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La teoría de los tipos de inferencias o tipos de raciocinio o argumento no puede ser vista
como un monolito. En el momento presente, entre los intérpretes de Peirce no hay ninguna
duda acerca del carácter claramente evolutivo de su obra. Se trata de un pensador
extremadamente original que no huyó del enfrentamiento con la tradición, teniendo que
afrontar las consecuencias de sus propios descubrimientos, entre los que destaca un
continuo proceso de autocrítica y autocorrección llevado hasta sus últimas consecuencias.
Si esto es válido para la totalidad de la obra, lo es aún más para lo que tuvo su inicio en la
teoría de los tres tipos de inferencias como primera vía de respuesta a la cuestión de los
métodos de las ciencias.
Arthur Burks fue el primero en elaborar en 1946, con bastante acierto además, una
interpretación de la naturaleza y el carácter de la hipótesis, a la que Peirce posteriormente
llamaría "abducción" y también "retroducción". Burks dividió en dos periodos el desarrollo
de ese concepto: el periodo anterior a 1900 y el posterior. Esa propuesta, ampliamente
elaborada por Fann (1970), fue retomada por Thagard (1977 y 1981) y luego por Anderson
(1986). Esto manifiesta bien el acierto de la posición de estos autores, pues de hecho no hay
un tratamiento más equivocado de la obra peirceana, en particular en la teoría de las
inferencias, que el aislar citas textuales fuera del contexto del desarrollo histórico que
tuvieron esos conceptos en la integridad de su obra.
En el caso de las inferencias, ha pasado con frecuencia que se ha tomado como su palabra
final la que se expresaba en su texto titulado Deduction, Induction and Hypothesis (CP
2.619-644, 1878), de la serie Illustrations of the Logic of the Science, publicada en The
Popular Science Monthly durante los años 1877-78, ignorándose lo que vino antes y –lo
que es peor– lo que vino después. Como ese texto de Peirce es el más conocido y ha sido
traducido a varios idiomas, los intérpretes más apresurados no se tomaron al trabajo de
afrontar un estudio evolutivo de los conceptos, lo que contribuyó muchísimo para envolver
la cuestión en innecesarios malentendidos. El gran problema de ese modo de proceder
estriba en el hecho de que un lector de ese tipo suele imputar a Peirce o a la supuesta y
exhaustivamente reiterada fragmentación de su obra, sus propios equívocos y confusiones,
sin darse cuenta de que la situación arranca de la insubstancialidad con que el propio
interprete se enfrenta con una obra que, por su complejidad, exigiría como mínimo un poco
más de cuidado por parte de aquellos que se aproximan a ella.
En un primer momento, Peirce consideró que todas las formas de inferencia podrían ser
reducidas al silogismo en Barbara. Pero, ya en 1866, al hacer un análisis detallado de la
relación entre la figuras silogísticas, consiguió probar que cada figura entraña un principio
independiente de inferencia. De ahí vino el reconocimiento de la autonomía de cada una de
las formas de inferencia, tal como expondría en On the Natural Classification of
Arguments, publicado en los Proceedings of the American Academy of Arts and Sciences
(CP 2.461-516, 1867). En esa versión, la inducción es la inferencia de una premisa mayor
de un silogismo a partir de dos otras proposiciones. La función de la hipótesis es la de
sustituir una gran serie de predicados, que no forman una unidad entre si, por un único
predicado que entraña todos. Como la inducción, por tanto, la hipótesis reduce una
multiplicidad a una unidad (Fann 1970: 19-20).
Las ideas de Peirce en la década de los sesenta estaban todavía muy marcadas por la lógica
clásica, particularmente por la teoría del sujeto y predicado de la proposición. El
descubrimiento a finales de los sesenta de la lógica de las relaciones le hizo introducir
proposiciones que no eran reductibles a las formas de sujeto y predicado. Extrañamente, en
el texto de 1878 Deduction, Induction and Hypothesis su análisis no presenta
modificaciones substanciales en relación con el ensayo de 1867, aunque hubiese ya
publicado en 1870 un texto sobre la lógica de las relaciones en el que los silogismos eran
analizados como una forma de relación lógica y no como la fórmula fundamental de todo
argumento (Fann 1970: 20). De este modo, la inducción en 1878 es para Peirce la
inferencia de la regla (premisa mayor) a partir del caso (premisa menor) y del resultado
(conclusión). La hipótesis es la inferencia de un caso a partir de una regla y un resultado.
La deducción, siempre menos problemática, es la inferencia de un resultado a partir de una
regla y de un caso.
Los tipos de hipótesis explicativas pueden ser muchos. Peirce aludió, por lo menos, a tres:
1) Aquellas que, cuando surge la hipótesis, se refieren a hechos no observados, pero que
son susceptibles de observación. 2) Las hipótesis que son imposibles de ser observadas,
como es, por ejemplo, el caso de los hechos históricos. 3) Las que se refieren a entidades
que, en el actual estado del conocimiento, son tanto factual como teóricamente no
observables. La teoría de los gases sería una ilustración de este tipo. Advirtamos que este
tipo de hipótesis es el que tiene supremacía en las ciencias.
Para que el proceso de surgimiento de una hipótesis se encamine a resultados probables,
hay que seguir tres reglas: (1ª) La hipótesis debe ser formulada claramente como una
pregunta antes que se hagan las observaciones que han de comprobar su verdad. O mejor:
debemos tratar de ver qué resultados sobrevendrán de las predicciones de la hipótesis. (2ª)
No debemos tomar un tipo particular de predicción para el que ya se sabe que la hipótesis
es buena. (3ª) El fallo o el logro de las predicciones debe ser honestamente anotado (CP
2.634, 1878). En la primera regla, Peirce estaba casi anunciando la teoría de la abducción a
que llegaría pocos años después. Solamente más tarde reconocería también que la
predicción a partir de la hipótesis es una función más propiamente deductiva, así como
comprendería que la segunda y tercera reglas están mucho más relacionadas con la
inducción que con la hipótesis.
Las imprecisiones características del periodo anterior a 1900 proceden del hecho de que, en
un primer momento, Peirce concebía la inferencia en general esencialmente como un
proceso de comprobación. Aunque considerase la inducción como inferencia de una serie
de hechos para un otro conjunto de hechos similares y la hipótesis como la inferencia de
hechos de un tipo para hechos de otro tipo, Peirce aún no estaba preparado para distinguir
los dos procesos de modo muy nítido. Veía ambos procesos como ocupando los lados
opuestos del continuum de las inferencias ampliativas. Posteriormente extendería el
concepto de inducción para incluir la inducción de caracteres, cuando la abducción le
parecería ya como una especie bien diferente de inferencia.
Inicialmente, los tres tipos de inferencia eran diferenciados mediante las categorías de
ampliación y explicación. La deducción era vista como meramente explicativa, ya que no
añadía nada de nuevo al pensamiento; y por el contrario, la inducción e hipótesis eran
consideradas como ampliativas, proporcionando conocimiento probable y posible sobre un
futuro indeterminado. Se insinuaba también aquí ya la visión peirceana, que iría
acentuándose cada vez más, de que la lógica no es cuestión meramente de un sistema
cerrado de pensamiento, sino de investigación humana viva y abierta. Lo que faltaba para
asumir más plenamente esta visión era liberarse de la estrechez del marco silogístico en el
que estaba aprisionada la teoría de las inferencias. En ese marco, la inducción y la hipótesis
compartían la misma función, pero no la misma forma. Cuando el lugar de la hipótesis fue
ocupado por la abducción, ambas, inducción y abducción, pasaron a no compartir más
nada.
"En lo que yo decía allí sobre 'Inferencia Hipotética' estaba en la posición de un explorador
en tierra virgen (...) Mi error capital fue (...) no percibir que, de acuerdo con mis propios
principios, el razonamiento que estaba examinando no podía ser el razonamiento por medio
del cual adoptamos una hipótesis (...) Pero yo estaba demasiado aferrado a la consideración
de las formas silogísticas y a la doctrina de la extensión y comprehensión lógicas, a las que
hice más fundamentales de lo que realmente son. Mientras sostuve esa opinión, mis
concepciones de la Abducción necesariamente confundían dos tipos de razonamiento
diferentes. Cuando, después de repetidos intentos, finalmente conseguí aclarar la cuestión,
se iluminó el hecho de que la probabilidad propiamente dicha no tenía nada que ver con la
validez de la Abducción" (CP 2.102, c.1902).
Es curioso observar que muchos intérpretes de la abducción han escrito un buen número de
libros y ensayos sobre ese concepto, ignorando innumerables señales de alerta del propio
Peirce, semejantes a lo enunciado en este pasaje. Tomando como base casi exclusivamente
el texto de 1878 Deduction, Induction and Hypothesis, en el que las inferencias se tratan
todavía dentro del marco estrictamente silogístico, esos intérpretes permanecen apresados
en una visión limitada, o la extrapolan por su propia cuenta, armando una tremenda
confusión de todos los límites entre abducción, tipos de inducción y deducción que Peirce
tan nítida y laboriosamente definió a partir de 1900. Este último es el caso de Umberto Eco
(1989), por mencionar el ejemplo más conocido; el primero es el caso de Herrero (1988)
que heredó de la escuela de Bonfantini (1987) la fascinación por las combinatorias de la
reglas, casos y resultados, conforme ya analicé en otro trabajo (Santaella 1991).
Como indica el texto precedente que aclaró la cuestión, Peirce se refiere a su noción
posterior de abducción como el razonamiento que lleva a la adopción de una hipótesis para
ser comprobada y a la inducción como la verificación de la hipótesis. De ese modo, la
validez de la abducción pasa a ser una cuestión enteramente diferente de la validez de la
inducción. A propósito, lo que en el periodo anterior a 1900 era llamado de hipótesis pasó a
partir de esa fecha a ser considerado como uno de los tipos de inducción: la inducción
cualitativa; aquello que era considerado como inducción pasó a ocupar el lugar de la
inducción cuantitativa. El camino que recorrió para llegar a esto es lo que trataré de indicar
ahora.
El estudio de las tres formas de inferencia, que apareció en la serie de ensayos sobre
metafísica y cosmología conocida como The Monist Series (1891-93), refiriéndose con el
término The Monist a la conocida revista filosófica en que fueron publicados, no añadía
gran cosa en relación con los escritos anteriores sobre la cuestión. "Por inferencia hipotética
–escribía Peirce– quiero significar, como ya expliqué, en otros escritos, una inducción a
partir de cualidades" (CP 6.145, 1892). La inducción fue, entonces, igualada con el proceso
de formación de hábitos y la deducción vista como el proceso a través del cual la regla o
hábito se actualiza en la acción. En The Law of Mind serían presentados y discutidos los
análogos de estas formas de inferencia en los fenómenos psicológicos. Aunque no trate de
hechos, Peirce estaba tan apartado de lo afirmado en 1878 que se preocupa ahora por
ofrecer orientación para la construcción y selección de hipótesis. Sus mismas doctrinas
cosmológicas serían presentadas como "hipótesis" (CP 6.606, 1891) y de ahí surgirían dos
requisitos para la adopción de una hipótesis: 1) debe ser capaz de explicar el hecho
observado; 2) debe llevar a conclusiones susceptibles de verificación.
En su manuscrito Lessons from the History of Science (CP 1.43-125, c.1896), a con notas
para un proyecto, nunca completado, de una Historia de la Ciencia, escrito probablemente
alrededor de 1890, pasó a adoptar el nuevo término "Retroducción" para designar aquello
que anteriormente llamaba hipótesis, correspondiendo ahora a la interpretación aristotélica
que Peirce estaba dando de la abducción: "La Retroducción es la adopción provisional de
una hipótesis porque cualquier consecuencia posible de ella es susceptible de verificación
experimental, de forma que se espera que la aplicación perseverante de un mismo método
sea capaz de revelar la discordancia de la hipótesis con los hechos, si realmente discrepa"
(CP 1.68, c. 1896).
Tal como fue señalado por Fann (1970: 30), con la sustitución del término "hipótesis" por
el nuevo nombre de "retroducción" o 'abducción" el concepto comenzó entonces a ser
ampliado para incluir la función metodológica, más allá de la función comprobatoria. Esa
ampliación, expresada en la consideración de las inferencias como procesos o estadios
también metodológicos, sería lo que vendría a marcar de modo predominante la visión
peirceana posterior a 1900. Los límites de las inferencias como acciones mentales,
concebidas en la desconstrucción de la intuición cartesiana, estaban comenzando a atarse
indisolublemente con los límites del método científico elaborados en The Fixation of Belief
(CP 5.358-387, 1877).
En 1901, en un texto titulado On the Logic of Drawing History from Ancient Documents
Especially from Testimonies (MS 690, CP 7.164-255, c.1901, HP 705-800) Peirce explicó
más claramente su nueva interpretación de los Primeros Analíticos (II, 25) de Aristóteles.
Traduciendo el término apagogue por abducción, la definió como la aceptación o creación
de una premisa menor como una solución hipotética para un silogismo cuya premisa mayor
es conocida y cuya conclusión descubrimos que es un hecho (CP 7.249, c.1901).
"Cuando surgen hechos sorprendentes se busca una explicación. 'La explicación debe ser
una proposición tal que lleve a la predicción de los hechos observados, sea como
consecuencias necesarias, sea al menos, como muy probables en esas circunstancias.
Entonces, ha de adoptarse una hipótesis que sea en sí misma plausible y que torne los
hechos plausibles. Este paso de adoptar una hipótesis como sugerida por los hechos es lo
que llamo abducción' (CP 7.202, c.1901) afirmó Peirce, equiparándola con el primer
estadio de una investigación.
'En cuanto una hipótesis ha sido adoptada la primera cosa que hay que hacer es delinear sus
consecuencias experimentales necesarias y probables. Ese paso es una deducción' (CP
7.203, c.1901). El paso siguiente es la verificación de la hipótesis a través de experimentos
y comparaciones de las predicciones deducidas de la hipótesis con los resultados reales del
experimento. Cuando predicciones tras predicciones son verificadas por el experimento,
comenzamos a dar nos cuenta de que la hipótesis puede contarse como un resultado
científico. 'Este tipo de inferencia, comprobar predicciones basadas en una hipótesis
mediante experimentos, es la única que está legitimada para ser llamada propiamente
inducción' (CP 7.206, c.1901)".
Con las transformaciones operadas en la delimitación de las fronteras entre los tipos de
inferencia, las distinciones entre abducción e inducción se tornaron nítidas y precisas. La
inducción no añade nada. Como máximo corrige el valor de una ratio o modifica
ligeramente una hipótesis de un modo que había sido ya contemplado como posible. La
abducción, por su parte, es meramente preparatoria. Es el primer paso del razonamiento
científico, mientras que la inducción es el paso conclusivo. Son polos opuestos de la razón,
el primero, la abducción, es el más ineficaz de los argumentos; el otro, la inducción, el más
efectivo de los argumentos. El método de uno es el contrario al del otro. La abducción
busca una teoría, la inducción busca hechos (CP 7.217-18, c.1901; apud Fann 1970: 33-35).
Lúcia Santaella-Braga
Programa de Comunicación y Semiótica
Universidad Católica de Sao Paulo
R. Monte Alegre, 984
05014-000 Sao Paulo, Brasil
e-mail:LBraga@exatas.pucsp.br
Referencias bibliográficas
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Esta es una de las frases que con más insistencia se pronuncia al querer explicar
las principales causas del deterioro de la educación. Políticos reaccionarios, por
intermedio de sus voceros (e incondicionales), los medios de comunicación, repiten
como muletilla: “La educación está politizada, la educación está politizada…”,
tratando de vincular a la Unión Nacional de Educadores (UNE), a su orientación
ideológica, como la responsable directa de esta crisis. Al respecto, Teresa Bolaños,
dirigente de la UNE, señala: “Claro que la educación está politizada; desde el
restablecimiento de la democracia, 19 ministros han ocupado la cartera de
Educación; 19 ministros pertenecientes a partidos políticos de derecha, que
impulsan, en correspondencia, planes y programas de derecha (bajo la directriz del
Banco Mundial). Entonces, ¿está o no politizada la educación? Incluso, el actual
ministro de educación Raúl Vallejo, el 21 de octubre pasado, en la cumbre de la
Unesco, en París, declaró que la crisis de la educación se debe a la injerencia en
los planes educativos y pedagógicos del Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional. En lo referente a la UNE, claro que este gremio, el más grande del
Ecuador, también hace política; una política en defensa de una educación para la
liberación social y nacional; una política de defensa de los derechos laborales de
los maestros; una política en defensa de los intereses democráticos, soberanos y
patrióticos del país”.
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El desafío de la calidad
Las transformaciones globales del orden internacional y el avance del
reordenamiento de las economías mundiales en torno al valor de la tecnología han
puesto en el ojo de la mira a los sistemas educativos. En ellos recae la
responsabilidad de generar y difundir el conocimiento en la sociedad y por lo tanto,
se instituyen en la instancia decisiva que está a la base de la carrera tecnológica
(es decir, de las posibilidades económicas futuras de la sociedad).
Esta realidad, que marca la demanda que hoy se hace a la educación, contrasta
con otra realidad bastante conocida; hoy, por tal y como están, los sistemas
educativos no pueden salir airosos frente a este desafío.
Este portal invita a los visitantes a opinar sobre diversos temas que se
presentarán, pero fundamentalmente ante el tema de la edución en los sectores
más vulnegrables de nuestra sociedad, LOS POBRES.
Frente a este tema, ¿qué podemos hacer nosotros?, ¿cómo poder lograr la
verdadera equidad que se quiere conseguir con la cantidad de plata que se está
inyectando en educación?, estas y muchas más quieren abrir el debate en este
blog.
con la tecnología de
Involugrando a la Familia
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Esto significa que gran parte de lo que hacemos tiene relación con los valores y
pautas entregados en lo que llamaremos la educación refleja. Donde la familia se
constituye en actor principal, pues aprendemos en este ambiente protegido
muchos de los símbolos y significados que utilizaremos en nuestro quehacer diario
en el presente y en el futuro.
he acabado de verlo