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Estoy aquí en la hamaca, pensando …

Mi mundo es diferente, o mejor dicho,


hasta hace una semana
era diferente.

Siempre sucedía al inicio de clase:


MARIANA

No te sientes
en la banca
de enfrente,
creciste
demasiado y
estorbas a
los más
pequeños.
Me cambio a la
quinta fila, trato
de explicar las
cosas, pero con
esta maestra de
cuarto año todo es
copiar, resumen,
copiar, dictado,
copiar y copiar. Y
qué fea letra la
que pone en el
pizarrón, no le
entiendo nada.
Siempre termino
copiando de los
cuadernos de mis
compañeros
después de clase.
El otro día escuché a la orientadora decir:

Estos dibujos están


incompletos, aunque tienen
mucho color, seguramente quien
los hizo no sabe nada de arte.

Yo solamente
dibujo al
mundo tal
como lo veo
Mis compañeros se ríen mucho
cuando dibujo una Luna, les parece
enorme; pero así de grande es como
yo la veo siempre, sin cráteres o
sombras en forma de conejo.

Ellos dicen que ven a la Luna del


tamaño de un plato; mi Luna parece
un enorme foco iluminado.

Depende del punto de vista, como


dice mi abuelo.
Cunado dibujo una ciudad, mis
faroles tienen rayos lindos,
iluminan como pequeños soles.

Los de mis compañeros son más


chicos y delineados.

Como si se pudieran ver así desde


esa distancia.
Siempre oigo frases molestas.
Mariana debe
Claudio dice: ser de Sonora,
allá todo es
gigantesco.
Miren sus
dibujos, la
Luna es más
grande que el
cielo, los
faroles
parecen soles,
los árboles
todos iguales,
con manchas
verdes y
amarillas.
Y Roberta:

¿Ya vieron a
Mariana?

Parece que le
dan miedo las
pelotas. Se
agacha cuando
viene la bola.

Por eso
siempre
pierde su
equipo.
Hasta Pedro:

Qué
chistosa la
letra de
Mariana; es
muy
extraña.
Pero si copia
de mi
cuaderno le
sale bien.
Y en casa:
Mi hermano: Mariana es tonta, nunca pone
atención.
Mi abuela: Cuiden más a esa niña, siempre se
está machucando.
Mi mamá: Esta niña vive raspada, se tropieza
con todo.
Mi hermana: Mariana nunca le atina a los
cuadritos del avión.
Mi papá no dice nada, sólo sonríe un poco y
menea la cabeza.
Para olvidarme de tanta gente toco el piano, con gusto, con
rabia, con indignación.
Entonces, allá en la calle, el ruido del taller se detiene, el
mecánico para el torno, el merolico deja de gritar, los niños
se callan.
El mundo es mío, viajo en las notas musicales y cruzo el
espacio
La música sube por mis árboles
manchados de verde y amarillo y le
hacen un enorme anillo a mi enorme
Luna.
Los faroles se encienden con rayos de
todos colores, se acercan a la
partitura y bajan por el pentagrama
cintilando …
Hasta que siento a la maestra de piano
a mi lado
¿A qué hora llegó que no la vi?
Siento de repente su regla
en mí espalda.
Me enderezo, me alejo del
piano y empiezo a
equivocarme.
Mi música se transforma en
golpes de martillo

Postura de pianista, niña.


Espalda recta.
Despégate de la partitura.
Siéntate derecha;
Por favor no te jorobes.
Qué niña tan atolondrada.
Menos mal que
puedo viajar por las
notas, cuando toco
solita.
También puedo
viajar cuando leo.
Me gusta leer:
revistas de monitos,
historias policíacas,
aventuras, novelas.
Entro en las
historias y me
convierto en la
heroína.
Hoy la maestra me
mandó otra vez a los
asientos de atrás y tuve
que copiar todo del
cuaderno de Pedro.
Y una vez más escuché las burlas de
mis compañeros.
Yo podría vengarme de todos,
bastaría con cruzar mis brazos o
mis dedos y no hago nada.
Con que sólo me fuera a jugar en el
recreo en lugar de hacerles la
tarea de composición a Adriana,
Rodrigo, Luciana, Miriam y Roberta.
Después de todo
la hora de
recreo es para
jugar.
Eso dice siempre
mi maestra, y me A la hora de
interrumpe las leer, a leer.
lecturas, en el A la hora de
jugar, a
patio me quita jugar.
las revistas y los
libros y me lo
repite cada vez.
Y pensar que Adriana se ganó esa
bicicleta como premio por la mejor
composición, y con la redacción que
YO, Mariana, la tonta, la burra, le
hizo en la clase de Historia.
En lugar de agradecer, se la pasa
diciendo que soy una niña muy rara,
ni siquiera me saluda en la calle.
Y Claudio, para caerle bien, dice que
soy una niña sangrona, que me quedé
dormida justo cuando ella recibía el
premio por esa composición.
Es demasiado para mi,
yo no me dormí, cerré
los ojos para no ver mi
composición premiada
en nombre de Adriana.
Hice cinco sobre el
mismo tema, la de
Roberta, la de Claudio,
la de Lucy, la de
Adriana y la mía, y la
maestra no notó que las
escribió la misma
persona.
¿Por qué ganó ella?
O tal vez si lo notó,
pero decidió premiar a
Adriana para que me dé
cuenta de lo que no
Hablando de composiciones, una de
ellas cambió mi vida en la escuela.
La maestra nos pidió escribir una
de esas tareas aburridas: “Mi fin
de semana inolvidable”.
Ni me imaginaba lo que iba a ser
ese fin de semana.
Cierro los ojos y todavía veo esas
escenas:
Mi composición en el periódico
mural, después en el periódico: las
visitas a mi casa de la directora, la
orientadora, la maestra, el
inspector.
Y la composición, mi mamá la
recorta cuidadosamente del
periódico.
MI FIN DE SEMANA
INOLVIDABLE
Cambió mi vida, mi
mundo se hizo
diferente. El Sábado mi
papá me dio una La montaña
sorpresa: compró un (¿estará encantada?)
ranchito entero para El bosque (Robin Hood)
nosotros. El río (La dama del río,
Ahí estuvimos, él de Tom Sawyer)
enseñándome todo El corral (Qué olor)
(sospecho que no sabe El manzano.
nada de ranchos) y yo Yo soñando y mi padre
escuchándolo. feliz explicando
“Mira aquel papayo
tan especial.
Mira el tamaño de
esas papayas.”

Me dice mi padre,
creo que debe sentirse mal,
¿cuáles papayas?
Yo no las veo.

“Allá arriba, exactamente


arriba de tu cabeza;
Deben pesar
como cinco kilos
cada una”

Me dice.
Sigo sin verlas,
y mi padre,
muy serio, me repite:
“Papayas, Mariana,
Míralas.”

Mi padre agarró
una escalera y
la puso junto al árbol.

“Ahora sube Mariana.


Cuando puedas ver
las papayas,
me dices
cuántas hay.”
No tuve tiempo de decir nada.
Fui subiendo, mirando aquél enorme verde oscuro, claro,
amarillento, contra el cielo.
Mi papá seguía insistiendo: “¿Ya viste las papayas,
Mariana?... Dime cuántas son.”
Qué cosa más tonta, contar papayas.
Subí cuatro escalones más hasta que por fin grité: “Aquí
hay una papaya, dos verdes y una madura.”
Bajamos inmediatamente de la escalera y me inquieté un
poco. Mi papá, un poco alterado, me comenzó a preguntar:
“Mariana, desde aquí abajo, ¿puedes ver las papayas?”
Claro que no, cómo las iba a poder ver desde acá, apoco él
si puede verlas.
Regresamos a casa en ese
mismo momento.

Por el camino mi papá fue


contando chistes, pero no me
dejó manejar desde su regazo,
como antes de lo de la
escalerita.

Al día
siguiente,
Domingo,
fuimos a la
capital, a
consultar a
Dos días después
un estaba usando
Oftalmólogo.
LENTES.
Me veía preciosa.
Nos detuvimos en el
V IS
ITA centro de la ciudad.
NU
ES
ES
TR
O Qué diferente se
TA
DO mira el mundo ahora.
Los letreros
luminosos, puedo
verlos; y los faroles,
ahora son nítidos, no
tienen rayos
enormes y son más
pequeños.
Y la Luna, como dijo
Claudio, en verdad es
como un plato.
Si se pueden ver de lejos las
pequeñas hojas de los árboles,
ramitas pequeñas en lo alto.
El arco iris sí tiene siete
colores.
Ahora sí puedo ver en la tele las
expresiones de las personas:
Sonrisas, pestañas, cejas, el movimiento de
la boca cuando hablan.
Puedo saludar a
las personas
desde el otro
lado de la calle.
Antes ni me
daba cuenta si
me sonreían, si
HOLA me miraban o me
¿CÓMO
sacaban la
ESTÁS?
lengua.
Ahora puedo leer el
pizarrón desde
cualquier lugar del
salón.
También puedo ver
si algún niño de
atrás me está
mirando.
Realmente este fin
de semana fue
inolvidable.
Descubrir el mundo
real.
Qué triste es
pensar que dejé de
ver tantas cosas
todos estos años.
Leo mi
composición,
corregida por
la maestra.
Muchas cosas
han cambiado.
La maestra me
pidió disculpas,
la orientadora
lamentó no
haber notado
por mis dibujos
que yo
necesitaba
lentes para ver
mejor.
Me llaman para jugar a la pelota y no me agacho.
Mis compañeros no critican mi letra,
aunque sigue un poco fea.
Ahora puedo copiar del pizarrón,
la letra de la maestra no es horrorosa.
No me tropiezo cuando camino, y ya no me machuco tanto.

Mi composición salió en el periódico de la ciudad


con el título:

“ALERTA GENERAL, ¿VEN NUESTROS HIJOS?”

Lo mejor de todo: el inspector creó un programa de


exámenes de la vista en todas las escuelas,
con oftalmólogos y lentes gratis
para los niños que los necesiten.
Dicen que cuando
crezca voy a
poder usar lentes
de contacto.
Estoy disfrutando
mis anteojos, me
dan un aspecto
intelectual o,
mejor, me los
puedo quitar y
dejar de ver lo
que no quiero
mirar.
Finalmente, mi mundo era diferente.

Ahora es real y mucho más bonito.

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