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El Asno y El Hielo

Era invierno, haca mucho fro y todos los caminos se hallaban helados. El asnito, que estaba cansado, no se encontraba con nimos para caminar hasta el establo. -iEa, aqu me quedo! -se dijo, de-jndose caer al suelo. Un aterido y hambriento gorrioncillo fue a posarse cerca de su oreja y le dijo: -Asno, buen amigo, tenga cuidado; no ests en el camino, sino en un lago helado. -Djame, tengo sueo ! Y, con un largo bostezo, se qued dormido. Poco a poco, el calor de su cuerpo comenz a fundir el hielo hasta que, de pronto, se rompi con un gran chasquido. El asno despert al caer al agua y empez a pedir socorro, pero nadie pudo ayudarle, aunque el gorrin bien lo hubiera querido. La historia del asnito ahogado debera hacer reflexionar a muchos holgazanes. Porque la pereza suele traer estas consecuencias.

Fin

La Humilde Flor
Cuando Dios cre el mundo, dio nombre y color a todas las flores. Y sucedi que una florecita pequea le suplic repetidamente con voz temblorosa: -iNo me olvides! No me olvides! Como su voz era tan fina, Dios no la oia. Por fin, cuando el Creador hubo terminado su tarea, pudo escuchar aquella vocecilla y se volvi hacia la planta. Mas todos los nombres estaban ya dados. La plantita no cesaba de llorar y el Seor la consol as: -No tengo nombre para ti, pero te llamars "Nomeolvides". Y por colores te dar el azul del cielo y el rojo de la sangre. Consolars a los vivos y acompaaras a los muertos. As naci el "nomeolvides" o mio-sota, pequea florecilla de color azul y rojo.

Fin

La Ostra y El Cangrejo
Una ostra estaba enamorada de la Luna. Cuando su gran disco de plata apareca en el cielo, se pasaba horas y horas con las valvas abiertas, mirndola. Desde su puesto de observacin, un cangrejo se dio cuenta de que la ostra se abra completamente en plenilunio y pens comrsela. A la noche siguiente, cuando la ostra se abri de nuevo, el cangrejo le ech dentro una piedrecilla. La ostra, al instante, intento cerrarse, pero el guijarro se lo impidi. El astuto cangrejo sali de su escondite, abri sus afiladas uas, se abalanz sobre la inocente ostra y se la comi. As sucede a quien abre la boca para divulgar su secreto: siempre hay un odo que lo apresa.

Fin

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