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Lo último que escribí, para mi mismo:

"Pero ven, acércate y muérete un poco en mis palabras.


A pesar de todo eres mi amor, mi tú, mi nunca.
Y ya no puedo con este hueco sin destino
que me pesa por dentro como Dios en la yerba.
Porque tampoco puedo con este sabor de ti en los labios."

(Eduardo Cote Lamus)

Nostalgia imposible
Ahora que la vida fluye,
todo pasa tan de prisa,
y yo me voy quedando
solo con el sabor de
la nostalgia en mis
labios áridos.

Conocí, luché, busqué, intenté,


mi vida ha sido un largo
sorbo de sabor agridulce,
de frenéticas resignaciones,
de sueños aplazados,
de suaves y prometedores
desesperos.

El segundero del reloj,


con su pausada marcha,
me señala la certeza
del suplicio eterno,
tan próximo, y cada vez
que escucho su tic tac
resuena en mi mente
su carcajada macabra.

Quiero prolongar la existencia,


buscar la felicidad,
inventar una palabra perfecta,
quiero jugar a que soy yo,
quiero descubrir la pureza
de los cristales,
quiero beber del agua que
calma la sed perennemente,
quiero escribir un verso fino
y terso que acaricie tu piel
con la ternura de la mano del niño...
Quiero volver a ver, siquiera
por un segundo, frente a frente
los ojos de mamá y sentir que
se siente orgullosa de mí y que
su mirada oceánica me cuente
que ya no es tan grande su tristeza...

En la tarde mustia el sol


debe esforzarse para acomodar sus
últimos rayos sobre la hierba.
Intenta defender, en vano,
su fallido reinado de este día,
y un tropel de estrellas y de enigmas
se ciernen sobre él silentemente
para acallar sus últimas voces.

Yo, minúsculo reducto del universo,


siento el palpitar en mi pecho,
y repaso las heridas que la desigual
batalla contra el tiempo ha surcado
en mi ser.

Recorro con perplejidad este cosmos


confuso pero conocido que por un
tiempo dejé de observar y descubro
la magnitud del exterminio: ¿Dónde
están todos aquellos que fuí en mi
pasado?

Sus voces ya no están y aquel que


una vez fue niño y hoy se resiste
inútilmente a ser adulto solo
retiene en alguna parte de si
una queja lejana:

Yo Rey de la nada,
proyecto inconcluso,
hombre de papel que surca las órbitas
ígneas y que se despedaza y se quema,
ante el acoso apremiante de una juventud
que se va ¡sin retorno!

Yo, soñador que se apega, vehemente y loco,


a los recuerdos, los susurros
y la ausencia; caminante del mundo
que no tiene mundo para andar;
el extraño amigable que dice
vivir aquí y que sin embargo no pertenece
a estas tierras, y acaso a ninguna...
Yo, El anónimo y desconocido plebeyo
que, ingenuo, pretende alcanzar a su princesa
y repta torpemente por escarpadas montañas
para vencer algún día, las
indómitas y altivas murallas
de marfil que la custodian,
aún a sabiendas de lo incierto de su
triunfo y lo inconcebible de su empresa.

Yo, el hombre que AMA,


que se perdió por amar,
y que por amar tanto,
paradoja del destino,
aún no está totalmente perdido.

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