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Definición e historia
El vocablo décima se refiere a una forma poética española compuesta de una o más estrofas de diez
líneas cada una. La mayoría de las décimas están elaboradas en el estilo conocido como espinela,
llamada así por el gran poeta, novelista y músico Vicente Espinel (1550-1624) quien en 1591 publicó
décimas con líneas octosilábicas y un patrón de rimas abbaaccddc. La espinela tuvo un éxito rotundo
y duradero; hoy en día decimistas cultos y populares escriben y cantan sus versos improvisados en
muchos países de habla castellana. Muchos estudiosos han analizado y coleccionado décimas, pero
los investigadores prácticamente han hecho caso omiso al fenómeno de la décima dentro de la rumba
folklórica, y existe una rica variedad de estructuras textuales que hasta la fecha no han sido
documentadas. Este estudio se dirije precisamente a esta carencia.
Como ejemplo e introducción a nuestro tema ofrezco mi propia poesía. Las rimas ocurren según la
pronunciación afro-cubana, que también permite elidir entre vocales fuertes, como en las líneas 9 y
10.
Estas canciones trovadorescas eran típicamente conjuntos de coplas (aa), romances (abcb) y
redondillas (abba). Una décima puede entenderse como dos redondillas conectadas por un “puente”
que repite la rima de la última línea de la primera redondilla y la primera línea de la segunda
redondilla para repetir el patrón abba. O sea, escribir abbaaccddc así: abba ac cddc.
A B B A A B B A
puente
Ya para fines del siglo XVI la décima era una forma frecuente en canciones, poesía lírica, y el teatro.
En estos tiempos la quintilla rivalizaba con la décima. La quintilla puede entenderse como media
décima; o bien, que una décima se puede analizar como un conjunto de dos quintilla seguidas, en dos
variaciones: abbaa y aabba. Es curioso notar que al reproducir así el patrón de rimas es palíndromo;
o sea, se lee igual de izquierda a derecha y de derecha a izquierda.
palíndromo
A B B A A A A B B A
palíndromo
linea de simetría
Parte del atractivo especial de la espinela es precisamente este conjunto curioso de patrones
ambiguos, facil de percibir pero matemáticamente sutil. Este conjunto de patrones métricos de rima
y énfasis parece tener un papel musical y concretamente rítmico dentro de la rumba.
Para los años ‘50 la décima en España podría considerarse extinta como género literario, usada sólo
como una curiosidad [Mendoza 1957, p. 9]. Por cierto durante mi viaje en España no encontré a
nadie fuera de algunos catedráticos que tuviera la más tenue noción de qué era la décima, mientras en
Cuba todos ofrecieron opiniones y sugerencias sobre el tema.
La décima española tuvo la fuerza para extenderse a otras lengua romanas. Los catalanes lograron
componer décimas en catalán; era tradición para los trabajadores urbanos pedir aguinaldos con
décimas en tiempos de navidad [ver Battle 1933]. En Cuba hay décimas cubanas con frases en
lengua (idiomas afrocubanas como lucumí y abakwá) y oí una décima puertoriqueña con frases en
inglés intercalados con efecto cómico. Personalmente he escrito décimas en inglés, que funcionan
adecuademente pero tal vez con poca gracia.
Se conserva la décima popular en Puerto Rico [ver Hernández 1993], República Dominicana [ver
Rueda 1989] México [ver Mendoza 1957], y en menor grado muchos países más [para la panorámica
continental ver Aretz 1980, pp. 213-23]. Los afro-peruanos han hecho una gran labor con la décima
[ver por ejemplo el disco LP Festejo peruano, Nicomedes Santa Cruz, Discos Pueblo, DP 1014
Mexico 1975], y los afro-ecuatorianos de la región de Esmeraldas cantaban décimas al son de la
marimba [ver Hidalgo Azamora 1982]. La décima se preserva hasta en Louisiana, EE. UU., entre
comunidades de isleños que emigraron de las islas Canarias hasta este estado a finales de siglo XVIII
[ver Armistead 1992]. Tiene también una larga historia en la región de la frontera entre Texas y
México [ver Paredes 1993].
Los decimistas cubanos pronto establecieron su preferencia por la espinela sobre otras formas de
décima con diez y once sílabas que estaban de moda en estos tiempos. Un sentimiento
particularmente criollo, cubano en vez de español, surge con la obra del poeta popular Francisco
Pobeda (1796-1881). Su contemporáneo Juan Cristobal Nápoles Fajardo (1829-1862?) conocido
como “el Cucalambé”, reforzó y avanzó esta cubanización de la décima espinela [Vitier 1970, p.
135].
La obra poética del Cucalambé ha sido criticada por el contenido de sus versos, que romantizaban las
ya extintas tribus indígenas mientras ignoraban los afro-cubanos, creando sin quererlo un modelo de
la décima sentimental y bucólica que glorificaba e idealizaba al guajiro indo-europeo sin tomar en
cuenta la herencia africana [Ortiz 1965, pp. 95-96] [León 1985, p. 99]. Por otro lado, el Cucalambé
era participante activo en la lucha contra el colonialismo español, y su poesía ayudó crear un sentido
de nacionalismo cubano [Fernández 1993, pp. 51-52]. Desde 1966 se celebra anualmente un festival
de una semana de duración con decimistas del mundo hispanoparlante en Victoria de la Tunas, su
pueblo natal.
El motor musical principal de la décima en Cuba es el punto cubano, que tomó su forma actual en la
segunda mitad del siglo XIX [Manuel 1991, p. 28], precisamente cuando la espinela estaba tomando
su primacia poética. El punto es un estilo peculiar con rasgos canarios como “un tono vocal angosto
y estrechado…y el uso de ornamentos y floreos…que divagan del templamiento acostumbrado
[Linares 1991, p. 98, mi traducción]. Las modalidades melódicas más usadas son la mixolidia y la
frígia, llamada popularmente “tonada española” [León 1985, p. 109]. Para el oído no iniciado, el
punto puede sonar áspero y fuera de tono. El ritmo de punto, siempre en 3/4 o 6/8, se caracteriza por
un “pulso elástico que brinda más libertad de expresión, siguiendo las inflexiones prosódicas del
texto [Linares 1991, p. 98, mi traducción]. Este estilo se llama punto libre y es más común en el
lado occidental de la isla. En Camaguey y Las Villas el estilo a menudo puede ser punto fijo, punto
cruzado, o punto en clave. Estas variantes del punto se caracterizan por un pulso fijo, contraritmos,
y síncopa . (¡Aunque a menudo se canta con copas, y bastantes!)
Otra forma de competición es el pie forzado, donde el poeta tiene que improvisar un poema que
termine con una línea octosilábica sugerida por un miembro del público. Los poetas cultos usan un
mecanismo similar llamado glosa, en el cual el poeta escoje una poesía, típicamente una estrofa de
cuatro líneas, integrando cada línea en una estrofa de su décima. [ver por ejemplo Hernández, 1982,
pp. 35-41]. Para una bella muestra de la controversia en una canturía rural, ver el video Routes of
Rhythm, por Howard Dratch y Eugene Rosow, Cinema Guild, 1990).
En los guateques y canturías que yo observé en vivo y en video, los conjuntos tocaban la misma
melodía por horas, siendo la única variación la del laúd, que improvisaba melodías alrededor del
cantante. Las tonadas o melodías son españolas y muy viejas [Antolitia 1984, p. 99-104]. El baile
propio de punto era el zapateado, un estilo español de perccusión con los pies, pero el zapateado hoy
en día no se ve fuera de algunos conjuntos de preservación folklórica [Linares, comunicación
personal]. En todo caso la meta principal no es energía musical propiamente dicha; en el punto los
aspectos vocales e instrumentales son secundarios comparados a la improvisación de la poesía; son
El arreglo del texto tiene muchas variaciones. Usualmente las primeras dos líneas se repiten,
convirtiendo la décima de 10 líneas en dos estrofas de seis líneas cada una. Este arreglo le da al
poeta-cantante tiempo de pensar mientras el laúd improvisa. En algunas variantes la décima se sigue
por un estribillo, es decir un coro o frase repetida.
Más popular que la décima a lo divino es la décima a lo humano. Esta forma se usaba para
conmemorar y propagar acontecimientos notorios locales y nacionales. Como ya mencionamos, las
décimas más antiguas conocidas en Cuba son de esta índole. El uso de la décima como boletín de
noticias seguía hasta este siglo. También se componían décimas con fines políticos, instigando
patriotismo o haciendo manifiestos contra la esclavitud o el colonialismo. Otras contenían crítica
social abierta o disfrazada. A veces estan compuestas de decenas o centenares de versos. Estas
décimas largas se conocen en Cuba como seguidillas y algunas, por ejemplo Manuel García, rey de
los campos de Cuba, una novela escrita en 133 estrofas de décimas por Chanito Isidrón, han sido
publicadas [ver López Lemus 1989].
Las décimas se componían también para el simple entretenimiento social. Décimas humorísticas
abundan, y han sido antologizadas por Feijóo y Orta. Los temas son infinitos pero algunos géneros
sobresalen: insultos personales o generalizados (puyas), cuentos seudo-históricos y fantásticos
(disparates), y alardes exagerados (jactancias). Los campesinos que muestran gran destreza en estos
esfuerzos se honran con el título de poeta, ganando gran prestigio y una modesta fuente de ingresos.
Las décimas populares por muchos años se han publicado de varias maneras. Desde los principios
del siglo XIX, se han publicado décimas en hojas sueltas que se vendían en el campo. Al principio
de este siglo companías estadounidenses de grabación como Columbia y RCA descubrieron el
Las teorías se pueden clasificar por el siglo de transmisón. Una la coloca al pricipios del siglo XX.
Otra la asigna a la primera mitad del siglo XlX. Y algunos sospechan que los afro-cubanos han
conocido la décima desde su introducción en la isla. Examinaremos brevemente cada teoría en
orden.
Jesús Orta Ruíz (el Indio Naborí) me aseguró que los afro-cubanos aprendieron la décima de los
campesinos en los solares de la Havana durante períodos de migración a la capital al principio del
siglo. Juan Campos Cárdenas (Chan), un respetado rumbero y cantante principal del conjunto
folklórico habanero Yoruba Andabo, apoyó esta tésis y me contó que los viejos rumberos en el
campo aprenden décimas de los campesinos y que las mismas personas cantan punto y rumba.
José Luís Gómez, un participante en los eventos Sábado de la rumba organizados por Rogelio de
Martínez Furé en la Habana en los 1970s, argumentó también a favor de una adaptación
relativamente reciente, basada en la migración. Explicó que en su pueblo natal de Sancti Spíritus,
había intercambios musicales abiertos entre los guajiros blancos tocando su variante regional de
María Teresa Linares cita documentos que muestran claramente que ya para 1830, los sirvientes
afro-cubanos en la capital cantaban llanto, una versión preliminar de punto cubano usando el tiple
(una pequeña guitarra) y el güiro, y sus canciones frecuentemente eran décimas [Linares,
comunicación personal]. El verbo decimar, significando improvisar una décima, se usaba en estos
tiempos por afro-cubanos de orígen congolés. Los rumberos todavía dicen decimar en referencia a la
improvisación poética aún cuando la forma no sea décima como tal [León 1991, p. 15]. Estas
evidencias parecen colocar la décima entre los afro-cubanos mucho antes de la aparición de la rumba
propiamente dicho.
No obstante, María Teresa Linares asevera que los negros probablemente dominaban la décima y
todas la formas populares desde los primeros años de la esclavitud [Linares 1995, p. 4]. Los
primeros africanos traídos a Cuba (los llamados “negros curros”) no provenían directamente desde
Africa, sino de Sevilla, donde sin duda estaban inmersos en la cultura hispano-morisca de esta ciudad
andaluza. La presencia de una gran variedad de estructuras de décimas en la rumba sugiere que las
formas arcaícas de la décima eran populares en España y se propagaron en Cuba antes del ascenso
de la espinela [Mendoza 1957, pp. 17-19].
El gran folklorista cubano Fernando Ortiz no no trata directamente de la adquisición de la décima por
los afro-cubanos, pero sí señala que mientras las culturas africanas representadas en Cuba valorizaron
altamente la inventiva y la improvisación verbal en sus idiomas nativos [Ortiz 1965, p. 118], la rima,
tan vital en la décima, no tiene un papel importante en el canto y la poesía africana [Ortiz 1965, p.
237]. De allí se puede deducir que los africanos traían algunos de los valores estéticos y lingüísticos
Está también documentado que los afro-cubanos cantaban romances españoles en la Habana en el
siglo XVII, creando una forma oríginal llamada zarabanda, la cual, como la rumba y el son que
surgirían siglos después, adaptando melodías españolas a los ritmos africanos. Esta música regresó a
España y se hizo popular, con el desagrado de los curas y los poetas como Cervantes, Góngora, y
Lope de Vega [Carpentier 1987, p. 42]. La presencia de la zarabanda en España durante el Siglo de
Oro muestra una influencia mutua entre el afro-cubano y el español desde hace mucho tiempo.
En fin, puede ser imposible asegurar con precisión la antigüedad de la décima en la música afro-
cubana. Pero es indiscutible que al comienzo del siglo XX, la décima se oía cantar en los conjuntos
decoro y clave, predecesores a la rumba, que podían abarcar hasta 150 personas. Mientras los
coros evolucionaron al fenómeno contemporáneo de la rumba en los años veinte, las décimas
seguían siendo importantes para el gallo o cantante solista. Numerosos rumberos ganaron fama
como improvisadores de la décima, y la décima cantada estaba firmemente establecida como parte
del espectro artístico afro-cubano.
Rumba-aspectos básicos
La rumba en Cuba es una especie de fiesta musical, una descarga con percusión, canto, y baile. No
tiene nada que ver con rhumba, un baile de salón popular en los EE. UU. en los años ‘40 y
desconocido en Cuba. Es un estilo netamente cubano nacido de influencias africanas y españolas
[Acosta 1991, pp. 52-53].
Los instrumentos son tres tambores congas o tumbadoras, claves, y guagua, o sea dos palitos que se
percuten en el costado de un tambor o un trozo de bambú. Unos cajones hechos al propópsito pueden
sustituir a uno o más de los tambores, y en caso de necesidad se golpea cualquier objeto sonoro,
desde la puerta de una casa hasta la cubierta del motor de un automóvil. Se puede agregar cencerro
(campana) y shékere (una calabaza seca cubierta con una red cargada de cuentas), pero en su aspecto
folklórico la rumba no admite instrumentos melódicos. Un coro de tres o cuatro hombres y mujeres
como mínimo y un cantante solista da los elementos melódicos, harmónicos, y textuales.
Los dos tambores más graves sostienen una base de melodías rítmicas repetitivas combinada con
El canto en la rumba
La mayoría de las canciones de rumba, y sobre todo los guaguancós, se desarrollan de la misma
manera: primero, una introducción sin palabras llamada diana o lalaleo, con la alternación de solo y
dúo que caracteriza muchos estilos musicales cubanos [Linares 1974, p. 87]. A veces un cantante
especializado agrega ornamentos musicales llamados floreos. Sigue el cuerpo de la canción, llamado
inspiración, donde aparece la décima si es que la hay; finalmente el montuno, caracterizado por un
estribillo repetido por el coro, mientras el solista improvisa frases cortas en un patrón de llamado y
respuesta.
Las melodías de las rumbas son tan variadas como las estructuras textuales, pero para la rumba
décima, como la décima en punto cubano, la melodía no es de primera importancia. La llamada
tonada de los presos ha sido, en sus múltiples variantes, una melodía duradera para la décima en
guaguancó desde los años 1940s por lo menos [Millán Rodríguez, comunicación personal]. Hay otra
melodia característica para la columbia. Chan me dijo que el solista puede escoger o improvisar una
tonada para su verso, siempre y cuando funcione bien con la métrica de la canción y el compás
característico de la clave. Frecuentemente cada línea de la décima empieza en la segunda nota de la
clave, y la séptima sílaba cae en la primera nota de la siguiente frase de la clave.
Los temas típicos incluyen alabanzas, cuentos picarescos, disparates y comentarios sociales. La
inclusión de frases religiosas en “lengua” es frecuente, sobre todo en la rumba columbia. Los
cantantes solistas buenos saben “tomar el pulso” de cualquier rumba [ver Friedman 1978] y escoger
las mejores canciones para estimular el baile, la música, y la participación de todos en la fiesta [Cook
1982, p. 97]. Se necesita además gran memoria, agilidad verbal y un sentido absoluto para el compás
de la clave.
Aunque la improvisación del solista o “gallo” es muy importante durante el montuno, hoy en día la
C. Décima octavilla, o “décima abreviada”, comprime las 10 líneas en ocho. Feijóo llama este estilo
cuartetas cubanas [Feijóo 1982, p. 33]. El patrón más riguroso, que yo llamaría “octavilla clásica”
tiene ocho líneas octosilábicas con tres rimas: abbaacca.
Fijése que las primeras cinco sílabas son abbaa (quintilla var. 1); lea las últimas cinco como aabba
(quintilla var. 2) y allí está la espinela vista como dos quintillas: abbaa aabba. Así las 10 líneas de la
décima se hacen presentes con solo ocho líneas y tres rimas. Es el estilo que utiliza José Martí en su
famosa colección Versos sencillos para “Cultivo una rosa blanca…” que también se canta en la
rumba [Lázaro Pedroso, comunicación personal]. La octavilla clásica, como en el caso de la espinela
clásica, tiene sus variantes (por ejemplo abbaaaba), pero para considerarse octavilla tiene que
conservar una quintilla al principio o al fin.
D. Décima abierta se refiere a las canciones, muchas veces columbias, que mantienen el sentir y la
cadencia de la décima pero al analizarse no muestran ni décimas ni octavillas, sino una mezcla
aparentamente arbitraria de coplas (aa), romances (abcb), redondillas (abba), y quintillas. A veces se
perfila una espinela propiamente dicho en medio de este “verso libre”, como lo caracteriza María
Teresa Linares [comunicación personal]. Las variantes “abiertas” dan un sabor más improvisado,
menos predicible, en la inspiración. Tipicamente son columbias y agregan frases en lengua y
fragmentos de varias canciones. Lo que pierde la canción en rigor y elegancia estructural, lo gana en
invención rústica y sabor popular. La décima abierta crea en el oyente todo un dulce suspenso
anticipando cuáles de sus rimas se van a repetir. Por su aspecto libre de patrones regulares es más
análogo al quinto, el tambor improvisador.
He aquí dos ejemplos de cada estilo. Las transcipciones son parciales; para claridad y economía de
espacio he eliminado casi todo diana, duos, introducciones, estribillos, etc.
P. Pasmanick Décima y rumba v. 3.4 [ 04-04-2000 ] p. 13
A.1. Espinela clásica -un solo verso en la inspiración
La famosa décima del perro Trabuco se canta con columbia, el más intenso de los tres ritmos de la
rumba. He oído la canción en por lo menos tres variantes. Con su perro parlante y irónico, sugiere el
género del disparate, pero también refleja una tendencia al relato fantástico para hacer crítica social.
Esta versión es de Justi Barreto [Guaguancó ‘69, Justi Barreto y su grupo folklórico Gema LPG
3072].
La décima a la derecha es también muy conocida para cantar en el guaguancó, y existe en variantes
que veremos adelante. Esta versión es de Yoruba Andabo [El Callejón de los Rumberos Vols. 1 & 2
Colección ClásicoPmRecords 1993 MCPm 4039 y MCPm 4040].
La segunda rumba fue recopilada en la Habana por David Millán Rodríguez. Es una décima
modificada que se repite dos veces su patrón de abbcc ddeed. La segunda mitad de la décima es la
quintilla en su segunda variación (aabba). Usa algunas rimas asonantes. Fíjense que en los dos
ejemplos se repiten las primeras dos líneas de cada estrofa, un rasgo común en punto cubano.
Desconozco el título y autor de estas décimas.
El primer ejemplo es una décima culta escrita para el guaguancó por Profesor Isidoro Mauleón. La
descripción de Cuba como caimán es muy antigua y bastante controversial [Feijóo, p. 115-124].
Viene del disco Hacia el amor por John Santos y el coro folklórico Kindembo [1995, Xenophile,
Xeno 4034], una agrupación folklórica en el area de la bahía de San Francisco, California. Presenta
algunos variantes; la misma redondilla se repite dos veces, y las redondillas tienen más de ocho
sílabas. El patriotismo es, por supuesto, un género importante.
El segundo ejemplo es de los Muñequitos de Matanzas [Rumba Caliente 88/77 Qbadisc 1992, sin
número] y es también un guaguancó; de hecho, mi estudio mostró que 28 de las 44 décimas que
escuché eran guaguancós. La primera redondilla y la primera espinela son formas modificadas (la
décima es abbaa cdeed; mantiene la primera quintilla).
La primera octavilla la canta Patato y Totico [Totico y sus rumberos, 1992 Montuno Records MCD
515]. Ya hemos visto otra versión de este sentimiento de alabanza a la rumba en si (ver arriba, A.1,
Cantar bueno). Esta octavilla varía de la forma abbaacdc pero mantiene la quintilla inicial
(abbaacdc).
El segundo ejemplo es una octavilla clásica con una redondilla de introducción. Viene también del
disco de Yoruba Andabo previamente citado.
D. Décima abierta
Estos dos guaguancós son del disco Guaguancó Afro-Cubano con Roberto Maza y el coro folklórico
de Alberto Zayas [Panart LP 2055]. Cuenta el principio y fin de la misma historia, y utilizan la
misma melodía. Pero la estructura varía mucho entre los dos textos, lo cual me hace suponer que en
este caso y tal vez todos no hay una estructura escondida para racionalizar tanta rima suelta. Mi
forma de agrupar las lineas no es la única que permitería la canción, pero siempre aparecen quintillas
en cualquier variante que probé.
Hemos visto que la décima, históricamente identificada en Cuba con los poetas académicos y el
campesinado español/canario (es decir, “blanco”) está también presente en la rumba, un producto
cultural del afro-cubano. Pero los estudiosos de la literatura y música popular cubana (con la
excepción de María Teresa Linares) han hecho poco caso del fenómeno de la décima en la rumba.
Cuando mi investigador David Millán Rodrígues, veterano del Conjunto Folkórico Nacional de
Cuba, presentó una versión preliminar de este estudio a la Municipalidad Provincial de Cultura de la
Habana el 30 de mayo, 1996, reportó gran interés y sorpresa entre los trabajadores culturales. ¿Cómo
se explica este vacío?
Las razones parecen ser sociales. Para algunos literatos la rumba simplemente les parece vulgar:
“demasiado erótico, o si no demasiado peligroso y en todo caso de las clases bajas” [miembros de
Los Muñequitos citados en Durán 1990, p. 3; ver también Waxer 1994, p. 144 y Moore 1995, p. 189
para más sobre el bajo estatus social de la rumba]. Los tambores “primitivos”; el baile, caracterizado
por un cortejo sexual simbólico en el guaguancó y la rivalidad masculina en la columbia; la energía
bulliciosa de una rumba de barrio, aumentada por el ron y la competición feroz; el rechazo de la
rumba por los medios masivos de comunicación latina como Univisión y Telemundo; el hecho
evidente que la rumba se practica casi exclusivamente por personas pobres de raza negra; todos estos
factores alientan las tendencias clasistas y racistas tan prevalentes y persistentes en las sociedades
pos-coloniales y pos-esclavistas.
Segundo, si los literatos no quieren saber de la rumba por ser muy primitivo, muy “lumpen”, muy
negro, para los especialistas en lo africano del afro-cubano, la décima es muy española, muy
colonialista, muy blanca. Además hay cierta tendencia a menospreciar el canto en español como
menos interesante y “auténtico” que el baile y la percusión. Pero no hay rumba sin canto, y he visto a
rumberos parar la rumba, visiblemente disgustados, cuando las voces son inadecuadas. La conexión
entre la expresión verbal y musical es prominente en la música de Africa y sus derivados [Walser
1995, p. 208], y no se puede entender la rumba sin tener en cuenta las canciones. Los viejos
rumberos cubanos reconocen la influencia ibérica, y no le resta nada de las raices y valores estéticos
africanos, el estudio y aprecio de la herencia melódica y textual española.
Reconocimientos y agradecimientos
Quiero agradecer David Millán Rodriguéz, mi guía e investigador; María Teresa Linares,
directora del Museo Nacional De Música de Cuba; Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, el decano de
la décima cubana y autor de 21 libros; los geniales decimistas de UNEAC, Waldo Leiva y Alexis
Pimienta, un repentista extraordinario; don Chan, cantante solista del grupo folklorista Yoruba
Andabo; los exponentes folklóricos Lázaro Pedroso y la difunta Librada Quesada. Gracias a mis
compañeros los rumberos de San Francisco, especialmente a Rick Ananda por tantos discos
prestados, y gracias a mis coresponsales electónicos Pedro Saavedra, Blanca Ortiz-Torres, y
Gilbert Walker. Por supuesto estoy agradecido a la National Endowment for the Humanities
(NEH) por la beca que hizo posible el viaje, y a mi familia por concederme el tiempo necesario para
viajar, leer, escuchar, y cantar décimas por un año entero. Agradezco a mi padre, Kenneth
Pasmanick, reciéntemente jubilado después de 50 años como fagotista principal de la Orquesta
Sinfónica Nacional de EE. UU., por su apoyo y su influencia cultural. Agradezco de manera especial
a mi colega Susana Baldwin por su cuidadosa revisión de mi primera versión en español, y Michael
Stone, John Escobedo, Julian Gerstin, y Jerry Roberts por sus sugerencias. Gracias a Gerard
Behague y Latin American Music Review, que publicó la versión en inglés en su edición del
invierno de 1997. Las compañeras del Caribbean Music and Dance Program facilitaron todos los
aspectos de mi estadía en Cuba. A los demás--bibliotecarios, músicos, choferes, y enlaces que han
cargado paquetes entre San Francisco y la Habana, muchísimas gracias. ¡Aché!
Acosta, Leonardo
The rumba, the guaguancó, and Tío Tom
in Manuel, Peter (ed.)
Essays on Cuban Music--North American and Cuban Perspectives
University Press of America
León, Argeliers
Del Canto y el Tiempo
Editorial Letras Cubanas
La Habana, 1984
Linares, María Teresa
La Música y el Pueblo
Editorial Pueblo y Educación
La Habana, 1974
Linares, María Teresa
The Décima and Punto in Cuban Folklore
en Manuel, Peter (ed.)
Essays on Cuban Music--North American and Cuban Perspectives
University Press of America
Lanham, Maryland, 1991
Linares, María Teresa
Notas para Rumba Caliente
Ortiz, Fernando
Los Bailes y el Teatro de los Negros en el Folklore de Cuba
Editorial Letras Cubanas
La Habana, 1985
Paredes, Américo
Folklore and Culture on the Texas-Mexican Border
CMAS Books
Center for Mexican American Studies
University of Texas at Austin, 1993
Pérez, B.
El Poder Judicial investiga si un juez faltó al respeto a los ciudadanos por sus
resoluciones afrentosas o en ripio
6 de abril Diario EL PAIS, Madrid
Randall, Margaret and Angel A. Navarro
Sueños y Realidades del Guajiricantor
Siglo Veintiuno Editores
Alberto Zayas
Guaguancó Afro-Cubano con Roberto Maza y el coro folklórico de A. Zayas
Panart LP 2055
Número de canciones: 12 Número de décimas: 7
décima abierta:
espinela clasica :
• La polémica [G]
• Parece mentira [G] (bonita variación de la “tonada de los presos”)
Varios artistas
Real rumba
1994 Corason COCD 110
Número de canciones: 11 Número de décimas: 3
décima abierta
• Roncona [C]
• Recuerdo a Malanga [C]
espinela modificada:
• Saludo a Matanzas [G] (2 verses abbaa ccdcd)
Análisis:
Número de discos: 10
Número de canciones: 118
Número de décimas (total): 45
FIN