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La historia de los engaños.

La historia de los engaños es la historia de la historia. Billones de marionetas y dos


titiriteros. Uno es el hombre, el otro es un intruso. A veces ninguno está por sobre el otro,
unas veces uno brilla más y el otro ignora, otras veces el otro se reconoce fuerte y el
intruso es poderoso, pero se sabe también que es insignificante, aunque no debe
subestimarse. Ellos conocen la historia como creen dictarla y como la conocemos. Otro, por
sobre todo sublime y por sobre ellos, es el guionista, el director. Desde lo más alto el
mueve otros hilos y conoce la historia como la hemos de conocer.
La verdad y el engaño, ¿viven el uno sin el otro? ¿Qué es la verdad? Hay una verdad
para cada realidad y en cada realidad, la verdad tiene distintas características.
Corresponde hablar entonces de dos planos, de entre los varios que existen; dos
dimensiones, una natural, la del hombre como se conoce, con la verdad como una escala de
grises o la verdad con distintos colores. Según las leyes de esta realidad, la natural, que no
se desvincula de las otras realidades, cuyas leyes, principalmente leyes mecánicas, en
función a la epistemología de cada realidad, son distintas a las de esta; la verdad es
relativa. En otra en cambio, en la espiritual, donde el hombre no se conoce, o tal vez
vagamente, pues para él es realidad insondable; realidad donde el hombre es conocido, allí
la verdad es absoluta. Entre estas realidades junto con muchas otras se coordina una
armonía que es tal solo porque Dios es soberano y toda realidad se somete a Dios.
El engaño tiene entre sus muchas intenciones, cuatro que resaltan más: el miedo, la
confusión, la comodidad y el libertinaje. Y estas son marcados ciclos históricos. Otra
característica del engaño es que pretende vivir disfrazado de verdad. Corresponde
destacar entonces que en general hay verdades relativas, verdades absolutas y engaño o
engaños disfrazados de verdad y de verdades relativas y verdades absolutas.
Burlescamente hablando nos referimos a las religiones como engaños relativos y engaño
absoluto. He aquí el fracaso de las religiones que desde su comienzo nacieron condenadas
por Dios.
¿Qué es religión? Es el hombre pretendiendo llegar a Dios, a un contacto con Dios
por mérito propio. O sea que hablamos de imposibles, pues el hombre es por naturaleza
engañoso y vive para si mismo y no para alguien más. Si Dios diese al hombre una liturgia el
hombre la haría pecado. Sabio por parte del hombre sería no manipular esta liturgia, sino
entregarla a Dios creándose así un ciclo infinito de reciprocidad en que Dios se da a si
mismo, aunque suene contradictorio, es así, pues sabemos que al hombre le es imposible
agradar a Dios. La religión es entonces del hombre y no de Dios, aunque por ende no es
mala, pues el hombre tampoco es malo, pero si es reprobado.
Y no condena Dios al hombre, sino la perfecta ley que lo reprueba por imperfecto, la
que al hombre fue dada para que pudiera conocer que su naturaleza es caída y corrupta.
Más otra sería la historia, sino que el hombre permitió ser corrompido por toda seducción y
codicia. Corrupto es el hombre, más no es malo, sino que conoce el bien y el mal. Y el bien no
es la vida, ni tampoco la voluntad de Dios.
El bien y el mal, como el hombre los conoce, proceden de un mismo fruto y entonces
una misma cosa son, y no agradan a Dios. Pecado es entonces este bien porque con mal se
complementa y de un mal necesario hablamos cuando hablamos de este bien que son las
buenas obras del hombre, de aquella su justicia que es trapo de inmundicia. Los opuestos
que se complementan son el histórico mal necesario y el pecado que de bien se ha
disfrazado. Este fruto digerido fue el génesis de todo engaño y el de las religiones; el
hombre que peca haciendo el bien que conoce, queriendo agradar o pretendiendo entender
a Dios; por miedo, por confusión, por comodidad y por libertinaje, cuatro hijos de la religión
o las religiones.
El bien del hombre no es el bien de Dios y en Dios no habita el mal. El bien y la
justicia en Dios son el amor, la fe y la gracia. El amor es sacrificio y la gracia es favor
inmerecido. La fe de Dios en que vive el hombre no es solo creer, sino moverse en las
instrucciones de Dios cuando los milagros serán un complemento a las acciones de la bondad
y la esperanza que el hombre ha conocido obrando Dios con y a través de él.
La homogeneidad y la heterogeneidad ideológica y semiológica de cada religión no
son en su complejidad analógica compatibles con la sana doctrina, es decir, aquel conjunto
de verdades no adulterado. A la doctrina adulterada, es decir, aquella que contiene
verdades junto con medias verdades y pseudoverdades, esto porque ha considerado las
proposiciones de ideas y símbolos de orígenes distintos adoptándolos de varias culturas
cambiándoles su esencia en la separación y la mezcla que esta adopción significa, se la
conoce como sincretismo religioso.
Este fenómeno del sincretismo ideológico-religioso es inevitable en el encuentro
intercultural con fines políticos, encuentro que se da principalmente cuando dos o más
hegemonías ven entre ellas el riesgo de pasar de ser amenazas entre sí, una hacia la otra, a
estar cayendo en la hostilidad previa a un comportamiento bélico
En este contexto de un sincretismo religioso de origen netamente diabólico1 y
corruptamente político característico de la edad media y desatado principalmente por el
decreto de Constantino que consagra potencialmente a la Iglesia como se llegó finalmente a
denominar: Iglesia Católica Apostólica Romana, nominación de muchos desacuerdos, es que
tienen lugar las protestas y las reformas frente a una Iglesia universalizada que ha sido
víctima de muchas ideas y “víctima de si misma”.
No es erróneo hablar de una Iglesia Católica Apostólica, pero si han sido errores
las separaciones protestantes como también es erróneo hablar de una Iglesia Católica
Apostólica Romana porque no corresponde darle a la Iglesia tal identidad cultural siendo
que se ha dado el fenómeno de la expansión que hace de la Iglesia Católica que no es
romana sino que por la expansión de un mismo credo hacia muchas distintas culturas como
conquista de la fe se debe considerar como Iglesia Católica Apostólica porque la Iglesia es
una sola pero una Iglesia con heterogeneidad autonominal en función a las características
de cada grupo que la conforma.
El pie, no por ser parte del cuerpo se llama cuerpo, sino que se distingue del resto
de las partes del cuerpo por la función particular que cumple. Entonces el pie es cuerpo
pero se llama pie. Somos una sola Iglesia, cuya piedra angular es Cristo, y sí, somos una
Iglesia Católica Apostólica; pero, si hablamos de una Iglesia Católica Apostólica Romana, es
correcto hablar también de una Iglesia Católica Apostólica Cruceña y de Iglesia Católica
Apostólica Boliviana a la cual vendríamos a pertenecer.
El origen netamente diabólico1 y corruptamente político del sincretismo religioso lo
dan el bien, el mal, el pecado, el egoísmo y por ende el hombre que por caído es corrupto. En
un contexto así, se da la injusticia y la opresión que se vivía y sufría por la ignorancia de los
llamados a creer por culpa de los “escogidos” para conocer, quienes hacían uso de tal
sincretismo conforme a sus conveniencias. A consideración de que la cultura griega como
también muchas culturas occidentales tenían en su concepción de la personalidad de sus
dioses cuando estaba vigente el politeísmo la de una personalidad semejante a la de la
naturaleza humana, era fácil engañarlos haciéndoles creer que Dios demandaba algo de
ellos para bendecirlos en función a la grandeza de su ofrenda. Malentendían el amor como
una relación de reciprocidad donde: si yo te amo te doy para que te reconozcas amado por
mí, luego, me ames y me des, me bendigas como muestra de tu amor que es recíproco para
con el mío. Esta era una de las concepciones griegas del amor, aquella que el vulgo podía
entender. El concepto de la gracia, en cambio, en este sentido era novedoso.
Martín Lutero como buen apasionado por su credo y por tanto estudioso denunció
las injusticias a las cuales despertó con su viaje a Roma, donde otro tipo de imperio romano
también despótico abusaba de la ingenuidad de la gente. Su denuncia, que le significó ser
excomulgado, dio origen a la reforma protestante. Él como símbolo de la época que
comenzaba, fue también víctima de intereses políticos, la realeza y los poderosos en
Alemania queriendo desvincularse de la Iglesia por la amenaza que su desarrollo
hegemónico significaba, pero sin renunciar al cristianismo, lo tomó por líder de la Iglesia
alemana protestante. Todo volvía a las manos de los hombres y a moverse conforme a
intereses humanos.
Él sin embargo no era el único firme en sus convicciones, en Roma también se hizo
justicia, tuvo lugar la contrarreforma como medida para no desmembrar la Iglesia y normar
sus actividades de la forma original y correcta, aunque la visión ya estaba muy nublada para
que el éxito de esta empresa fuese total.
La doctrina había sido cambiada ya muchas veces desde Constantino, quien fue el
primero en usar la cruz como estandarte para sus grandes conquistas políticas y
territoriales. El sincretismo fue por primera vez criticado cuando tuvo lugar la primera
reforma en la diferencia con los iconoclastas. Se dijo debía tomarse al pueblo judío como
ejemplo en algunos sentidos para alcanzar un culto religioso y una doctrina más sana;
evitando todo contraste como aquel en que habían caído para ganar adeptos al cristianismo.
El edicto de Constantino desató con fuerza el sincretismo religioso, el imperio beneficiando
a los cristianos por ser el cristianismo la religión oficial del imperio aliviano el pago de
impuestos a todo aquel que profesaba el mismo credo que la cabeza del imperio.
Por este beneficio muchos disfrazaron sus cultos paganos como cultos cristianos.
Un ejemplo de ello eran las prácticas “ascetas” sadomasoquistas, las fiestas y cultos
iniciados por Nimrod y adoptados de distinta forma por toda cultura en los solsticios de
invierno y de verano, hoy San Juan, a medio año y Navidad a fin de año. Pero sobreabundó la
gracia, y el sincretismo fue tan favorable como desfavorable, unió pueblos y luego dividió
creencias.
La religión tuvo siempre fines políticos, fue el hombre con una idea de buen
gobierno, primero un buen gobierno de si mismo, bajo las leyes de un credo, para su buen
comportamiento, y luego para el buen gobierno de grupos, socializando sus buenas ideas, un
credo de sociedad y su normativa religiosa. Y luego atribuir a Dios aquella utopía humana
que responde las demandas del miedo, la confusión humana, la comodidad de lo realizable y
la justificación de las falencias humanas, es decir, el retroceso paulatino de la moral, donde
lo malo, lo condenable pasa a ser normal, luego incluso bueno y plausible; calificado de
evolución de la sociedad.
Pero no es Dios, del hombre, por el hombre y para el hombre; sino que es la
creación, de Dios, por Dios y para Dios, hasta que Dios sea el todo en todos como antes fue.
¿Qué valor y estima tendría, pero, el amor, si se desconociese aquello que se le opone?
La verdad desagrada, pues descubre lo condenable y demanda sacrificio, sacrificio
que en la madurez y la práctica se hace sabiduría. En el sacrificio se desarrolla y
perfecciona el amor y a este proceso lo acompaña la esperanza que crece contemplando que
el amor se perfecciona y la sabiduría está a la lindera de este camino pues gusta de
recorrerlo para revelarse a quienes lo andan con ella.
El engaño es placentero, pues justifica, se acomoda a los vicios de cada quien, se
disfraza de verdad para adormecer nuestra conciencia, ornamenta lo placentero vistiéndolo
de moral, de una moral corrupta por puro hedonismo. El exceso de las palabras hace al
engaño, que sobreestimula hasta que adormece y recubre capa tras capa lo superficial.
Pero la verdad se encuentra escudriñando ideas sencillas, y penetra descubriendo aquello
que estaba oculto. Divide lo claro de lo oscuro y no los llama de uno mismo. Luego la
experiencia hace crecer lo uno y menguar lo otro.
La religión es del hombre y junto con él se pervierte. Esta no es de Dios, como es la
vida. La justicia es entender que más puertas se abren por gracia que por voluntad, mérito
y esfuerzo, que es necedad negar a Dios o vestirlo al propio antojo para justificar los
propios actos y que Él prospera los negocios del necio privándole de sabiduría, más al
entendido da Dios sufrimiento primero, luego es Él esperanza y al final recompensa.
La vida eterna es hoy y será mañana, no se espera tras la muerte, se vive contando
cada día para gloria de la bondad, primero se vive, se sufre y se espera, cada día se muere
hasta que con la muerte completa la naturaleza caída queda atrás y el nuevo hombre es
aquel que en vida fue alcanzado y mayor estatura tiene quien más batallas ha peleado y más
desiertos ha cruzado. Quien ha entendido su linaje y su llamado, mayor es que quien en
otros ha vivido esperanzado. Esta es pues la fe, vivir y enseñar la realeza y la pasión de
Cristo, en Él, para Él, por Él y con Él, y no estancarse agradeciendo y esperando las migajas
de la mesa, pero tomando lugar en ella y no bajo ella.
La religión inmaculada, que a Dios agrada y Él por esta recompensa; no es con
símbolos, leyes o significados, no con prácticas del cuerpo y de la mente, no con ritos,
rituales, recitaciones u otros métodos complejos, porque es verdad que espirituales son
todos estos, pero no es de Dios el espíritu que atraen, pues no es Dios por quien cree y
busca para sí, sino quien cree buscándole a Él para Él y Él en el prójimo. Esta es por
decreto la religión sin mácula: partir el pan con el hambriento, y su única ley: la gracia y el
amor de Dios hacia los hombres, y del hombre hacia su prójimo. Ser reyes para servir y
dar, y no conocer al rey para tener paz, aunque esto también trae el paquete de la gracia.
En la Iglesia se descubre el hombre y su vergüenza, en ella se trata, pero el dolor
es antes que la sanidad. En ella se alimenta el desnutrido del amor de Dios, que es el pan
que comparten los hermanos. Sí, las asperezas las da el hombre con su naturaleza, y el
contacto entre hermanos por su naturaleza nauseabunda es la fricción que pule y que da
forma las potenciales joyas humanas. Y el hombre se dará cuenta que el juicio y la gracia
son de Dios. Y la complejidad de la idea no puede entenderla la mente humana, pero la idea
es una sola y cada uno entiende solo una porción de ella.
En lo fundamental, los hermanos, tendrán unidad, en lo secundario gracia y libertad,
y sobre todo reinará el amor. Porque el que tuvo oídos para oír, por fin, oyó, entendió que la
sabiduría y la gracia son multiformes, que el plan es la unidad en la diversidad de aquello
que en diversidad fue dado, procediendo todo de uno mismo. La Iglesia madura se
levantará, como una sola, respondiendo ante el gemir de la creación, porque oyó que esta
pedía ser restaurada del mal que el hombre en su ignorancia compró para si mismo y su
entorno.
Este preámbulo explica un poco algunos ¿por qué? de la historia de los engaños,
descubre algunos engaños y los contrasta con los ¿cómo? no de las utopías, pero del amor
caminando a hacia su plenitud. La historia de los engaños lo escriben los paradigmas, los
paradigmas los dicta el deseo, el deseo es de los hombres y solo de ellos y es el deseo quien
se pone a sí mismo su precio: la condena: cadena perpetua de las desgracias humanas. ¿Se
ponen de acuerdo los hombres para desear? ¿Qué mantiene unida a la sociedad? ¿Cuál es la
relación entre el individuo y la sociedad? El hombre es un ser social, la sociedad es su apoyo
o su limitante. El hombre como individuo es en potencia factor de cambio si sabe mover la
interacción social a favor de su propósito.
En esta era postmoderna puede observarse pero, que el camino que se ha seguido es
el del egoísmo, a veces con una imagen ficticia de ser lo contrario, lo que no era, un disfraz
de bondad “incondicional”, velo que al hombre le resultó cómodo ponerse. El hombre ha
pensado para si, exponiendo que aquello que para si deseaba era lo que los demás, todos o la
mayoría, exponían como deseo propio, y necesitaban. Plantearon que todo era lícito,
escasamente conscientes de que no todo conviene.
Así comenzó un círculo vicioso de la normalidad de lo dañino. La era donde los
hogares saludables son escasos porque se ha olvidado que amar es una decisión por sobre
los sentimientos, que el amor es verdadero solo si es incondicional. La figura paterna
incorrecta; la imagen incorrecta del papel de la mujer, a la que por años se le ha hecho
injusticia desconociéndose sus derechos, quien comenzó el feminismo en contraposición del
monstruoso machismo cayendo también en algunos casos en los dañinos extremos; la
confusión generada por hechos como estos que ha dejado a los hombres emocionalmente
insatisfechos y desconociendo su rol han llevado a esta generación desprendida de todo y
sobreestimulada a probar todo sin en verdad conocer nada, adormeciéndose con los vicios,
las pasiones desordenadas y actos sexuales amorales. Hablan de evolución disfrazando la
verdadera involución, el retroceso moral, justifican sus conductas llamándolas de libertad,
evolución y progreso. Son la generación de los escándalos y la tolerancia, porque hablan sin
decir nada y toleran padecer por ignorancia. Tienen información en exceso para
justificarse, pero les falta sabiduría; son inmaduros. Habrá cuando, sin embargo, los padres
se den cuenta que no han sabido ser padres y quieran enmendarlo, y cuando los hijos
despierten de su necedad y se vuelvan a la prudencia de los justos, entonces cesarán los
rencores. El libertinaje será libertad y padre e hijo, varón y mujer serán por una misma
causa.
La historia de los engaños es la historia de la necedad del hombre, que por si mismo
vivió engañado. He aquí, el hombre ha escrito, y de aquello que ha escrito queda mucho por
explicar. He aquí, el hombre sigue escribiendo, si habla verdad o habla engaño solo Dios lo
sabe, y este texto también lo ha escrito el hombre. Misterios habla Dios, pues se deleite
en ver los reyes descubrir sus secretos y entenderlos.

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