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Maria Montessori
Biografia de Maria Montessori
Una biografia para niños.
INTRODUCCION
Niños:
Maria Montessori nace hace mas de cien años, el treinta y uno de agosto de
1870 en la aldea de Chiaravalle, en Italia, país que tiene la forma de una bota
y se encuentra en Europa.
María vivió los primeros cinco años de su vida en esa aldea. Esto ocurría hace
mas de cien años, y en ese tiempo todas las cosas eran muy distintas. El estilo
de ropa que la gente usaba era muy diferente. Las mujeres usaban enaguas
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largas y botines Los hombres usaban chalecos, tirantes y corbatas en forma de
lazo.
No había agua corriente en la casa por eso las mujeres llevaban en su cabeza
jarras con agua desde la fuente de la aldea. No había electricidad por eso la
gente usaba velas y lámparas de aceite para ver en la oscuridad. No había
automóviles por eso, para viajar de un lugar a otro, la gente caminaba o usaba
caballos o carretas. La compra y venta se llevaba a cabo en el mercado de una
calle de la aldea, en donde la gente vendía platos, vegetales, telas o cualquier
cosa que pudieran sembrar o hacer.
Pocos niños iban a la escuela. A la mayoría se les mandaba a trabajar tan
pronto como podían:
vendiendo huevos o pan en el mercado, trabajando en una granja, o ayudando
a cuidar a los niños pequeños. Casi todo el mundo trabajaba porque casi todo
el mundo era muy pobre. Poca gente iba a la escuela por eso poca gente podía
leer o escribir, incluso los adultos. La gente que no podía escribir su nombre
ponía una X en lugar de su firma.
A la familia de Mari le iba mucho mejor que a la mayoría de las familias. Su
papá tenía buen trabajo en el gobierno y tanto él como su mamá sabían leer y
escribir. María esperaba ir a la escuela con impaciencia.
La niñez de María.
María era una chica a quien le encantaba aprender. Tenía mucha curiosidad
por la vida y hacía preguntas acerca de todo. Su mamá pensaba que esto era
signo de inteligencia y la animaba ayudándole a encontrar las respuestas. A
María también le gustaba ayudar a las personas menos dichosas que ella.
Tenía para los pobres y siempre trataba de ser considerada, servicial y amable.
María poseía un temperamento vivaz y defendía inmediatamente las cosas en
que reía o a las personas que no fueran tratadas amablemente. Cuando Maria
se enfadaba, pocos eran lo suficientemente fuertes para mirarla a los ojos y
negarle algo.
Cuando Maria tenía cinco años, su papá halló un trabajo mejor en la gran
ciudad de Roma, capital de Italia. Ella y su mamá empacaron sus cosas y se
mudaron a Roma con su papá. Vivían en un apartamento. A ella la vida de la
ciudad le gustaba porque había muchas cosas que hacer y mucha gente bonita
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que ver y con quien hablar. También le gustaba la ciudad porque había
muchos niños. Como no tenía hermanos ni hermanas, su mamá era su mejor
amiga.
María tenía seis años cuando empezó a ir a la escuela. Estaba feliz a pesar de
que las aulas eran tristes, sucias, frías y repletas de estudiantes. Todos los
niños y las niñas tenían que estarse quietos en las incómodas sillas de sus
escritorios todo el día y tenían que escuchar al maestro repetir la misma
lección una y otra vez. No había suficientes libros ni papel para todos los
niños.
María se sentaba en su escritorio y soñaba con una escuela que fuera cálida,
limpia y alegre. Se imaginaba una escuela donde los niños se movieran
libremente e investigaran cosas de interés. No podía entender porqué los
maestros no trataban de hacer de la escuela un lugar más agradable. El dolor
de espalda que le ocasiona su incómoda silla generalmente la hacía salir de
ensueño. María era una chica muy inteligente que disfrutaba aprendiendo
nuevas cosas por eso trataba de ignorar la terrible atmósfera de su escuela.
A esa edad pocos niños continuaban sus estudios. Los que lo hacían eran casi
siempre los muchachos. Las mujeres se quedaban en casa, y sus familias
tenían dinero no tenían que trabajar; en la casa aprendían a convertirse en
damas y a coser, cocinar y hacer el tè. Esto era lo que quería el papá de María
para su hija.
María quería otras cosas. A los doce años había salido muy bien en la escuela,
y quiso continua sus estudios. Decidió entrar a la escuela vocacional, que era
solo para muchachos, y se lo dijo a su mamá, que al ver ese brillo especial en
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los ojos de Maria, estuvo de acuerdo con la idea. Juntas se lo comunicaron al
padre.
La mamá vio que el brillo de los ojos de María aumentaba. Con mucha
determinación y tenacidad, María y su mamá convencieron a su papá de que
María era una chica especial y brillante que debía ir a la escuela vocacional. Y
así lo hizo.
Nadie sabe exactamente qué fue lo que pasó, pero María fue la primera mujer
de Italia que entró a la escuela de medicina.
Una noche cansada de trabajar tan duro, salió a dar un paseo. Se encontraba
muy desanimada y pensaba que tal vez no debía terminar sus estudios.
Sucedió entonces algo raro: mientras caminaba vio a una pobre mujer que
llevaba un pequeño niño, el cual se entretenía jugando con un pedazo de rojo
papel brillante.
María los siguió para ver que hacía el niño con el papel. En la mente de María
comenzaron a nacer ideas. Su corazón se llenó de valor y decidió terminar sus
estudios.
Regresó al laboratorio y a su trabajo. Continuó estudiando con mucho empeño
y en 1896 se graduó de la escuela de medicina. Convirtiéndose así en la
primera doctora de Italia.
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Graduación de la escuela de medicina.
SEGUNDA PARTE
María tuvo una idea. Conocía el trabajo de dos franceses que se llamaban
Seguin e Itard.
Estos hombres habían trabajado con niños sordos y habían diseñado
materiales especiales de tipo sensorial para ellos. Se les llaman sensoriales
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porque nosotros aprendemos con nuestros sentidos y estos materiales de
enseñanza fueron diseñados para ayudar a los niños que no tenían el sentido
del oído.
María pensó que si Seguin e Itard habían ayudado a los niños sordos con esos
materiales, quizás ella podría ayudar a los niños retrasados de la misma
manera. Viajó a Francia y estudió el trabajo de Seguin e Itard. Cuando regresó
a Italia fabricó parte de estos materiales de tipo sensorial para los niños de los
asilos.
Los niños estaban felices de tener algo que hacer y de tener a alguien que se
preocupara por ellos. Jugaban con los materiales que María les había dado y
aprendían mientras jugaban. Aprendían tocando con sus dedos, viendo con sus
ojos, oyendo con sus oídos, y oliendo a través de la nariz. Aprendieron tan
fácilmente que María les hizo muchas cosas para mantenerlos ocupados.
María se deleitaba observándolos. Algunas veces se quedaba con ellos todo el
día e iba anotando cómo cambiaban y lo mucho que aprendían. Otras personas
supieron del cambio de los niños idiotas y pidieron permiso a María para que
los niños tomaran un examen con los niños “normales” de la misma edad en la
escuela. Los niños retrasados hicieron el examen junto a los niños normales y
salieron mejor que ellos. Todo el mundo se sorprendió. La gente pensó que
María era maravillosa. “Ha hecho un milagro” dijeron. María no se fijó en
eso. “¿Si estos pobres niños han salido tan bien, que tan bien saldrían los
normales si se les educara de esta manera?” se preguntó María.
Con sus materiales especiales de enseñanza María pudo cambiar la vida de los
niños retrasados de Italia. Se le pidió que fundara clínicas para educar de esta
manera especial a estos niños. Trabajó muy duro y entrenó a otras personas
para que entendieran sus ideas y se hicieran maestras. Los niños retrasados de
Italia ya no eran considerados idiotas o casos incurables. Tenían mejores
lugares donde vivir y podrían desarrollarse más en la medida de sus
posibilidades. Se les daba la oportunidad de mejorar al máximo porque María
Montessori se preocupaba por ellos.
María quería saber cómo funcionaría su trabajo con niños normales. Pero
¿Cómo hacerlo? En Italia los niños se quedaban en su casa hasta los seis años
y luego, o iban a la escuela, o se ponían a trabajar.
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Eran los primeros años de este siglo. Los campesinos pobres y sus familias
dejaban el campo y se iban a la ciudad de Roma a buscar trabajo. Se
construyeron grandes edificios para alojar estas personas. Por primera vez, las
mamás salieron de sus casas para buscar trabajo y ganar dinero. Los niños que
eran demasiado pequeños para trabajar o para ir a la escuela se quedaban en la
casa solos. Algunos de estos grandes edificios se encontraban en un ligar de
Roma llamado San Lorenzo. Esta parte de la ciudad era pobre y sucia. San
Lorenzo era conocido como el peor barrio de Roma. EN un edificio habían
como cincuenta niños que se quedaban solos todo el día mientras sus mamás
estaban trabajando. Corrían como locos por los apartamentos y por las calles
aventando piedras, rompiendo ventanas, escribiendo en las paredes y haciendo
cualquier otra travesura que se les ocurriera.
Nadie sabía qué hacer con estos niños. El dueño del edificio se preocupó. Si
no hacia lago pronto estos niños acabarían con el edificio. Se acordó de la
doctora María Montessori y el trabajo que había hecho con los niños
retrasados mentales. Se preguntó si ella no podría hacer algo con estos niños.
Se puso con María para ver si ella podría organizar un lugar donde los niños
pudieran jugar y aprender mientras que sus mamás estuvieran trabajando.
Esta era la oportunidad que María esperaba – la de trabajar con niños
normales – aunque estos fueran un poco salvajes. Al día siguiente, María fue a
San Lorenzo. Se impresionó ante el terrible aspecto de los departamentos y de
las calles. Le dieron un pequeño cuartito, triste y sucio, ningún dinero para
comprar juguetes y fabricar material.
Pero esto no detuve a María.
María empezó a trabajar en su pequeño cuarto. Contrató a una mujer par que
la ayudara. Pidió a sus amigos que recogieran dinero para juguetes y
materiales. Hizo que los carpinteros construyeran muebles del tamaño de los
niños para que pudieran sentarse y sentirse cómodos. Nadie había hecho esto
antes. Ella limpió y pintó su pequeño cuarto, lo hizo brillante y placentero y le
puso el nombre de “Casa dei Bambini”, que en italiano significa la “Casa de
los niño”.
El seis de enero de 1907 abrió las puertas de la Casa dei Bambini e invitó a los
niños a entrar.
Al principio, los niños no sabían que hacer. Nunca habían visto un lugar tan
lindo donde todo era de su altura y tamaño.
Cuando comenzaron a asistir a la escuela de la Casa dei Bambini los niños
estaban sucios y andrajosos. María decidió que primero debían aprender a
cuidarse. Comenzó enseñándoles a lavarse la cara y las manos, a limpiarse la
nariz y peinarse. Les enseño a lavar y arreglar sus ropas. También a barrer y
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fregar el piso, a sacudir los muebles y a fregar y secar los platos. Ante la
incredulidad de todos, los niños se mantenían aseados al igual al pequeño
cuarto de la Casa dei Bambini.
María comenzó a traer los materiales sensoriales que había diseñado para los
retasados mentales a la casa de los niños de San Lorenzo. Ellos los disfrutaban
y aprendían tan rápidamente que muy pronto María tuvo que fabricar
materiales nuevos hasta altas horas de la noche para que los niños pudieran
usarlos al día siguiente.
Los niños jugaban con la torre rosa, las barras rojas, los bloques cilíndricos, el
alfabeto móvil, la caja de husos y las letras de lija. Aprendieron a cantar, a
leer, a dibujar, a contar, a cuidarse y a cuidar su escuela. María y los niños
eran muy felices.
Gente de todo el mundo comenzó a visitar la Casa dei Bambini. Querían saber
más sobre la escuela de María y sobre su manera especial de enseñar a los
niños. Ellos llamaron a este método de enseñanza “Método Montessori”.
Durante los veinte años siguientes, María escribió muchos libros acerca de sus
observaciones sobre los niños. Viajó por todo el mundo y entrenó maestros en
el método montessori. Fundó nuevas escuelas Montessori en casi todos los
lugares que visitó. De noche se quedaba despierta hasta tarde, estudiaba, leía y
hacia notas sobre lo que había observado y aprendió en sus viajes y de su
trabajo con los niños.
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Regresó a Italia para fundar escuelas por invitación de Mussolini.
Comienza la segunda guerra mundial.
María dejó Italia y se fué a España. Esto la entristeció mucho porque amaba a
su país. Sabía que ahora se trabajo era más importante que nunca porque el
mundo estaba en guerra. Sus escuelas educarían a los niños para la paz
ayudándoles a aprender a amarse mutuamente y a amar la tierra. Sabía que si
los niños sentían estas cosas, crecerían para ser adultos y no abarrían más
guerras.
En España, de nuevo, María entrenó a maestros, fundó escuelas, y escribió
libros. Cuando la guerra llegó a España, partió a Inglaterra y luego a Holanda.
Le gustó muchísimo Holanda y decidió convertirla en su hogar. Comenzó a
trabajar entrenando maestros, fundando escuelas y escribiendo libros, como
había hecho por todo el mundo. Pero la guerra en Europa seguía empeorando
y María se preocupaba porque pudiera interrumpir su trabajo.
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Acepta una invitación a la India y funda escuelas para los niños Hindúes.
India estaba al otro lado de la zona de guerra en Europa, ahí podría continuar
su trabajo y sentirse segura.
En la India vivía en paz en Adrar, Madras con la gente pacífica de la sociedad
Teosófica. Comenzó a entrenar maestros hindúes, a fundar escuelas y escribir
libros sobre sus observaciones.
En la India los niños también trabajaron con los materiales sensoriales. No
hubo necesidad de enseñarles a enlazar y amarrar sus zapatos porque ellos
usaban sandalias o andaban descalzos, y tampoco hubo necesidad de
enseñarles cómo cerrar la cremallera de una chaqueta porque en la India hace
mucho calor para usarlas. En cambio les enseñó a amarrar saris, a hacer
guirnaldas de flores, como ponerse flores en el cabello, y como ponerse pasta
de sándalo en la frente, ya que estas eran costumbres del pueblo hindú.
Dondequiera que trabajara, ella siempre incluía las costumbres del país de los
niños.
Aunque el lenguaje, el vestido, las costumbres y la cultura eran diferentes de
Europa; María se sentía en casa y amaba al pueblo hindú. Ella se aficionó a
usar el vestido nativo, el sari. El pueblo hindú también la amaba y apreciaba
de sus modales amables pero firmes.
María se quedó en la India siete años. Había cumplido los setenta y todavía
trabajaba muy duro. Mientras estuvo en la India, María desarrolló su plan de
educación cósmica. Se dio cuenta que si a los niños se les educa para la paz,
entenderían que son una parte muy importante del bienestar de la tierra.
Aprenderían a amar y a tener aprecio por todas las cosas vivas y a entender
que todos dependemos de cada una. Cuando los niños comprendían estas
cosas, pensaba, crecerán en forma natural, para ser amorosos y pacíficos.
Ahora se dan cuenta por qué María Montessori está con nosotros todos los
días en la escuela.
Nosotros todavía usamos los mismos materiales que los niños retrasados
mentalmente usaban hace más de cien años. Ahora tenemos muchas otras
cosas en nuestra clase, pero de muchas maneras, nosotros somos como la
primera escuela Montessori, la Casa dei Bambini.
Ahora que sabemos que hay miles de niños Montessori que juegan y trabajan
como nosotros por todo el mundo. ¡No seria maravilloso si comenzáramos a
escribirnos! ¡Necesitamos una sociedad Montessori de niños!
Tenemos que agradecer a María Montessori por las escuelas que tenemos hoy
día. Ella está aquí en espíritu con nosotros como está en todas las escuelas
Montessori del mundo.
FIN
“Las estrellas son tan grandes que no les importa parecer pequeñas”.
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