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Me sentí de veras muy honrado con el pedido que me hizo Mauricio Rojas para
escribir unas carillas a manera de prólogo a este importante primer libro suyo. Nos une
esporádicos en Puerto Rico, Chile o Canadá, y reforzada por una común pasión por la
historia de las clases populares y sus relaciones –conflictivas, ambiguas, dolorosas- con
los sistemas de justicia. Mi satisfacción por ver este libro terminado y publicado es por
tanto doble, como amigo y como historiador, y quiero afirmar desde el comienzo y sin
asomo de duda que se trata de un trabajo que habrá de ser recibido por la comunidad
visto cómo lo que hasta hace poco era una sub-disciplina marginal y hasta esotérica de la
historia social se ha convertido en una de las más dinámicas y creativas. Los importantes
Holloway, Ricardo Salvatore, Robert Buffington, Pablo Piccato, Lila Caimari, Fernando
Picó, Juan Manuel Palacio, Marco Antonio León, Marcos Fernández Labbé, Elisa
Speckman y muchos otros, han forjado una tradición de acercamiento a estos temas al
interior de la cual se inserta el trabajo de Mauricio Rojas. Esta tradición tiene varias
vertientes, e incluye estudios sobre temas distintos y a su vez conectados, como los
representaciones del delito y sus conexiones con formas de identidad y conflicto, las
legales. En conjunto, estos trabajos han abierto nuevas vías de acercamiento al estudio de
los estudios culturales y de género. Gracias a estos aportes, personajes hasta hace poco
invisibles en los libros de historia –o, lo que es peor, reducidos a una suerte de desechos
hacen posible ofrecer una imagen del pasado de nuestras sociedades mucho más rica,
diversa y completa.
camino que, no siendo fácil, ofrece sin embargo la posibilidad de un acercamiento a las
obsesiones y dilemas de la sociedad penquista de mediados del siglo XIX: una lectura de
los conflictos en torno a distintos tipos de “delito”, las imágenes e interpretaciones que
diversos individuos, grupos sociales y el estado tenían sobre ellos, las formas en que
justicia, y lo que todo ello nos dice respecto a la existencia de una brecha entre lo que era
considerado “legal” y lo que era visto como “legítimo”. Aquí radica en parte la
sólo la lógica de los acontecimientos, sino sobre todo las dinámicas jurídicas y culturales
puestas en juego una vez que dichos acontecimientos pasaban del ámbito privado a la
esfera pública, la opinión pública y los tribunales de justicia. De hecho, uno de los
aspectos más fascinantes del libro es precisamente la manera en que el autor logra
comunitario- mirando siempre al entramado que rodeaba y daba sentido a las acciones
que eran consideradas delictivas, y leyendo entre líneas lo que estaba pasando más allá de
no- que en algún momento de sus vidas se vieron involucrados como perpetradores,
sexuales, hechos de violencia o actos contra el honor. Dos ideas centrales guian este
trabajo. La primera es que la justicia, como estructura institucional que es producto tanto
cargo investigar, procesar y sancionar hechos supuestamente delictivos, debe ser vista
como maleable, flexible y porosa, no siempre sujeta a las rigideces de los códigos y las
leyes, y más bien posible de ser manipulada por individuos que ocupaban distintas
posiciones sociales y legales. La ley es una instancia de conflicto, una arena en que se
simbólico. Es, también, una especie de puesta en escena teatral en la que no existe un
libreto predeterminado y donde los actores pujan por dejarse escuchar, cambian el guión
en plena función, re-inventan sus propios personajes según les conviene y tratan de
“voces de la justicia” a que hace referencia el título de este libro se expresan en distintas
tonalidades (de clase y de género, por ejemplo), con diferentes énfasis y con variados
ritmos y silencios. Mauricio Rojas ha logrado componer una verdadera sinfonía con estas
voces, arrancándolas muchas veces del anonimato y el olvido, no por un mero prurito de
recuperar a las “gentes sin historia”, sino porque sólo escuchando esas voces múltiples y
sus variados acentos podremos tener una idea de qué significaba la “justicia” para los
La segunda idea central en este trabajo es aquella que distingue con nitidez la
ellas mismas gozaban entre al menos ciertos sectores sociales. Inspirándose en trabajos
reconstruir las actitudes de los distintos actores sociales en torno a conductas que el
opinión pública, las formas de socialización, y los mecanismos a través de los cuales
judiciales. Cuando dos o más individuos se enfrentan delante de un juez, sugiere el autor,
lo que está en juego es mucho más que el intento y posibilidad de descubrir una culpa y
mancillado, darle salida a impasses personales o familiares). Demás está decir que si bien
es cierto son los sectores “hegemónicos” quienes suelen imponer los parámetros dentro
de los que se procesan estos conflictos –de allí el carácter hegemónico de la ley- los
Si algo habrá de comprobar el lector de este libro es la existencia de una compleja red de
Mauricio Rojas.
No quiero extenderme demasiado pues estoy seguro que los lectores están
ansiosos por conocer más sobre estos personajes y sobre lo que ellos nos dicen de la
sociedad penquista del siglo XIX. Lo harán guiados diestramente por la cuidadosa y
sensitiva reconstrucción que Mauricio Rojas ha hecho de sus avatares. Quienes hasta hoy
sigan creyendo que estudiar el delito es un ejercicio intelectual banal, serán rotundamente
desmentidos cuando lean estas páginas escritas con lucidez y perspicacia. Cualquier acto
considerado delictuoso por la ley del estado nos dice mucho no sólo sobre el perpetrador
(como lo pretendía la vieja escuela penal) sino también sobre el mundo que lo (o la)
presencia de nociones legitimantes que no por estar semi-ocultas (al menos para el estado
escrito un libro importante y memorable que ilumina y recobra las voces de la justicia de
una sociedad cambiante y dinámica, y al hacerlo nos entrega un fresco histórico que llena
trabajos que habrán de consolidar su presencia como una de las figuras más
Carlos Aguirre
Universidad de Oregon