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INTERVENCIÓN DE CARLOS GONZÁLEZ EN EL FESTIVAL MUNDIAL DE LA

DIGNA RABIA.

Miembro del Congreso Nacional Indígena.

Muy buenas noches, hermanas y hermanos del Comité Clandestino Revolucionario


Indígena, Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional,
hermanos y hermanas de los pueblos del mundo que nos acompañan:

La historia de nuestros pueblos es una historia de permanente conquista. La


conquista inicial, la que inició en 1492, provocó en menos de un siglo la muerte de
más de 60 millones de hombres y mujeres en toda América, la muerte de más de
veinte millones de hombres y mujeres tan sólo en Mesoamérica, es decir, en el
centro de México y lo que es Centroamérica. Esta es la mayor masacre, el más
grande genocidio cometido en la historia de la humanidad. Aquí está el origen del
capitalismo.

Actualmente en México, la situación de explotación y despojo que viven


nuestras comunidades indígenas y campesinas es muy similar a la de hace un siglo:
la que produjo la gran revolución campesina de 1910, revolución campesina que
finalmente fue traicionada y manipulada por el grupo que tomó el poder.

Sin embargo, la brutal modernización impuesta por los liberales en el siglo


XIX y por el régimen porfirista difiere en mucho de la actual, pues el despojo de las
tierras indígenas y campesinas, y la consecuente superexplotación del trabajo, que
impone el capitalismo global, el neoliberalismo, son en la actualidad más acelerados
y violentos, más extensivos y masivos, más profundos y destructivos.

Efectivamente, el siclo de las reformas liberales que llevó a la pulverización


de los territorios indígenas en la época del porfiriato duró más de un siglo, desde
las reformas borbónicas de mediados del siglo XVIII, pasando por las cédulas
reales de finales de ese mismo siglo (las de mil 1794, 1798 y 1800), que
determinaron la destrucción de la propiedad comunal e indígena, cuyos efectos
fueron determinantes en el surgimiento de la revolución de independencia hasta la
famosa Ley Lerdo de 25 de junio de 1856, incorporada un año después al artículo
27 de la Constitución Juarista, que prohibió la propiedad indígena corporativa, es
decir, comunal, y dio paso a la formación las grandes haciendas porfirianas
mediante una fabulosa concentración de tierras en unas cuantas manos.

Este primer ciclo, es decir, el ciclo de la reforma liberal, iniciado por los
Borbones desde España, provocó el exterminio de más de cien pueblos indígenas en
lo que es el actual pueblo mexicano, a lo largo del siglo XIX, y el asesinato masivo
de numerosas tribus asentadas entre México y los Estados Unidos, así como las
prolongadas campañas militares en contra de las tribus Yaqui, Ópata, y de los
pueblos Ima y Seri. El pueblo Ópata está extinto desde hace más de un siglo.

El ciclo de la contrarreforma liberal, que es el que vivimos actualmente, y


que ha provocado el despojo y la destrucción de las comunidades indígenas y
campesinas, inició formalmente en 1992, con la reforma del artículo 27
constitucional, la derogación de la ley Federal de Reforma Agraria y la aprobación
de nuevas leyes en materia agraria, forestal y de aguas nacionales. Dicha
contrarreforma fundamentalmente se orientó a destruir la propiedad ejidal, la
propiedad comunal y sacar del dominio de la nación el recurso agua. Dicha
contrarreforma se profundizó con la firma del Tratado de Libre Comercio en 1994, la
traición de los Acuerdos de San Andrés y la aprobación de la reforma indigenista
conocida como Ley Bartley-Ceballos-Ortega en 2001, y después de ello la
modificación y aprobación de leyes en materia de bosques, aguas, semillas,
minería, bienes nacionales, conocimiento tradicional y biodiversidad, todas ellas
orientadas al despojo de los territorios indígenas y campesinos Es decir, el ciclo de
esta reforma dura menos de 20 años, frente a la anterior reforma, la liberal, que
tuvo que larvarse durante más de cien años para poder desmontar, para poder
destruir el tejido indígena comunal.

Lo novedoso a partir de 2001 es que todos los partidos políticos, de


izquierda, centro o derecha, han participado de la aprobación de dichas leyes y
reformas legales. Como lo han dicho nuestros hermanos del Ejército Zapatista, se
trata de una simetría donde la izquierda electoral y la derecha de siempre en nada
se distinguen, son la misma porquería, funcionales al capitalismo.

(Aplausos)

El ciclo de la contrarreforma neoliberal, que ha provocado la destrucción y el


despojo de las comunidades indígenas y campesinas, es mucho más masivo que el
anterior, pues –y voy a regresar a algunos puntos comunes, que trataron los
hermanos de Vía Campesina en la mañana-, la gigantesca migración de los
trabajadores mexicanos, principalmente de las zonas rurales a los Estados Unidos
de América, la más grande de todo el mundo, muy por encima de la que ocurre en
el sureste asiático o en los países africanos, forma parte de un plan previamente
concebido desde los más altos niveles de la tecnocracia neoliberal y los organismos
financieros internacionales. Es decir, la migración que vive nuestro país, que es el
país con mayor migración en todo el mundo, no es causa, no es consecuencia de
una política o de sucesivas crisis económicas, es una política deliberada y
programada, cuando Luis Téllez Coensler, que es uno de los inspiradores de la
reforma del artículo 27 constitucional y actualmente es secretario de
Comunicaciones de Transportes, y otros entusiastas seguidores del monetarismo
neoliberal propusieron la contrarreforma en materia agraria, forestal y de aguas,
que finalmente llevó a la práctica el presidente Salinas, así como la apertura
comercial indiscriminada que desembocó en la suscripción del Tratado de Libre
Comercio y en la ruina económica de los campesino mexicanos, incluida en primer
lugar la siembra de granos básicos, consideraron que era indispensable reducir la
población rural de nuestro país -y esto lo dicen diversos escritos-, que a finales de
los años 80 era mayor a los veinte millones de personas, a menos de diez millones,
en consonancia con el porcentaje que las actividades económicas en el campo
aportaban al producto interno bruto. En aquellos años, Luis Téllez razonaba del
siguiente modo: “Si el campo está aportando el seis por ciento al producto nacional
bruto, entonces la población campesina tiene que reducir hasta ese tamaño, tiene
que bajar de casi treinta millones a menos de diez, a seis millones”, y eso es lo que
hicieron, lo que provocaron y lo que han estado desarrollando en forma sistemática.
La migración brutal que están viviendo nuestras comunidades, que están viviendo
nuestras familias, que está viviendo este país es algo programado y algo decidido
desde fuera de México. Tras la firma del TLC, la previsión de nuestros gobernantes
se cumplió y según el informe del Banco Mundial en materia de migración que ya
habían referido en la mañana, México tiene emigradas a 11.5 millones de personas,
equivalentes al 25% de la población económicamente activa, que actualmente tiene
el país y al 11% de la población total. La expulsión de mano de obra es 2000%
mayor que la reportada 37 años atrás, y en 2007 la cifra de migrantes fue cercana
a los 600 000, lo que implica 1.14 personas expulsadas por minuto de nuestro país.
El que hoy en día la procuraduría agraria diga que más de 20 millones de
hectáreas de tierra susceptible para la agricultura están ociosas y que promueva la
siembra de caña de azúcar a favor de grupo Santos, una empresa trasnacional, en
un millón quinientas mil hectáreas supuestamente ociosas, que en realidad son
propiedad de ejidos y comunidades, desnuda la estrategia seguida desde hace más
de 20 por los tecnócratas neoliberales: separar al campesino de la tierra en forma
masiva y por medios brutales. Como es el caso de la migración forzada para hacer
posible la apropiación privada de dichas tierras y de la s rentas que produce tanto
su explotación directa como la de los cuantiosos recursos naturales que en ellas se
localizan, a la par que millones de seres humanos son sometidos a despiadados
mecanismos de explotación en invernaderos transnacionales, franjas maquileras y,
sobre todo, en el extranjero. Por lo mismo, no debe resultarnos casual -si ustedes
leyeron los periódicos del 10 de diciembre- el pasado 9 de diciembre el procurador
agrario sostuvo que el tercer paso para el campo es la consolidación de las
inversiones de empresas, privadas, nacionales y extranjeras, en los ejidos y
comunidades, por medio del programa Fondo de inversión Pública y Privada,
señalando que a la fecha hay 71 proyectos de energía eólica, minería, producción
agrícola y desarrollo urbano que involucran inversiones por un monto total de
1137.2 millones de pesos y que evidentemente están siendo invertidos en los
territorios que primeramente fueron despoblados y que están siendo despojados a
lo largo y ancho del país.

Los tres pasos que resumen el despojo capitalista en nuestro país son los
siguientes:

1. La modificación del marco nacional agrario y de las leyes relacionadas de


agua y bosques, partiendo de la reforma del artículo 27 constitucional en 1992,
para permitir la certificación – a través del programa de certificación de derechos
ejidales, conocido como PROCEDE, en su versión comunal conocido como
PROCECOM- y la apropiación capitalista de los ejidos y comunidades, es decir,
para convertir las tierras de comunidades indígenas y campesinas en simples
mercancías, para ingresar estas tierras como hizo la reforma liberal de 1857-57, al
mercado capitalista;

2. La destrucción de las economías campesinas, comunitarias y populares,


así como la apertura comercial indiscriminada y la destrucción de nuestra soberanía
alimentaria a través de instrumentos como el TLC, para provocar la gigantesca
migración que ha separado a los campesinos de sus tierras y;

3. La ocupación, apropiación y fragmentación capitalista de la tierra, en


función de los intereses del capitalismo global, en lo que llamamos la nueva guerra
de conquista y exterminio de los pueblos indígenas. Este carácter de guerra de
conquista y exterminio que tiene el ciclo de la reforma neoliberal, y que ha
provocado la destrucción y el despojo de las comunidades indígenas u campesinas
es profundo y destructivo, más que el anterior, pues no se apoya en la simple
ocupación física de los territorios.

Decimos en el Congreso Nacional Indígena que lo que busca es romper la


tierra, nuestra madre tierra, la que es común a todos los seres humanos, por eso se
trata de una guerra en contra de la humanidad. Por un lado, las empresas
trasnacionales, apoyadas en los gobiernos y en la totalidad de la clase política
mexicana, están desarrollando importantes proyectos hidráulicos, como las presas,
mineros, de agricultura industrial, en materia de hidrocarburos, carreteros, de
desarrollo urbano y turístico, que se apoyan en el despojo directo de las tierras
indígenas, ya sea que se trate de bosques, selvas, desiertos, lagunas, ríos, costas,
o tierras de cultivo. Para ello, modificaron la ley de aguas nacionales y la minera en
2005, y crearon ese mismo año la Ley de desarrollo forestal sustentable, para ello
transformaron la Ley de bienes nacionales en 2004, que hoy apuntala la
apropiación privada de las zonas costeras. Por lo mismo, y con el apoyo del
narcotráfico, han elevado artificialmente el precio de las tierras en la periferia de las
zonas urbanas, en las costas, o donde exista algún potencial minero, agroindustrial
o turístico.

Pero, el capitalismo neoliberal no únicamente ha producido la apropiación


material directa de la tierra, sino que a través de la producción de semillas
transgénicas, el surgimiento de sistemas de patentes sobre plantas, animales y
hongos, la privatización de los saberes tradicionales y la transformación de las
expresiones culturales indígenas en simples apoyos de la industria turística, ha
generado una avasallante apropiación de la tierra, de todas las rentas que ésta
pueda generar y de la cultura acumulada por nuestras comunidades a través de
siglos. Para ello crearon al Ley de bioseguridad, la Ley del conocimiento tradicional,
la Ley de semillas, y modificaron la Ley de propiedad industrial. No nos olvidemos
que todos los partidos representados en las Cámaras, han votado estas leyes en
forma unánime.

La guerra de conquista neoliberal trata de romper la tierra y de separar


todos los elementos que componen la comunidad indígena hasta que la comunidad
se vuelva irreconocible. Claro está que acudimos a un proceso enmarcado en una
lógica mundial que bien podríamos llamar de nueva acumulación originaria de
capital, que tiende a separar masivamente a los campesinos de sus tierras y que
por medio de múltiples acciones, leyes políticas y programas gubernamentales,
fragmenta tierra, agua, biodiversidad, maíz, cultura comunitaria, trabajo campesino
y saber acumulado, con el fin de facilitar la apropiación privada de todo aquello
susceptible de generar ganancia. Es el mercado contra la comunidad, es el
neoliberalismo contra la tierra, es el capitalismo contra la humanidad, contra México
y sus pueblos indígenas, pero también contra los mapuches en Chile, también
contra los pueblos indígenas en Argentina, Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia,
Panamá, Costa Rica, Guatemala, Estados Unidos o Canadá. Es el capitalismo contra
Cuba, pero también contra Palestina, Irak o Afganistán; es, en fin, el capitalismo
contra la humanidad y contra la tierra.

(Aplausos)

Hermanas, hermanos, esa es una parte de la historia, es la historia que


nuestros gobiernos, que nuestros dirigentes políticos, que las grandes empresas,
que los medios de comunicación, que las televisoras, han deformado, han tratado
de embellecer sin quitarle lo que tiene de sucio. Existe otra historia, que surge
junto con esta, que se ha tramado junto con ella, es la historia de la resistencia y
de la rebeldía de nuestros pueblos, esta es la historia silenciada -no quisiera
detenerme mucho en ella, ya el hermano Juan Chávez hizo una reflexión
importante sobre ello, únicamente sí quisiera recordar que para nuestros pueblos el
levantamiento indígena de 1994 marca una nueva hora en la lucha de la liberación
de los pueblos indígenas de México.

(Aplausos)

En 1996, el EZLN, acompañado de un numeroso grupo de representantes


indígenas, logró la suscripción de los Acuerdos de San Andrés, que reconocían en
una forma mínima los derechos fundamentales de los pueblos indígenas y, en ese
mismo año, el 12 de octubre, acompañado por la comandanta Ramona, nació el
Congreso Nacional Indígena como la casa de todos los pueblos indígenas de México.

(Aplausos)

En el año 2001, el Congreso Nacional Indígena acompañó a los


Comandantes y Comandantes Zapatistas en una gira por el país, llegar a las
entrañas del poder, hasta el Congreso de la Unión, en donde defendimos con todos
los argumentos posibles los Acuerdos de San Andrés, y sin embargo –ya lo
mencionamos hace unos momentos- estos acuerdos fueron burdamente
distorsionados, fueron burdamente traicionados, y en esta traición participaron
todos los partidos políticos que ahorita se están peleando las migajas del poder.
Después de esto hubo sucesos importantes. A pesar de la traición, nuestros pueblos
siguieron reuniéndose, siguieron platicando, siguieron resistiendo.

Y no podemos olvidar en esta historia de resistencias, la importante lucha


que en el año 2003 dieron nuestros hermanos del Frente de Pueblos en Defensa de
la Tierra en San Salvador Atenco para frenar el que era uno de los proyectos más
importantes del neoliberalismo. Decía Vicente Fox, que el proyecto más importante
de su sexenio era el Aeropuerto Internacional de Texcoco,

Finalmente en el 2005, nuestros hermanos y hermanas zapatistas


convocaron al pueblo de México y a los pueblos del Mundo a través de la Sexta
Declaración de la Selva Lacandona, a conjuntar esfuerzos en el marco de una lucha
anticapitalista. Y el Congreso Nacional Indígena, los pueblos que en él participan, la
parte rebelde, la parte en resistencia de los pueblos indígenas mexicanos, se
incorporamos, nos incorporamos a la Otra Campaña, e hicimos nuestra la Sexta
Declaración de la Selva Lacandona, porque sabemos que como pueblos indígenas el
capitalismo lo único que nos depara es la muerte y la destrucción.

En el año 2006, se vivió una cruenta represión, en Atenco, una de las más
profundas que ha habido en nuestro país, después vino de la Oaxaca en contra de
la APPO, y hoy, junto con los presos políticos que ya teníamos antes, hemos
sumado decenas y decenas, hasta llegar a centenas y centenas de presos y presas
políticas. Ese es el primer momento –pienso yo, de los que vivimos en este país- de
nuestra rabia, debe ser el punto del cual partamos: Nuestras hermanas, nuestros
hermanos que están presos, que están presas por luchar en contra de este sistema.

Y en esta historia de resistencias, ciertamente nuestros pueblos, en los


últimos meses, en los últimos años, han librado luchas significativas a lo largo de
todo el país en contra de los proyectos que pretende imponer el capital y de los
cuales dábamos cuenta en el capítulo anterior. Quisiera referir algunos casos
significativos, no porque los otros sean menos importantes. En primer lugar
quisiera señalarles que del lugar de donde yo vengo, de la región náhuatl del
occidente del país, donde se encuentra uno de los cinturones de hierro más
importantes de Norteamérica, las empresas transnacionales, hindúes, como Metal
Stell, italianas como Termium, y algunas empresas chinas, han entrado con mucha
fuerza a ocupar las tierras, a ocupar lo territorios. Los pueblos, las comunidades
han defendido como han podido esas tierras, y el pasado 26 de julio uno de
nuestros hermanos, el hermano Diego Ramírez, nahua de la comunidad de Ostula,
coordinador de la Comisión para la defensa y recuperación de las tierras comunales,
de la comunidad indígena de Ostula, del municipio de Aquila, de Michoacán, fue
asesinado a patadas y arrojado su cuerpo a las tierras que la comunidad está
reclamando, y sin embargo la comunidad, los hermanos indígenas, siguen con el
coraje, decimos con la rabia, para no ceder ante los intereses cada vez mayores, ya
no sólo mineras, sino de empresas hoteleras españolas, del gobierno de Michoacán
por construir una autopista, etc. Asimismo actualmente en Oaxaca tenemos 9
detenidos, ellos integrantes de la APPO, cuyo único delito fue haber protestado en
contra de la masacre que se está cometiendo por parte de Israel, en Gaza. En este
mismo estado, en Oaxaca, no es menor la lucha, la resistencia, que nuestros
hermanos Vinizab (incomprensible) y Huaves del Istmo, han llevado en contra de
las empresas eólicas, que han tratado de apropiarse de los terrenos comunales y
ejidales de diversas comunidades ubicadas en ese lugar.

Asimismo en Guerrero la lucha de nuestros hermanos Huentab, Amusgo, por


defender su radio comunitaria, la radio Huentab y como explicaba la compañera de
los hermanos y hermanas de la Montaña de la Costa Chica por defender su policía
comunitaria es permanente, es de todos los días.

En esta relación no quisiera pasar por alto la lucha que están llevando
nuestros hermanos nahuas de la huasteca potosina, con lo cuales nos reunimos
hace algunos días, tuvimos una reunión allá. En uno de los campamentos que
tienen en las tierras que la comunidad nahua de Chimalá ha recuperado en los
últimos meses. Y así en muchos lugares existen luchas importantes por defender el
agua, en contra de proyectos carreteros, como el caso de la comunidad de Santa
Catarina Huescomatitlán en el municipio de Mextiquic, en Jalisco, una comunidad
pirrárica, como es el caso de nuestros hermanos de Tláhuac y Xochimilco, en contra
de la urbanización salvaje que impone el gobierno de Marcelo Ebrard, como es la
lucha de nuestros hermanos de Baja California y de Sonora, por defender sus
tierras, por defender su derecho a pescar en oposición a la escalera náutica que hoy
les está robando sus costas y tierras.

Y así, en cada punto de nuestra geografía, donde existe una agresión,


donde existe un despojo también existe un acto de resistencia, y existe una
esperanza porque esto pueda cambiar.
Por ello, y quiero concluir ya, el Congreso Nacional Indígena, a lo largo de
sus muchos años de existencia ha logrado delinear algunas propuestas muy básicas
pero que le han permitido resistir, que le han permitido profundizar sus luchas y
reconstituir nuestros pueblos indígenas sus culturas. El primero es el planteamiento
de que ante la traición de los Acuerdos de San Andrés y las reformas
constitucionales ilegales, que buscan el despojo de nuestros pueblos, el único
camino que queda es el de la construcción de la autonomía en los hechos. La
octava asamblea del Congreso Nacional Indígena, realizada en noviembre de 2001,
ratificó los acuerdos tomados en Guanajuato en una asamblea anterior, y resolvió,
en apego a las acciones de autonomía, que nuestros pueblos han impulsado y
siguen impulsando, elevar los Acuerdos de San Andrés a ley propia de los pueblos
indígenas del país, rechazando la aplicación en nuestras comunidades de la reforma
constitucional del pasado 28 de abril. El segundo es el de oponer la comunidad y la
organización comunal, a la lógica capitalista y al capitalismo mismo. Proponemos la
reconstrucción de la comunalidad, del territorio, del gobierno, de la fiesta, del
trabajo colectivo, de todos los aspectos que son importantes para nuestras
comunidades. El tercer elemento: defensa de la “madre tierra” como bien común,
bien de la comunidad y casa de todos y de todas, y la defensa intransigente de la
posesión que los pueblos indígenas tienen o han tenido sobre sus territorios
ancestrales. Y, por último, a partir de que se la da incorporación a la Otra Campaña
y la suscripción a la Sexta Declaración, buscar la unidad con todos los pueblos de
México y del Mundo, con todos ustedes para intentar construir un mundo nuevo.
Terminando podemos decir que si este año tiene similitud con el de 1909, antesala
de la revolución campesina y popular, tendremos que ver qué es lo que vamos a
construir para los años por venir.

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