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San Juan Bautista

Precursor del Mesías. El sobrenombre de Bautista le proviene de su ministerio.


Nacido, según algunos, en Judea, pueblecito de Judea; según otros, en Hebrón.
Sus padres fueron Zacarías y Elizabeth, prima de la Santísima Virgen. — Fiesta:
24 de junio. Misa propia.

Es ciertamente una fiesta alegre y popular la del Bautista. En ella parece


cumplirse aún la palabra con la que el ángel anunció a Zacarías su venida al
mundo: «Muchos Se regocijarán en su nacimiento»; y se regocijaron, en efecto,
cuando éste tuvo lugar en las montañas de Judea, y se regocijan todavía en todo
el mundo, veinte siglos después.

Fue Juan el Precursor de Cristo, el que vino para preparar y alumbrar los
caminos del Señor; por esto la Iglesia celebra su nacimiento, como celebra el de
Jesús, distinguiéndolo en esto de los demás Santos. Y con este fin, en el día de su
festividad, ha puesto en la Misa esta preciosa perícopa evangélica, que
magníficamente nos muestra su predestinación divina

«A Isabel, se le cumplió el tiempo de su parto y dio a luz un hijo.

»Y se enteraron sus amigos y parientes de que el Señor había usado con ella
de gran misericordia, y le daban el parabién.

»Y aconteció que al octavo día vinieron a circuncidar al niño, y le llamaban con


el nombre de su padre, Zacarías; intervino su madre, diciendo: No, sino que se
llamará Juan. Dijéronle: Nadie hay de tu familia que se llame con ese nombre.
Hacían señas a su padre sobre cómo quería que se llamase. Él, pidiendo una
tablilla, escribió en estos términos: Juan es su nombre. Y se maravillaron todos.
Abrióse su boca de improviso, y su lengua quedó expedita, y hablaba bendiciendo
a Dios. Y se espantaron todos los que vivían en su vecindad, y en toda la montaña
de Judea se divulgaban todas estas cosas, y todos los que las oían las guardaron
en su corazón, diciendo: “¿Qué será, pues, este niño?”. Porque, a la verdad, la
mano del Señor visitó y rescató a su pueblo..”.

»Y Zacarías, su padre, fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó diciendo:


“Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque visitó y rescató a su pueblo...”».

¡Precursor de Jesús! Precursor es el que precede, el que va delante de otro


para anunciar su inmediata aparición. Los profetas entretuvieron a la huérfana
humanidad, delineando a grandes rasgos la hermosa figura del Redentor; crecía
cada día el ansia por la llegada del Mesías y avivábase la confianza.

Juan el Bautista anuncia a Cristo no sólo con palabras, como los otros
profetas, sino especialmente con una vida análoga a la del Salvador. Nace seis
meses antes que Él; su nacimiento es vaticinado y notificado por el ángel Gabriel,
como el suyo, y causa en las montañas de Judea una conmoción y regocijo
semejantes a los que debían tener lugar poco después en las cercanías de Belén.

El nacimiento de San Juan Bautista es un prodigio, porque no fue obstáculo


para él la ancianidad y esterilidad de Isabel, como no lo fue a María su purísima
virginidad. En vida oculta y escondida consume los treinta primeros años de su
existencia; nadie sabe de él, ni de él nos hablan los evangelistas, como tampoco
nos hablan de Jesús en aquel mismo período, en que quedan ambos como
eclipsados.

A los treinta años salen ambos: uno de su retiro de Nazaret, otro de sus
soledades del Jordán; pero Juan, conforme a su oficio de Precursor, sale antes que
Jesús.

Truena su voz en las márgenes de aquel río, síguenle las turbas, incrépanle los
fariseos... Él habla con libertad a los pobres y a los poderosos. Hay quien le cree
el Mesías. Hay quien escucha su voz como la Buena Nueva prometida, cuando en
realidad no es más que su prólogo. Bien claro Juan lo afirma: «Está para venir
otro más poderoso que yo, al cual yo no soy digno de desatar la correa de su
calzado».
Pronto se extiende el renombre de su virtud, y aumenta la veneración del
pueblo hacia él; los judíos acuden para ser bautizados, enfervorizados por sus
palabras. Mientras predica y bautiza anuncia un bautismo perfecto: «Yo bautizo en
el agua y por la penitencia, y el que vendrá, en el Espíritu Santo y el fuego».

Y cuando Jesús se acerca al Jordán para ser por él bautizado, Juan no se


atreve a hacerlo. «¿Tú vienes a mí, cuando yo debería ser bautizado por Ti?» Mas
Jesús insiste, y le bautiza entonces.

Encarcelado por Herodes Antipas por haberse atrevido a reprimir y censurar su


conducta y vida escandalosa, le llega la noticia de que Jesús ha empezado su
ministerio público. Jesús, por su parte, en su predicación asegura a los judíos que
entre todos los hombres de la tierra no hay un profeta más grande que Juan.

Se ignora cuánto tiempo pasó en la cárcel. Aconteció que con motivo de una
fiesta en celebración del nacimiento de Herodes, cuando el vino y los manjares y
las danzas exaltaban a todos, Salomé, hija de Herodías, esposa ilegítima del rey,
bailó ante Herodes. Entusiasmado éste, prometió darle cuanto pidiera, aunque
fuese la mitad de su reino. Instigada por su madre, pidió Salomé la cabeza del
Bautista. Herodes, no osando faltar a su palabra empeñada ante todos, ordenó
fuese traída la cabeza de Juan, la cual en una bandeja fue presentada,
efectivamente, a Herodías por su hija. Sus discípulos recogieron el cuerpo del
Bautista y le dieron sepultura...

Las alegres fogatas que en la noche de la vigilia de San Juan coronan las
montañas y alumbran nuestras calles y plazas, no parecen sino un reflejo, que
pasa a través de los siglos, del popular alborozo con que fue saludado por los
vecinos de Judea el nacimiento de uno de los santos más populares de la Iglesia.

San Juan Bautista


(s. I d.C.) Jefe de una secta judía emparentada con los esenios.
La tradición cristiana lo considera el precursor de Jesús. Los
esenios eran una de las muchas sectas judaicas de la época,
como las de los saduceos, fariseos y celotes, que esperaban la
llegada de un Mesías. Entre los esenios había un grupo, llamado
de los bautistas, que daba gran importancia al rito bautismal.
Gracias a los Evangelios se conoce la historia del grupo liderado
por Juan Bautista, que llevaba una vida ascética en el desierto
de Judá, rodeado por sus discípulos. En sus predicaciones, que
tuvieron gran acogida por parte del pueblo, exhortaba a la
penitencia, basándose en las exigencias de los antiguos profetas
bíblicos. Jesús recibió el bautismo de Juan a orillas del río
Jordán. El tono mesiánico del mensaje del Bautista inquietó a
las autoridades de Jerusalén, y Herodes Antipas lo mandó
encarcelar. Juan murió decapitado el año 28 d.C.

~ Juan el Bautista ~
Los Evangelios nos presentan con un cierto relieve la figura de Juan el Bautista. En los
relatos de la infancia de Jesús el evangelista Lucas nos narra que Juan Bautista fue hijo
del sacerdote Zacarías y de Isabel (Lc. 1:5) y que su nacimiento (1:13s.) e importante
misión (1:16-18) fueron anunciados por un ángel. Juan 1:15-18 dice: «No beberá vino ni
bebida embriagante y estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre.»

La vida de Juan estuvo marcada por la oración, el ayuno, el silencio y la convivencia con
sus discípulos (Hch. 2:4; 4:8, 31, etc.). En su circuncisión recibió el nombre de Juan y su
padre lo enalteció como precursor del Mesías (1:67-79). La narración de Lucas pone el
nacimiento del Bautista como medio año antes del de Jesús (1:36). Fundándose en una
antigua tradición, mencionada por vez primera por el diácono Teodosio (De situ Terrae
Sanctae) entre los años 520 y 530, algunos ponen el lugar de su nacimiento en Aín-Karín.
En la narración sinóptica (Mr. 1:1-6; Mt. 3:1-6; Lc. 3:1-6), el Bautista aparece por primera
vez en el desierto, donde predica el bautismo de penitencia para la remisión de los
pecados. Mt. 3:7-20; Lc. 3:7-9 nos cuentan el contenido de esa predicación y Lc. 3:10-14
también el de un sermón sobre los varios estados dirigido al pueblo; los tres sinópticos
(Mr. 1:7s.; Mt. 3: lls; Lc. 3:15-18) nos transmiten su testimonio sobre el Mesías y e]
bautismo de Jesús (Mr. 1:9s.; Mt. 3:13-17; Lc. 3:21s.). Juan bautizaba en el Jordán, en
Betania (Jn. 1:28) o en Enón, junto a Salim (Jn. 3:23). Juan (1:19-28) cuenta el testimonio
que el Bautista dio sobre sí mismo, negando ser el Mesías, pero declarándose precursor
suyo; Jn. 1:29-34 nos habla de su encuentro con Jesús (cfr. Mr. 1:7s.; Mt. 3:11s.; Lc. 3:15-
17). Los evangelistas le ponen en relación cada vez más próxima con Jesús: después de
contar las discusiones entre los discípulos de Juan y los de Jesús, Juan remite finalmente
sus discípulos a Jesús, a quien debieran haber seguido.

La aparición de Juan Bautista originó un creciente movimiento popular que Herodes


Antipas miraba con grande inquietud (Ant. 18:5, 2), sobre todo porque Juan reprendía
abiertamente el adulterio del tetrarca. Herodes hizo encarcelar a Juan (Mr. 6:17s.; Mt.
14:1s.; Lc. 3:19s.) y le mandó, por fin ejecutar (Mr. 6: 17-29; Mt. 14:3-12) Desde la cárcel,
Juan había enviado a Jesús una embajada formada por algunos para preguntarle si
efectivamente era el Mesías (Mt. 11:2-15; Lc. 7:18-30). Juan fue enterrado por sus
discípulos. Estos discípulos, que él había reunido en torno suyo (Mt. 11:2; 14:12), usaban
una fórmula propia de oración (Lc. 11:1) y practicaban el ayuno (Mr. 2:18).

El bautismo de Juan es aceptado por Cristo cuando éste se hace bautizar por el
predicador del desierto (Mt. 3:13-17; Mr. 1:9-11; Lc. 3:21-22).

Consciente de su indignidad, accede a la petición del Señor a fin de que ambos «cumplan
toda justicia».

El Bautista habló de Jesús como el «Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn.
1:29, 35), y profetizó que él menguaría mientras Jesús había de surgir en su ministerio
(Jn. 3:26-30).
Los seguidores de Juan el Bautista, fieles a su maestro, miraron con preocupación la
creciente popularidad de Jesús (Jn. 3:25, 26); dos de ellos sirvieron de mensajeros cuando
Juan sintió dudas acerca de Él (Mt. 11:1-5). Fueron los discípulos quienes enterraron los
restos de Juan el Bautista (Mr. 6:29). Años después, en el transcurso de su misión, los
cristianos primitivos encontraron en Asia Menor algunos seguidores de las enseñanzas de
Juan el Bautista (Hch. 18:25; 19:1-7), que abrazaron la totalidad del evangelio al
reconocer al Espíritu Santo. Eran doce en total y estaban en Efeso, juntamente con
Apolos, cuando Pablo vino y les predicó la plenitud del evangelio.

Fuente:

~ Juan, Apóstol ~
Juan el apóstol era hijo de Zebedeo (Mt. 4:21) y de Salomé (Mt. 27:56; cfr. Mr. 15:40),
hermano de Santiago el Mayor, de Betsaida, pescador como su padre (Mt. 4:21; Jn. 21:1-14) y
familiarizado con la lengua de los pescadores. Sus padres eran acomodados: su padre tenía
jornaleros a su servicio (Mr. 1:20), poseía por lo menos una barca (Mt. 4:21) y pescaba con red
barredera, no a la manera de los pescadores pobres; su madre servía a Jesús con su hacienda
(Mt. 27: SSs.; cfr. Lc. 8:3). Fue antes discípulo del Bautista (Jn. 1:25-40), y luego llamado por
Jesús al apostolado (Mr. 1:19s.; cfr. Lc. 6:14).
Juntamente con su hermano Santiago y Simón Pedro, Juan fue uno de los tres amigos íntimos
de Jesús, testigos de su poder en la resurrección de la hija de Jairo (Mr. 5:37), de su
transfiguración sobre el monte Tabor (Mr. 9:2) y de su agonía en el huerto de Getsemaní (Mr.
14:33). Con la frase «el discípulo a quien Jesús amaba», el cuarto evangelio se refiere, sin
duda, a Juan (Jn. 13:23; 19:26; 20:2; 21:7, 20): éste se reclinó, en la última cena, sobre el
pecho de Jesús (Jn. 13:23) y a él Jesús encomendó su madre (Jn. 19:27). El sobrenombre de
«Boanerges», o hijos del Trueno», que dio Jesús a los hijos de Zebedeo alude tal vez a su
carácter impetuoso. Como los dos se veían preferidos por Jesús, creyeron, como su madre,
que ocuparían lugar especial en el Reino de Dios; pero Jesús les predijo que beberían su cáliz
(Mt. 20:20-23). El discípulo amado fue el único de entre los apóstoles que estuvo junto a la
cruz de Jesús (Jn. 19:26).

Juan era amigo de Pedro; era su compañero de pesca (Lc. 5:10); juntos recibieron de Jesús
el encargo de preparar el cordero pascual (Lc. 22:8); probablemente fue Juan quien introdujo
a Pedro en casa del sumo sacerdote, durante el interrogatorio de Jesús (Jn. 18:16); Juan es el
único entre los apóstoles que estuvo junto a la cruz de Jesús (Jn. 19:26); Pedro y «el otro
discípulo» se trasladaron juntos al sepulcro de Jesús (Jn. 21:20-23). Después de la
resurrección de Jesús, también aparecen los dos juntos: en la curación del cojo de
nacimiento (Hch. 3:1-11) y ante el sanedrín de Jerusalén (Hch. 4:13, 19). Los apóstoles
enviaron a Pedro y Juan a Samaria (Hch. 8:14). En la lista de los apóstoles de Hch. 1:13 se
nombra a Juan inmediatamente después de Pedro. Juan estaba en Jerusalén cuando fue allí
Pablo, quien le cuenta entre las «columnas» de la Iglesia (Gá. 2:9). Según una tradición que
se remonta a Policarpo, discípulo de Juan (Ireneo, Adv. Haer. 2:22, 5; 3:1, 1), Juan se
estableció posteriormente en Efeso y desde allí gobernaba las iglesias del Asia Menor (cfr.
Eusebio, HE 3:31, 3; 5:24, 3); acaso llegó al Asia Menor hacia el año 60. Según otra tradición,
fue deportado bajo Domiciano (año 81-96) a la isla de Patmos (Ap. 1:9; Eusebio, HE 3:18), y
de allí, bajo Nerva (96-98), volvió nuevamente a Efeso. Aquí murió bajo Trajano (98-117).

Biografía del Apostol San Juan

1. El Apóstol San Juan era natural de Betsaida, ciudad de Galilea, en la ribera


norte del mar de Tiberíades. Sus padres eran Zebedeo y Salomé; y su
hermano, Santiago el Mayor. Formaban una familia acomodada de pescadores
que, al conocer al Señor, no dudan en ponerse a su total disposición. Juan y
Santiago, en respuesta a la llamada de Jesús, dejando a su padre Zebedeo en
la barca con los jornaleros, le siguieron ~. Salomé, la madre, siguió también a
Jesús, sirviéndole con sus bienes en Galilea y Jerusalén, y acompañándole
hasta el Calvario.

Juan había sido discípulo del Bautista cuando éste estaba en el Jordán, hasta
que un día pasó Jesús cerca y el Precursor le señaló: He ahí el Cordero de
Dios. Al oir esto fueron tras el Señor y pasaron con El aquel día 3. Nunca olvidó
San Juan este encuentro. No quiso decirnos nada de lo que aquel día habló
con el Maestro. Sólo sabemos que desde entonces no le abandonó jamás;
cuando ya anciano escribe su Evangelio, no deja de anotar la hora en la que se
produjo el encuentro con Jesús: Era alrededor de la hora décima 4, las cuatro
de la tarde.

Volvió a su casa en Betsaida, al trabajo de la pesca. Poco después, el Señor,


tras haberle preparado desde aquel primer encuentro, le llama definitivamente
a formar parte del grupo de los Doce. San Juan era, con mucho, el más joven
de los Apóstoles; no tendría aún veinte años cuando correspondió a la llamada
del Señor 5, y lo hizo con el corazón entero, con un amor indiviso, exclusivo.

En San Juan, y en todos, la vocación da sentido aun a lo más pequeño. La vida


entera se ve afectada por los planes del Señor sobre cada uno de nosotros.
<<EI descubrimiento de la vocación personal es el momento más importante de
toda existencia. Hace que todo cambie sin cambiar nada, de modo semejante a
como un paisaje, siendo el mismo, es distinto después de salir el sol que antes,
cuando lo bañaba la luna con su luz o le envolvían las tinieblas de la noche.
Todo descubrimiento comunica una nueva belleza a las cosas y, como al arrojar
nueva luz provoca nuevas sombras, es preludio de otros descubrimientos y de
luces nuevas, de más belleza» 6.

Toda la vida de Juan estuvo centrada en su Señor y Maestro; en su fidelidad a


Jesús encontró el sentido de su vida. Ninguna resistencia opuso a la llamada, y
supo estar en el Calvario cuando todos los demás habían desaparecido. Así ha
de ser nuestra vida, pues, aunque el Señor hace llamamientos especiales, toda
su predicación tiene algo que comporta una vocación, una invitación a seguirle
en una vida nueva, cuyo secreto El posee: si alguno quiere venir en pos de
Mí... 7.

A todos nos ha elegido el Señor —a algunos con una vocación específica—


para seguirle, imitarle y proseguir en el mundo la obra de su Redención. Y de
todos espera una fidelidad alegre y firme, como fue la del Apóstol Juan.
También en los momentos difíciles.

II. Este es el apóstol Juan, que durante la cena reclinó su cabeca en el pecho
del Señor. Este es el apóstol que conoció los secretos divinos y difundió la
palabra de vida por toda la tierra 9.

Junto con Pedro, San Juan recibió del Señor particulares muestras de amistad
y de confianza. El Evangelista se cita discretamente a sí mismo como el
discípulo a quien Jesús amaba 10. Ello nos indica que Jesús le tuvo un
especial afecto. Así, ha dejado constancia de que, en el momento solemne de
la Ultima Cena, cuando Jesús les anuncia la traición de uno de ellos, no duda
en preguntar al Senor, apoyando la cabeza sobre su pecho, quién iba a ser el
traidor ti. La suprema expresión de confianza en el discípulo amado tiene lugar
cuando, desde la Cruz, el Señor le hace entrega del amor más grande que tuvo
en la tierra: su santísima Madre. Si fue trascendental en la vida de Juan el
momento en que Jesús le llamó para que le siguiera, dejando todas las cosas,
ahora, en el Calvario, tiene el encargo más delicado y entrañable: cuidar de la
Madre de Dios.

Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allf, dijo a
su madre: Mujer, he ahf a tu hijo. Después dice al discípulo: He ah~ a tu madre.
Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa 12. A Juan, como a
ningún otro, pudo hablar la Virgen de todo aquello que guardaba en su corazón
13.

Hoy, en su festividad, miramos al discípulo a quien Jesús amoba con una santa
envidia por el inmenso don que le entregó el Señor, y a la vez hemos de
agradecer los cuidados que con Ella tuvo hasta el final de sus días aquí en la
tierra.

Todos los cristianos, representados en Juan, somos hijos de María. Hemos de


aprender de San Juan a tratarla con confianza. El, «el discípulo amado de
Jesús, recibe a María, la introduce en su casa, en su vida. Los autores
espirituales han visto en esas palabras, que relata el Santo Evangelio, una
invitación dirigida a todos los cristianos para que pongamos también a María en
nuestras vidas. En cierto sentido, resulta casi superflua esa aclaración. María
quiere ciertamente que la invoquemos, que nos acerquemos a Ella con
confianza, que apelemos a su maternidad, pidiéndole que se manifieste como
nuestra Madre» 14.

Podemos también imaginar la enorme influencia que la Virgen ejerció en el


alma del joven Apóstol. Nos podemos hacer una idea más acabada al recordar
esas épocas de nuestra vida —quizá ahora—en que nosotros mismos hemos
acudido y hemos tratado de modo especial a la Madre de Dios.

III. Pocos días después de la Resurrección del Señor se encuentran algunos de


sus discípulos junto al mar de Tiberíades, en Galilea, cumpliendo lo que les ha
dicho Jesús resucitado 15. Están dedicados de nuevo a su oficio de
pescadores. Entr:e ellos se encuentran Juan y Pedro.

E1 Señor va a buscar a los suyos. E1 relato nos muestra una escena


entrañable de Jesús con los que, a pesar de todo, han permanecido fieles.
«Pasa al lado de sus Apóstoles, junto a esas almas que se han entregado a El;
y ellos no se dan cuenta. ¡ Cuántas veces está Cristo, no cerca de nosotros,
sino en nosotros; y vivimos una vida tan humana! (...). Vuelve a la cabeza de
aquellos discípulos lo que,en tantas ocasiones, han escuchado de los labios del
Maestro: pescadores de hombres, apóstoles. Y comprenden que todo es
posible, porque E1 es quien dirige la pesca.

»Entonces, el discípulo aquel que Jesús amoba se dirige a Pedro: es el Señor.


E1 amor, el amor lo ve de lejos. E1 amor es el primero que capta esas
delicadezas. Aquel Apóstol adolescente, con el firme cariño que siente hacia
Jesús, porque quería a Cristo con toda la pureza y toda la ternura de un
corazón que no ha estado corrompido nunca, exclamó: ¡es el Señor!

»Simón Pedro apenas oyó es el Señor, vistióse la túnica y se echó al mar.


Pedro es la fe. Y se lanza al mar, lleno de una audacia de maravilla. Con el
amor de Juan y la fe de Pedro, ¿hasta dónde llegaremos nosotros?» 16.

¡Es el Señor! Ese grito ha de salir también de nuestros corazones en medio del
trabajo, cuando llega la enfermedad, en el trato con aquellos que conviven- con
nosotros. Hemos de pedirle a San Juan que nos enseñe a distinguir el rostro de
Jesús en medio de esas realidades en las que nos movemos, porque E1 está
muy cerca de nosotros y es el único que puede darle sentido a lo que
hacemos.

Además de sus escritos inspirados por Dios, conocemos por la tradición


detalles que confirman el desvelo de San Juan para que se mantuviera la
pureza de la fe y la fidelidad al mandamiento del amor fraterno 17. San
Jerónimo cuenta que a los discípulos que le llevaban a las reuniones, cuando
ya era muy anciano, les repetía continuamente: «Hijitos, amaos los unos a los
otros». Le preguntaron por su insistencia en repetir siempre lo mismo. San
Juan respondió: «Este es el mandamiento del Señor y, si se cumple, él solo
basta» 18.

A San Juan podemos pedirle hoy muchas cosas: de modo especial que los
jóvenes busquen a Cristo, lo encuentren y tengan la generosidad de seguir su
llamada; también podemos acudir a su intercesión para nosotros ser fieles al
Señor como él lo fue; que sepamos tener al sucesor de Pedro el amor y el
respeto que él manifestó al primer Vicario de Cristo en la tierra; que nos enseñe
a tratar a Maria, Madre de Dios y Madre nuestra, con más cariño y más
confianza; le pedimos que quienes están a nuestro alrededor puedan saber que
somos discípulos de Jesús por el modo en que los tratamos.

Dios y Señor nuestro, que nos has revelado por medio del apóstol San Juan el
misterio de tu Palabra hecha carne; concédenos, te rogamos, llegar a
comprender y a amar de corazón lo que tu apóstol nos dio a conocer.

Para terminar, y para una mejor comprensión de la importancia y trascendencia


de la obra de Juan, examinaremos muy profunda y detenidamente su obra más
conocida.
El Evangelio Según San Juan.
Carolina Sandell Berg (1832-1903)

A los doce años Carolina se quedó paralítica. Los médicos la desahuciaron, pero
Dios la sanó milagrosamente. Agradecida con el Señor, escribió sus primeros
himnos, entre ellos el “Nuestro Dios y Padre Eterno”. La tragedia no la había
abandonado. A la edad de 26 años navegaba con su padre, un fiel pastor, en un
lago de Suecia. Las olas sacudieron violentamente la nave y su padre cayó en
las profundas aguas, ahogándose ante los ojos atónitos de Carolina. Su
consuelo vino de nuevo por la Palabra de Dios, y lo expresó en muchos
hermosos himnos. Además, redactó una colección anual de poesías,
devocionales e historias. Entre ellas se halla el cuento de un reloj cuyo péndulo
se quejó de tener que oscilar 86,400 veces al día. Una de las manecillas le
sugirió que pensara en hacer una sola oscilación en vez de miles. El péndulo se
percató de la sabiduría del consejo y reinició su trabajo de marcapasos.
Carolina expresó esa verdad en el himno “Día en día”, que es el más popular de
los 650 himnos que escribiera la poetisa sueca.

Roberto C. Savage (1914-1987)

Roberto Savage sirvió como misionero en Colombia antes de trasladarse a


Quito, Ecuador. Allí trabajó durante 25 años en la radio HCJB como locutor,
escritor, promotor y administrador. Se le recuerda por su sonrisa y entusiasmo.
Recolectó himnos y coros, muchos de ellos inéditos, y compiló 15 cancioneros
evangélicos de la serie “Adelante Juventud”. En estos se dieron a conocer las
composiciones de personas como Alfredo Colom y Juan Isáis. Quizá su obra
mayor fue la publicación de himnos de Fe y Alabanza, en 1966. Durante todo su
ministerio trató de estimular la creación de nueva música cristiana
latinoamericana. Entre los varios himnos que tradujo al español se encuentra
“Alabad al gran Rey”.

Tradujo y/o arregló los himnos “Oh ven, bendito Emanuel”, “Venid Pastores”,
“Hoy es Navidad”, “Grande amor, sublime eterno”, “La mujer samaritana”, “Jesús
el buen Pastor”, “Gloria a tu nombre”, “Tierra bendita y divina”, “Fue de Dios la
santa voluntad”, “Manos cariñosas”, “Yo vivo Señor”, “Hay una senda que el
mundo no conoce”, “Me salvó, me perdonó”, “Canten con alegría”, “Los que
esperan en Jehová”, “Si fui motivo de dolor”, “La vid y los pámpanos”,
“Cautívame Señor”, “He decidido seguir a Cristo”, “Firme estaré”, “Después de la
tormenta”, “Nuevas alegres para decirles”,“¿ Has oído, Señor?”, “Gloria, gloria,
aleluya”, “A la victoria Jesús nos llama”, “Viene otra vez”, “Cuán gloriosa será la
mañana”, “Más allá del sol”, “Jesús me ama”,“ Proclamad juventud redimida” y
“América será para Cristo”. Compuso además los himnos “Resucitó Jesús” y “Yo
quiero vencer”.
La hermosa visión de la cruz.

El destacado poeta guatemalteco, Raúl Mejía González, llegó a ser conocido como el borracho de su pueblo,
Chiquimula, debido al vicio del licor. Atormentado por alucinaciones de ser perseguido por el diablo, un día le
pareció oír que Satanás le condenaba eternamente y que se encontraba sin esperanza. Su pánico fue tal, que cayó
sin fuerzas. Al rato pudo levantarse y corrió a la casa de un misionero evangélico gritando. ¡Socorro! ¡He visto el
infierno! Después de leer algunos pasajes de la Biblia y entender el mensaje de salvación, Raúl recibió a Cristo por
la fe y su vida fue transformada. Escribió el himno “La hermosa visión” como su testimonio personal.
Charles Wesley (1707–1788)

El penúltimo hijo de una familia de 19 hijos,


Charles fue uno de los instrumentos humanos,
junto con su hermano, John, que Dios usó para
impulsar el Gran Avivamiento que transformó
Inglaterra. Su primer intento de evangelizar a
una tribu de indígenas en Norteamérica fracasó,
pues los hermanos Wesley predicaban, pero
realmente no conocían a Dios personalmente.
De regreso a su país, se dieron cuenta de su
necesidad espiritual durante una reunión de
oración y se convirtieron al Señor. De allí en
adelante predicaron con fervor, usando la
música también para comunicar el mensaje
bíblico. Charles fue el autor de más de 6.500
himnos, algunos de los cuales cantamos hoy,
tales como “Oh que tuviera”, “Maravilloso es el
gran amor”, “Oid un son en alta esfera”,
“Cariñoso Salvador” y “Con las nubes viene
Cristo”.
William Cowper (1731-1800)

Hace más de 250 años William Cowper


nació en Inglaterra. Su padre fue el
capellán del Rey Jorge II y su madre
era de la familia real. A pesar de esto, la
vida del joven Cowper no fue feliz. A la
edad de seis años su delicada salud se
empeoró con la muerte de su madre.
Su padre le obligó a estudiar leyes,
pero al enfrentar los exámenes finales
sufrió una crisis nerviosa. Intentó
suicidarse varias veces: tomó una
sobredosis de droga, quiso tirarse de un
puente y se abalanzó sobre un cuchillo.
Por fin trató de ahorcarse, pero lo
rescataron a tiempo y fue internado en
un sanatorio.

Allí, William descubrió el capitulo 3 de


Romanos, y las palabras, “siendo
justificados gratuitamente por su gracia
mediante la redención…que es en
Cristo Jesús…por medio de la fe en su
sangre”. Entendió que Cristo fue
crucificado por él, y recibió el perdón de
sus pecados.

Llegó a ser amigo y colaborador del


ilustre John Newton y se destacó como
uno de los mejores poetas de su época.
Hoy se le recuerda por sus grandes
himnos entre los que se encuentra “Hay
un Precioso Manantial”.
William B. Bradbury
(1816-1868)

Este compositor es
especialmente conocido
por su amor a los niños.
A través de su vida se
dedicó a formar coros
infantiles, hasta de 1.000
voces para alabar a Dios.
Siempre muy activo,
William fabricaba pianos
y logró que se incluyera
la música en el programa
de las escuelas públicas
de su ciudad. Escribió 59
colecciones de cánticos,
introduciendo un nuevo
estilo sencillo y alegre
que Él había conocido en
un viaje a Suiza. La
música de “Cristo me
ama, me ama a mí” es
obra de Bradbury. Los
niños de todo el mundo lo
cantan en diversos
idiomas. Entre los
músicos es conocido con
el título de “China”
porque usa sólo 5 notas
(Escala Pentatónica), y
por lo tanto, el coro ha
sido muy apreciado por la
niñez de Asia.

Escribió la música para


los himnos “Santo, Santo,
Grande Eterno Dios”,
“Cristo cual pastor”, “Tal
como soy”, “Me guía Él,
con cuanto amor”, “No te
dé temor hablar por
Cristo” y “Dulce oración”
entre otros.
William Robert Adell (1883-1975)

El joven agricultor laboraba de muy buena voluntad para sostener a su madre. Con el tiempo, llegó a ser maestro
albañil y tuvo la oportunidad de servir como misionero en Guatemala junto con su señora.

Dios usó a Roberto para escribir materiales para la escuela dominical y para traducir o componer unos 200 himnos
en español, entre ellos “Maravillosa Gracia” y “Oh, amor de Dios”.

Al final de su vida, ya ciego, escribió el siguiente testimonio: “Considero que todo lo que he hecho es muy
ordinario, excepto mi servicio para Dios. Con todo, hoy parece ser muy poco. Pero muero consciente de que ‘Por
la gracia de Dios soy lo que soy’. En esta transición voy con gozo a su presencia, caminando con mi Salvador a la
mansión de mi
Padre celestial”.

Speros D. Athans (1883–1969)

A los quince años de edad, Speros abandonó su hogar en Grecia, ya que su padre había muerto. El joven viajó por
varios países y en una sala de inmigraciones le obsequiaron un Nuevo Testamento en griego. Fue el principio de
una vida de estudio de la Biblia. Athans llegó a ser muy apreciado en el mundo hispano como profesor, pastor y
escritor. Editó el himnario Melodías Evangélicas y tradujo más de 150 cánticos cristianos, entre ellos los himnos
“Mi vida di por ti”, “Yo quisiera hablarte del amor de Cristo”, “Qué bella historia” y “Cristo es mi dulce Salvador”.

H.C. (Enrique) Ball (1896 –1989)

Enrique Ball nació en Texas y a los 18 años empezó a trabajar en la obra con hispanos. Al mismo tiempo, traducía
sus himnos predilectos al español. En 1916 publicó “Himnos de Gloria”. Este fue el primero de varios himnarios
que compiló. Ball solía decir que las traducciones de los himnos le vinieron por la iluminación del Espíritu del
Señor. Los himnos “Por fe contemplo redención”, “A los pies de Jesucristo”, “Oh, yo quiero andar con Cristo”, “Soy
yo soldado de Jesús”, “Un día Cristo volverá” y “Alabanzas dad a Cristo” fueron traducidos por él.
Yo cantaré de mi Jesucristo.

El famoso músico Philip Bliss


viajaba en ferrocarril hacia Chicago
con su esposa en el frío invierno de
1876. De repente, al pasar sobre un
puente, éste se desplomó y arrojó a
los pasajeros al abismo. Bliss logró
escaparse por una ventana, pero
retornó al carro que ya se consumía
por el fuego, para rescatar a su
señora. Ambos perecieron, junto con
otras 100 personas. En el viaje él
había escrito el himno “Yo cantaré
de mi Jesucristo” y fue hallado entre
los escombros. A los 38 años
escribió este último himno, muy
usado en las campañas
evangelistas de ese entonces; pero
su mensaje ha tocado miles de
corazones durante más de un siglo.

Arturo Borja Anderson (1887-1983)

Don Arturo fue un hombre de muchos talentos: artista, poeta, alcalde, escritor y pastor. Desde su conversión a la
edad de 17 años, sintió una pasión por comunicar la verdad divina. Comenzado en el altiplano guatemalteco;
predicó elocuentemente en español, como también en el idioma Cakchiquel. Al trasladarse a la ciudad capital no
sólo sirvió en el pastorado, sino que continuó produciendo poemas, diálogos cristianos, dramas navideños e
himnos.

Escribió el himno “Con Alegres Corazones” como una muestra de gratitud a Dios por la vida que le dio. Su poesía
expresa una gran fe en el Cristo resucitado. Fue llamado a la presencia de Dios a la edad de 95 años.
Cuan grande es Él.

Un soleado día en 1885 el


pastor y senador sueco, Carl
Boberg, regresaba de una
reunión. Se encontraba
caminando por el campo cuando
súbitamente fue alcanzado por
una tormenta veraniega. Al
refugiarse entre unos árboles
mientras escampara. Boberg,
reflexionó en la grandeza de
Dios, y así nació “Cuán grande
es Él”. Fue traducido al alemán
en 1907 y luego llevado a Rusia
en 1912, 5 años antes de la
Revolución. Un misionero inglés,
Stuart K. Hine, lo aprendió en
ruso y lo tradujo, agregando la
cuarta estrofa en 1948, y luego
fue traducido al español en
1958, por un argentino.

La primera y tercera estrofas se


basan en el himno original de
Boberg, la 2ª nació es Rusia, y
la 4ª en Inglaterra. A través de
70 años y 5 idiomas nos ha
llegado este majestuoso himno
que une los corazones del
pueblo de Dios, sin fronteras,
para alabar al Creador
Omnipotente.
Hay un Canto Nuevo en mi Ser.

Sin sospechar que estaban en víspera de una tragedia, el joven predicador llegó con su familia a la casa de sus
suegros, pues iba a predicar en una campaña evangelística en ese pueblo.

La reunión familiar fue gozosa y sus hijos jugaron felices con sus abuelos. En la noche todos sea acostaron
cansados. Más tarde un vecino se despertó y vio la
casa envuelta en llamas. Corrió al rescate, pero sólo salieron con vida el padre con los abuelos. Pese a los
esfuerzos, la madre con sus tres hijos murieron asfixiados. El viudo Luther Bridgers, no pudo comprender tan
terrible pena, pero se afianzó en las promesas de Dios en la Biblia. El Señor le dio un cántico en la noche oscura
de su duelo y la verdad del salmo 42 se refleja en el himno “Hay un canto nuevo en mi ser.” Además de escribir
varios himnos, Bridgers también le sirvió al Señor como misionero en Bélgica, Checoslovaquia y Rusia.

Oh, pueblecito de Belén.

En la Navidad de 1865, un joven ministro se encontraba en los cerros de Israel donde se cree que los ángeles
dieron la grata noticia a los pastores. La experiencia conmovedora de esa noche inspiró a Phillips Brooks a escribir
“Oh, pueblecito de Belén” para los niños de su congregación. El organista de su iglesia compuso la música
para este himno, el cual ha llegado a ser uno de los predilectos para la época navideña.
Juan Bautista Cabrera (1837-1916)

Desde su infancia, Juan Bautista


Cabrera sentía gran sed espiritual, y a
los dieciséis años ingresó a una orden
religiosa. Estudiaba la Biblia en secreto,
pues era prohibido en esa época en
España. Huyó a Gibraltar donde recibió
a Cristo como Salvador personal, a su
amigo y eterno bien, como dice el himno
que tradujo “Cuan Dulce el Nombre de
Jesús.” Con gran gozo y paz regresó a
España para compartir su fe por medio
de revistas, la predicación y la música.
Mientras organizaba iglesias, también
publicaba himnarios y daba clases de
canto. Se radicó en Madrid, donde
ocupó importantes cargos de liderazgo
en la obra evangélica. Sin embargo, hizo
su contribución mayor en el área de la
himnodia cristiana, ya que sus himnos
han sido de bendición para un sin
número de creyentes.

Cabrera aparece como el compositor o


traductor de muchos himnos. Tradujo los
himnos “Santo, Santo, Santo”, “Castillo
Fuerte”, “Al trono majestuoso”, “Venid
fieles todos”, “El Señor resucitó”, “A
Jesucristo ven sin tardar”, “De la Iglesia
el
fundamento”, “Grato es decir la historia”,
“Dulce Oración” y “Firmes y Adelante”
entre otros y escribió la letra de “Nunca
Dios mío”, “Suenen dulces himnos”,
“Gloria a Dios en las Alturas”,
“Amémonos, hermanos” y “Supremo
Dios”.
Pedro Castro Iriarte (1840–1887)

El joven trabajaba como cajista en una imprenta cuando llegó un pedido de imprimir los primeros folletos
evangélicos en Madrid. Mientras armaba cada frase, letra por letra, el mensaje de la literatura le llamó la atención
a Pedro Castro. Por ese tiempo Antonio Carrasco y dos ingleses empezaron a tener reuniones evangelísticas en la
imprenta todas las mañanas. Contestaron las inquietudes del joven con respuestas bíblicas. Así, Pedro conoció el
Evangelio y empezó una vida de servicio al Señor. Fue un hombre de letras, pasando del oficio de imprenta a ser
un escritor y poeta muy respetado. Produjo abundante prosa y poesía, y sus bellos cuentos para niños tienen la
calidad de los clásicos. Fue, además, autor y traductor de mucho himnos favoritos en España y las Américas.
Tradujo el himno “Santa Cena” y Compuso los himnos “Despertad” y “Pecador, ven a Cristo Jesús”. Sirvió
fielmente como pastor durante una época difícil de persecución y revolución. Dios lo usó para organizar la primera
iglesia en Valladolid y nuevas congregaciones en Madrid.

Alfredo Colom M. (1904-1971)

Prolifero autor de himnos y poemas, Alfredo Colom nació en Quezaltenango, Guatemala, en 1904. Llegó a ocupar
un cargo de servicio público, pero el vicio del licor arruinó su vida. Iba camino a suicidarse cuando un creyente
indígena le regaló un Nuevo Testamento y se convirtió a Cristo en 1922. 20 años más tarde se entregó al servicio
del Señor y empezó el ministerio de música y evangelización que le llevó a todo el continente. Trabajó varios años
con la Radio HCJB y compuso algunos de los himnos latinoamericanos más amados, entre ellos “Por la mañana”,
“Gloria a tu nombre”, “Jesús es la roca”, “De tu cántaro dame”, “Pies divinos”, “La visión de la cruz”, “Manos
cariñosas”, “Ven a los pies de Jesús”, “Canten con alegría”, “Los que esperan en Jehová”, “Yo no quiero pecar”,
“Los que con lágrimas”, “¿Has oído Señor?”, “A la victoria Jesús nos llama”, “Proclamad juventud redimida” y
“América será para Cristo”.

Él narró la creación del Himno “Por la mañana yo dirijo mi alabanza” de la siguiente forma: “Una mañana al
despertar, mirando el maravilloso espectáculo de la salida del sol por la Avenida Bolívar en la ciudad capital de
Guatemala, no pude menos que prorrumpir en alabanzas a Dios por todos sus beneficios. Así me fue inspirada la
primera parte del himno. En otra ocasión, mientras me deleitaba en la caída de la tarde, noté que mientras el sol
se iba perdiendo en el ocaso, las tinieblas estaban llenando el firmamento. Y dije: Sí, el sol se está ocultando, pero
mi amado Redentor continúa llenando mi corazón con su grata presencia. Y en el acto mismo, me vino la
inspiración de la segunda estrofa del himno.”
Fanny J. Crosby (1820-1915)

La abuela mecía a su pequeña nieta,


prometiéndole ser sus “ojos”. La recién
nacida había quedado ciega como
resultado de una receta médica
equivocada. En el regazo de su abuelita,
Fanny aprendió de memoria muchos
libros de la Biblia. Le entregó su vida a
Cristo a los 31 años. Después, con todo
el conocimiento bíblico que tenía, escribió
unos 9.000 himnos.

Siempre oraba al Señor pidiéndole su


dirección antes de escribir cualquier
himno, pero un día no encontraba las
palabras para cierta composición musical
que le habían asignado. De repente se
acordó que no había orado y se arrodilló
para encomendarle el asunto a Dios. El
resultado feliz de la oración fue que
Fanny pudo dictarle a su secretaria todas
las estrofas del himno “Lejos de mi Padre
Dios”.

En cierta ocasión, alguien quiso


consolarla por la tragedia de ser ciega.
Ella respondió que no se lamentaba, pues
al llegar al cielo el primer rostro que vería
sería el de su Salvador.

Compuso la letra de los himnos “Santo, Santo, grande eterno Dios”, “Alabad al gran Rey”, “Dime la historia de
Cristo”, “Con voz benigna te llama Jesús”, “Comprado con sangre por Cristo”, “Un gran Salvador es Jesús”, “En
Jesucristo mártir de paz”, “Cristo es guía de mi vida”, “Dejo el mundo y sigo a Cristo”, “No te de temor hablar por
Cristo”, “Avívanos Señor” y “Yo podré reconocerle” entre otros.
Juan N. de los Santos (1876–1944)

Juan Nepomuceno amaba mucho los salmos de la Biblia. Al leerlos, recordaba que David, Moisés y Salomón
habían cantado esas porciones de las Escrituras junto con el pueblo de Dios. Como pastor, Juan anhelaba que su
iglesia también cantara la Palabra del Señor, de modo que empezó a componer música para salmos métricos.

Colaboró en la compilación de varias colecciones, incluyendo Cantos Bíblicos, un himnario usado en México por
varias décadas. Además tradujo más de mil himnos y fue autor de otros como es el caso del himno “Gracias dad a
Jesucristo”.

Raúl Echeverría M. (1905-1981)

El pastor y educador guatemalteco Raúl Echeverría se gozaba al ver el adelanto de su nueva iglesia. Dios les
había permitido muchos triunfos, incluyendo el haber ganado un concurso internacional de asistencia a la escuela
dominical. A fin de expresar su gratitud al Señor, Raúl compuso varios poemas e himnos para usarse en las
ocasiones especiales de su iglesia, entre ellos “Un año más” y “Mi iglesia querida”. Su pluma ágil también produjo
numerosos tratados y varios libros.

Tú dejaste tu trono

Se aproximaba la Nochebuena y el pastor buscaba algo especial para las festividades en la iglesia. ¿Cuál no sería
su gozo al saber que su hija, Emily, había escrito una poesía para la ocasión? basada en Lucas 2:7 “...no había
lugar para ellos en el mesón” , la poesía llegó a ser el himno, “Tú dejaste tu trono”. Al tomar la pluma y el papel,
Emily no se imaginaba que algún día sus versos serían “especiales” también en la celebración navideña en
docenas de países. Así como ella, hoy día nosotros podemos escribir versos a Jesús.

Fritz “ Federico” Fliedner (1845–1901)

Federico usó muchos medios para compartir el amor del Señor. Uno de los primeros misioneros evangélicos de
Alemania. Llegó a Madrid en 1870 y trabajó incansablemente entre las iglesias. Fue director de un orfanato y un
instituto bíblico, y fundó diez escuelas primarias.

Trató de unir las nuevas congregaciones del país y logró que muchas se afiliaran como la iglesia Evangélica
Española. También dirigió una casa editorial que publica libros, tratados e himnarios, y fundó dos revistas. Tradujo
varios himnos entre ellos “Alma bendice”, “De boca y corazón”, “Oh santísimo” y “Oíd un son en alta esfera” y
“Noche de Paz”. A pesar de sus múltiples actividades no descuidó a la familia, y sus tres hijos continuaron su obra.

Tomás García (?– 1906 )

Como pastor mexicano del estado de Puebla, Tomás fue muy activo en la obra, atendiendo a varias
congregaciones. Al igual que su compañero de estudios, Vicente Mendoza compuso y tradujo himnos. Siendo aún
joven, fue asesinado por un drogadicto. Moribundo, llamó a los ancianos de su iglesia y los exhortó a ser fieles a
Cristo. Así entró a la presencia de Jesús su Señor, su “gloria eterna”, como expresa el coro del himno “Lejos de mi
Padre Dios”, himno que tradujo Tomás.
Leandro Garza Mora (1854-1938)

Experiencias amargas marcaron la niñez y juventud de Leandro Garza. Tenía solo cinco años cuando su padre
falleció, obligando a su madre a sostener la familia. Pasaron por penurias y problemas. Cuando al fin ella volvió a
casarse, el joven Leandro se disgustó. Se fue de la casa y cayó en malas costumbres. Con el tiempo regresó y la
familia entabló amistad con unos misioneros evangélicos. Recibieron el mensaje de salvación y Garza ayudó a
establecer una iglesia en su pueblo, Matamoros, México. Llegó a ser pastor y traductor de himnos, sirviendo al
Señor durante 70 años. Tradujo el himno“ Oh qué amigo nos es Cristo”

Pedro Grado Valdés (1862–1923)

Durante sus estudios de derecho, Pedro Grado se dio cuenta de la falta de pastores en México. Se dedicó al
pastorado, a la vez que ayudaba a la gente de escasos recursos con sus problemas legales. Como resultado de su
ministerio, muchos llegaron a conocer a Cristo como Salvador personal, entre ellos, personas de “alto nivel social”.
Debido a esto se desató una persecución intensa en contra de Pedro. Sufrió varios atentados en contra su vida,
incluso por veneno. El Señor lo libro de los peligros y el valiente y fiel pastor expresó su agradecimiento en las
palabras de unos himnos, publicados en sus Pequeña Colección. Es conocido por su traducción de favoritos tales
como “Dulce Comunión”, “En la cruz”, “Anhelo trabajar” y “Estoy bien” y “Cuando andemos con Dios”.

Noche de paz

Todo comenzó una tarde de Nochebuena en Austria. José Mohr había pasado horas escribiendo en el pequeño
despacho de su iglesia desde que el organista le había avisado que el órgano se encontraba fuera de servicio.

Por fin llevó el papel al músico, Franz Grüber, quien exclamó, ¡Pastor Mohr, son las palabras perfectas! En poco
tiempo Grüber les agregó una sencilla melodía y juntos pudieron entregar su“ regalo Navidad ” a la pequeña
congregación; cantando el nuevo villancico acompañados con la guitarra de Grüber.

Los años pasaron con la partitura guardada en el asiento del órgano, hasta que un día lo descubrió un técnico que
afinaba el órgano de Oberndorf. Él quedó encantado con el villancico y lo llevó a otros pueblos. Por fin el
emperador Federico Wilhelm IV lo escuchó, y tanto se entusiasmó que ordenó que se cantara en todas las iglesias
del imperio ese año. Desde entonces, no ha sido necesario ningún edicto para que “Noche de Paz ” sea cantado
en el mundo entero.

Grato es decir la historia.

La autora de este conocido himno es Catherin Hankey, hija de un acaudalado banquero inglés. Desde temprana
edad ella demostró un celo por compartir las Buenas Nuevas. Llegó a organizar clases de escuela dominical en
varios barrios de Londres, tanto para gente obrera como para personas de alta posición social. Un viaje al
continente africano despertó en ella un gran amor por la obra misionera. A los 30 años de edad se enfermó
gravemente, y durante su recuperación escribió un largo poema sobre la vida de Cristo. Su profundo amor por el
mensaje de la Biblia se refleja en el himno que surgió de dicho poema: “Grato es decir la historia”.
Que mi vida entera esté.

Hija de una distinguida familia inglesa, Frances Harvergal usó sus talentos como lingüista, poetisa y compositora
para la gloria del Señor. Se deleitaba en la oración, la adoración a Dios y la lectura de la Biblia. A temprana edad
sabía de memoria los salmos, los libros de los profetas menores, Isaías y casi todo el Nuevo Testamento.
Compuso varios bellos himnos como “Mi vida di” y “Que mi vida”. Este último fue escrito durante una velada de
oración y alabanza cuando se regocijaba por la conversión de unos amigos. Más tarde añadió otra estrofa,
expresando el amor que sentía por el Señor al ofrendar 50 de sus 52 atesoradas joyas para llenar una necesidad
en la obra misionera. La estrofa dice: “Toma tú mi amor que hoy a tus pies vengo a poner; toma todo lo que soy”.
Para Frances, el dar su corazón a Dios incluida la entrega gozosa de sus pies, manos, voz, tiempo y voluntad de
su vida entera.

Santo, Santo, Santo.

Se ha dicho que es el himno más hermoso y majestuoso de todos los tiempos y que hasta en el cielo se seguirá
cantando. Por cierto, los cuatro seres descritos en Apocalipsis 4:8 permanentemente pronuncian: “Santo, Santo,
Santo”. El nombre de la tonada viene del Concilio de Nicea, donde 318 delegados se reunieron en el año 325 para
afirmar la sublime verdad revelada en la Biblia, que Dios existe en tres personas. Los delegados en su mayoría
habían sido torturados por su fe en Cristo. El credo que redactaron permanece como un baluarte de esta doctrina
fundamental. El autor del himno, Reginaldo Heber, misionero inglés, murió sirviendo al Señor en la India. A las
voces de estos hombres convencidos y valientes, unamos las nuestras cantando “¡Santo!, ¡Santo!, ¡ Santo!"

Arcadio Hidalgo Sánchez (1918-1990)

La vida de Arcadio reflejó el gozo en el Señor a pesar de sufrir un defecto físico que le dejó con una cojera
marcada. Esta condición no le impedía caminar muchos kilómetros, a veces por trochas llenas de fango, para
evangelizar en apartadas regiones de Costa Rica. Cantaba y declamaba su extenso repertorio con gran gusto y
amenizaba actividades sociales con juegos y chistes. También se le recuerda con aprecio por sus himnos y
poesías; una de estas es “En este mundo de misterio”.
William J. Kirkpatrick (1838-
1921)

Desde muy joven William sintió


vocación por la música, y a los
veintiún años de edad ya había
editado su primera colección de
himnos. Sin embargo, no fue
sino hasta cumplir los cuarenta
años que pudo dedicarle todo su
tiempo a la profesión musical.
Tuvo que prestar servicio militar,
y luego trabajó como carpintero,
y abrió una mueblería.

Seguramente cantaba mientras


pulía madera, y las melodías que
compuso a lo largo de su vida
han perdurado como favoritas.
Compuso la música de los
himnos “Al rústico pesebre”, “El
fiel Consolador”, “La Palabra del
Señor”, “Nuestra vida acabará”
al cual también es autor de la
letra, “Comprado con sangre por
Cristo”, “Un gran Salvador es
Jesús”, “Mi fe descansa en
Jesús”, “Cuán dulce es confiar
en Cristo”, “Que mi vida entera
esté” y “Rey de mi vida”. Falleció
mientras escribía la segunda
estrofa de un himno que habla
de confiar solamente en Jesús
para la salvación.
Eugenio Jordán (1920-1990)

Eugenio y sus nueve hermanos crecieron en el mundo de las bellas artes. Él optó por dedicarse al violín y a la
marimba.
A los veinte años estaba tocando en una banda de jazz, sin interés en nada espiritual. Sin embargo, aceptó la
invitación de asistir a una reunión en una iglesia y como consecuencia, Dios lo transformó. Eugenio entendió
inmediatamente que el Señor lo estaba llamando a ser misionero. Él resistía el llamado, pues había nacido con un
defecto que le dificultaba hablar. Pero al ver la respuesta de Dios a Moisés en Exodo 3:4 y 4:10-12, Eugenio dijo:
“Heme aquí, Señor”. Fue el comienzo de una vida de ministerio junto con su esposa, Ruth. Este se extendió por
varios países, mayormente con la emisora HCJB en el Ecuador. Se les recuerda por su deseo de glorificar al
Señor con su música, compartiendo las Buenas Nuevas gozosamente.

Arregló la música de los himnos “Celebremos su gloria”, “Jesús es la roca de mi salvación” y “Oh, que inmenso
amor”.

Vicente Mendoza P. (1875-1955)

Hijo de un tipógrafo evangélico, Vicente empezó a trabajar en las imprentas desde los once años. Más tarde
decidió asistir a un instituto bíblico, y después sirvió al Señor como pastor itinerante en el Estado de Puebla,
México.

Desde sus días de estudiante había comenzado a traducir himnos al español y a escribir la música y letra para
otros, hasta llegar a tener más de 300. Publicó el himnario, Himnos Selectos, en 10 ediciones.É l contó que su
himno, “Jesús es mi Rey soberano”, fue inspirado durante un fuerte aguacero. Como no pudo salir a la calle,
empezó a tocar el piano. Pensando en la maravillosa verdad que Jesucristo es a la vez Rey soberano y amigo
anhelando, trazó las líneas del precioso himno, y lo terminó ese mismo día. Llegó a ser profesor de un seminario
evangélico y ayudó en la obra del Señor con verdadero gozo hasta la edad de 80 años.

Tradujo los himnos “Loor a ti”, “Maestro se encrespan las aguas”, “El fiel Consolador”,“ Santo Espíritu controla”,
“¡Cuán firme cimiento!”, “Todas las promesas”, “Cuán glorioso es el cambio”, “A su Nombre gloria”, “Del santo amor
de Cristo”, “¡Cuán dulce es confiar en Cristo!”, “Que mi vida entera esté”, “Dejo al mundo y sigo a Cristo”, “A solas
al huerto yo voy”, “En presencia estar de Cristo”, “Gloria sin fin” y “Después de haber tenido aquí” y compuso los
himnos “Oh padre, eterno Dios” y “Mensajeros del Maestro”.

A solas al huerto yo voy.

El fotógrafo, Agustín Miles, relató: La Biblia se abrió a mi pasaje favorito, Juan 20: el encuentro de Jesús y María
Magdalena. Allí en el huerto, aquel domingo de la resurrección, ella cayó de rodillas ante el Señor. Mientras yo leía
sentí como si hubiese estado presente en aquel jardín. La porción le hizo tal impacto a Miles, que pronto comenzó
a escribir una poesía. Luego le agregó música con la misma facilidad. La experiencia de adoración y comunión se
repite a diario en la vida de toda persona que conoce al Cristo resucitado. También podemos “oír su voz”
diciéndonos que somos suyos. Esa comunicación nos llega por medio de la Palabra escrita de Dios, la cual nos
llena de paz.
Del santo amor de Cristo.

El hijo de la señora Lelia N. de Morris se preocupó al darse cuenta de que su madre se estaba quedando ciega.
Mientras atendía su hogar, ella siempre tenía papel y lápiz en la cocina para anotar las palabras de nuevos
himnos. Como la vista ya le fallaba, su hijo le construyó un pizarrón de 9 metros de largo en el cual ella podía
trazar notas y letras muy grandes.En 1914 Lelia quedó completamente ciega, pero esa difícil circunstancia no le
apagó su gozo en el Señor, ni se deseo de servirle. Siguió colaborando en la obra de su iglesia y fue una esposa y
madre ejemplar. Le gustaba hablar acerca del santo amor de Cristo, y esto llegó a ser el título de uno de sus
himnos más apreciados “Del santo amor de Cristo”. El coro dice “Rico e inefable, nada es comparable al amor de
mi Jesús”. Aún cuando empezó a escribir hasta los treinta años de edad, nos dejó más de mil himnos que nos
animan a seguir a Cristo con valor, sin desmayar en medio de los conflictos y contratiempos como el himno “¡A
combatir!” que también fue escrito por ella.

Sublime Gracia

El autor “Sublime Gracia” sabia de qué


escribía. Solo la gracia divina lo pudo
cambiar de un hombre duro y degenerado
a un siervo útil de Dios. John Newton
perdió a su madre piadosa cuando era
niño y no siguió su ejemplo de fe.
Comenzó una vida de marinero a los
once años, y con el tiempo, se dedicó a
transportar esclavos del Africa. Cayó en
una situación desesperante debido a los
vicios, y en varias ocasiones Dios le libró
milagrosamente de peligros. A pesar de
ello, Newton seguía resistiendo el
llamado del Señor. Por fin, después de
casi naufragar en una tempestad, se
convirtió y su vida cambió radicalmente.
Llegó a ser pastor, y escribió este himno
como testimonio de la asombrosa gracia
de Dios demostrada en su vida.
Isabel G.V. de Rodríguez (1894–1975)

Una gran educadora y oradora de Montevideo, Isabel González Vásquez de Rodríguez sirvió fielmente al Señor al
lado de su esposo, el pastor Gabino Rodríguez. Ellos trabajaron en Uruguay y Argentina, donde Isabel ayudó a
establecer sociedades femeninas en las iglesias. Enfocó su vida en la lucha contra el alcoholismo y demás vicios.
También se esforzó por la educación en el hogar. Escribió algunos libros y varios himnos, entre ellos “Este templo”
y “Oración de Matrimonio”.

Carolina Sandell Berg (1832-1903)

A los doce años Carolina se quedó paralítica. Los médicos la desahuciaron, pero Dios la sanó milagrosamente.
Agradecida con el Señor, escribió sus primeros himnos, entre ellos el “Nuestro Dios y Padre Eterno”. La tragedia
no la había abandonado. A la edad de 26 años navegaba con su padre, un fiel pastor, en un lago de Suecia. Las
olas sacudieron violentamente la nave y su padre cayó en las profundas aguas, ahogándose ante los ojos atónitos
de Carolina. Su consuelo vino de nuevo por la Palabra de Dios, y lo expresó en muchos hermosos himnos.
Además, redactó una colección anual de poesías, devocionales e historias. Entre ellas se halla el cuento de un
reloj cuyo péndulo se quejó de tener que oscilar 86,400 veces al día. Una de las manecillas le sugirió que pensara
en hacer una sola oscilación en vez de miles. El péndulo se percató de la sabiduría del consejo y reinició su
trabajo de marcapasos.
Carolina expresó esa verdad en el himno “Día en día”, que es el más popular de los 650 himnos que escribiera la
poetisa sueca.

Roberto C. Savage (1914-1987)

Roberto Savage sirvió como misionero en Colombia antes de trasladarse a Quito, Ecuador. Allí trabajó durante 25
años en la radio HCJB como locutor, escritor, promotor y administrador. Se le recuerda por su sonrisa y
entusiasmo. Recolectó himnos y coros, muchos de ellos inéditos, y compiló 15 cancioneros evangélicos de la serie
“Adelante Juventud”. En estos se dieron a conocer las composiciones de personas como Alfredo Colom y Juan
Isáis. Quizá su obra mayor fue la publicación de himnos de Fe y Alabanza, en 1966. Durante todo su ministerio
trató de estimular la creación de nueva música cristiana latinoamericana. Entre los varios himnos que tradujo al
español se encuentra “Alabad al gran Rey”.

Tradujo y/o arregló los himnos “Oh ven, bendito Emanuel”, “Venid Pastores”, “Hoy es Navidad”, “Grande amor,
sublime eterno”, “La mujer samaritana”, “Jesús el buen Pastor”, “Gloria a tu nombre”, “Tierra bendita y divina”, “Fue
de Dios la santa voluntad”, “Manos cariñosas”, “Yo vivo Señor”, “Hay una senda que el mundo no conoce”, “Me
salvó, me perdonó”, “Canten con alegría”, “Los que esperan en Jehová”, “Si fui motivo de dolor”, “La vid y los
pámpanos”, “Cautívame Señor”, “He decidido seguir a Cristo”, “Firme estaré”, “Después de la tormenta”, “Nuevas
alegres para decirles”,“¿ Has oído, Señor?”, “Gloria, gloria, aleluya”, “A la victoria Jesús nos llama”, “Viene otra
vez”, “Cuán gloriosa será la mañana”, “Más allá del sol”, “Jesús me ama”,“ Proclamad juventud redimida” y
“América será para Cristo”. Compuso además los himnos “Resucitó Jesús” y “Yo quiero vencer”.
Loores dad a Cristo el Rey

En la India un pastor viajaba en cierta


ocasión para predicar por primera vez a
una tribu indígena. ¡Cuál no sería su
asombro al encontrarse de repente
rodeado por guerreros que le apuntaban
con sus flechas y lanzas! No sabiendo
más qué hacer, abrió el estuche de su
violín y comenzó a tocar y cantar “Loores
dad a Cristo el Rey”. Al cantar la cuarta
estrofa, Robert Scott se dio cuenta que los
guerreros habían bajado sus peligrosas
armas y se acercaban amistosamente. Le
recibieron en la tribu donde pronto
aceptaron también el mensaje de
salvación. Tienen así derecho de estar un
día“ con los que estarán del trono en
derredor”, de todas naciones , tribus,
pueblos, y lenguas, cantando por la
eternidad a Cristo el Salvador.

George P. Simmonds (1890-1991)

A los cuatro años, Jorge ya cantaba himnos con gran devoción y entusiasmo. Cuando tenía diez años sintió el
llamado a ser misionero. Conservó su amor al Señor y por la música a lo largo de su vida. Tan es así, que después
de cumplir los cien años de edad aún cantaba solos en grandes reuniones, y por televisión. Empezó su obra como
misionero, juntamente con su esposa, Nessie, en el Ecuador. Luego exploró el área del Amazonas y cruzó el
continente. Colaboró en la compilación de “Himnos de la Vida Cristiana”. También trabajó con las Sociedades
Bíblicas en varios países sudamericanos. Después sirvió como pastor de unas iglesias hispanas en los Estados
Unidos de América. Fue un prolifero traductor de 800 himnos y cantos corales. Usó algunos seudónimos como G.
Paúl S. y J. Pablo Simón. Tradujo los himnos “Al Dios de Abraham, loor”, “Jubilosos te adoramos”, “Angeles
cantando están”, “Oh Cristo, nuestra Roca aquí”, “Cristo cual pastor”, “Gracia admirable”, “Dime la historia de
Cristo”, “Cabeza ensangrentada”, “Junto a la cruz de
Cristo”, “Un día”, “La tumba le encerró”, “Al Cristo vivo sirvo”, “Oh Verbo encarnado”,“ Años mi alma en vanidad
vivió”, “Oh Cristo, yo te amo”, “Cristo es Guía de mi vida”, “Rey de mi vida”, “Sale a la lucha”, “Pudiera bien ser”,
“Yo podré reconocerle”, “Honor a las madres” y “Tu pueblo jubiloso” y compuso el himno “Los que somos
bautizados”.
Enrique S. Turrall (1867-1953)

Desde el comienzo de su ministerio en España, don Enrique se dio cuenta de la gran necesidad de tener himnos
que expresaran las experiencias emocionales de la vida, tales como el arrepentimiento, el gozo, los conflictos y el
amor. Escribió y tradujo himnos para funerales, bodas y otras ocasiones especiales. La colección aumentó hasta
merecerse ser publicada como el himnario, Cánticos Evangélicos. Además de sus himnos, Turrall nos ha dejado el
reto de llenar vacíos con música nueva que glorifique al Señor. Compuso los himnos “La Palabra del Señor
predicar”, “Del amor divino”, “Engrandecido sea Dios” y “Bienvenido” y tradujo los himnos “Nuestra vida acabará”,
“Jehová es mi Pastor”, “Siempre conmigo está”, “Avívanos, Señor”, “En las aguas de la muerte”, “¡A combatir!”,
“¡Adelante con valor!”, “¿Soy yo soldado de Jesús?”.

Berta Westrup de Velasco (1883-1959)

Las dulces voces de las hermanas en la fe cantan, “Las mujeres cristianas trabajan”. Muchas sociedades
femeniles agradecen a la hermana Berta la letra de su himno lema, que habla del trabajo tenaz como expresión de
la fe. Ella dedicó su vida a la docencia, con magníficos resultados. Centenares de niños estudiaron en su escuela
en San Simón México D.F., y los padres de familia asistieron a sus reuniones de orientación para mejorar el hogar.
Los alumnos disfrutaron de clases interesantes cultivaron parcelas, participaron en dramas con moralejas,
aprendieron a hacer pozos artesianos y otras cosas prácticas. Doña Berta fue muy respetada, y una calle en
Monterrey fue nombrada en honor a ella. Recientemente se ha publicado un libro acerca de la familia Velasco
Westrup. Entre ellos hubo varios autores de himnos, como también educadores y pastores, incluyendo al esposo
de doña Berta. Se les recuerda por su deseo de comunicar el amor de Cristo sin contemplar las barreras sociales.

Epigmenio Velasco Urda (1880-1940)

La música formó parte de la vida de Epigmenio desde la niñez, ya que tocaba en la estudiantina de la familia. Fue
muy conocido en la Ciudad de México como director de coros, tan es así, que sus amigos le llamaban: “El
campeón de los coros”. Trabajó como educador, pastor, poeta, compositor y periodista, pero su mayor gozo fue
entusiasmar a los grupos corales en su alabanza a Dios. Tradujo, entre otros, el himno Me guía él y compuso el
himno “Nuestra fortaleza”.

Tomas M. Westrup (1837-1909)

Hace más de un siglo la familia Westrup salió de Londres y se radicó en México, cuando Tomás cumplía apenas
quince años. Construyeron un molino para elaborar harina de pan; pero hoy se recuerdan porque llegaron a
conocer el “pan espiritual” de que habla Cristo en Mateo 4:4. En Monterrey entendieron el mensaje de la Biblia, y
pronto cada uno pudo testificar: “Ya pertenezco sólo a ti, Cordero de Dios, heme aquí”. Son las palabras del himno
“Tal como soy”, que Tomás tradujo del inglés. Tanto él como su hijo, Enrique, fueron usados por Dios para escribir
y traducir centenares de himnos. Consiguieron una imprenta y publicaron libros, tratados y un himnario de tres
volúmenes: Incienso Cristiano. Tradujo los himnos “Cariñoso Salvador”, “Loores dad a Cristo el Rey”, “Con voz
benigna”, “Fuente de la vida eterna”, “Tentado no cedas”, “No te dé temor”, “Roca de la eternidad” y compuso la
letra del himno “Dicha grande es la del hombre”.

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