You are on page 1of 2

FRAGMENTOS SOBRE NIETZSCHE

Fernando Pessoa
Traducción: Carlos Andrés Ciro V.

[Dactilografiado 1915?] (Obras Em Prosa. pp. 542-543)

En cuanto al caso de Nietzsche, encuentro que usted tiene razón —la razón que, en
cualquier cosa, puede tenerse.
El paganismo de Nietzsche es un paganismo extranjero. Hay errores constantes de
pronunciación en su interpretación del helenismo. Podría aceptarse aún que un alemán
europeo (esto es, anterior a Bismark) pudiera comprender la Grecia antigua. Pero un alemán,
esto es, uno como Nietzsche, un polaco, un checo, o cualquier cosa sin Europa ni vocales,
difícilmente puede entenderse a sí mismo si quisiese hablar griego con el espíritu.
Nietzsche no fue, como usted imagina, el Pascal del paganismo. Fue la falta de pascal del
paganismo. No puede haber un Pascal del sistema pagano porque no hay un sistema pagano;
y un Pascal precisa de un sistema del cual ser el Pascal. Pascal era un teólogo en verso que
escribió en prosa. En el paganismo no hubo teología, siendo esa su segunda ventaja, pues la
primera fue el no poder haberla.
Por lo demás, lo que en Pascal era una enfermedad era, por el contrario, también una
enfermedad en Nietzsche. Me refiero al estilo inconsecuente y al pensamiento que debe
adivinarse. No obstante, pascal, siendo francés, no se contradice y, siendo católico, no innova
y ya está claro en los otros. En Nietzsche, la contradicción de sí mismo es la única coherencia
fundamental, y su verdadera innovación consiste en el no poderse saber qué fue aquello en lo
que él innovó.
En todo el mundo son innumerables los discípulos de Nietzsche, habiendo algunos entre
ellos que han leído al maestro.
La mayoría tan sólo acepta de Nietzsche lo que se encuentra en ellos, cosa que, en
últimas, acontece con todos los filósofos de todos los filósofos. La minoría no comprendió a
Nietzsche, y son esos pocos quienes siguen fielmente su doctrina.
La única gran afirmación de Nietzsche es que la alegría es más profunda que el dolor, que
la alegría quiere profundad, profundad eternidad. Como todos los pensamientos culminantes y
fecundos de los grandes maestros, esto no significa cosa alguna. Es por ello que tiene tanta
influencia en los espíritus: sólo en el vacío absoluto puede colocarse absolutamente todo.

1
Lo que usted resalta sobre los deberes morales podría hacerse extensivo a los deberes
inmorales. Hemos alcanzado un punto de la civilización en que son tales las exigencias de
inmoralidad que dentro de poco toda la gente será decente por falta de espiritu de sacrificio.
“En fin, nada importa excepto a la manera en que nada importa. Que ella sea bella o,
cuando menos, fútil, porque la futilidad tiene de común con la belleza la indiferencia ante la
utilidad y la justicia. El resto es absolutamente vida...”

[Manuscrito 1915?] (Obras Em Prosa. pp. 320-321)

El propio Nietzsche aseveró que una filosofía no es más que la expresión de un


temperamento.
Suficientemente, esto no es así. Las teorías de un filósofo son la resultante de su
temperamento y de su época. Son el efecto intelectual de su época sobre su temperamento.
Algo otro no podía suceder (ser)
Así pues, la filosofía de Friedrich Nietzsche es la que resulta de su temperamento y de su
época. Su temperamento era el de un asceta y el de un loco. En su país, su época fue de
materialidad y de fuerza. Fatalmente, resultó una teoría donde un ascetismo loco se casa con
una (aunque fuese involuntaria) admiración por la fuerza y por el dominio. La consecuencia es
una teoría en la que se insiste en la necesidad de un ascetismo y en la definición de este
ascetismo como un ascetismo de fuerza y de dominio. Donde la asunción de la actitud cristiana
de la necesidad de dominar sus instintos, convertida aquí —merced a la contribución
proporcionada por la locura del autor— en la necesidad de dominar toda especie de instintos,
incluyendo los buenos, torturando el alma propia, el temperamento propio (noción delirante)

Tomado de:
Euphorion. Revista de Filosofía.
Medellín – Colombia. Año 1 Nro. 1. Octubre de 2000.
Catábasis a Nietzsche.
En torno a Nietzsche. pp. 89-91.

You might also like