You are on page 1of 6

Prólogo

Me sentí de veras muy honrado con el pedido que me hizo Mauricio Rojas para

escribir unas carillas a manera de prólogo a este importante primer libro suyo. Nos une

una amistad de muchos años, forjada a la distancia, enriquecida por encuentros

esporádicos en Puerto Rico, Chile o Canadá, y reforzada por una común pasión por la

historia de las clases populares y sus relaciones –conflictivas, ambiguas, dolorosas- con

los sistemas de justicia. Mi satisfacción por ver este libro terminado y publicado es por

tanto doble, como amigo y como historiador, y quiero afirmar desde el comienzo y sin

asomo de duda que se trata de un trabajo que habrá de ser recibido por la comunidad

historiográfica chilena y latinoamericana como un aporte sustantivo al interior de la

creciente producción histórica relacionada con el delito, el castigo y la justicia.

He venido trajinando estos caminos historiográficos por casi veinte años y he

visto cómo lo que hasta hace poco era una sub-disciplina marginal y hasta esotérica de la

historia social se ha convertido en una de las más dinámicas y creativas. Los importantes

trabajos de historiadores norteamericanos y latinoamericanos como Donna Guy, Thomas

Holloway, Ricardo Salvatore, Robert Buffington, Pablo Piccato, Lila Caimari, Fernando

Picó, Juan Manuel Palacio, Marco Antonio León, Marcos Fernández Labbé, Elisa

Speckman y muchos otros, han forjado una tradición de acercamiento a estos temas al

interior de la cual se inserta el trabajo de Mauricio Rojas. Esta tradición tiene varias

vertientes, e incluye estudios sobre temas distintos y a su vez conectados, como los

discursos criminológicos y penales, las prácticas institucionales del sistema judicial y


penal, los cambios en la acción policial y sus relaciones con la comunidad, las visiones

alternativas de justicia que se enfrentaban delante de los tribunales, las formas y

representaciones del delito y sus conexiones con formas de identidad y conflicto, las

relaciones entre los sectores subalternos y la justicia y la existencia de diversas culturas

legales. En conjunto, estos trabajos han abierto nuevas vías de acercamiento al estudio de

las sociedades latinoamericanas, aprovechando –y en algunos casos cuestionando- los

aportes metodológicos y teóricos de varias corrientes historiográficas contemporáneas

como la historia social marxista, los estudios subalternos, la perspectiva foucaultiana y

los estudios culturales y de género. Gracias a estos aportes, personajes hasta hace poco

invisibles en los libros de historia –o, lo que es peor, reducidos a una suerte de desechos

inservibles- han logrado un reconocimiento a su agencia histórica y, en virtud de eso,

hacen posible ofrecer una imagen del pasado de nuestras sociedades mucho más rica,

diversa y completa.

El libro que el lector tiene en sus manos es producto de la feliz confluencia de un

paciente y meticuloso trabajo de archivo, un sólido conocimiento de la historia legal y sus

vericuetos y una lúcida y creativa familiaridad con la producción historiográfica

internacional sobre la justicia, el delito y el castigo. Mauricio Rojas ha escogido un

camino que, no siendo fácil, ofrece sin embargo la posibilidad de un acercamiento a las

obsesiones y dilemas de la sociedad penquista de mediados del siglo XIX: una lectura de

los conflictos en torno a distintos tipos de “delito”, las imágenes e interpretaciones que

diversos individuos, grupos sociales y el estado tenían sobre ellos, las formas en que

dichas imágenes y actitudes se instrumentalizaban y enfrentaban en los tribunales de

justicia, y lo que todo ello nos dice respecto a la existencia de una brecha entre lo que era
considerado “legal” y lo que era visto como “legítimo”. Aquí radica en parte la

importancia de este libro: en su esfuerzo detallado, casi microscópico, por desentrañar no

sólo la lógica de los acontecimientos, sino sobre todo las dinámicas jurídicas y culturales

puestas en juego una vez que dichos acontecimientos pasaban del ámbito privado a la

esfera pública, la opinión pública y los tribunales de justicia. De hecho, uno de los

aspectos más fascinantes del libro es precisamente la manera en que el autor logra

conectar estos distintos espacios de interacción –jurídico, social, cultural, familiar,

comunitario- mirando siempre al entramado que rodeaba y daba sentido a las acciones

que eran consideradas delictivas, y leyendo entre líneas lo que estaba pasando más allá de

lo explícito, lo verbalizado o lo admisible en términos jurídicos.

De esa manera, Mauricio Rojas nos ofrece un retrato multifacético y colorido, a

ratos doloroso, pero siempre dinámico e interesante de aquellos personajes –ordinarios o

no- que en algún momento de sus vidas se vieron involucrados como perpetradores,

víctimas, testigos o actuarios en actos de bigamia, amancebamiento, pendencias, delitos

sexuales, hechos de violencia o actos contra el honor. Dos ideas centrales guian este

trabajo. La primera es que la justicia, como estructura institucional que es producto tanto

de una cierta normatividad como de decisiones e interacciones humanas y que tiene a su

cargo investigar, procesar y sancionar hechos supuestamente delictivos, debe ser vista

como maleable, flexible y porosa, no siempre sujeta a las rigideces de los códigos y las

leyes, y más bien posible de ser manipulada por individuos que ocupaban distintas

posiciones sociales y legales. La ley es una instancia de conflicto, una arena en que se

ponen en juego múltiples estrategias, siempre vinculadas a luchas de poder real o

simbólico. Es, también, una especie de puesta en escena teatral en la que no existe un
libreto predeterminado y donde los actores pujan por dejarse escuchar, cambian el guión

en plena función, re-inventan sus propios personajes según les conviene y tratan de

convencer a la audiencia (o al jurado) de que su interpretación es la más verosímil. Las

“voces de la justicia” a que hace referencia el título de este libro se expresan en distintas

tonalidades (de clase y de género, por ejemplo), con diferentes énfasis y con variados

ritmos y silencios. Mauricio Rojas ha logrado componer una verdadera sinfonía con estas

voces, arrancándolas muchas veces del anonimato y el olvido, no por un mero prurito de

recuperar a las “gentes sin historia”, sino porque sólo escuchando esas voces múltiples y

sus variados acentos podremos tener una idea de qué significaba la “justicia” para los

hombres y mujeres de carne y hueso de la sociedad penquista del siglo XIX.

La segunda idea central en este trabajo es aquella que distingue con nitidez la

“legalidad” atribuida (o negada) a ciertas prácticas sociales, de la “legitimidad” de que

ellas mismas gozaban entre al menos ciertos sectores sociales. Inspirándose en trabajos

sobre la “economía moral” y la presencia de nociones “legitimantes” que otros

historiadores han encontrado en diversas sociedades, Mauricio Rojas ha logrado

reconstruir las actitudes de los distintos actores sociales en torno a conductas que el

estado, las élites, la comunidad o la iglesia consideraban impropias y posibles de ser

sancionadas. Al hacerlo, nos descubre no sólo la existencia de múltiples y hasta opuestas

interpretaciones respecto a determinados actos, sino también la forma en que dichas

interpretaciones se relacionan con la vida comunitaria, la familia, las redes de amistad, la

opinión pública, las formas de socialización, y los mecanismos a través de los cuales

estas visiones alternativas se ven reflejados también en los procedimientos y sentencias

judiciales. Cuando dos o más individuos se enfrentan delante de un juez, sugiere el autor,
lo que está en juego es mucho más que el intento y posibilidad de descubrir una culpa y

sancionarla. En realidad, entran en acción visiones contrapuestas del mundo,

interpretaciones encontradas sobre lo moral y lo permisible, formas distintas de ejercicio

y cuestionamiento de la autoridad y diversas estrategias que buscan conseguir fines

concretos (reparación moral o económica, ajustes de cuentas, resarcimiento del honor

mancillado, darle salida a impasses personales o familiares). Demás está decir que si bien

es cierto son los sectores “hegemónicos” quienes suelen imponer los parámetros dentro

de los que se procesan estos conflictos –de allí el carácter hegemónico de la ley- los

sectores subalternos no son víctimas pasivas y carentes de iniciativa y poder persuasivo.

Si algo habrá de comprobar el lector de este libro es la existencia de una compleja red de

significados y objetivos que se pueden desprender de las acciones de los grupos

subalternos cuando se estudian con el cuidado y perspicacia con que lo ha hecho

Mauricio Rojas.

No quiero extenderme demasiado pues estoy seguro que los lectores están

ansiosos por conocer más sobre estos personajes y sobre lo que ellos nos dicen de la

sociedad penquista del siglo XIX. Lo harán guiados diestramente por la cuidadosa y

sensitiva reconstrucción que Mauricio Rojas ha hecho de sus avatares. Quienes hasta hoy

sigan creyendo que estudiar el delito es un ejercicio intelectual banal, serán rotundamente

desmentidos cuando lean estas páginas escritas con lucidez y perspicacia. Cualquier acto

considerado delictuoso por la ley del estado nos dice mucho no sólo sobre el perpetrador

(como lo pretendía la vieja escuela penal) sino también sobre el mundo que lo (o la)

rodeaba, las comunidades y las familias al interior de las cuales desarrollaban su

existencia, las relaciones asimétricas de poder puestas en marcha, los mecanismos de


cohesión y conflicto que estaban en juego, las visiones alternativas sobre la justicia, y la

presencia de nociones legitimantes que no por estar semi-ocultas (al menos para el estado

y sus representantes) dejan de ser importantes y hasta decisivas. Mauricio Rojas ha

escrito un libro importante y memorable que ilumina y recobra las voces de la justicia de

una sociedad cambiante y dinámica, y al hacerlo nos entrega un fresco histórico que llena

un vacío en la historiografía chilena sobre ese período. Quedamos a la espera de futuros

trabajos que habrán de consolidar su presencia como una de las figuras más

representativas de la nueva historiografía chilena y latinoamericana.

Carlos Aguirre

Universidad de Oregon

You might also like