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SEGUNDA PARTE

EL CALENDARIO MESOAMERICANO: SU
FUNCIONAMIENTO

Los naturales de la Nueva España no se regían por los signos ni planetas del Cielo,
sino por una instrucción que, según ellos, les dejó Quetzalcoatl,
la cual contiene veinte caracteres multiplicados trece veces.
Hay ocasión en esta materia de conjeturar la habilidad de estas gentes,
porque contiene cosas bien delicadas.

(Bernardino de Sahagún, Historia General de las Cosas de Nueva España)


Capítulo Seis
EL AÑO SAGRADO

LAS piedras angulares de la cronología mesoamericana eran:


• El día natural, llamado Ilwitl en nawatl y Kalkin en maya.
• El día calendárico, llamado Tonalli en nawatl y Kin en maya1.
• El día calendárico que daba nombre a un ciclo, llamado en nawatl Tameme,
cargador, y en maya Cuchhaab, portador del año.
Los días natural y calendárico no eran idénticos, ya que este último incorporaba
diversos ajustes astronómicos que estudiaremos en la tercera y cuarta parte de este libro.
Los días se agrupaban en tres conjuntos principales:
• La rueda de nueve días, llamado en nawatl Chiknawi Yoalteku’tli, los nueve señores
nocturnos, y en maya Bolom Tiku, los nueve divinos, con un papel secundario en el ajuste
astronómico del año.
• La “semana” de trece días, llamada en nawatl Senkalli, unidad de casas y en maya
Oxlakin, trecena de días.
• El “mes” de veinte días, denominado en nawatl de dos maneras: como unidad
abstracta de medida, Sempoalkalli, veintena de casas, y aplicado al año civil, Metstli, pierna;
su nombre maya era Uinal, humano, en referencia a los veinte dedos del ser humano.
Al igual que en la astrología europea, el espacio ocupado por cada número y signo de
las ruedas de trecena y veintena era representado por el concepto de “casa”, concordante
con la idea de que cada una era habitada por un dios, tal como vemos en la siguiente cita:
Quitoa: icnauhtetl calli quil ahmocualli catca – decían: “la cuarta casa no es buena”.
(Sahagún 4.83)
Las casas de la trecena no tenían nombre propio, se contaban sólo por su número de
orden. Su nombre genérico era Machiyotl, signo, un término muy significativo, porque
también designaba a las trece constelaciones del zodíaco prehispánico. Por su parte, las
casas de la veintena tenían tanto número de orden, como nombre y signo propios.
Con estos números y signos, los mesoamericanos elaboraron tres tipos de año:
• El sagrado, de 260 días, de aplicación general y base de los otros dos.
• El de la versión calendárica maya, de 360 días.
• El de la versión nawatl, de 365 días.

LA TRECENA

La trecena era la periodicidad más importante del calendario. Sus cifras se relacionaban con
los trece aspectos creadores de Ometeotl, el Ser Supremo, y recibían en nawatl y maya los
siguientes nombres:

cifra nawatl maya cifra nawatl maya


1 Se Hun 8 Chikuei Uaxak
2 Ome Ca 9 Chiknawi Bolom
3 Ei Ox 10 Matlaktli Lahun
4 Nawi Can 11 Matlaktlionse Buluc
5 Makuilli Ho 12 Matlaktliomome Lahca
6 Chikuase Uax 13 Matlaktliomei Oxlahun
7 Chikome Uuk

1 En los Anales de Tecamachalco, la combinación diaria recibe el nombre de Shiu’tonalli, día del año.
A pesar de que los trece números no tenían signo propio, cada uno estaba auspiciado
por un Tekiti, dios trabajador que lo transportaba sobre sus hombros y le dotaba de
determinadas características. La deidad que presidía sobre el día inicial de una trecena
transmitía su influencia a los doce días siguientes, que de ese modo se transformaban en
desarrolladores del significado inicial. Por tal distinción, este primer día tenía nombre propio:
Tonalpeu’ka, introductor. Asimismo, las cuatro últimas casas de la trecena formaban un
bloque llamado Tonaltsontli, término integrado por el nombre del día calendárico, Tonalli, y
del segundo orden de notación vigesimal, Tsontli, mechón de cabello. Según un cronista,
(Los mexicanos) siempre estaban pendientes de los signos del final de la trecena y
dirigían hacia allí su atención. (Sahagún, Historia General)
Las cifras se interconectaban, formando una retícula cuyos principios eran el
desdoblamiento y la raíz. El desdoblamiento era la cifra multiplicada por dos, menos uno. La
raíz era el número que forma el corazón de la cifra, a partir del cual la cantidad se despliega
en dos alas simétricas. Por ejemplo, como ya sabemos, el trece era entendido como el
desdoblamiento del siete, mientras que el siete era el eje de la trecena; ambos números
estaban místicamente unidos y su parentesco trasminaba al simbolismo en general. Lo
mismo ocurría con el cinco y el nueve, que representaban al Inframundo; el cuatro y el
siete, asociados a la deidad lunar; el dos y el tres, unidos en el nombre de Ometeotl; el ocho
y el quince, que designaban a la Luna y al Sol en la rueda de la veintena, etcétera. Tales
afinidades se disponen en la siguiente tabla:

cifra 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13
raíz 2 3 4 5 6 7
desdoblamiento 3 5 7 9 11 13

Los significados de los signos de la trecena se deducen de los de sus deidades


respectivas, que eran las siguientes:
Uno: los nawas lo atribuían a Shiu’teku’tli, señor del fuego, y los mayas a la Luna.
Ambas deidades representan la medida del tiempo, el dios del fuego por ser el más viejo de
los dioses, y la Luna por sus fases periódicas. Este número daba nombre a Senteotl, divina
unidad, el aspecto creador de Dios. Los días a los que aspectaba eran afortunados y propios
para comenzar empresas. No se desdoblaba, pero estaba mística y matemáticamente unido
al trece, la unidad de conversión de esta rueda.
Dos: regido por Tlalteku’tli, el señor de la tierra. En contraste con la unidad, la
dualidad contenía un significado de división y desintegración. Los días sobre los cuales regía
eran un tiempo de sacrificio, por lo cual a veces este número se representaba como un
cuchillo de pedernal. Un cronista afirma:
La segunda casa era mal afortunada. Los que nacían en este signo engendraban
muchos hijos (empresas) y ninguno de ellos se lograba. (Sahagún, Historia General)
Tres: este valor, favorable al cambio, era el número divino por excelencia,
porque representaba la armonía y el movimiento evolutivo. Se desdoblaba en el cinco,
número de la conciencia. Su dios regente, Chalchiu’teku’tli, señor de piedras preciosas,
presagiaba la lluvia, la fertilidad, el renacimiento y el dinamismo cósmico.
Decían los astrólogos que las terceras casas de todos los signos eran bien
acondicionadas. (Sahagún, Historia General)
Cuatro: regido por Tonatiu’, el sol, y por Hunahpú, primer flechador, el cuatro se
desdoblaba en el siete, por lo cual ambos números estaban asociados en el mes zodiacal de
28 días. Por su carácter lunar, este número es un ejemplo de la ambigüedad de la
numerología tolteca, cuyas sutilezas impiden un juicio apresurado. Según De la Serna,
comenzaba una secuencia negativa:
La cuarta casa, la quinta y la sexta decían que eran infelices, y los que en ellas nacían
serían desdichados, revoltosos, malvistos y malqueridos. (Tratado de las Supersticiones)
Sin embargo, era al mismo tiempo un número de estabilidad asociado a la Madre
Tierra, razón por la cual se le invocaba para atraer la buena suerte, dando cuatro golpecitos
sobre madera u otra sustancia inflamable.
Usan el número cuatro en todas sus supersticiones ... Dan cuatro gritos hacia las
cuatro partes del mundo pidiendo favor, repitiendo cuatro veces la palabra ¡Tahui!, que hoy
no hay quien la entienda2. (Pues) entre ellos es venerado el número cuatro. (Alarcón,
Tratado de las Idolatrías)
Generalmente, todos los números cuatro de cualquier signo decían ser dichosos.
(Sahagún, Historia General)
Cinco: recibía sus atributos de Tlasolteotl, divina inmundicia3, la deidad de la
Naturaleza cuya función era “devorar” los pecados a través del ritual de la confesión. Un
número ambiguo, generador de buena o mala fortuna, según la actitud moral de la persona.
El cinco era el eje de los nueve peldaños de la oscuridad, por lo que implicaba trasgresión,
caída, toma de conciencia y renacimiento espiritual; se relacionaba con la embriaguez de
Ketsalkoatl.
Decían que todos los días de cada cinco de este calendario son aplicables a esta caída,
porque en tal día pecó. (Códice Telleriano-Remensis)
Seis: su regente era Miktlanteku’tli, señor de los muertos. Los días marcados por
el seis eran indeseables para emprender negocios, ya que, por ser inmediatamente anterior
al número perfecto por excelencia (el siete), el seis se consideraba símbolo de lo incompleto.
Todas las sextas casas son mal acondicionadas. (Sahagún, Historia General)
Sin embargo, favorecía los intereses carnales del ser humano. Su relación con el once
la estudiaremos en los signos respectivos de la rueda de la veintena.
Siete: regido por Senteotl, dios único, divino maíz, se asociaba con los
fenómenos biológicos y las fases de la Luna. Su atributo era el jaguar, animal de la
oscuridad emblemático de las ilusiones. Sin embargo (o quizás por eso mismo), era el
número eje de la trecena creadora. Entraba en el nombre de la deidad de la energía vital,
Chikomekoatl, siete serpientes, y era un número de muy buena fortuna.
Chicome Tecpatl (“siete pedernal”) y todos los números séptimos de todos los signos
se los atribuían a la diosa Chicomecoatl y los tenían por dichosos y bien afortunados. (De la
Serna, Tratado de las Supersticiones)
Decían que la séptima casa de todos los signos era bien afortunada por causa del
número séptimo. (Sahagún, Historia General)
Ocho: propiedad de Tlalok, el dios de las tormentas, cuyo nombre en nawatl
arcaico se traduce sobre la tierra, era asociado por los mayas al dios andrógino del maíz.
Este último detalle describe su naturaleza ambigua: una buena suerte inicial, asociada a la
generación de la semilla física o espiritual, se trueca pronto en su contrario.
El octavo signo ... decían que era mal afortunado y temeroso como bestia fiera. Los
que nacían en él eran prósperos por algún tiempo, pero presto caían de su prosperidad. Esta
octava y la nona siempre son infelices. (Sahagún, Historia General)
Nueve: dedicado a Ketsalkoatl, serpiente emplumada, era el número de los
nueve cielos. Los mayas lo asociaban con la serpiente de los ciclos. Un día de recoger la
cosecha y llegar a conclusiones. Por su predisposición a las tentaciones carnales, se le
consideraba peligroso:
Decían que todas las casas nonas eran mal afortunadas, porque en ellas reinaba la
diosa Venus, que llamaban Tlazolteotl. (Sahagún, Historia General)
Sin embargo, esta misma condición negativa le hacía favorable a los brujos:
Todas las casas novenas de todos los signos eran favorables a las obras contrarias a
toda buena fortuna. (Sahagún, Historia General)

2 Tawi es una variante arcaica de Nawi, cuatro. En quechua, el número cuatro se dice Tawa.
3 Algunos autores traducen el nombre de Tlasolteotl como amor divino, al confundir la raíz Tlaso,
amor, con la composición Tla-sol, basura.
Diez: asignado por los nawas a Teskatlipoka, humo del espejo, y por los mayas a
Cimi, la muerte, era el número que resumía los atributos contenidos en la novena, emblema
de lo completo, lo que llega a su perfección. Los mayas lo representaban con una mandíbula
inferior descarnada, lo cual significa la posición cero, a partir de la cual se puede tomar el
rumbo que uno quiera.
Matlactli Ocelotl (“diez ocelote”) con todas las décimas casas, decían ser bien
afortunados, porque pertenecían a Tezcatlipoca. (De la Serna, Tratado de las Supersticiones)
Decían que la décima casa, y la undécima, la duodécima y la terciadécima, eran de
buena fortuna en todos los signos, (pues) las llevaba tras sí la décima casa. Porque todos los
signos décimos hacen buenos a los tres que le siguen. (Sahagún, Historia General)
Once: estaba regido por Chalmekateku’tli, señor de la cuerda preciosa, la deidad
de las energías vitales. Su posición, inmediatamente después del diez, le convertía en el
número de la entrada en nuevas dimensiones, tanto en sentido material como espiritual. Los
mayas le atribuían características telúricas, tal vez debido a que el once es el número del
ciclo solar. Su aspectación favorecía la búsqueda de nuevas alternativas.
Doce: como en la tradición asiática, este número tenía un contenido mesiánico,
pues estaba dedicado a Tlawiskalpanteku’tli, señor del alba o señor que se hace casa de la
luz, la forma luminosa de Ketsalkoatl. Por lo tanto, favorecía las labores espirituales y
recompensaba los sentimientos de ofrenda y elevación interior que preconizaba su deidad.
Trece: llegamos al sello de la rueda, aspectado por Sitlalinikue, falda de estrellas,
la forma femenina de la Vía Láctea. Esta deidad representaba a la totalidad de los dioses, lo
cual indica que en el trece rigen todos los atributos estudiados. Su naturaleza propia era la
capacidad de formar ciclos, de organizar y someter a estructura las empresas. Sahagún da
dos aspectaciones correlativas para el trece:
Al terciodécimo signo ... decían que era indiferente, en parte bueno y en parte malo.
Ellos consideraban muy favorables a todos los signos que terminaban una trecena.
(Historia General)

LA VEINTENA

El segundo ciclo en importancia dentro del calendario era la veintena. Así como los trece
números reflejaban los aspectos de Ometeotl, los veinte signos estaban relacionados con las
personalidades de la Serpiente Emplumada. Sus significados eran aproximadamente los
mismos en toda Mesoamérica, aunque había pequeñas diferencias de un pueblo a otro, así
como también de un período cultural a otro - no de contenido, sino, más bien, de forma y
estilo. La siguiente tabla recoge sus nombres y jeroglíficos en tres de las principales culturas
mesoamericanas: nawatl, maya y zapoteca.
Sahagún afirma que los atributos de la veintena eran variables.
Todos los signos que hacen y cuentan cada día, se andan mudando de unos lugares a
otros de sus números. Alguna vez (cada signo) es bien afortunado, alguna vez es mal
aventurado y alguna vez es indiferente, conforme a sus números. (Historia General)
Sin embargo, el Chilam Balam, así como otras fuentes, les dotan de atributos que, sin
ser fatales, influían sobre el significado total de la combinación. He aquí su simbolismo:
1. Dragón: el cronista La Serna lo califica de “buenísimo”. Puesto que Sipaktli es el ser
que sostiene la Tierra, estos días eran propicios para fundar cosas; se relacionaban con la
resurrección y el lado oculto de la Naturaleza.
Decían los padres y madres: “Nuestra criatura es bien afortunada, tiene buen signo
que se llama Cipactli”. (Sahagún, Historia General)
Su anuncio es el pan de maíz, la flor de mayo, el cometa. (Chilam Balam, U Mutil
Chuenilkin)
Este signo resume toda la veintena; en algunos códices y esculturas se le representa
para dar una imagen del paso del tiempo.
2. Viento: según La Serna, “malo”. El aire era emblema del aliento, la fuerza vital y el
espíritu divino. Se desliza, comunica a todos los seres, se cuela hasta el núcleo de las cosas
y es precursor de la lluvia y la fecundidad. Sin embargo,
Cualquiera que nace en aquel día es mal afortunado, porque su vida sería como viento.
(Sahagún, Historia General)
Los vientos son su anuncio. Deshonesto, muy lascivo, malo es su destino. (Chilam
Balam, U Mutil Chuenilkin)
3. Casa: su nombre maya, Akbal, tinieblas, alude al atributo característico de la casa
primitiva. Como extensión peyorativa de ese significado, el cronista La Serna lo califica de
“malo”. He aquí otro signo de doble sentido: por un lado, uno de los títulos iniciáticos de los
toltecas era Kalle, dueño de la casa o del espacio interior; por el otro, debido que Kalli regía
sobre el tiempo empleado para dormir, era el signo de la ilusión de los sentidos, el engaño y
los sueños. Correlacionando este signo con su desdoblamiento (el cinco), el mito afirmaba
que el pecado de Ketsalkoatl tuvo lugar en un día Cinco Casa.
Este signo era mal afortunado (porque) engendraba suciedades y torpezas. (Sahagún,
Historia General)
La noche estrellada es su anuncio. (Chilam Balam, U Mutil Chuenilkin)
4. Lagartija: los mayas le llamaban Kan, término que no sólo significa lagartija, sino
también cielo, serpiente, bisabuela y ancianidad. La lagartija era emblema de la fertilidad
física; quizás por ello La Serna lo da como “malo”. Sin embargo, para los mesoamericanos,
este era un signo de muy buena suerte, asociado con el maíz y la salud.
Los que nacían en este signo serían muy esforzados y nervosos y sanos de cuerpo.
(Sahagún, Historia General)
Es rico, maestro, es un sabio. (Chilam Balam, U Mutil Chuenilkin)
5. Serpiente: este animal representaba la plenitud de las fuerzas, la realización de las
empresas, la lluvia y la sutileza. La Serna lo describe como “razonable”. Pero en México,
como en el resto del mundo, el reptil también se asociaba con la tentación, pues las ondas
de su cuerpo recordaban la inestabilidad de los fenómenos.
Todas las culebras tienen por agüero. Y es peor pronóstico si, cuando caminan, la
culebra atraviesa el camino delante de ellos, porque dicen: Coatl onechohuiltequi, “me cortó
el hilo de la vida”. (Alarcón, Tratado de las idolatrías)
De fuego es su ánimo, perversos sus pasos, asesino. (Chilam Balam, U Mutil
Chuenilkin)
Este simbolismo se reforzaba a través de su desdoblamiento (el nueve), que en esta
rueda lleva el nombre de Agua.
6. Muerte: La Serna lo da como “bueno”, a pesar de que estaba regido por
Miktlanteku’tli, el señor de los muertos y doble nocturno de Ketsalkoatl. El simbolismo asocia
a la muerte con el caracol por su valor matemático de “cero”. Sin embargo, la aspectación
de este día no se refería a la aniquilación, sino al cambio y la transmutación radical de
valores. Por lo tanto, era un signo para rectificar intentos y penetrar en nuevas realidades;
la clave para tratar con él consistía en iniciarse en los misterios de Teskatlipoka.
Decían que los que nacían en este signo eran bien afortunados si eran devotos a su
signo. Y si esto no hacían, perdían su fortuna. (Sahagún, Historia General)
El seis se desdoblaba en once; de ahí que, con frecuencia, los atributos de la muerte y
el mono aparezcan representados en una misma imagen, lo cual alude a una generación
humana ya pasada y tiene, a mi juicio, un significado paleontológico.
7. Venado: los mayas le llamaban Manik, nombre antiguo del animal que terminó
refiriéndose exclusivamente a su caza; lo representaban mediante el glifo de una mano que
agarra. “Cazar” quiere decir alcanzar algo que se ha anhelado ardientemente, pero también
implica la posibilidad de ser atrapado por los poderes divinos. El venado es uno de los
principales emblemas mesoamericanos del Sol y de las plantas alucinantes. Quizás por su
parentesco con el cordero, que es el nagual de Cristo, La Serna lo describe como “bueno”.
Sin embargo, los prehispánicos lo consideraban indeseable.
Cualquiera que nacía en este signo era temeroso y de poco ánimo, porque es su
natural del ciervo ser temeroso. (Sahagún, Historia General)
En ocasiones, su timidez podía revertirse en violencia:
Sangrientas son sus garras, malo también. (Chilam Balam, U Mutil Chuenilkin)
Como el siete era armónico del trece, Masatl estaba místicamente unido a Akatl. Es por
ello que, en un canto mexica, el príncipe Se Akatl se describe a sí mismo como
... aquel ciervo que nos profetizaron nuestros antepasados.
8. Conejo: signo de la fecundidad de los sentidos. La Serna lo califica de “indiferente”.
El conejo tiene una naturaleza tímida, que exige doble esfuerzo para llegar a la realización
de los asuntos, pero también es un animal extremadamente fecundo y resistente, capaz de
invadir el hábitat de otras especies. Por ello,
... cuando los aldeanos veían que en su casa entraba algún conejo, tomaban mal
agüero y concebían en su pecho que les habían de robar la casa. (Sahagún, Historia
General)
Tenía un aspecto negativo relacionado con la embriaguez. En tal función, daba nombre
a Ometochin, dos conejo, una forma de Ketsalkoatl que regía sobre las fiestas.
Borracho. Un jaguar por delante y un perro por detrás; habla demasiado y no dice la
verdad. Experimentador de aborrecimiento mutuo. (Chilam Balam, U Mutil Chuenilkin)
El octavo signo resonaba con el quince, Águila, un simbolismo que alude al eclipse,
pues el conejo y el águila eran los naguales de la Luna y el Sol, respectivamente.
9. Agua: su deidad era Chalchiu’tlikue, falda de jades, el doble femenino y la madre
mística de Ketsalkoatl. Este signo se asociaba con los jades, el brillo, la transparencia, la
belleza, la limpieza, la iluminación interna y la perfección. Los días sobre los cuales regía
eran momento para recoger lo sembrado a lo largo de la vida; esa cosecha podía ser un
renacimiento espiritual o una mortaja, por ello La Serna lo da como “indiferente”.
Decían que este signo era indiferente, y que algunos de los que nacían en él eran bien
afortunados, pero casi todos morían de mala muerte. (Sahagún, Historia General)
Devora a sus hijos y a sus esposas, pero es rico y matador de zarigüeyas. (Chilam
Balam, U Mutil Chuenilkin)
10. Perro: según La Serna, “malo”, pues el perro representaba la adulación, las
pasiones insatisfechas y el carácter fanfarrón.
Su anuncio es el de vida regalada, el que se adorna. Adúltero, sin juicio, sembrador de
discordias. (Chilam Balam, U Mutil Chuenilkin)
A pesar de esta mala carga, el perro era el animal guía de los chamanes y de los
difuntos, provisto de un sólido sentido de fidelidad y compañerismo. Por ello, resultaba de
muy buen augurio para las actividades relacionadas con el desarrollo de la energía. En la
mitología era Sholotl, el doble de Ketsalkoatl.
11. Mono: un signo “buenísimo” (La Serna). Regía sobre la sabiduría, las artes, la
belleza y la sensibilidad espiritual. Comunicaba a su número acompañante un sentido de
refinamiento y trascendencia. Era de óptima aspectación y tenía cara de mono (el mono
Hunbatz fue uno de los principales avatares de Ketsalkoatl).
Artífice de la madera y el tejido, maestro de todas las artes, muy rico toda su vida,
muy buenas todas las cosas que hace, juicioso. (Chilam Balam, U Mutil Chuenilkin)
Sin embargo, encerraba un riesgo: la propensión al orgullo y la codicia. En el mito
mesoamericano, los monos son el resultado de una humanidad que, llegada al pináculo de
su realización, descuidó su relación con Ometeotl y se entregó al abuso de la Naturaleza.
12. Hierba torcida: Malinalli era el emblema de los curanderos. La Serna lo califica de
“bueno”. Su nombre encierra un juego de palabras, pues la hierba torcida es literalmente
una cuerda, implemento muy útil en la economía de los mesoamericanos, pero también es la
“hierba que tuerce los pasos”, es decir, las plantas embriagantes. Así que este signo era, por
un lado, favorable a la búsqueda mística, pero por el otro, difícil de tratar. Para los nawas
tenía pésima aspectación, ya que tendía a la magia negra. Los mayas enfatizaban su lado
positivo, simbolizado por su ave, el tordito Tziu, el cual, según la leyenda, es tan
magnánimo que regala sus huevos a otras aves.
Rico cuya riqueza es de la comunidad. Dadivoso, buen hombre. No será cicatero,
porque es bueno. (Chilam Balam, U Mutil Chuenilkin)
13. Caña: por ocupar el lugar trece de la serie y por recordar la triste suerte del
príncipe Se Akatl de Tula, este signo presagiaba mala suerte para quienes nacían en él.
De este signo se dice que todo es mal afortunado. (Sahagún, Historia General)
El mendigo es su anuncio; mísero y de baja condición. (Chilam Balam, U Mutil
Chuenilkin)
Pero si esa mala suerte era neutralizada mediante un buen acompañante de trecena,
entonces era un signo de autoridad social y moral, y de la fructificación de los esfuerzos a
largo plazo. De ahí que La Serna lo califique de “bueno”.
14. Ocelote: el ocelote representaba la tierra, el inframundo, la cautela, el valor, las
estrellas y la oscuridad. En combinación con los atributos de la serpiente y el ave, fue una
de las imágenes más antiguas de Ketsalkoatl, tanto en Mesoamérica como en la zona
andina. Presagiaba una suerte difícil, marcada por la guerra y el botín:
Un jaguar bravo, boca y garras sangrientas. Come carne, pues es asesino. (Chilam
Balam, U Mutil Chuenilkin)
Decían que era signo mal afortunado en todos los trece días que gobernaba ... Mas se
remediaba por la diligencia en no dormir mucho, hacer penitencia y ayunar. (Sahagún,
Historia General)
Este signo y el siguiente daban nombre a las dos órdenes de iniciación militar mexica,
los Guerreros Ocelotes y los Guerreros Águilas. Quizás por su relación con el valor y la
nobleza, La Serna lo da como “buenísimo”.
15. Águila: los mayas le llamaban Men, nombre antiguo de la luna. ¿Dónde está la
relación? En que el águila representaba al Sol. Por lo tanto, el significado de este signo era
luni-solar. Por un lado, auspiciaba la visión interior; por el otro, era la marca del líder, aquel
que tiene visión de águila para conducir a los demás.
Un signo difícil de tratar, pues su destino era la guerra y el movimiento constante.
Tenía un lado amable, que hace que La Serna lo coloque entre los “indiferentes”:
La alegría es su anuncio. Maestro de todas las artes, y bueno, hablará pronto con
palabras santas. (Chilam Balam, U Mutil Chuenilkin)
16. Buitre: el buitre era emblema de santidad, cultura, refinamiento, nobles
sentimientos y buena suerte. Por su trabajo profiláctico en la Naturaleza, se le consideraba
un animal particularmente sagrado, siendo empleadas sus plumas para purificar los
santuarios. Los mayas le llamaban Cib, concha, ya que la concha, por sus espirales, por
constituir una elegante casa y porque su morador es un animalillo asexuado sin huesos
(imagen del alma), simbolizaba la evolución interna y las generaciones. Por su relación con
la longevidad y los viejos, le apodaban Wewe’tonalli, signo anciano:
Este era bien afortunado y era el signo de los viejos. (Sahagún, Historia General)
También tenía su lado terrible.
Temperamento de cazador, valiente, su destino no es bueno, porque mata. (Chilam
Balam, U Mutil Chuenilkin)
Haciéndose eco de esta última aspectación, La Serna lo da como “malo” y asegura que
tenía aún otro nombre:
El decimosexto es Temetlatl, que es el molino en que se muele el maíz. Hasta hoy
(1647) se observa ese nombre. (Tratado de las Supersticiones)
17. Movimiento: en el códice Magliabecchi, el vocablo Ollin se traduce tiemble la tierra,
lo cual indica que esta casa producía capacidad de cambio. Por eso se relacionaba con el
nueve, número del dios de la muerte, representado en esta rueda por el agua. A veces
aparecía como un dios-diosa joven del maíz, pues se trata de otro signo ambivalente, capaz
de servir a los intereses más disímiles, según su número acompañante o la habilidad de
quien lo maneja. Para La Serna era “bueno”, pues favorecía la elevación interior.
Decían que era signo del Sol y le tenían en mucho los señores, (aunque) el que nacía
en este día era indiferente su ventura. (Sahagún, Historia General)
Sabio y prudente comerciante, médico sangrador, bueno y juicioso. (Chilam Balam, U
Mutil Chuenilkin)
18. Cuchillo de pedernal: trabajo, sacrificio y realización eran sus atributos. Tekpatl era
un día propicio para emprender un camino duro, pero de frutos permanentes. Estaba
vinculado con Ketsalkoatl a través de Mishkoatl, su padre adoptivo, cuyo nombre calendárico
era Se Tekpatl, uno pedernal. Simbolizaba el proceso de encarnación del Espíritu, auspiciado
por la diosa Itspapalotl, mariposa de obsidiana4. Cuchillo de piedra era un signo místico, con
una carga tendiendo a lo negativo; por eso se usaba en brujerías:
Para que no entrasen los brujos en casa a hacer daño, era bueno (poner) una navaja
de piedra negra en una escudilla de agua tras la puerta o en el patio de la casa. Que,
viéndose allí los brujos, luego daban a huir. (Sahagún, Historia General)
Naturalmente, el cronista La Serna lo calificó de “malo”. Pero también tenía un lado
positivo que se podía desarrollar:
Sangrador de fiebres, procura salud y es valiente. (Chilam Balam, U Mutil Chuenilkin)
19. Lluvia: Kiawitl era el nombre calendárico de Tlalok, el creador de las formas,
llamado por los informantes de Sahagún “un pariente de Ketsalkoatl”. En un sentido
teológico, significaba que el Espíritu “llueve” sobre el mundo, convirtiéndose en semilla de
un futuro nacimiento. Un signo de buena suerte, sobre todo en correspondencia con los
números finales de la trecena. Según La Serna, es “bueno”.
Es muy imaginativo y noble, (pero) cuando sale como cargador (denominador) de un
año, anuncia enfermedades. (Chilam Balam, U Mutil Chuenilkin)
20. Flor: llegamos al último signo, calificado de “malo” por La Serna. Los mayas y
zapotecas le llamaban Señor, refiriéndose a Ketsalkoatl. La flor era emblema del Sol y de
sus mensajeros. Su cáliz era la matriz donde se gestaban una nueva era, por lo cual se le
consideraba un espacio sagrado por excelencia.
Decían los viejos que las flores con que bailan, a nadie le es lícito oler el medio de
ellas, porque el medio de ellas está reservado para Tezcatlipoca, y los hombres solamente
pueden oler las orillas. (Sahagún, Historia General)
Este signo era complementario del primero; mientras que el dragón encerraba los
gérmenes de las cosas futuras, la flor expresaba la síntesis de todo lo perdurable en la
unidad final. Como jeroglífico, contenía los valores numéricos veinte y cero, lo cual indica
que su aspectación era óptima con respecto a las nobles intenciones, pero podía reducir a
nada un intento mal dirigido.
Decían que (Flor) era indiferente, bien o mal afortunado. (Sahagún, Historia General)
Es rico, juicioso, valiente y bueno, pero devora y da muerte a los niños (tiene mal de
ojo). (Chilam Balam, U Mutil Chuenilkin)

LA ESTRUCTURA DE LA VEINTENA

Una característica importante de la veintena, era que sus signos se organizaban en diversos
grupos. La división primaria era en dos mitades; los primeros diez signos se referían a la
gradual manifestación de los principios creativos, mientras que los signos del once al veinte
aludían al retorno de la conciencia a la unidad, a través de los nueve planos del inframundo.
Esto se nota mejor al disponer las decenas en la rueda calendárica, tal como vemos en la
siguiente imagen de la Piedra del Sol, ya que la primera decena rota hacia abajo y la
segunda hacia arriba.
La división binaria se complementaba con otra, formada por cuatro bloques de a cinco
signos. Tales cuadrantes, así como cada uno de sus signos, estaban orientados hacia uno de
los cuatro rumbos cardinales. El primero, conformado por Dragón, Viento, Casa, Lagartija y
Serpiente, se orientaba hacia el este, ya que comenzaba y terminaba en un signo del este.

4 Este nombre es una parábola, puesto que una mariposa petrificada en vuelo cae a tierra.
Estructura binaria de la veintena. Estructuras cuadrangular y quinaria de la veintena.

Rueda de los elementos alquímicos. Rueda de los rumbos cardinales.

El segundo se orientaba hacia el norte, el tercero hacia el oeste y el cuarto hacia el sur. Una
característica notable de semejante disposición, era que el simbolismo del cuadrante era
inverso al de su signo central, tal como vemos en la siguiente tabla:

signo elemento elemento de


cruceta
central del signo la cruceta
Casa agua Dragón, Viento, Casa, Lagartija y Serpiente fuego
Conejo tierra Muerte, Venado, Conejo, Agua y Perro aire
Caña fuego Mono, Hierba, Caña, Ocelote y Águila agua
Pedernal aire Buitre, Movimiento, Pedernal, Lluvia y Flor tierra

Esta disposición formaba una mezcla dinámica o “guerra de elementos”, llamada en


nawatl Atlachinolli, agua quemada, la cual es reflejo del equilibrio inherente a la mentalidad
tolteca, y un factor a tener en cuenta para elaborar correctamente un Tonalli, horóscopo.
La asociación de los rumbos coexistía con otra, constituida por los horarios principales
del día, los elementos alquímicos, un color y una figura geométrica, cuya correlación queda
recogida en la siguiente tabla:
rumbo horario elemento color figura
Este Amanecer Fuego Rojo Triángulo
Norte Medianoche Aire Blanco Círculo
Oeste Atardecer Agua Negro Media luna
Sur Mediodía Tierra Amarillo Cuadrado

EL AÑO SAGRADO

Las ruedas de la trecena y la veintena rotaban una con


relación a la otra. Dicho movimiento especializado
recibía el nombre de O’tlatoka, ponerse en camino,
traducido por los informantes de Sahagún como:
... los dioses de los días siguen los dictados de
sus corazones.
Su resultado eran 260 Tonalli, combinaciones (13
x 20). La combinación era el concepto básico de la
fecha, según quedó definido en la siguiente cita:
Zan tlapohualpan in hualquiza, zan
metztlapohualpan in hualhuatzi – (el día calendárico)
ocurre cuando se unen una fecha de la trecena y una
fecha de la veintena. (Sahagún 10.88)
El nombre nawatl del año sagrado era
Tonalpowalli, cuenta de los días; en la actualidad, por
Rotación de la trecena y la veintena.
causa del códice donde se escribían los tonales, se le
conoce más como Tonalamatl, libro de los días. Por su
parte, los mayas le decían Chuenilkin, mecanismo de los días5, pero los investigadores de
hoy acostumbran llamarle Tzolkin, un término inventado por William Gates en la década de
1920.
La lengua nawatl tiene muchos términos especializados para referirse a las
características del Tonalpowalli. El comienzo de la regencia de una combinación dada era
Aki, entrada, y su conclusión, Walkisa, salida, lo cual está relacionado con la idea de que los
ciclos eran en realidad determinadas cualidades divinas que entraban en el espacio-tiempo,
manifestándose como duraciones específicas. El punto de contacto entre dos combinaciones
era Semilwitonalli, empalme del día. Tal empalme no era
secante, tenía un pequeño período de convivencia entre
las divinidades que aspectaban a ambas combinaciones,
lo cual en la práctica significaba el traslape de los ciclos.
La primera combinación del Tonalpowalli llevaba
el nombre de las primeras casas de la trecena y la
veintena: Se Sipaktli, uno dragón. A esta le seguía Ome
E’ekatl, dos viento, luego Yei Kalli, tres casa, Nawi
Kuetspalin, cuatro lagartija, y así sucesivamente.
¿Qué pasaba cuando habían transcurrido trece días
y todos los números de la trecena se agotaban? Se
empezaba de nuevo por el uno. Pero, como para
entonces aún no habían transcurrido todos los signos de
la veintena, ahora este número Uno estaba combinado
con el signo de Ocelote. A la combinación Se Oselotl,
Combinación inicial Uno Dragón. uno ocelote, le seguía Ome Kuau’tli, dos águila, Yei

5 Aparece en el Códice Maní: U Mutil Chuenilkin Sansamal, he aquí los pronósticos del artificio de los
días (dato tomado de A. Barrera Vázquez, Horóscopos mayas).
Koskakuau’tli, tres buitre, Nawi Ollin, cuatro
movimiento, y así, hasta terminar la primera veintena
del Tonalpowalli en una combinación llamada
Chikome Shochitl, siete flor.
Lo que ocurría a continuación quedó descrito en
el siguiente texto maya:
Cuando alcances el signo veintiuno, vuelve
atrás, como hacen los entendidos. (Chilam Balam de
Caua)
En otras palabras: se repetía el proceso,
recomenzando la cuenta por el primer signo de la
veintena (Dragón), que esta vez iba acompañado por
el número Ocho de la segunda trecena. A la
combinación Ocho Dragón seguía Nueve Viento, luego
Diez Casa, y así, hasta que, luego de veinte vueltas Primera trecena: Sipaktli – Akatl.
de la trecena, o lo que es igual, trece de la veintena,
se agotaban todas las combinaciones en un tonal
llamado Matlaktliomei Shochitl, trece flor.
La correlación de ambas ruedas se recoge en la siguiente tabla, cuya lectura es de
arriba abajo y de izquierda a derecha:

signos veintenas
Sipaktli 1 8 2 9 3 10 4 11 5 12 6 13 7
E’ekatl 2 9 3 10 4 11 5 12 6 13 7 1 8
Kalli 3 10 4 11 5 12 6 13 7 1 8 2 9
Kuestpalin 4 11 5 12 6 13 7 1 8 2 9 3 10
Koatl 5 12 6 13 7 1 8 2 9 3 10 4 11
Mikistli 6 13 7 1 8 2 9 3 10 4 11 5 12
Masatl 7 1 8 2 9 3 10 4 11 5 12 6 13
Tochtli 8 2 9 3 10 4 11 5 12 6 13 7 1
Atl 9 3 10 4 11 5 12 6 13 7 1 8 2
Itskuintli 10 4 11 5 12 6 13 7 1 8 2 9 3
Osomatl 11 5 12 6 13 7 1 8 2 9 3 10 4
Malinalli 12 6 13 7 1 8 2 9 3 10 4 11 5
Akatl 13 7 1 8 2 9 3 10 4 11 5 12 6
Oselotl 1 8 2 9 3 10 4 11 5 12 6 13 7
Kuau’tli 2 9 3 10 4 11 5 12 6 13 7 1 8
Koskakuau’tli 3 10 4 11 5 12 6 13 7 1 8 2 9
Ollin 4 11 5 12 6 13 7 1 8 2 9 3 10
Tekpatl 5 12 6 13 7 1 8 2 9 3 10 4 11
Kiawitl 6 13 7 1 8 2 9 3 10 4 11 5 12
Shochitl 7 1 8 2 9 3 10 4 11 5 12 6 13

Esta tabla fue representada de muy diversas maneras en los códices prehispánicos, y
servía para ubicar las fechas. Su manejo es como sigue: supongamos que hoy es el día Uno
Caña, natalicio de Ketsalkoatl, y queremos averiguar cuánto falta para el día Uno Pedernal,
natalicio de su padre, Mishkoatl. Primero buscamos el signo Akatl, caña, en la columna de la
izquierda, y localizamos el número Uno en la fila que se extiende a su derecha. Después nos
vamos al signo Tekpatl, pedernal, y ubicamos también su número Uno. A continuación,
contamos cuántas columnas completas hay entre ambas fechas, sabiendo que cada una
contiene veinte días, y le sumamos la diferencia de filas; en este caso, tres columnas y cinco
filas, o lo que es igual (3 x 20) + 5 = 65 días. Comparemos este cálculo con el que hay que
realizar para averiguar la cantidad de días que hay entre dos fechas gregorianas
cualesquiera, y veremos que el sistema tolteca es mucho más sencillo.
LA ESTRUCTURA DEL TONALPOWALLI

Al desplazarse a través de las veintenas, la rueda de la trecena formaba una estructura tan
ordenada, que, a partir de una combinación dada, podemos predecir exactamente qué
combinación caerá dentro de tantos días. Por ejemplo, si en cierto momento la cifra Uno
acompaña al signo Dragón, su próxima aparición será junto a Ocelote, la siguiente junto a
Venado, y así, hasta agotar todos los signos de la veintena. Lo mismo ocurre con las demás
cifras. La secuencia de las trecenas es la siguiente:

trecena signo inicial trecena signo inicial


1ra. Sipaktli, dragón 11ma. Osomatl, mono
2da. Oselotl, ocelote 12ma. Kuestpalin, lagartija
3ra. Masatl, venado 13ra. Ollin, movimiento
4ta. Shochitl, flor 14ta. Itskuintli, perro
5ta. Akatl, caña 15ta. Kalli, casa
6ta. Mikistli, muerte 16ta. Koskakuau’tli, buitre
7ma. Kiawitl, lluvia 17ma. Atl, agua
8va. Malinalli, hierba torcida 18va. E’ekatl, aire
9na. Koatl, serpiente 19na. Kuau’tli, águila
10ma. Tekpatl, cuchillo 20ma. Tochtli, conejo

Generalmente, los ritos religiosos se celebraban en el primer día de la trecena. Esta


costumbre tenía una inesperada implicación: algunas de las principales conmemoraciones de
la Toltequidad eran asincrónicas con respecto al año civil. Sahagún lo explica así:
Otras fiestas tenían movibles, que se hacían por el curso de los veinte signos. Estas
fiestas movibles un año caían en un mes y otro en otro, y siempre variaban. (Historia
General II)
Según informa Boturini, cuando coincidían una fiesta del año sagrado y otra del año
civil, la primera tenía precedencia.
La primera conmemoración del Tonalpowalli tenía lugar en su día número 14, que era
de combinación Seoselotl, uno ocelote, día de los guerreros. Era un momento de
autosacrificio, prácticas ascéticas y exaltación del papel de los guerreros en la sociedad,
pues el felino era el animal totémico de los guerreros y los sacerdotes. Dentro de esta
trecena tenía lugar la importante combinación Naollin, cuatro movimiento, en la cual, según
el mito, llegaría el día en que se acabaría el quinto Sol.
La segunda festividad caía Semasatl, uno venado, día de las madres difuntas. Más que
una fiesta, constituía un acto de conjura, porque la tradición decía que, en ese día, los
tenebrosos espíritus de las mujeres muertas en su primer parto descendían sobre la tierra
reclamando a sus hijos. De manera que la gente se ocultaba en sus casas y confesaba sus
pecados ante la imagen de la deidad de la tierra.
El día siguiente, que era Ometochtli, dos conejo, estaba dedicado a los taberneros y a
los borrachos. La costumbre dictaba que los fabricantes de vino colocaran un gran tinajón de
pulque en el patio del templo comunitario y lo mantuvieran hinchado todo el día, dando de
beber gratis a los transeúntes. Así ofrecían las primicias de la cosecha del maguey. Esta
celebración no sólo era una oportunidad para los borrachos, sino también para los
sacerdotes de Ketsalkoatl, quienes aprovechaban para efectuar sus rituales de iniciación.
Doce días después llegaba la combinación Seshochitl, uno flor, día de los servidores
públicos. Era el momento en que los funcionarios y mercaderes sacaban sus ricos trajes de
quetzal y sus insignias de oro y turquesas, para exhibirlos ante el pueblo como señal de las
funciones asumidas. También se entregaban condecoraciones, promociones y recompensas
materiales a los soldados, pintores, cantores y simples obreros que se hubieran destacado
de algún modo.
Una trecena más tarde caía la quinta fiesta, Seakatl, uno caña, día de los monjes y
aniversario del natalicio de la última encarnación de la Serpiente Emplumada. Esta no era
pública, sino reservada a los Kalmekak, monasterios, puesto que Se Akatl preconizó la vida
de retiro. En ese día se renovaban los atuendos de las imágenes divinas y se ofrecía en los
altares una gran cantidad de perfumes.
A los seis días tocaba la festividad de Chikomkiawitl, siete lluvia, día de los artistas.
Entonces los pintores, artesanos, tejedores y trabajadores de la pluma ofrecían votos ante
dos grandes advocaciones de Ketsalkoatl patrocinadoras del arte: Chikomeshochitl, siete
flor, y Shochiketsal, flor preciosa. La costumbre requería que ayunaran durante veinte o
cuarenta días antes de esta fecha, dejando de comer especias.
Siete días más tarde caía Semikistli, uno muerte, día de Dios. Esta festividad era una
especie de contraparte del aniversario natal de Ketsalkoatl, pues estaba dedicada a
Teskatlipoka, su enemigo dialéctico. No se celebraba en templos suntuosos, sino en el
pequeño adoratorio que el Ser Supremo tenía en un rincón de cada barrio. Se acostumbraba
ofrecerle flores, alimento y codornices que, después de asadas, eran fraternalmente
consumidas por los asistentes.
La octava celebración, una trecena después, se llamaba Sekiawitl, uno lluvia, día de los
demonios. Estaba dedicada a apaciguar a las “arañas” celestes portadoras de enfermedades.
En ese día la gente se abstenía de salir de sus casas por temor al contagio. También era una
fecha muy temida por los delincuentes, porque entonces se resolvían los juicios pendientes y
se ejecutaban las sentencias de muerte dictadas durante el año anterior.
La novena fiesta tenía lugar a los tres días, en la combinación Nawe’ekatl, cuatro
viento, día de los comerciantes. Era esta una fecha desafortunada para todos, excepto para
los comerciantes, quienes, como hijos de los caminos, estaban consagrados a E’ekatl
Ketsalkoatl. Entonces sacaban todas sus riquezas al patio y las exponían como testimonio de
su trabajo y para instruir al pueblo sobre los productos confeccionados en otros países.
Luego pasaban la tarde y la noche bebiendo discretamente pulque y contando anécdotas
sobre sus viajes a remotas regiones.
A los once días caía la siguiente festividad, Omakatl, dos caña, día de la salud.
Omakatl es otro nombre de Ketsalkoatl-Witsilopochtli, dios de la medicina. Esta fiesta
significaba la reconciliación de la dualidad cósmica, que era simbolizada por dos cañas o
flechas atadas en cruz. En ese día, las personas que padecían de alguna enfermedad
acostumbraban hacer votos ante la estatua de Omakatl, comprometiéndose a guardarla en
su casa y a ofrendarle durante todo el año sagrado siguiente.
La undécima festividad tenía lugar 25 días más tarde, en la fecha Setekpatl, uno
pedernal, día de la patria y aniversario natal de Mishkoatl. Los mexicas, que habían
sincretizado el culto tolteca, dedicaban esta ocasión a Witsilopochtli, el extraordinario
fundador de la nación. La costumbre exigía que en este día se expusieran al Sol las armas y
banderas de guerra, a fin de purificarlas de la carga de atención negativa que habían
recibido durante su servicio.
La duodécima fiesta era Seosomatl, uno mono, otro momento en que descendían a
tierra los espíritus de las mujeres diosas. Probablemente, era también una festividad de los
artistas, porque Uno Mono fue el nombre de una gran advocación de la Serpiente
Emplumada que promovió la cultura. Se celebraba trece días después de la anterior.
Había que esperar otros 39 días para la fiesta número trece, celebrada en la fecha
Seitskuintli, uno perro, día del fuego. Estaba dedicada al dios anciano creador del Universo.
Entonces se hacía elección de los Tla’toani, voceros comunitarios, en un evento que duraba
cuatro días, hasta la fecha Nawi Akatl, cuatro caña, cuando los electos eran públicamente
proclamados entre alegrías y promesas. Esos cuatro días también se empleaban para revisar
las cuentas, renovar la política y planificar las inversiones para el siguiente año.
Por fin, 35 días más tarde, llegaba la última celebración del año sagrado, en la
combinación Seatl, uno agua, día del agua. Esta era oportunidad de regocijo para todos
aquellos que se relacionaban con el elemento líquido: pescadores, boteros, constructores de
chinampas y barcazas, comerciantes de agua potable, almaceneros en hielo, fabricantes de
queso de algas, vendedores de helados, etcétera. No se celebraba en los templos, sino en
los Kalpulli, casas populares.
Después de esta festividad, había que esperar 65 días para que se restableciera el ciclo
sagrado con la llegada de una nueva fecha Se Oselotl.

OTRAS PERIODICIDADES DEL TONALPOWALLI

Tan ordenado como el desplazamiento de las trecenas por la veintena, era el de las
veintenas por la trecena. Por ejemplo, si la primera aparición del signo Dragón ocurría en
algún momento junto al número Uno, la segunda era junto al Ocho, la tercera junto al Dos,
y así, hasta agotar todas las cifras. Lo mismo valía para cualquier otro signo. La secuencia
de las trece veintenas del Tonalpowalli es la siguiente:

veintena 1ra. 2da. 3ra. 4ta. 5ta. 6ta. 7ma. 8va. 9na. 10ma. 11ma. 12ma. 13ra.
número inicial 1 8 2 9 3 10 4 11 5 12 6 13 7

Los toltecas distinguían dos aplicaciones para esta periodicidad: la primera era la
veintena del Tonalpowalli, una duración abstracta; la segunda era su aplicación al calendario
civil. Las festividades por el inicio o final de la veintena civil las estudiaremos en el capítulo
dedicado a la versión calendárica nawatl.
Después de la organización en trecenas y veintenas, la siguiente estructura en
importancia dentro del Tonalpowalli eran sus cuartos o cuadrantes. Este bloque fue
reportado por un cronista:
El régimen de su año se compone de doscientos sesenta días, y estos ... se dividen en
cuatro tiempos o rayos, cada uno ... de sesenta y cinco días, que todos ajustan el dicho año.
(Gonzalo de Balsalobre, Relación auténtica de las idolatrías de los indios del obispado de
Oaxaca)

Cuartos, trecenas y semanas del Tonalpowalli. Quintos del Tonalpowalli.

No se han conservado el nombre genérico de los cuadrantes en maya y nawatl, pero sí


en zapoteca: Guzio. Cada Guzio comenzaba siempre en el primer número de la trecena,
acompañado por uno de los siguientes signos de la veintena: Dragón, Muerte, Mono y
Buitre. Estos acompañantes ordenaban a los cuadrantes hacia los cuatro rumbos cardinales.
Los nombres propios de los cuadrantes eran los de sus Tameme, sostenedores, unas
deidades o proyecciones de la Serpiente Emplumada llamadas en maya Bacab, bastones, y
en zapoteca Pitao, divinos. Sus nombres y aspectaciones en la nomenclatura mexica, eran:
• Tlawiskalpanteku’tli, señor de la casa del alba, al este.
• Miktlanteku’tli, señor del rumbo de los muertos, al norte.
• Shipe Totek, nuestro señor desollado, al oeste.
• Witsilopochtli, colibrí zurdo, al sur.
Los 65 días de cada cuadrante se dividían simultáneamente en cinco veintenas de
trece días cada una, y en trece “semanas” toltecas de cinco días. A su vez, la “semana” era
fractal de la otra gran periodicidad del Tonalpowalli: una división en cinco bloques de 52
días, ampliamente usada en los cálculos astronómicos. Cada uno de esos bloques
comenzaba en un día de número Uno, asociado a los siguientes signos: Dragón, Caña,
Serpiente, Movimiento y Agua.

UN POEMA MATEMÁTICO

He aquí al año sagrado mesoamericano: una estructura exquisitamente equilibrada que


posee notables ventajas para el trabajo cronológico, entre las cuales puedo citar las
siguientes:
• Es divisible en mitades, cuartos, quintos, trecenas, veintenas y grupos de 52, 65 y
130 unidades.
• Sus números básicos (trece y veinte) reflejan importantes fenómenos naturales y
conforman la raíz de muchos aspectos matemáticos de la mitología universal.
• Contiene relaciones astronómicas fundamentales; por ejemplo, su duración es un
tercio del año sinódico marciano, su quinto es un séptimo del año terrestre, su cuarto es un
noveno del año venusino y su vigésimo es un noveno del año mercuriano.
• Cada combinación tiene una posición fija dentro del conjunto, lo cual permite hacer
tablas de días, ahorrando mucho esfuerzo en el cálculo de las fechas.
• Al disponerse en tablas, sus elementos también se pueden combinar directamente
con otros formatos simbólicos, como son los planos celestes, los rumbos del espacio o las
horas del día prehispánico.
• Tiene una importante resonancia cabalista, ya que, en la numeración
vigesimal, su duración se escribe con la cifra trece seguida de un cero.
Por su regularidad, este nivel del calendario mesoamericano no era elitista. 260
Lo sabían todos los ministros de los ídolos y mucha de la gente popular,
porque es cosa fácil y toca a todos. (Sahagún, Historia General VI)
De seguro, tal como nuestros estudiantes aprenden hoy las tablas de multiplicar, los
niños en las escuelas de Anawak aprendían muy pronto a memorizar ciertas combinaciones
clave, a partir de las cuales podían reconstruir fácilmente toda una secuencia, lo cual les
permitía leer las fechas de los monumentos que veían por las calles.
En el Tonalpowalli no había cabida para un tiempo profano. Al poseer rumbo, color,
elemento, astro, planta, animal, miembro del cuerpo humano y entonación sagrada, cada
combinación se comportaba como un centro generador de resonancias cosmogónicas; o,
como dijeron los informantes indígenas, “cada una era un dios”. De modo que su estructura
puede considerarse el auténtico formato del Olimpo prehispánico.
Por otra parte, al estar diseñado a partir de los mínimos comunes de las órbitas
planetarias, servía para denotar la conexión entre los hechos terrestres y celestes, lo cual
posibilitó a los sacerdotes extraer ciertas claves - perceptibles desde una primera ojeada, a
causa de la propiedad del sistema de distribuirse en cuadros - que constituyeron la base de
sus extraordinarias profecías.
El Tonalpowalli constituye el motivo cultural que caracteriza a Mesoamérica, no sólo
porque fue adoptado por todas las culturas el área, sino porque aparece desde tiempos
prehistóricos y ha sobrevivido hasta la actualidad. Sería imposible encontrar en otro lugar de
la Tierra un mecanismo tan complejo, y a la vez, tan resistente al paso del tiempo. Se puede
afirmar que allí donde existió este tipo de año, hubo Toltequidad.
Capítulo Siete
LA VERSIÓN MAYA-OLMECA

NO obstante de su complejidad, el Tonalpowalli es una estructura plana, en la cual los


símbolos se repiten exactamente cada 260 días. Por lo tanto, es incapaz por sí mismo de
formar períodos largos de tiempo. Más que un año, es una proporción, cuyas maravillosas
propiedades sólo revelan cuando se le hace interactuar con los ciclos de la Tierra y otros
planetas.
Desde muy temprano, los olmecas intentaron aprovechar las características del
sistema de las combinaciones para definir la longitud del año terrestre. Así surgieron dos
tipos de año: el estacional, de 365 días, calculado a partir del retorno de las estaciones, y
uno de 360 días, basado en la cantidad de soles que caben a lo largo de la eclíptica, y al que
por este motivo los mayas llamaron Tun, sol. El término Tun también se suele traducir por
su segunda acepción, piedra, ya que estos años se destacaban con estelas de piedra.
El Tun resultó ser una medida muy cómoda para crear ciclos largos y absolutamente
regulares de tiempo. También sirvió para medir los ritmos celestes, a tal punto, que algunos
estudiosos opinan que, en realidad, este año no derivó de una observación del tiempo
terrestre, sino de un fraccionamiento de los años sinódicos de los planetas.

LOS CICLOS TÚNICOS

El Tun se componía de 360 Kin, días, agrupados en 18 Uinal, veintenas. Veinte tunes
formaban un Katún, del maya Ka, veinte6. El cronista Diego de Landa afirma que este era el
ciclo principal de los mayas:
Tenían cierto modo de contar los tiempos y sus cosas por edades, las cuales hacían de
veinte en veinte años. Esta era la ciencia a que ellos daban más crédito y la que en más
tenían, de la que no todos los sacerdotes sabían dar cuenta. (Relación de las cosas)
Las espléndidas estelas de la época clásica casi siempre contienen marcadores de
Katún o de sub-ciclos de Katún. En tiempos posteriores, la costumbre se
hizo más humilde, pero, como narra un cronista, no desapareció:
Contaban sus eras de veinte en veinte años y los lustros de cuatro
en cuatro. Llegando estos lustros a cinco, llamaban Katún y ponían una
piedra labrada sobre otra en las paredes de sus templos, para memoria
perpetua. (Había) un pueblo llamado Tixualahtun, que quiere decir
“lugar donde se pone una piedra labrada sobre otra”, de suerte que este
pueblo era como entre nosotros el archivo de Simancas. (Sánchez de
Aguilar, Informe contra Idolorum Cultore del obispado de Yucatán)
Otra costumbre derivada de la cuenta katúnica, era la de contar la
edad de los viejos por veintenas:
El común lenguaje de ellos para decir “tengo sesenta años” era
Oxpeluabil, “tengo tres eras de años”; para decir “setenta” dicen
Tancochtu Campel, “cuatro eras menos media”. (Sánchez de Aguilar,
Informe contra Idolorum Cultore del obispado de Yucatán)
Los katunes se agrupaban en dos bloques; el primero era la Cuceb
Katunob, rueda de katunes, formada por trece katunes, con duración de
260 tunes ó 256 años naturales. Esta rueda contenía tantos tunes como Estela katúnica.
combinaciones hay en el Tonalpowalli, de manera que venía a ser como Dzibanche.
una especie de año sagrado “en grande”. Así como las aspectaciones

6 Debido al déficit de cinco días por año, la duración real del Katún es de 19 años y 260 días.
horoscópicas de los seres humanos se repetían
cada 260 días, los mayas consideraban que los
movimientos de la sociedad tenían una periodicidad
de 260 años.
El segundo bloque era el Baktún, de Bak,
cuatrocientos, integrado por veinte katunes, con
duración 400 tunes o 394 años naturales. Debo aclarar que este nombre es de invento
reciente; según investigaciones de Lucila Díaz Solís, los mayas le llamaban Nikté Katún, ciclo
florido7. El Baktún servía para denominar las eras culturales. Por ejemplo, los mayas sabían
que durante el séptimo Baktún ocurrió el esplendor de su civilización, en el décimo sobrevino
la decadencia, y suponían que en el Baktún número trece, en el cual nos encontramos
viviendo en la actualidad, tendría lugar el retorno de Kukulcán, la serpiente emplumada.
Los baktunes también se agrupaban en dos tipos de bloques: el Oxlakatún, de trece
baktunes (5200 tunes), y el Piktún, de veinte baktunes (8 000 tunes). A su vez, veinte
piktunes formaban un Kalabtún (160 000 tunes), veinte kalabtunes eran un Kinchiltún (3
200 000 tunes), y veinte kinchiltunes se agrupaban en un Alautún (64 millones de tunes). El
Códice Pío Pérez conserva el nombre del orden decimotercero (Oxlahundzacab), lo cual
demuestra que esta numeración continuaba hasta completar trece órdenes túnicos, tal como
aparece en la siguiente tabla:

orden nombre maya duración en años tipo de evento que registra


Kin 1/365 Diario
Uinal 1/18 Estacional
1ro. Tun 0.98 Individual
2do. Katún 19.7 Generacional
3ro. Baktún 394 Cultural
4to. Pictún 7 885 Horizonte histórico
5to. Kalabtún 157 703 Especie Sapiens
6to. Kinchiltún 3 154 070 Género Homo (Pleistoceno)
7mo. Alautún 63 081 408 Extinción de los saurios (Eoceno)
8vo. Kalautún 1 261 628 1 x 102 Explota el registro fósil (Algonquino)
9no. Bolondzacab 25 232 562 x 103 Duración del Universo ?
10mo. Lahundzacab 504 651 24 x 104 Edad de los dioses ?
11mo. Bulucdzacab 10 093 024 8 x 105
12mo. Lahcadzacab 201 860 496 x 106
13ro. Oxlahundzacab 4 037 209 92 x 107

Es notable que tres de los ciclos de esta cuenta involucren duraciones relacionadas con
tres eventos fundamentales para nuestra existencia: la extinción de los dinosaurios que
permitió el auge de los mamíferos, la aparición del Pitecántropos y la llegada del género
Homo. Asimismo, la cantidad apuntada en el orden octavo corresponde al período de
surgimiento de la vida macroorgánica en la Tierra, mientras que el orden noveno mide el
doble de la edad del Universo, y se aproxima al semiperíodo de un Universo pulsátil, según
la teoría del Big Bang. Todo lo cual me lleva a la pregunta: ¿acaso contenían estos ciclos un
conocimiento acertado de la evolución del Universo y el ser humano?

LA CUENTA CORTA

La versión calendárica maya-olmeca tenía dos variantes, que son llamadas en la actualidad
“cuenta larga” y “corta”. La primera se empleó desde finales del Período Protoclásico hasta
la primera mitad del Epiclásico (siglos II a. C. al IX d. C.). La segunda comenzó a emplearse

7 Cita de Héctor Calderón, Notas explicativas de la correlación de Katunes.


a partir del siglo IX después de Cristo y estuvo vigente hasta 1697, cuando cayó Tayasal, el
último reino maya. Quedó principalmente representada en una colección de textos indígenas
llamados Libros de Chilam Balam. Comenzaremos nuestro estudio por esta última versión,
en la esperanza de que nos sea más fácil de entender.
La cuenta corta es una abreviatura de la larga. Estaba formada por bloques de trece
katunes ó 256 años naturales. Su elemento clave era el día Tameme o Cuchhaab, portador
de año, al que, en la actualidad, los antropólogos llaman día Epónimo, un término griego
que significa denominador. Es muy fácil averiguar cuál era la combinación que daba nombre
a ese día; para ello, sólo tenemos que tener en cuenta lo siguiente:
Primero: en la versión maya, el día cargador era el último de un ciclo.
Segundo: las veintenas del Tun y el Tonalpowalli eran sincrónicas, es decir, todos los
tunes comenzaban y terminaban en el primero y en el último día de la rueda de la veintena.
Puesto que el Tun, así como las periodicidades formadas a partir de él, eran
perfectamente divisibles por sus veintenas, su cargador siempre era el mismo: el último día
de la veintena, llamado en maya Ahau, señor solar y en nawatl Shochitl, flor.
¿Cómo se determina el número de la trecena al cual estaba asociado ese signo Ahau?
Puesto que la combinación cargadora aparece en los días número 100 y 360 del año, cuya
diferencia da la medida del Tonalpowalli, entonces, para obtener el número acompañante, es
preciso dividir los 100 días excedentes entre trece. Esto da un total de siete trecenas mas un
residuo de nueve días. Por lo tanto, cada Tun terminaba nueve puntos de trecena después
que el anterior, o lo que es igual, cuatro antes. El orden de sus cargadores era el siguiente:

nombre de los 20 tunes de un Katún Uno Ahau


1ro. Doce Ahau 11mo. Once Ahau
2do. Ocho Ahau 12mo. Siete Ahau
3ro. Cuatro Ahau 13ro. Tres Ahau
4to. Trece Ahau 14to. Doce Ahau
5to. Nueve Ahau 15to. Ocho Ahau
6to. Cinco Ahau 16to. Cuatro Ahau
7mo. Uno Ahau 17mo. Trece Ahau
8vo. Diez Ahau 18vo. Nueve Ahau
9no. Seis Ahau 19no. Cinco Ahau
10mo. Dos Ahau 20mo. Uno Ahau

Tal como el Tun llevaba el nombre de su último día, el Katún era denominado por su
último año Tun. De modo que todos los katunes también se llamaban Ahau. Para averiguar
su número de serie, la operación consiste en multiplicar la duración del Tun (360) por la del
Katún (20), lo cual da un total de 7 200 días. Esto lo dividimos entre trece; el resultado son
553 trecenas más once días. Por lo tanto, cada Katún terminaba once puntos de trecena
después que el precedente, o lo que es igual, dos antes, en el siguiente orden:

nombres los 13 katunes de una rueda


1ro. Uno Ahau 8vo. Trece Ahau
2do. Doce Ahau 9no. Once Ahau
3ro. Diez Ahau 10mo. Nueve Ahau
4to. Ocho Ahau 11mo. Siete Ahau
5to. Seis Ahau 12mo. Cinco Ahau
6to. Cuatro Ahau 13ro. Tres Ahau
7mo. Dos Ahau

Conociendo la estructura del Tun y el Katún, podemos disponer sus nombres en una
tabla, muy útil para descifrar las fechas de la cuenta corta. Su lectura es como sigue:
• La columna de la izquierda indica el número de orden del Tun dentro del Katún.
• La fila superior indica el nombre del Katún.
• Las columnas internas contienen los nombres de los tunes.

Katún (x) Ahau


Tun 1 12 10 8 6 4 2 13 11 9 7 5 3
1ro. 12 10 8 6 4 2 13 11 9 7 5 3 1
2do. 8 6 4 2 13 11 9 7 5 3 1 12 10
3ro. 4 2 13 11 9 7 5 3 1 12 10 8 6
4to. 13 11 9 7 5 3 1 12 10 8 6 4 2
5to. 9 7 5 3 1 12 10 8 6 4 2 13 11
6to. 5 3 1 12 10 8 6 4 2 13 11 9 7
7mo. 1 12 10 8 6 4 2 13 11 9 7 5 3
8vo. 10 8 6 4 2 13 11 9 7 5 3 1 12
9no. 6 4 2 13 11 9 7 5 3 1 12 10 8
10mo. 2 13 11 9 7 5 3 1 12 10 8 6 4
11mo. 11 9 7 5 3 1 12 10 8 6 4 2 13
12mo. 7 5 3 1 12 10 8 6 4 2 13 11 9
13ro. 3 1 12 10 8 6 4 2 13 11 9 7 5
14to. 12 10 8 6 4 2 13 11 9 7 5 3 1
15to. 8 6 4 2 13 11 9 7 5 3 1 12 10
16to. 4 2 13 11 9 7 5 3 1 12 10 8 6
17mo. 13 11 9 7 5 3 1 12 10 8 6 4 2
18vo. 9 7 5 3 1 12 10 8 6 4 2 13 11
19no. 5 3 1 12 10 8 6 4 2 13 11 9 7
20mo. 1 12 10 8 6 4 2 13 11 9 7 5 3

Aquí surge una interrogante: puesto que tanto los tunes como los katunes compartían
los mismos nombres, ¿cómo sabía el lector maya que una fecha dada correspondía a un año,
y no a una veintena de años? El recurso más obvio para evitar la confusión, era especificar
la posición ordinal del Tun; por ejemplo: “Octavo Tun del Katún Cuatro Ahau”, lo cual
corresponde a un Tun llamado Trece Ahau. Si había que ser más específico, se mencionaba
el nombre del día en particular. En los documentos coloniales mayas también aparecen
ocasionalmente fechas katúnicas combinadas con fechas de la versión nawatl, lo cual
proporciona una gran exactitud a la ubicación del día.

LA CORRELACIÓN DE LA CUENTA CORTA

Una vez descrito el mecanismo de los katunes, podemos determinar su correlación con el
calendario gregoriano; tal pareamiento es esencial para descifrar los códices que nos han
quedado. Afortunadamente, esos códices contienen suficientes datos como para que no haya
dudas al respecto; veamos como ejemplo la siguiente cita:
Katún Dos Ahau: en su decimotercer Tun fue cuando por primera vez pasaron los
extranjeros españoles por nuestra tierra, en esta provincia de Yucatán. (Crónica Mattichu)
Por la historia española, se sabe que ese evento ocurrió en año cristiano de 15138.
Ahora bien, si 1513 era equivalente al Tun decimotercero del Katún Dos Ahau, entonces este
último comenzó a regir trece años antes, en 1500. Por concordancia con el mecanismo de la
cuenta larga, se ha llegado a calcular que su día inicial fue el 11 de Junio. A partir de ahí,
podemos ordenar el resto de los katunes, teniendo en cuenta que la rueda completa dura
256 años naturales más 98 días. El resultado lo vemos en la siguiente tabla:

8 En realidad, hubo algunas visitas antes que la mencionada. Los náufragos de Valdivia tocaron tierra
maya en 1511, y es probable que Díaz de Solís y Vicente Yáñez Pinzón lo hicieran en 1506.
Katún 1ra. vuelta posthispánica 2da. vuelta posthispánica
2 Ahau 11 de Junio de 1500 17 de Septiembre de 1756
13 Ahau 27 de Febrero de 1520 5 de Junio de 1776
11 Ahau 14 de Noviembre de 1539 20 de Febrero de 1796
9 Ahau 1 de Agosto de 1559 7 de Noviembre 1815
7 Ahau 18 de Abril 1579 25 de Julio de 1835
5 Ahau 4 de Enero de 1599 11 de Abril 1855
3 Ahau 21 de Septiembre de 1618 28 de Diciembre de 1874
1 Ahau 8 de Junio de 1638 14 de Septiembre de 1894
12 Ahau 23 de Febrero de 1658 1 de Junio de 1914
10 Ahau 11 de Noviembre de 1677 16 de Febrero de 1934
8 Ahau 29 de Julio de 1697 4 de Noviembre de 1953
6 Ahau 15 de Abril de 1717 22 de Julio de 1973
4 Ahau 31 de Diciembre de 1736 8 de Abril 1993 al 22 de Diciembre de 2012

Veamos dos ejemplos del uso de esta correlación. El primero es la ubicación de los
tunes dentro del Katún. ¿Cuál es el nombre túnico del presente año 2001? Para averiguarlo,
localizamos primero el Katún al cual pertenece, en este caso, el Cuatro Ahau. Puesto que
comenzó a regir el 7 de abril de 1993, entonces el 2001 es su noveno año. A continuación,
vamos a la tabla de la correlación entre tunes y katunes y verificamos que el noveno año del
Katún Cuatro Ahau lleva el nombre de Nueve Ahau. Para averiguar sus límites, tenemos que
restar al 7 de abril los 45 días más dos bisiestos que se acumulan en nueve años. Por lo
tanto, según la cuenta corta, el presente año Tun se llama Nueve Ahau y se extiende desde
el 19 de Febrero del 2001 hasta el 13 de Febrero del 2002.
El segundo ejemplo que estudiaremos es el desciframiento de la siguiente profecía:
El Cuatro Ahau es el undécimo Katún que se cuenta. Chichén Itzá es su sede. Llegará
el Quetzal, el ave verde, el del bastón dorado. Llegará el vómito de sangre9 por cuarta vez.
Llegará la Serpiente Emplumada para visitar a los itzaes. Es la cuarta vez que habla, su
cuarto retorno al Itzá. (Chilam Balam, Segunda Rueda de Katunes)
Escrito poco antes de la llegada de los europeos, este texto se refiere al retorno de
Ketsalkoatl. Lo primero es la fecha Katún Cuatro Ahau; según la tabla anterior, se extiende
entre el 8 de Abril de 1993 y el 23 de Diciembre del 2012.
Lo segundo es la sede de la profecía. Puesto que, en la visión tolteca, el tiempo y el
espacio son una continuidad, lo mismo podemos disponer los katunes en el continuo
cronológico que sobre un mapa. El retorno de la fecha Cuatro Ahau, en la cual realizó sus
estudios el príncipe Se Akatl Topiltsin de Tula, está asociada con la activación de un vórtice
energético que, según este texto, tiene su epicentro en la ciudad maya de Chichén Itzá
(otros textos especifican que se trata de un eje entre Chichén y la isla de Cozumel).
Lo tercero es el carácter escatológico de la profecía. Como vemos, lo que pretende el
profeta no es sólo de adelantar un hecho futuro, sino ponerlo en relación con una serie de
eventos anteriores. De ahí que especifique: “es la cuarta vez que habla su ciclo”. Puesto que
las cuentas katúnicas miden lapsos de tiempo transcurridos, ya que se “atan” en su último
día, el cuarto regreso de la Serpiente Emplumada corresponde a lo que nosotros
identificaríamos como el quinto suceso de una serie.

EL TRASLAPE DE LOS KATUNES

Como ya mencioné, una característica la mentalidad tolteca era que en ella no cabía un
mundo de objetos separados, todos eran parte de un continuo. De modo que los períodos de
tiempo no presentaban discontinuidades tajantes, sino que se entremezclaban unos con

9 Esta fuerte metáfora indica un mensaje radical, capaz de conmover las entrañas de sus oyentes.
otros. Pero, ¿cómo podían mezclarse sin desorganizarse? Mediante el recurso del traslape,
metafóricamente llamado “hospedaje”.
Recordemos que los ciclos eran deidades portadoras que se relevaban con la preciosa
carga del tiempo. Tal relevo no era brusco. El dios sucesor se hospedaba por una temporada
en la casa de su predecesor; después, con toda cortesía, se despedía del viejo portador y se
independizaba. Esto era escenificado por sacerdotes disfrazados con emblemas cronológicos,
quienes transmitían al pueblo una enseñanza directa y emotiva del calendario.
El mecanismo del traslape quedó bien documentado en el sistema de la cuenta corta.
Veamos como ejemplo las siguientes citas:
En el año decimosexto ... se alcanza la medida del Katún, llega a su fin el Cinco Ahau.
En el año decimoséptimo ... se ata la carga del (siguiente) Katún ... cuando sea
sustituido en su camino por el Tres Ahau, y venga el cambio del poder y del Katún.
En el decimoctavo año Tun ... es cuando el Katún se agrega a otro, el tiempo en que
se hace un conjunto de katunes, para enterrarlos (Chilam Balam, Cuceb)
Faltan tres años para que deje de reinar el (Katún) Tres Ahau. Mientras tanto, el Uno
Ahau reside en el interior de la casa del Tres Ahau, lo está visitando y recibe de él agasajos.
(Chilam Balam, Zuyua)
Para impedir que el traslape acortara la duración intrínseca de la rueda de katunes, el
recurso era hacer que el Katún siguiente se adelantara en cuatro años a su propia regencia,
a fin de convivir con el Katún viejo a partir de su decimoséptimo año. Por lo tanto, la
duración absoluta de cada Katún era de 24 tunes, con una vigencia plena de 16, más dos
bloques compartidos de cuatro años cada uno, tal como vemos en la siguiente gráfica:

20 años 24 años
...
...
total: 40 años

Probablemente, este ciclo quedó referido en el siguiente dibujo del


Códice Madrid, donde vemos un astrónomo dentro de una cámara
oscura, provisto de un tubo de observación mediante el cual está
ajustando astronómicamente un ciclo de 24 unidades.
Este mecanismo dio origen a un equívoco: algunos textos tardíos
del Chilam Balam afirman que la duración relativa de los katunes era de
24 tunes, y por lo tanto, la rueda de katunes se extendía hasta alcanzar
Astrónomo.
los 312 tunes. Hasta hoy, los mayólogos no se han puesto de acuerdo Códice Madrid.
sobre si existieron dos tipos de ruedas de katunes, o bien la rueda de
312 años es una mala interpretación de los cronistas coloniales.
El asunto se complica, porque Landa describió el mecanismo del traslape, pero
afirmando que los ciclos se acompañaban durante toda una mitad:
Si no hubieran llegado los españoles, adoraran ellos al ídolo Buluc Ahau (Once Ahau)
durante diez años. Al décimo pusieran otro ídolo, el Bolon Ahau (Nueve Ahau) y le honraran,
pero siguiéndose por los pronósticos de Buluc Ahau (durante otro decenio) ... Así daban
todos la vuelta. (Relación de las cosas de Yucatán)
Es posible que la contradicción entre los datos reportados por Chilam Balam y Landa
sea aparente. Quizás, este último empleó un término cómodo como “mitad de”, en lugar de
complicarse, explicando que la interpolación en realidad implicaba sólo un quinto del ciclo
total. Sin embargo, yo opino que ambos sistemas de traslape coexistían, formando un tejido
extraordinariamente complejo y dinámico.
Sea como fuere, lo que me interesa destacar es el principio calendárico del traslape, no
su funcionamiento específico, pues, como estudiaremos adelante, el mismo método fue
aplicado en la versión nawatl para resolver un difícil problema astronómico.
LA FECHA CERO

Casi todas las fechas escritas por los mayas durante la Colonia pertenecen a la cuenta corta.
Probablemente, tal preferencia se debe a que es un sistema fácil de utilizar y bastante
confiable, ya que permite precisar la fecha con un rango de exactitud de 260 años. Sin
embargo, en la actualidad, esta variante calendárica ha generado grandes dolores de cabeza
a los investigadores, pues las fechas pertenecientes a ruedas de katunes de hace más de mil
años, resultan difíciles de ubicar.
El problema de la cuenta corta es que omite algunos dígitos, que se dan por
sobreentendidos. Es semejante a lo que hacemos nosotros cuando escribimos, por ejemplo,
“año 01” para referirnos al 2001. En la etapa clásica de los mayas, la cuenta corta se
empleaba únicamente en inscripciones secundarias, y quizás también en los códices, pero en
las estelas genealógicas se inscribía siempre la fecha completa.
La cuenta larga se basa en uno de los más revolucionarios descubrimientos de los
sabios olmecas: un punto inicial con respecto a la cual referir el paso del tiempo. En
Occidente también tenemos una fecha de inicio: el año natal de Jesucristo. Otras culturas
arrancan sus calendarios en momentos diferentes, pero todos se basan en el mismo
principio. Vale la pena conocer la historia de este adelanto, pues no ha sido fácil ni evidente,
y revela en su verdadera magnitud el alcance de los cronólogos toltecas.
Las primeras culturas conocidas, desarrolladas en el Cercano y Medio Oriente, nunca
se atrevieron a despegar los pies del tiempo concreto, es decir, de los eventos que podía
recordar un hombre o sus padres, así que sus fechas eran por el siguiente estilo: “año
segundo del reinado de Nabuco”, “año de la gran sequía”, “año en que cayó un rayo en el
santuario de Marduk”, etcétera. De un modo parecido fechaban los egipcios.
No fue sino hasta el 312 antes de Cristo, cuando el general griego Seleúco I ordenó
que ese año fuera el primero de la era seleúcida. Fue entonces cuando los eurasiáticos
conocieron la noción del punto inicial y se introdujo en Occidente una cronología abstracta. A
partir de ese adelanto, diversos sabios propusieron otros puntos de arranque, entre los
cuales los más destacados fueron:
• Dos eras hindúes: la budista, creada por Asoka en el 247 a. C., con inicio retroactivo
en el 544 a. C., y la de Saka, iniciada en el primer año del reinado de Kanisha, en el 78 d. C.
• Dos eras griegas: la de las Olimpíadas, diseñada por Timeo hacia el 200 a. C., con
inicio en el 776 a. C., y la troyana, creada por Erastótenes, con inicio en el siglo XII a. C.
• Dos eras romanas: la de Roma, promulgada por Terencio Varro hacia el 50 a. C., con
inicio en el 754 a. C., y la española, decretada por Octavio en el 38 a. C.
• La era china, elaborada en el siglo I d. C., con comienzo en el siglo XXVII a. C.
• Tres eras judías: la abrámica, elaborada por Eusebio hacia el 300 d. C., con inicio en
el 5664 a. C., la Anno Mundi, propuesta por Hillel en el 358 d. C., con inicio en el 5908 a. C.,
y la judaica, creada la Edad Media y adjudicada a Salomón, con inicio en el 3761 a. C.
• Dos eras cristianas: la de los mártires, creada por Dionisio de Alejandría en el siglo
IV, con punto cero en el 284 d. C., y la del Señor, propuesta en el 525 por Dionisio Exiguo,
con inicio en el año 1 d. C. Esta última es la que empleamos en Occidente.
• La era musulmana, contada a partir de la huida del profeta Mohamed a Medina, el 16
de Julio del 622 después de Cristo.
La lista anterior muestra cómo, tras una primera comprensión de las ventajas de este
tipo de fechado, hubo una verdadera explosión de “años cero” en todo el Viejo Mundo.
Dejaré de lado el interrogante de dónde se originó la idea de contar la fecha a partir de un
punto, pues no tengo elementos para determinar si la probable influencia calendárica de
Mesoamérica en el Viejo Mundo se extendió también a este asunto. El testimonio del propio
calendario sólo permite afirmar que el concepto de año cero fue inventado por los olmecas
en el siglo VI antes de Cristo.
Por otro lado, debo mencionar tres aspectos en los que se diferencia la fecha inicial
mesoamericana de los sistemas euroasiáticos. El primero es su coherencia dentro de la
cultura. Las civilizaciones del Viejo Mundo desarrollaron todas sus características básicas
antes de tener fechado racional. En cambio, los olmeca y mayas son inconcebibles sin la
cuenta larga.
El segundo aspecto es su cosmicidad. Las fechas cero euroasiáticas están referidas a
sucesos arbitrarios que fomentan los sentimientos de exclusividad. Así, un cristiano dirá que
Buda nació cinco siglos antes de Cristo, y un budista replicará que, más bien, Jesús nació
cinco siglos después de Buda. Ninguno de ellos puede contrastar su fecha con un tercer
punto imparcial, por lo que tendrán la sensación de que su propio profeta vino a partir en
dos el curso de la historia. Los toltecas, por el contrario, refirieron el calendario a un suceso
que no depende de caprichos e interpretaciones humanas: el paso del Sol por determinado
sector de la Vía Láctea, lo cual tiene lugar cada 26 mil años.
Tercero, su carácter cíclico. Los calendarios del Viejo Mundo carecen de estructura
interna, de manera que lo único que diferencia a los años es su número de consecutivo. En
cambio, las fechas mesoamericanas tienen una estructura recurrente. Como afirma un
estudioso, esta característica generó una peculiar percepción de la historia, en la cual los
sucesos eran vistos como expresiones de los ciclos:
Los olmecas decidieron inventar la cuenta larga para alcanzar una perspectiva de la
historia ... Concibieron el retorno del gran ciclo de trece baktunes como una encarnación
más de los mundos que habían existido en el pasado, y como un paso hacia los mundos
futuros. (V. H. Malmström, Cicles of the Sun, Mysteries of the Moon)
La diferencia estructural entre los sistemas eurasiáticos y el mesoamericano se puede
representar como sigue:

LA CUENTA LARGA

La cuenta larga consiste en una serie de


guarismos que se escriben en
determinado orden para indicar la
cantidad de baktunes, katunes, tunes,
uinales y kines transcurridos desde un
punto dado.
Para ubicar el punto inicial de esta
cuenta, es preciso correlacionar las
fechas mayas que se conservan en los
pocos documentos que se salvaron de la
barbarie colonial con sus equivalentes
cristianas. Pero esos papeles con
frecuencia contienen errores, lagunas, o
incluso distorsiones intencionales de los Mecanismo de la cuenta larga.
datos. En tales circunstancias, ha sido
una verdadera proeza de los
investigadores el establecer con razonable certidumbre el comienzo del calendario maya.
Gracias a ese esfuerzo, el antiguo México nos proporciona uno de los pocos fragmentos de la
historia antigua cuyos eventos podemos fechar con exactitud.
Existen muchas interpretaciones sobre este asunto10. La correlación más conocida,
capaz de explicar un gran número de datos, y que ha pasado con éxito la prueba del
carbono 14 y, como adelante veremos, también la correlación interna, fue elaborada a
principios del siglo XX por los investigadores S. Morley, J. Goodman, J. Hernández y J.
Thompson, y es conocida como Correlación GMT. Según esta, el punto cero maya tuvo lugar
11 baktunes y 16 katunes antes del 14 de Noviembre de 1539.
En un principio, esto llevó a los investigadores al 11 de Agosto del
3113 antes de Cristo. Más tarde, recordaron que la fecha cristiana, por un
descuido del monje que la inventó, comenzaba en el año uno en lugar del
cero, y ajustaron el cálculo en un año. En la actualidad, nuevos ajustes
indican el 13 de Agosto del 3114 antes de Cristo. En la nomenclatura
maya, esa fecha se lee 13.0.0.0.0, 4 Ahau 8 Cumkú, lo cual significa: día
Cuatro Ahau, octavo de la veintena de Cumkú, con cero kines, cero
uinales, cero tunes y cero katunes, del Baktún trece.
Aclaremos que esta fecha no es literal. Como nota Rafael Girard, los
quichés y otros pueblos mayas de Guatemala no la adoptaron, prefiriendo
contar sus años mediante la variante calendárica nawatl, más arcaica.
Fecha inicial. Puesto que la separación lingüística y cultural de los quichés del tronco
Piedras Negras.
maya se consumó hacia mediados del primer milenio antes de Cristo,
podemos inferir que, por lo menos en aquel momento, aún no se había
inventado la cuenta larga. Las inscripciones más antiguas de este tipo que se hayan
encontrado, son la Estela 2 de Chiapa de Corzo y la 1 de El Baúl, ambas del 36 a. C., y la C
de Tres Zapotes, cinco años posterior.
A partir del punto inicial, es fácil ubicar el comienzo de los baktunes, sabiendo que
cada uno de ellos dura 144 mil días. Como en esa cantidad caben 11076 vueltas de la
trecena y sobran doce días, los nombres de los baktunes se compondrán del signo Ahau
asociado a un número que decrece de uno en uno. El resultado de esa correlación aparece
en la siguiente tabla:

Baktún nombre correlación gregoriana


1ro. 3 Ahau 13 de Agosto del 3114 a. C.
2do. 2 Ahau 16 de Noviembre del 2720 a. C.
3ro. 1 Ahau 18 de Febrero del 2325 a. C.
4to. 13 Ahau 23 de Mayo del 1931 a. C.
5to. 12 Ahau 26 de Agosto del 1537 a. C.
6to. 11 Ahau 28 de Noviembre del 1143 a. C.
7mo. 10 Ahau 2 de Marzo del 748 a. C.
8vo. 9 Ahau 5 de Junio del 354 a. C.
9no. 8 Ahau 7 de Septiembre del 41 d. C.
10mo. 7 Ahau 11 de Diciembre del 435 d. C
11mo. 6 Ahau 15 de Marzo del 830 d. C.
12mo. 5 Ahau 17 de Junio de 1224 d. C.
13ro. 4 Ahau 20 de Septiembre de 1618 al 22 de Diciembre del 2012 d. C.

10 Unos 35 investigadores han dado aproximadamente cincuenta fechas de inicio para el calendario
maya, que van desde el año 3632, hasta el 2592 antes de Cristo.
Pero, ¡basta de teoría! Hagamos ahora una lectura de la cuenta larga. He escogido
para ello la famosa estatuilla de Tuxtla, un pequeño objeto olmeca que contiene una de las
fechas más viejas de Mesoamérica. Como podemos ver, sobre el pecho y el vientre de este
ser con cara de pato, aparece una serie de números en el sistema que ya conocemos. Estos
son, contando de arriba abajo: 8, 6, 2, 4 y 17,
correspondientes a los baktunes, katunes, tunes, uinales y
kines. Para calcular la cantidad total de días implicados, basta
recordar que, en este sistema, el segundo orden no se
multiplica por veinte, sino por 18. El resultado se dispone en la
siguiente tabla:

ciclo cantidad número de días


Baktún 8 144 000 x 8 = 1 152 000
Katún 6 7200 x 6 = 43 200
Tun 2 360 x 2 = 720
Uinal 4 20 x 4 = 80
Estatuilla de Tuxtla. Kin 17 17
total 1 196 017

Ese total de días equivale a 3274 años y 214 días. Si los contamos a partir del punto
cero maya, nos conducen al 14 de Marzo del 162 después de Cristo. Tal es, entonces, la
fecha en la que fue dedicada la estatuilla.
Aunque, a primera vista, el manejo de números tan elevados pudiera darnos la
impresión de que el sistema de la cuenta larga es engorroso, en realidad, el esfuerzo
intelectual que exige su lectura es equivalente al que invertimos para entender una fecha
cristiana. Así como nosotros no tenemos que computar cuántos días han transcurrido en los
últimos 2000 años para saber en qué fecha estamos, tampoco los olmecas y mayas
necesitaban hacer todos los cálculos anteriores; les bastaba ver el final de una inscripción
calendárica para ubicarse.

EL FIN DE LA CUENTA MAYA

Si comparamos las tablas de correlación de las cuentas corta y larga con las fechas
gregorianas, notaremos que ambas terminan el 22 de Diciembre del 2012. En ese día, de
combinación Cuatro Ahau, terminan el Tun y el Katún del mismo nombre, así como el último
Baktún de la presente rueda de baktunes. Se trata, por lo tanto, de una fecha de enorme
importancia dentro de la versión calendárica maya-olmeca.
Pero lo verdaderamente extraordinario, es que ese día coincide con cuatro eventos
astronómicos fundamentales para el calendario mesoamericano. En primer lugar, será
solsticio de invierno. Además, un poco antes, entre el 5 y el 6 de Junio de ese mismo año,
ocurrirá la conjunción inferior de Venus con el Sol, en circunstancias que no se repetían
desde 1882, y que no volverán a coincidir con el año del fin de un Baktún hasta dentro de
64 mil años. Según cálculos de Maupomé, en fechas cercanas a ese tránsito, ocurrirá un
eclipse anular de Sol y otro de Luna.
Otra importante sincronía, es que, es la conjunción del paso cenital del Sol y de las
Pléyades en la latitud de la ciudad de Tula, sede del último quinto del Oxlakatún11. Esto es
algo que sólo ocurre una vez cada 26 mil años. Poir último, alrededor del 2012, el Sol se
cruzará en su movimiento con el Dark Riff, una mancha oscura en el centro de la Vía Láctea
que fue empleada por los mesoamericanos como punto de partida para medir el fenómeno
del desplazamiento de los equinoccios. La última vez que ello ocurrió, la humanidad se

11 Dato suministrado por el investigador Antonio Gómez Miranda.


encontraba en plena Edad de Piedra.
Al analizar dichas sincronías, el investigador Major Jenkins llegó a la conclusión de que
el fin la rueda de los baktunes fue deliberadamente calculado por los olmecas, quienes
previeron con milenios de anticipación el funcionamiento exacto de la bóveda celeste12. Esto
tiene una inesperada implicación: los mesoamericanos habrían concebido el curso del
tiempo, no como la cantidad que se acumula a partir de cierto punto inicial, ¡sino como la
cantidad faltante hasta cierto punto final!
En la actualidad, el solsticio de invierno está ocurriendo a un grado del Dark Riff. Por
coincidencia, hemos nacido en los años del fin de la era maya. Algunos estudiosos del
pasado prehispánico, influidos por la visión catastrofista de las religiones judeo-cristianas,
han pronosticado para la Navidad del 2012 profundos sucesos que afectarán a México y a
toda la humanidad. Se habla incluso de una supuesta profecía maya sobre el fin del
mundo...
Pero, vayamos con cautela. Los únicos textos proféticos mayas que se conocen,
conservados en los Libros de Chilam Balam, fueron íntegramente redactados en el sistema
de la cuenta corta, el cual, como ya sabemos, no tiene punto final, pues las condiciones
profetizadas se repiten cada 260 años. Probablemente, en el Período Clásico se redactaron
profecías en el sistema de la cuenta larga, pero en este no cabe un Armagedón por el estilo
de la Biblia, porque aquí no hay concepto de tiempo lineal.
Ya hemos visto que cada ciclo maya es una fracción de otro más amplio. Eso significa
que en el próximo 2012 no ocurrirá el fin absoluto de este calendario, sino apenas el cierre
de uno de sus múltiples segmentos. A partir de ese año, dará inicio el primer Oxlakatún del
siguiente período de presesión de los equinoccios. Paralelamente, comenzará a regir el
Baktún número 14 del presente Piktún, hasta que se complete la serie de los veinte
baktunes allá por el 4772.
Es improbable que tales hechos cronológicos haya sido interpretado por los mayas
como un fin de la historia. Las creencias toltecas no eran literalistas; a pesar de su afición
por los pronósticos, justamente el tema del fin del mundo se dejaba abierto:
Preguntados los viejos cuándo sería el fin, dijeron que no sabían, sino cuando los
dioses se acabasen y Tezcatlipoca se robase el Sol. (Teogonía e Historia II.5)
La trascendencia del año 2012 está determinada por la importancia del Oxlakatún.
Pero, por extenso que nos parezca este ciclo, es un niño de teta comparado con su
progenitor, un enorme lapso de 374 152 años de duración, que constituye la recurrencia
absoluta de las fechas dentro de la cuenta larga. Como afirma el ingeniero Calderón,
Un período de tal magnificencia brindaba un marco cronológico lo suficientemente
amplio como para vaciar en él toda la historia (del pasado) humano. (Correlación de la
Rueda de Katunes)
Y, podemos añadir, probablemente también toda la historia futura. De modo que no
hay que alarmarse: tenemos calendario maya para mucho tiempo.

12 Ver M. Jenkins, Maya Cosmogenesis 2012.


Capítulo Ocho
LA VERSION NAWATL

EL sistema katúnico tiene un defecto: como su unidad de


cálculo es un año de 360 días, a medida que transcurren los
tunes, se van desfasando con respecto al año de la
Naturaleza. Esto llevó a los cronólogos mayas a ajustar sus
inscripciones con unas cuentas a las que los arqueólogos
llaman “suplementarias”; solo que, para expresar una fecha,
tenían que labrar decenas de complicados glifos en sus
estelas.
Pero los mayas también supieron calcular la duración
del año terrestre, lo cual les condujo a otro tipo de año, al
cual llamaron Haab. A diferencia del Tun, lo que procuraba el Dispersión de las variantes
Haab no era establecer ciclos largos de tiempo, sino reflejar calendáricas maya y nawatl.
con fidelidad los movimientos de nuestro planeta.
Los vestigios más antiguos del Haab han aparecido entre los zapotecas, en Oaxaca.
Desde antes de la era cristiana, fue
importado por los teotihuacanos y por
los pueblos de habla nawatl, quienes le
llamaron Shiwitl, estación. Tres culturas
mesoamericanas, la olmeca, la de
Izapa-El Baúl y la maya, emplearon
Glifos del Shiwitl. simultáneamente ambos tipos de año;
a) Estela 1 de Los Horcones. b) Relieve teotihuacano. la variante túnica se destinó a usos
c) Estela zapoteca. d) Estela de Tepextehuingo. sagrados e históricos y la Haab a los
e) Dibujo teotihuacano asuntos civiles. Hasta donde sabemos,
el resto de los pueblos de Mesoamérica
usó exclusivamente el calendario
Shiwitl-Haab.
El glifo identificador del Shiwitl-
Haab se componía de un esquema de la
rueda de la veintena dividida en
cuadrantes (que quizás representan las
semanas) y un glifo de ciclo formado
Glifos del Shiwitl y la veintena. Vaso maya. por una atadura o por los triángulos del
tiempo.

LAS VEINTENAS

A semejanza del Tun, el año Shiwitl-Haab estaba dividido en 18 veintenas; la diferencia


consistía en que, al final de estas, se adicionaba un período especial de cinco días para
completar los 365. Cada veintena tenía su nombre, signo y significado astrológico propios;
sin embargo, esta simbología no era tan formal como la de los días
de la veintena. Diversos pueblos nombraron a sus “meses” con
arreglo a fenómenos climatológicos propios de su zona; de hecho,
en el área nawatl había varios nombres para una misma veintena.
Ha quedado abundante información sobre los ritos y
simbolismos de las veintenas, ya que eran el escenario de Glifos nawatl y
maya de la veintena.
escenificaciones donde participaba todo el pueblo. Los siguientes
datos están tomados principalmente de los cronistas Sahagún y Landa:
Veintena Uno: llamada en nawatl Akawallo o Atlkawallo, aguas en suspensión,
Kuawitlewa, abrojos, y Shilomanistli, cereal racionado, pues correspondía al tiempo de seca;
en maya Zac, blanco, un nombre del reptil de la tierra. Por entonces se imploraba el favor
de Tlalok, el dios de la lluvia, y se ofrecían a las fuentes y ríos diversos objetos brillantes,
flores, plumas y cintas de colores. Algunos cronistas afirman que entonces comenzaba el
año nawatl. Sin embargo, hay indicios de que, en épocas anteriores a los mexicas, el del año
civil comenzó en otras veintenas.
Veintena Dos: en nawatl Tlakashipewalistli, renovación de la piel; en maya Ceh,
venado, quizás porque era el momento en que se reproducen estos animales. Afirma
Sahagún que este mes comenzaba a mediados de Marzo. Otros investigadores sugieren que
coincidía con la llegada de la primavera, pues su nombre alude a la renovación de la
Naturaleza. Sus deidades tutelares eran E’ekatl, viento, y Shipe Totek, nuestro señor
desollado, deidades de la resurrección espiritual. En esta veintena era costumbre que los
pobladores hicieran peregrinaciones a los santuarios, quitando ritualmente la vieja piel a una
mazorca de maíz que representaba al ser humano, y repartiendo sus granos entre los
asistentes como bendición especial.
Veintena Tres: en nawatl Tosostontli, pequeña vigilia; en maya Mac, cazar. Un período
de agradecimiento por los bienes recibidos. Se realizaba una velación nocturna en honor a la
deidad terrestre Koatlikue, falda de serpientes, seguida de cuatro días de júbilo e
intercambio de regalos entre las amistades y parientes. A partir de ahí y hasta el comienzo
de la siguiente veintena, todos se ejercitaban diariamente en la casa de los cantos sin bailar.
En esta fiesta sacrificaban (sangraban) a los niños pequeños y les ponían nombre
como los cristianos al bautismo. Y llamaban (a la ceremonia) Tlicoque Pipiltontli (“niñitos
negros”). (Códice Magliabecchi)
Veintena Cuatro: en nawatl Weitosostli, gran vigilia; en maya Kankin, sol amarillo. Era
un tiempo de purificación dedicado a Senteotl, el dios único y señor de las mieses. Se
ayunaba y velaba rigurosamente, y se hacían ofrendas de maíz a los cuatro rumbos. Los
habitantes ponían en las puertas de sus casas ramas rociadas con la sangre de sus
penitencias, en señal de piedad. Un rito importante era la bendición de la semilla para su
próxima siembra, llevada a cabo por muchachas vírgenes en edad de matrimonio. Luego los
sacerdotes confeccionaban una estatua de la diosa tierra con masa de maíz y la consumían
con mucha solemnidad, a modo de comunión.
Veintena Cinco: en maya Muan, un ave mítica relacionada con la lluvia; en nawatl,
Toshkatl, nombre de las flores de maíz tostado con las que se confeccionaban guirnaldas que
los devotos se ponían al cuello para celebrar la “atadura” del año, es decir, la caída de su día
denominador. El padre Acosta escribe el nombre de este mes como Toshkoatl, ombligo
serpiente, metáfora que significa sequía. Hasta cierto punto, se puede considerar que esta
era la veintena introductora del año, puesto que aquí el nuevo año se independizaba de la
“hospitalidad” del viejo y comenzaba a regir con fuerza propia por trece veintenas, antes de
recibir como “huésped” al año siguiente. Por eso afirma Sahagún:
El quinto mes recibía el nombre de Toxcatl. En su primer día hacían una gran fiesta en
honor al dios de los dioses, Titlacahuan (“negro, invisible”), también llamado Tezcatlipoca.
Esta era la principal de todas las fiestas. (Historia General)
Veintena Seis: en nawatl Etsakualistli, comunión de etsalli, un tipo especial de masa de
uso ritual; en maya Paax, tambor, nombre del Sol ascendente. Un mes para meditar en las
bendiciones de Tlalok. Se hacía una fiesta del agua en honor de los espíritus de las cavernas,
en la cual se confeccionaban bollos de masa de maíz ácimo en forma de tirabuzones que se
comían ritualmente en congregación, reservando una porción para los enfermos. Esta era la
segunda de las grandes comuniones mesoamericanas. A fin de prepararse para la ocasión,
los sacerdotes tenían una curiosa costumbre: iban a buscar manojos de juncos acuáticos y
adornaban con ellos las fachadas de los templos.
Por el camino donde venían nadie aparecía, todos se escondían por miedo, pues, si con
alguno encontraban, tomábanle cuanto traía hasta dejarlo en pelo. Y aunque llevase tributo
para Moctezuma, se lo quitaban. (Sahagún, Historia General)
Veintena Siete: en nawatl Tekuilwitontli, pequeña fiesta de los señores; en maya
Kayab, luna. Era ocasión para arrojar a las corrientes de agua ofrendas de sal, conchas y
otros productos marinos. También se confesaban los agravios ante el sacerdote
Teoyomakani, consagrador, y se pedía perdón a una forma salutífera de la Madre Tierra
llamada Wishtosiwatl, señora de la sal. Otra costumbre era que las mujeres jóvenes y viejas
danzaban enlazadas con cuerdas. Dicho simbolismo marcadamente astral, probablemente
indica la “atadura” del Sol en el solsticio de verano, ya que, en la tradición mesoamericana,
las mujeres estaban relacionadas con el curso aparente del Sol.
Veintena Ocho: en nawatl Weitekuilwitl, gran fiesta de los señores; en maya Kumku,
nombre de un dragón celeste que representaba al maíz maduro y al Sol en su plenitud.
Puesto que esta era la veintena final del año civil maya, era en ella cuando echaban los cinco
días adicionales llamados Uayeb, excedentes. Era un mes de ofrendas y regocijo, de servicio
a la comunidad y misericordia para con los pobres, dedicado a Shilonen, la madre de las
espigas. Las personas pudientes celebraban grandes banquetes a los cuales invitaban a los
menesterosos y a los niños de la barriada, y los agasajaban con panecillos de maíz tierno
endulzado con miel.
Esto hacían por consolar a los pobres, porque en este tiempo ordinariamente hay falta
de mantenimientos. Pero si alguno se desmandaba a tomar dos veces, tomábanle lo que
tenía e íbase sin nada. (Sahagún, Historia General)
Veintena Nueve: en nawatl Mikkailwitontli, la pequeña fiesta de los muertos, y
Tlashochimako, tierra florida, quizás porque correspondía a la recogida de la cosecha; en
maya Poop, estera, autoridad, la veintena inicial del año civil maya. Las familias hacían
vigilia solemne, horneando golosinas en recuerdo de sus difuntos, que al día siguiente iban a
colocar sobre las tumbas. Hacia finales de este mes celebraban la más importante ceremonia
prehispánica de comunión, en la cual se confeccionaba con masa de amaranto una gran
imagen de Witsilopochtli, colibrí zurdo, que era luego ritualmente despedazada y repartida
entre todos. Era un momento de confraternidad y reconciliación.
Los hombres nobles con las mujeres bailaban juntamente, asidos de las manos y
abrazados unos con los otros, paso a paso, al son de los que tañían y cantaban. (Sahagún,
Historia General)
Veintena Diez: en maya Woo, ranita negra, una alusión a la tierra; en nawatl
Weimikkailwitl, gran fiesta de los muertos, y Shokotlwetsi, caída de los frutos, pues por
entonces comenzaba el otoño. En esta veintena, regida por Siu’teku’tli, señor del fuego, se
realizaba una gran ceremonia en conmemoración de los muertos, en la cual se seleccionaba,
ungía, talaba y velaba durante toda la noche un gran árbol apodado “sostén del cielo”, que
luego era alisado y erguido en medio de la plaza.
Estaba el árbol atado con muchas sogas de lo alto, como la jarcia de la nao que pende
de la gavia. En lo alto de él estaba en pie la imagen de aquel dios hecha de masa. Acabado
el sacrificio, arremetían con gran ímpetu todos los mancebos. (Sahagún, Historia General)
El objetivo de la competencia era obtener el premio colocado en la punta del madero:
una pluma de águila. Después, quemaban el árbol, comían la estatua del dios y ayunaban el
resto del día.
Veintena Once: en nawatl Ochpanistli, caminos limpios, un nombre relacionado con el
viento, que por esa época arrastra las hojas caídas durante la veintena anterior; en maya
Zip, nombre del dios de la caza. Era la veintena de Tosi, nuestra abuela tierra, a quien
honraban con ayuno de palabras, alimentos y sueño, en una velada solemne en la que todo
el pueblo barría los patios de los templos. También se oficiaban las investiduras de guerreros
y los ascensos militares.
Veintena Doce: en nawatl Teotle’ko, descenso de los dioses, y Pachtontli, pasto
pequeño; en maya Zotz, murciélago, dios del Inframundo y patrón de la lluvia. Un mes de
contacto con el Espíritu. El mito decía que los dioses se ausentaban durante la veintena
anterior para retornar con nuevo vigor a la tierra. En consecuencia, el pueblo se preparaba
para recibirlos espiritualmente. Hacia el final de la veintena celebraban la fiesta de las
enramadas, en la cual todos vivían dentro de una choza de paja por una semana tolteca de
cinco días, en recuerdo de su peregrinación por los desiertos de México. En la última noche
... hacían encima de un petate un montoncillo muy tupido de harina de maíz en forma
de un queso. En este montoncillo imprimían los dioses la pisada de un pie, en señal de que
habían llegado. (Sahagún, Historia General)
Cuando aparecía la huella, el sumo sacerdote salía al público y anunciaba: ¡Ha llegado
Nuestro Señor!, en referencia a los descensos cíclicos de Ketsalkoatl. Luego los músicos
comenzaban a tañer sus tambores y trompetas, y la gente acudía a los oratorios para
ofrecer comida.
Veintena Trece: en nawatl Pachtli o Weipachtli, pasto crecido, y Tepeilwitl, fiesta de los
montes; en maya Zec, cielo renovado. Dedicada a Tepeyollotl, corazón del monte, deidad
que representa las fuerzas de la Naturaleza. En su penúltimo día, los devotos
confeccionaban montañitas de masa de amaranto y otras semillas sobre las cuales se
imprimían imágenes de serpientes. Las velaban durante toda la noche siguiente y luego las
comían ritualmente. Además, depositaban ofrendas a Tepeyollotl en los subterráneos de las
pirámides, las cuevas y los cráteres volcánicos.
Veintena Catorce: en maya Xul, sol que se pone; en nawatl Kecholli, plumón, llamada
así por las flechas de caña y plumón que la gente confeccionaba, en medio de estrictas
medidas de abstinencia sexual y alimentaria, para celebrar la fiesta de la fecundidad. Las
flechas se ataban luego en mazos y una parte de ellas se quemaba en honor a Mishkoatl, la
conciencia de la Vía Láctea.
Por espacio de cinco días se sangraban las orejas y untaban la sangre por las sienes;
decían que hacían penitencias para ir a cazar venados. Y a los que no se sangraban, les
tomaban las mantas en pena. (Sahagún, Historia General)
Veintena Quince: en nawatl Panketsalistli, bandera preciosa; en maya Yaaxkin, sol
renovado, deidad solar original o galáctica. Dedicada a Yaotl, señor de la guerra. Por
entonces se renovaban las banderas flotantes de plumas preciosas, así como los escudos y
otras insignias militares. Durante sus últimos días, los jóvenes se preparaban para la “guerra
de las flores”, un simulacro militar celebrado en el Tlachko, estadio. Quemaban incienso
hacia los cuatro rumbos y en el centro del terreno erigían una bandera de guerra con cuatro
flechas atadas en cruz, que pertenecía al equipo vencedor. En contradicción con el dato que
reporta Sahagún para la veintena de Toshkatl, el códice Magliabecchi afirma que esta “era la
mayor fiesta de su año”.
Veintena Dieciséis: en nawatl Atemostli, caída del agua, “cuando comenzaba a tronar”;
en maya Mol, recolecta. Por entonces se veneraba a Tlalok, quemando abundancia de copal
y otras resinas olorosas, y arrojando a las corrientes flores manchadas con gotas de sangre
y pedacitos de papel recortado en figuras de animales y espíritus silvestres.
Veintena Diecisiete: en maya Cheen, pozo; en nawatl Tititl, contraído, extendido, un
término que Remi Simeón explica como una alusión al frío del invierno. Su nombre nawatl,
en correspondencia con el del mes siguiente, sugiere que en algún momento de la historia,
los mesoamericanos cerraron o comenzaron su año civil aquí. Era una veintena de retiro y
meditación, auspiciada por Ilamateku’tli, vieja diosa de la tierra. La gente se vestía de
blanco o amarillo en honor a la Luna, y había bailes de mujeres y competencias de jóvenes
corredores a través de las gradas de las pirámides, en representación del paso de los astros.
Hacia el final, los devotos se desquitaban de tanto ritual mediante una extravagante
costumbre:
Al día siguiente todos los populares hacían unas bolsas con unos cordeles atados del
largo de un brazo. Las hinchaban de cosas blandas, como lana, y las llevaban escondidas
debajo de las mantas. Y a todas las mujeres que topaban por las calles dábanles de
talegazos. Llegaba a tanto este juego, que las hacían llorar. (Sahagún, Historia General)
Veintena Dieciocho: en maya Yax, renovado, sinónimo de su nombre nawatl, Iskalli,
resucitado, en referencia al probable hecho de que, durante los tiempos anteriores a los
mexicas, esta fue la veintena inicial del año. Un mes de augurios regido por Shiu’teku’tli, el
señor del fuego. La gente consultaba los oráculos para averiguar qué destino le deparaba el
año entrante.
“Veintena” diecinueve: en maya Uayeb, excedentes. Su nombre nawatl, Nemontemi,
se compone de Nen, faltante, y Temi, estar completo, de modo que
se traduce como los días faltantes para completar el año. Este
período sólo duraba cinco días.
Los cinco días que se siguen son sobrados de los 360 ya
dichos. Estos a ningún dios están dedicados y por eso se llaman
Nemontemi, que quiere decir que están por demás. Ninguna cosa Uayeb y Nemontemi.
hacían en ellos. (Sahagún, Historia General)
Cesaba entonces toda obra mundana, se apagaban los fuegos y la gente hacía
confesión mutua de sus pecados. Todos se encerraban en sus casas, recapitulaban su
existencia pasada y hacían súplicas a Ketsalkoatl a fin de que el nuevo año fuera bueno.
En algunos libros de divulgación se afirma que los Nemontemi no eran días aciagos,
sino de recogimiento y meditación. Sin embargo, el siguiente poema maya no deja dudas
sobre su verdadera naturaleza:
Ha pasado un año entero, ha regresado el mes sin nombre, de dolorosos, negros días;
días de llanto, de cosas malas. Libre está el maligno, abiertos los infiernos: no hay bondad,
sólo maldad. Porque durante esos días se miden los pecados de los hombres. Llegará el
tiempo en que en esos días ocurra el fin del mundo. (Cantares de Dzitbalche)

Jeroglíficos nawas y mayas de las veintenas en su orden respectivo.

Los nombres nawatl de las veintenas reflejan una estructura interna organizada en los
siguientes pares:
• Veintenas 3 y 4: Pequeña y Gran Vigilia.
• Veintenas 7 y 8: Pequeña y Gran Celebración de los Señores.
• Veintenas 9 y 10: Pequeña y Gran Conmemoración de los Muertos.
• Veintenas 12 y 13: Pequeño y Gran Pasto.
A lo anterior se puede sumar las veintenas 16 y 17 (Atemostli y Tititl), las cuales
aparecen pareadas en los códices Matlatzinca y Tlaxcalan. Y si estudiamos el simbolismo
interno del resto de las veintenas, veremos que llevaban los números 5 y 6 (Toshkatl y
Etsakualli), 14 y 15 (Kesholli y Panketsalistli), y 18 y 1 (Iskalli y Atlkawallo) también
estaban vinculadas. Sólo quedan fuera de esta organización las veintenas número 2 y 11
(Tlakashipewa y Ochpanistli). Gordon Brotherston interpreta esta estructura como una
división binaria del año, ya que las veintenas aisladas corresponden, respectivamente, a los
equinoccios de Primavera y Otoño. (Estaciones y ciclos anuales en el Códice Borgia.
www2.essex.ac.uk/arthistory/arara/issue_two/paper6.html)

CUADRIENIOS, TRECENIOS Y EL CICLO DE FUEGO NUEVO

La principal diferencia entre las versiones maya y nawatl, es el comportamiento de los días
Tameme o cargadores del año. Ya vimos que los años túnicos llevaban el nombre del último
signo de la veintena, los demás signos eran
desaprovechados como denominadores. En los años
Shiwitl-Haab, en cambio, todos los signos fueron
empleados en tal sentido, dándose la particularidad
de que, en cada época dada, sólo estaban vigentes
cuatro de los veinte signos, a los cuales llamaré en
adelante “una cruz de cargadores”. Por lo tanto, en
la versión calendárica nawatl existían cinco grupos
de signos que daban nombre a los años, o lo que es
igual, cinco eras definidas por sus atributos
calendáricos. En la época de los mexicas, los
cargadores correspondían a los signos número 3, 8,
13 y 18 de la veintena, llamados Kalli, casa, Tochtli,
conejo, Akatl, caña y Tekpatl, cuchillo de pedernal. Cruceta de cargadores posclásicos.
Por ser la más conocida, utilizaré esta serie como
modelo para desarrollar el presente capítulo.
Los cuatro cargadores formaban bloques de cuatro años llamados Nashiwitl,
cuadrienio. Cada uno imprimía determinada propiedad al año al que daba nombre, según
aparece en la siguiente tabla:

cargador reino rumbo horario propiedad


Casa humano oeste atardecer reino humano: la mente, las ilusiones
Conejo animal sur mediodía reino animal: los instintos, la fecundidad
Caña vegetal este anochecer reino vegetal: la intuición, las pruebas
Pedernal mineral norte medianoche reino mineral: el cuerpo físico, el sacrificio

La otra gran diferencia entre las versiones nawatl y maya, fue que los números de la
trecena, en lugar de dar saltos de nueve puntos, como pasaba con los años tunes,
comenzaron a rotar en secuencia aritmética, es decir, con saltos de un punto. Por supuesto,
así como los cargadores de la veintena determinaban la existencia de cuadrienios, los de la
trecena generaron una periodicidad de trece años llamada Tlalpilli, paquete. En la época
mexica, los trecenios llevaban los siguientes nombres:

trecenio de conejo trecenio de caña trecenio de pedernal trecenio de casa


1 Conejo 1 Caña 1 Pedernal 1 Casa
2 Caña 2 Pedernal 2 Casa 2 Conejo
3 Pedernal 3 Casa 3 Conejo 3 Caña
4 Casa 4 Conejo 4 Caña 4 Pedernal
5 Conejo 5 Caña 5 Pedernal 5 Casa
6 Caña 6 Pedernal 6 Casa 6 Conejo
7 Pedernal 7 Casa 7 Conejo 7 Caña
8 Casa 8 Conejo 8 Caña 8 Pedernal
9 Conejo 9 Caña 9 Pedernal 9 Casa
10 Caña 10 Pedernal 10 Casa 10 Conejo
11 Pedernal 11 Casa 11 Conejo 11 Caña
12 Casa 12 Conejo 12 Caña 12 Pedernal
13 Conejo 13 Caña 13 Pedernal 13 Casa

Como podemos observar, una particularidad de esta disposición, era que el signo del
año introductor del trecenio era el mismo que el de su año final, habiéndose repetido cuatro
veces en el intervalo, a diferencia de los otros signos, que sólo recurrían tres veces. Debido
a su predominio numérico, este signo era el cargador del trecenio y le imprimía sus
propiedades, que eran las mismas reseñadas para los años del cuadrienio.
Las propiedades del trecenio y del año se sumaban o neutralizaban. Por ejemplo, un
año Caña de un trecenio Caña era extremadamente ígneo; en cambio, los años Caña se
armonizaban en la trecena de Casa.

EL CICLO DE FUEGO NUEVO

Ahora bien: si combinamos cuatro signos de la veintena con los trece de la trecena, ¿de
cuántas combinaciones se componía este ciclo? De trece por veinte: 52. Esto significa que
había un total de 52 años con nombres propios en la versión calendárica nawatl. En ese
lapso de tiempo se acumulaban 52 paquetes de a cinco días “excedentes” y, como 52 por
cinco es igual a 260, se agotaban todas las combinaciones del Tonalpowalli, y los años civil y
sagrado recomenzaban en un mismo tonal.
Tal es el origen del llamado “siglo mexica” o ciclo
del Fuego Nuevo, cuyo nombre nawatl es Shiu’molpilli,
atadura de los años, en maya, Bukxok, atadura. Los
jeroglíficos con los que se representaba eran un atado
de cañas, un paquete de leña o una serpiente con
vértebras sobre la cual se enciende fuego.
El Shiu’molpilli o Bukxok era el corazón de la
versión calendárica nawatl. Servía como marco para
Jeroglífico del Fuego Nuevo. Mexica.
reconstruir los templos, elegir nuevos gobernantes,
retirar a los obreros y celebrar las reuniones
astronómicas. Como generador de resonancias
sagradas, sólo cedía en importancia al Tonalpowalli.
Por tal razón, le estaba reservado el más importante
de los ritos prehispánicos: el encendido del Fuego
Nuevo Secular13. He aquí su descripción:
Tomaban por señal para esta fiesta el
movimiento de las Cabrillas, cuando estaban en el
medio del cielo a la medianoche con respecto al
horizonte mexicano. Esa noche apagaban todo el fuego
de todas las provincias, pueblos y casas de esta Nueva
España, e iban con gran procesión a la cumbre de
aquel cerro que está por Iztapalapa, que ellos Glifo del Fuego Nuevo. Códice Laúd.
llamaban Huizachtecatl (bosquecillo de huichaches).
Llegaban a la cumbre a medianoche o casi, donde estaba un solemne templo edificado para
aquella ceremonia, y cuando veían que ya (las Pléyades) pasaban del medio, entendían que
el movimiento del cielo no cesaba. A esa hora estaban en los cerros circundantes gran
cantidad de gentes esperando ver el fuego nuevo. Y en cuanto sacaban fuego los sátrapas
con gran ceremonia, los que estaban a la mira levantaban un alarido de alegría que el
mundo no se acabara y tuvieran aún otros cincuenta y dos años ciertos. (Sahagún, Historia
General IV)
El fenómeno astronómico descrito era el paso de las Pléyades por el centro del cielo.
Esta constelación, a la que los mayas llamaban Tzab, el cascabel de la serpiente, y los
nawas Tiankistli, mercado, es una de las más llamativas del cielo, por lo cual proporcionaba
un buen marcador de ciclos. En la época de los mexicas, su ascenso cenital ocurría el 2 de
Noviembre juliano ó 12 gregoriano; en la actualidad, por causa del gradual corrimiento de la
eclíptica, se ha trasladado para el 19 de Noviembre.
Durante el Período Posclásico, el ciclo del Fuego Nuevo comenzaba en los años Se
Tochtli, uno conejo. La disposición de sus 52 cargadores queda recogida en la siguiente
tabla, cuya lectura es de arriba abajo y de izquierda a derecha:

13 También existía un Fuego Nuevo Anual.


Conejo 1 5 9 13 4 8 12 3 7 11 2 6 10
Caña 2 6 10 1 5 9 13 4 8 12 3 7 11
Pedernal 3 7 11 2 6 10 1 5 9 13 4 8 12
Casa 4 8 12 3 7 11 2 6 10 1 5 9 13

Una forma de medir este ciclo, era a través de los años sinódicos de Venus, ya que los
prehispánicos observaron que, cada 52 años, Venus aparece por el mismo punto del
horizonte, con doce horas de separación; por lo tanto, en una ocasión se manifiesta como
Tlawiskalpanteku’tli o Venus matutino, y la siguiente como Sholotl o Venus vespertino.
Puesto que los 52 años eran sólo la mitad del ciclo de ajuste venusino, los Fuegos Nuevos se
agrupaban en pares, positivo y negativo, para completar una edad de 104 años a la que los
mexicas llamaron Wewetl o Wewetilistli, vejez.

LA RUEDA DE LOS FUEGOS NUEVOS

La agrupación de los Fuegos Nuevos en pares nos enfrenta a una pregunta que los
investigadores se hacen desde hace mucho tiempo: ¿formaban parte de un consecutivo
estos ciclos?
En Xochicalco existe un relieve que ha sido llamado Roca del Fuego Nuevo, porque en
su cara se labró uno de los jeroglíficos de esta ceremonia (la hoguera), flanqueado de un
número uno y una fecha. La composición es fácil de leer, y dice: “primer Fuego Nuevo, día
Dos Serpiente del año Uno Conejo”. César A. Sáens, su descubridor, asegura que:
Indudablemente, representa la celebración del primer Fuego Nuevo realizado en
Xochicalco. (El jeroglífico del Fuego Nuevo)
Esta suposición es apresurada, ya que un primer Fuego Nuevo en Xochicalco no implica
que este sea el primero en sentido absoluto, sino, acaso, que aquí comenzó a contarse una
nueva serie. En algunos monumentos de los períodos Clásico y Epiclásico aparecen
conjuntos de glifos que sugieren que, ya para entonces, se celebraba esta importante
ceremonia. Así lo vemos, por ejemplo, en una estela teotihuacana de mediados del Clásico y
en otra de Chichén Itzá de finales del Epiclásico.

Roca del Fuego Nuevo. Glifo del Fuego Nuevo. Fuego Nuevo
Xochicalco. Teotihuacan. Chichén Itzá.

El Códice Aubin contiene la representación de ocho celebraciones del Fuego Nuevo, la


última de ellas en 1559. Al margen, hay un apunte que dice:
Aquí se ataron nuestros años, se atan por octava vez.
Aunque este documento no se refiere propiamente a un ciclo, sino a la cantidad de
Fuegos Nuevos que celebraron los mexicas desde su llegada al Altiplano de México, el hecho
de que las ceremonias fuesen referidas por un número de orden parece contener un
principio calendárico. Principio que es aludido por el cronista texcocano Joseph de Acosta:
Partían los años en cuatro signos, atribuyendo a cada año un signo, y por ellos
nombraban a cada año que corría, diciendo: “A tantas casas o a tantos pedernales de tal
rueda sucedió tal y tal cosa”. Porque es de saber que su rueda contenía 52 años. (Historia
Natural y Moral de las Indias, VI.2)
La expresión “de tal rueda”, indica los Shiu’molpilli se agrupaban en paquetes.
Un dato semejante fue transmitido por los informantes de Motolinia:
Contaban (los años) de cuatro en cuatro. Y cuando llegan a trece, lo tienen por grande
año. Cuatro veces trece, que son cincuenta y dos, a esto llamaban Edad. Cuando cumplían
estos cincuenta y dos años, ponían este cuento con sus pasados. Así que, en adelante, van
contando todo lo sucesivo por (bloques de) cuatro en cuatro años, después por trece hasta
cincuenta y dos, y después, de cincuenta y dos en cincuenta y dos. (Teogonía e Historia de
los Mexicanos)
Observemos la equivalencia que se establece aquí entre los cuadrienios, los trecenios y
los Shiu’molpilli. Puesto que los primeros se acumulaban hasta completar su unidad de
orden, es de suponer que los Shiu’molpilli hicieran otro tanto, razón por la cual se afirma
que, una vez completados, los contaban “con los pasados”.
Ahora bien, si existió una rueda de Fuegos Nuevos, ¿de cuántos términos se componía
y por qué? Para averiguarlo, tenemos que recurrir a los descubrimientos arqueológicos.
El relieve de Xochicalco sugiere que una nueva serie
comenzó en el siglo XI de la era cristiana. Por su parte, la estela
de Chichén Itzá que acabamos de ver, contiene un número ocho
asociado al glifo de “atadura”. Por último, en la ciudad del
México fueron descubiertas dos estelas gemelas de confección
mexica y estilo xochicalca, cada una de las cuales contiene un
recuadro con el año Dos Caña, bajo el cual aparece un número
ocho que interpreto como el octavo Fuego Nuevo de la serie.
Correlacionando los números de orden de estos monumentos
con su fecha aproximada de construcción, y suponiendo que
guardan una relación matemática entre sí, podemos determinar
de cuántos ciclos se componía la rueda de los Shiu’molpilli.
Ya sabemos que los cargadores de los períodos siempre Estela del Fuego Nuevo.
estaban constituidos por una combinación de número y signo, Mexica.
ninguno de estos elementos funcionaba como denominador en
forma aislada. Sin embargo, en las estelas descritas encontramos una secuencia que
únicamente fue establecida por su número de orden: “primero” en Xochicalco, y “octavo” en
Chichén y Tenochtitlan. Lo cual nos lleva a una conclusión: estos números no son
cargadores en sí, sino guarismos matemáticos aplicados a la cronología. De ahí infiero que la
rueda completa debió componerse de veinte términos, pues tal es la unidad de conversión
de la numeración mesoamericana.
Sin embargo, ya que el número trece era predominante en este calendario, ¿cómo
estar seguros de que la rueda no contenía únicamente trece unidades? La respuesta se
deduce de las siguientes citas:
La mayor cuenta de tiempo que contaban era hasta ciento cuatro años, y a esta
llamaban un siglo. A la mitad de esta cuenta, que son cincuenta y dos años, llamaban una
gavilla de años. Este tiempo de años lo contaban desde muy antiguo. (Sahagún, Historia
general)
Ellos tienen cuatro temporadas, cada una de las cuales vale 52 años ... que hacen 208
años. (Teogonía e historia III.90, 91)
Puesto que el Shiu’molpilli era considerado como la mitad o la cuarta parte de un ciclo
superior, es poco probable que la secuencia completa contuviese un número impar de ellos.
Hay un modo impecable de establecer de cuántos términos se componía la serie: la
característica de los años tunes de no admitir ninguna forma de corrección astronómica,
determinaba la presencia de un consecutivo de años vagos como referente universal para
cualquier tipo de ciclo mesoamericano. Por otro lado, como demostraremos adelante, los
años de la versión nawatl sí ajustaban el cuarto de día que se acumula cada año. Si
sumamos esas seis horas durante 52 años seguidos, al final se habrán completado trece días
de diferencia entre el comienzo de año vago y el día astronómico de referencias. Esto es tan
llamativo, que los sacerdotes prehispánicos lo tuvieron en cuenta y lo representaron con
frecuencia en sus códices.
Dicho en otros términos: una serie de Shiu’molpilli compuesta por años sin rectificar,
proporcionaba a una serie rectificada un conjunto específico de cargadores. Pero lo que
rotaba en este caso no era la rueda de la trecena a través de cuatro signos de la veintena,
sino los veinte signos en asociación con un número de la trecena. En el caso de Fuegos
Nuevos celebrados en el año Uno Conejo, el orden de estos cargadores era el siguiente:
Dragón, Ocelote, Venado, Flor, Caña, Muerte, Lluvia, Hierba torcida, Serpiente, Cuchillo,
Mono, Lagartija, Movimiento, Perro, Casa, Buitre, Agua, Aire, Águila y Conejo; en este
último, se empataban de nuevo ambas series. Puesto que existía un total de veinte
combinaciones cargadoras para los Fuegos Nuevos, se explica por qué los prehispánicos
aplicaron a la rueda los ordinales de la veintena matemática.
Aquí surge una pregunta: si existe un desfase de trece días o combinaciones cada 52
años, ¿cuántos Fuegos Nuevos tenían que pasar para completar las 260 combinaciones del
Tonalpowalli y empatar de nuevo las fechas con las efemérides astronómicas? Para
averiguar esto, hay que dividir 260 entre trece: veinte ciclos. Puesto que se acumulaban
veinte Fuegos Nuevos y cada uno duraba 52 años, esta rueda tenía una duración de 1040
años con ajuste bisiesto por el método de acumulación de trecenas, o lo que es igual, 1040
años vagos más un Tonalpowalli.

LA CORRELACIÓN DEL CICLO DE FUEGO NUEVO

El padre Sahagún afirma:


La última solemnidad que hicieron (los mexicas) de este Fuego Nuevo fue en el año de
1507. El año de 1559 se acabó la otra gavilla de años, que ellos llamaban Ximmolpilia. En
este no hicieron solemnidad pública, porque ya los españoles estaban en esta tierra.
Los años de 1507 y 1559 se llamaron Dos Caña. Sin embargo, según vimos en el
relieve xochicalca, en tiempos anteriores a los mexicas, esta celebración se hacía en el año
anterior, Uno Conejo. Algunos investigadores consideran que la discrepancia tiene un origen
mágico: las autoridades mexicas corrieron el comienzo del Shiu’molpilli para el año
siguiente, debido a que el año Uno Conejo de 1454 hubo mucha hambre, y no querían que
un ciclo tan notable comenzara con semejante presagio.
León-Portilla afirma que el traslado de un año se debió a manipulaciones de Tla’kaelel,
el líder espiritual de los mexicas, quien pretendió cambiar la historia para justificar el
proyecto social mexica. Encuentra una prueba de ello en la siguiente cita:
El año Uno Conejo, en que ataban los años, en 1506 lo cambió Moctezuma a 1507.
(Códice Telleriano-Remensis)
Quizás la razón sea más sencilla: se sabe que en tiempos anteriores al posclásico, los
mesoamericanos contaban unidades de tiempo transcurridas; por lo tanto, colocaban sus
cargadores en el último segmento del ciclo. Posteriormente, la numeración cambió,
comenzando a contar las series por el número uno y trasladando los cargadores para el
primer término del ciclo. Si consideramos que el cargador Uno Conejo correspondía al último
año del Fuego Nuevo, entonces el primero se llamaba Dos Caña. Se comprende, pues, que
los mexicas hayan trasladando la festividad para el año siguiente.
En un monolito erigido en 1507 con motivo de ciertas reparaciones en el Templo Mayor
de Tenochtitlan, llamado Teokalli o templo de la Guerra Sagrada, se registró dicha
transición; en la columna izquierda aparece la fecha Uno Conejo, y en la derecha Dos Caña.
El cambio en las fechas tuvo efecto retroactivo, pues los sacerdotes mexicas
modificaron los códices, haciendo que anteriores eventos del Fuego Nuevo parecieran
ocurridos en el año Dos Caña. Tal manipulación no pretendía distorsionar la historia; era una
convención cronológica que no generaba confusiones para el
mesoamericano culto14. Además, con independencia de la
fecha de comienzo del Shiu’molpilli, el nombre de los años en
sí no sufrió modificación alguna.
Para correlacionar los Fuegos Nuevos con las fechas
cristianas, basta con saber cuándo cayó alguno de ellos, y si
la serie se contaba en forma corrida o tenía alguna estructura
interna. Para resolver esta última incógnita, tenemos que
relacionar los datos contenidos en los monumentos
arqueológicos que acabo de describir, a fin de descubrir su
lógica interna.
Comencemos por el relieve xochicalca. A juzgar por su
estilo, el evento allí representado tuvo lugar a comienzos del
Posclásico (siglo XI después de Cristo), y fue el primero de
una serie. Por su parte, las dos estelas mexicas han sido Teokalli de la Guerra
Sagrada. Relieve mexica.
fechadas en el siglo XV, y son el octavo evento de la serie.
Siete ciclos de 52 años suman 364 años. Si los restamos al
año Uno Conejo de 1402, nos lleva al 1038 después de Cristo. Como mera hipótesis,
podemos considerar que aquí comenzó la rueda posclásica de los Fuegos Nuevos.
Hemos establecido que la serie de los Shiu’molpilli contenía veinte nombres
calendáricos, lo cual no obsta para que estuviese dividida en porciones más manejables. Tal
es el dato que podemos extraer de la estela de Chichén Itzá, donde el atado de cañas tiene
a su alrededor ocho puntos. Esto llama la atención, puesto que los mayas ordinariamente
hubiesen escrito el número ocho con una raya debajo y tres puntos encima, a menos que se
estuvieran refiriendo a ocho unidades específicas. Lo interpreto como ocho ciclos de tiempo
transcurridos. Esta interpretación se corrobora por el glifo representado en el lado izquierdo
del monumento, que simboliza la atadura con el año sinódico de Venus, un suceso que, al
tener un ciclo de 104 años, sólo era posible en las recurrencias pares de los Fuegos Nuevos.
De aquí infiero que la rueda estaba dividida en dos bloques de diez segmentos cada uno, es
decir, de 520 años de duración15, lo cual concuerda con el estilo del relieve de Chichén Itzá,
fechado hacia finales del Epiclásico.
Nuestra ecuación, entonces, se plantea así: si el octavo Shiu’molpilli de la rueda
posclásica comenzó en 1402, el octavo de la rueda epiclásica comenzó 520 años antes, en el
882 después de Cristo. A partir de estos datos, podemos establecer la siguiente correlación
gregoriana de los Fuegos Nuevos:

F. N. serie epiclásica serie posclásica serie colonial


1ro. 30 de Octubre del 518 6 de Noviembre del 1038 13 de Noviembre de 1558
2do. 30 de Octubre del 570 7 de Noviembre del 1090 14 de Noviembre de 1610
3ro. 31 de Octubre del 622 7 de Noviembre de 1142 15 de Noviembre de 1662
4to. 1 de Noviembre del 674 8 de Noviembre de 1194 15 de Noviembre de 1714
5to. 2 de Noviembre del 726 9 de Noviembre de 1246 16 de Noviembre de 1766
6to. 2 de Noviembre del 778 9 de Noviembre de 1298 17 de Noviembre de 1818
7mo. 3 de Noviembre del 830 10 de Noviembre de 1350 17 de Noviembre de 1870
8vo. 4 de Noviembre del 882 11 de Noviembre de 1402 18 de Noviembre de 1922
9no. 4 de Noviembre del 934 12 de Noviembre de 1454 19 de Noviembre de 1974
10mo. 5 de Noviembre del 986 12 de Noviembre de 1506 19 de Noviembre del 2026

14 Nosotros hacemos lo mismo al declarar, por ejemplo, que el imperio romano cayó en el 476
después de Cristo, siendo que, para entonces, aún no existía la fecha cristiana.
15 En la cuarta parte de este libro analizaremos la razón astronómica de este ciclo.
EL SEMPOALMOLPILLI

El calendario nawatl tenía otra periodicidad, recíproca de la del Fuego Nuevo, cuya lógica es
la siguiente: puesto que se acumulan seis horas anuales entre una serie de años vagos y
otra formada por años rectificados, ¿cuántos años tenían que transcurrir para que ambas
series comenzaran en un mismo signo de la veintena? Para averiguar esto, hay que
multiplicar la veintena por los cuatro años implicados en el desfase de un día, es decir, 80
años ó 29 200 días. No se ha conservado el nombre prehispánico de este ciclo, pero le
llamaré Sempoalmolpilli, atadura de la veintena.
Al igual que el Fuego Nuevo, esta periodicidad tenía un nombre calendárico natural,
sólo que, en este caso, lo que rotaba no era la veintena asociada a un número dado de la
trecena, sino los números de la trecena con saltos de dos en dos, asociados a un signo dado
de la veintena. Por ejemplo, si un ciclo de estos comenzó en alguna ocasión en la fecha Uno
Conejo, 80 años más tarde recurrió en el año Tres Conejo, el siguiente bloque lo hizo en el
Cinco Conejo, y así sucesivamente, hasta completar todos los números de la trecena
asociados a Conejo.
A diferencia del Shiu’molpilli, en el cual cabe un número entero de Tonalpowalli, el ciclo
de 80 años dejaba un excedente de cien combinaciones. De modo que, para que se repitiera
una misma combinación inicial, tenían que pasar trece ciclos,
correspondientes a los trece cargadores de la trecena.
En una lápida teotihuacana fueron representados lo que
interpreto como el Wewetilistli y el Sempoalmolpilli, mediante
una serie de 104 agujeros que rodea otra de 80, encuadrados
por dos diámetros que suman 73 agujeros (formados por cuatro
series de 36, más un agujero central) representativos de los 73
años sagrados que caben en un Shiu’molpilli.
Una característica importante del Sempoalmolpilli era su
capacidad para sincronizar el movimiento de Venus, ya que en
80 años terrestres caben 50 años sinódicos venusinos, más 16
días. Por lo tanto, este ciclo proporcionaba al de Venus cinco Relieve teotihuacano.
cargadores de veintena que, para un Sempoalmolpilli
comenzado en Conejo, eran: Hierba, Buitre, Flor, Lagartija y Conejo, es decir, una
periodicidad de 400 años menos 80 días, equivalente nawatl del Baktún maya.
Cabe una pregunta: ¿por qué los mesoamericanos prefirieron emplear la serie de 52
cargadores para componer sus fechas, en lugar de una que les ofrecía 80? Porque un Fuego
Nuevo formado por años vagos no permitía hacer periodicidades superiores a los 52 años.
En cambio, uno formado por años con ajuste bisiesto, automáticamente llamaba la atención,
tanto sobre el bloque de 52 años como sobre el de 80, permitiendo una periodicidad muy
superior a ambos. Trece vueltas de 80 años equivalen a veinte de 52. Por lo tanto, el
Shiu’molpilli y el Sempoalmolpilli se sincronizan a los 1040 años, proporcionando al
calendario nawatl un marco de referencias bastante amplio.

EL TONALMOLPILLI

La rueda de los veinte Shiu’molpilli no sólo se deduce por la lógica de sus nombres
calendáricos, sino también del análisis de las relaciones entre los años sagrado y civil.
Analicemos, como muestra de ello, un ciclo que apenas ha recibido atención de los
especialistas, al cual me referiré en este texto como Tonalmolpilli, atadura de los tonales.
El principio por el cual el Tonalmolpilli tiene existencia, es el traslape de trece días
sobre los 52 años. Tal asincronía, al provocar un desfase de 1/1460 de cuadrienio entre el
consecutivo de años vagos y el rectificado por el bisiesto, generó un sorprendente subciclo
de 42 años, tras los cuales se empataban los tonales de ambas series. Veamos cómo tenía
lugar:
Si calculamos años de 365.25 días, una vez transcurridos 42 de ellos, se habrán
acumulado 15 340 días. En esta cantidad caben exactamente 59 Tonalpowalli, contados a
través de un consecutivo de años vagos; por lo tanto, en el día inicial del año número 43 se
repetirá el tonal inicial de la serie de años.
El Tonalmolpilli fue representado
por las 43 almenas, o mejor dicho, por
los 42 intervalos de una construcción
circular en la ciudad de Zempoala. Este
monumento está relacionado con otros
dos, de trece y 28 almenas, que
interpreto como expresiones de las trece
constelaciones del zodíaco prehispánico y
del número de días que regía cada una de
ellas. En su combinación, permitían Monumento calendárico de Zempoala.
sincronizar el Shiu’molpilli con el
Tonalmolpilli.
Imaginemos cómo pudieron usar esta computadora los cronólogos prehispánicos:
ponían a rotar una piedra o ídolo por cada una de las 28 almenas del círculo de 28, por cada
una de las trece lunas del año. Completado el ciclo principal a los 364 días, colocaban una
piedra en uno de los intervalos del círculo de las 43 almenas. El siguiente ciclo se formaba
por el producto de 28 por 42, con un total de 1176 días. Este, a su vez, se sincronizaban con
la rueda de trece almenas a los 15 288 días, faltando 52 para que se completaran 59
Tonalpowalli. Como 260 entre 52 es igual a 5, el mecanismo tenía que dar cinco rotaciones
para que de nuevo comenzaran todos los ciclos en un mismo tonal, a los 76 440 días, es
decir, en el día número 156 del año 209. En este intervalo caben cuatro ciclos de Fuego
Nuevo más dos Tonalpowalli. Hubiera sido fácil ajustar los Fuegos Nuevos, rotando en
sentido retrógrado una piedra por el círculo de las trece almenas en relación con el de 43, ya
que 42 intervalos menos uno, por trece vueltas menos 13, es igual a 520.
El Tonamolpilli permitía calibrar el ciclo de 1040 años establecido por el
comportamiento de los Fuegos Nuevos, del siguiente modo: si, paralelamente a la serie de
años rectificados por el bisiesto, se lleva un consecutivo de años vagos, al cabo de 42 años,
estos estarán desfasados con respecto a los primeros en diez días, correspondientes a los
diez bisiestos que tienen lugar en ese lapso. En el doble de ese tiempo se acumularían 21
bisiestos. Si dividimos el año sagrado por esos 21 bisiestos y multiplicamos el resultado por
los 84 años involucrados, el resultado es 1040.

EL “SOL” CALENDÁRICO

Una idea expresada en la Convención de Xochicalco en 1999, especulaba sobre la posibilidad


de que los antiguos mesoamericanos no empleasen el año de las estaciones en su cuenta
civil, sino, de un modo directo, el de las estrellas. He aquí un buen motivo para ahondar
sobre el concepto tolteca de “calendario”.
Si definimos que el calendario era para ellos tan sólo el paso de los años dentro del
“siglo” de 52, entonces la máxima precisión posible allí consiste en un bisiesto, porque el
mínimo necesario para que se acumule un día en exceso del bisiesto, es de 128 años. Pero si
tomamos como marco un ciclo más amplio (la rueda de los Shiu’molpilli), entonces debió
incorporar una corrección equivalente a la gregoriana, porque esta era la única manera de
mantener sincronizadas las fechas y los eventos celestes.
La rueda de los Fuegos Nuevos dio origen a un ciclo básico de la cronología tolteca, al
que los mexicas llamaron Tonatiu’, sol. Los soles calendáricos se formaban por la
interrelación del año de la Tierra con el año sinódico de Venus; este astro venía a ser, pues,
el calibrador del Sol.
Los prehispánicos notaron que Venus regresa sobre un punto de la eclíptica cada 584
días. Calcularon que cinco de tales años venusinos equivalen con exactitud a ocho años
vagos terrestres (5 x 584 = 8 x 365 = 2920 días). Como en ocho años se acumulan dos
bisiestos, en realidad, el ciclo de Venus termina dos días antes del fin del año natural. Si
acumulamos esa diferencia, después de 1040 años terrestres, equivalentes a 650 de Venus,
se habrá completado un Tonalpowalli.
Ahora bien, el ciclo real promedio de Venus no es de 584 días, sino de 583.92 días.
Eso significa que en 650 años sinódicos se juntan 52 días de diferencia (650 x 0.08). Por lo
tanto, el año venusino estará terminando un Tonalpowalli y 52 días antes del fin del ciclo de
1040 años16. ¿Cuántas ruedas de Fuegos Nuevos tendrán que transcurrir para que un
Tonalli coincida con una posición específica de Venus? Cinco, ya que cinco por 52 es igual a
260. Por lo tanto, la medida del Sol era igual a cinco por 1040 años, ó 5200 años.
Tanto la duración del Sol como su composición, quedaron registradas en las fuentes.
Por ejemplo, el Códice Chimalpopoca afirma:
En Uno Conejo comenzó el Shiu’molpilli, la época de los toltecas. Se dice que en este
Uno Conejo ya habían pasado cuatro épocas, era la CCCC (cuarta) de la quinta edad.
Esto significa que los soles tenían una estructura quinaria. La duración de esos sub-
ciclos se infiere de una cita de la Teogonía e Historia de los Mexicanos, donde se describe
como la suma de dos bloques de trece y siete Fuegos Nuevos, es decir, 1040 años. En
cuanto a la duración total, quedó especificada en la rueda de los baktunes, como 5 200
tunes. Aunque en este caso se trata de años de 360 días, lo que importa para nuestros
cálculos, por contener un principio, es su cantidad total, no su duración específica. Además,
en el Códice Vaticano 3837, de origen colonial temprano, se describen soles cuyas
duraciones oscilan entre 4008 y 5206 años. Aunque este documento no es confiable en
materia calendárica, sugiere, sin embargo, que, para los mexicas, la duración de cada Sol
alcanzaba magnitudes milenarias.
Uniendo los datos anteriores y encontrando su razón calendárica, podemos deducir que
el Sol se componía de cinco ruedas de Shiu’molpilli, ó 5200 años terrestres.

EL AÑO MAGNO MESOAMERICANO

Ahora bien, si se acumula una asincronía entre los años de Venus y la Tierra, ascendiente a
312 días cada 1040 años, cuando se complete el primer Sol, sumará 1560 días (312 x 5), es
decir, un ciclo de bisiesto más la diferencia entre el Tun y el Tonalpowalli. ¿Cuántos de tales
acumulados habrá que sumar para que se complete un Tonalpowalli y coincidan en un
mismo día astronómico un tonal dado con una posición específica de Venus? Cinco, ya que
1560 por cinco es igual a 7800, cantidad donde caben sin residuo 30 ciclos de 260 días.
Lo anterior significa que el Sol era sólo la fracción quinaria de un ciclo superior. Es por
ello que las fuentes son claras al decir que los soles se agrupaban en paquetes de cinco, una
cantidad axiomática, puesto que el nombre del quinto, Ollin, movimiento, determina fin y
recomienzo de ciclo.
Si sumamos cinco soles de 5200 años cada uno, el resultado son 26 mil años,
precisamente la cantidad de tiempo que toma el corrimiento de la eclíptica (el traslado de
las estrellas a través de la bóveda celeste, hasta volver a ocupar una posición dada). Es tan
improbable que dicha sincronía haya ocurrido por accidente, que diversos investigadores la
han interpretado como una prueba de que los mesoamericanos conocieron la presesión
equinoccial, un fenómeno que también fue estudiado por las civilizaciones griega y caldea, y
al que llamamos en la actualidad Año Magno.
Lucrecia Maupomé postula que las cuatro épocas que precedieron al quinto Sol,
tuvieron cada una la misma duración que la presente, que ella extiende desde el inicio de la
cuenta larga maya en el siglo XXXII antes de Cristo, hasta su fin en el 2012. De ahí deduce

16 En realidad, como estudiaremos en la última parte de este libro, cada 1040 años se acumulan ocho
días por exceso del bisiesto, pero esto no afectaba la secuencia de los tonales.
que los cinco soles abarcan la duración del periodo de
presesión del eje terrestre (Reseña de las Evidencias de
la Actividad Astronómica en la América Antigua).
Otro modo de llegar a esta edad fue estudiado por
Bowditch (1906) con respecto a las cuentas mayas.
Analizando su lógica interna, él dedujo que existía un
gran ciclo formado por diez soles de 5 200 años tunes,
con una duración total de 51 280 años terrestres. Este
lapso equivale aproximadamente a dos periodos de
presesión equinoccial, y corresponde a una ideología
donde los ciclos sólo se podían presentar en pares,
positivo y negativo.
Un posible modo maya de calcular el Año Magno
es el siguiente: debido a que contaban años tunes, sus
soles eran 75 años más cortos que sus equivalentes
nawatl. Si multiplicamos estos 75 años por los cinco Cinco Soles.
soles, resultan 373 años, es decir, un Baktún menos un
Katún y un Tun. Los mayas pudieron aprovechar este hecho para redondear su año magno,
sumando un Baktún adicional a las cinco ruedas de baktunes (65) que conformaban sus
cinco soles. De ese modo, cada Año Magno comenzaría un Baktún después que el
precedente, lo que generaría un ciclo mayor, de trece Años Magnos ó 338 mil años
terrestres.
Para Federico Gonzáles, no sólo hubo en México un conocimiento de la presesión
equinoccial, sino que insinúa que el calendario derivó de allí:17
No hay duda de que los mesoamericanos estaban familiarizados con este gran ciclo, a
partir de las observaciones y cálculos que realizaron, y del conocimiento que tenían de los
otros cuerpos celestes y sus revoluciones. Nosotros pensamos que (la presesión de los
equinoccios) es la llave interna del Tonalamatl. (Sacred Cosmology)
Jenkins aduce razones astronómicas:
El realineamiento de la pirámide de La Venta ofrece evidencia persuasiva de que los
astrónomos olmecas conocieron la presesión. (M. Jenkins, Maya Cosmogenesis 2012)
El análisis anterior deja un resultado de entre 365.2563 y 365.2565 días para la
duración del año sidéreo mesoamericano: el mismo que maneja la ciencia actual.
En el zodíaco maya de trece divisiones, el Año Magno se resolvía como la regencia de
trece casas de dos mil años de duración cada una. En la versión nawatl se calculaba de otro
modo, pero con el mismo resultado: 25 períodos de 1040 años. Ahora bien, ¿en qué
momento comenzaba este ciclo? Para determinar esto, tenemos
que partir de los datos establecidos, que son los siguientes:
1ro. Se ha demostrado que la duración del Sol equivale a
la rueda de los baktunes.
2do. La presente rueda de baktunes finalizará con el
alineamiento cósmico del 2012.
3ro. Según las fuentes, la llegada de los europeos tuvo
lugar durante el Quinto Sol.
4to. La estructura del Año Magno mesoamericano era
pentagonal, lo cual significa que el Quinto Sol es el último de la
serie.
Uniendo estos datos, la conclusión es que, en la actualidad,
Piedra de los soles. está por terminar un ciclo de soles y comenzar otro.
Mexica.

17 En mi opinión, lo que dio origen al concepto del “sol”, fue precisamente el cálculo del corrimiento de
la eclíptica y su posterior división por los cinco elementos o rumbos de la cosmogonía.
Capítulo Nueve
LA DINÁMICA DE LOS CICLOS EN LA VERSIÓN NAWATL

Antes de seguir adelante, demos una ojeada a los principales ciclos derivados de la
estructura del Shiwitl. Debo advertir que no todos aparecen recogidos en las fuentes que se
conservan, quizás porque rebasaban con mucho la capacidad de comprensión de los
cronistas españoles. Sin embargo, su formación es tan natural, que no pudieron pasar
inadvertidos a los cronólogos prehispánicos. A fin de presentarlos de un modo didáctico, los
he dividido en tres bloques:
a) Ciclos breves: los que involucran fragmentos del día y cantidades de días que no
completan el año sagrado.
b) Ciclos biológicos: los que abarcan, desde el año sagrado, hasta el Wewetilistli,
reputado por ser el límite de la vida humana en aquella sociedad.
c) Ciclos terrestres: los que son superiores al Wewetilistli e involucran duraciones de
la Tierra y el Cosmos.
Para cálculos muy finos, los cronólogos mesoamericanos probablemente contaron un
cuarto reino de duraciones mínimas que no analizaremos aquí.

CICLOS BREVES

Primero: Ishkichkawitl, momento. Este es el ciclo más pequeño que he podido encontrar;
quizás se le computaba como un treceavo de la hora mesoamericana, ó 5.5 minutos.
Segundo: Imam, hora; como veremos adelante, la hora precolombina duraba un
veintavo de día (72 minutos). Las horas tenían los nombres de los signos de la veintena y se
dividían en dos fases, de nueve y trece horas, que se traslapaban por su comienzo y final,
para dejar el ciclo en veinte horas. Las diurnas también se llamaban con los nombres de las
trece “aves preciosas”, que eran: Neshwitsilin, colibrí ceniciento, Ketsalwitsilin, colibrí,
Kokotsin, tordo, Sollin, codorniz, Kakalotl, cuervo, Chikoatli, cotorra, Papalotl, mariposa,
Tlotli, gavilán, Chalchiuhtotolin, pavo, Tekolotl, lechuza, Alotl, loro, Ketsaltotol, quetzal, y
Tosnene, papagayo. Las nocturnas tenían los nombres de los Señores de la Noche que
veremos adelante.
Tercero: Ilwikanautla’ko, cuarto de día. Sus nombres respectivos eran: Tlanesi,
amanecer, Tla’kotonatiu’, mediodía, Teotlak, atardecer, y Yowalnepantla, medianoche. Cada
cuarto de día medía cinco horas mesoamericanas ó seis de las nuestras.
Cuarto: Ilwikatla’ko, mitad del día, la división del día en dos partes: Tonalli, claridad, la
fase diurna, y Yowalli, oscuridad, la nocturna.
Quinto: nombre calendárico, Tonalli, día; nombre natural, Ilwitl, cielo.
Sexto: Makuiltika, cinco días, o Nentayan (un término relacionado con Nemontemi), la
semana mesoamericana. Sus días se llamaban Tiamikpan, día feriado, Achto, primero,
Okkan, segundo, Ikei, tercero, e Iknawi, cuarto. Cada día tenía una posición fija dentro de la
veintena:
Sus semanas eran de cinco días, y hay en cada mes cuatro de estas quintanas.
(Sahagún, Historia General)
Séptimo: Chiknawiltika, novena, período de nueve noches auspiciadas por los Nueve
Señores Nocturnos, cuyos nombres eran: Shiu’teku’tli, señor del fuego, Itstli, cuchillo de
obsidiana, Piltsinteku’tli, niño señor, Senteotl, divina unidad, Miktlanteku’tli, señor del rumbo
de los muertos, Chalchiu’teku’tli, señor precioso, Tlasolteotl, divina (señora) de la
inmundicia, Tepeyollotl, corazón de la montaña, y Tlalok, sobre la tierra.
Octavo: Tlapoalli, trecena. Existían dos tipos de trecena: una, en la cual los días eran
considerados como unidades y se contaban por su número de orden, y otra en la que sólo se
consideraba su fase diurna. Esta última estaba formada por los Trece Señores del Día, cuyos
nombres eran: Shiu’teku’tli, señor del fuego, Tlalteku’tli, señor de la tierra, Chalchiu’teku’tli,
señor de los jades, Tonatiu’, sol, Tlasolteotl, divina inmundicia, Miktlanteku’tli, señor de los
muertos, Shochipilli, príncipe de las flores, Tlalok, sobre la tierra, Ketsalkoatl, serpiente
emplumada, Teskatlipoka, humo del espejo, Yowalteku’tli, señor de la noche,
Tlawiskalpanteku’tli, señor de la aurora, y Sitlalinikue, falda de estrellas.
Noveno: Metstli, el mes mesoamericano de veinte días. Su nombre, de la raíz Me,
pierna, aludía al conjunto de los dedos del cuerpo.
Décimo: Machiotl, constelación, bloque de 28 días sobre los cuales regía cada una de
las trece constelaciones de la eclíptica mesoamericana.
Undécimo: Ompoaltonalli, cuarentena; se formaba por la duplicación del Metstli. Este
es un ciclo poco estudiado, pero importante, relacionado con los ritos de purificación y con el
ajuste venusino.
Duodécimo: el nombre nawatl se ha perdido; en maya era Ah Toc, presentador. Este
es el concepto prehispánico más parecido a las estaciones del Viejo Mundo. Se trata de
cuatro días relacionados con los solsticios y equinoccios, que dividen el año civil en bloques
de 90 días.
Dividen el año en cuatro partes, como nosotros. (Teogonía e historia III.95)
Decimotercero: Painalshiwitl, año de mercurio, calculado en 117 días, es decir, una
vuelta de las series combinadas de los Trece Señores Diurnos y los Nueve Nocturnos.
Decimocuarto: Shiu’tla’ko, medio año. Debido al clima del Altiplano, los nawas
conocían sólo dos estaciones: Tonalko, caluroso, el período de seca, y Shopanko, fructífero,
el período de lluvia, compuestas de catorce trecenas cada una.

CICLOS BIOLÓGICOS

Primero: Tonalpowalli, cuenta de días, el “año” de la gestación humana. Se componía de 260


tonales o combinaciones. En el Códice Borgia, el Tonalpowalli se divide en dos alas
simétricas de 130 días, compuesta cada una por la sucesión de siete septenas más nueve
novenas: 2 (72 + 92) = 260.
Segundo: Machiotl Shiwitl, año astrológico, el ciclo de revolución de las trece
constelaciones de la eclíptica. Duraba 364 días.
Tercero: Shiwitl, estación, el año civil compuesto de 18 veintenas más cinco días
extraordinarios. Los ajustes astronómicos que le incorporaron, lo fijaron en 365.2422 días.
Cuarto: Weisitlalsiwitl, año de venus, período redondeado en 584 días, tras los cuales
este planeta vuelve a aparecer en una fase dada.
Quinto: Nashiwtil, cuadrienio, período de cuatro años en que rotaban los cuatro
cargadores de la veintena.
Sexto: Chiknautonalpowalli, nueve cuentas de días, período de nueve Tonalpowalli
introducidos por los Nueve Señores de la Noche, de 2340 días ó media trecena de años de
duración. La lógica de este ciclo es la siguiente: si dividimos 260 entre 9, esto deja un
residuo de ocho; por lo tanto, los nueve Tonalpowalli comenzaban en los señores número 1,
9, 8, 7, 6, 5, 4, 3 y 2.
Séptimo: Ineshtiwa, cenicienta, ciclo de cinco años venusinos u ocho terrestres tras los
cuales Venus vuelve a una misma posición en el cielo. Esta atadura era escenario de una
importante festividad:
De ocho en ocho años hacían un ayuno a pan y agua por espacio de ocho días, y
celebraban al cabo una fiesta donde hacían solemne areíto los principales ... A esta fiesta
llamaban Inextihua, que quiere decir “buscar ventura”. (Sahagún, Historia general)
Octavo: Chiknaushiwitl, nueve años, ciclo formado por la sucesión de los Nueve
Señores de la Noche, los cuales fungían como cargadores con relación a otros tantos días de
año nuevo. Como 365 entre 9 deja un residuo de 5, el consecutivo de estos señores daba
saltos de cinco puntos por la novena, comenzando los nueve años sucesivos en los señores
número 1, 6, 2, 7, 3, 8, 4, 9 y 5.
Noveno: Shiu’tlapoalli o Tlalpilli, tecenio, uno de los cuatro cuadrantes del ciclo de
Fuego Nuevo. Se compone de la menor cantidad de años cuyos nombres contienen todos los
cargadores de la trecena. Recibían el nombre de su año introductor.
Décimo: Senpoalshiwitl, veinte años, ciclo nawatl equivalente al Katún maya. La
existencia de dos cuentas paralelas, una de años vagos y otra de años bisiestos, implicaba
dos tipos de cuentas semanales. En la primera, cada año comenzaba en el primer día de la
semana; en la segunda, cada cuadrienio comenzaba un día después que el precedente.
Puesto que la semana tenía cinco días, multiplicados por los cuadrienios, esto daba un ciclo
de veinte años. Una fuente especifica que la veintena de años tenía jeroglífico propio,
probablemente el mismo del orden matemático correspondiente:
Huitzilopochtli, dios de los de México, nació sin carne, y de esta manera estuvo
seiscientos años. En sus figuras no tienen más asiento que los seiscientos años, contándolos
de veinte en veinte, por la señal (jeroglífica) que significa “veinte”. (Teogonía e historia I.11)
Undécimo: Tonalmolpilli, atadura de los tonales, período de 42 años tras los cuales se
sincronizan los tonales de un cómputo vago y otro bisiesto.
Duodécimo: Shiu’molpilli o Toshiu’molpilia, atadura de años, período de 52 años tras
los cuales se sincronizan el Shiwitl y el Tonalpowalli.
Decimotercero: Sempoalmolpilli, atadura de la veintena, ciclo de 80 años formado por
la sincronización de veintena de un consecutivos de años vagos con otro bisiesto.
Decimocuarto: Wewetilistli, edad de 104 años, ciclo de atadura del año sinódico
venusino con el terrestre. Los wewetes se contaban por pares.

¿CUENTAS LARGAS EN EL ALTIPLANO?

En el reciente evento de Casa Meshico, uno de los ponentes explicó que la elección de ciclos
breves y largos tiene que ver con la sicología de los pueblos. Supuestamente, los mayas, un
pueblo calmo y espiritual, refirieron los eventos humanos a plazos cósmicos, mientras que
los mexicas, con su dinamismo juvenil, preferían no tener mucho tiempo que contar. Esta es
una apreciación arbitraria que se invalida, si consideramos que pueblos eminentemente
teocráticos, como los de Teotihuacan y Monte Albán, emplearon la versión calendárica
nawatl. Si ellos no usaron los ciclos largos de los mayas, fue por una razón diferente. ¿O tal
vez los usaron y no nos hemos dado cuenta?
Algunos investigadores se preguntan cosas evidentes, por ejemplo, ¿cómo es posible
que, siendo partícipes de unos mismos principios culturales, los calendarios maya y mexica
se diferencien tan radicalmente, al punto de que el primero es el más amplio del mundo, en
tanto el segundo es uno de los más restringidos? ¿Cómo admitir que los sabios del norte
ignorasen o no supiesen fijar en números lo que tan ostensiblemente conocían sus vecinos
del sur? ¿Cómo explicar que un sistema derivado del olmeca, como es el nawatl, hubiese
olvidado los ciclos que ya existían en aquel calendario?
Ninguna de las fuentes escritas que se han conservado menciona la cronología de las
estelas mayas clásicas. Si no hubiesen sido descubiertas por centenares en medio de la
selva, seguiríamos ignorando todo lo relativo a la cuenta larga. De aquí podemos extraer
una importante lección: la ausencia de mención de un mecanismo calendárico entre los
Cronistas de Indias, no prueba nada. De manera que es completamente legítimo especular
sobre el marco amplio de la cronología nawatl.
Pero no todo es especulativo. La arqueología documenta sobre el uso ininterrumpido
de una misma versión calendárica en el valle de Anawak y sus zonas de influencia, por lo
menos durante 2500 años. Este lapso de tiempo es una larga secuencia y debió generar su
reflejo calendárico. Por otra parte, el estudio de las resonancias más elementales del
Tonalpowalli, demuestra la existencia de una rueda de veinte Fuegos Nuevos, así como la
unión de cinco de estas ruedas en un Sol y de cinco soles en un año precesional. ¡Y estos ya
no son ciclos “cortos”! Todo lo cual sugiere que también los mexicas tuvieron una noción del
tiempo cósmico.
Aclaremos que la expresión “cuenta larga” es subjetiva. Los prehispánicos no la
hubieran empleado porque, al estar acostumbrados a las nociones de orden y conjunto, les
bastaba con observar la escritura numérica de un ciclo, para determinar de inmediato con
qué otros interactuaba. La característica fractal de los números toltecas hacía inevitable que,
una vez que se determinaban ciertas periodicidades básicas, surgieran otras muy superiores
por asociación mecánica. Un investigador afirma:
Las tradiciones precolombinas trabajaron con números proporcionales, donde los ceros
terminales de ninguna manera alteran la raíz del número, que es la llave de todos los
cálculos. (F. Gonzáles, Sacred Cosmology)
Y lo contrario también se cumple: una vez definida la raíz, era asunto de añadirle ceros
para llegar a sus resonancias.
En la actualidad, las expresiones “cuenta larga” y “corta” se siguen usando para
comparar el Tun con el Shiwitl-Haab; pero, en mi opinión, llegará el momento en que
resulten obsoletas. A continuación veremos algunas de las principales resonancias de la
hipotética cuenta larga nawatl. He reelaborado o adaptado del maya los nombres nawatl que
no aparecen en fuentes conocidas.

CICLOS TERRESTRES

Primero: Makuilshiu’molpilli, cinco ataduras, equivalente al Oxlahun Katunoob, rueda de los


katunes ascendiente a 260 tunes. Dentro de la versión nawatl, este ciclo aparece como
consecuencia natural de diversos sincronismos: vigésima parte del sol de 5200 años, cuarta
parte de la rueda de los Shiu’molpilli, sincronía de los ciclos de 52 y 80 años y mitad del
ciclo de ajuste del bisiesto que veremos en la última parte de este libro.
Segundo: Chalchiu’tonatiu’, sol de piedras preciosas. Dura 364 años ó siete Fuegos
Nuevos. Aparece mencionado en la Teogonía e historia I.48.
Tercero: Weshiu’molpilli, gran fuego nuevo, período de 520 diez ó diez Fuegos Nuevos,
formado por descomposición binaria del ciclo de 1040. Es mencionado por diversas fuentes.
Como veremos, tiene máxima importancia para la corrección anti-bisiesta. Su existencia se
puede establecer arqueológicamente, a partir del cambio histórico de los cargadores anuales
y de los ordinales de los Fuegos Nuevos.
Cuarto: Tlaltonatiu’, sol de tierra, dura 676 años ó trece Fuegos Nuevos. Aparece
mencionado en la Teogonía e Historia I.46.
Quinto: Shiu’moltlalpilli, ataduras de fuegos nuevos, ciclo de 1040 años ó veinte
Fuegos Nuevos, formado por la sincronización del Tonalpowalli, el Shiwitl y el año vago. La
Leyenda de los Soles lo conforma como la sucesión de trece y siete Fuegos Nuevos.
Sexto: este ciclo se forma del mínimo de tiempo necesario para que se sincronicen los
días de inicio de los años en las versiones maya y nawatl; asciende a 1440 años Shiwitl-
Haab, equivalentes a 1461 tunes.
Séptimo: Tlakuepshiwitl, retorno anual, ciclo de 1492 años formado por la
sincronización de un consecutivo de años vagos con otro ajustado por el bisiesto y el anti-
bisiesto.
Octavo: Tameme Ololli, ciclo de los cargadores, el período de recurrencia de las cinco
series de cargadores que es posible efectuar sobre la veintena, de 2600 años de duración.
Noveno: Tonatiu’, sol, edad básica de la cosmogonía mesoamericana. Había cinco soles
de 5200 años cada uno, cuyos nombres eran: Atonatiu’, sol de agua, Tlaltonatiu’, sol de
tierra, Tletonatiu’, sol de fuego, Ekatonatiu’, sol de aire y Ollintonatiu’, sol de movimiento. El
término Tonatiu’ también se empleó para designar a las sub-unidades del Sol cosmogónico.
Décimo: este ciclo es el mínimo de tiempo necesario para que la sincronización del
Shiwitl y el Tun ocurra en una misma combinación del Tonalpowalli. Asciende a 10 400 años,
equivalentes a diez a ataduras de Fuegos Nuevos o dos Soles.
Undécimo: Metstli Ololli, rotación de las veintenas, un ciclo hipotético de 18 500 años,
formado por la rotación de las veintenas introductoras del año nawatl, a fin de mantener una
sincronía con el paso cenital de las Pléyades basada en la duración del Tonalpowalli.
Duodécimo: Weitonatiu’, gran sol, ciclo de presesión de los equinoccios, con duración
de 26 mil años divididos en trece casas zodiacales de 2000 años o 25 segmentos de 1040
años.
Decimotercero: Chikontonatiu’, siete soles, ciclo compuesto por el anterior más dos
soles, para completar el septenario, con 36 400 años de duración. Este ciclo reproduce la
relación que existe entre el Tonalpowalli y el Shiwitl, formados respectivamente por cinco y
siete bloques de 52 días.
Decimocuarto: Tlapoaltonatiu’, trecena de soles, ciclo de 65 veintenas de Fuegos
Nuevos o trece soles, ascendiente a 67 600 años. Raúl González lo explica así:
Teniendo en cuenta el día residual que se acumula cada 128 años por concepto del
exceso del bisiesto, entonces 67 600 años es la cantidad de tiempo que tiene que transcurrir
para que se acumule un Tonalamatl completo, es decir, para que el día inicial del año
sagrado, Uno Sipaktli, coincida de nuevo con el día inicial del año en un día astronómico
dado. (Intervención para el encuentro de Casa Meshico)
Decimoquinto: Sempoaltonatiu’, veintena de soles, de 104 mil años de duración. Su
resonancia calendárica es perfecta, pues incluye veinte soles.

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