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España
El mito corrompe la Historia, aísla los hechos del mundo, los deja
hundidos en un marasmo teológico, en un sueño agónico de vencedores y
vencidos, sin relación más que consigo mismo.
Eco y espejo, el mito contamina el presente de viejos fantasmas, de
fábulas y leyendas. Queda entonces el ruido y la furia, el enfrentamiento de
siglos o el victimismo agresivo, de ahí que las sociedades más sanas sean
aquellas que, libres de furores absolutos, pulverizan con el pensamiento
científico y el debate las manipulaciones mitológicas.
Consolidados el pluralismo y la democracia, hermanados paisaje y
paisanaje en la monarquía parlamentaria, en la república monárquica de
1978, los españoles dejan de mirar el pasado como una región oscura labrada
de Saguntos, Numancia, Lepantos y guerras civiles.
Un país en democracia no necesita de mitos, sino vivir con
naturalidad, sin tribus ni biblias políticas, el hecho nacional. Un país en
democracia no vive de metafísica, sino de compartir un común legado de
recuerdos, de lealtades no excluyentes, que permiten mirar al pasado sin ira.
Con la crítica de los absolutos comienza la esperanza, comienza la
libertad.
Los mitos de la Historia de España.
El mito.
Los mitos retienen un tiempo sagrado. Hay llamas de sombras que cantan lo esperado y lo perdido. Hay un ayer remoto
que cobra forma de horizonte helado. Hay anhelos que se ajustan la sueño de una lira eterna, melancólica, infinita. Hay un
desgarramiento de ideales. Es cosa de poetas, de pintores y embalsamadores de utopías. Es cosa de gusanos de seda:
segregan tenues hilos de oro con los que van levantando su alcázar, su reino, su nación de raíces milenarias, su exilio...
El mito es el tiempo atrapado en un espejo. Los hombres de este 1812 están muertos en el cementerio más lejano. Los
hombres de este 1812 parecen ignorar que no hay paraísos en la tierra ni naciones en el cielo. Los hombres de este 1812
tienen exceso de siglos en las sienes, como si no quisieran saber que ese país que sueñan en las estrellas es un vértigo de
apariciones y desapariciones sin huella, un viaje que no se acaba nunca, un hilo de relojes antiguos y modernos, un paisaje
en movimiento, paralelo a los hombres vivos que respiran y caminan y avanzan.
La reliquia, de Joaquín Sorolla..(Museo de Bellas Artes de Fusilamiento del Sagrado Corazón de Jesús por los
Bilbao) milicianos durante la Guerra Civil
Los mitos de la Historia de España.
2. De ninguna parte.
Todos los exilios llevan consigo una historia de raíces rotas al viento. Todos los exilios de la historia
se parecen. Quizá tras la marcha de quienes hoy dejan en País Vasco huyendo del cerco terrorista no hay una
guerra civil, ni un campo rodeado de alambradas ni siquiera una persecución desatada por los poderes del
Estado, pero el drama es exactamente el mismo. La nostalgia de verse vivir en el destierro, lejos de casa, muy
lejos de su sal y de su pan, es idéntica, se huya del hambre, del fanatismo religioso o de los infiernos construidos
en el mundo por la crueldad de los tiranos.
También los ojos profundos de expectativa y desamparo son idénticos: uno mira el paso
melancólico de Boabdil y piensa en el caminar lento y desolado de los derrotados del 39 o en lo que vieron los
ojos de aquellos liberales del siglo XIX obligados a buscar refugio en ciudades ilimitadas y hostiles por las que
andaban perdidos. La historia de España ha sido una historia de éxodos y conquistadores de viento, de huellas
borradas y heterodoxos enterrados en lejanos cementerios. No hay un rincón del mundo donde no hayan vivido
españoles que se volvían con los ojos turbios de nostalgia hacia la Península, remota y prohibida.
Adoración de Carlos II de la Sagrada Forma,de Claudio Coello Autoridades de mi aldea,de Ramón Zubiaurre.
Los mitos de la Historia de España.
5. El espejo roto.
La leyenda romántica creada por los viajeros impertinentes de Baudelaire concedió a España un embrujo
oriental, un misterio de sangre caliente y sensualidad melancólica, que invadió Europa con éxito. La historia, el paisaje, las
gentes, los monumentos –la Alhambra sobre el Genil, EL Escorial sobre la sierra de Guadarrama-, todo quedó atrapado en
un seco acuario de sensualidad, misticismo, intolerancia y muerte. España era el país de la Inquisición, de las guerras
civiles, el país de las cigarreras y de los bandoleros. España era la tierra de Carmen y Don Quijote.
Después de tanta literatura no es de extrañar que los españoles de finales del siglo XIX y comienzos del XX,
obsesionados por la idea de la decadencia, terminarán interiorizando aquella imagen que condenaba a la península a una
especie de reserva de negruras. “ El verdadero color de España es el negro”, diría Regoyos. El pintor muy al corriente de los
gustos europeos, había recorrido la vieja Iberia en diligencia siguiendo la ruta abierta por Gautier, siguiendo el espejismo
de una tierra donde podían verse caballos destripados a la hora del crepúsculo, siniestras procesiones de alucinados,
saltadores andariegos, cigarreras de ojos negros y navajas lentas, abriéndose camino, como bueyes, en las tabernas...
Carga de los mamelucos o 2 de mayo, de Francisco de Goya. Atentado contra Alfonso XIII el día de su boda
Los mitos de la Historia de España.
Trabajo basado en la obra Los mitos de la Historia de España de Fernando García de Cortázar