La Carta Puebla definía el territorio de la comunidad, sus límites, así
como la obligación de cultivar las tierras y los impuestos que debían pagar, sus franquicias…, la forma de organizarse las nuevas comunidades y el fuero que las regía… es decir, las leyes por los que habían de juzgar y ser juzgados: normas penales, civiles y procesales, fundamentalmente. El otorgante de estos documentos es el señor, bien sea el rey o señores eclesiásticos y seculares, los cuales actúan unas veces por iniciativa propia, otras movidos por las presiones de sus súbditos. En general operan de común acuerdo, lo que da a estos documentos cierto carácter de pacto. Objetivos: 1º estratégico: la seguridad de las fronteras, garantizada por una población guerrera y campesina; 2º económico: la vitalización de nuevas tierras, a fin de crear nuevas fuentes de riqueza y aumentar los recursos de la hacienda real. 3º político. Los reyes buscan afianzar su poder frente a los señores. Tipos: 1º El más sencillo presenta la fórmula de un contrato agrario colectivo, en el que el señor fija las normas a que han de ajustarse las personas que allí vayan a vivir: se establecen los límites, condiciones de tenencia; rentas, etc. 2º más complejo, establece las relaciones entre el señor y sus súbditos en orden al régimen jurídicopúblico: franquicias, exenciones, cargas, malos usos, etc. 3º la forma más completa fija el estatuto, aunque primario, del régimen jurídico de la localidad, disposiciones de tipo privado, Derecho penal y procesal. Éstas se confunden con los fueros. La única diferencia estaría en que en algunas cartas pueblas se concede el lugar ad populandum, se fijan los límites, se especifica el número de pobladores y su punto de origen. Por ello, algunos historiadores del Derecho medieval no respetan esta terminología tradicional y consideran todos los documentos que de algún modo regulan la vida de la comunidad como cartas de fuero. Los fueros locales o fueros municipales eran los estatutos jurídicos que recogían en la Edad Media las costumbres de cada localidad, además de los privilegios otorgados por los reyes a las mismas, así como el conjunto de disposiciones que preservaban la nobleza, el clero y el vasallaje de una zona. Era un pacto solemne entre los pobladores y el rey, y también -por extensión- eran las leyes que regían determinada comarca o localidad. En un comienzo las pretensiones de los pobladores era la de incluir en el pacto derechos de carácter público. El derecho privado primeramente estuvo casi excluido. Luego fue progresivamente incorporado en la legislación foral. Para la constitución del referido pacto era siempre necesaria la firma real, porque por más que se hubiesen tratado tales reivindicaciones con un noble de rango inferior, era el rey quien juraba respetar y hacer cumplir esos derechos reclamados. Eran entregados a los repobladores de una villa, es decir, una población sin señorío o cuyo señorío correspondía al rey.