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Policías y reporteros gráficos: como el gato y el ratón (Parte I)

Los incidentes de mediados de marzo en Barcelona entre la policía autonómica y


los estudiantes "antibolonia" que se saldaron con varios periodistas y policías
heridos pusieron de manifiesto que la relación entre las fuerzas del orden y los
reporteros gráficos no es precisamente cordial. Los policías se quejan de que la
prensa molesta; la prensa denuncia que la policía no deja trabajar.
QUESABESDE.COM se ha adentrado en ambos mundos para tratar de sacar
conclusiones a un conflicto absurdamente enconado.

"Son como Bruce Willis y Cybill Shepherd en 'Luz de luna': trabajan juntos, se odian, se
quieren… se necesitan." Se refiere a la relación entre la policía y los reporteros gráficos,
y la frase la pronuncia un fotoperiodista que actúa sobre suelo madrileño.

La relación entre los agentes del orden y los informadores gráficos se ha vuelto tensa,
cuando no imposible. En cada encuentro se hacen la zancadilla mutuamente, olvidando -
como si de niños se tratase- que ambos están en el mismo bando.

"Es un tira y afloja", comenta un fotógrafo a QUESABESDE.COM, "pero ahora se


trabaja mejor que antes, cuando la Policía Nacional iba de marrón; aunque siguen
existiendo abusos".

Sería difícil poner un punto al comienzo de la relación incómoda entre ambos


colectivos. Hay quien dice que esta crispación viene desde que el mundo es mundo y
que así seguirá. Otros opinan que, con la llegada de Internet, la brecha que los separaba
se ha convertido en un abismo.

"Antes un fotógrafo hacía una


foto y se quedaba en el
periódico; hoy la hace y pasa a
formar parte de todo un dossier
en las páginas web proetarras y
antisistema, por lo que tenemos
que tener especial cuidado de
que no nos hagan ninguna foto",
comentan a este medio desde la
trinchera de los uniformados.

No hay que rebuscar mucho para


que un fotoperiodista te cuente
algún altercado con las fuerzas policiales. De hecho, basta con arrimar un poco la oreja
para que la conversación salga sola en los corrillos de la profesión. Desde pequeños
roces hasta graves controversias que acaban en el juzgado, pasando por el borrado de
fotografías que se repite mes tras mes bajo la amenaza de requisar la cámara.

"Puede que si denuncio me den la razón -nos comenta un fotógrafo- pero no puedo estar
sin cámara un día, y menos una semana."

Casi todos los profesionales de la imagen tienen alguna historia que contar, aunque son
pocos los que entonan el mea culpa. Entre los confesos se encuentra Francisco Seco.

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Este fotógrafo free lance tuvo que cubrir el
trágico accidente de Spanair de hace unos meses y
recuerda que la zona era casi inaccesible.

"Para acercarnos tuvimos que saltar una valla del


perímetro del aeropuerto… y pensábamos correr
hasta donde llegásemos. A los 50 segundos, la
Guardia Civil nos pilló, y con un trato muy
correcto nos tomó los datos y nos echaron de allí,
aunque al final no nos denunciaron."

Si la foto no es buena, es que no estabas


suficientemente cerca

La excusa siempre es la misma: acercarse lo


máximo posible para hacer la mejor foto.
"Bastante censura tenemos ya como para
autocensurarnos", nos explica un fotoperiodista.
Desde el lado policial no secundan esta opinión:
"La prensa actual sólo busca amarillismo",
comenta a este medio un Policía Nacional. "Cuanta más casquería [para los fotógrafos],
mejor".

Las quejas en el colectivo de la imagen periodística son muchas, aunque casi todas se
reducen a una: la policía no les permite trabajar con libertad.

En Madrid, centro de la mayor parte de


instituciones oficiales y, por tanto,
emplazamiento en el que proliferan las
manifestaciones, los fotógrafos de prensa
ponen el acento en que la policía les impide
acercarse cuando hay altercados, les revisa
las cámaras arbitrariamente y les obliga a
borrar las fotos amenazándoles con denuncias
por desobediencia a la autoridad. "La
mayoría traga por no meterse en líos",
reconoce un fotógrafo.

Otros están aún más indignados: "Yo, como


no soy policía, no critico lo que hacen ni por
qué lo hacen. Me puede parecer bien o mal
que carguen contra estudiantes [en referencia
a las citadas manifestaciones en Barcelona],
pero no lo digo porque no sé qué hay detrás
de esa carga, no sé quién la ha ordenado ni
por qué. Sin embargo, basta meterte en
páginas web de policías para que nos pongan
a caldo." Otro fotoperiodista de un diario de

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tirada nacional secunda, irritado, esta versión: "Es que tiene cojones que gente así, que
son como tú y como yo, que no son más aunque lleven pistola, me prohíba trabajar en la
calle… ¡En la calle!".

Este mismo fotoperiodista nos recita algunas de las declaraciones que dice haber leído
en foros de temática policial (y que QUESABESDE.COM pudo posteriormente
corroborar). Declaraciones como "se pueden hacer las mismas fotos desde la acera de
enfrente", "ser periodista no es ser inmune", "parece que quieren recibir y me alegro
enormemente de que se hayan ido algunos calentitos".

"Imagínate que dijera yo lo mismo de un policía: que si parece que quiere recibir, que
ser policía no es ser inmune, que puede hacer lo mismo desde la acera de enfrente o que
me alegro de que se vaya calentito."

En Madrid, uno de los lugares con más relación entre fotoperiodistas y policías es el
Congreso de los Diputados. En la sede del parlamento varias decenas de agentes
trabajan con los fotógrafos a diario.

Policías en la entrada, policías en el interior del edificio, policías escoltando a los


diputados. Uno de ellos, que ya ha pasado la treintena y lleva unos diez años en el
cuerpo, nos comenta que su relación con la prensa en general y los fotógrafos en
particular es buena y que nunca ha tenido problemas de ningún tipo.

"Los policías del Congreso -explica a QUESABESDE.COM un periodista gráfico


acreditado en la cámara baja- son distintos a los policías de la calle. Están
acostumbrados a nosotros. Muchos nos ven a diario y saben nuestro nombre; saben que

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no somos una amenaza para nadie y nos dejan trabajar sin dejar ellos de hacer su
trabajo."

Pequeñas anécdotas los fotoperiodistas tienen a miríadas para contar. Un informador de


un veterano diario nos cuenta que en una ocasión alguien se equivocó y tapó la cara de
un diputado en lugar de la del policía. La mayoría de funcionarios lo tienen asumido.

Emilio, un inspector del Cuerpo Nacional de Policía bregado en tres guerras, dice que
ver su cara en los medios es algo que tiene asumido: "Antes, cuando estaba en otra
unidad, nadie sabía quién era ni qué hacía, pero cuando la dejé, entré al servicio de
protección de uno de los políticos con más riesgo de sufrir un atentado y tenía que estar
todo el día pegado a él, y por supuesto también delante de las cámaras."

La cercanía lima asperezas

Sea como fuere, lo que parece demostrado es que la cercanía lima asperezas y ahuyenta
fantasmas. Rubén es un Guardia Civil que hasta hace algunos meses estaba destinado en
el GAR (Grupo de Acción Rápida), una unidad de élite especializada en la lucha
antiterrorista.

Rubén no tuvo mucha relación


con la prensa porque sus
operaciones casi siempre eran
"discretas" y cuando practicaron
algún desalojo más o menos
público la prensa se colocaba
muy lejos. Aun así, nos dice,
"algunas veces mi cara ha salido
en periódicos de esos".

¿Se denunciaba? "No, los jefes


no querían." ¿Y por qué si los
agentes de información se
cubren el rostro, vosotros no?
"Órdenes", comenta con resignación. "Los jefes dicen que no y es que no. Yo hice
muchos controles en Irún, y allí estábamos con el equipo táctico, pero a cara
descubierta."

Hoy Rubén protege a una de las tres personalidades políticas más importantes de
España y se relaciona día tras día con los fotógrafos de prensa. "Al principio vine con
miedo porque me advirtieron de que los fotógrafos eran de cuidado. Fíjate, tanto tiempo
en una unidad antiterrorista y me entra el miedo aquí. Pero al final no es para tanto."

Su compañero Antonio escucha la conversación asintiendo con la cabeza: "Nosotros os


conocemos y sabemos cómo trabajáis, y vosotros sabéis cómo trabajamos nosotros, por
eso no hay ni un problema. El problema aparece cuando trabajamos con gente de fuera,
fotógrafos que no conocemos."

"En unas elecciones -cuenta Antonio-, durante un mitin político en Valencia, un


fotógrafo se cayó y lo sujetó un compañero nuestro, que lo libró de un buen golpe.

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Alguien hizo esa foto y al día siguiente se publicó en portada que un escolta había
impedido a este fotógrafo hacer su trabajo… Imagínate cómo se sintió este compañero;
la de explicaciones que tuvo que dar y los ánimos con los que vuelve allí. Éste es otro
problema de los fotógrafos: tú haces las fotos pero luego no sabes lo que pasa con
ellas."

José María también es Guardia Civil. Protege al presidente del gobierno y su grupo se
encarga de vigilar que entre los periodistas no haya ningún elemento peligroso, por lo
que su trabajo se desarrolla casi constantemente entre los fotógrafos, que son los
informadores que más se acercan a la persona escoltada.

"Llevo en esta unidad desde que se creó y nunca he tenido un problema con los
fotógrafos. Nunca. ¿Qué interés puedo tener yo en que tú no trabajes? Ninguno. Mi
misión es otra; para nada quiero yo molestarte."

Acompañando al presidente, José María ha visto su cara en prensa escrita y televisión


"muchas veces", pero eso no le preocupa. "Es algo que viene con el traje -bromea- y hay
que asumirlo. Me preocuparía si me sacasen todos los días, pero es sólo de vez en
cuando."

Policías y reporteros gráficos: pixelízame (Parte II)

Los fotoperiodistas han cambiado el cuarto oscuro por el ordenador y la


ampliadora por el Photoshop. A pesar del gigantesco avance que ha supuesto la
fotografía digital, los informadores gráficos tienen un compromiso con la realidad
que cuestiona el uso de algunas herramientas de edición. El equilibrio entre la no
manipulación y la seguridad de los cuerpos policiales es un tema a debate en los
círculos periodísticos que ni hoy -ni probablemente a corto plazo- tiene visos de
solucionarse.

Las caras sin difuminar son una de las batallas más radicales que enfrentan a los
cuerpos y fuerzas de seguridad con los fotoperiodistas. La mayoría de policías teme por
su seguridad, y por ello piden que sus rostros salgan difuminados en las fotos.

Como hemos podido comprobar, sin embargo, hay quien lo tiene asumido: "Para eso
tomamos unas estrictas medidas de autoprotección", sentencia un ex-GEO (Grupo
Especial de Operaciones).

Filtro>pixelizar>mosaico>aceptar

Pixelizar rostros en las fotos, que en


principio parece una petición
sencilla, se enfrenta con múltiples
muros y puertas cerradas que
enquistan el problema. Aunque la
mayoría de fotógrafos consultados
afirma que "se distorsionan las
caras de los policías por sistema",
hay quien lo hace "sólo si lo piden".

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Otros tienen sus reservas: "Desde que estuve en una exhibición de los TEDAX (Técnico
Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos) y vi la cantidad de particulares
con cámara que hacían fotos a los policías a cara descubierta, decidí no tapar ni una
cara."

Otros fotógrafos se enfrentan


directamente con el libro de
estilo de su medio, y es que
hay agencias de renombre
como Reuters o Associated
Press que prohíben expresa y
taxativamente - incluso con
sanción de despido
fulminante- difuminar una
cara.

Associated Press lo deja bien


claro: "Difuminar es
manipular." Esta agencia tiene
unos criterios muy estrictos en
este sentido y prácticamente
cualquier variación de la
imagen -un simple ajuste de
niveles- puede ser considerado
manipulación. Sergio Pérez,
fotógrafo de la agencia
Reuters y autor de la famosa
foto de las Azores defiende la
no ocultación de las caras en
base a que "nosotros [las
agencias] somos transmisores
de información, no
publicamos esas fotos".

Uno de los momentos más tensos de los últimos meses fue el funeral, en la Academia de
Guardias Jóvenes de Valdemoro, de los Guardias Fernando Trapero y Raúl Centeno,
asesinados por terroristas de ETA en Francia.

Un veterano fotógrafo del diario ABC y otro de La Razón nos cuentan que en ese
funeral los ánimos estaban tensos porque en un acto anterior algunas televisiones y
agencias pasaron la imagen sin distorsionar de los Guardias del Servicio de Información
que llevaban los féretros.

"Nos dijeron que tapásemos las caras, y que si alguien no lo hacía no volvería a
trabajar". Una amenaza en toda regla que la mayoría de fotoperiodistas entendieron
perfectamente "porque son gente infiltrada en ETA". Emilia de Frutos, de La
Vanguardia, lo tiene clarísimo: "Si hay que elegir entre el libro de estilo y la seguridad
de la persona, prevalece la seguridad de la persona."

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La AUGC (Asociación Unificada de Guardias Civiles) recuerda aquel suceso con pesar,
pero uno de sus representantes defiende en declaraciones a este medio la actuación de
los reporteros gráficos: "En estos casos hay que tragarse toda la ira y toda la mala leche
que tengas dentro. Si eres un agente del Servicio de Información, no debes ir
públicamente con el féretro."

Además, la AUGC no es partidaria de tapar todas las caras de los agentes: "Entendemos
que en ciertos casos, como con agentes infiltrados o escoltas, sí se requiera ocultar las
caras, pero con el resto no. ¿Por qué hay que tapar la cara a un Guardia Civil de Tráfico,
o a un policía que está conduciendo a un detenido? Están haciendo su trabajo en la calle,
no hay que ocultarlos como si fueran delincuentes. Nuestra revista tira 30.000
ejemplares y nosotros no tapamos."

Los periodistas también se defienden. Un gráfico de una agencia internacional se


muestra crítico: "No tenemos que ser nosotros quienes velen por su seguridad. En
España no está regido por ley que se tengan que tapar las caras. Tendrán que ser los
medios, no las agencias, los que tapen si quieren."

Daniel Ochoa de Olza, de Associated Press, está de acuerdo -en líneas generales- con su
compañero, pero admite tener dudas al pensar que diarios próximos a las tesis más
radicales tengan acceso a esas fotos sin censurar: "Claro que lo pienso; soy persona."

Otros compañeros matizan sus palabras:


"A mí lo que más me jode es que te
prohíben hacer fotos, se ponen chungos
contigo, te amenazan… pero luego
desfila la Guardia Civil por la Castellana
[la emblemática avenida de Madrid por
donde discurren los desfiles militares] y
hala, cien mil personas haciendo fotos a
cuarenta tíos a cara descubierta. ¿No
quieren seguridad? Pues que vayan a
requisar las cien mil cámaras."

"Ni que fuéramos del IRA"

Desde un gran rotativo español un fotógrafo recuerda una visita al acuartelamiento de la


Unidad Especial de Intervención de la Guardia Civil (UEI), probablemente la unidad
policial más cualificada de España.

"Estábamos con el Rey, que visitaba la unidad por un aniversario, me parece, y apenas
pudimos hacer nada. El Rey pasó revista a la compañía y todos los guardias llevaban
pasamontañas para ocultar su identidad. Inmediatamente después hicieron una
exhibición a la que no pudimos asistir; sólo pasaron las autoridades."

La pregunta es obligada: si la UEI se puede cubrir, ¿por qué el resto de unidades no?
Según la AUGC: "¿Ponernos pasamontañas? Ni que fuéramos del IRA."

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Algunos policías, más radicales en sus posturas, abogan por la prohibición "por ley" de
sacar el rostro de los funcionarios en los medios de comunicación, aunque en la práctica
eso sea imposible.

Según nos cuenta un cámara de la Federación de Organismos de Radio y Televisión


Autonómicos: "Si se prohibiera, significaría la desaparición de facto de las conexiones
en directo en casi todas partes; no ya sólo en manifestaciones, sino también en centros
oficiales donde hay policías en la puerta. Distorsionar una imagen en directo es casi
imposible; haría falta un operador expresamente para eso, moviendo la máscara de
forma continua y anticipándose a los movimientos del policía."

La AUGC nos asegura por boca de un portavoz no tener conocimiento de quejas acerca
de ocultar los rostros de policías y guardias en medios de comunicación. "Y eso que
llevo aquí muchos años."

Dos escoltas del grupo de protección de presidencia del gobierno español toman posiciones minutos antes de
comenzar la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros.

No hay un truco mágico que ponga remedio a esta problemática. De hecho, la propia
policía da un mal ejemplo. Un joven fotógrafo madrileño cuenta una anécdota ocurrida
durante una visita del Ministro Rubalcaba a un edificio de la Policía Nacional en
Madrid.

"Estábamos en la sala principal, con multitud de ordenadores y policías. Llegó el


Ministro y se acercó a saludar a varios agentes, todos jóvenes, y les hicimos muchas
fotos. Me acerqué a uno de los policías y le pregunté si quería que le tapase la cara. El
agente le dijo que no le tapase, que quería que le viera su madre en el periódico."

Además, tanto en la página web de la policía como en la del Ministerio del Interior hay
galerías de imágenes donde las caras de los funcionarios se ven perfectamente, sin
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ninguna indicación ni restricción para la descarga de las mismas. Cualquiera, sea
periodista o no, puede hacerse con esas imágenes.

Quienes no se ocultan con pasamontañas son los agentes de las Unidades de


Intervención Policial (UIP), los comúnmente conocidos como antidisturbios. Esta
unidad está especialmente entrenada para intervenir en algaradas callejeras, desalojos y
-en general- cualquier situación que rompa la relativa tranquilidad de la vida diaria. Son
los más temidos por los fotoperiodistas.

Actuaciones fulminantes y contundentes son necesarias para el desalojo de una sentada


o para que una manifestación no se convierta en una batalla campal.

El problema llega cuando esa contundencia se aplica para con los fotoperiodistas, como
ocurrió en Barcelona con el desalojo de estudiantes efectuado en marzo por la Brigada
Mòbil de los Mossos d'Esquadra, los antidisturbios -por así decirlo- de la policía
autonómica catalana.

La policía se defiende atacando a los periodistas, acusándoles de no contar la verdad, de


colocarse en un lugar inapropiado y de buscar la foto más escabrosa.

Policías y reporteros gráficos: cinco horas de calma, cinco minutos de noticia


(Parte III)

Ya lo dijo Robert Capa: si no tienes una buena foto, es que no estabas


suficientemente cerca. Un fotógrafo ha de estar al frente de la trinchera para
tomar las mejores fotos, y eso suele derivar en roces más o menos contundentes y
más o menos involuntarios con las fuerzas policiales. Pies de foto poco afortunados
y fotos sacadas de contexto son, en algunas ocasiones, la chispa que necesita el
polvorín para saltar por los aires.

Un Guardia Civil en activo se pregunta que si en una manifestación hay cinco horas de
tranquilidad y cinco minutos de altercados, "¿por qué sale siempre la foto de los
altercados?" Policías veteranos que han pasado por la unidad también se quejan de que
la prensa siempre saca las fotos más escabrosas de las Unidades de Intervención Policial
(UIP).

Jon Barandica, fotoperiodista


y jefe de fotografía del diario
Público, está de acuerdo en el
fondo de la afirmación, pero
expone sus razones: "Una
foto de un altercado sin duda
va a tener mucho más
impacto visual, más fuerza
dramática que una foto
normal. ¿Tendemos a poner
siempre la foto más
impactante? Sí, pero también
hay que entender que tenemos
la opinión de los jefes, y hay

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que tener en cuenta lo que dice el texto de la noticia y cómo está hecha la maquetación."

Ricardo Gutiérrez, jefe de fotografía de El País, remarca que esto "no es amarillismo en
absoluto". Así lo ve este veterano fotógrafo: "No se puede cuantificar la importancia de
una noticia por su duración. Que haya una manifestación y durante cinco horas no pase
nada no es noticia; que haya altercados aunque sean cinco minutos, sí."

Uno de los ejemplos más repetidos por los agentes de la autoridad cuando sale este tema
se refiere a un enfrentamiento de hace ya muchos meses entre la policía autonómica
catalana, los Mossos d'Esquadra, y unos manifestantes.

Aquel día un agente resultó herido en la manifestación, pero la polémica surgió porque
diversos medios publicaron la imagen de un policía autonómico con un "kubotan", un
cilindro ligeramente punzante utilizado para reducir o conducir a una persona. "Que
haya un policía herido parece que no es noticia", comenta un agente a este respecto.

¿Y las agresiones? ¿Son ciertas las repetidas acusaciones de los fotógrafos acerca del
exceso de fuerza por parte de la policía? ¿O son tal vez la venganza de los
fotoperiodistas por no conseguir la foto deseada?

"Todos lo hemos visto alguna vez", sentencia un fotógrafo. "Antes, cuando la


democracia era mucho más joven, algunos policías te golpeaban la parte de debajo de la
bolsa para que los objetivos salieran despedidos y no pudieras trabajar; hoy muchas
veces te golpean directamente sólo por estar allí, por hacer fotos. Te pegan por hacer tu
trabajo. Tienen miedo a que les saques haciendo algo que no deben hacer."

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Ahora, según la mayoría de fotógrafos consultados, se trabaja mejor que antes, aunque
se sigue sin trabajar bien. Los recientes incidentes con los Mossos tras el desalojo de la
Universitat de Barcelona lo demuestran.

"Aceptamos -sentencia
un fotógrafo madrileño-
que hay accidentes, que
te pueden dar un
botellazo o un porrazo
sin querer por estar en el
meollo del tema. Lo que
no es admisible es que te
pongas a hacer una foto
y te peguen con la porra
de forma deliberada."

Teléfono escacharrado

La rumorología y el
efecto teléfono escacharrado también tienen algo que decir en todo esto.

Se cuenta en Madrid la historia de un fotógrafo, allá por los años 90, que retrató el
cargador de la pistola de un Policía Nacional con una pegatina de la bandera falangista.
Según se comenta, dicho fotógrafo estuvo buscado por la policía como un vulgar
delincuente. "Estuvo casi seis meses sin poder pisar la calle; la policía llevaba su foto en
las lecheras [furgonetas de los antidisturbios] y te preguntaban el nombre por si le
conocías", nos comenta un profesional del sector.

Una simple llamada al protagonista de esta historia, que hoy pisa moqueta, desmonta la
historia punto por punto revelando que lo que realmente sucedió poco tiene que ver con
lo que se cuenta.

"Lo que ocurrió fue que hice una foto a unos antidisturbios y llevaban una pegatina en
el casco que se parecía al logotipo de una tienda de ideología ultra [denunciada varias
veces por ensalzar el nazismo y hacer apología del racismo]. Se asoció a esa unidad con
la tienda, y precisamente esa unidad de antidisturbios era muy respetada. Aquel
malentendido supuso una mancha para ellos, pero a mí ni me dijeron nada ni me pasó
nada."

El carné de prensa no es suficiente

No faltan agentes que piden que los fotógrafos se calcen un chaleco o distintivo similar
que los distinga. Un policía de una UPR (Unidad de Prevención y Reacción) se queja de
que los fotógrafos no están debidamente identificados y que si ellos tienen que cargar lo
van a hacer esté quien esté en la calle. "En esos momentos no te puedes parar a pedir un
carné", argumenta.

Fotógrafos consultados cuestionan esta idea, ya que "un chaleco que ponga PRENSA lo
hace cualquiera en cualquier tienda. Ojalá hubiera un chaleco oficial [como
recientemente se ha aprobado en Catalunya, aunque en este caso es un brazalete] que

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diese la Delegación del Gobierno, pero ahora mismo lo único que nos identifica como
periodistas es nuestro carné de prensa." Actualmente tanto la Federación de
Asociaciones de Prensa de España (FAPE) como la Asociación Nacional de
Informadores Gráficos de Prensa y Televisión (ANIGP-TV) están en conversaciones
con el Ministerio del Interior para extender el ejemplo catalán a toda España.

Y es que en muchas ocasiones el trabajo de los agentes de la UIP choca frontalmente


con el de los informadores gráficos.

Perímetros de seguridad de gran magnitud, agentes que se niegan a desplazarse siquiera


medio metro para que los fotógrafos puedan encuadrar y jefes de dispositivo
especialmente quisquillosos con las acreditaciones de prensa se enfrentan con fotógrafos
que se saltan cordones de seguridad o que no acatan las indicaciones de las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad del
Estado enarbolando la
bandera de la libertad de
prensa.

"El perímetro es por


seguridad", nos cuentan
desde la oficina de prensa
de la Dirección General
de la Policía y de la
Guardia Civil, "pero
también está para que los
investigadores puedan
hacer su trabajo; no está
ahí por capricho."

Los fotoperiodistas están


de acuerdo con esta sentencia, aunque algunos remarcan que a veces la actitud no es
nada flexible: "¿Qué le cuesta a un policía moverse medio metro o un paso para que
tengamos tiro? Yo creo que nada, pero hay algunos que dicen que no se mueven, y no se
mueven."

Saltarse un semáforo

Otros fotógrafos comparan las órdenes dadas por los policías con un semáforo: "Si
llegas tarde a trabajar, no es nada raro que te saltes un semáforo en rojo. Sabes que está
mal, pero lo haces porque no puedes justificar un retraso. Eso sí, si te pillan, pagas la
multa. Con los cordones es igual. Muchas veces los fotógrafos que no publican no
cobran ni un euro, y si no tienen la mejor foto, no cobran. Lo que no está bien es que, si
te pillan, te pongas chulo."

El premio Ortega y Gasset de periodismo Sergio Pérez es diametralmente contrario a


esta opinión: "Saltarse un cordón [policial] es del género tonto; estás arriesgando tu vida
y la del policía. Y ya ni siquiera por eso: es que si te cuelas hoy, mañana, en vez de estar
a 200 metros, vamos a estar a 400."

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"Lo que no puedes pretender es que te dejen pasar a la media hora de explotar una
bomba. Claro que tampoco es de recibo que antes de que te dejen pasar hayan dejado
pasar al SELUR [Servicio de Limpieza Urgente] y no quede nada", explica Pérez. "Y
que luego el Samur [Servicio de Asistencia Municipal de Urgencia y Rescate] pase las
fotos", apostilla otro informador.

Chema Moya, curtido fotógrafo de la Agencia EFE, es probablemente uno de los


profesionales que mejor puede ponderar la relación entre fuerzas policiales y prensa en
un polvorín como es el País Vasco. Tras haber pasado por la relativa calma de Sevilla,
el ajustado protocolo de Madrid y el miedo constante en tierras vascas, nadie mejor que
él para saber qué es realmente asfixiante y qué no.

"La relación con las diferentes policías es muy distinta en el norte. Operaciones de la
Policía Nacional había muy pocas, pero sí las hay de la Guardia Civil y la Ertzaintza.
Con la Ertzaintza hay muchos problemas, pero con la Guardia Civil todo son
facilidades. Tenemos nuestros chivatazos, que nos avisan de las operaciones, y el trato
con los agentes es perfecto", explica Moya.

"Tienes que cumplir una serie de normas no escritas, como ir con la luz interior del
coche encendida y las ventanillas siempre bajadas para que se te vea bien, pero puedes
trabajar. La Guardia Civil se informa de quién eres, tienen dossieres tuyos y hacen
llamadas, y esto es bueno porque saben quién eres, qué vas a hacer y qué has hecho, y
que no eres una amenaza."

"En el País Vasco no te acreditas: la Guardia Civil te acredita a ti", continúa relatando
Moya. "Según llegas a una operación, van a ver quién eres y si pueden fiarse de ti.
Además, la Guardia Civil te avisa de todo. Por ejemplo, te viene un agente y te dice
'vamos a sacar dos cajas de documentos y un ordenador; dos minutos más tarde nos
vamos'. Entonces tú sabes que en cuanto hagas la foto de las cajas te tienes que ir

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corriendo porque ellos se van con tres portazos en cinco segundos y te quedas solo con
los radicales. La Ertzaintza no te avisa."

Preguntados los sindicatos de la Policía Autónoma Vasca por esta cuestión, la respuesta
obtenida fue un "os llamaremos" que a día de hoy -semanas después- no se ha hecho
realidad. De un modo similar actuaron los sindicatos del Cuerpo Nacional de Policía o
el gabinete de prensa de la Dirección General de la Policía y de la Guardia Civil, que
apenas contestaron un par de preguntas telefónicas remitiéndonos a una futura entrevista
que nunca se produjo.

Oteando la cercanía no se aprecia una solución a este conflicto. Policías y periodistas


gráficos se echan constantemente un pulso en un combate inútil donde se pisan caras en
lugar de estrechar manos.

Quizás algún día se darán cuenta de que la unión hace la fuerza; de que informadores
gráficos y policías se necesitan mutuamente. Esperemos, como dijo Marie von Ebner-
Eschenbach, que cuando llegue el tiempo de decidir lo que se podría hacer no
lamentemos lo que pudimos haber hecho.

Ilustraciones: © Janot, para Quesabesde.com

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