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Comunidad María Mediadora - Temas para compartir en grupos de oración

LA PLAGA DE LA IMPUNTUALIDAD (I)

P. Cristian Echeverry

Esta es una enseñanza de esas que a todos nos tocan. Cuando alguien se para al
frente para predicar, fácilmente ustedes pueden pensar o intuir que la persona
que se para a hablar frente a ustedes es un modelo total de vida cristiana, y no.
Yo siempre he pensado que cuando uno como sacerdote predica, se predica a sí
mismo. O sea, cuando uno le habla al pueblo de Dios uno también se está
predicando a uno mismo y también uno tiene que exigirse. En el tema del que les
voy a hablar no soy el modelo, pero intento cada día mejorar en ese aspecto.
Todos nos vamos a sentir un poco tocados, un poco reprendidos y exhortados por
el Señor.

1. Una infección contagiosa

En el mundo de hoy, en el contexto global, hay momentos en que llegan plagas.


Ustedes conocen de las plagas que el mundo de hoy ha vivido. Hubo hace poco
una epidemia de la enfermedad llamada ébola, por la cual han muerto muchos
niños y adultos en el África. También escuchamos sobre la plaga de la fiebre
aviar, transmitida a través de las aves de corral.
Pues cómo les parece que a la Iglesia también llegan plagas. Y hay una plaga
terrible entre nosotros los cristianos, que ha acabado mucho con la vida
comunitaria, con la vida cristiana, con la vida interior de todos nosotros. Y es una
de esas plagas soterradas, como los ratones o las cucarachas que tú quieres
acabar y eliminar de tu casa, pero que se esconden o se camuflan.
Hoy voy a hablar de la plaga de la impuntualidad. Una plaga terrible en la iglesia,
en nuestra Iglesia Católica, entre todos los cristianos, y que tenemos que
combatir.
Por supuesto que se supone, y entre nosotros comprendemos, que en algún
momento de nuestra vida tendremos un imprevisto, y que por tal razón llegamos
tarde a una cita, un compromiso espiritual o un compromiso cualquiera. Pero hay
personas (¿o somos nosotros?) que nos vamos acostumbrando, y terminamos
convirtiendo lo que inicialmente es simplemente un descuido en un defecto
dominante. Ustedes y yo conocemos personas que tienen el defecto dominante
de nunca llegar puntuales a nada. Yo procuro siempre llegar temprano a los
servicios religiosos, creo que en eso no tengo ningún problema. Conozco el caso
(no voy a decir quién) de un compañero sacerdote que nunca, nunca aprendió a
ser puntual. ¡Y en una parroquia un defecto de impuntualidad en un ministro de
Dios es terrible! Que las personas tengan que esperar 20 minutos para que
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comience a las 6:20 la eucaristía de las 6, es terrible. Que en vez de llegar la


novia tarde sea el sacerdote que llegue tarde, es vergonzoso.

2. El valor de la puntualidad

Vamos a abrir la palabra de Dios, y vamos a ir al libro del Eclesiastés:


En este mundo todo tiene su hora; hay un momento para todo cuanto ocurre:
Un momento para nacer,
y un momento para morir.
Un momento para plantar,
y un momento para arrancar lo plantado.
Un momento para matar,
y un momento para curar.
Un momento para destruir,
y un momento para construir.
Un momento para llorar,
y un momento para reír.
Un momento para estar de luto,
y un momento para estar de fiesta.
Un momento para esparcir piedras,
y un momento para recogerlas.
Un momento para abrazarse,
y un momento para separarse.
Un momento para intentar,
y un momento para desistir.
Un momento para guardar,
y un momento para tirar.
Un momento para rasgar,
y un momento para coser.
Un momento para callar,
y un momento para hablar.
Un momento para el amor,
y un momento para el odio.
Un momento para la guerra,
y un momento para la paz (Eclesiastés 3:1-8).

Ya el autor de Eclesiastés nos está diciendo que para todo existe un momento.
Entonces vamos a ver siete características que nos servirán para entender
bíblicamente el valor que tiene ser puntual.

a. El ser impuntuales es señal de indisciplina personal.

Qué nos dice más adelante el libro de Eclesiastés: “Al que cumple una orden, no
le pasará nada malo, y el que es sabio entiende cuándo y cómo debe cumplirla.
En realidad, hay un momento y un modo de hacer todo lo que se hace”
(Eclesiastés 8:5-6)
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Ustedes y yo, hijitos, tenemos la semana. Los siete días de la semana, cada día
tiene 24 horas. Hay tiempo para cada actividad. Hay tiempo para dormir, hay
tiempo para cocinar, para comer, para trabajar… no puedes caer en la tentación
del hombre moderno, en ese frenesí donde las personas no pueden estar
haciendo una sola cosa, y tienen que estar haciendo tres o cuatro cosas al mismo
tiempo; lastimosamente cuando tú haces eso terminas haciendo mal tres o cuatro
cosas. Así mismo, como tenemos tiempo para las cosas del mundo, tú y yo
tenemos que dedicar tiempo para Dios. Recuerden que el no tener tiempo no es
excusa que tú le puedas dar a Dios cuando Él te llame para la eternidad. Cuando
tú le digas: ‘no tuve tiempo’, Él te va a decir: ‘¿Cómo así que no tuviste tiempo?
¡Si yo soy el dueño del tiempo!’
Varias veces por semana ustedes y yo, o los que están un poquito avanzados, los
que ya han entendido que la vida cristiana no se puede quedar simplemente con
la misa del domingo; ustedes y yo que nos congregamos y los que tenemos el
oficio de ser líderes o pastores, todo el día y a todas las horas vivimos en función
de la Iglesia. Si ustedes me preguntaran: ‘padre, ¿cuántas eucaristías tiene usted
en una semana?’ Es una cantidad, no deberían ser muchas pero a veces sucede
por necesidad pastoral. Pero reuniones pastorales, tenemos todos. Ustedes ya se
han dado cuenta de que tienen que formarse, de que tienen que pertenecer a una
rhed 2 , a una pequeña comunidad. Pues ese tiempo que ustedes le dedican al
Señor tiene que ser calificado; tiene que ser dado con amor y tiene que ser
respetado porque es para Dios.
La impuntualidad demuestra indisciplina. Una característica de alguien que
administra bien su tiempo es la puntualidad. Al llegar siempre tarde damos a
conocer que no sabemos organizar nuestra vida y nuestro tiempo. Una persona
que es impuntual no ha tenido disciplina para saber calcular cuánto se demora de
su casa a cierto lugar. Esto ha sucedido mucho en mi vida, por lo que ahora
tengo una agenda y procuro ser estricto con la agenda. Yo le digo a las personas:
si ustedes no se dieron cuenta de que lo escribí en mi agenda no vale; para que
yo dé una cita o tenga un compromiso, que tú te des cuenta de que yo lo escribí.
Por eso muchas personas sienten que uno les falla; porque termina la eucaristía y
estoy complicado con ocho personas que dicen tener cita. Si no tienes la agenda,
si no tienes dónde apuntar, si no tienes dónde mirar qué compromisos hay para
la otra semana terminas fallándole a los demás.

"Una vida piadosa es el resultado de una vida espiritual disciplinada. Y, en el


centro de una vida espiritual disciplinada está la disciplina del tiempo" (Donald
Whitney)

2
Rhed: es el nombre que reciben los pequeños grupos de formación y oración en la
Comunidad María Mediadora. Corresponde al acrónimo de las palabras restauración,
hermandad y discipulado.
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El señor Jesús nos da su ejemplo. Qué nos dice Lucas 22:14: “…Cuando llegó la
hora, Jesús y los apóstoles se sentaron a la mesa”. La vida de Cristo para
nosotros es modelo de perfecta armonía y orden. Como dice la Sagrada Escritura,
Jesús vino cuando se cumplió el tiempo (Gálatas 4: 4), y vivía cumpliendo en el
momento preciso los propósitos de Dios.
Amigos: cada cristiano debe tener como meta hacer crecer hacia la semejanza de
Cristo, por tanto, hacer parte de nuestra vida la puntualidad. Si queremos
verdaderamente ser cristianos nos tenemos que identificar por algo que a ustedes
les podría parecer trivial pero que para Dios es muy importante.

“Hernán Darío Gómez dijo en alguna ocasión admirar del Pibe Valderrama que su
liderazgo también lo ejercía con la puntualidad y que por lo tanto era el primero
en llegar al bus, a la concentración, al entrenamiento...
Alguna vez escuché que la puntualidad es cortesía de reyes y desde entonces lo
incluyo como gran elemento para despertar el entusiasmo productivo, propio de
quien respeta a las personas con quienes trabaja, ama su trabajo y desea dar lo
mejor” (Testimonio de un empresario).

b. El ser impuntual es perjudicial para desarrollar nuestras reuniones.

“Háganlo todo decentemente y con orden” (1 Corintios 14:40).


En muchos de nuestros grupos católicos, cuando las reuniones comienzan las
personas empiezan a llegar como en un gotero, a cuentagotas. ¡Aún en la
Eucaristía! Se comienza a alabar con pocas personas, el director de alabanza
tiene que ministrar frente a muchos asientos vacíos. Y poco a poco los demás van
apareciendo. Si lo primero fuera la predicación, la mayoría de las personas
perderían la primera mitad del mensaje; el predicador ha preparado y orado por
su tema para entregarlo a una comunidad de personas, no a una comunidad de
asientos vacíos. Es muy común en la celebración de la misa que hasta muy
avanzada la eucaristía siguen entrando personas para tomar asiento.
Concienticémonos de que estas interrupciones distraen a los demás y evidencian
irrespeto por lo que estamos haciendo. Se han perdido la mitad de la eucaristía,
de la adoración o de la alabanza y no están al tanto de lo que pasó en la primera
parte de la celebración; están algo fuera de lugar. Algunos llegan tan atrasados
que han perdido la homilía, la explicación del evangelio, que precisamente era el
mensaje que Dios tenía ese día para ti. Imagínate, tú llegar tarde el día en que el
Señor iba a hablar a tu corazón. Dios tenía para ti gozo, una ministración, una
respuesta a tus preguntas. Él quería hablarle a tu corazón, y por tu
impuntualidad no recibiste esa bendición que Dios te había preparado.
Amigos, esto resulta muy negativo. Qué bueno será el día en que nos
acostumbremos a estar cinco o diez minutos antes de la eucaristía o del grupo de
oración. A mí me toca estar todos los días en una comunidad de nueva
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evangelización en mi parroquia, o un grupo de nuestra Comunidad. Y es terrible


la plaga de la impuntualidad. Es más, cuando hago correcciones sobre la
puntualidad, ¡se enojan conmigo! Y qué triste, porque casi siempre empezamos
con lo más importante que es el rato de oración y las personas se pierden ese
momento importante. Podríamos sentarnos 5 ó 10 minutos antes y preparar
nuestros corazones para entrar en la presencia del Señor, podríamos meditar un
pasaje de la Biblia, hacer un examen de conciencia, saludar y preguntar por las
necesidades de los que van llegando puntualmente. En el momento de comenzar
todos uniríamos nuestras voces para la alabanza a Dios, habría un coro unido
desde la primera canción. ¡Con cuánto ánimo participaríamos si fuéramos
puntuales! Podríamos orar silenciosamente para que Dios nos hable y derrame su
bendición. Y no interrumpiríamos con nuestra charla e impertinencia a quienes sí
llegaron temprano.

c. Ser impuntual es una costumbre negativa que contagia a otros.

Lo más triste es escuchar que las personas se han acostumbrado tanto a la


impuntualidad que dicen ‘no, es que como somos colombianos...’. A mí me
parece terrible que nosotros digamos que un sinónimo de colombiano es
impuntual. Qué bueno será cuando tú, por esta disciplina que Dios nos está
enseñando y nos está exhortando duramente, puedas decir: el ser católico es
sinónimo de puntualidad. “Se dice que ‘un poco de levadura hace que fermente
toda la masa’” (Gálatas 5:9)
Un líder espiritual impuntual termina contagiando a las personas que están
aprendiendo de él esa impuntualidad. Mayormente, cuando una persona que está
comenzando o que está siguiendo a este líder observa esta impuntualidad dará
por sentado que lo habitual en la comunidad es que se llegue retrasado. ¡Es
contagioso! La palabra de Dios nos exhorta y dice: “Propónganse ustedes no
hacer nada que sea causa de que su hermano tropiece” (Romanos 14: 13). Y
termina uno muchas veces con su impuntualidad haciendo que el otro caiga en
ese mal ejemplo.
“Debes ser un ejemplo para los creyentes en tu modo de hablar y de portarte” (1
Timoteo 4:12). Así que tenemos una gran responsabilidad, como católicos, de ser
ejemplo de puntualidad. Hay muchas historias que se tejen alrededor de la
impuntualidad. Grandes contratos no firmados por la costumbre de personas que
creen que se puede ser impuntual… se pierden grandes oportunidades por eso.
Entonces la pregunta que debemos hacernos es: ¿qué tipo de ejemplo estás
dando tú al respecto de la impuntualidad?

d. Ser impuntuales es un testimonio negativo

Para los de afuera, para los inconversos, para los que no creen. ¿Por qué? San
Pablo nos dice: “Ustedes mismos son la única carta de recomendación que
necesitamos: una carta escrita en nuestro corazón, la cual todos conocen y
pueden leer” (2 Corintios 3:2). ¿Qué va a hacer que una persona que no cree,
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que no ama, que no espera, que está apática espiritualmente venga a una
comunidad carismática, a una comunidad como esta? El testimonio de ustedes,
que habla bien de Dios por su estilo, por sus palabras, por su comportamiento,
por su forma de ser. Pero si tú le estás dando ejemplo de impuntualidad, ¿qué va
a pensar la persona que te ve? Va a pensar y va a decir cosas como estas: ‘a esta
gente no le interesa mucho lo que ocurre aquí porque no le interesa llegar, le
interesa llegar tarde’. Ellos pensarán (los inconversos, los que no creen), al
vernos impuntuales, que tú y yo tenemos cierta apatía ante Cristo y el Evangelio,
que no estamos verdaderamente contagiados, totalmente enamorados,
totalmente seguros. ¿No es cierto que para nosotros esto es muy importante, que
por esto nosotros daríamos la vida si fuera necesario? Si llegada la hora puntual
del grupo el lugar está lleno, la gente canta, participa, hay entusiasmo, fervor,
¿qué van a decir las personas que vienen por primera vez? Van a decir: ‘aquí hay
algo importante, lo que veo en esta gente me despierta el interés y quiero saber
y conocer más’. Nuestra actitud respecto a la puntualidad podría decir mucho a
los que nos observan; ¡cuidado!, porque siendo impuntuales podemos estar
poniendo tropiezo a otros que podrían estar aquí, que podrían estar en las
comunidades católicas.

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