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Las quemas de libros, que tal vez sean el símbolo universal

de la supresión de la libertad de pensamiento y expresión,


han ocurrido en varios sitios y en diferentes épocas. A veces
eran instigadas por líderes religiosos que temían el efecto
que la libertad de pensamiento y opinión pudiera tener en el
hombre ordinario. Por eso, no sorprende que muchas
personas crean que la Biblia está en contra de la inteligencia
y la razón. Pero ¿es esto cierto? ¿Coarta la Biblia la libertad
de expresión, pero apoya algún tipo de “policía del
pensamiento? Entremos en materia.

“Ama al Señor tu Dios con toda tu mente...”


La Biblia no se opone, como sí lo hacen los sistemas
supresores, a que los individuos usemos nuestra mente
pensante. El hacerse cristiano no significa cometer una
especie de “suicidio intelectual”. De hecho, Jesús instó a sus
seguidores a ‘amar a Dios con toda la mente’. (Marcos 12:
30) El ministerio público de Jesús mostró el profundo interés
que tenía en los acontecimientos de su época (Lucas 13:1-5),
en la biología (Mateo 6:26,28; Marcos 7:18,19), en la
agricultura (Mateo 13:31,32) y en la naturaleza humana
(Mateo 5:28; 6:22-24). Las ilustraciones pedagógicas que usó
reflejan una clara comprensión de los principios que aparecen
en las Sagradas Escrituras y de los antecedentes y el modo de
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pensar de sus oyentes, y reflejan que él pensó en la manera de
hacerlos confluir.
Por su parte el apóstol Pablo pidió a los cristianos que
rindieran un servicio a Dios mediante un ‘culto inteligente’
(Romanos 12:1). También animó a los tesalonicenses a que
‘no perdieran la cabeza ni se alarmaran por ciertas profecías’
falsas (2ª Tesalonicenses 2:2). Tenía conocimientos de poesía
y filosofía griega y cretense (Hechos 17:27,28; Tito 1:12), así
como de equipos y procedimientos militares (Efesios 6:14-
17; 2ª Corintios 2:14-16). Además, se preocupó también por
tener presente las costumbres locales (Hechos 17: 22,23).
Aunque Jesús y Pablo disfrutaron de amplia libertad de
pensamiento, no se vieron a sí mismos como la autoridad
suprema sobre lo correcto y lo incorrecto. En vez de
anteponer sus ideas a las de la Biblia, Jesús citó las Escrituras
en repetidas ocasiones. ¿Recuerdan cuando Pedro le instó a
pensar en una alternativa distinta a la muerte que la voluntad
de Dios requería de él? Pues la rapidez y seriedad de su
respuesta demostró que ni siquiera le daría cabida a un
pensamiento como ese (Mateo 16: 22,23). Pablo se expresó
en términos similares cuando se dirigió a los corintios:
“Cuando fui a anunciarles el testimonio de Dios, no lo hice
con gran elocuencia y sabiduría” (1ª Corintios 2:1). Al igual
que el Señor Jesús, sus razonamientos se basaron firmemente
en las Escrituras (Hechos 17:2,3).
La Biblia recomienda la plena utilización de nuestras
facultades mentales, pero no sin límites. Recordemos que es
el cristiano individual quien tiene la responsabilidad de
conformar su pensamiento al de Dios. Por ejemplo,
¿recuerdan cuando un nutrido grupo de efesios renunció
públicamente a sus prácticas espiritistas y abrazó la fe
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cristiana? Pablo no asumió la responsabilidad de quemar sus
libros. Más bien dejó que “un buen número de los que
practicaban la hechicería juntaran sus libros en un montón y
los quemaron delante de todos” (Hechos 19:19). Ahora bien,
¿por qué creen que se sintieron impulsados estos cristianos a
quemar sus propios libros, aun ‘cuando calcularon el precio
de aquellos libros, y resultó un total de cincuenta mil
monedas de plata’? Pues porque cuando los cristianos
rehúsan entretener la mente en pensamientos inmorales,
alusivos al ocultismo, el espiritismo o las doctrinas
equivocadas o filosofías erradas, no lo hacen por temor a que
esas ideas puedan ser superiores a las verdades bíblicas, sino
por evitar cualquier cosa que les conduzca en una dirección
equivocada o directamente al pecado.
El cristiano: ¿un estrecho de criterio?
¿Cuántas veces hemos escuchado decir que los cristianos son
solo un puñado de gente de criterio muy estrecho? El asunto
de la ‘amplitud de criterio’ se ha puesto tan de moda en el
clima intelectual de la posmodernidad que no necesitamos
explicarlo. El ‘criterio estrecho’ es un sinónimo de ignorancia
y retroceso. Pero quienes piensan así se basan en verdades a
medias. Estamos de acuerdo en que no está bien mantener
una postura sin atender las pruebas en su contra. Es más, uno
nunca debiera adoptar una decisión firme sin examinar
desprejuiciadamente todas las pruebas disponibles. La verdad
a medias nos ata a este punto de vista, pero una verdad a
medias representa una falsedad completa. Es decir, ¿vale la
pena mantener un ‘amplísimo criterio’ cuando la razón nos
dice que solamente puede haber una conclusión? Esto
equivale al error cometido en la misma crítica del ‘criterio
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estrecho’. ¿Por qué? Pues porque la ‘amplitud de criterio’ es
el criterio más estrecho de todos porque elimina de tajo la
consideración del punto de vista absoluto. Por ejemplo, ¿qué
pasaría si fuera verdadero el punto de vista del absoluto?
¿Se dan cuenta? La supuesta ‘amplitud de criterio’ no
puede ser realmente verdadera a largo plazo a menos que esté
tan abierta para aceptar algunos absolutos reales innegables.
Un cristiano que está desarrollando “la mente de Cristo” (1ª
Corintios 2:16) no debe confundir la amplitud de criterio con
la ausencia de criterio. Uno no puede seguir abierto a una
segunda alternativa cuando solamente una puede ser
verdadera.

La verdadera libertad de pensamiento.


La Biblia insta a los cristianos a fijarse la meta de “traer
cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. (2ª
Corintios 10:5) Esto no se consigue con la imposición de
restricciones por parte de los líderes religiosos, sino
ejerciendo autodominio en el plano individual y amando y
conociendo a Dios y sus principios de vida. Con la
consecución de estos objetivos, se obtiene la verdadera
libertad de pensamiento, una libertad que solo las
instrucciones de Dios para la vida pueden limitar y que se ve
realzado por la alegría de saber que podemos agradar a Dios
incluso con nuestro intelecto.

“Por una fe inteligente…”


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