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Anacrnicas: Esta necrpolis de brazos cados, esta batalla en la noche de los tiempos, este deshacerse de lo hecho para acabar

en menos que la traza de lo que fue, esta abnegada mana de quedarse a esperar por quien no vuelve, esta apata de das inacabados, estas manos culpables de todo, hacedoras de su desvelo, esta locura de abismos, esta noche en que no llover, esta cancin de dientes canbales, este extrao reordenamiento de demasiadas causas aparentes, este ltimo viaje a los confines de ninguna soledad, esta incomodidad cuando me hablas de fracasos y de innegables viajes hacia sitios como escondrijos, esta pieza que no encaja en el rompecabezas, estos ladridos lejanos, ajenos a este silencio, este quedarse, en la madrugada, en cualquier vereda a la espera de una muerte que no llega, esto de ir acallando, encallando marionetas de risa en puertos distantes: mera acumulacin de incongruencias, mera irrupcin de calles por las que ya caminamos sin saber demasiadas cosas acerca de qu era eso de caminar por esta necrpolis que se niega a desaparecer, y no bastar, decamos, con levantar los brazos, de nada servir conocer piedras de ngulo en rompecabezas de fracaso y canciones que ya no sabemos, todo ser siempre este desmoronarse de castillos de naipes como dagas en el centro de un mapa apcrifo con tierras cartografiadas antes de recorrerlas, siempre quedar en algn sitio la evidencia de que no pasamos por aqu, ni siquiera eso y eso ser todo lo que tendremos, lo que tenderemos como un gesto amistoso hacia donde ya nada hace recordar qu eran los gestos, eso de verse, eso de leerse en unas lneas que el ocano ya no guarda para s, en lneas que giran crpticamente en algo que alguna vez fue temblor en la noche, abrazo obcecado cuando todo era perder y no otra cosa.

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