Professional Documents
Culture Documents
(Esquema)
IV.- CONCLUSIONES
Por otra parte, según la Ejecutoria Suprema, el Partido Comunista del Perú calificado
como “organización criminal” está formado por una “estructura nacional jerárquica”,
tiene por objetivo “la comisión de delitos” y como finalidad “generar terror”. Así, estas
imputaciones permiten a la Corte Suprema, a través de su Segunda Sala Transitoria,
condenar a la llamada “cúpula” por autoría mediata en supuesto delito de “terrorismo”.
Dígase, al paso: recientemente que en el país se viene considerando, entre otras (autoría
mediata con organizaciones de poder de Roxin, el delito autónomo de ser dirigente,
etc.), la cuestión de “organizaciones criminales”; así, en megaproceso usaron tal
calificación, con nuestra oposición, claro está, la Fiscalía y la Procuraduría.
Preguntémonos ¿fue este un hecho político del gobierno? y ¿cuál su objetivo? Las
interrogantes se responden por sí mismas: La promulgación fue un hecho evidentemente
político y su objetivo no era sino el llamado “terrorismo” como corresponde a toda ley
antiterrorista. Valga la redundancia, más si es necesaria para plantear lo principal: El
D.L. 25475, la ley antiterrorista fue concebida y sancionada como parte de la guerra
contrasubversiva, como un instrumento legal, un arma más de la guerra
contrasubversiva para combatir la guerra popular. Por ello no sólo se dio ese Decreto
Ley sino un conjunto de normas legales abarcando desde la detención de los imputados
de terrorismo, la parte penal sustantiva, la procesal, los tribunales antiterroristas, hasta la
ejecución penal que se les debía aplicar; toda una legislación antiterrorista concebida y
concretada como parte del Derecho Penal del enemigo. En síntesis, la legislación
antiterrorista es un hecho político, producto de una decisión política, es parte integrante
y fundamental de la guerra contrasubversiva; y su aplicación aún hoy no es sino parte de
la misma guerra contrasubversiva, y es, obviamente, un hecho político.
CUESTIONES FUNDAMENTALES
Nuestra posición ha sido y es cuestionar el Decreto Ley 25475 por violar el principio de
legalidad, en cuanto el artículo 2° de aquél lesiona la exigencia de precisión y
taxatividad de la norma penal que no puede ser un dispositivo abierto de amplia
interpretación. Y si bien la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el caso
García Asto, dijo no haber tal colisión con el Art. 9° de la Convención; también, en la
misma resolución, la jueza Medina Quiroga discrepó con ese criterio. Así, y no sólo por
esto sino porque tenemos razones para seguir cuestionando la legalidad del D.L. 25475;
especialmente en lo referente al bien jurídico que fue planteado en la apelación.
A nuestro alegato, la Ejecutoria Suprema responde que no hay carencia de bien jurídico
en la norma criticada, que en todo caso es la tranquilidad pública, los bienes protegidos
en el aludido Art. 2° o el generar terror. Pues, concretamente, el problema es : falta de
precisión y univocidad del delito de terrorismo en la legislación peruana. El Código
Penal de 1991 lo ubicó en su título XIV, delito contra la tranquilidad pública; de allí lo
extrajo el D.L. 25475 enumerando simplemente los daños que podría causar y la
generación de zozobra y temor; y el Tribunal Constitucional al declarar la
inconstitucionalidad del D.L. 895 tipifica al terrorismo como delito contra el orden
constitucional, por tanto ubicable dentro del título XVI del Código Penal, Delitos contra
los poderes del Estado y el orden constitucional, junto a rebelión, sedición y motín
Este problema es una cuestión central, debe merecernos la mayor atención. Téngase en
cuenta referencialmente el punto 8 de la II parte, Cuestiones fundamentales de la
sentencia, del documento Sobre sentencia del megaproceso, de febrero del 2007.
En resumen, para la Corte Suprema el Art. 3 a) del DL. 25475 introdujo el delito
autónomo de ser dirigente de una organización terrorista. De paso, digamos, rechaza lo
dicho por la Sala Penal Nacional sobre que tal figura delictiva había sido introducida
por el Art. 320° del Código Penal de 1991 y, antes, por la ley 24953 de diciembre de
1988 que modificando el Código Penal de 1924 estableció el Art. 288-B.
Nuestro criterio sigue siendo el mismo: el Art. 3 a) del DL. 25475 no introdujo el
supuesto delito autónomo de ser dirigente de una organización terrorista, simplemente
acuño una pena agravada para el delito de terrorismo establecido en el Art. 2° del DL.
25475. Y, nuevamente valga la redundancia a fin de analizar esta cuestión.
Como argumentáramos en el documento antes citado de febrero 2007, fue el Art. 2° del
Decreto Ley 25659 el que introdujo el delito autónomo de ser dirigente al establecer:
Mientras que: el artículo 3 a) del Decreto Ley 25475, a continuación del establecimiento
del delito de terrorismo en el Art. 2° del mismo Decreto Ley, a la letra dice:
a) Sobre teoría del dominio del hecho. En cuanto aquí concierne resaltemos.
Obviamente esta teoría, anterior a Roxin pero desarrollada por él, es actualmente
dominante en lo referente a autoría penal, a nivel internacional. Igualmente en nuestro
país, cuya jurisprudencia del Código Penal de 1991 toma la teoría del dominio del
hecho como relacionada a las tres formas de autoría (directa, mediata y coautoría)
especificadas en el Art. 23 de aquel Código. Tal puede verse en dos casos que citan a
Roxin: Ejecutoria Suprema 16/03/00. Exp. 5049-99- San Román- Juliaca y Sentencia
12/01/99. Segunda Sala Penal. Corte Superior de Justicia del Callao. Exp. 98-02429-
070701 JPOG. Callao[1]; en las cuales, reitero, se toma como base el dominio del
hecho.
Por otro lado, bien vale destacar que, la Exposición de Motivos del Código Penal en su
acápite “Autoría y participación” no hace referencia alguna a la autoría mediata, ni
menos a la correspondiente llevada a través de “organizaciones de poder” o aparatos
organizados de poder. Lo que hubiera sido indispensable tratándose de tema tan
novedoso cuan importante.
Si bien sobre la cadena perpetua se ha dicho y escrito mucho, bástenos aquí citas del
penalista Raúl Peña Cabrera, de su obra: “Traición a la patria y arrepentimiento
terrorista”, Editora Jurídica Grijley 1994.
“El aislamiento perpetuo remarca Beccaria es más cruel que la muerte”. (pág. 170)
“A nuestro juicio, la cadena perpetua no puede adecuarse al derecho actual, porque eso
sería como querer transformar la misma concepción del Estado de derecho”. (Pág.172)
“Es hipocresía decir que se camina hacia un futuro garantista, fundamentalmente del
debido proceso y de la ejecución indicada; pues los hechos parecen decir lo contrario,
realmente retrocedemos”. (Pág.172)
“..., la cadena perpetua debe proscribirse de nuestro ordenamiento jurídico. Esta
aspiración constituye un acto elemental de civilidad. “(pág.178)
El Art. 29 del Código Penal del 91 estableció: “La pena privativa de libertad tendrá una
duración mínima de dos días y una máxima de veinticinco años”. Fue modificado por el
Art. 21 del DL. 25475, cuya letra era:
“Artículo 29°.- La pena privativa de libertad tendrá una duración mínima de dos días
hasta cadena perpetua”
Derogado a su vez por la Ley 26360, del 29 de septiembre de 1994, para reintroducir la
duración máxima de veinticinco años de privación de la libertad. A su vez sustituida por
el DL 895, del 23 de mayo de 1998, para elevar el máximo a treinta y cinco años, en su
quinta disposición final. Pero el Tribunal Constitucional, en el Exp. N° 005-2001-
AI/TC, publicado en 17 de noviembre del 2001, declaró inconstitucional el DL 895;
posteriormente derogado por ley N° 27569 de fecha 2 de diciembre del 2001.
Así desapareció el art. 29 del Código Penal , hasta su restablecimiento por el Decreto
Legislativo 982, del 21 de julio del 2007, con el siguiente texto, expresando la tendencia
de drasticidad de las penas iniciada en la década de los noventas:
Y en cuanto al art. 3 a) del D.L. 25475. La lectura y análisis de éste en comparación con
el art. 2° del D.L.25659, demuestra evidentemente que éste último derogó a aquél, el 3
a) al generalizar su contenido y convertirlo de pena agravada de terrorismo en delito de
traición a la patria,. Sobre esta derogación se pronunció Pena Cabrera, en su obra ya
citada, página 294; y Ronald Gamarra en su “Terrorismo, Tratamiento Jurídico”;
Instituto de Defensa Legal, 1995; en cuyas páginas 78 y 79 se lee:
“Como se puede observar, los incs. a y b del art. 2 del Decreto Ley 25659 regulan los
mismos supuestos que el inc. a del art. 3 de Decreto Ley 25475. La diferencia radica en
que, en el primero, los supuestos constituyen por sí mismos tipos autónomos, sin que
haya necesidad de ser ligados a un tipo base, como ocurre en el segundo caso.
“En definitiva, los incs a y b del art. 2 de Decreto Ley 25659 han derogado de forma
tácita el inc. a del Art. 3 del Decreto Ley 25475. “
Así, en síntesis, dejaron de existir en la legislación del país la pena de cadena perpetua
genérica, Art. 29 del Código Penal; y la específica, art. 3 a) del D.L. 25475. Sin
embargo la misma nunca consideró, como en otras naciones, los beneficios de la
semilibertad ni libertad condicional; ni se tuvo en cuenta la situación de sexo o
avanzada edad que tendrán las personas en la ejecución de la pena.
A nuestro entender, las anteriores son las más importantes cuestiones fundamentales y
corresponde prestarles la mayor atención, principalmente a la número 2: Supuesto delito
autónomo de ser dirigente. Por ello podríamos pasar a tratar las siguientes en formar
más condensada, apuntando a lo central.
Veamos lo dicho por Juan Bustos Ramírez en su artículo “In- seguridad y lucha contra
el terrorismo” sobre tal legislación:
“...desde el inicio también hace surgir en el imaginario social la división entre amigos y
enemigos, el terrorista deja de ser un ciudadano más, es un enemigo y la línea divisoria
entre unos y otros resulta tenue y arbitraria pues es puramente subjetiva...la legislación
terrorista es un derivado residual de la teoría de seguridad nacional...Ya no es el hecho
lo que interesa sino sujetos movidos por esa finalidad, no es el homicidio lo relevante,
sino el terrorista.”1
“dos diferencias estructurales (íntimamente relacionadas entre sí) entre ‘Derecho Penal’
del enemigo y Derecho Penal: a) el Derecho penal del enemigo no estabiliza normas
(prevención general positiva), sino demoniza determinados grupos de infractores; b) en
consecuencia, el Derecho penal del enemigo no es un Derecho penal de hecho sino de
autor.”2
De paso destaquemos una forma en que hoy está concretándose el Derecho Penal del
enemigo: la criminalización de la lucha popular.
6. Fuero antiterrorista.
Fuero antiterrorista que al cumplir tal papel no sólo viola el Art. 139, numeral 2 de la
Constitución del 93 en cuanto establece: “La independencia en el ejercicio de la función
jurisdiccional”; sino y lo que es más violenta el numeral 3 del mismo artículo de igual
Carta, en tanto: “Ninguna persona puede ser desviada de la jurisdicción predeterminada
por la ley... ni juzgada por órganos jurisdiccionales de excepción”.
7. Prueba trasladada.
Por otro lado, como muestran los documentos partidarios de diversos años, y
obviamente posteriores a los hechos de Lucanamarca, siempre se criticó el exceso
militarista de tales acciones. Si bien se reconoció, como era necesario, la importancia
política y militar de las mismas, en cuanto hicieron fracasar el plan inicial de mesnadas
nucleadas en torno a campesinos ricos y solamente volvieron a reflotar en 1989, una vez
más por acción de las Fuerzas Armadas.
ESPECIFICACIONES INDIVIDUALES
CONCLUSIONES
--------------------------------------------------------------------------------------------