Ante una situación de dolor, tras la recepción nocioceptiva de dicha
sensación, podemos experimentar dos tipos de emociones respecto a dicha experiencia de dolor, así por un lado, según Prince, sentiríamos intrusión por sensaciones de dolor molestas o agudas, mientras que en otro estadio, tendríamos el nivel de sufrimiento, el cual se experimenta cuando la sensación de dolor es más intensa y prolongada.
Partiendo de la emoción que desencadena la experiencia de dolor, las
cogniciones que realice el sujeto sobre dicha experiencia van a colaborar en la valoración, con predominio del tono afectivo de la situación. El significado que se otorgue al dolor va influir de forma notable en la valencia afectiva de la experiencia, así como en su posterior evaluación de la situación.
La interpretación y valoración que realice el sujeto, se combinará con
las experiencias anteriores de su vida, dando lugar a una serie de creencias y expectativas respecto a su situación actual de enfermedad. En muchas ocasiones, las creencias pueden resultar bastante irracionales; este tipo de creencias disfuncionales están presentes en el trastorno por dolor crónico.
Combinando el hecho de que con bastante frecuencia, las dolencias
crónicas incurren con un alto grado de sufrimiento, es muy posible que bajo dicha situación, participen creencias irracionales que conlleven conductas inadecuadas por parte de estos pacientes. De este modo la emoción y cognición pueden relacionarse en el mantenimiento de una situación de dolor crónico. Los recursos de afrontamiento del paciente pueden capacitarle para tolerar adecuadamente el dolor, así como la carencia de recursos puede cronificar el problema hasta persistir en un trastorno de dolor crónico.
También hay que añadir el hecho de la adaptación psicológica a la
experiencia de dolor, mediante la cual el individuo se acomoda en dicha situación y emplea o no estrategias de afrontamiento centradas en el problema.
Los recursos atencionales también se condicionan tras repetidas
experiencias de dolor, por lo que algunos individuos pueden focalizar excesivamente su atención ante el menor signo de enfermedad y padecer dicha experiencia con alto sufrimiento, debido al nivel de ansiedad que manifiestan ante esta situación. Siguiendo los indicios de dolor, ejecutan respuestas anticipatorias que pueden no ser muy adecuadas y que con la repetición concurran en estereotipia formando un círculo vicioso en la experiencia de dolor, de tal forma que puede considerarse como un factor de mantenimiento. La relación entre la emoción, cognición y dolor crónico es bastante compleja debido entre otros motivos a que es posible que un paciente aquejado de dolor desde hace mucho tiempo, pueda manifestar al mismo tiempo depresión, de esta forma, la incapacidad que le produce el dolor puede alcanzar muchos ámbitos de su vida personal, sobre todo por la pérdida de reforzadores sociales que le ocasiona el dolor y que perpetúa su estado depresivo.