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De Vasco de Gama al 2000.

Historia de una relación desigual entre Europa y Africa


Por Joseph Ki-Zerbo
Publicado en: Gnisci, Armando (comp.), Poetiche africane. Mentelmi, Roma, 2002.
Traducción: Luis César Bou

Introducción
El primer derecho-deber de un hombre es aquel de conocerse a sí mismo y a los otros.
En el listado de los derechos fundamentales de todo hombre y de toda mujer debería aparecer
también el derecho a ser conocido y a ser conocido correctamente. Un conocimiento y
comunicación verdadero y auténtica es basal para y a través de la especie humana. La vida es
un complejo de comunicaciones, un programa de relaciones que encuentra la propia fuerza
propulsora en sí mismo. Los latinos decían vita in motu. Este movimiento vital no es
inherente a otra cosa que a la comunicación; si cesa la comunicación cesa la vida. A la
expresión latina los escolásticos unieron: ab intrínseco. Vita in motu ab intrínseco, o sea: la
vida es movimiento a partir de sí misma; si un movimiento es impuesto del exterior no es
vida.
Aplicando este razonamiento al continente africano podemos decir que el África ha
estado privada de su movimiento ab intrinseco, de su fuerza de propulsión. Aún hoy, el
verdadero gran drama de África consiste en el hecho que la autopropulsión de los africanos
esté asegurada. Desde la primera aparición del hombre sobre la tierra hasta el siglo XVI el
África ha registrado, como todos los otros continentes, una evolución, un movimiento
ascendente. Hasta el siglo XVI el África podía validamente parangonarse a los otros
continentes. Luego intervino una fractura que se ha agravado siempre más. La progresiva
intromisión de formas provenientes del exterior ha terminado por paralizar las fuerzas activas
y la energía más vital del continente africano. A partir del siglo XVI África ha sido poco a
poco excluida de toda posibilidad de integración con el resto del mundo.
Mucho se afirma que África está atrasada, que está fuera de la modernidad; raramente
se dice que ha sido colonizada y sometida. A veces los europeos, sobre todo los franceses,
dicen que incluso ellos han estado colonizados por los romanos y que esto no les ha impedido
desarrollarse y progresar. Parangonan obviamente situaciones que no son parangonables: es
imposible comparar la antigua colonización romana con la moderna colonización del África
por parte de Europa. Por otra parte, en la prehistoria, en la época del horno erectus, también
los africanos han colonizado algunos territorios del continente europeo, pero aquella forma de
colonización no tenía nada que ver con la colonización moderna. Entonces Europa estaba
prácticamente. deshabitada.
Muchos consideran al Africa un continente inmóvil, una suerte de pantano estancado.
Piensan que ha sido siempre la misma, que no hubo inventado nunca nada y no había
registrado ningún progreso; que se ha visto siempre aislada de todo y de todos y nunca ha
aportado ninguna contribución a la historia de la humanidad. En realidad, aquellos que
piensan de este modo no conocen la historia del África y no alcanzan a ver los movimientos
internos, pasados y presentes, del continente africano.
Hablando del África es necesario siempre evitar el considerarla un bloque único y el
simplificar excesivamente las cosas. África es un continente inmenso en el cual la
homogeneización de la sociedad no es tan profunda como en Europa o en los EE.UU. En los
EE.UU., por ejemplo, se ha realizado un propio y verdadero “melting pot”. Existen
ciertamente los clanes (irlandeses, latinoamericanos, afroamericanos) pero todo ha sido, por
así decirlo, amalgamado y fundido en un único campo. Nada de este género se puede decir
para el Africa, donde las variadas regiones están todavía bien diferenciadas y distintas.
Algunos afirman que en África se hablarían más de mil lenguas. Es ciertamente una
afirmación exagerada, que no tiene en cuenta la existencia de las familias lingüísticas, pero es

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indudable que en África existe una gran variedad de culturas. El África ha conocido los
genocidios, pero no ha conocido muchos etnocidios. No estuvieron nunca los vencidos
constreñidos a adoptar la lengua del vencedor.
La lengua y la cultura de los vencidos ha sido siempre preservada. Hablar de África en
singular, entonces, es forzar las cosas: se debe hablar de Áfricas. El centenar. quizá el millar
de sociedades presentes en África, de Marruecos al Cabo de Buena Esperanza, han
eyolucionado con ritmos diversos y han producido historias diversas.
Mi intento es el presentar algunas grandes etapas de la relación entre Africa y el mundo
exterior, europeo en particular, insistiendo sobre todo sobre algunos aspectos temáticos de
esta relación. Una parte importante de mi exposición será consagrada a la trata negrera.
Concentraré mi atención sobre el período que va del siglo XV al XIX. No me detendré en la
descripción de los impactos positivos —no han sido ciertamente muchos—pero subrayaré
sobretodo los aspectos negativos.
1 Las etapas de la relación entre África y el mundo exterior
Una consideración atenta muestra que África ha dado mucho al mundo y a Europa en
particular. La especie humana ha tenido origen en África y desde la más remota prehistoria
los africanos han contribuido al desarrollo del mundo habitado con la difusión de sus
técnicas, de arte y oficio. Por milenios, quizá por centenas de milenios, África ha tenido una
evolución comparable a aquella de los otros continentes. Mucho se olvida —e incluso los
africanos no lo recuerdan lo suficiente—que África apareció sobre la escena de la historia
mundial antes que los otros continentes. Cheik Anta Diop ha escrito un libro sobre esta
anterioridad de la civilización africana. Naturalmente, cuando se dice que se es anterior no se
puede decir que se es mejor. A veces, es mejor arribar al final antes que al inicio, porque al
final se puede beneficiar del bagaje de experiencia y de realizaciones de los otros. Es el caso
de Europa, que ha arribado al final y ha podido beneficiarse de todo aquello que África y el
homo erectus habían podido realizar. El fuego, la palabra, la escritura y muchas otras cosas
han sido ofrecidas a Europa desde otros continentes, o de África, sobre una fuente de plata.
Se trata de un dato de la realidad reconocido por los griegos, los cuales admitían deber mucho
a Egipto, no solo en el ámbito científico, sino también en el campo religioso (la concepción
monoteísta del faraón Akhenatón, por ejemplo), filosófico y político. Heródoto ha escrito que
todo ha comenzado en Egipto. Y en su Historia Universal Bossuet (siglo XVII) reconocía la
gran influencia que los egipcios habían ejercido sobre la historia de Europa y sobre la religión
cristiana. Mucho se olvida que Egipto está en África y que Egipto ha podido ser Egipto
justamente porque estaba en Africa, un continente en el cual habían florecido ya muchas
civilizaciones. Durante el Medioevo —el término es aplicable solo a Europa, pero
desgraciadamente la periodización de la historia europea se ha convertido en metro y medida
de la historia universal— África ha introducido en Europa muchos conocimientos y muchas
riquezas del mundo árabe, en particular de la región del Magreb, pero también de la
subsahariana. El oro del Sudán ha jugado un rol de primer orden en la economía medieval
(vean los estudios del historiador francés Braudel). Antes en la región del alto Senegal
existían minas de oro a cielo abierto, explotadas con métodos artesanales, al punto que la
región subsahariana era llamada “el país del oro” (bilad es Sudan = país de los negros, pero
sobre todo país del oro). También Hegel hablará de África como el país del oro. Durante las
cruzadas, los europeos han recogido mucho del mundo árabe, que entonces estaba mucho
más desarrollado que Europa. Naturalmente, Europa ha tenido el mérito de no limitarse a
absorber aquello que venía de afuera. Lo ha capitalizado, en medio de dificultades de todo
género (guerras, revoluciones, etc.), le a adjuntado lo propio, construyendo a través de los
siglos aquel particular ‘‘genio europeo” del cual hoy todos somos testigos.
Al final del Medioevo las relaciones entre el reino de Malí y el sultán de Marruecos, el
sultán de Egipto y el rey de Portugal son prácticamente igualitarias y muy importantes. África

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está en grado de anotarse una válida, específica contribución a la experimentación científica y
al conocimiento técnico y religioso. Las primeras grandes experiencias eremíticas ocurrieron
en el desierto escenario del valle del Nilo y la Iglesia Ortodoxa de Egipto ha tenido desde su
origen frecuentes e intensas relaciones con la Iglesia de Etiopía.
África ha tenido relaciones también con el continente asiático. En tiempos más
recientes ha habido la innegable contribución de la civilización árabe, pero ya antes había
intercambios y relaciones entre Asia y Africa, sea a través de Egipto, que ha tenido a veces
relaciones pacíficas, a veces conflictivas, con las grandes potencias del Medio Oriente
(Babilonia Mesopotamia. Siria), sobre todo a. través del Mar Rojo. Estas relaciones han
influido profundamente a la civilización egipcia al norte y a la vida de las poblaciones del
Cuerno de Africa y de la costa oriental más al sur, donde se tejieron relaciones con Israel
(Salomón, la reina de Saba, el comercio del incienso y de las especias). La costa oriental
africana ha estado muy en contacto con la India y desde luego con la China. Las islas
africanas de la costa oriental, sobre todo Pemba y Zanzíbar, han estado fuertemente influidas
por las corrientes culturales provenientes de Arabia, Persia, India y China. Y han a su vez
influido la vida y la cultura de aquellas remotas regiones. Existía un vivaz comercio entre la
costa oriental de África y la India, en particular: oro, marfil, barras de hierro muy bien
elaboradas por los africanos y muy apreciadas en los mercados indios, cuernos de
rinoceronte, a los cuales se atribuían propiedades afrodisiacas, y artesanías de varias clases.
En aquel tiempo Africa no exportaba únicamente minerales y materias primas, como ocurrió
luego en la época de la colonización y hasta nuestros días, sino importantes y variadas
artesanías, productos ricos en valor agregado. Con la llegada del Islam las relaciones entre
Africa y los países de Medio Oriente han sido realmente intensas y continuas para producir
progresivamente sobre el suelo africano una verdadera y propia cultura afro-árabe con rasgos
socioculturales específicos La lengua y la cultura swahili son el fruto del encuentro entre las
lenguas y las culturas negro-africana y la lengua y la cultura árabe. Por siglos los árabes han
permanecido en las islas y a lo largo de la costa de África. Sólo en el siglo XVIII-XIX han
comenzado a penetrar al interior del continente, poniendo en marcha también en aquellas
regiones la trata negrera en vasta escala.
El teatro de las mayores influencias recíprocas entre África y Asia ha sido
indudablemente la isla de Madagascar, donde aún hoy las etnias, la flora y la fauna son la
prueba viviente de los intercambios genéticos, biológicos y culturales entre las civilizaciones
asiáticas y las africanas. Sobre la isla se han encontrado etnias mas influidas directamente por
Africa (por ejemplo los sakalava) y otras influidas sobre todo por Asia (por ejemplo los
merina). Los asiáticos llegados a la isla se instalaron sobre las alturas, donde sus
descendientes han constituido reinos originales y bien organizados que en tiempos más
cercanos han sabido resistir los asaltos de las tropas francesas. Todo esto ha contribuido a
hacer de Madagascar una isla muy particular, dotada de una extraordinaria biodiversidad. La
civilización malgache ha necesitado del encuentro entre las civilizaciones del Africa
tradicional, del Asia y de Medio Oriente (países árabes). A estas tres culturas ha venido a
reunirse en tiempos más recientes una cuarta: aquella de la Europa cristiana.
Las relaciones entre Asia y Africa no han sido obviamente las mismas en todos los
casos. Mientras la influencia de la India ha sido sobre todo duradera y profunda, aquella de la
China y del Extremo Oriente ha sido ciertamente más limitada. A la dinastía china que había
comenzado a enviar naves y hombres hacia el Africa ha seguido una tendencia al aislamiento
de China, que luego ha interrumpido bruscamente los contactos que se habían instaurado no
solo con Madagascar, sino también con Mozambique y la costa de Kenya (Mombasa).
Disponiendo de las mejores naves de la época, el Imperio del Medio decide reducir
drásticamente sus propias relaciones con el mundo externo, convencido de que la China podía
bastarse a sí misma.

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En el curso de su historia Africa se ha beneficiado, como todos los otros continentes de
esta ósmosis del conocimiento y de las técnicas, y los historiadores no tienen dificultad en
reconocer la evolución y el progreso llegado al continente africano. La línea de desarrollo de
Africa es ciertamente irregular, pero siempre en ascenso. El continente ha conocido altos y
bajos, épocas más o menos felices, sacudidas y sobresaltos, pero ha avanzado
constantemente, a la par de cualquier otro continente.
El Africa occidental ha conocido un momento particularmente difícil al tiempo de la
formación del Sáhara, aún si la existencia de la civilización egipcia es debida justamente a
eso. En mis investigaciones he insistido mucho sobre este aspecto. El origen de todo ha
estado en el Sáhara. En el Sáhara se han encontrado modelos plásticos egipcios anteriores a
aquellos del valle del Nilo, que comenzó a volverse apetecible, a ser habitado y cultivado
intensamente sólo y justamente luego de la formación del Sáhara. Pero la formación del
Sáhara ha perjudicado al Africa subsahariana. El enorme desierto se ha convertido bien
pronto en una suerte de barrera y de filtro de todos los intercambios científicos, tecnológicos,
etc., ha impedido y de cualquier modo reducido notablemente las comunicaciones. Los
contactos y las influencias pueden ser tanto positivos como negativos, sin embargo siempre
es mejor que existan a que no existan. El Sáhara venía a constituir una barrera casi
insorteable. Su cruce llevaba meses y estaba lleno de dificultades sobre todo a causa de la
falta de agua. Se utilizaban los camellos como frigoríficos ambulantes. Se los alimentaba a
reventar, se los cargaba y se partía. Cuando había necesidad de agua, se mataba al camello, se
recogía el agua retenida en su vientre y se comía su carne. Y así se continuaba el viaje. Pero
no obstante todo, también al sur del Sáhara se ha dado un desarrollo del conocimiento, al
punto que se atravesaba el desierto para ir a escuchar a los maestros africanos que habitaban
en aquellas comarcas. León el Africano, que hubo atravesado diversos países africanos,
cuenta que en el mercado de Gao y de Tombuctú la mercancía más vendida eran los libros.
No se podría hacer mejor elogio de una cultura y de una civilización. Eso muestra que en el
Africa subsahariana existía una intensa vida intelectual y cultural. Ahmed Baba, por ejemplo,
un negro africano que enseñaba en Tomboctú, era conocido en todo el mundo árabe. Los
viajeros árabes y los primeros exploradores europeos refieren que el rey de Malí y el de Gao
poseían auténticas bibliotecas. En el siglo XV los emperadores y los altos dignatarios del
imperio de Gao eran generalmente muy instruidos y poseían bibliotecas bien provistas y
frecuentadas. De entre todos los sitios, en Tomboctú la tasa de escolarización era la más
elevada. Tomboctú era una ciudad de 150.000 habitantes cuando Londres contaba solo
120.000, aún cuando en el siglo XIX, a solo pocos siglos de distancia, Londres tenía diez
veces más y Tomboctú diez veces menos.
Cuando un rey de Malí partió en peregrinación a La Meca, acompañado de una
multitud llevando toneladas de oro, causó una enorme impresión sobre el mundo árabe. Todos
pensaron que provendría de una especie de paraíso terrestre.
Esas toneladas de oro causaron además una caída del precio del oro en los mercados
árabes. Y cuando se le pidió de postrarse, o al menos de inclinarse, frente al sultán de Egipto,
la respuesta fue que una cosa de tal género era absolutamente impensable. Aceptó hacerlo
solo cuando se le aseguró que se trataba de una cortesía común, absolutamente privada de
consecuencias, y que aquel gesto no significaba absolutamente que fuese menos grande e
importante que el sultán de Egipto. No obstante ello, se inclinó diciendo: “Me inclino ante
Dios que me ha creado”. En aquél tiempo los africanos estaban ciertamente orgullosos de su
civilización y se sentían perfectamente cómodos en su cultura. Pienso que igual sería hoy si
hubiera una buena calidad de vida y la organización política y social fuera plenamente
satisfactoria. El Africa subsahariana estaba socialmente bien estructurada y, cosa más
importante, estaba estructurada en modo endógeno. Esta evolución positiva y este
desarrollo ascendente aparece sobre todo en el período que va del reino de Ghana al imperio

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de Gao. En aquella época se registra un evidente progreso en la configuración y en la
complejidad de las estructuras y de las instituciones e incluso en el crecimiento económico.
El imperio de Gao era mucho menos grande que el reino de Malí, el cual era a su vez mucho
menos grande que el reino de Ghana. Se trataba de reinos que se extendían sobre muchos
miles de kilómetros, tenían una estructura decantada y aseguraban un buen nivel de bienestar
a las poblaciones. No eran rígidamente aristocráticos y estaban organizados de modo que, no
obstante las dificultades, hubieran podido durar en el tiempo. En el imperio de Gao estaba ya
en curso un cambio del modo de producción; los emperadores estaban realizando grandes
obras de infraestructura (canales de unión entre el río Níger y otros cursos de agua o lagos,
mejoramiento de la producción agrícola, etc.), sirviéndose para ello del consejo técnico de
hebreos que, expulsados de España, habían encontrado refugio en unos oasis cercanos a
Libia, y de otros expertos hechos venir directamente de Europa. Estaban ya en acto político
de desarrollo que habría ciertamente traído sus frutos. Pero justamente entonces comenzó a
afirmarse un nuevo tipo de relación entre Europa y Africa que hubo de cambiar
profundamente el curso de la historia del continente africano.
Las relaciones entre Europa y África en. el período que va del siglo XVI al XX pueden.
ser diferenciadas en cuatro grandes segmentos
Siglos XV-XVI
Esta etapa está representada por una serie cronológica bastante homogénea
caracterizada por andes cambios ambientales, políticos y sociales. A partir del Mar Rojo los
reinos musulmanes se instalan progresivamente sobre la costa oriental de África y van al
asalto de los reinos cristianos de Nubia y Etiopía. El reino cristiano de Nubia es arrollado por
el avance islámico, mientras Etiopía, también gracias al apoyo de los portugueses, resiste el
asalto. El Islam busca penetrar en profundidad también en los países del Africa occidental,
mientras los reinos africanos internos de Africa occidental emprenden campañas de
expansión. Así los mossi toman Walata. En el entretiempo los musulmanes son expulsados de
España y con el tratado de Tordesillas España y Portugal se dividen el mundo que queda
todavía por descubrir, mientras Francisco I de Francia pide insistentemente que le muestren el
artículo del testamento de Adán que lo excluye de la participación en la partición del mundo.
Durante este período algunos reinos africanos (Kongo, Benin) alcanzan su máximo
esplendor. En la batalla de Tondivi (1591) el imperio de Gao —resultado de una lenta
evolución iniciada en los siglos VII-VIII y que había producido sucesivamente el reino de
Ghana, el reino de Malí y el imperio de Gao— es arrasado por un ejército de invasión
marroquí. Las cargas de la caballería del emperador de Gao no alcanzan a oponer una
resistencia válida a las armas de fuego marroquíes. La desaparición del imperio de Gao marca
el fin de una época.
Y comienza la trata negrera. La facilidad con que ésta hace pie y se difunde se puede
explicar solo con un debilitamiento de las sociedades africanas, debido en parte también a las
grandes epidemias y a los períodos de sequía que golpearon al Africa occidental (ver los
relatos de los viajeros árabes de este período)
En la reconstruccion de la historia no se debe nunca descuidar el impacto ambiental y
ecológico, que a veces puede resultar decisivo. Es este el contexto que permite explicar la
posibilidad misma de la trata negrera.
Siglos XVII-XVIII
Esta segunda etapa está caracterizada por a la adaptación de los africanos a la trata
negrera. Se adaptaron las sociedades y se adaptaron los reinos. A lo largo de las costas se
instauraron nuevos reinos (Ashanti, Abomey) que participaban en la trata y se insertaron
siempre más en el sistema que se va difundiendo e implantando sobre el continente. En las
regiones internas se multiplican los reinos de carácter étnico y tribal: continuación del reino
mossi, del reino bambara, de Segú, de los reinos del Africa central y oriental (reino kuba,

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reino baoulé, reino de Bunyoro, reino de Buganda). Durante la primera parte de este período
continúan existiendo los grandes reinos multiétnicos, que se extienden sobre 2000-3000
kilómetros, englobando muchas etnias y gobernados mediante estructuras fuertemente
descentralizadas. Desde este punto de vista el reino de Malí es un verdadero modelo:
mantiene relaciones diplomáticas con Portugal y cuando los mossi toman Walata (en el
imperio de Malí), el emperador manda una delegación a Portugal para pedir ayuda. En aquel
tiempo los reyes africanos se consideraban absolutamente a la par de los reyes portugueses o
españoles. Los primeros portugueses llegados al reino del Congo se postraron ante el rey
exactamente como hacían ante el propio. También existía un. verdadero partenariado ante
litteram. El clima de igualdad consentía al rey Alfonso del Congo pedir y obtener de los reyes
europeos asistencia técnica u operarios especializados para iniciar a sus súbditos en las artes y
las técnicas, exactamente como se hace hoy. Pero en una segunda época se comenzó a
mandarle armas y a hacer esclavos en su reino. El rey Alfonso del Congo es desde este punto
de vista una figura emblemática. Su reino y él mismo recorrerán la eterna parábola de las
relaciones entre Europa y Africa. El rey se convierte al cristianismo, e inicialmente es
considerado a la par de los reyes europeos; pero bien pronto se le hace entender claramente
que no era tal y se buscó además asesinarlo. Ya entonces las relaciones entre Europa y África
comenzaban a tomar decisivamente el cariz de la explotación.
Siglo XIX
Esta etapa está caracterizada por grandes reuniones de territorios. Se trata de algo
nuevo para el continente africano. Algunos líderes africanos (Chaka, Usmán dan Fodio,
Samorí y otros), para resistir a las presiones provenientes del exterior y para amalgamar las
variadas etnias y tribus, vieron la necesidad de recrear el gran espacio que existía en la época
del reino de Malí y del imperio de Gao, aquellos grandes reinos e imperios autóctonos,
autónomos, plenamente africanos y dotados de un desarrollo interno propio. Las nuevas
tecnologías y sobre todo las armas parecen hacer posible la creación de aquellos grandes
espacios, pero todas las tentativas en este sentido chocaron bien pronto con los intereses de la
colonización, de un lado, y con la resistencia de las etnias del interior de Africa, del otro. El
Hadj Omar, por ejemplo, fue atacado por los franceses, que avanzaban desde Senegal hacia
Malí y el Sudán, y por los bambara, que quería englobar en su imperio musulmán. Al final
fue derrotado por estas dos fuerzas.
Siglo XX
Esta etapa está caracterizada por una nueva adaptación. Un impacto totalmente
particular han tenido sobre las colonias las dos guerras mundiales y la gran crisis de 1929-30,
que ulteriormente ha agravado la explotación y la dominación de los pueblos africanos. Los
africanos han participado en gran número en las dos guerras mundiales. Además, al término
de la primera se esperaba que su situación mejorase, pero un cambio efectivo de su condición
se obtuvo sólo luego de la segunda. Solo entonces se abrió la puerta al proceso de
descolonización, con la conferencia de Bandung (1955) y las guerras de liberación. Un
evento importante es, desde este punto de vista, la independencia de Ghana (1957).
Prescindiendo de Etiopía y de Liberia, Ghana ha sido el primer estado africano en acceder a
la independencia, al termino de una decisiva lucha política y social. Mientras los países del
Africa occidental alcanzaron rápidamente la independencia, en los anglófonos —sobre todo
en las así denominadas colonias de poblamiento (Rhodesia, Africa del Sur)— aparecen
decisivas tendencias al apartheid, que producirán ásperos choques entre blancos y negros,
hasta la definitiva abolición del régimen de segregación al final de la guerra fría. También en
las colonias portuguesas la colonización continuará mucho después del año de las
independencias (1960).
Un trazo característico del siglo XX es el florecimiento en gran escala de la instrucción,
comprendida la universitaria. Ya en los siglos XV-XVI existían universidades (Malí, Gao),

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pero eran instituciones de tipo antiguo. Solo en el siglo XX África conocerá los nuevos
sistemas educativos importados directamente de Europa. Otro trazo peculiar del siglo XX
está constituido por las federaciones coloniales (Africa Occidental Francesa, Africa Oriental
anglófona) y, luego de la independencia, de la federación de Malí. Se trata de configuraciones
políticas que anticipan, a mi opinión, la necesidad específica del siglo XXI y que no
constituyen una novedad en África. En Africa siempre existió una tendencia a la
regionalización extensa, a la creación de grandes espacios comunitarios. No obstante, la
extrema variedad de etnias y tribus, Africa ha sentido siempre la necesidad de traspasarla, de
amalgamarla, a fin de constituir espacios geoculturales y políticos más amplios. Reinos de
base tribal y étnica y reinos esclavistas han existido sólo en los siglos XVII-XVIII, en un
período extremadamente difícil para la población africana y dominado internamente por
influencias externas girando en tomo a la trata negrera. Por lo demás, en la dialéctica entre la
tendencia a la atomización étnica y la tendencia a la creación de espacios más amplios, Africa
siempre ha demostrado preferir esta última, dándose cuenta instintivamente que sin la
creación de estos grandes espacios no habría tenido ninguna posibilidad de ejercitar un peso
sobre las vicisitudes del mundo circundante y sobre el curso de la historia.
2 Aspectos temáticos de las relaciones entre Europa y Africa
En los siglos tomados en consideración en nuestra investigación (XVI-XX) la gran ruta
desde Europa al Africa estuvo dominada en gran parte por la búsqueda de las materias
primas. sobre todo especies, pero también oro y “cristianos” Los primeros aventureros y
negreros decían haber venido a Africa a buscar especias y cristianos. Su propósito. declarado
era el de difundir la religión cristiana, pero en realidad miraban a la trata de los productos del
suelo y del subsuelo y a la trata negrera. A parte de la trata negrera, la colonización del siglo
XIX continuó sobre la misma ruta. Entonces Europa entró masivamente en Africa con el
pretexto de poner fin al comercio de esclavos. La trata había asumido proporciones tales
como para hacer temer una total desaparición de la población africana. Africa agonizaba y era
necesario evitar que muriese. No faltaron ciertamente europeos bien intencionados Todos
conocen el rol jugado en este campo por algunas personalidades eminentes, entre ellas el
cardenal Lavigerie, fundador de los Padres Blancos. En el siglo XX Africa estuvo integrada
en el mundo, pero estuvo integrada malamente, dolorosamente, atravesó tres guerras
mundiales: la primera (1914-1918), la segunda (1939-1945) y la tercera, que en Europa lleva
el nombre de “Guerra Fría” y fue combatida entre países del este y del oeste del muro de
Berlín. Mucho se olvida que la “Guerra Fría” al norte ha producido guerras calientes al sur
que han involucrado diversos países africanos, entre ellos Angola, Etiopía y Sudáfrica. El
apartheid ha podido perpetrar impunemente su genocidio en parte gracias a la Guerra Fría.
Tanto es así que al término de tal guerra ha sido rápidamente liquidado.
Las tentativas de integración de Africa en la historia mundial han sido ciertamente
torpes y, al mismo tiempo, han representado otras tantas ocasiones fallidas para el Africa. En
realidad, pasado el umbral del siglo XX, se asiste a una suerte de cuarta guerra mundial: la
guerra económica producida por la mundialización de las finanzas y de los mercados.
Veamos algunos aspectos de las relaciones desiguales se han producido entre Europa y
África en los últimos cinco siglos. En la delineación de las tentativas de inclusión-exclusión
adoptaré una aproximación temática y cronológica al mismo tiempo, pasando rápidamente en
reseña el ambiente, demografía, economía política, cultura. Me permitiré, así y todo, una
breve nota sobre el modo en el cual se ha tradicionalmente representado nuestro planeta. A
partir de los siglos XV-XVI el hombre ha comenzado a darse cuenta de la esfericidad de la
Tierra y ha buscado de representarla sobre una superficie plana, realizando cartas geográficas
y planisferios. La representación cartográfica que ha tenido mayor éxito y ha terminado por
imponerse ha sido la de Mercator. Se trata de una proyección ortogonal de la esfericidad de la
Tierra sobre una superficie plana. Ésta castiga decisivamente las latitudes ecuatoriales y

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tropicales que resultan comprimidas y empequeñecidas respecto a las latitudes altas (al
norte y al sur). Así el planisferio trasmite una imago mundi equivocada. África, son sus 33
millones de kilómetros cuadrados resulta mucho más pequeña que la ex-Unión Soviética que
tenía sólo 22 millones de kilómetros cuadrados. En la proyección de Mercator África resulta
empequeñecida respecto a Europa y lo mismo ocurre con la India respecto a los países
escandinavos. Este error “científico” puede fácilmente llevar a un engaño incluso a grandes
geógrafos e historiadores. Así, en su prefacio a un Atlas del África publicado por la revista
Jeune Afrique, el gran Monod afirma que el África es periférica, aislada y puesta al margen.
Él, evidentemente, ha vislumbrado la proyección de Mercator, que hace efectivamente del
continente africano un continente periférico, aislado y marginado.
Bien distinto habría sido su juicio si hubiera estado dado sobre la proyección de Arno
Peters, que reproduce fielmente la superficie real de los continentes y por lo tanto la exacta
colocación y extensión geográfica sobre el planisferio. En la proyección de Peters Africa está
prácticamente en el centro del planisferio y se extiende profundamente a lo largo de la
vertical norte-sur.
Ambiente
En el curso de los siglos XIX y XX el ambiente africano ha sido sometido a un
sistemático saqueo por parte de los colonizadores europeos. Las devastaciones ecológicas
operadas en Africa en este período han tenido repercusiones sobre el ambiente a nivel
mundial. África, que era uno de los pulmones del mundo, junto a la Amazonia y a algunas
otras regiones del globo, ha perdido progresivamente esta función de custodio del clima y de
las fuentes de energía no renovables a nivel planetario. Hasta el siglo XIX era exitosa en
algún modo en preservar su maravillosa biodiversidad y su casi inagotable riqueza de
recursos naturales renovables y no renovables. Diversos documentos de los siglos XV y XVI
hablan con asombro de su lujuriante vegetación y de la gran variedad y abundancia de sus
animales. Leyendo las memorias dejadas por un abate francés en el Senegal del siglo XIX no
parece que se hablara del mismo país que conocemos hoy. Él describe una riquísima flora y
fauna y, a apenas unos pocos kilómetros de Dakar, selvas lujuriantes, manadas de búfalos y
de elefantes, una enorme variedad y cantidad de aves acuáticas... todas cosas hoy
absolutamente inimaginables. Igualmente, he podido presenciar en el breve curso de mi vida
los enormes cambios ocurridos en la flora y la fauna africana. La abundancia de agua y las
rozagantes formas de vida animal y vegetal que he podido ver de niño son hoy un lejano
recuerdo. Entonces, sobre nuestras cabezas pasaban todavía muchísimas aves acuáticas de
vuelo amplio y majestuoso y los estanques estaban llenos de ánades salvajes y de una gran
variedad de ranas. Las especies tradicionales del África, vegetales y animales, fueron
sometidas a una auténtica masacre. La naturaleza ha sido objeto de una explotación salvaje de
parte de no-africanos, los cuales han arrasado todo lo que han podido y no se han preocupado,
como haría un buen padre de familia o un propietario normal, de salvaguardar el equilibrio
ambiental.
Todavía hoy muchos europeos piensan que en África la naturaleza es sa1vaje, que
domina al hombre y casi lo sofoca Esos no saben que el africano se ha preocupado siempre
por salvaguardar el equilibrio con la naturaleza tratándola con gran respeto, además de
religiosa veneración. Ha utilizado la naturaleza, la ha puesto a su servicio, pero siempre con
moderación, con la preocupación de respetar una armonía fundamental y justa entre el
hombre y la naturaleza. Los curanderos, por ejemplo, antes de cortar una rama o de arrancar
las hojas de un árbol, acostumbraban a recogerse en una suerte de plegaria: hablaban al árbol,
le pedían el permiso y se disculpaban con él por el acto que estaban por realizar. La relación
del africano con la naturaleza era tal que ésta era preservada, custodiada y venerada.
La colonización ha subvertido este “pacto”, adoptando una aproximación casi criminal
a los recursos naturales. Ella ha practicado, entre otras cosas, una deforestación salvaje.

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Desde el inicio de siglo XX a hoy, la Costa del Marfil ha perdido los dos tercios de su foresta
y gran parte de sus recursos naturales. Todo esto no puede ser imputado absolutamente al
crecimiento demográfico, sino, ante todo, a una explotación desequilibrada y devastadora
llevada adelante por las compañías privadas, que siempre han considerado al África como
una fuente casi inagotable de materias y de recursos. A este paso la floresta marfileña será
bien pronto un simple recuerdo. No es ninguna maravilla que ahora el harmattan, el viento
caliente que llega del desierto, alcance la Costa del Marfil y muchos otros países de la línea
del Sáhel, donde se registran climas del todo desconocidos hasta no hace mucho tiempo.
Desgraciadamente, también los actuales líderes africanos han tomado la actitud de
maltratar la naturaleza. Recientemente he ido a Addis Abeba para poner a punto un libro de
educación cívica para los niños africanos, que tenga en cuenta también el problema
ecológico. Me encontré con algunos diplomáticos africanos con los cuales hablé del respeto
al ambiente y en particular del respeto a la floresta. En aquella ocasión el embajador de
Gabón se apresuró a decir que su país explota intensamente la floresta, pero reemplaza
sistemáticamente los árboles abatidos con otros árboles (reforestación). Evidentemente
confundía los árboles con la floresta, por lo cual le dije: “Es necesario que los árboles no te
impidan ver la floresta”. La floresta no son los árboles. La floresta es una realidad global, un
sistema vivo, complejo, un ecosistema coordinado formado por muchos elementos
interdependientes. La sustitución de los árboles abatidos con otros árboles no puede
reconstruir este ecosistema articulado y bien organizado, formado por una miríada de
microorganismos y macroorganismos. También las reservas ictícolas son objeto de una
explotación salvaje. A lo largo de todas las costas africanas las compañías extranjeras
capturan indiscriminadamente los peces —de todas las especies y de todos los tamaños— con
enormes redes, empobreciendo rápidamente las reservas ictícolas y causando a largo plazo
una verdadera y propia esterilización de los océanos. Parece además que los europeos han
inventado un nuevo diabólico artefacto con la capacidad de aspirar los peces. Todo esto es
muy grave y mucho más por el hecho de que los países africanos no disponen de los medios
técnicos para controlar lo que ocurre a lo largo de sus costas.
Afortunadamente, son siempre más numerosas las organizaciones ecologistas que
denuncian este brutal saqueo de la biodiversidad del planeta. Una de estas organizaciones
(RAFI) ha publicado recientemente un volumen bellísimo y horroroso al mismo tiempo,
titulado Human Nature, en el cual se describe el estado de progresiva degradación de la
biodiversidad del planeta, sobre todo por obra de las grandes compañías farmacéuticas, de la
biotecnología y de la misma economía de mercado. Las razones de la economía globalizada,
desenfrenada, están progresivamente empobreciendo al mundo. Ésta induce a reducir siempre
más las variedades naturales y a sustituirlas con otras de alto rendimiento, seleccionadas por
laboratorios de investigación. Estas variedades de alto rendimiento —el maíz, por ejemplo—
son impuestas en el mundo entero a través de la así llamada “revolución verde”. Así se va
progresivamente hacia dos o tres variedades de alto rendimiento, mientras todas las otras que
el hombre ha conocido y cultivado por milenios son abandonadas o conservadas en bancos
genéticos, situados regularmente en el norte; por lo cual si un día África quiere reencontrar
aquello que su población ha cultivado y producido por milenios y milenios deberá dirigirse
necesariamente a esos bancos, los cuales naturalmente se harán pagar caros los servicios
requeridos.
Después de haber expropiado al Africa y saqueado su naturaleza por casi un siglo y
medio, ahora el Norte no encuentra nada mejor que recomendar a los gobiernos africanos
aquello que decía en su momento el presidente de los Estados Unidos, Reagan: “No han de
hacer más que como hacemos nosotros. Para desarrollarse, para progresar, el. África no debe
hacer otra cosa que imitarnos”. Así se olvida que hacer como el Norte, hacer como América,
significaría explotar la naturaleza treinta veces más que lo que hacen actualmente los

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africanos. Tal es, de hecho, hoy el consumo de los países ricos. La Cumbre de Kyoto ha
mostrado claramente que los países ricos no están dispuestos a renunciar a su nivel de
consumo. En todo esto hay una grave contradicción. Japón preserva la propia floresta, pero
explota intensamente la de Indonesia, de Malasia y de otros países del Sudeste Asiático. No
proveyendo financiamientos válidos para la lucha contra la desertización, la así llamada
Agenda 21 muestra claramente que este problema no interesa mucho a los habitantes del
norte del planeta. Lo que importa parece ser solamente la capa de ozono, el recalentamiento
de la atmósfera y el problema del anhídrido carbónico. Todo esto indica claramente que la
naturaleza africana ha interesado a Europa sólo como vivero, como reserva de la cual sacar a
manos llenas, sin pensar en las personas y ‘en la naturaleza viva en aquel ambiente.
Por lo demás, actualmente la relación cultural con la naturaleza está cambiando incluso
en Africa. La respetuosa distancia que los africanos han siempre demostrado en el resguardo
de la naturaleza es cada vez más sustituida por actitudes más agresivas, más conflictivas. Se
observa una creciente instrumentalización de la naturaleza. No nos comportamos más como
el buen padre de familia, sino como el aventurero que corta la floresta para vender la madera,
que rompe las ramas para cosechar más rápidamente los frutos. No nos contentamos con
nutrimos, se quiere amasar dinero, vendiendo los productos de la naturaleza al mercado
mundial.
Demografía
Desde hace cuatro siglos la situación demográfica africana es afrontada en modo
equivocado. En el siglo XVI África estaba bien poblada, como demuestran numerosos
testimonios escritos dejados por los primeros, viajeros árabes y por los primeros
exploradores europeos (Ibn Batuta, Pigafetta, Stanley, etc.). Todos los viajeros y exploradores
(árabes, portugueses, españoles, italianos) hablan del pulular de la población africana, de su
estupor frente a una tan nutrida presencia de habitantes sobre el continente africano, no solo
en las ciudades, sino también en las aldeas y en el campo. La consistencia de la población
africana está testificada también por los efectivos militares. En el caso del Senegal, por
ejemplo, se afirma que el rey del reino —por otra parte pequeño— de los Wolof podía enrolar
100.000 infantes y 10.000 (según otras fuentes 8.000) caballeros. Son cifras atendibles, no
fantasiosas. Por otra parte, fueron dadas por personas que tenían un buen conocimiento de
aquello de lo que hablaban. Se encuentran en documentos de guerra o en los testimonios de
autores, como Ibn Batuta, que eran grandes reporteros de su tiempo y habían recorrido a lo
largo y a lo ancho el Africa, al norte y al sur del Sáhara. Antes de invadir España también los
Almorávides se habían esparcido hasta Senegal y en Senegambia.
La evolución demográfica de África ha comenzado a distinguirse sustancialmente de la
de los otros continentes sólo a partir del siglo XVI. Prescindiendo de la trata negrera, no se
encuentra ninguna otra razón objetiva capaz de explicar esta diversidad de población entre
Asia, Europa y el África.). Las investigaciones conducidas por Madame Diop, insigne
historiadora y demógrafa, demuestran que hasta el siglo XVI África ha registrado un
movimiento demográfico ascendente. Sobre este punto concuerdan todos los primeros
viajeros y exploradores .El fenómeno histórico capaz de explicar la involución en la
demografía y en la historia africana no puede ser otro que la trata negrera
Hoy, en Occidente muchos afirman que Africa está subdesarrollada porque los
africanos hacen muchos hijos y el continente tiene una población excesiva. Así, se hace de
todo para intervenir sobre el crecimiento demográfico africano (el 3% anual
aproximadamente) artificialmente, con métodos mecánicos. Se quiere reducir mecánicamente
una tasa de natalidad que se va ya reduciendo naturalmente, y se financian programas de
limitación artificial de los nacimientos. La idea de que el Africa está subdesarrollada porque
su crecimiento demográfico es excesivo está absolutamente equivocada. Es cierto
exactamente lo contrario. El crecimiento demográfico es elevado porque Africa está

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subdesarrollada. En todos los otros continentes la reducción del crecimiento demográfico ha
ocurrido naturalmente con la elevación del nivel de vida y del bienestar económico. Ahora, en
África, se quiere resolver el problema. Se agita ante los africanos el preservativo —que se ha
convertido en una suerte de fetiche religioso-- y se hace además de la densidad de
preservativos un indicador de desarrollo. Recientemente, en Lisboa, alguno me ha dicho que
se deberían tirar en paracaídas millones de preservativos sobre todo el continente africano:
una verdadera aberración. Pienso que sería mucho mejor destinar al desarrollo los ingentes
fondos invertidos en la anticoncepción y en los programas de control mecánico de la
fecundidad, seguro de que el desarrollo producirá naturalmente también en Africa —como ha
ocurrido en todos los otros continentes—una reducción en el crecimiento demográfico.
Por otra parte, ya actualmente las familias africanas más desarrolladas, más
escolarizadas, son las que tienen menor número de hijos. Y esto ciertamente también por el
influjo del modelo europeo. A medida que el desarrollo avanza, el número de hijos se reduce.
Es necesario recolocar la cuestión demográfica africana en el conjunto de los otros
parámetros y factores para comprender el modo adecuado de tratar el problema que genera.
Es un hecho que la actual población de Africa no está de acuerdo con los recursos de los que
dispone el continente.
En el seno de la población africana están ocurriendo profundos cambios estructurales.
Hoy, el fenómeno más importante, el verdadero problema, no es el crecimiento
demográfico en sí sino la diversa distribución de la población entre el campo y la ciudad. En
todas partes de África se asiste a una propia y verdadera carrera hacia la ciudad. La
urbanización hunde sus raíces en la política colonial y neocolonial que siempre ha tendido a
favorecer a los ciudadanos con respecto a los campesinos. Ha hecho que los campesinos se
encuentren atrapados en un ciclo de continuo y creciente empobrecimiento, que favorece el
éxodo hacia las ciudades. La urbanización es un fenómeno universal. También en Europa se
ha asistido, y se asiste, a una carrera hacia las ciudades. Pero la ciudad europea es
esencialmente distinta a la ciudad africana. Las ciudades africanas no son realidades
dinámicas, estructuralmente insertas en el proceso productivo. Las ciudades producidas
en Africa por la colonización y neocolonización no son ciudades verdaderas. Las europeas
han sido desde siempre parte integrante del sistema productivo global. Desde siempre, en las
ciudades europeas han estado las fábricas, las cuales requieren mano de obra que llega desde
el campo. Desde siempre, los productos de las fábricas citadinas son comercializados en el
campo, contribuyendo a acrecentar la productividad y el nivel de vida de los agricultores. En
las ciudades europeas siempre ha habido una circulación positiva de equipos, financiamiento,
inversiones y transferencias de población. La gente va a la ciudad porque el trabajo y el
producto del trabajo desarrollado en la ciudad influye sobre el campo. En África no existe un
ciclo virtuoso similar. La urbanización africana es del todo distinta respecto a la europea. En
las ciudades africanas no existe nada. La pobreza del campo empuja a la gente hacia las
ciudades, pero una vez que se encuentra en la ciudad no se encuentra nada: la ciudad es de
hecho una enorme villa miseria. Y sin embargo, se calcula que al inicio del siglo XXI un 50%
de la población africana vivirá en las ciudades: una perspectiva tremenda.
La urbanización es un fenómeno natural, universal, pero en Africa ha sido acelerada y
agravada por las políticas de los colonizadores primero y de los dirigentes africanos después.
Una política más seria y programada habría, ciertamente, reducido la potencia de estos flujos
migratorios. Por ejemplo, una distribución más igualitaria del crédito, de las ganancias y de
los fondos públicos, comprendidos aquellos provenientes del exterior, entre población rural y
población urbana y la seguridad de mejores condiciones de vida en las aldeas y en el campo
habrían sin duda contenido el fenómeno de la urbanización Cuando era director general de la
educación en mi país, he colaborado en la elaboración de un modelo de educación rural con
vistas a asegurar a los niños de las aldeas la oportunidad de trabajo, induciéndolos así a

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quedarse en su ambiente de vida tradicional. Pero aquel modelo educativo falló
miserablemente. Los niños se daban cuenta rápidamente de las diferencias existentes entre la
vida en el campo y la vida en la ciudad, e infaliblemente escapaban a la ciudad. Sabían que,
incluso un simple cadete ganaba en un mes lo que sus progenitores no alcanzaban a ganar en
un año.
Aquellos niños no eran tontos. Así nuestro curso rural trianual no hacía más que
agravar la situación. Invertíamos fondos y energía, pero ¿con qué objeto? Sólo para agravar la
situación.
Es difícil resistir a la tentación de la ciudad. No obstante todo, las ciudades africanas
están floreciendo y la gente es atraída irresistiblemente por la luz, el agua (aún cuando no
siempre potable), la música, el comfort, la diversión, la televisión, la escolarización mucho
más elevada en la ciudad con respecto al campo, la posibilidad de encontrar medicina, aún si
se repliega siempre más sobre la medicina tradicional que es mucho menos costosa (también
esto puede ser un estímulo para africanizar la vida cotidiana, emprender un desarrollo más
endógeno). En suma: en ausencia de políticas verdaderamente alternativas será difícil
invertir la carrera desenfrenada hacia las ciudades.
Economía
Desde cuando, en el siglo XVI, se han comenzado a extraer los productos del suelo y
del subsuelo, incluidos los seres humanos, África ha sido uno de los continentes más
explotados, porque se ha buscado de explotar todo lo que era posible.
África ha sido dominada porque ha estado inserta en un nuevo sistema, con estructuras
ciertamente funcionales, pero no para el Africa. Éste ha sido el resultado de la colonización y
de la neocolonización. Desde hace más de cuatro siglos Africa es la madre generosa de la
cual todos vienen a chupar la leche, en perjuicio de la salud y del bienestar de sus propios
hijos.
El principal motivo por el cual a un cierto punto los europeos han decidido poner fin a
la trata negrera ha sido la necesidad de encontrar en Africa una desembocadura a su
población y a sus productos, y poder disponer en el lugar de mano de obra para sus cultivos
de algodón, aceite de palma, café, cacao, etc. Así África ha sido transformada en una reserva
de la cual tomar materias primas y en un mercado en el cual introducir las manufacturas
europeas. Este proceso llevó a imponer y justificar aquel pacto colonial, que continúa todavía
en pleno neocolonialismo, y que ha sido, y es, responsable en gran parte del retardo en el
desarrollo africano.
La balanza comercial y la balanza de pagos de los países africanos muestran como
todavía hoy el 60-80% del valor de las exportaciones africanas está constituido por productos
no elaborados. Esto demuestra que los países exportadores no poseen una verdadera
economía endógena. A partir del siglo XVII, África ha estado privada de su precedente
desarrollo endógeno, esto es un desarrollo completo basado sobre materias primas que son
manufacturadas. Hasta entonces, habían existido en África verdaderas industrias
manufactureras, fabricas de tejidos, producción del vidrio... En el siglo XIV-XV los yorubas
eran maestros en el campo de la fusión del vidrio. Las economías del Africa precolonial eran
sofisticadas y complejas, con una vasta gana de productos y de intercambios. Antes de
la dominación colonial existía un mercado interno, con toda suerte de comercios, incluso de
vasta escala y sobre largas distancias. Particularmente florecientes eran los comercios de la
cola, del oro, también de los esclavos. El pacto colonia —todavía vigente— ha condenado al
África a exportar materias primas y a adquirir manufacturas. Este régimen ha sido, y es, uno
de los principales responsables de la destrucción de la economía, y también de la. sociedad
y de la cultura africana, cuyo verdadero drama, el talón de Aquiles es el del valor agregado Si
se prescinde de algún producto artesanal, los productos africanos no presentan prácticamente
ningún valor agregado. La transformación de los productos in loco está reducida al mínimo.

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En general, se exportan productos brutos, privados de valor agregado, y se reduce la
producción alimentaria para hacer lugar a la producción de estos productos (un ejemplo
basta: el algodón). En el caso de Burkina Faso, el Banco Mundial alienta a la población a
producir algodón a fin de poder entrar en el comercio mundial. Éste sostiene que sólo a través
de la participación en el comercio mundial se puede realizar el desarrollo: su slogan es Trade,
not aid. Pero, en realidad, no se trata de verdadero comercio: el intercambio es desigual y esto
porque los productos africanos no presentan prácticamente ningún valor agregado. El Africa
parece condenada a exportar productos brutos y a importar productos manufacturados.
Esto no permite ninguna competencia y ninguna ganancia. De hecho, cuanto más
sofisticado es un producto, más rico es en valor agregado y más alta es, en consecuencia, la
ganancia. Pero África ha estado confinada al rol de simple productora y exportadora de
materias primas y de productos no elaborados y ha sido impulsada a reducir en consecuencia
su producción alimentaria para ventaja de estos productos de exportación. Del siglo XVI al
XX, el modo de producción no ha registrado prácticamente ningún cambio y el África ha
estado inmovilizada en el interior de su modo de producción tradicional. Existen ciertamente
algunos pequeños enclaves de economía moderna, dotada de equipos sofisticados y
actualizados —los defino “los elefantes blancos”— pero la gran masa de la población
africana continúa produciendo con sus propios artefactos tradicionales. El número de los
arados, tractores, camiones está ciertamente en crecimiento, pero ¿a quién sirven? ¿A qué
precio se pueden obtener? ¿Qué nuevas estructuras productivas implica su uso? Estas nuevas
tecnologías crean pequeñas islas de agricultores ricos y felices en un mar de agricultores
siempre más pobres e infelices.
Consideremos el sector minero: faltan los capitales para hacerlo despegar
autónomamente y desengancharlo del sistema que le ha sido impuesto por los colonizadores.
¿Y el problema del agua? Faltan las infraestructuras necesarias para resolverlo de modo
eficaz y adecuado. Se han hecho los relevamientos, pero las napas freáticas continúan
descendiendo y faltan los medios técnicos para alcanzarlas. Recientemente hemos invitado al
CEDA —el centro que dirijo-- a un ingeniero agrónomo para hablamos del problema del
agua. Ha dado datos alarmantes: en Burkina Faso el 90% del agua que cae del cielo se
evapora, el 90% de las enfermedades que sufren los africanos, sobre todo los niños,
provienen de la mala calidad del agua, el 90% de las inversiones en el sector hídrico
provienen del exterior. Son cifras que hacen pensar. Y ha agregado también que la
accesibilidad al agua no es el único problema a tener presente. No basta decir, por ejemplo,
que el 90% de la población de un determinado país africano tiene acceso al agua. Es
necesario preguntarse: ¿de qué agua se trata? Es necesario hablar de la calidad del agua. No
sólo de la accesibilidad, sino también de la potabilidad. Todos saben que la leche en polvo
distribuida por Nestlé causa la muerte de muchos niños africanos justamente porque es
mezclada con agua no potable.
Desde hace cuatro siglos África es un continente explotado y dominado. E incluso la
convención de Lomé no ha servido para cambiar este estado de cosas. Se ha introducido el
“Stabex”, un sistema para estabilizar las ganancias agrícolas protegiéndolas contra las
fluctuaciones de los precios, pero éstos continúan dependiendo estrechamente de las bolsas
mundiales del ramo, del oro, del café, del cacao, o sea de mecanismos de dominio que están
fuera del África. La estabilización en el sistema se ha traducido en una estabilización del
sistema. Si se estabilizan los mecanismos en el interior de un determinado sistema se
estabiliza de hecho aquel sistema: en efecto no se ha realizado todavía una verdadera
estabilización en los precios. Quizá poco a poco África logrará entrar en el mercado mundial
con una mayor cantidad de productos con valor agregado, pero por ahora la producción de
algodón, café, cacao, cobre, etc. ha sido el modo a través del cual la colonización y la
neocolonización han continuado explotando el continente africano. Alguien me ha dicho que

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a veces el Banco Mundial se rehusa a financiar fertilizantes y productos fitosanitarios que
entiende que pueden servir para producciones (por ejemplo, de mijo) distintas de la de
algodón. Los fertilizantes son reservados exclusivamente a la producción de algodón, o sea
de un producto que sirve al mercado externo y cuyo precio es fijado desde fuera del Africa e
impuesto a los productores locales. Africa ha aumentado, y continúa aumentando, la
extracción de sus propias materias primas: oro, cobalto, uranio, diamantes, petróleo... La
explotación de las materias primas del continente está controlada de forma cada vez más
monopolística por algunas grandes multinacionales, que terminan luego por inmiscuirse en
la política de los estados africanos y de hecho por dirigirlos. El mismo mercado interno está
siendo cedido progresivamente a las multinacionales. Las privatizaciones, recomendadas e
impuestas a los estados africanos por el Banco Mundial, hacen el juego a las multinacionales;
terminan en sus manos y concurren a reforzar su poder. Apenas se anuncia la privatización de
cualquier sector, rápidamente se introduce una multinacional. Y no por nada se privatizan
incluso los sectores competitivos, capaces de producir dinero y dar ganancias. Es lo que ha
ocurrido, por ejemplo en el caso de las fabricas de cerveza de Burkina Faso, que terminaron
en manos de la multinacional Castell, la que ha apresurado a reducir la mano de obra, con la
consecuencia de que muchos africanos han perdido el trabajo y se han empobrecido a
exclusiva ventaja de una multinacional y de sus ganancias.
El progresivo abandono del mercado en manos de las multinacionales está causando
hoy en Africa una espiral de empobrecimiento de la población. No sólo pobreza, sino
empobrecimiento. Incluso el sector de las ONGs, de las ayudas no oficiales y de los
cooperadores humanitarios, no se aparta mucho de las férreas leyes del mercado y al control,
más o menos directo, de las multinacionales. Este sector tiende a volcar en Africa los
excedentes de la agricultura o de la industria europea ampliamente protegida y subsidiada. El
riesgo es el de inducir en los africanos una mentalidad de asistidos y de llevarlos a pensar que
aún si faltan buenas cosechas habrá siempre alguno que vendrá del norte para impedir que
mueran de hambre.
Y si todo esto no bastara, a veces Occidente blande también el arma del embargo. En la
última cumbre de la OUA se ha discutido a fondo este problema y los jefes de los países
africanos se han rehusado unánimemente a adherir al embargo decretado contra Libia. La
suya ha sido una verdadera y propia rebelión, motivada sobre todo por el hecho de que el
gendarme del mundo, los Estados Unidos de América, no aplica el embargo del mismo modo
para los distintos países del mundo. Israel, por ejemplo, puede permitirse no respetar las
decisiones del Consejo de Seguridad, sin que ninguno tenga en mente decretar un embargo,
mientras se recurre sistemáticamente a la amenaza y a la aplicación del embargo (sino a la
guerra) en el caso del los países del Medio Oriente y del mundo árabe en general.
El actual sistema económico no permite al África ocupar su justo puesto en el comercio
mundial ni realizar la “independencia del vientre”. Muchos problemas dependen del hecho de
que África no es considerada un socio real, sino un. simple espacio para explotar a fin obtener
aquello que falta a las economías de los países europeos. Continuando sobre la estela de los
primeros colonizadores, se piensa todavía hoy al África como una tierra vacante y sin dueño.
Se piensa en poder continuar viniendo al África a explotar los recursos, porque se cree que
los inmensos territorios del continente africano no pertenecen de hecho a nadie.
Hablando de economía no se puede mencionar del problema de la deuda de los países
africanos: una verdadera condena, tanto que se ha convertido en un elemento cotidiano de la
vida africana. Frecuentemente, se continúan haciendo préstamos a los países africanos para
ponerlos en condiciones de pagar los intereses de sus deudas y permitirle así al sistema
continuar funcionando. En ciertos casos, se retardan los pagos adeudados; en otros se
cancelan ciertas deudas; frecuentemente se presentan los préstamos como donaciones... lo
importante es que el sistema no se trabe y continúe funcionando. Y así se busca confundir lo

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más posible las cosas. A los países africanos se les dan los fondos, pero se hace sobre todo en
forma de préstamos, destinados obviamente a ser reembolsados, y se presentan estos
préstamos como un gran favor, un privilegio. El sistema funciona sobre esta base y se hace de
todo para conservarlo, yendo por ejemplo a la idea de un Plan Marshall para el Africa. Al
final de la Segunda Guerra Mundial hubo un Plan Marshall para Europa, sin el cual los
diversos países europeos no habrían ciertamente podido levantarse. Hoy seria necesario un
Plan Marshall para Africa, pero esto podría poner en peligro la supervivencia del actual
sistema económico y financiero, por lo cual se prefiere no correr riesgos.
Política
La colonización y la neocolonización han destruido las estructuras africanas
tradicionales. Naturalmente, el África precolonial no era un paraíso terrestre. Había
disfunciones, distorsiones, tiranos, pero se trataba de estructuras endógenas, con aspectos
negativos y positivos, como siempre y en todas partes. La colonización ha destruido no sólo
la economía endógena, sino también las estructuras del estado, del bien común.
Apenas hicieron pié en Africa, los europeos se arrojaron de cabeza a la subscripción de
tratados con los jefes africanos. La carrera al acaparamiento de los territorios se tradujo en
una verdadera carrera a la subscripción de tratados. En Burkina Faso, por ejemplo, los
europeos penetraron a partir de tres direcciones distintas: los ingleses desde la actual Ghana y
de la Costa de Oro, los alemanes desde el actual Togo y los franceses de la Costa del Marfil y
de Sudán. Y todos han subscripto tratados con los jefes locales. Y cuando no encontraban
jefes, conferían el título a la primera persona que encontraban para poder subscribir un
tratado. Redactaban un breve documento escrito, debidamente refrendado —la gente no sabía
leer ni escribir— y luego hacían de aquel documento lo que querían. Los europeos han
subscripto centenares de tratados que fueron luego regularmente denunciados a distancia de
apenas 10 o 15 años.
Los colonizadores han instaurado un sistema vertical respecto al sistema tradicional
africano, que era decididamente horizontal, mas participativo, basado mucho menos sobre la
coerción y mucho más sobre el diálogo, sobre la palabra, sobre el debate, sobre las relaciones
parentales. El sistema tradicional ha sido barrido y sustituido por un sistema ordenado desde
arriba hacia abajo. Los franceses en particular, han introducido en Africa la típica tradición
verticalista de su propio modelo estatal, una fórmula y una tradición absolutamente
desconocida e inadaptada al continente africano. En 1947, por ejemplo, en Madagascar se
produjo una gran sublevación contra la colonización francesa, reprimida, según una práctica
habitual y consolidada en todas las sublevaciones anticoloniales (Vietnam, Argelia...), con el
envío de soldados africanos reclutados en otro país bastante lejano, en aquel caso Senegal.
Sentados ante sus escritorios, los militares y los diplomáticos han trazado las fronteras
y definidos los respectivos territorios coloniales, sin tener mínimamente en cuenta qué era lo
que existía sobre el terreno. Han trazado líneas imaginadas, arbitrarias, artificiales, tomando
frecuentemente como punto de referencia los meridianos y los paralelos. Muchas fronteras
africanas trazadas por los colonizadores son absolutamente imaginarias y artificiales, y han
sido defendidas no pocas veces con las armas.
No obstante ello, al momento de la descolonización, los nuevos líderes africanos
decidieron, por amor a la paz, conservar las fronteras existentes. Entonces entendieron que
era el único modo de impedir las guerras, pero la experiencia ha demostrado que el problema
de las fronteras no era, y no podía ser, considerado como resuelto de aquel modo. Desde el
inicio de la descolonización se han combatido en Africa muchas guerras fronterizas y muchas
guerras interétnicas en el interior de un mismo estado.
La colonización ha destruido el metabolismo tradicional africano a punto tal que aún
los años de las independencias no fueron capaces de restablecerlo. En muchos casos los
estados europeos han puesto fin a la colonización sólo porque fueron constreñidos a hacerlo.

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Los belgas, por ejemplo, fueron constreñidos a dejar el Congo, lo que ha impedido luego la
posibilidad de buenas relaciones con la ex-colonia africana. La desilusión, la amargura y la
indignación se han traducido en tentativas de alentar la división y el desorden.
Frecuentemente, en Occidente se oye decir que la descolonización ha sido un fracaso y que
hubiera sido mejor continuar el régimen colonial. La verdad es que la descolonización ha sido
mal hecha porque los porque los estados europeos no la querían y no han movido un dedo
para que el proceso de descolonización se lograra. Si se han decidido a motorizarla ha sido
sobre todo a causa de la creciente presión ejercida por la Unión Soviética, por los Estados
Unidos y por los mismos pueblos africanos. Ghana fue el primer país africano en obtener la
independencia. Ahora bien, recuerdo que cuando la obtuvo, el gobierno francés retiró
inmediatamente sus instructores, médicos, ingenieros y técnicos, con el objetivo de provocar
el caos en el país y mostrar a todos qué había producido la independencia. Hoy me parece
poco generoso y fundamentalmente errado acusar a los africanos de haber fracasado, luego
que los europeos han sistemáticamente destruido las estructuras que podían válidamente
asegurar el éxito de las independencias africanas. Han destruido, por ejemplo, aquellas
formas federativas en las cuales habían creído y que habían realizado ellos mismos durante el
periodo colonial. Los ingleses han destruido la Federación del Africa Oriental y los franceses
han hecho presión y ofrecido incluso dinero para inducir a algunos países africanos (Burkina
Faso, el ex Alto Volta, por ejemplo) a abandonar la Federación de Malí, contribuyendo así a
destruir aquel Africa Occidental Francesa, que habían realizado ellos mismos durante la
colonización. Ahora los africanos se preguntan: si aquella federación era una cosa buena en la
época de la colonización, ¿cómo es posible que los colonizadores hayan hecho de todo para
destruirla en el momento de su partida? La respuesta se encuentra, obviamente, en el
famoso “djyjde et impera”.
La descolonización ha sido mal conducida y mucha responsabilidad recae sin duda
sobre los países europeos, y sobre su postura geoestratégica mundial. Este factor, político y
económico al mismo tiempo, ha jugado y juega todavía un rol muy importante. Están en
juego enormes intereses económicos y en muchos países africanos quienes comandan no
son verdaderamente los gobiernos locales, sino las grandes potencias y/o las multinacionales.
Continúa la lógica que imperaba en la época de la trata negrera, cuando los europeos llegaban
al Africa, elegían un jefe, lo ayudaban con las armas a imponerse sobre los jefes vecinos a
condición que consintiera a la recolección de la “madera de ébano”, a la trata de esclavos. Es
esta la lógica actualmente operante en el Congo-Brazzaville, en la República Democrática del
Congo, en Angola y un poco en toda África.
Se suele decir que Europa quiere introducir la democracia en África, pero que los
africanos se resisten y no la quieren. En realidad, la estabilidad que Europa auspicia para el
África no es una verdadera estabilidad. Parece que la única preocupación de los europeos es
aquella de que en Africa se tengan regularmente elecciones. Por lo que resta, se muestran
muy indulgentes con los dirigentes africanos, comprendidos los dictadores, afirmando que el
aprendizaje de la democracia requiere tiempo y que también en Europa pasaron más de tres
siglos para realizarla. Es evidente que con ideas de este tipo no habrá nunca democracia en
Africa. Se consentirá siempre al partido en el poder disponer de todos los medios financieros,
de publicar resultados electorales que no tienen nada que ver con el voto realmente expresado
por los electores, y se dejará siempre que la oposición se presente a la elección con mano
temblorosa, sin medios y sin apoyo.
Los europeos adosan presurosamente a los africanos la responsabilidad de los continuos
conflictos que se desarrollan sobre el continente. Los acusan de inestabilidad y se rehusan a
ver y a admitir su parte de responsabilidad. El caso reciente de Congo-Brazzaville enseña
bastante. Por otra parte, incluso en la cuestión de los Grandes Lagos Francia ha jugado un rol
no indiferente: aún en aquella región una descolonización mal hecha ha destruido los

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equilibrios que el pueblo africano había llegado pacientemente a construir.
Hubo un momento en la historia africana en el cual todos los grandes líderes
(Lumumba, Senghor, Kenyatta) propugnaban un panafricanismo total.. En Africanism
United, Kwame Nkruma peroraba la creación de un ejército y de un banco central africanos,
y en su discurso de inauguración de la OUA (1963) Hailé Selassié proponía además la
fundación de una universidad africana. Pero bien pronto se vio que se trataba de un sueño
irrealizable. Así se volvieron las espaldas al panafricanismo, y queriendo que Africa tuviese
bastante peso para influir en la escena mundial, se comenzó a pensar en grandes federaciones
regionales. Poco a poco se retoma la idea de la integración del continente africano sobre
bases más modestas y realistas. Entonces, los franceses tomaron la iniciativa y realizaron
progresivamente las grandes unidades regionales y subregionales. Hoy, la opción
prevaleciente en África, y que reúne mayor consenso es justamente ésta. África es un
continente inmenso y no es posible realizar la unidad africana, pero se puede, y se debe,
trabajar para la progresiva construcción de cinco grandes espacios regionales: Africa del
Norte, Africa Occidental, Africa Central, Africa Austral. La construcción de estos cinco
espacios comunitarios ya está encauzada, aún cuando se encuentra con obstáculos de diversa
naturaleza en su camino. Durante la Guerra Fría la dificultad era de naturaleza
predominantemente ideológica. África estaba dividida en África progresista y África
conservadora. Pero no faltaron nunca obstáculos derivados de la personalidad de los
dirigentes africanos —todos quieren ser el amo único e indiviso en su propio territorio—
obstáculos de naturaleza étnica, económica, cultural y debidas a las influencias extranjeras
(francesa, inglesa, belga, etc.). Es difícil poner de acuerdo a los africanos sobre bases
puramente africanas. Las potencias europeas tienden a querer conservar relaciones
“privilegiadas” (evidentemente para su ventaja) con ciertos países africanos, bajo la forma de
mercados protegidos y como teatro de acción de sus operadores económicos. Pero existen
también razones de naturaleza cultural. Creo que ya ahora la República Democrática del
Congo es el segundo país francófono del mundo (después de Francia), encaminado a
convertirse bien pronto en el primero.
Los franceses se han apresurado a crear una moneda africana (el franco CFA) ligada
directamente con el franco francés. Esta comporta innegablemente ventajas. pero también
desventajas. El franco CFA depende de la Tesorería francesa, lo que representa una garantía,
pero también un lazo económico. La posibilidad de poder transferir directamente y sin ningún
obstáculo todo lo que se recauda a nivel de hacienda y de salarios a la Tesorería Francesa
impide de hecho la capitalización y la inversión en los países africanos. Y, por otra parte, el
franco CFA ha estado muy sobrevaluado respecto a todas las otras monedas, por lo cual el
ingreso de los países africanos en el proceso de creciente mundialización creará no pocos
problemas. De hecho, los países africanos no han estado habituados a hacer frente a la
competencia económica proveniente del exterior, a diferencia de los países anglófonos. Hoy,
hay quien piensa que sería mejor que el Africa occidental no continuase a remolque del
franco francés y crease una moneda africana autónoma, tal vez junto a Nigeria. Pero hay
resistencia de parte de Francia y perplejidad de parte africana. Estos se preguntan si existen la
necesaria capacidad, recursos y estructuras. Y además en todo esto tienen un peso no
indiferente la historia y la tradición, por lo cual no será fácil llegar a una moneda única para
toda el Africa occidental.
Respetuosamente, prefiero el camino elegido por Europa: comenzar con grandes
trabajos llevados adelante juntos, realizar juntos la actividad en el campo del carbón, del
acero, de las comunicaciones y llegar al final a una moneda única como coronación del
camino seguido. Actualmente, en África se registra una buena circulación de los capitales,
propiciada y alentada por el Banco Mundial y las multinacionales, pero todavía no por las
personas. Se continúan imponiendo muchas barreras a la libre circulación de las personas: por

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ejemplo, hasta hoy no se reconoce el derecho de poder ir a crear una empresa en un país
distinto al propio. Sin embargo, los africanos estarían psicológicamente ya preparados para
circular libremente en grandes espacios regionales. Lo que falta es la voluntad política. La
Comunidad de Desarrollo del Africa Meridional (SADC) funciona muy bien y es, junto al
África occidental una de las dos subregiones más avanzadas hacia la integración. También el
África oriental parece bien encaminada, mientras para el África central y el África del norte
habrá ciertamente necesidad de mucho tiempo todavía. Entre el Gran Magreb árabe y Egipto
existen tendencias hegemónicas y deseos de supremacía difícilmente conciliables.
Personalmente considero muy importantes todas las tentativas de regionalización
actualmente en curso en África. Como sabemos, ya en la época colonial los intereses
europeos (Francia, Inglaterra) han empujado a la creación de grandes espacios federados. Los
grandes espacios favorecen las transacciones, el comercio, los traslados de las personas, del
conocimiento, de la tecnología, etc. Los obstáculos, las barreras y las fronteras matan los
intercambios comerciales y el progreso científico, acrecientan los costos y reducen la
competitividad. Los europeos y las multinacionales se han dado cuenta de todo esto y han
siempre impulsado a la creación de grandes espacios regionales y la eliminación de todas las
barreras tarifarias y comerciales. Actualmente, Francia quiere crear una amplia zona de libre
comercio en África occidental francófona, pero es de preguntarse si este control francés
conviene verdaderamente a los países africanos de la región o si no sería mejor buscar de
inventar algo autóctono. En la época de la descolonización Houphouet-Boigny, por ejemplo,
era contrario al mantenimiento de la Federación del Africa occidental, porque no quería que
Costa del Marfil fuese la vaca de ordeñe de toda la Federación. Quería que su territorio fuese
autónomo e independiente. Pero cuando Costa del Marfil comenzó a industrializarse, fue el
primero en pedir la creación de un espacio regional: advirtió, en los hechos, la necesidad de
tal espacio para permitir a su país poder vender los productos excedentes de la propia
producción industrial. Pienso que la misma lógica del sistema capitalista lleva a la creación
de grandes espacios. Pero ¿a servicio de quién? ¿para ventaja de quién? Éste es el verdadero
problema. Y es un problema muy actual, incluso en Europa, donde se preguntan si se debe
realizar una Europa de los pueblos, una Europa de los estados, una Europa de los mercados,
una Europa social... Se trata de un debate muy importante que implica a las fuerzas políticas,
económicas y sociales de los distintos países. Es muy fácil realizar una Europa de las
multinacionales y un Africa de las multinacionales. El dinero no conoce los puntos
cardinales, el norte y el sur. Está omnipresente y es el equivalente general de todos los
intercambios. Inventando el dinero el hombre ha inventado una cosa extraordinaria,
formidable, una realidad que permite unificar todos los intercambios. El dinero es un bien que
puede ser convertido en todos los otros bienes. Pensándolo bien es una cosa maravillosa y
terrible al mismo tiempo Pero ¿se puede convertir todo en dinero? ¿El agua es un bien como
los otros? ¿La cultura es un bien como los otros? ¿El amor es un bien como los otros? Son
preguntas fundamentales. ¿Es posible poner a la cultura sobre el mismo plano que los otros
bienes? Los africanos han pensado, por ejemplo, que el suelo no puede ser considerado en
comparación con los otros bienes, desde el momento que el suelo está vivo y produce
realidad viva.
En África el proceso de regionalización ya está en curso y la discusión al respecto ya
está iniciada en cada país. El proceso es obviamente muy lento, porque cada líder africano
querría permanecer como el amo indiscutido. el gran jefe, el sultán, el emir, el rey de su país:
Los líderes africanos están muy apegados a la fórmula de la soberanía nacional. Saben que,
de hecho, no existe ninguna soberanía nacional, pero aman ilusionarse. En realidad, cómo es
posible hablar de soberanía nacional en un país donde la gente muere de hambre, no dispone
de agua potable, donde los jefes están a merced de las multinacionales, siempre prontos a
cambiar de idea según sus deseos y sus instrucciones. Personalmente estoy convencido de

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que la fórmula de la soberanía nacional no podrá durar mucho siendo contraria a los intereses
de las potencias que controlan los países africanos y a los intereses de las multinacionales. Y,
de hecho, se está ya concretamente pensando en la creación de un parlamento interafricano.
La idea procede lentamente, pero es inevitable. Aún si cada líder africano quisiera conservar
las fronteras actuales y ser el amo indiscutido del propio estado, se da cuenta sin embargo de
que existen en África muchas poblaciones que habitan territorios transfronterizos y que no es
posible vigilar millares de kilómetros de fronteras veinticuatro horas al día. Se necesitaría un
gendarme cada 100-200 metros.
Y, por otra parte, ya ahora se entrelazan muchísimos tráficos, comercios, pasajeros
transfronterizos que nadie intenta controlar. El verdadero problema no es la creación de estos
grandes espacios regionales sino su continuidad. Es necesario luchar porque los contenidos
de estas grandes federaciones sean correctos y promuevan verdaderamente el desarrollo
integral de la población que las habita.
Cultura
Desde el punto de vista socio-cultural, se puede tranquilamente afirmar que los pueblos
de Africa están pagando las consecuencias de las relaciones desiguales intercambiadas
durante cuatro siglos entre África y Europa. No digo que se deban acusar a los pueblos de
Occidente. No se trata de los pueblos. En la época de la trata negrera se enriquecieron, pero la
gente común era explotada en Europa por los soberanos o por las autoridades feudales. E
incluso hoy, frente a una ínfima minoría de europeos que se enriquecen en África, hay en
Europa millones de personas desocupadas y marginadas. No se debe acusar a los pueblos. Sea
en África como en Europa han sido y son las primeras víctimas de las relaciones desiguales
entre los dos continentes. Han sido siempre y solamente pequeñas minorías las que se
enriquecieron con tales relaciones desiguales.
Podrían citarse muchísimos textos europeos en los cuales los africanos son asimilados a
las bestias. Cuando los libros proponen una jerarquía de las razas humanas, los africanos
están invariablemente en el último lugar. Han sido creadas además “ciencias” (por ejemplo, la
frenología) con el objetivo de describir los fenotipos distintivos de las raza humana y se ha
hablado de “racismo científico”. Un pintor holandés afirma que la seña distintiva del negro es
el prognatismo facial, que lo acerca al animal. Él afirma que “inclinando la línea del rostro
hacia adelante se obtiene una cabeza antigua (romana o griega); inclinándola hacia adentro,
se obtiene la cabeza de un negro, inclinando más el ángulo facial se llega a la cabeza de un
mono
En un Diccionario Universal francés de 1705 se encuentra esta definición del negro:
“Negro, esclavo que se obtiene en las costas del Africa”. Y Gobineau escribía: “El negro,
privado de la fuerza creadora del espíritu y dotado al contrario de potencia vital y de
imaginación artística, no podrá comunicarla a los europeos. Generalmente, el negro es
inferior al europeo sobre el plano de las facultades intelectuales. Para nosotros, la frente
avanza y la boca parece retroceder, a adentrarse, como si fuéramos destinados a pensar antes
que a comer; en los negros la frente retrocede y la boca propende a avanzar, como si
estuvieran hechos más para comer que para pensar”. Y Hegel ha afirmado que África estuvo
siempre fuera del curso de la historia universal. Reflexiones análogas se encuentran también
en Marx. El racismo ha reducido la dignidad del africano a tal punto era común, entre los
negreros, computar a los negros por toneladas y usar para el cómputo una unidad de valor
particular, una moneda específica, correspondiente a un hombre o bien a una mujer y un niño
o bien a dos niños. Se ordenaban los negros por toneladas y se mandaban tantas monedas de
un tipo o del otro. Que yo sepa no existe ninguna otra raza que haya sido reducida y usada
como unidad de cuenta.
El costo humano de las relaciones desiguales entre Europa y África ha sido pagado, si
bien en medida sustancialmente distinta, por los pueblos de ambos continentes. Y ha sido un

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costo elevadísimo en términos de vida, cultura y relaciones humanas. Los pueblos africanos
continúan pagando ese costo todavía hoy, de modo silencioso, soterrado. Se tome, por
ejemplo, la educación. La colonización ha introducido en nuestra tierra un sistema educativo
absolutamente inadaptado a los pueblos africanos, un sistema que no ha servido ni a la
producción ni a la reproducción social. Se han sustituido las lenguas africanas por las lenguas
europeas y se ha dispensado una instrucción elitista absolutamente incapaz de considerar y
reproducir la civilización africana. Para no hablar de la influencia de los mass media. Hoy los
africanos absorben como esponjas y son consumidores pasivos de todo lo que cae del satélite.
No están en condiciones de hacer oír su voz y de influir sobre lo que ocurre en los otros
países. Lo mismo ocurre a propósito de la ciencia y de la tecnología. Se ha sentenciado y
decretado que los africanos no estaban capacitados para las matemáticas. Hoy nadie lo dice
más, porque son siempre más numerosos los africanos que han demostrado su capacidad
matemática. Uno de ellos es un maliano, que es miembro del equipo de estudio de la NASA y
harecibido recientemente un premio de la UNESCO por haber elevado la imagen de Africa en
el mundo. Se ha sentenciado y decretado que los africanos no han nunca producido ni
inventado nada y esto no obstante que muchos exploradores europeos de la primera hora han
referido la existencia de innumerables producciones auténticamente africanas, por ejemplo en
el campo metalúrgico (ciertos tipos de hierro e incluso de acero). Recientemente, algunos
investigadores alemanes han estudiado este aspecto entre las poblaciones del Camerún y han
descubierto, entre otras cosas, la existencia de tejidos de lujo introducidos en el país a través
del desierto desde la región de los haussa. Naturalmente, si no hubiese intervenido la cesura
de la colonización, todas estas producciones auténticamente africanas habrían podido ser
mejoradas y volverse siempre más satisfactorias.
Los pueblos africanos han hecho muchos descubrimientos también en el campo
farmacológico, poniendo a punto toda una serie de medicinas muy eficaces para la cura de
diversas enfermedades. De esas medicinas se han rápidamente apoderado los laboratorios
europeos, que apenas las han perfeccionado y remitido a caros precios sobre el mercado
africano. Todavía los africanos no tienen la posibilidad de patentar sus descubrimientos e
invenciones. Las patentes existen sólo para los laboratorios europeos. La medicina tradicional
africana es considerada como simple materia prima. Sin embargo, los africanos le han
adjuntado algo de ellos: la han tratado, dispuesto, experimentado, dosificado. Su metodología
no era perfecta y completa, pero era ya científica. Aparte de los descubrimientos
farmacológicos, es preciso decir que los intercambios en acción entre las invenciones y
realizaciones científicas, tecnológicas y artísticas africanas y las producciones provenientes
de Europa son en general desiguales e injustas.
Se ha afirmado frecuentemente que los africanos están inmersos en una concepción
cíclica del tiempo, que han permanecido detenidos en el estadio de la cultura oral, que han
entretejido con la naturaleza una relación cuasi religiosa y que todo esto no les ha permitido
una evolución histórica y una eficaz realización científica y técnica. Es ciertamente oportuno
y útil subrayar las diferencias, pero es necesario evitar acentuarlas de modo excesivamente
rígido. En este caso se caería en el culturalismo y se terminaría por ir a la búsqueda de una
ciencia y una técnica adaptada al Africa, de una democracia a la africana y cosas por el estilo.
El tiempo de los africanos que trabajan en fábricas o en oficinas o que juegan en equipos de
fútbol no es muy distinto del tiempo de sus colegas europeos. También los africanos
demuestran saberse adaptar fácilmente a la concepción del tiempo y a los ritmos que se que
consideran propios de los europeos. En todas partes del planeta el hombre sabe adaptarse al
ritmo de la máquina. El ritmo de la máquina no es ciertamente aquel de las aldeas africanas,
pero no es tampoco el de la vida familiar europea normal. En el fondo, aún el obrero europeo
está constreñido a ir y venir entre dos culturas y dos diversas concepciones del tiempo: el
tiempo de la fábrica, cuando está en la fábrica, y el tiempo de la casa, del barrio, del bar,

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cuando deja la fábrica y no está más constreñido a producir en un tiempo rígidamente
establecido. Naturalmente, hay quien se mueve mejor en esta duplicidad cultural y quien no
lo hace tan bien, pero en general el espíritu humano, el cerebro y el corazón tienen
posibilidades y recursos casi infinitos, a imagen de su Creador. En esta materia es muy difícil
establecer una línea precisa de demarcación entre europeos y africanos. El espíritu humano
presenta análogas tendencias hacia la estética, la ética, la magia, el juego. Somos todos
miembros de la especie humana. Estamos todos en el tiempo de la historia y somos todos al
mismo tiempo sujetos y objetos de la historia.
Pienso que la tradición oral africana es una fuente válida y creíble para la historia
africana y como tal debe ser defendida, sobre todo considerando que en la mayor parte de los
países africanos todavía aproximadamente el 70% de la población no sabe leer ni escribir. Por
otra parte, la oralidad está ligada también a una cierta concepción de la palabra, sobre todo
del nombre. En Africa, el nombre es por así decir de más peso que en los países europeos,
donde está privado de connotaciones ontológicas, sociológicas y psicológicas. En África,
decir el nombre de alguien es ejercitar un cierto sentido de poder sobre él. De niño no he
nunca sentido a mi madre pronunciar el nombre de mi padre y esto no solo por respeto, sino
también para no ejercer un poder. un dominio sobre él. También el uso de los nombres de los
reyes estaba vedado Entre los mossí, después de la entronización del rey ninguno podía
pronunciar más el nombre. El nombre del rey era considerado una suerte de bien precioso que
ninguno debía tocar. Las personas que antecedentemente portaban aquel nombre eran desde
entonces llamadas “Nabiuré”(=el nombre del rey): si el rey se llamaba Tenga, todos los Tenga
de la tribu eran llamados Nabiuré.
El africano reconoce a la palabra en general un impacto ontológico. Ellos están
convencidos que decir es ya hacer, que cuando se ha dicho se ha también hecho.
Naturalmente, en el mundo moderno todo esto es muy peligroso. En efecto, frecuentemente
los líderes africanos creen haber realizado una cosa el simple hecho de haberla hablado. Pero
incluso sobre este punto está en acto en África una gran transformación. Más o menos
rápidamente, según las personas y la situación, todo está cambiando.
De esto es una prueba el recurso siempre más frecuente a los notarios y a la puesta por
escrito de los contratos y compromisos. El aumento de los malintencionados, siempre prestos
a abusar de la confianza ajena y a renegar de los propios compromisos verbales, empuja a las
personas a garantirse y tutelarse.
3. La trata negrera
No insistiré sobre las causas históricas de la trata, en gran parte notorias. Digo
simplemente que el desarrollo de la ciencia y de la tecnología (planisferios, cartas
geográficas, brújula, nuevas embarcaciones como la carabela, imprenta y armas de fuego) ha
permitido a los europeos atravesar el mar a la búsqueda de nuevos recursos naturales (sobre
todo, especias y oro) y de cristianos.
La trata negrera no ha sido inventada por los europeos. Era ya practicada por los, árabes
antes de que éstos alcanzaran las costas del continente africano y también el África
tradicional conocía y practicaba formas de esclavitud. Pero los europeos la han practicado
en gran escala y en formas extremas de humillación y sufrimiento para los negros. En el
Africa tradicional existían tipos de esclavitud: los esclavos de guerra y los esclavos
domésticos. Los esclavos de guerra eran ciertamente el botín más importante y causa de
las vanas guerras que se producían entre grupos étnicos y jefaturas tribales. Al término de la
guerra todos los prisioneros que se habían alcanzado a capturar eran vendidos como esclavos.
Pero la forma de esclavitud de largo más difundida en Africa era aquella de los esclavos
domésticos, sugerida y frecuentemente impuesta a ciertas familias por la necesidad de un
suplemento de mano de obra para las actividades domésticas o el trabajo de los campos. Los
esclavos domésticos no eran verdaderos esclavos. Vivían en familia y estaban integrados en

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aquel modo de producción clánica y parental que ha sido predominante en África hasta el
siglo XIX. El sistema de esclavitud integrado en el modo de producción capitalista es aquel,
prefigurado en Africa por los esclavos de guerra.
La verdadera y propia trata negrera fue iniciada en 1444 en las costas de Mauritania por
parte de los árabes, los cuales empezaron a hacer muchos prisioneros africanos.
transportándolos hacia los países del Magreb, pero sobre todo a Egipto y Medio Oriente. En
torno a esa fecha comenzaron a hacer razzias de esclavos también en la costa oriental del
Africa, conduciéndolos hacia los países del Golfo, Iraq en particular, donde se dio a un cierto
punto una concentración de decenas de millares de esclavos africanos, los que se rebelaron
contra sus amos y por poco no alcanzaron a vencerlos y a reconquistar la libertad perdida. La
trata ha concernido inicialmente a los países árabes del Oriente Medio. En la sociedad
musulmana la esclavitud era una práctica corriente y en el curso de la penetración islámica
sobre el continente africano los árabes han hecho muchos esclavos, transfiriéndolos al otro
lado del Sáhara. En los testimonios de los escritores árabes de la época se encuentran muchas
referencias a la trata negrera. Ibn Batuta, por ejemplo, que atravesó el Sáhara arribando a
Tomboctú, afirma haber visto enormes contingentes de esclavos atravesando el desierto en
dirección a Libia. En uno de sus testimonios habla además de 6.000 mujeres.
La esclavitud practicada por los árabes era muy distinta de la transatlántica que sería
emprendida poco después por los negreros europeos. El tipo de producción prevaleciente en
los países árabes era distinto del de América; se trataba todavía de una producción de tipo
feudal y no precapitalista ni capitalista. En los países árabes las mujeres raptadas en las costas
africanas eran normalmente destinadas a los harenes de los emires, de los jefes musulmanes,
de los marabutos, y frecuentemente podían salir de esclavas y cubrir funciones muy elevadas.
En Egipto algunas de ellas tuvieron hijos que se convirtieron en importantes líderes políticos
y religiosos. Los hombres eran habitualmente empleados en el servicio doméstico, pero
podían alcanzar a cubrir también cargos importantes, en el ejército o en la vida política.
Sabemos que el primer muecín de Mahoma fue un negro. Y también sabemos que en el
ejército del sultán de Marruecos había siempre muchos negros. Así, a veces eran capaces de
jugar un rol decisivo en los conflictos que oponían a los príncipes árabes entre sí.
Una categoría particular de esclavos era la de los eunucos, destinados a servir en los
harenes de los sultanes y de los príncipes árabes. En África --por ejemplo entre los mossi—
existían centros propiamente especializados en el reclutamiento y en la formación de los
eunucos, que eran luego “comercializados” hacia los países árabes. También los eunucos
podían alcanzar posiciones elevadas. Pero muchos de ellos, creo, habrían preferido vivir más
modestamente y conservar su virilidad. Considerando la trata practicada por los árabes se
debe notar un aspecto muy importante. Los africanos eran hechos esclavos no en cuanto
africanos, en cuanto negros, sino únicamente en cuanto no-musulmanes. Si aceptaban
convertirse en musulmanes podían ser liberados y gradualmente igualados. En cada caso
estaba previsto un procedimiento que podía conducirlos a recuperar la libertad perdida. Y, por
otra parte, anteriormente al siglo XIX, la esclavitud practicada por los árabes no ha nunca
comportado particulares formas de crueldad. Sólo entonces se registró un verdadero
crecimiento de la brutalidad y la barbarie en la recolección de los esclavos en África oriental.
Se comenzó a asaltar e incendiar las aldeas de noche o a las primeras luces del alba, a arrasar
todo lo posible, a llevar a las personas consideradas útiles y a matar sin piedad todas las otras.
Entonces se comenzó a constreñir a los africanos a vender el marfil que poseían o a ir a
buscarlo en batidas de caza, haciéndolos luego esclavos y obligándolos a llevar ellos mismos
la mercancía junto a sus portadores. Son escenas vistas y descritas repetidamente por
Livingstone y Stanley.
El Islam ha ciertamente contribuido mucho al desarrollo de la trata negrera, pero de una
trata por así decir “artesanal” respecto a aquella “industrial” transatlántica guiada y practicada

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por los países cristianos. Sólo excepcionalmente la trata practicada por los árabes ha
finalizado en la plantaciones. El caso más notorio es el relativo a la isla de Zanzíbar, donde
los árabes han emprendido ellos mismos el cultivo del clavo de olor (especia importante),
empleando esclavos capturados en el continente africano. Y dado que la vida de un esclavo
era muy breve (en general 10-15 años, 20 como máximo), debían proveer la mano de obra
necesaria con regulares envíos de “madera de ébano”, haciendo un gran número de esclavos
en las costas y regiones interiores vecinas a la isla de Zanzíbar.
La trata practicada por Europa ha sido ciertamente más consistente, más duradera y más
cruel respecto de la árabe. Europa estaba más avanzada en el plano técnico y militar respecto
a los países árabes y disponía de armas más sofisticadas Esta mayor potencia ha permitido a
los países europeos hacer un mayor número de esclavos y transportarlos, en medio de
sufrimientos inauditos, hacia la lejana América. Mientras la trata musulmana presentaba un
carácter ante todo familiar, doméstico, parental, aquella organizada por los europeos reveló,
desde el principio, un carácter decididamente industrial. Mientras los esclavos hechos por los
arabes eran empleados sobre todo como domésticos, aquellos hechos por los europeos fueron
destinados, desde el principio, al duro trabajo de las plantaciones. La colonización del Nuevo
Mundo había dado lugar a verdaderos y propios genocidios de indígenas, por lo cual se sintió
bien pronto la necesidad de reemplazarlos con mano de obra proveniente del África. En la
base de la trata estuvieron sobre todo razones de naturaleza económica, pero no faltaron
motivaciones teológicas. La discusión sobre si los negros tenían alma o no era de naturaleza
teológica, aún si sus resultados eran eminentemente prácticos. Si los negros no tenían alma se
podía comercializarlos tranquilamente, sin escrúpulos; y se tenían alma era necesario hacer
de todo por salvarla. Y como no se estaba todavía en condiciones de penetrar al interior del
continente africano —lo que se hará sólo con la colonización en el siglo XIX—con el
objetivo de evangelizarlos y salvarlos, se debía conducirlos hacia otras playas (América). Así
se conviene en que se debía reunir el mayor número posible de negros y transportarlos a otro
lugar. Inicialmente, fueron transferidos a Europa, sobre todo a España y Portugal, pero
también a otros diversos países del Mediterráneo y, en un segundo momento, hacia América,
emprendiendo así el bien notorio comercio triangular. En las plantaciones de algodón y de
caña de azúcar los negros hicieron una contribución decisiva al despegue y al avance de la
revolución industrial europea y americana.
En el curso de cuatro siglos la trata ha erradicado a millones de africanos, despoblando
y desangrando el continente. Se han utilizado diversos métodos para calcular el número de
los africanos que fueron sustraídos al África en los siglos de la trata. Las cifras oscilan entre
20 y 100 millones. Al respecto, algunos historiadores tienden a jugar a la baja y discuten las
cifras adoptadas. Naturalmente el número, cualquiera que este sea, está relacionado con la
población africana de la época y no con la de hoy. Y es necesario no olvidar que la trata fue
continuada ininterrumpidamente por varios siglos. Personalmente, pienso que se debe
considerar el aspecto estructural y cualitativo del. fenómeno. La trata ha implicado a la parte
más vital, dinámica e inventiva de la población: los hombres más robustos y. vigorosos, los
jóvenes, un cierto número de mujeres entre las más sanas y fuertes. Los viejos y los niños no
interesaban. Los niños, en particular, eran separados de sus madres, abandonados en los
centros de recolección de los negreros, pero más frecuentemente asesinados y arrojados al
mar, cuando nacían durante la travesía de los barcos negreros. La trata ha sido una suerte de
hemorragia de la población africana, que ha desangrado al continente y lo ha puesto
definitivamente en desventaja hasta nuestros días.
Llegados a América los esclavos perdían su nombre y eran reducidos al estado de
animales. Las mujeres, no particularmente numerosas pero muy robustas, terminaban
frecuentemente en centros de reproducción de esclavos. Eran concentradas y utilizadas como
reproductoras, al igual que se hace en la producción de caballos o bovinos. No había ninguna

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forma de norma o ley en tutela de los esclavos. Una vez que el propietario había adquirido al
esclavo podía hacerle todo lo que quisiera: asesinarlo, mutilarlo, cortarle la lengua por el
placer de ser servido en silencio. He leído centenares de libros sobre la época de la trata.
Están todos llenos de historias alucinantes. Sobre la vertiente africana, los jefes se adaptaron
a la trata negrera, a veces han entrado ellos mismos en el juego y han participado.
Frecuentemente se afirma que eran los mismos africanos que vendían a sus hermanos a los
negreros. En realidad, hubo muchos jefes negros que se rehusaron a hacerlo y justamente
por esto fueron maltratados y a veces muertos. Es indudable que se creó un sistema de
complicidad entre los reyes negros que aceptaron entrar en el sistema esclavista y los
extranjeros (comerciantes, negreros), que recibían manufacturas, pero también alcohol y
armas. A veces se compraban los esclavos (“madera de ébano”) pagándolos solamente con
alcohol, viejos vestidos desechados recuperados de los desvanes y sótanos de las casas
europeas, o armas. En el caso de los vestidos, lo que verdaderamente importaba era el color.
Debían tener colores vivaces, porque el rey y los dignatarios amaban desplegar colores
vistosos en sus apariciones en público. Frecuentemente se hacía creer a los jefes africanos
que en Europa se podían adquirir armas solamente cambiándolas por esclavos. Y la
disponibilidad de armas por parte de los jefes africanos no hacía más que acrecentar el clima
general de inseguridad y inestabilidad. Se iba a acechar a las personas en las aldeas, en sus
casas, persiguiéndolas hasta el interior de la floresta. Esto constreñía a la gente a abandonar
las aldeas y a llevar una vida errante, bloqueando así la normal evolución de la sociedad
africana. Sin estabilidad no puede haber civilización. La civilización es hija del número y de
una cierta estabilidad. No existe posibilidad de civilización cuando las personas son
constreñidas continuamente a preguntarse si estarán todavía con vida mañana, si podrán estar
todavía donde se encuentran hoy. El clima general de inestabilidad ha desestabilizado y
desresponsabilizado a los africanos.
Una persona que se siente continuamente perseguida, que vive en condiciones de
extrema inestabilidad y precariedad no puede producir ni construir nada. Sólo permaneciendo
largo tiempo (decenios, siglos) en el mismo lugar, junto a la propia familia, se tiene ganas de
realizar algo estable y duradero. Así se ha dejado de construir con materiales duraderos y se
han multiplicado las aldeas construidas con materiales ligeros, aldeas que podían ser
fácilmente abandonadas de un día para el otro sin grandes pérdidas. El clima general de
inestabilidad producido por la trata negrera ha llevado a la gente a refugiarse en los lugares.
más lejanos y aislados, en los rincones más inhóspitos (montañas, floresta, lagos), retornando
así a construcciones absolutamente primitivas (reparos provisorios, palafitos) y a la época de
la prehistoria. Naturalmente, la trata no ha obrado del mismo modo en todas las regiones
africanas. Su impacto ha sido mayor en ciertas regiones, menor en otras y prácticamente
nulo en algunas.
La llegada de la colonización ha servido para poner fin a la trata, pero no ha cambiado
sustancialmente la situación Se ha cesado de raptar a los africanos para conducirlos a través
del océano, pero se ha continuado dominándolos y sofocando cada tentativa de resistencia,
abandonándose a veces a feroces genocidios. Las armas tradicionales africanas no estaban
más en grado de resistir a las armas de fuego de los colonizadores, las cuales les servían
eficientemente para repartirse el África y sofocar en sangre cada mínimo intento de
insubordinación. Pueden citarse muchísimos ejemplos: en el África austral los alemanes han
eliminado cerca del 50% de la población herero; en el Alto Volta, mi país de origen, los
franceses han perpetrado el genocidio del pueblo shan. Las técnicas eran casi siempre las
mismas. Se quemaban los campos de mijo, el cereal, y se impedía a la gente acceder a los
pozos de agua. A la llegada de los fusileros, la gente escapaba de las aldeas y se refugiaba en
la floresta. Entonces los fusileros se ubicaban en tomo a los pozos y mataban a la gente que,
empujada por la sed, salía al descubierto y se acercaba a tomar agua. ¡Piensen la crueldad! Se

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atraía a la gente hacia el agua para matarla. O, cuando la gente se refugiaba en las grutas, los
militares encendían fuegos en su ingreso y la asfixiaban con el humo, transformando así las
grutas en verdaderas tumbas naturales. En un caso, un grupo de fusileros franceses ha
proseguido la carrera hasta el Chad, masacrando a todos aquellos que encontró en su camino.
Querían imitar a los reyes africanos y recortarse un reino en el Sudán occidental, pero al final
todos sus componentes enloquecieron. Y Francia debió mandar a un coronel para tratar de
someterlos. Cuando el coronel los encuentra al norte del actual Níger, ellos lo matan.
Entonces los soldados africanos que se habían unido al grupo retiraron su juramento de
fidelidad y obediencia y, dado el hecho de que su teniente y su capitán habían matado al
coronel, los mataron. Aquellos eran tiempos de violencia indecible, durante los cuales se
cometieron auténticos genocidios.
Sólo más tarde Lavigerie y otros junto a él, en África y en Europa, comenzaron a darse
cuenta que a aquel paso África sería rápidamente vaciada de toda su sustancia. Pero era ya el
tiempo en el cual se comenzaba a tener necesidad de la población africana, aunque sea como
salida a la producción industrial europea. A la trata negrera se ha puesto fin no sólo por
motivos idealistas, buena voluntad y piedad hacia los africanos. En las filas de los
abolicionistas siempre han existido hombres generosos que se han batido por la supresión de
la esclavitud. Incluso en la época de la Revolución Francesa hubo personas, ciertamente no
numerosas, que propiciaban la abolición de las colonias por una razón de principio. Pero
también en las filas de aquellos que eran favorables a la trata había personas muy conocidas,
además de filósofos, Voltaire por ejemplo, que pensaban que los negros no eran seres
humanos. Voltaire se excusaba diciendo: “Quien acepta tener un amo es nacido para tener un
amo”. Se trataba en general de personas que tenían sus intereses en las colonias y que
juzgaban la cosa absolutamente normal.
Formo parte de una comisión de la OUA (Organización para la Unidad Africana) que se
ocupa de las reparaciones de los daños hechos al África en el curso de los últimos cuatro
siglos. La comisión ha sido creada hace algunos años y está dirigida a inducir a reflexionar no
tanto sobre los daños materiales (aspecto cuantitativo), cuanto sobre todo sobre el grave daño
hecho al África con la sistemática violación de los derechos humanos en la persona del negro
africano (aspecto cualitativo). Este es el verdadero problema: el negro africano ha sido
tratado de modo tal que en él y a través de él ha sido pisoteada, humillada, desarraigada la
especie humana. En mi intervención en la comisión he subrayado justamente este aspecto. El
aspecto importante no es el financiero, sino el de la falta de respeto por los derechos
humanos. He dicho que como se ha reconocido el genocidio y el holocausto de los hebreos,
así se debe reconocer el genocidio y el holocausto del pueblo africano. Sin embargo, hasta
ahora nadie en Occidente pone estas dos realidades en el mismo plano. También los negros
americanos han levantado este problema en los Estados Unidos, pero no han tenido el mismo
éxito que ha tenido la comunidad hebrea. Sin embargo, poco a poco, algún dirigente europeo
comienza a pedir disculpas. También el Papa, en su visita a la casa de los esclavos en la isla
de Gorea (Senegal) ha pedido perdón. Y el mismo Clinton, en ocasión de su último viaje a
África, ha hecho alguna vaga alusión. Probablemente se temen las consecuencias que podrían
derivar del reconocimiento de este daño hecho a la especie humana en la persona de los
negros. Pero, en el plano histórico, se trata de una verdadera injusticia y antes o después es
necesario reconocerlo, Naturalmente, no hay que imputar todo a la trata negrera, o a la
colonización. Los africanos —también los actuales dirigentes— han tenido ciertamente su
parte de responsabilidad. Pero no hay que olvidar el impacto de la trata y de la colonización.
Estas han dejado sus huellas hasta en el subconsciente del hombre africano: falta de confianza
y falta de respeto por sí mismo. La imagen que cada ser humano tiene de sí mismo es un
elemento esencial para su desarrollo. Si no se tiene una buena imagen de sí mismo no se
puede desarrollar correctamente.

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Quizá sólo un tratamiento psicoanalítico podría evidenciar cuánto queda todavía hoy en
la psiquis de los africanos de los maltratos sufridos por siglos de parte de los europeos.
Después de haber privado por tanto tiempo a los africanos de cualquier responsabilidad y de
haberlos tratado como niños, hoy se pretende que se muestren activos, independientes, llenos
de iniciativa. No pienso que esto sea siempre posible.
Conclusión.
Las consecuencias de casi cuatro siglos de relaciones desequilibradas y desiguales.
entre Europa y el Africa no aparecen a nivel de indicadores macroeconómicos. Hoy se afirma
que África esta saliendo del caos y del subdesarrollo. Se dice que su tasa de crecimiento es en
promedio de 5-6% anual. Para algunos países africanos se habla de una tasa de crecimiento
de dos cifras (10% o más). Pero todos saben que esto no corresponde absolutamente a la
realidad. En los últimos decenios África ha registrado un progresivo empobrecimiento.
Burkina Faso es presentada como un país modelo, cuando el 46-47% de su población se
encuentra por debajo de la línea de pobreza y el 28-30% vive en condiciones de miseria. Hoy
existe ciertamente una restringida minoría de africanos que está avanzando socialmente y se
está enriqueciendo, pero es necesario considerar el cuadro global y no quedarse en algún dato
aislado (inflación, exportaciones...). Los datos estadísticos macroeconómicos no tienen
ninguna relación con la realidad. Son parte de aquello que yo llamo “desarrollo estadístico”.
Se continúa diciendo que las cosas se ajustarán, pero ¿cuándo? Ciertos países africanos
están en situación de “ajuste estructural” desde hace 10-15 años y no se nota ningún cambio o
mejoramiento, sobre todo a nivel de la población. Los costos humanos para la población
africana son muy elevados. Los africanos han participado en gran número en la Primera y
Segunda Guerra Mundial y se esperaba algún tipo de reconocimiento por parte de Occidente.
En África, el comercio de armas continúa siendo una trágica realidad. Las minas
antipersonales hacen víctimas todos los días. Durante la Guerra Fría los traficantes de armas
las vendían a ambos frentes. El dinero no tiene olor, pero tampoco la sangre humana tiene
olor.
Hoy la situación africana es muy grave. Con el 15% de la población mundial Africa
carga la mayor parte del fardo de las miserias, humanas. El 50% de los enfermos de VIH se
encuentran en Africa (Le Monde habla de los dos tercios). El 50% de los refugiados del
mundo está constituido por africanos.
Los africanos están cansados como para creer en la nueva asociación de la cual se habla
tanto. Eso puede ciertamente realizarse en ciertos sectores bien delimitados, pero la situación
global del África continúa crítica. Pienso que lo que salvará verdaderamente a África no
serán los fondos que se continúan volcando en ella. Salvarán vidas humanas, permitiendo su
supervivencia, pero no salvarán la verdadera vida del África, la suerte del África en cuanto
auténtico socio sobre la escena de la historia mundial.
Lo que verdaderamente importa no son los medios, sino las condiciones. Es necesario
crear las condiciones para que el África pueda volver a ser sí misma. Esta es la prioridad de
las prioridades. No se trata de aumentar los medios. Se puede hacer, pero no será esto lo que
cambie la realidad. Es necesario permitir al África reencontrarse, es necesario ayudarla a
constituirse. El África debe más bien ser para tener (calidad de vida, tasa de consumo). La
constitución del África es mucho más importante que una constitución cualquiera tomada a
préstamo de los países europeos al momento de las independencias. Nuestras actuales
constituciones son muy bellas de leer, pero en la práctica quedan como letra muerta.
Entre las variadas condiciones en el primer lugar está la de la creación (o recreación)
del espacio africano autónomo. Pieso que la mundialización puede servir al África si África
se presenta sobre la escena mundial en toda su estatura, o sea como espacio autónomo. Si
cada estado africano va al encuentro dle la mundialización separadamente, así como ocurre
hoy, no veo ninguna perspectiva real de futuro para nosotros. Nosotros “no existimos”. El

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peso de cada uno de nuestros estados, por sí mismos, es nulo. En el comercio mundial el peso
del África entera es de alrededor del 2%. Y si toda África pesa un 2%, ¿qué decir de cada
estado individual? El peso de Burkina Faso en el comercio mundial es infinitesimal. Burkina
Faso sola no puede hacer absolutamente nada para salvar al ser humano, el negro africano, ni
tampoco a aquellos que habitan en el interior de sus fronteras. La mundialización se convierte
en abordable sólo a través de la regionalización. Europa se ha dado una estructura regional y
la Unión Europea es una realidad. Asia se ha dado una estructura regional. Lo mismo ocurre
en América septentrional y en América meridional. Por todas partes se regionaliza para
afrontar mejor al mercado mundial, una realidad contra la cual es imposible ir en contra. Pero
es necesario dar un contenido a la regionalización. Si no se está atento, África marchará
todavía una vez a su cita y se continuará haciendo la inclusión-exclusión, invitando a los
africanos a entrar en el mercado mundial con el objetivo de expelerlos de él, de usarlos, de
aniquilarlos. Si África no entra en el mercado mundial como África, como espacio autónomo,
no hay esperanza.
Algunos africanos pujan por la creación de una moneda única africana. Bien pronto el
franco CFA, ligado tradicionalmente al franco francés, dependerá del euro y todo esto no hará
más que alejar el momento en el cual los africanos podrán concreta y realmente poseerse a
sí mismos. Los malianos han conducido su lucha por la independencia bajo este lema: “Nos
hemos poseído a nosotros mismos” (esto es, hemos poseído nuestros negocios, nuestra
historia). Y así han traducido el concepto de independencia: tomar en sus manos los propios
asuntos, ponerse en pié por sí solos. Es justamente esto lo que todavía falta en África. Es hora
que los africanos francófonos creen su propia moneda y lleguen finalmente a la madurez.
La realización de la regionalización y de la descentralización representa una gran
esperanza para África. Naturalmente, faltarán todavía la democracia, la conformación... Son
todas condiciones estructurales necesarias para cambiar las cosas y hacer caminar al África
con sus propios pies. Dice un proverbio africano: “No se mide la profundidad de un río con
los dos pies”. Quien lo hiciera se arriesgaría mucho. Pienso que hoy África no debe medir la
profundidad de la mundialización con sus dos pies.

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