vez un
policía era muerto entonces se lo mostraba como el soldado propio caído en
la lucha, pero mientras vivía tampoco se le cuidaba la vida, se lo dejaba que
el hombre anduviese por los mismos barrios peligrosos casi con un aparato
rojo en la cabeza que lo sindicaba como blanco móvil, mientras se iba
profundizando este odio a través de ese tipo de publicidad y ese tipo de
homicidios en serie.
Este riesgo existe. Este riesgo se ha dado en nuestra sociedad, puede volver
en cualquier momento. En definitiva es la mecánica de la creación de todo
enemigo.
Es cierto que esta creación de enemigo se ha llegado a teorizar. Sí, se ha
teorizado como teoría política, a través del más inmoral de todos los
teóricos políticos que dijo que hacer política es seleccionar al enemigo.
Esto significa que hacer política es seleccionar al candidato al próximo
genocidio.
Pero claro, ¿por qué la criminología no lo estudió? Porque si lo tenía que
estudiar tenía que legitimar una parte del propio ejercicio del poder
punitivo.
Pero además tenía que olvidarse de la pretensión de asepsia ideológica, de
neutralidad ideológica. ¿Por qué? Porque la construcción de cada enemigo
va precedida de un discurso, ese discurso tiene una característica de
legitimación, de neutralización de valores, y por ende la criminología
tendría que convertirse en una ciencia crítica de discursos, cosa que la
compromete ideológicamente.
Al comprometerla ideológicamente tiene que renunciar a toda esa ilusión
de asepsia, de neutralidad científica.
Pero no le queda otro camino: o nos convertimos en un saber crítico o nos
convertimos en un saber encubridor del genocidio.
Si nada interrumpe el proceso de selección de un enemigo, eso
invariablemente termina en matanza.
Esta es la mecánica de este tipo de procesos.
Cómo va a seguir el mundo no lo sé, pero desmontar estas tendencias al
estado penal es urgente porque no es nada más ni nada menos que un
momento más de fabricación de enemigos.
Momento que por otra parte no podemos seguir sosteniendo, porque la
capacidad tecnológica del siglo 21 nos lo impide.
Hasta ahora los genocidios que se han cometido han sido limitados, han
muerto unos cuantos millones de personas pero el resto siguió. El problema
es que ahora estamos ante riesgos de mayor entidad y ante riesgos reales
para toda la especie.
No para la vida planetaria, porque esa es una omnipotencia que tenemos,
nosotros nunca vamos a suprimir la vida planetaria, pero el planeta puede
suprimirnos a nosotros si se cansa.
Creo que lo estamos cansando, ese es el grave problema.
Este es un siglo en el que tenemos que preservar las condiciones de vida en
el planeta y eso requiere soluciones reales.
Por supuesto que ya el perverso discurso penal se ha encargado de crear
delitos ecológicos, entonces si yo voy a orinar al río me meten una pena por
eso, esto todos sabemos que no sirve para nada, con el delito ecológico no
vamos a contener un sistema de producción ni vamos a disminuir el uso de
combustibles minerales.
Entonces cuidado, porque puede ser que se les ocurra que el próximo
enemigo es el que daña el medio ambiente, es decir, el que va a orinar al
río, se lo puede mostrar como el contaminante más importante.
Si cometemos ese error, el inconveniente es que no vamos a llegar a final
del siglo.
Este es el siglo de la verdad. Hasta ahora el sistema penal pudo tener un
objetivo manifiesto pero para usar su poder para otra cosa.
Ahora el sistema penal ya no puede engañar más con falsas soluciones,
ahora se necesitan soluciones reales a los problemas, este es el siglo de las
soluciones reales.
Yo voy a hacer el mayor esfuerzo por llegar al final del siglo porque esto se
pone interesante. Tras muchos milenios de civilización, ahora sí tenemos
que ir a la verdad porque si no chau, desaparecemos.
Y este siglo tiene esa característica: ya no es que van a suprimir a unos
cuantos, ahora hay que darles soluciones reales a problemas reales, y esa
solución no pasa por la creación de una ilusión a través del sistema penal,
esas soluciones pasan por medidas muy diferentes.
Y yo no sé si esta crisis que estamos viviendo es una crisis meramente
financiera, económica, o si en definitiva no es más que la primera
manifestación de una crisis civilizatoria.
Me inclino a creer esto último. Crisis civilizatoria que viene condicionada
entre otras cosas por nuestra idea de progreso lineal, de acumulación lineal
de conocimiento hasta el infinito, por nuestra idea de acumulación de
bienes hacia el infinito, por nuestra incapacidad quizá civilizatoria de
deglutir la muerte.
La acumulación de poder y de dinero hasta el infinito es una forma de
manifestar la incapacidad cultural de deglución de la muerte, y también por
la idea que acompaña todo esto que es una idea de tiempo lineal.
La idea de tiempo lineal, de progreso lineal. No nos olvidemos que va
vinculada a la pena única privativa de libertad, que es medir en tiempo
lineal.
El tiempo lineal es lo que nos condiciona la venganza. El compañero
Nietzsche, que terminó hablando con un caballo (no tiene nada de malo
hablar con un caballo, pero en algún momento alguna cosa lúcida tuvo
antes de hablar con el caballo), dijo que la venganza es venganza contra el
tiempo, es venganza porque no puedo hacer que lo que pasó no haya
pasado.
Efectivamente, la venganza es una consecuencia del concepto lineal del
tiempo que es un concepto que está ínsito en nuestra civilización.
A través de esa venganza es que se nos enrosca la víbora mostrándonos en
cada etapa un peligro único, y no existe otro, no existe otro riesgo. Este es
la gran duda civilizatoria de este momento.
¿Lograremos superar la venganza o sucumbiremos por efecto de nuestra
incapacidad para superar la venganza?
Yo soy siempre optimista, pienso que vamos a superar todo esto. Por otra
parte esta afirmación que hago tiene la gran ventaja de que nadie me va a
poder discutir si llego a estar equivocado.
Muchas gracias.

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