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Daniel Medvedov

ODISEA
Madrid
2009
Bien les valdría a todos, americanos, judíos,
árabes, europeos, chinos y demás, a emular este libro y
a todos aquellos varones, niños, mujeres y ancianos de
los textos homéricos, para poner punto final al odio, a
la guerra sin alma, a vergonzosas acciones y
traiciones. Pero los dioses están contemplando, y temo
que mucho tardaremos hasta ver paz , consideración y
respeto entre los seres humanos, aquí, en esta tierra del
comienzo del tercer milenio. ¿Qué más quieren hacer?
¿Cuántas desgracias mundiales se acercan?
Desde la sabiduría, riega esos campos e infunde,
sin temor, plena confianza en la veracidad a todos
aquellos que luchan en contra de esas locuras de hoy.
Ojala reflexionen en que el "ojo por ojo" no es la
medida de la sabiduría. Dementes y díscolos hacen
papeles indignos de líderes y los discretos están
retirados, como yo, modestia aparte, en ese lejano
balcón de Barcelona, o Madrid, o Miami. . . qué sé yo.

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Como un fumador de puros, al acabarse todos los
cigarros, busca en la noche, entre los cabos que había
guardado en el cenicero, uno digno de ser prendido de
nuevo y lo encuentra escondido entre cenizas y astillas
de madera de cerillas, así busco yo entre recuerdos y
rememoro esta historia ejemplar de la Odisea, dándole
vida una vez más, para el encanto de los fumadores
que leen al borde de la noche. Mi vida es un libro
abierto que aun escribo. Me mueve el deseo de legar a
mis amigos el testimonio de las andanzas que he
realizado durante medio siglo, desde una otra Troya,
hasta mi regreso a Ithaca, semejante a la de Odiseo,
lugar salvaje y agreste donde los caballeros no pueden
correr a placer, ya que no hay planicies, ni campos,
sino roca escarpada a la orilla del mar. Mi país se
parece a ese lugar del capítulo ochenta del Tao Te
Ching y allí retorno, luego de largos años de ausencia
y peregrinajes en busca de los seres realizados.
Todavía me esperan, y mi silla tachonada de bronce
nadie la ocupa. Mi hijo, TeleMarcos, ya es un hombre
y mi niña de cinco años, ahora unos más, pregunta
cosas difíciles de responder. Estamos en el 2009, año
que se escribe con un caracol en la cola. Con la ayuda
del buen Trios, en el cual ya nadie confía, y muchos se
avergüenzan hasta de nombrarlo, terminaré mi labor y
lo sellaré con el sello del rey, entregado por uno de

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mis maestros, Liu, "El Pequeño Rey Rebelde", Xiao
Pa Wang, Príncipe de las Artes Marciales.
Desde que nací, supe que mi vida iba a ser
entregada al estudio y a la búsqueda. La educación,
que por fuerza me trataron de imponer, no se pegó a
mis plumas, como no se pega el agua de las alas de
un cisne negro que surca las olas de un portentoso río.
No sé qué tanto pretendían todos esos profesores y
maestros de escuela.

Yo encajaba en los grupos escolares como un


ladrillo entre piedras no labradas, o, tal vez, al revés,
como una piedra no labrada entre los ladrillos de un
muro. El lenguaje, las lenguas, el cuerpo, las artes, el
juego, la meditación, esto es lo que me ha llevado a
frecuentar las casas de mis maestros. Si en algo he sido
privilegiado es en el encuentro con seres especiales,
que, a lo largo de toda mi vida, han traído alegría y
humor a mis días y silencio para mi Ser, por fin
encontrado, luego de largos días de búsqueda,
añoranza e investigación, al lado de Guilgamesh y
Zalmoxis, junto con Sócrates y Dante, caminando con
Paracelso y Rabelais, detrás de Miyamoto Musahi y su
maestro Takuan, andando con Cyranó en la Luna y
paseando por las arenas de oro del Sol con Heráclito,
el Oscuro.
"La Odisea, que cambia como el mar. Algo hay
distinto cada vez que la abrimos . . ." - decía Jorge

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Luis Borges. Ya la estamos abriendo de nuevo: ¿Por
cuanta vez?
Cada vez que abrimos la Odisea para leerla,
abrimos pues un libro nuevo, recién salido de la
imprenta. ¡Qué agradable fragancia tienen las guardas,
el lomo y las hojas verjuradas de la linda Odisea!
Estoy en ITHA-CATA-LUNYA, fumo mi puro y
ofrezco su ceniza a todos aquellos que alguna vez han
leído hoy, este libro sin precio. Odiseo es el Ser, y su
peregrinaje es la misma aventura del Ser, a través de
los mares de sus múltiples existencias, como islas
mágicas que aparecen al horizonte del nacimiento. . .
Cóncavas grutas, cóncavas naves de veinte
remeros, veinte dedos. ¿A qué bueno saber los
nombres de las estrellas y las formas de las
constelaciones cuando aun careces de la capacidad de
comprender la existencia de esas luces en el cielo
nocturno? He observado como los eruditos y los que
no lo son, tratan siempre de preguntarte acerca de las
estrellas, indagando si acaso sabes sus nombres, o las
formas de las constelaciones. Yo me reía: eso no sirve
para nada. Habría que nombrar por si mismo las
estrellas y crear la forma de tus propias constelaciones.
Este será tú cielo y bajo su luz fosforescente de
ardentía, elevarás tus cargas hasta el fin de la noche.
Habría que recordar que las estrellas siguen
estando allí, en el cielo, durante el día, aunque nadie

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sea capaz de percibirlas. Este hecho tan sencillo, es, a
veces, pasado por alto.
En el I Ching, hay una línea que nos informa el
modo de verlas a plena luz del día: ¡Escondido entre
grandes biombos, mira hacia arriba y verás las estrellas
en pleno mediodía!
Odisea:
• Geografía del mundo invisible
• Lucha del Ser en contra de los más agudos
defectos
• Memoria: ama de llaves
• Luchas internas, en el cuerpo
• Anatomía secreta
• Teorías del sueño y de sus dos puertas
• Homero, rico en ardides y varón ingenioso:

polimekhanos
• Islas como vidas
• Amistad
• El Ser que se da a conocer a su propia
persona
• Camuflaje místico y guerrero (C.XIII, 430-
440)
• El secreto de la botánica paralela y la planta

MOLY, ver ¡nepenthe!


• La imagen del Aborto: La desgracia del

naufragio que acaece en el mar a todos los

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compañeros de Odiseo, al meter la nariz en el
odre de los vientos, la placenta
• Polifemo, el Deseo
• La inteligencia artificial de las naves de los

feacios: la misma placenta


• La infancia del Ser y la vida en la isla
OGIGIA

"Como un hombre en remota heredad, sin vecinos en


torno,
Escondiendo un tizón en los negros rescoldos,
reserva,
La simiente del fuego y excusa el pedirlo a otra parte,
Tal allí se cubrió con las hojas Ulises; Y Atenea,
En sus ojos el sueño vertió, que los párpados luego
Le cerrase y calmara sin más su penosa fatiga . . ."

(Final del Canto V, 488-493, Traducción de José


Manuel Pabón, Gredos, Madrid, 2000)

Para que ese regalo sea completo, vamos a leerlo en


otra versión:
( la de José Luis Calvo, Editora Nacional, Madrid,
1976)

" . . . Y se acostó el divino Odiseo en medio y se echó


encima un montón de hojas, como el que, sin vecinos
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cercanos, esconde un tizón en negra ceniza en un
campo apartado, para conservar un germen de fuego
y no tener que ir a buscarlo a otra parte, para
encenderlo. Así se cubrió Odiseo con las hojas y
Atenea vertió sobre sus ojos el sueño para que se le
calmara rápidamente el penoso cansancio, cerrándole
los párpados. "

MI LECTURA
Esconde, querido hermano, hermanita, tus bellos
recuerdos en las cenizas del silencio, para no ir en
busca del fuego, a otra parte . . .

Daniel Medvedov

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