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buen y el mal go nina en Filo : una breve introduccién tidiana. La conclusion que aborda itemporaneo: David Miller Alianza editorial ne SS Filosoffa politica: una breve introduccién Alianza editorial io David Miller Filosofia politica: una breve introduccién Alianza editorial ET libro de bolsillo ‘Titulo original: Political Philosophy. A Very Short Introduction Traduccién de Guillermo Villaverde Lopez Public oiinlmene en ings eo 2003. Esa teadcin eh rind aero con Onion Univer Pres isso de cles: Eto de Mal Estade coo I coaboracn de Roberto Dacia coe: Manel xd Tac de cert Manesco de prot nro de BS Sdn demage Aca Poor © David Mes © delaras © Aine atau Read 2011 Ta deen, 15 dd len 91 393 8888 Cruupia Vile 60 8 bs 163 191 198 Prefacio 1, Por qué necesitamos la filosofia politica? 2. Autoridad politica 3. Democracia 4. La libertad y los limites del gobierno 5. Justicia 6. Feminismo y multiculturalismo 7. Naciones, estados y justicia global Bibliografia Lista de ilustraciones Indice analitico UNIVERSIDAD NACIONAL DE DEPTO: DE BIBLIOTECAS BIBLIOTECA “EFE” GOMEZ Prefacio ot e§ vergoao wi perro" Bel SUIS OTRAS, Mi pretensién con este libro es hacer atractiva y acces: ble la filosofia politica para aquellos que nunca antes han tenido contacto con ella, y por ello me he esforzado mu: cho en escribir de la manera mas simple posible sin sacti ficar precisién. Tratar de able. sxplicar algunas ideas n mente abstractas sin caer en la jerga técnica que lastra hoy en dia tantas y tantas obras acackémicas se convirti6 en un interesffivedesafio, Estoy enormemente agradecido a varios amigos ~de diferentes ambitos de mi vida que accedieron a leet el primer borrador del manusctito y que, ademas de ofre: cer un apoyo generalizado, hicieron muchas observacio. nes titiles: Graham Anderson, George Brown, Sue Mi- Ilet, Elaine Poole y Adam Swift, asi como dos revisores de Oxford University Press. Tengo que dar las también a Zofia Stemplowska por su inestimable a en la preparacién de la versi6n final 9 1. ¢Por qué necesitamos la filosofia politica? CIONAL DE COLOMBIA IBLIOTECAS. EFI EZ yet DEPT BIB Este es un libro pequefio sobre un gran tema y, puesto que, como dice el proverbio, una imagen vale mas que mil palabras, me gustaria empezarlo hablando de un cuadro muy grande que puede ayudarnos a entender de qué trata la filosofia politica El cuadro en cuestién fue pintado entre 1337 y 1339 por Ambtogio Lorenzetti, cubre tres muros de la Sala dei Nove en*€1Byazz0 Pubblico de Siena, y el nombre por el que habitualmente se le conoce es Alegoria del buen y el mal gobierno. Estos frescos describen, en pri met lugar, la nacuraleza del buen y el mal gobierno me diante figuras que representan las cualidades que debe rian tener y no tener los gobernantes; después muestran Jos efectos que estos los tipos de gobiemo tienen sobre la vida de la gente comtin. Asi, en el caso del buen go: bierno, vemos al majestuoso gobernante vestido con ri ntado en su trono y rodeads por figuras cos ropajes, s que representan las virtudes del Valor, la Justicis, la Magnanimidad, la Paz, la Prudencia y la ‘Templanza. ‘Tras € aparece una fila de ciudadanos rodeados por una larga cuerda cuyos extremos estin atados a la muiieca del gobernante, como simbolo de la arménica vincula: ci6n entre el soberano y el pueblo. $i miramos a la dere- cha de esta imagen, vemos cémo Lorenzettiretrata los «efectos del buen gobierno, primero en la ciudad y leego cen el campo. La ciudad es préspera y en ella reina el or den: vemos artesanos aplicados a sus tareas, comercian- tes comprando y vendiendo, nobles montando caballos vistosamente engalanados; en otro lugar, un grupo de gente baila en circulo, dndose la mano. Mas allé ce la 1. El gobeanante virtuoso de La alepois del bucw y ol mal gobi, de Ambroglio Lorenzet 1. Bor qu necesito pli? puerta de la ciudad, una dama bien vestida sale a cazar a caballo, y a su paso se encuentra un rollizo cerdo man: chado al que llevan al mercado; en el campo propiamen: te dicho, los campesinos labran la tierra y recogen la co- secha. Y por si acaso algiin visitante descuidado no lograse captarlo, cl mensaje del fresco se explicita cla mente en una banderola sostenida en Jo alto por una fi gura alada que representa la Seguridad: ‘Que cada cual camine libre y sin miedo, ycultive y siembre, mientras en esta comunidad siga gobemnando esta dama, que ha privado a los malvados de todo poder El fresco del lado opuesto, que representa el gobierno malvado, se conserva en peor estado, pero st mensaje es igualmente claro: un diabélico gobernante todeado de vicios como la Avaricia, la Crueldad y el Orgullo, una ciudad ocupada militarmente, y una tierra baldia arrasa- da pot fantasmales cjércitos. En este caso, la inscripcién que porta la figura del Miedo dice: Puesto que'@adaycual busca solamente su propio bien, cesta ciudad la Justicia esta sujeta ala tirania; por lo que nadi pasa por este camino sin temer por su vida, habiendlo robos fuera y dentro de las puertas de la ciudad. No hay mejor manera de entender qué es la filosofia politica y por qué es necesaria, que contemplar el magnt- fico mural de Lorenzetti. Podemos definir la filosofia po: Iitica como una investigacién acerca de la naturaleza, las ‘causas ylos efectos del buen y el mal gobierno, y nuestro 3 Flosfia plc: un bree inode cuadro no sélo encierra esta bisqueda, sino que visual mente expresa de manera sorprendente tres ideas que yacen en el corazén mismo de la disciplina. La primera es que el buen y el mal gobiemo afectan profundamente ala calidad de las vidas humanas. Lorenzetti nos mtes. tra cémo el imperio de la justicia y de las otras viruses permite a la gente corriente trabajar, comerciar, cazar, bailar y en genetal hacer todas esas cosas que enriquesen lavida humana, mientras que, en el otro lado del cuadro, la tranfa fomenta a pobreza y la muerte. Esta es pues la primera idea: una diferencia realmente importante en rnuestras vidas depende de si estamos bien o mal gober- nados. No podemos dar la espalda a la politica, retirar nos a la vida privada y suponer que el modo en que so- mos gobernados no afectara profundamente a nuestra iad personal. segunda idea es que la forma que adopte nuestro gobierno no esté predeterminada: tenemos que elegit Después de todo, zpor que se pint6 el mural? Fue piata- do en la Sala dei Nove —Ia Sala de los Nueve-, y los Nue ve eran el consejo formado por nueve ricos comerciantes que se rotaban para gobernar la ciudad en la primera mi tad del siglo x1v, Servia no sélo como recordatorio de las responsabilidades que estos hombres tenfan ante el pue- blo de Siena, sino también como una celebracién de la forma republicana de gobierno alli adoptada en una Epoca en la que muchas de las ciudades italianas suftian considerables turbulencias politicas. El retrato del mal gobiemo no era solamente un ejercicio acaclémico: era tun recordatotio de lo que podria suceder si los gober: nantes de la ciudad incumplian sus deberes para con el 1, Por qué necestamos Iowa pliien? pueblo, o si el pueblo ineumy trechamente a sus representantes. La tercera idea es que podemos saber lo que distingue al buen gobiemo del mal gobierno: podemos estudiar los «efectos de los distintos modos de gobierno, y podemos co su deber de vigilar es- nocer qué cualidades constituyen la mejor forma de go- bierno, Es decir, que hay algo asi como conocimiento po: litico. Los frescos de Lorenzetti reflean esta idea en toda su amplitud. Como ya hemos vito, el gobernante virtuoso aparece rodeado de figuras que representan cualidades caracteristicas, segin la filosofia politica de la época, del buen gobierno, Los frescos estn pintados con una inten- ‘i6n instructiva: estén concebidos para ensefiar tanto a los gobernantes como a los ciudadanos la manera de aleanzar cl tipo de vida que querian. Y eso presupone, como Lo- renzetti sin duda creia, que podemos saber cual es la ma- neta correcta de proceder Ahora bien, ¢debemos cr los frescos? ¢Son realmente verdaderas las afirmaciones implicitas en ellos? gAfecta realmente a nuestras vidas el tipo de gobierno que tengamos? ¢Tenemos alin mar gen de eleccitfi"tbsrespecto, o el tipo de gobierno que 11 mensaje que transmiten existe es mas bien algo sobre lo cual no tenemos ningéin control? Y, podemos saber qué es lo que hace a una for ma de gobierno mejor que otra? Estas son algunas de las grandes preguntas que se plantean los ildsofos de la po: litica, junto con muchas otras de rango inferior. Peto an: tes de intentar darles respuesta, debo aftadir todavia al: unas explicaciones. Cuando hablo de «gobierno» en este contexto, me estoy refiriendo a algo mucho més amplio que «el go 5 Few pltics una ewe nroducin bierno de turno» -es decir, el grupo de personas que estén en el poder en una sociedad en un determinado momento-. De hecho, me refiero a algo incluso més amplio que el «estado» es decir, las instituciones poli ticas a través de las cuales se ejerce el poder, como el consejo de ministros, cl parlamento, los tribunales de justicia, la policia, las fuerzas armadas, etc.-. Al hablar de «gobierno» en este contexto, me estoy refiriendo a todo el sistema de normas, practicas e instituciones bajo cuya guia convivimos en sociedad. Quizés en un contexto como éste podemos dar por sentado que los seres humanos necesitan cooperar unos con otros, ne- cesitan saber quién puede hacer qué con quién, quién posee qué partes del mundo material, qué pasa si al- guien infringe las normas, ete. Pero lo que todavia no podemos dar por supuesto es que un estado sea necesa~ rio para resolver estos problemas. Como veremos en el ptéximo capitulo, una cuesti6n fundamental de la filo sofia politica es justamente la de por qué necesitemos en absoluto estados o, en general, autoridad politica, y tendremos que enfrentarnos al argumento anarquista de que las sociedades pueden autogobernarse perfecta: mente sin poder politico. Asi pues, por el momento dejaré abierta la cuestién de si el «buen gobierno» implica en general la existencia de un estado o un gobierno en el sentido convenconal del término, Otra cuestién que permaneceré abierta has tael ilimo capitulo del libro es la de si debe haber un solo gobierno o muchos gobiernos esto es, tin sistema {nico para toda la humanidad, o diferentes sistemas; — distintos pueblos 16 1 gt Gut nero a lena plc ‘Cuando Lorenzetti pint6 sus frescos, present6 el buen y el mal gobierno fundamentalmente en términos de las cualidades humanas de los dos tipos de gobernante, y de los efectos que dichas cualidades tenian sobre sus stibdi tos. Quizis esto fuese inevitable, dado el medio (mate: rial) en el que se formulaba el mensaje, pero en cualquier caso estaba en plena consonancia con el pensamiento de su época, En aquel entonces, se entendia que la cuestién del buen gobierno tenia que ver tanto con el cardcter de los gobernantes -su prudencia, su valor, su generosi dad, etc, como con el sistema de gobierno propiamen: te dicho, Por supuesto, también habia debates sobre ccudl era el sistema adecuado: sobre si la monarquia era preferible al gobierno republicano, por ejemplo, o vice- versa. Hoy en dia, el énfasis no se pone en el mismo lu gar: prestamos mucha mas atencién a las instituciones del gobierno, y menos a las cualidades personales de quienes las hacen funcionar. Quizés hayamos ido dema siado lejos por esta via, pero yo voy a seguir la costumbre moderna y en los capitulos posteriores hablaré funda: mentalmente del buen gobierno como sistema, no de cémo hacer vift®fosos a nuestros gobernantes, Volvamos ahora a las ideas que estén detrés del gran cuadro. La més ficil de defender de las tres es que el go- bierno afecta profundamente a la calidad de nuestras vi das. Si algin lector no lo ve inmediatamente, probable mente se deba a que vive bajo una forma de gobiemo relativamente estable, en la que pocas cosas cambian de un afio @ otro. Un partido sustituye a otro en época de clecciones, pero el eambio, pese a las pretensiones de los politicos en sentido contrario, tiene un efecto marginal 7 Flesofa plc: un brew introdvccin en la vida de Ia mayoria de la gente. Pensemos sin em bargo en algunos de los regimenes que surgieron 7 su: cumbieron en el siglo pasado: en el régimen nazi en Ale- ‘ania y los 6 millones de judios que mutieron en él,o en a China de Mao y en los 20 millones de personas (o mas) que murieron de hambre en el llamado «Gran Salto Adelante». Mientras tanto, en otros paises los niveles de vida de poblaciones enteras se elevaban a un ritmo sin precedentes. La historia del siglo xx parece haber repro- ducido el marcado contraste del mural de Lorenvzetti de En este punto, no obstante, debemos considerar la se- gunda de nuestras tres ideas. Incluso en el caso de que las distintas formas de gobierno fuesen, y todavia sean, causas directas de prosperidad y pobreza, de vida y muerte, gen qué medida podemos influir nosotros en los regimenes que nos gobiernan? Son simplemente esla n regidos ellos mismos por causas mas profundas que escapan a nuestro control? Y sies asf, equé sentido tiene la flosofia politica, cuya pro- pésito declarado es ayudamnos a elegir la mejor forma de gobierno? La opinién fatalista de que en realidad no hay lugar para las decisiones politicas ha sido defendida de dife fentes maneras en distintos periodos de la historia, En la época en la que Lorenzetti estaba pintando sus frescos, muchos creian que la historia se movia en ciclos: el buen gobierno no podia durar, se corromperia inevitablemen te-con el paso del tiempo, hundiéndose en una tirana, y sélo a través de un lento proceso volveria a su forma 6p: bones de una cadena, y est tima, En otras épocas ~cuyo mejor representante es el si- 18 1, Por gue necestames a los pol glo x1x- la creencia més compartida era el progreso hist6rico: Ia historia se movia en linea recta desde la bar baric primitiva hasta las etapas superiores de la civiliza: cién, Ambas ideas presuponen que la forma en que se gobiemnan las sociedades depende de causas sociales que estan fuera del control humano, La versin mis influyente de esta postura fue el marxis ‘mo, segiin el cual el desarrollo de la sociedad dependia en tltimo término de cémo la gente procluce bienes materia les, de la tecnologia que utiliza y del sistema econémico adoptado. La politica, de esta manera, pasaba a formar, parte dela «superestructura>,y se configuraba en funci6n de las necesidades del modo de produccién imperante ‘Asi, de acuerdo con Marx, en las sociedades capitalistas el estado tenia que servi alos intereses de la clase capitals ta, en las sociedades socialistas serviria a los intereses de los trabajadores y, eventualmente, bajo el comunismo, desapareceria por completo. Desde este punto de vista, la discusién sobre la mejor forma de gobierno deja de tener sentido: la historia resolverd el problema por nosotros. Resulta muy interesante ver cémo el propio desarrollo del marxismd*iemmuestea lo que tiene de erréneo este tipo de determinismo. Las revoluciones socialistas esta llaron, bajo la influencia de las ideas marxistas, en luga- res en los que segiin Marx no tendrian que haberse pro- ducido -sociedades como Rusia y China, que tenfan una economia relativamente subdesarrollada, y que por tan to1no estaban preparadas para adoptar una forma socia lista de produccién-. Si atendemos, por el contrario, a las sociedades capitalistas mas avanzadas, vemos que en algunas de cllas se instauraron gobiernos democraticos 19 relativamente estables (algo que Marx habia considera: do imposible dada la divisién de clases que las caracteri- zaba), mas de regimenes f mientras que otras fueron vi ta, Con ello se puso de manifiesto que la politica era, en una medida muy considerable, independiente de la eco: a y, mas en general, del desarrollo social. ¥ esto su: ponia que la gente volvia a tener grandes decisiones que tomar, no solamente respecto de la forma de su gobiemo en sentido limitado, sino, en un sentido mas amplio,res- 4 constituida su sociedad. gDeberian pecto de cémo esta regirse por un estado de partido tinico 0 por una demo: cracia liberal con elecciones libres? ¢Debe la economia es tar planificada de manera centralizada, 0 debe més bien basarse en el libre mercado? Este tipo de preguntas son las que los filésofos de la politica tratan de responder, y luna vez mas volvian a estar ala orden del dia, Pero si las experiencias del siglo Xx acabaron con el tipo de determinismo histérico que tan influyente habia sido en el siglo xix, para principios del xxt habia surgido ya una nueva forma de fatalismo, Se inspiraba en el cre ‘imiento de una nueva economia mundial, y en la idea de que los estados tienen cada vez menos margen de ma: niobra si quieren que sus ciudadanos se beneficen de esa economia global. Cualquier estado que tratase de re- sistirse al mercado veria a su economia desplomarse. ‘Ademés, los tinicos estados con posibilidades de éxito en la nueva competencia mundial eran las democracias libetales, de manera que, aunque una sociedad pudiese «en principio gobernarse de un modo distinto ~mediante un régimen islamico, por ejemplo- el precio a pagar por LLL 1. ePor qué neestamos a lof olen? ello seria un relative declive de su economia, y supuesta ‘mente ninguna sociedad deseaba tal cosa. Era la llamada tesis del «fin de la historian. En esencia, afirmaba que to- das las sociedades se verian impulsadas por fuerzas eco. némicas a adoptar bisicamente la misma forma de go biemo. No cabe duda de que, al igual que hicieron con sus ver- siones anteriores, los hechos tambin arruinardn esta for ma de fatalismo, De hecho, podemos ver ya una reaccién contra la globalizacin en los movimientos politicos preo cupados por el medio ambiente, por el impacto de los ‘mercados mundiales en las naciones en desarrollo, 0 por Ja igualacién a la baja de la calidad de la cultura globaliza da. Todos estos movimientos ponen en tela de juicio la idea de que el crecimiento econémico sea el objetivo su- remo, y al hacerlo, plantean interrogantes acerca de los, valores iltimos de nuestra vida, y de cémo podemos al canzarlos, que son preguntas fundamentales dea filosofia politica, E incluso si nos limitamos al centro de gravedad tradicional del debate politico, sigue habiendo un espacio ‘muy amplio pyga discutir hasta qué punto debemos sacri fear Hoertsder éeBhsmicas en nombre de una mayor igualdad, o en qué medida deben restringitse las liberta des personales para fortalecer las comunidades en las que vivimos. En el momento en que escribo, se esti produ: ciendo un acalorado debate sobre terrorismo, derechos individuales yel principio de no interferencia en los asun. tos intemos de otros estados (independientemente de ‘cémo se gobieren). Una vez. mas, se trata de cuestiones sobre las que deben tomarse decisiones colectivs, y per tenecen le manera esencial ala filosofia politica Hasta el momento, he sostenido que la filosofia polt- tica se enfrenta a problemas que son de vital importan cia para todos nosotros, y que ademas son problemas sobre los cuales hay decisiones verdaderamente politi ceas que tomar. Ahora me gustaria abordar otra de las razones que se han esgrimido para desechar esta disci versa sobre el plina como tal, a saber: que la poli uso del poder, y la gente poderosa -especialmente los politicos no prestan ninguna atencién a las obras de filosofia politica, Segain esta forma de pensar, si quieres cambiar las cosas debes salir a la calle, manifestarte, crear algiin tipo de caos, o tratar de encontrar un poli- tico al que corromper 0 chantajear, pero no deberias andar molestando con eruditos tratados que nadie lee sobre la sociedad ideal Es cierto que cuando los fil6sofos de la polit tado de intervenir directamente en la vida politica, por lo sando. Han sido consejeros ca han tra general han terminado fra de poderosos gobemantes ~Arist6teles fue tutor de Ale jandro Magno, Maquiavelo intents aconsejar a los Médi cis en Florencia, y Diderot fue invitado a San Petersburgo por Catalina la Grande para hablar sobre c6mo modemi- zat Rusia-, pero si esas intervenciones hicieron o no alggin bien es ya otra cuestién, A menudo, lo tinico que hen con: seguido los tratados escritos en épocas de intensos contlic~ 10s politicos ha sido atizar el enfrentamiento entre ambos lados. Ejemplo famoso de esto es el Leviatdn de Thomas Hobbes, obra maestra de la flosofia politica eseritatoda- vil inglesa: cl razonamiento via en el fragor dela Guerra’ de Hobbes a favor de un gobierno absolutista del que me ocuparé mas extensamente en el préximo capitulo— 1, ¢Por qu necesito I fen plltin? no senté bien nia realists ni parlamentarstas. Los pri rmeros pensaban que los reyes debian gobernar por decte- to divino, los klimos que un gobierno legitimo requiere del consentimiento de sus sibditos. Partiendo de una cru: dda imagen de la condicién humana, Hobbes lleg6 a la conclusién de que debemos someternos a cualquier go- biemo establecido y eficaz, independientemente de sus credenciales. Con ello queda dicho, implicitamente, que Carlos I tenia dé uando estaba en el po- des, pero que n Jo tenia una vez que hhubo conseguido deponer a Carlos, yestoes algo que nin uno de los bandos queria oft El ejemplo de Hobbes nos puede ayudar a entender por que los filésofos dela politica slo en muy raras oca- siones han tenido una influencia directa en los aconteci- mientos politicos. Puesto que consideran Ia politica desde una perspectiva filoséfica, se ven empujados a cuestionat muchas de las ideas convencionales que sos tienen tanto los politicos como la gente en general. Colo can estas ideas bajo el microscopio y preguntan qué en tiende uno exactamente cuando dice tal y tal cosa, qué pruchas tiene ff Porque cree, cémo defenderia sus creen- cias si alguien las pusiese en dda Una de las consecuen cias de este examen forense es que, cuando estos fildso- fos de la politica se ponen a defender sus propias ideas y propuestas, casi siempre resultan raras e inguietantes a los ojos de quienes estén acostumbrados al debate con- vencional, como resultaron las ideas de Hobbes a los bandos enfrentados en la Guerra Civil Sin embargo, esto no significa que la filosofia politica no tenga una influencia, a veces una considerable in- losfiaplitin una bev intro fluencia, a largo plazo. Cuando pensamos en pelitica, asumimos cosas de las que a menudo apenas somos conscientes, y estos supuestos técitos, no obstante, cam: bian de manera radical a lo largo de la historia. En la época de Hobbes, por ejemplo, era habitual apelar en tuna discusién politica a principios religiosos, y especial mente a la autoridad de la Biblia. Uno de sus legados mas duraderos fue precisamente la posibilidad de pensar la politica en un sentido totalmente secular: aunque el ptopio Hobbes estaba muy interesado en cuestiones re ligiosas, su manera, radicalmente nueva, de aproximarse al poder politico permitié que politica y religién se sepa rasen y que se hablase de ellas en términos diferentes. , sino, pensemos también en que en la época dle Hob- bes sélo un puiiado de radicales extremistas crefé en la democracia como forma de gobierno (el propio Habbes, en una posicién tipica, no la exclufa del todo, pero la consideraba inferior a la monarquta). Hoy en dia, naturalmente, damos por supuesta la de mocracia hasta el punto de que nos cuesta imaginar otra forma de gobierno legitima. ¢Cémo se ha producido este cambio? La historia es compleja, pero una parte indis pensable de ella corresponde @ los flésofos que argu: mentaron a favor de la democracia, cuyas ideas fueton asumidas, popularizadas ¢ incorporadas al pensamiento politico dominante. Probablemente el més famoso de es- tos filésofos sea Jean-Jacques Rousseau, cuya inflencia en la Revolucién Francesa a través de su libro El ccntrato social casi nadie discute. (Por lo menos Thomas Catlyle no tenia ningiin tipo de duda sobre esto. Se dice que, cuando fue desafiado a demostrar que las ideas abstrac: ™ 1, Por gut necestamos lita pica? tas tienen efectivamente importancia préctica, contesté: «. A pesar de todo lo que dice Hobbes, gpuede haber cooperacién social en ausencia de autoridad politica? constituirs Los anarquistas asi lo creen y, aunque sus voces siem- pre han sido muy minoritarias, debemos escucharlas: en cuanto filésofos de la politica, estamos moralmente obli sados a someter a prueba la sabiduria convencional, asi que no podemos dar por supuesta la autoridad politica sin explora las altemativas que se le presentan. Aqui po- demos tomar dos caminos diferentes, puesto que los anarquistas se dividen, grosso modo, en dos grupos. Uno de ellos apunta a la «comunidad; el otro, al «mercado». La alternativa comunitarista a la autoridad politica considera que las comunidades en las que todo el mundo se conoce son los pilares bisicos que hacen posible la confianza y la cooperacién. En una comunidad pequeiia en la que ia gente interactia con los demas diariamente, y todo el mundo sabe quién forma parte de ella y quién clativamente sencillo mantener el orden social Cualquiera qui@itmgue a otra persona, o tome las propie dades de otros, 0 se niegue a realizar su justa cuota del trabajo de la comunidad, se enfrenta a evidentes sancio- nes. A medida que la comunidad vaya teniendo noticia de lo que ha hecho, recibir reprimendas, quizis haya gente que se niegue a trabajar con él en el futuro, ser denunciado en las reuniones ¢ incluso puede que se le pida abandonar la comunidad, Todo ello sucederia sin que el malhechor hubiese sido obligado a nada y sin que hubiese sido formalmente castigado -y por eso podemos 8 decir que se trata de una alternativa a la autoridad pol- tica, y no una forma de ella. Uno de los mas importan- tes motivos de la conducta humana es el deseo de ser aceptado y respetado por la gente que nos rodea y este motivo, en el contexto de una comunidad pequeia, hace posible la cooperacién a En una sociedad formada por comunidades de este tipo, afirman los anarquistas comunitaristas, la coopera- cién seria posible a una escala mucho mayor. En esencia, las distintas comunidades estardn de acuerdo en inter cambiar determinados servicios ~cada una de ellas, por in.cuando no seamos santos, cjemplo, se podria especializar en producir un cierto tipo de bienes-, y colaboraran en proyectos que recesi tan un mayor despliegue de medios, como por ejemplo crear un sistema de transportes o un servicio de correos. A cada comunidad le interesa establecer este tipo de acuerdos, y la sancién derivada de incumplirlos es que nadie quetré cooperar con tu com puesto que ha demostrado ser indigna de confianza. Una vez mas, no hace falta ninguna autoridad central que le diga a la gente lo que tiene que hacer, y tampoco hace falta ninguna fuerza coercitiva que obligue a cooperar a las distintas comunidades: el sistema se vigilaré a si mis ‘mo eficazmente. Cuil es el problema de esta idilica descripcién de la vida sin estado? Un problema fundamental es que conffa en comunidades pequefias y estrechamente trabadas| para construir el orden social. Quizas en el pasado haya sido razonable asumir algo asi, pero hoy ya no lo es ivi ‘mos en sociedades de gran movilidad, tanto en el sentido de que es notablemente facil desplazarnos de un sitio a “4 2. Autoidd police otro como en el sentido de que hay una continua oferta de nuevas personas con las que colaborar y también, por desgracia, de las que aprovecharse. No es que la descrip: cin anarquista sea absurda, pero funciona bajo el su puesto de que la interaccin siempre se produce entre el mismo grupo de personas, de modo que la conducta de cada cual es conocida por todo el grupo, y bajo la idea de que la posibilidad de exclusién del grupo es un podero- so freno del comportamiento antisocial. Sin embargo, esto no se cumple en sociedades extensas y de gran mo- vilidad, Por lo tanto, es necesario que haya un sistema juridico que persiga y castigue a los que atenten contra Jos dems, y que permita establecer acuerdos vinculantes en virtud de los cuales se sancione a quien los incumpla La cooperacién entre comunidades no es tan franca como suponen los anarquistas: la lealtad a nuestra pto- pia comunidad a menudo va unida a una notable des confianza hacia las demés, y este hecho puede hacer que fracasen los acuerdos, en el sentido de que «nosotros los de aquip no estamos convencidos de que «vosotros los de alli» estéis cumpliendo la parte que os toca del proyecto cen el que suptestagnente estamos trabajando todos. Ade- ‘as, puede que no estemos de acuerdo en emo definir «dla parte que a cada cual le toca». Supongamos que queremos construir, en ausencia de una autoridad central, una red ferroviaria que alcance a toda la sociedad. ¢Qué cantidad de recursos debe apor determinarse esa cantidad tar cada comunidad? ¢ por ntimero de habitantes, 0 deberian aportar propor cionalmente mas recursos las comunidades que sean més ricas? Si mi comunidad esta situada en un érea remota a 4 Ja que es mucho mas caro Hevar la red de trenes, etendria que asumir ella sola los costes extras, o habia que divi dirlos por igual entre todas las comunidades? Ninguna de estas preguntas tiene una respuesta sencilla, y ro hay razén para suponer que muchas comunidades locales puedan llegar voluntariamente a un acuerdo sobre ellas. El estado, por el contrario, puede «imponer» une solu cién: puede «exigit» a cada persona, o a cada comuni: dad, que contribuya con una determinada cantidad, por cjemplo, mediante los impuestos. Consideremos ahora la otra alternativa anarquista a la autoridad politica y al estado, la alternativa basada en el mercado econdmico. Desde luego, esta cpcién esté en sintonfa con la naturaleza del mundo moderno, en el sentido de que el mercado ha demostrado ser un formidable instrumento a través del cual grandes canti dades de personas pueden trabajar juntas. De hecho, ya nos proporciona la mayoria de los bienes y servicios que necesitamos y queremos. Pero epuede susttuit al estado? Los anarquistas de mercado —llamados a veces anarco liberales (ibertarians)~ sostienen que podriamos contra: tar y pagar individualmente los servicios que ahora nos proporciona el estado, incluida (y esto es fundamental) la proteccién personal. En ausencia del estado, distintas empresas se ofrecerian para proteger a sus clientes y sus propiedades, y esto incluye recuperat propiedad robada, obligar a que se respeten los contratos firmados y obte- ner compensaciones porlas agresiones recibidas. De esta manera, si mi vecino roba algo que es mio, en vez de la mat a la policia (pablica) llamaria a mi agencia ce pro- 46 2. Autordad police BIBLIOTEC teccién, y ellos, en mi nombre, adoptarian medidas con. tra el problematico vecino. Ahora bien, zqué pasaria si mi vecino no admite esas ‘medidas y lama a su la cual, por supuesto, po- dria ser distinta de la mia? Segtin los anarcolibe las dos agencias no consiguen llegar a un acuerdo, pue- den llevar el caso a una instancia de arbitraje, que a su vvex cobraria por sus servicios. Después de todo, a ningu- na de las dos agencias le interesa entrar en combate. Asi, habria un mercado primario de servicios de protecci6n, y después un mercado secundario de servicios de arbi traje para disimir las disputas surgidas en aquél -a no ser, evidentemente, que todo el mundo eligiese contratar ala misma agencia de proteccién (pero, gpor qué habria de sticeder tal cosa?)-. Todos los demas servicios que ac tualmente proporciona el estado serian también cedidos al mercado: la gente contrataria seguros de salud, paga- rfa por la educacién de sus hijos, pagaria peajes en las carreteras, et ¢Suprime realmente este sistema al estado? Las agen- cias de proteccién tendrfan que hacer uso de la fuerza para protegemlas derechos de sus clientes. Si mi vecino no devuelve la propiedad una vez establecido mi legit mo derecho sobre ella, entonces mi agencia enviara su artllerfa pesada para recuperarla, Pero aun asf sigue sin haber autoridad propiamente dicha, porque mi vecino no esté obligado a reconocer a mi agencia -siempre puc- de contraatacar—y yo también puedo cambiar de agencia si no estoy conforme con el comportamiento de la que tengo. En este sentido, es verdaderamente una alternati- vva anarquista al estado, Pero, ges una buena alternativa? 7 seria una alternativa atractiva si pudiésemos dar por he. cho que las distintas agencias se pondrin de acuerdo en aplicar el mismo conjunto de crterios para solucionar dis putas sobre la propiedad, y que todas ellas estarin de acuerdo en acudir a una instancia independiente de arbi- traje en caso de conflicto. Sin embargo, gpor qué habrian de hacer tal cosa? Una agencia podria intentar conseguir clientes prometiendo luchar en nombre del cliente bajo cualquier circunstancia ~esto es, incluso sino tienen riz6n segiin el criterio mayoritariamente aceptado-. Una vez ‘que un puiiado de agencias de este tipo entrase en el mer cado, las demas agencias tendrfan que responder adop: tando ellas mismas una linea igualmente agresiva. Y esto significaria que las conflctos se resolverian cada ver més a ‘menudo por |: consiguiente riesgo de {que la gente corriente se vea atrapada por el fuego cru do, Estariamos volviendo al estado hobbesiano de «gue- rra, en el que cada hombre es enemigo de cada hombre», yen esa situacién la tinica decisién racional para cada cual seria contratar a la agencia que mas posibilidades tiene de ganar més combates. Pero entonces el resultado seria la creacién de un érgano con el poder y la autoridad suf cientes como para imponer el mismo conjunto de normas a todo el mundo; en otras palabras, habrfamos recreado (sin darnos cuenta) el estado. Hay también otro problema cuando se confian al mer cado todas las funciones que ahora realiza el estado, Una de estas funciones es la provisi6n de lo que se denomi- nan ebjenes pibblicos» —prestaciones de las que todo el mundo se beneficia y de cuyo beneficio nadie puede ser excluido-. Los bienes piblicos se presentan de muchas 48 2. Auweidd politica 4. Céavo velo anarguistas la autoridad politica Viet rsa de 1900, El texto dice, desde arib yen sentido de las aguas dl rl «Reinamos Sobre voroeror or engafsmos; comemos por vosoroy cx daparamos os sobernamor, y muy variadas maneras: aire y agua limpios, defensa contra las agresiones externas, acceso a carreteras, par ques, actividades culturales, medios de comunicacién, ctc, Estos bienes se crean o bien imponiendo restriccio: nes -por ejemplo, cuando los gobiemnos exigen a los fa bricantes que controlen la emisién de gases t6xicos a la atmésfera-, o bien elevando los impuestos y utilizando la recaudacién para financiar radios y televisiones pili cas, el sistema de transportes, la proteccién del medio ambiente y similares. ¢Podria el mercado econémico proporcionar estos bienes? El mercado opera sobre la base de que la gente paga por los bienes y servicios que quiere utilizar. Pero precisamente el problema con los bienes piiblicos es que se ofrecen a todo el mundo, con independencia de que paguen o no paguen. Evidentemente, es posible que la gente, al reparar en el valor del bien en cuesti6n, quisiese contribuir de manera voluntaria: algunas viejas iglesias, muy costosas de mantener, se sostienen en parte por las monedas que los visitantes que disfrutan de la visita echan en la caja de la puerta. Sin embargo, resulta muy tentador convertirse en polizén (free rider), y ademés, en el caso de muchos bienes piiblicos, disfrutamos de ellos sin apenas darnos cuenta (cuando nos levantamos por la matiana, no pensamos en lo afortunados que somos por tener aire limpio y proteccién frente a las amenazas ex: temas; simplemente lo damos por hecho hasta que algo empieza a ir mal). En definitiva, parece necesario que cexista una autoridad politica con el poder coactivo sufi- ciente como para garantizar la provisién de este tipo de bienes 50 ny 2 noid police No tenemos espacio suficiente para considera aqui to dos los ingeniosos argumentos concebidos por los anar- coliberales para demostrar que los bienes puiblicos pue- den ser alcanzados a través del mercado, o mediante asociaciones de personas que estén de acuerdo en con tribuir a su produccién: en filosofia politica, siempre hay ms argumentos. Espero, no obstante, haber dado una idea suficiente de por qué ni las comunidades ni los mer- of muy importantes que sean en muchos ambi. ida humana- pueden «sustituir» ala autoridad politica ya su encarnacién moderna, el estado. Por mucho que nos disguste el estado cuando regla menta, recauda impuestos, recluta gente a su servicio e interfiere ce mil maneras distintas en nuestras vidas, la verdad es que no podrfamos vivir bien sin él. La verda- dera alternativa no es autoridad politica si o autotidad politica no, sino qué tipo de autoridad tener, y cémo de- terminar sus limites. De ello nos ocuparemos en. los préximos capftulos. Peto todavia no hemos terminado con la propia autoridad politica. Todavia tenemos que responder @ una cuestién crucial: gpor qué tengo yo gue obedecer tpwuorided potica cuando me ordene hacer cosas que no me gustan o que no apruebo? Los fi lésofos de la politica Hlaman a esto el «problema de la obligacién politica» Quizés pienses que ya hemos contestado a la pregunta al explicar por qué necesitamos la autoridad politica, pero sigue habiendo una diferencia entre reconocer qui por ejemplo, el gobierno briténico tiene derecho a hacer leyes y a tecaudar impuestos, y pensar que yo, personal: mente, estoy obligado a cumplir esas leyes y pagar mi st ‘cuota de impuestos. No es que al negarme a hacer tales, cosas vaya yo a dertibar el gobierno 0 a dificultar se ‘mente el mantenimiento del orden social; de hecho, to dos los estados consiguen sobrevivir a una considerable cantidad de infracciones de la ley y de evasiones fisca uencias de mi accién, Si pienso solamente en las con quizés llegue incluso ala conclusién de que el mayor bien se deriva de la infraccién de las leyes; por ejemplo: si yo me encadeno a las puertas de un histérico edificio de mi ciudad, impidiendo ast el paso de los bulldozers y evitando que las autoridades locales lo detriben, 0 del desvio a otros fines (por ejemplo, apoyar a Oxfam} del di nero que originalmente iba a ser destinado a pagar im. pues, zpor qué deberia yo obedecer la ley? cevidentemente, es que sino lo hago es muy puestos. A\ Una raze probable que me castiguen. Sin embargo, lo que estamos, buscando ahora es una razén mas de principios para dobedecer. Algunos filésofos de la politica han llegado a la conclusién de que este problema es insoluble: segiin ellos, debo obedecer las leyes s6lo cuando hay razones independientes para hacerlo, razones que no tiene: nada que ver con el hecho de que la ley emane de una autori cad legitima, Otros autores, sin embargo, han tratsdo de ofrecer soluciones positivas ~demasiadas soluciones, de hecho, como para poder considerarlas aquf todas-. Me limitaré solamente a dos de ellas, la primera porque ha sido histéricamente la més famosa, y la segunda por que crco que es esencialmente correcta La primera solucién sostiene que estamos obligados a obedecer la ley porque hemos acordado 0 consentido hacerlo, Es facil ver el atractivo de esta idea. Suponga: 3 2 Ausoridad plten mos que voy al club de fitbol del barrio y pido inscribir- me. Cuando Hlega el sibado, me presento para jugar el partido, pero en vez de jugar de acuerdo con las reglas, me empefio en coger el balén con las manos y correr con 1. Los miembros del equipo estarian, sin duda, muy in- dlignados: a inscribirte en el equipo, dirian, has acorda- clo jugar al fitbol segrin las reglas habituales, aunque no hayas firmado explicitamente ningiin documento al efec to, Si yo replicase que el juego es mas divertido cuando se permite correr con el bal6n entre las manos, seria co: rrectamente ridiculizado. Este, dirfan, es un equipo de futbol: todo el que se inscribe acepta implicitamente las reglas habituales. Las dificultades comienzan, sin embargo, cuando tra tamos de transfert este argumento del equipo de ftbol al estado. Y es que, por lo general, la gente no elige ins: cibirse a un estado: se le exige obediencia a un estado le guste o no le guste. Por lo tanto, gen qué sentido puede decirse que estén dando su consentimiento? Hobbes sostuvo que elegimos pertenecer al estado porque es preferible al estado de naturaleza, en el que la vida, como vimos, es «deSagPadable, brutal y corta», siendo indife- rente c6mo haya surgido el estado. Incluso si nos some- temos a un conquistador que nos tiene con la espada al cuello, estariamos dando nuestro consentimiento a su autoridad, porque lo hacemos para escapar a un destino peor. Lo que pasa es que con ello se extiende la nocién de «consentimiento» hasta hacerla irreconocible. Lo que en el caso del ejemplo del equipo de fitbol lo hacia vin: culante era precisamente el hecho de que yo habfa elegi: do libremente inscribirme. Algunos autores posteriores rechazaron el argumento de Hobbes sobre la obligacién y el consentimiento, ¥ trataron de encontrar algo que indicara que nuestro consentimiento a la ley no fuese por el meto hecho de someternos al estado. John Locke, por ejemplo, seSala- ba en su Segundo tratado sobre el gobierno civil (1689) que todos aceptamos beneficios que provienen del es tado, y que esa aceptacién puede entenderse como una forma de consentimiento, Concretamente, y puesto que una de las principales funciones del estado es pro: teger nuestra propiedad, cuando compramos 0, por ejemplo, heredamos alguna propiedad, estamos dando ‘nuestro consentimiento técito a la jurisdiccién del esta ,y por lo tanto, a sus leyes. Y lo do sobre esa propieda mismo se aplica también, segin el razonamiento de Locke, a aquel que solamente se hospeda durante una seinana en un sitio, 0 viaja por una autopista. Sin em bargo, el problema vuelve a ser que realmente no tene. ‘mos casi eleccién con estas prestaciones: no podemos: vivir sin propiedades de algin tipo, aunque fuese sola: mente comida y ropa, y no podemos salir del estado sin utilizar las autopistas para llegar @ la frontera. ¥ una ‘vex més, decir que cualquiera que se beneficie del esta- do esti dando su consentimiento y obligéndose a si mismo a obedecer la ley de ese estado supone forzar demasiado Ia idea de «consentimiento». En fechas mas recientes, algunos filésofos de la politi- cahan argumentado que al participar en unas elecciones, ‘estamos acordando acatar al gobierno que surja de ellas y las leyes que éste aprucbe. Esta via parece’ mas prome- tedora: en este caso si tenemos como minimo la posibil 54 dad de elegie libremente entre votar y no votar, y no ten- dria ningin sentido celebrar elecciones si la gente no reconociese como legitimo al gobierno resultante. Pero, pot desgracia, parece que sigue habiendo una diferencia entre votar y dar nuestro consentimiento, Qué pasa siestis en profundo desacuerdo con los dos partidos en liza, pero votas porque piensas que uno ¢s li- getamente menos malo que el otro? O, equé sucede si has dado tu consentimiento en cierto sentido a todo el paquete de medidas anunciadas por el partido ganador, pero hay ciertas medidas que te repugnan, y no has ten do oportunidad de votar sobre estas cuestiones indivi- dualmente? El consentimiento de los votantes tal vez, pueda contribuir a explicar por qué los gobiernos gozan de autoridad legitima, pero no por qué los ciudadanos, de manera individual, tienen la obligacién de obedecer las leyes, Una via mas prometedora para demostrar que tal obi gacidn existe, una ver abandonado el enfoque del con- sentimiento, la encontramos en la referencia ala justicia ‘0 «juego limpio», Una vez mas, un ejemplo es la mejor forma de preg, la idea fandamental. Supongamos ue un grupo de personas estamos viviendo en una casa con la cocina compartida, Aproximadamente cada se- ‘mana, uno de los residentes limpia la cocina y friega a fondo, Todo el mundo ha hecho ya su turno de limpieza y ahora me toca a mi pasarme media hora fregando cace- rolas y pasando la bayeta por las encimeras. de los costes y beneficios en las sociedades de hoy queda muy lejos de este ideal, podemos seguir diciendo que todo el mundo tiene la obligacién de acatar la ley para mantener una prictica justa? Parece, en definitiva, que la solucién del problena de la obligacién politica por la que he optado nos exige abordar la cuestién de la justicia social, cosa que hare- mos en el capitulo 5. Pero, por el momento, supongamos «que podemos demostrar que la sociedad es lo suficiente: is miembros tengan efecti- vamente la obligacién de acatar la ley. . Cémo abordar estos problemas en una democrecia? Hay, fundamentalmente, dos formas de hacerlo. Una es disefiar una constitucién que limite el poder de las ma. yorias de manera que las minorias queden proteg das. Por ejemplo, la constitucién puede incluir una lista de derechos que todo ciudadano debe poscer, y toda ky 0 medida que viole uno de estos derechos sera desechada como inconstitucional: tiene que haber por tanto una autoridad especial, por lo general un tribunal constitu cional, que tenga el poder de decidir si una medida que se quiere adoptar, o una medida adoptada provisional mente, infringe 0 no la constitucidn. Todas las minorias reciben en definitiva la garantia de que, independiente- 8 mente de lo que decida la mayorfa, no sera conculeado ninguno de sus derechos fundamentales recogidos en la Este tipo de solucién a menudo es tildada de antide mocratica, porque otorga a, por ejemplo, un pequetio comité de jueces el derecho de bloquear la voluntad ma- nifiesta de la mayoria de los ciudadanos, Pero es facil ver que la propia constitucién se habria adoptado mediante un procedimiento democritico; ademas, casi todas las constituciones existentes incluyen clausulas para enmen: dat y reformar la constitucién, y por lo general no basta solamente con el apoyo mayoritario de los votantes para aprobar una enmienda. ¢Por qué razén querria la gente aprobar una constitucién que limita su capacidad de to- mar decisiones mayoritaras en el futuro? Quizés porque quieren asegurarse de que cicrtos derechos suyos estarén protepidos, y no estin seguros de que no vayan a verse alguna vez formando parte de una minoria impopulat. Pensemos por ejemplo en la libertad religiosa. Toda per. sona creyente quiere estar segura de poder practi religién de una manera libre, aun cuando la mayoria de Ja poblacidn gpté frontalmente en contra de esa religion, ‘Ahora bien, no es fan facil predecit qué religiones atrae rin sobre sia célera de la mayoria en el futuro, Por lo tanto, la mejor manera de garantizar esa seguridad es in: cluir el derecho a la libertad de culto en la constitucién. Otro mecanismo constitucional para proteger a las mi. norias es crear distintas cireunseripciones para decidir dlistintos conjuntos de cuestiones, As{ ocurte, por ejem: plo, en los sistemas federales, en los que las provincias tienen competencia legislativa en asuntos es 9 Festa plc: una ree introduc Ahora bien, si tienes una gran cantidad de seguidores en tu lado, gpor qué ret manera? Hay dos razones para ello. Una es simplemente por respeto a tus conciudadanos. Quizés en el asunto que se esté tratando estés en profundo desacuerdo con ellos, pero se supone ue, en una democracia, sus voces cuentan igualmente, asi que debes escucharles antes de decidir, y si es posible encontrar una solucién que tome en cuenta lo que dicen. (Hay algunos asuntos que no admiten acuerdos de nin- ‘gin tipo, pero en realidad son muy raros: incluso en un caso como el aborto, hay mas posibilidades aparte de la prohibicin total y la libertad total de abortar a petici6 de las usuarias). La otra razén por la cual pued sato renunciar a algunos de los objetivos iniciales es que uizas en la siguiente vuelta td estés en minoria, y que- tés que los que estan en el lado mayoritario tengan en roceder de cuenta tus inquietudes. En otras palabras, te interesafo- mentar una cultura democritica en la que las mayorias 1no arrollen simplemente a las minorias, sino que traten de considerar justamente sus intereses antes de tomar decisiones. Resulta, pues, que la democracia es una tarea muy exi zente. Exige que la gente se interese por asuntos-politi- cos que a menudo son complicados y parecen estar muy apartados de sus vidas cotidianas, y exige que tengan ‘mesura y autocontrol cuando tomen decisiones de este tipo -especialmente, que no pisotcen a los grupos mino- ritarios aunque puedan hacerlo-. Puede ser dific il sis tirlos cantos de sirena que nos dicen que seria mejor de- jarlas decisiones politicas en manos de aquellos alos que hemos votado para que nos representen. Pero a menos 82 «que resistamos ~a menos que nos aferremos a la idea de que la autoridad politica pertenece en timo término a la iudadania en su conjunto- terminaremos siendo devo: rados, como ya nos avis6 Locke, por los leones que nos gobiernan. La discusién sobre la democracia ha hecho surgir otras, tres cuestiones que nos van a ocupar en los capftulos si- guientes. La primera de ellas es si hay una esfera de libe tad personal que deba ser protegida frente a las intrusio- nes, incluso de un gobietno democratico. La segunda es si determinados grupos minoritarios deben set dotados de derechos «especiales», que estén por encima de los derechos constitucionales propios de todos los ciudada- nos, para garantizar que reciben un trato justo. Y la ter- ceta es en qué condiciones la democracia es en absoluto posible ~concretamente en qué casos la gente confiaré en el préjimo lo suficiente como para respetar una cons: titucién democritica, yestant dispuesta a discuti y deci dir cosas en un ambiente de mutuo respeto-. En el préximo capitulo me ocuparé de la primer cuestiones 4. La libertad y los limites del gobierno Si nuestro pintor sienés, Ambroglio Lorenzett, visjase en una maquina del tiempo hasta el dia de hoy, y le pre _guntisemos su opinisn sobre lafilosofia politica conteni- da en este libro, ereo que gran parte de lo que hemes di ccho hasta este momento le resultaria familiar y més © menos aceptable. Probablemente pensaria que he dedi cado mas espacio del necesario alas ideas anarquistas, y consideraria extraordinario que alguien pueda tener €s- criipulos morales frente a la caza del zorro, pero estatia- ‘mos (confio) fundamentalmente de acuerdo en cuanto a la naturaleza de la autoridad politica, la necesidad de que los gobernantes respondan ante el conjunto de los ciudadanos, y los elementos que forman parte de un buen juicio poltico. Sin embargo, Lorenzetti encoatra ria mucho més extrafo el capitulo que ahora comienza Este capitulo trata sobre la cuestién de si hay ono hey un imbito de libertad humana que deba mantenerse fuera & 4. Laliberad ints dl bien del alcance de la politica -sobre si hay 0 no hay areas de Ja vida humana en las que el gobierno deba abstenerse categ6ticamente de intervenir-. Fsta idea, que es un ee: fa politica dominante mento fundamental de la ideol en nuestra época -el liberalismo-, no habia aparecido aiin en la época en la que pintaba Lorenzetti, Por su: puesto, el buen gobierno de Lorenzetti dejaba un consi erable margen de libertad: la gente era muy libre de cultivar, comerciar, cazar, etc., pero no se trataba de una cuestidn de principios, sino més bien de la limitada ca: pacidad del gobierno para intervenir en esos aspectos de la vida diaria La idea de que el gobierno debe estat limitado ha ido configurindose a lo largo de varios siglos, y recibié su primer impulso de los conllictos religiosos posteriores a Ia Reforma europea del siglo xV1. Cuando la Iglesia caté- lica romana perdié su monopolio sobre la vida religiosa de las sociedades cristianas, la primera respuesta fue que cada comunidad politica debia tener su propia religion oficial, ya fuese catdlica 0 protestante. Sin embargo, la multiplicaciéngde sectas protestantes dio lugar a una ex sgencia de tolerancla religiosa: dentro de ciertos limites, cada persona tenia derecho a buscar su propio camino hacia Dios, y el estado no tenia por qué interfcrit en esta bisqueda. Con el paso del tiempo, la exigencia de liber tad religiosa se transformé en una exigencia més amplia de libertad personal: una defensa del derecho de cada persona a clegir sus propias creencias y su propio modo de vida, siempre y cuando esas decisiones no afectaran dlirectamente a la libertad de otros. Concretamente, el movimiento romantico de finales del siglo xvi y princi 85 lela plc un ree intron pios del x1X leg6 a todas las generaciones posteriores la idea de que cada persona es un individuo nico, y que solo puede realizarse verdaderamente si se le permite elegit por sf misma su forma de vivir. Y esto, natural mente, exige el espacio mas amplio posible para probar ‘nuevos y originales modos de vida: nuevas profesiones, nuevas formas de expresi6n artistica, nuevas maneras d entender las relaciones personales, etc. Como esetibié John Stuart Mill en su clisico escrito Sobre la libertad (de cuyas propuestas pri icas hablaremos més adelante) No hay razén para que toda existencia humana tenga que construirse sobre uno o sobre un pequefio nimero de patro- nes. Siempre y cuando una persona posea una cantidad ra zonable de sentido coma y de experiencia, su propio modo e €n si mismo, sino porque es el suyo. Los seres humanos no lisponer su existencia es el mejor, no porque sea el ejor son como las ovejas;¢ incluso las ovejas no son tan similares que no se las pueda distinguis: Los liberales razonaban de este modo: puesto que lai bertad individual tiene un valor tan grande, debe prohi- birse a todos los gobiernos, por muy buena que sea su constitucién, que interfieran en ella, El buen gobierno 1 basta: incluso el gobierno mejor constituido y mejor intencionado sentir la tentacién de entrometerse en 20. nas en las que la libertad individual debe ser intocable. Esta es la idea que a Lorenzetti le habria resultado tan cextrafia, y que vamos a explorar en este capitulo. ‘Tenemos que hacernos dos preguntas fundamentales En primet lugar, qué es exactamente esta libertad de la %6 te ah oyna mn mpeg 4, Lalibenad yin dl gobierno que estamos hablando? ¢Qué queremos decir cuando decimos que alguien es libre para hacer esto o aquello, 0 para vivir de una manera o de otra? En segundo lugar, qué limites tiene la libertad individual? «Qué hay que hacer cuando mi libertad entra en conflicto con otros objetivos politicos, incluida la libertad de todas las de- mas personas? ¢Hlay alguna manera de resolver este pro: blema segtin principios? ‘Comencemos con la propia libertad, una idea esquiva ue ha llenado p: paginas de libros de filosofia politica. Como primer acercamiento, diremos que la li bertad de una persona depende del ntimero de opciones disponibles y de su capacidad de decidirse por una de ellas, Una persona que puede elegir entre diez trabajos diferentes tiene mas libertad que otta que s6lo puede clegir entre dos. Naturalmente, también importa la cali dad de las opciones: alguien puede pensar que la posibi Tidad de tad que la posibilidad de elegir entre diez. trabajos infames, sobre todo si todos los trabajos malos son simi lares (barrendeto, limpiador de oficinas, limpiador de ). AA pugs, en vez de «niimero de opciones» quizis deberiamos decir «amplitud de opciones», donde «amplituds incluye también el valor de las opciones dis ponibles y el grado de diferencia que hay entre ellas Debemos incluir ademés la segunda cléusula, la «capa cidad de decidirse por una de las opciones», porque al: guien podria tener ante si diversas opciones peto por luna u otra raz6n ser incapaz.de decidirse auténticamente por una de elas. Imaginemos por ejemplo que alguien te ofrece la opcién de ir a ver una de las dos obras de teatro gir entre dos trabajos buenos le da més liber 5 {que se representan esta noch , pero sélo te dice el titulo nninguno de los cuales te suena de nada, Puedes elegir una obra al azar, pero no puedes elegit en el sentido de decidir qué obra te apetece ver més. O, si de las obra no, pensemos en una chica que est completamente do: minada por su madre y que siempre hace lo que ella su- siere. Cuando se le ofrecen distintos trabajos, elige inva tiablemente el que recomienda su madre. Desde un punto de vista tiene libertad para el legir su empleo, pero desde otto punto de vista, nolo tiene. Podemos decir; por tanto, que la libertad tiene un as- ecto externo y un aspecto interno: depende de si la constitucién del mundo abre ante nosotros varias puer: tas, pero también depende de si somos capaces auténticamente por qué puerta pasar. Para entender qué significa realmente que una puerta esté abierta, y quésig nifica hacer una auténtica eleccién, tenemos que profun- dizar ahora un poco mis, Cuando podemos decie que alguien dispone de la op: ci6n de clegir? Demos la vuelta ala cuestién y pregumté monos cuindo «no» hay opcién. El caso més claro es aquel en el que la opcién de elegir se ha vuelto fisica- mente imposible: una persona a la que se ha inmoviliza do 0 a la que se ha metido en prisién tiene muy poca li beettad, porque se le impide fisicamente hacer casi todas las cosas que haria en otro caso. Algunos filsofos dle la politica, incluido nuestro viejo amigo Hobbes, han sos tenido que lo «tinico» que restringe la libertad de las personas son los impedimentos fisicos, A la mayoria de la gente, sin embargo, esto le parece un punto de vista demasiado estrecho. Por lo gener |, pensamos que deja 88 nate amen 4. Lateral iis el gobierno de haber opciones cuando a las mismas se vinculan san- ciones de distinto tipo. Las leyes, en concreto, estringen la libertad de quienes estén sometidos a ellas, porque se aplica un castigo alos que las incumplen. Nada me impi: de, fisicamente, conducir a mayor velocidad de la permi tida, 0 romper la ventana de mi vecino, pero silo hago, estaré expuesto a ser detenido y castigado, de modo que no soy libre de hacer tales cosas, Lo mismo sucede con las amenazas hechas por personas. Si alguien me amena: za con darme una paliza si me ve otra vez hablando con su novia, entonces (suponiendo que Ia amenaza vaya en serio) eso deja de ser una opcién para mi Generalmente se admite que los impedimentos fisicos y las sanciones son barreras que reducen la libertad, La cosa se vuelve mucho mas controvertida cuando lo que disuade ala gente de elegir algo es el coste que supondria hacerlo, y-el «coste» no es ninguna forma de castigo o de sancién, Siguiendo una formulacién que a veces se utiliza: ges libre de cenar en un restaurante caro ~el Ritz, por ejemplo una Berni 20 Seo on? Dering Ue jue en realidad,no hay ninguna posibilidad de que una pena santa Ritz (al menos sin suftir las temibles, consecuencias que se seguitian al descubrir que no tiene dinero)? . Decir que la justicia tiene una importancia capital para el buen gobierno es una cosa; decit en qué consiste la justicia es otra cosa muy distinta, ésa es la cuesti6n que vva a ocuparnos a lo largo de todo este capitulo. De una cosa podemos estar ya seguros: no va a ser una respuesta sencilla. Nos lo dice la propia obra de Lorenzetti, Uno de los platillos de la balanza esta sosteniendo a un fingel que representa a la Justicia Distributiva, y este angel esta al mismo tiempo cortando con una espada la cabeza de un malhechor y poniendo una corona en la cabeza de tuna persona'€juese la merece. El otto platillo sostiene a la Justicia Conmutativa, y ésta parece estar supervisando un intercambio entre dos comerciantes, asegurindose supuestamente de que la lanza del herrero y el fardo de tela del tejedor sean del mismo valor. La justicia, por tanto, tiene algo que ver con castigos y ptemios, y tiene algo que ver con la igualdad, pero gcémo definirla? Una definicién muy antigua, del empe- tador romano Justiniano, dice: «justicia es la voluntad constante y perpetua de dar a cada uno lo suyo». Por st 1 Lafusticia en el cundeo de La leg del buen ye mal gobierno, de Amboplio Lorenz i ‘misma, esta definicién no parece darnos mucha informa cin, pero al menos nos orienta en la direecién correcta En primer lugar, subraya que la justicia tiene que ver con que cada persona individual reciba el trato cortecto; n0 tiene que ver con sila sociedad en general es préspetao pobre, culturalmente rica 0 culturalmente estéril, etc. Esto no significa que debamos ignorar por completo a idea de justicia para «grupos» ~de hecho nos ocupare mos més detenidamente de esta cuestién en el capitulo siguiente, pero sf que el elemento primario de la justicia ¢€5 cémo son tratados los individuos. En segundo lugar, a expresién «voluntad constante y perpetua» en la def nicién nos recuerda que otro aspecto fundamental de la er tratada de una manera justicia es que la gente del no arbitratia: el tato que una persona recibe a lo largo del tiempo debe ser uniforme, y también debe haber uni- fotmidad en el trato que se depara a adistintas» person cde maneta que si mi amigo y yo tenemos las mismas cua- lidades, 0 nos hemos comportado de la misma manera, famos recibir los mismos beneficios, o el entonces debs mismo castigo, dependiendo de las circunstancias. Elhecho de que la justiciaimplique uniformidad expli cca por qué actuar con justica es tan a menudo una c tiGn de seguir «reglas» o aplicar «leyes»: las regs y las le arantizan Ia uniformidad al establecer que dadas cadas, debe hacerse tal cosa ciertas circunstancias especifi Pero la uniformidad porsfsola no basta para que haya jus ticia, como es facil ver considerando una regla que dijese: «todas las personas pelirrojas deben ser ejecutadas», 1 otra tegla que dijese: «todas las personas cuyo apellido co: rience por “D” recibirin el doble del sueldo normal» Lo que estos ejemplos ponen de manifiesto es que la jus- ticia exige «relevanciay; si distintos individuos van a reci bir tratos diferentes, debe ser en virtud de diferencias que sean relevantes"fattela cucstién. Y ello también significa que si no hay diferencias relevantes que puedan funda mentar una discriminaci6n, la justicia implica igualdad: ria ser tratado de la misma manera ual es ne todo el mundo det Todavia esta por ver hasta qué punto un trato cesario en la practica, pero ahora tenemos ya un segundo elemento de la justicia que debemos colocar junto a la mera uniformidad: la justicia exige que todo el mundo sea tratado de manera similar a no ser que haya razones ree- vantes para tratarlo de manera ci Podemos afiadir todavia un tercer elemento centr: la idea de proporcionalidad. Esta idea nos dice que cuando alguien recibe un trato diferente en virtud de razones re Jevantes, ese trato debe ser proporcional a la razén que justifica la desigualdad, ya sea algo que ha hecho o algiin rasgo que posee. Mucha gente considera, por ejemplo, que la dedicacién intensa en el trabajo es una razén tcle- vvante para recibir un sueldo més alto, Ahora bien, para ‘que haya justicia tiene que haber también proporcionali dad: si Smith trabaja de manera dos veces mas producti va que Jones, debe recibir un sueldo dos veces mayor que el de Jones, pero no diez veces mayor. Exprimiendo la formula justiniana hemos conseguido extracr una considerable cantidad de informacion scbre la justicia, pero todavia no hemos sido capaces de decir exactamente a qué tiene derecho la gente en cuestién de fican el tra justici, ni qué razones (sies que las hay) ju to desigual. ¥ de hecho no hay respuestas facies pars es: tas preguntas. En parte, esto se debe a que la gente no suele ponerse de acuerdo sobre qué es lo que exigs la justicia en términos concretos, pero también porque toda respuesta dependera, en gran medida, de quién esta actuando, del tipo de trato recibido y de las circuristan- del procedimiento utilizado para llegar a la decisi6n ~no tenemos ningiin criterio independiente con el que pu digramos evaluar el resultado Si, por ejemplo, hay que hacer un trabajo desagradable o peligroso y no hay nin: ‘guna razén por la que alguien en particular tuviese que hacerlo (por, digamos, tener especiales habilidades), en- tonces podemos decidirlo en funcién de quién saque el palito mis corto, y sera un procedimiento justo, porque todo el mundo tiene las mismas posibilidades de que le toque. O quiaas un equipo tiene que elegir a su capitan, y lo hace vorando ~una vez mas, un procedimiento justo porque a las preferencias de todos se les da el mismo va Jor En algunas ocasiones se han utilizado procedimien: tos de este tipo'Barmlecidir cuestiones mas importantes se han utilizado, por ejemplo, métodos aleatorios para decidir quién debe ser reclutado para el eército, 0 quién debe desempefiar determinados cargos politicos. Pero nosotros estamos buscando procedimientos que produz- can resultados no simplemente aleatorios, sino resulta- dos justos en un sentido més fuerte. 2Qué principios aplicamos, entonces, para decidir cudndo un resultado es justo? A la luz de lo que dijimos antes sobre el nicleo del concepto de justicia, uno de los uy lost polcs na bree into candidatos evidentes es Ia igualdad todo el mundo debe recibir la misma cantidad de lo que sea que se esté distribuyendo~. Este es el principio que aplicamos en el caso del premio de loteria, y se puede aplicar, en general, cuando se trata de repartir algin beneficio, o algtin cos- te, yno hay ninguna razén relevante que nos permita ds. tinguir entre dos posibles receptores Ei tancias, la igual tiene dos argumen- tos de su parte: en primer lugar, cualquier otro modo de distribucidn de los beneficios costes est condenadoa Ia arbitrariedad, puesto que no hay razones relevantes para la discriminacién; en segundo lugar, es més proba ble que produzcamos un mayor bien global si compart 1mos tanto los beneficios como los costes de manera equi tativa. Volviendo a nuestro ejemplo inicial, supongamos que yo no sé absolutamente nada de las cinco personas {que reclaman los 100 euros, y que tengo que elegir entre darle todo el dinero a una persona seleccionada al azary repartirlo equitativamente entre las cinco. Desde el pun: to de vista de los procedimientos, ambas decisiones scn justas, pero el segundo resultado es probablemente mejor porque, si todas las demas cireunstancias. permanécen iguales, para una persona los primeros 20 euros tienen mds valor que los incrementos subsiguientes. Suponga mos, por ejemplo, que las cinco personas resultan estar murigndose de hambre: entonces, si le doy a una sola persona los 100 euros, las otras cuatro pueden mori Por supuesto, hay circunstancias en las que sucede pre cisamente lo contratio ~necesitas 100 euros para seguir vivo, y 20 euros no sirven para nada~. Si supiese que estas ci ug 3 Ja cocurre tal cosa, entonces deberia elegir una persona al azar y darle el dinero, puesto que asi al menos todas ellas tienen una oportunidad entre cinco de sobrevivir. Pero este tipo de casos son la excepcién. Por lo general, es mejor compartir los beneficios en partes iguales, y lo mismo vale para los costes: al extenderlos tanto como sea posible, reducimos las probabilidades de que a al guien le toque soportar una canga muy pesada, Un principio de distribucién justa es, por lo tanto, la igualdad. Algunos filésofos de la politica han sostenido {que es el «tinico» principio que toda justicia es una for ‘ma de igualdad-, pero creo con ello se confunde el prin DE BIBLIOT A “ERE” GO DEPT 6. Feinino y mln IBLIO: uedan incrustadas en la psique de la mujer a una edad muy temprana, y resulta muy dificil combatilas posterior- mente. Sin duda, las mujeres toman verdaderas decisiones en muchos fimbitos de la vida -profesién, religién, estilo de vida en un sentido amplio-, pero casi siempre sin salir. se de ls limites fjados por las ideas dominantes de femi nidad. Lo cual puede derivar en resultados dafinos: la ob- sesi6n por la apariencia fisica, por ejemplo, puede generar anorexia entte las adolescentes, las ideas sobre la tareas domésticas propias del hombre y la mujer pueden hacer ue las mujeres se sometan a una divisién enormemente {njusta de las faenas del hogar, ete El problema a la hora de abordar este asunto es que se mezcla con otra cuestién sobre la que las propias fem nistas no se ponen de acuerdo: zcomparten hombres y ‘mujeres, en esencia, una naturaleza comtin?, ¢o las dife rencias que les separan son tan profundas que siempre preferiran vivir de man 1s diferentes? Si esto iltimo es cierto, entonces no deberiamos dar por sentado tan tipi: damente que toda mujer que elija seguir ciertos patrones culturales esta eligiendo de manera inauténtica. No se trata de que tégamos que aceptar las normas que, pot ejemplo, llevan a las adolescentes a matarse de hambre, peto al menos resulta posible pensar que quizas dentro dela naturaleza de la mujer esté el preocuparse mas que los hombres por su apariencia isica, En tal caso, no tiene por qué set necesariamente perjudicial para su libertad el hecho de que sus decisiones en esta esfera de la vida adopten patrones distintos a los de los hombres, Como decidir si estas «diferentes maneras de elegir» son solamente el resultado de normas culturales que pueden ser 145 'ACIONAL DE CoLOMB ‘AS modificadas, 0 reflejan mas bien diferencias que son inhe- rentes alos sexos? Esta cuesti6n es tan compleja que tal vez Jo mas prudente sea imitar @ John Stuart Mill y mantener nos en el agnosticsmo. Como Mill escribié en El someti siento de las mujeres (ano de los escastsimos ejemplos que hay de filosofia politica feminista antes de siglo XX): J niego que alguien conazea o pueda conocer la naturale: za de os dos ‘mutua que ahora mantienea, Si alguna vez se hubieran en: sxos ya que s6lo han sido vistos en la relacn ‘ontrado hombres en una sociedad sin mujeres, © mujeres sin hombtes, osi hubiera habido alguna vez una sociedad de bajo sen la cual las mujeres no se hallara ricias mentales y morales que puedan sein herentes ala naturaleza de cada sexo. Puesto que carecemos de ese tipo de informacién, te nnemos muy buenas razones para exigir que las condicio. nes externas de libertad sean las mismas para hombres mujeres, es decir, que tengan un mismo abanico de op- ciones, y que los costes derivados de cualquier opeion {que elijan sean los mismos para unos y otras ‘Ahora bien, si, ademas de ello, deberiamos intentar acabat con el dominio de las normas culturales mayori tarias sobte lo que significa conducta apropiada para hombres y mujeres, 0 si deberiamos més bien intentar aque las normas teadicionales femeninas sean valoredas cn la misma medida que las normas tradicionales mascu- Tinas, esto, ya digo, sigue siendo objeto de intenso debate entre las propias feministas 146 Las minorias culturales grupos cuya identidad rel siosa o étnica es distinta a la de la mayoria de la socie dad también encuentran barreras a su libertad perso nal. Aunque en las sociedades lberales contemporsineas disfrutan formalmente de las mismas oportunidades educativas y profesionales que los miembros de la mayo. rfa, a menudo los costes derivados de esas opciones son ‘mucho mayores. Puede que la propia manera de definit los empleos, por ejemplo, dificulte el cumplimiento de los requisitos asociados a los mismos por parte de los srupos minoritarios tal vez se exija un tipo de indumen taria que entre en conflicto con las normas teligiosas o la tradicién, puede que la distribucin de las horas de tra bajo a Io largo de la semana sea incompatible con las, practicas religiosas, por ejemplo si se exige trabajar en el dia sefialado como sabbat, ete. Los multiculturalistas sostienen que debe haber igualdad de oportunidades en tun sentido que no sea solamente formal. El problema es que quizas los propios costes sean una cuestién de elec ci6n. Si yo decido no comer cerdo por razones religiosas, es evidente que;po se trata de una limitacién de mi liber. tad: yo mismo me'Rimpuesto esa restriccién. la implantacién en «80s paises de los derechos de la lista larga mediante in: centivos de distintos tipos -por ejemplo, ofteciendo la posibilidad de entrar en organismos internacionales como la Unién Europea-, pero no debemos intentar im- ponerlos). @Por qué los derechos humanos nos imponen obliga ciones de justicia independientemente de fronteras nat cionales ofronteras culturales de otro tipo? Por un lado, sefialan caracteri icas verdaderamente universales de la existencia humana que trascienden las diferencias cultu: rales. Ti y yo podemos disentir razonablemente sobre la importancia de las creencias y las practicas religiosas, pero no podemos disentir razonablemente sobre si al auien que esté siendo torturado 0 muriéndose de ham. bre esta suftiendo o no. Por lo tanto, el argumento ante riormente presentado sobre el cardcter no universal de las ideas de justicia social no tiene aplicacién aqui Pot otro lado, los derechos humanos tie eso moral nun gra Corresponden @ las formas mas graves de aio que pueden sobrevenir a una persona, y en este sentido estén por encima de nuestros escriipulos sobre equidad y reciprocidad. Esta es una diferencia que reco- rnocemos instintivamente. Si alguien que no esta en serie peligro me pide ayuda -por ejemplo, me pide que le lle: ve ala estacién-, lo mas probable es que me pregunte si se estd aprovechando de mi buena voluntad o si esa per sona estaria dispuesta a hacer lo mismo por mi en otra ‘ocasién. Pero si est gravemente herido por un acciden: 186 Nicer acl ales: los actors Jule Christe y Gy Grant 18, Dacha unten os acon Jas Chie» GG (clebranda el Dia de los » estoy en posicién de te, lo tinico que importa es que tyadarle. La proteccién de los derechos humans perte hece al segundo caso, Si no estan protegidos, moriré 0 sfrra gente asi que todo aquel que pueda ayudar debe acerlo por una cuestin de justcia. se arc regig del justia plobales que todas las personas tengan la posbilidad de ser politicamente au tanomas; que todas las comunidades politcas puedan disfrutar del derecho de autodeterminacién, Esto no (quiere decir que toda naci6n tenga que tener su propio stado independiente. En algunos casos, la gente est tan entremezclada geogréficamente que esta simple f6rmula par I autodetermiacién nos pede ales. Sinem argo, hay formas de autodeterminacién que se pueden cee estos casos, como el acuerdo de compartir el 187 echos que a «nosotros» nos parecen importantes, como el derecho al sufragio universal o a la libertad religiosa sin cortapisas (podemos «fomentar> la implantacién en esos paises de los derechos de la lista larga mediante in- centivos de distintos tipos ~por ejemplo, ofreciendo la posibilidad ce entrar en organismos intemacionales como la Unién Europea, pero no debemos intentar im. ponerlos) éPor qué los derechos humanos nos imponen obliga ciones de justicia independientemente de fronteras na cionales 0 fronteras culturales de otro tipo? Por un lado, sefalan caracteristicas verdaderamente universales de la eexistencia humana que trascienden las diferencias cultu rales. Ti y yo podemos disentir razonablemente sobre la importancia de las creencias y las practicas religiosas, ero no podemos disentir razonablemente sobre si al guien que esté siendo torturado 0 muriéndose de ham: bre esti sufriendo o no. Por lo tanto, el argumento ante riormente presentado sobre el rrécter no universal de las ideas de justicia social no tiene aplicacién aqui. Por otto laclo, los derechos humanos tienen un gran peso moral. Corresponden a las formas mas graves de dafio que pueden sobreveni una persona, y en este sentido estén por encima de nuestros escrtipulos sobre equidad y reciprocidad. Esta es una diferencia que reco- ‘ocemos instintivamente, Si alguien que no esté en serio peligro me pide ayuda -por ejemplo, me pide que le le ve ala estacién-, lo més probable es que me pregunte si se esté aprovechando de mi buena voluntad o si esa per. sona estaria dispuesta a hacer lo mismo por mi en otra ‘ocasién, Pero si esté gravemente herido por un acciden- 186 7, Nios dot jc lb 18, Derechos humancsuaiversls los ators Julie Ciistiey Gy Grant Celebrando el Dia de los Derechos Humanos dela Naciones Unidas, te, lo nico que importa es que yo estoy en posicién de ayudarle. La proteccién de los derechos humanos pert nece al segundo caso, Si no estan protegidos, motira 0 suftind gente, asi que todo aquel que pueda ayudar debe acetlo por una cuestion de justicia ‘ Elter ei reffuisito de la justicia global es que todas las personas tengan la posibilidad de ser politicamente at ténomas; que todas las comunidades politicas puedan disfrutar del derecho de autodeterminacién, Esto no uiere decir que toda nacién tenga que tener su propio estado independiente. En algunos casos, la gente esta tan : : ta simple formula entremezclada geograficamente que es para la autodeterminacién no se puede aplicar. Sin em bargo, hay formas de autodeterminacién que se pueden utilizar en estos casos, como el acuerdo de compart el 187

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