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LO QUE MÁS VALORO

Asomado a la ventana cavilaba sin parar. Javi no podía dejar de pensar por qué lo hizo,

aunque la respuesta era clara. Miró su cuarto, desordenado, lleno de polvo, con el suelo

lleno de pelusas que llegarían a tener el tamaño de pelotas de tenis si no hacía una

limpieza general pronto. La cama estaba deshecha, y la almohada tirada en el suelo

debido a sus terribles pesadillas. Estaba acostumbrado a limpiar en su casa pero en el

piso de su hermana todo era distinto. Para qué limpiar si él no vivía allí.

Miró a la gente que andaba por esas aceras antiguas y limpias. Algunos andaban con

prisa y otros lo hacían con tranquilidad. Unos salían de las tiendas, cargados de bolsas y

con una sonrisa en la cara, mientras que otros se quedaban mirando los fabulosos y

adornados escaparates con ilusión. Unos iban acompañados, mirándose los unos a los

otros riendo de vez en cuando, y otros iban solos hablando por teléfono, o bien, mirando

el reloj continuamente. Vio muchas caras diferentes, analizándolas, intentando ver algo

que lo ayudara, o bien, para encontrar de repente la cara de la persona en la que estaba

pensando.

Escuchó música de violines y otros instrumentos que, posiblemente, procediese de

algún espectáculo en la plaza Mayor, que no se encontraba muy lejos de allí y empezó a

seguir el ritmo de la música con sus pies descalzos, pero no durante mucho tiempo. Se

echó en la cama y empezó a mirar una por una las motas de polvo que giraban a su

alrededor.

Estas pequeñas motas hacían al aire de su cuarto poco respirable pero a la vez hacían

que el dormitorio pareciese un lugar mágico, ya que la luminosidad del Sol convertía el

polvo en dulces y brillantes puntos de luz al reflejarse en él. Era un espectáculo

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