Psidkis Comumicacisn Rolant, Barthes
La camara lhicida
Nota sobre la fotogstiempo después de la muerte de mi madre, yo
estaba ordenando fotos. No contaha «volver-
laa encontrary, no esperaba nada de Wess
Fotografias de un ser ante kas cualles lo recor
damos peor que si nos contentames con pen
sar en él» (Proust), Sabia perfectamente qu
por ¢sa fatalidad que constituye ano ile los
Fasgos mas atroces del duelo, por m
que consultase las imigenes, no podria
unca mas recordar sus rasgos (Iruerlos a
mi mente). No, lo que yo queria era, sezén
el deseo cle Valéry a la muerte de su madre,
escribir una pequena obra sobre ella, para
ii solo» (quis un dia It escriba, cow el fin
de que, impresi, su memoria dure por lo
menos cl tiempo de mi propia notoriedad)
‘Ademas, no puedo decir que esas fotos de
usclla que yo wuardaba me pustasen, si excep
tuamios kaye habia publivado, aquella en ta
gue se yc a mi madre, cle joven, caminando,
por wna phys de fas La
ereconvcis Su modo Ue
resphindor pero no su rostro, demasiado
lejano sno me pon a contemplarlas, no
me sumia en ellas, Las desgranala, pero nin-
‘guna me parceia realmente «buena»: ni re-
taco fotografico, ni resurreceién viva del
rostro amu, Si algun dia Hegase a mostrar
Jas a amigos, dudo que les hablasen.
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En cuanto a muchas de estas fotos, lo que
me separaba de ellas era la Historia. No es
‘ucaso la Historia ese tiempo en que no habia-
mos nacido? Leia mi inexistencia en los vesti-
dos que mi madre habia Tlevade antes de que
puidieso scordarme della, Hay una especie de
estupefaccién en el hecho «le ver a un ser fa
vestide de ofro modo, He aqui, hae
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cla 1913, a mi madre en traje de calle, con
toca, plum. eusantes, Hint lenceria que sobre~
sale por kis mangas y el vseote, todo de un
‘chie» desmentide por ka dulzura y Ia simpli-
ccidad de su mirada. Es la iniea vez.que la veo
asi, tomadaen una Historia (de los gustos, de
las modlas, dle los tefidos): mi ateneion se des
via entonces dle ella facia el uecesorio pere-
ido: pues el vestido es perecedero, constitu
ye para ef ser amado una segunda tumba
Para ereeonocensa mi madre, fugitivamente,
por desgracia, y sin jams poder guardar du=
ante mucho tiempo esta resurreceidn, es ne
cesario que, mucho mis tirde. reconozea en
algunas fotos los objetos que ella wenia sobre
su cOmoda, una polyera de marfil (me aray
dba el ruido de la tapu), un frasco de cristal
bisekado, @ incluso una silla baja que tengo
actualmente junto a mi cama, o incluso las
almohadillas de rafia que ella ponia sobre el
diva, los grandes bolsos que a ella le gusta-
ban (cuyas formas confortables contrariaban,
la idea burguesa del «monederen
la vida de alguien cuya existencia ha
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