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le dobla la edad; le confa intimidades, peca de sincero y, como es natural, habla de ms. El ngel mayor sonre y, en actitud paternal, le regala un par de consejos. El ngel joven, incapaz de manejar adecuadamente el tsunami de feromonas y endorfinas, pero sabiendo que debe atrapar el instante acaso nico, le espeta: "Se nota que usted, de joven, era muy bello". "No, no lo era. No sobresal por mi belleza", responde el ngel mayor. "Nunca tuve una hermosura como la tuya". Y sus sonrisas se cruzan, slo porque al guionista de la vida le encanta colorear los das que amanecen grises.