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¿Cómo fue la Tierra primitiva?

Desde sus orígenes hasta el surgimiento


de la vida unicelular en nuestro planeta

F. Guillermo Mosqueira P. S.

NASA Goddard Space Flight Center Introducción

En un número anterior de Correo del Maestro hablé sobre el origen de nuestro Sistema Solar
Planetario.1 Describí cómo se fueron formando simultáneamente los planetas y el Sol, proceso que se
inició hace 4570 millones de años. En este artículo deseo continuar el relato y descripción de las
etapas principales que hicieron posible el surgimiento de la vida en la Tierra. Retomaré la formación
de la Tierra (que ya describí en el artículo aludido, pero repetiré lo más importante) hasta la época en
que se tiene evidencia de los primeros microfósiles unicelulares, que son restos de organismos
unicelulares que habitaron la Tierra hace 3500 millones de años. A grandes rasgos, hablaré entonces
de una historia de los primeros 1070 millones de años de la Tierra, tiempo que equivale al 23% de su
edad.

Formación de la Tierra por acreción

Recordemos que la fuerza de gravedad es una fuerza de atracción directamente proporcional a la


magnitud de las masas, pero inversamente proporcional a la distancia entre ellas. Es el origen de
nuestra experiencia de pesantez y de que las cosas caigan al suelo, entre tantos otros efectos de esta
fuerza de la naturaleza. También recordemos que acreción es el crecimiento de un cuerpo por adición
de partículas desde el exterior. Así, por acción de la fuerza de gravedad la Tierra se fue formando e
incrementando su masa, al tiempo que atraía hacia sí la masa (materia) que la circundaba. La Tierra
se formó entonces por acreción o agregación de la materia circundante cuando se estaba formando el
Sistema Solar Planetario.
La violencia de estos impactos que fueron formando a los planetas -y a la Tierra- apenas la
podemos imaginar. Se precipitaban sobre la superficie de la naciente Tierra objetos de todos tamaños;
desde pequeños como rocas hasta decenas de kilómetros de diámetro y mucho más (a veces varios
cientos de kilómetros). A los objetos de un kilómetro y más de diámetro se les suele llamar
'planetesimales'.
La cantidad de energía depositada en la Tierra a causa de estos impactos fue enorme. La energía
de un objeto en movimiento se llama energía cinética (EC) y depende de su masa (m) y su velocidad
(v) (la ecuación que la cuantifica tiene la forma EC = (1/2) mv2). Después de chocar con la Tierra, el
objeto simplemente perdía su energía de movimiento, pero por la ley de la conservación de la energía
(cuyo nombre formal es "primera ley de la termodinámica") la energía cinética se convertía toda en
energía calorífica (calor), que finalmente elevaba la temperatura. Se puede calcular, por ejemplo, que
un planetesimal de 5 km de diámetro que hubo golpeado la superficie
de la Tierra a una velocidad de 30 km/s liberó una cantidad de energía
equivalente a 300 millones de bombas atómicas como la que se arrojó
en Hiroshima al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
Existieron otros mecanismos productores de calor, como la
radiactividad a partir de diversos elementos químicos. Todo ello hace
suponer que la Tierra primitiva se encontró en un estado semifundido,
con océanos de magma (véase la figura 1), en donde las rocas y los
metales podían fluir como líquidos viscosos. Esta circunstancia hizo
posible que se realizara por sí solo un fraccionamiento de la materia
que componía la Tierra por orden de densidades. Es decir, por la
movilidad del estado líquido, los materiales más densos fluyeron al
fondo y los menos densos fueron desplazados a capas superiores. Se Figura 1. Dibujo de un
piensa que de esta manera la mayor parte del hierro que constituye la posible panorama de la
Tierra primitiva cuando
Tierra -el 35% de la masa de la Tierra se debe al hierro- se fue al fondo. estuvo semifundida.
Este hundimiento gigantesco generó aún más calor, elevando la temperatura promedio de la Tierra a
alrededor de 6000 ˚C.
Entre paréntesis, podemos decir que este hundimiento devastador del hierro generó un aumento
en la velocidad de rotación de la Tierra -por efecto de la misma ley de la física que ocasiona que una
bailarina sobre hielo aumente su velocidad de giro al replegar sus brazos hacia su cuerpo-. Como
consecuencia, el día se hizo mucho más corto; quizá de 8 horas (aproximadamente 4 horas con luz y
otras 4 de noche). Ha sido por efecto de distintas clases de fricciones que gradualmente la velocidad
de giro de la Tierra se ha hecho más lento, hasta los actuales días de 24 horas (e inexorablemente se
seguirá haciendo más lento su giro al cabo de millones de años).
Como resultado de estos fenómenos, el núcleo de la Tierra quedó constituido con el material más
denso en ella: algo de níquel y hierro sólidos. Por encima de este núcleo se acomodó una capa de
hierro líquido y luego el manto, que hoy en día también se encuentra en estado líquido. La capa más
superior es la litosfera, que comparativamente a las anteriores es la menos densa. Así, la materia se
fraccionó por orden de densidades y la Tierra adoptó una estructura en capas concéntricas (figura 2).
De no haber alcanzado la Tierra primitiva un estado semifundido, no conoceríamos su estructura en
capas concéntricas y las rocas y metales sólidos que la formaban hubieran quedado dispersos al azar
en toda la extensión de su volumen, como en un gran mosaico heterogéneo.
Figura 2. Corte de la Tierra contemporánea, que muestra su estructura en
capas.
Isaac Asimov, El Sistema Solar. La Tierra, Correo del Maestro/La Vasija, México,
2004. Al cabo de
10 millones de años (apenas el 0.2% de la edad de la Tierra) nuestro planeta había alcanzado casi su
tamaño final, aunque durante los siguientes 100 millones de años continuó recibiendo sobre su
superficie el impacto de planetesimales de gran talla, con su carga acompañante de materia y de
energía.
En esa época de cataclismos gigantescos que caracterizó la formación de nuestro planeta,
posiblemente nuestro cielo fue de color negro, como el que percibieron los astronautas
norteamericanos cuando estuvieron sobre la superficie de la Luna, y que muchos pudimos ver por la
televisión. La Luna tiene ese color de cielo porque no tiene suficiente masa -y, en consecuencia,
suficiente fuerza de gravedad- para retener una atmósfera gaseosa. La Luna simplemente no tiene
atmósfera (tampoco magnetosfera, veáse siguiente apartado). De manera análoga, pero debido a las
altas temperaturas de la Tierra primitiva, la incipiente atmósfera salía expulsada hacia el espacio
interplanetario, con lo cual quedaba desprovista de atmósfera y, en consecuencia, lucía un cielo
negro, aun a plena luz de aquellos días. (Esa sería una sensación curiosa. Imagine que está dentro de
un recinto que no permite ver el cielo, pero sí puede apreciar la luz del día. Usted sale de ese lugar y
mira hacia arriba, ¡y el cielo es negro!).

Formación de la magnetosfera

La estructura en capas concéntricas que adquirió la Tierra primitiva tuvo una repercusión esencial
para el origen de la vida. En efecto, se sabe que el movimiento del hierro líquido en el núcleo de la
Tierra (figura 2) genera un gigantesco campo magnético a escala planetaria. De la misma manera que
una pieza de hierro imantada genera un campo magnético a su alrededor, la Tierra, como si fuera un
enorme imán, genera un campo magnético de dimensiones planetarias, en donde el norte del imán
casi coincide con el Norte geográfico (que sería el punto donde pasa el eje imaginario del movimiento
de rotación de la Tierra) y, por ende, algo semejante sucede con el sur del imán.
Esta circunstancia es muy propicia para enfrentar un fenómeno astronómico originado en el Sol
que por sí solo sería fatal para el surgimiento de la vida. Sucede que todos los planetas del Sistema
Solar Planetario están expuestos al viento solar, y con mayor intensidad los más cercanos al Sol,
como es el caso de la Tierra, que ocupa la tercera órbita. El viento solar se origina en nuestro Sol -y
en todas las estrellas- a raíz de las turbulencias y reacciones nucleares de fusión que suceden en el
núcleo de las estrellas, lo que a la vez origina eyecciones de materia (protones, electrones y núcleos
de helio) a gran velocidad hacia el espacio interplanetario. Se sabe que la acción del viento solar
sobre la atmósfera de un planeta como la Tierra sería la de colisionar con ella, logrando expulsarla al
espacio interplanetario. Es como si chocaran bolas de billar a gran velocidad -el viento solar- con otras
que se encuentran con un movimiento mucho más lento comparativamente -las moléculas de nuestra
atmósfera-. Así, el viento solar por sí solo sería capaz de eliminar la atmósfera de la Tierra, lo cual
hubiera impedido el surgimiento de la vida en la Tierra, entre otras razones, porque todos los seres
vivos que conocemos interactúan en algún momento con sustancias gaseosas (por ejemplo, los
animales terrestres respiran).
Así, la presencia del campo magnético de la Tierra (conocido como magnetosfera) impide que el
viento solar elimine la atmósfera de la Tierra actual -y de la primitiva-. Esto sucede porque es un
hecho comprobado de la física que un campo magnético interactúa con cargas eléctricas en
movimiento. Esto es muy afortunado para el origen de la vida en la Tierra, porque entonces
interactúan la magnetosfera y el viento solar (que son cargas en movimiento), dando por resultado
una desviación o confinamiento del viento solar, lo cual evita que choque contra las moléculas que
constituyen nuestra atmósfera, preservándola así (figura 3). En síntesis, si no se hubiera formado la
magnetosfera, no habría vida sobre la Tierra y el color del cielo apreciado desde su superficie sería
negro. Se estima que el núcleo de la Tierra primitiva se terminó de formar al cabo de 200 millones de
años (que representa el 4.3% de la edad de la Tierra), por lo que podríamos suponer que en ese
término nuestra atmósfera comenzó a formarse y con ello el cielo paulatinamente dejó de tener un
color negro.

Figura 3. La magnetosfera de la Tierra en interacción


con el viento solar. Existen otros planetas como Marte,
que tienen magnetosfera pero no es de suficiente intensidad. La parte principal de su campo
magnético cae dentro del volumen sólido de Marte. Sobre su superficie la intensidad de su campo
magnético es débil y no es suficiente para desviar al viento solar, lo cual influye para hacer tenue la
atmósfera de Marte.
Analizaremos entonces cómo se formó la atmósfera de la Tierra primitiva. Mientras tanto, no
olvidemos que nuestro planeta primigenio siguió expuesto a los impactos catastróficos de
planetesimales.

Formación de la atmósfera

Los gases más abundantes que formaron parte de nuestro Sistema Solar Planetario fueron el
hidrógeno y el helio. Estos gases no persistieron y no llegaron a constituir una atmósfera para la Tierra
porque son los más ligeros y la masa de la Tierra -ni siquiera la masa actual- no es lo suficientemente
grande como para poder retenerlos; simplemente se fueron escapando hacia el espacio. La historia es
muy diferente para los planetas gigantes, como Júpiter o Saturno, que dada su gran masa han
retenido hasta nuestros días al hidrógeno y al helio en la abundancia que, se calcula, tuvo el Universo
cuando nuestro Sistema Solar se estaba formando.
La acumulación de una capa gaseosa que constituiría nuestra atmósfera primitiva se fue formando
en el intervalo de 200 a 300 millones de años después del origen de la Tierra. Antes de eso no podía
existir una atmósfera por varios motivos:
1.La Tierra no tenía suficiente fuerza de gravedad para retener a las moléculas de la atmósfera.
2.La Tierra estaba muy caliente, lo que facilitaba el desprendimiento de los gases ligeros.
3.El viento solar incidió en ella hasta que se formó la magnetosfera.
Así, durante un lento proceso que ocupó un 2% de la edad de la Tierra (100 millones de años), la
atmósfera fue tomando forma y al término de un 6.6% de la edad de la Tierra (300 millones de años)
su atmósfera quedó constituida.
Se piensa que el origen de la atmósfera fue a partir de los gases que estaban ocluidos en el
interior de la Tierra primigenia. Dada su elevada temperatura, de nuestro planeta emanaban gases
desde su interior. A este proceso se le conoce como degasificación. Otro proceso que contribuyó en
menor proporción (aún indeterminada) a la formación de la atmósfera primitiva fue la caída de
cometas, fenómeno al cual nos referiremos más adelante.
Aunque todavía se investiga cuál pudo ser la composición química de la atmósfera primitiva, se
tiene suficiente confianza para suponer que contuvo gases más pesados que el hidrógeno y el helio,
tales como vapor de agua (H O), dióxido de carbono (CO ), monóxido de carbono (CO) y nitrógeno
2 2

(N ), además de otros en mucho menor cantidad [dióxido de azufre (SO ), sulfuro de hidrógeno (H S),
2 2 2

amoníaco (NH ) y oxígeno (O ), este último proveniente de la fotólisis del H O y del CO , es decir,
3 2 2 2

proveniente de la descomposición de estos dos gases por medio de la luz (fotólisis) que llegaba del
Sol]. La cantidad de CO en la atmósfera primitiva fue muy superior a la que contiene la atmósfera
2

contemporánea. Debido a las altas temperaturas que prevalecían, algunos minerales como las
calcitas se descomponían en CO y CO. Se piensa que la cantidad de CO en la atmósfera primitiva
2 2

fue entre 100 y 1000 veces superior a la actual.

Figura 4. Vista posible de la Tierra primitiva después de


haberse formado la primera corteza sólida, esto es,
hace poco más de 600 millones de años.

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