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EL VIAJE

Eran más de las ocho, la hora de salida estaba prevista a las nueve y aún tenía que cerrar

la maleta, revisar la casa, salir, coger el autobús y llegar a la estación ¡¡ siempre

corriendo !!.

Unos días de descanso, me vendrían bien, tenía que tomar decisiones que para mí, eran

importantes.

Contaba con la tranquilad, el paisaje, la cercanía del lugar elegido e incluso el

pronostico, daba buen tiempo, sin lluvia, nieve, ni frío, solo el natural del otoño.

Habíamos alquilado una casa rural, entre cuatro amigas, en un pueblecito pequeño de no

mas de mil habitantes, en las montañas de Los Serranos, lo habíamos visto en Internet,

la casa era nueva y nosotras seriamos las primeras en dormir en ella.

Estaba feliz, respirar el aire mas puro que en la ciudad, hacer excursiones por las

montañas, relacionarnos con los lugareños e incluso echar unas partidas de parchis por

las noches, con las amigas. Nada de televisión, ni prensa, ni noticias, el mundo seguirá

girando cuando regresemos, solo serán cuatro días y todo seguirá igual, nada habrá

cambiado.

Iba en el autobús pensando en todas estas cosas, cuando llegue a la parada y las vi,

estaban en la puerta, esperándome para cogerlo juntas. Después de los saludos y los

abrazos, subimos y pusimos rumbo a la aventura.

Divisamos el pueblo cuando después de varias curvas llegamos a un alto, se veía en un

llano, con la luz del campanario iluminado, era pequeño tal como esperábamos, parecía

una tarjeta postal.

Entramos en la casa, nos explicaron los dueños que sus paredes y fachada estaban

construidas en piedra seca, la habían recuperado y sacado a la luz, ya que la antigüedad

de ella era de unos trescientos años, sus muros tenían casi un metro de grosor, la habían
respetado con mucho cariño y hasta la puerta de entrada era la original, eso si,

restaurada.

La estufa de leña, hacia que la casa estuviera caliente, observe el suelo había unos

dibujos realizados con ladrillos, muy estudiados, en fin, una maravilla.

Nos acostamos y al día siguiente, después de recoger información, salimos a pasear por

El pueblo, recorrer su calles, conocer los lugares donde se reúne la gente, tomar un café,

hablar y planificar las salidas.

Por fin salimos a la montaña.

Hicimos todos los recorridos que nos indicaron, visitamos las ermitas, las balsas, los

corrales, las casetas, los neveros, las caleras, bajamos a la cueva de la Dotora, subimos a

la mina de mármol negro, a los Molinos y a varios montes más.

Fueron cuatro días intensos, haciendo todo lo que teníamos previsto, por la noche

llegaba agotada físicamente, pensé en todas las decisiones que debía tomar y las deje

para más adelante.

La gente nos acogió con cariño, nos contó cosas del pasado, anécdotas de la gente del

pueblo, los increíbles motes y apodos de muchos de ellos, los nombres de las partidas,

los oficios y tradiciones que habían antes. Nos invitaron a sus casas, a conocer sus

costumbre y otras muchas cosas.

Oí un timbre, un sonido conocido taladraba mi celebro, era el despertador, lo apagué,

miré a mi alrededor, estaba en casa, en mi habitación (no me había movido).

Y todo había sido un sueño.

Lloré

Nube Blanca
Noviembre 2008

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