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MARK ROTHKO: LA

EMOCIÓN DE LA PINTURA.
VIDA Y OBRA DE UN ARTISTA EXCEPCIONAL.
MARK ROTHKO: VIDA Y OBRA DE UN ARTISTA EXCEPCIONAL.

ESTE TRABAJO HA SIDO REALIZADO POR JUAN DIEGO CABALLERO,


CATEDRÁTICO DE GEOGRAFÍA E HISTORIA DEL I.E.S. “NÉSTOR
ALMENDROS” DE TOMARES (SEVILLA, ESPAÑA), EN EL CONTEXTO
DEL PROYECTO ARTIUM, PARA LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA DEL
ARTE.

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“ENSEÑ-ARTE”
www.aprendersociales.blogspot.com
Como la de otros muchos grandes genios del Arte, la vida de Mark Rothko está llena de
contradicciones y paradojas. Nacido en Europa, su trayectoria se desarrolló por completo
en Norteamérica; miembro de una familia judía, no practicó apenas la religión, mientras
que por el contrario muchos de sus cuadros están generan en el espectador experiencias
muy próximas a lo religioso; amante de la vida familiar, acabó divorciado por dos veces;
amigo de otros grandes artistas de su época, terminó de forma brusca su relación con
ellos; conforme su éxito como pintor se incrementaba, daba muestras de una depresión
que acabaría por llevarle al suicidio.

Pese a todo ello, nadie duda hoy de que Mark Rothko es uno de los más grandes artistas
plásticos que ha dado el siglo XX. Y no se trata sólo de que sus cuadros alcancen precios
de vértigo en la subastas (recordemos que en 2007 su obra “centro blanco fue rematada
por 72,8 millones e dólares). Antes que cualquier otra cosa, es evidente que Rothko abrió
nuevos caminos a la pintura, rutas que se separan del propio cuadro y continúan por el
interior del mismo espectador. Para muchos, situarse ante una obra de este artista es
casi un momento de trance; una experiencia única, personal e irrepetible; una vía de
introspección de la que no puede salirse indiferente. Pero hasta llegar a este punto, hasta
crear este tipo de obras que nos resulta tan familiar cuando hablamos de la producción
pictórica de Rothko, el artista recorrió un largo camino y su pintura experimentó
sucesivas y radicales transformaciones. Acerquémonos, por tanto, a una biografía
apasionante que va a permitirnos contextualizar mejor su pintura y conocer algunas de
las claves de su trabajo.

Marcus Rothkoh nació en 1903 en el seno de una familia judía de la ciudad de Dvinsk
(actual Letonia), que por entonces formaba parte del Imperio Ruso. En esos años de
comienzos del siglo XX corrían por toda Rusia vientos antisemitas, que acabaron por
motivar la emigración de la familia del artista, por turnos sucesivos, a los Estados Unidos.
Allí llegó el jovencísimo Marcus en 1913, instalándose en la ciudad de Pórtland, en la que
desarrollaría sus primeros estudios cursados con excelentes resultados, hasta el punto
de que el futuro artista obtuvo una beca para la Universidad de Yale, la cual abandonó
dos años después de su ingreso en medio de ciertas dificultades económicas.

Decidido a buscar
nuevos horizontes, el
joven Rothko se instaló
en Nueva York en 1923,
debiendo desempeñar
diversos oficios para
subsistir. Fue allí donde
experimentó por vez
primera una fuerte
atracción por la pintura,
que le llevó a
matricularse en una
escuela de dibujo de la
ciudad. En ella tuvo
como maestros a
Arshile Gorky y a Max
Weber con quienes
descubrió el mundo de
las vanguardias
Mark Rothko: “Sin título (tres desnudos)”. 1933/34. europeas y sobre todo
40 x 50 cm. el expresionismo en sus
diversas versiones,
corriente pictórica que
le causó un fuerte
impacto. Desde
entonces y hasta 1940
sus obras se encuadran
dentro de esta
tendencia,
predominando temas
de paisajes con figuras,
retratos de personajes
anónimos y naturalezas
muertas.
En 1929, año del inicio de la Gran Depresión, Marcus comienza a dar clases de pintura a
niños en una academia montada por una asociación judía. Es llamativo este hecho si
consideramos que la fecha se encuentra muy próxima a la del comienzo de su vocación
pictórica, pero resulta igualmente sorprendente que el artista siguiese desempeñando
diversas tareas docentes durante las dos décadas siguientes. En ese mismo año del
Jueves Negro, Rothko conoció a Adolf Gottlieb, otro de los grandes expresionistas
abstractos del primer momento, con quien trabará una fuerte amistad.

En 1932 Rothko conoce a Edith Sacher, con la que contraería matrimonio unos meses
después, casi al mismo tiempo en que tiene lugar su primera exposición en el Museo de
Portland, sin apenas repercusiones. Algún tiempo después, y a la búsqueda de un
lenguaje expresivo propio, Rothko participa en 1935, junto con Gottlieb, en la creación del
grupo artístico “Los Diez”, formado por nueve miembros cuyas tendencias pictóricas
oscilan entre el expresionismo y el abstracto geométrico. Durante sus cuatro años de
trayectoria en común, el grupo adquirió cierta fama, como evidencia la realización de una
exposición conjunta en París (1936).

Es precisamente 1936 el año en que Rothko imprime un nuevo giro a su pintura. Sin
abandonar el expresionismo, sus cuadros se centran ahora en peculiares paisajes
neoyorquinos en los que el motivo central es la soledad evidente de los individuos
representados. Dentro de la serie, no cabe duda de que sus escenas de estaciones de
metro son especialmente relevantes, con esas figuras aisladas y silenciosas, ya estén
solos o en parejas. Del mismo año es el único autorretrato que se conoce del artista.
Mark Rothko: Izquierda: “Sin título (mujer en el metro)”. (1938). 30 x 22 cm. Derecha:
“Autorretrato” (1936). 81 x 65 cm.

El final de la década de los 30 trae para el pintor novedades importantes. De un lado,


adquiere la nacionalidad norteamericana y decide cambiar su nombre por el de Mark
Rothko. Por otro, mientras el mundo asiste al estallido de la Segunda Guerra Mundial, el
artista abandona el grupo de Los Diez e inicia una nueva etapa en su trayectoria. El
lenguaje expresionista va a ir pasando a un segundo plano, sustituido por otro
formalmente muy próximo al surrealismo, como vía de expresión de una temática
interesada en lo mitológico. No cabe duda de que el pintor busca en los mitos respuestas
imposibles a sus propias incertidumbres personales. Estos son también años de estrecha
colaboración con Gottlieb. En un manifiesto conjunto publicado en 1940 ambos afirman
que “el arte es una aventura que nos lleva a un mundo desconocido,.. Nuestra tarea
como artistas es hacer que la gente vea el mundo tal como lo vemos nosotros”.
Mark Rothko: “Sacrificio de
Ifigenia”. (1942). 127 x 96 cm.

El año 1943 contempla el primer


divorcio de Rothko y, a renglón
seguido, la primera de sus
enfermedades depresivas. Sin
embargo, dos años después
contrae nuevo matrimonio con la
joven Alice Beistle. Para entonces
se desarrollan sus primeras
exposiciones neoyorquinas,
celebradas en la Galería Peggy
Guggenheim, que apenas
tuvieron éxito. Esta situación llevó
al artista a emplearse por
temporadas en una escuela de
Bellas Artes de San Francisco. En
esa ciudad tuvo ocasión de
conocer los cuadros de Clyfford
Still, un pintor que ya cultivaba el
expresionismo abstracto y cuyas
obras causaron a Rothko una fuerte impresión. Poco después, los dos pintores acabarían
por conocerse en Nueva York, iniciándose así una amistad que llegaría hasta mediados
de la década de los 50. Al mismo tiempo, Rothko colaboraba en algunas publicaciones de
arte. En un artículo de entonces, llegó a calificar sus propias obras del periodo como de
“expresión dramática”.

Mark Rothko: “Ídolo


arcaico”. (1945). 55 x 76
cm.
Sin embargo, fruto del
contacto con Styll y de
sus reflexiones sobre
el sentido del arte, la
etapa surrealista
estaba, hacia 1946,
próxima a finalizar.
Rothko comienza por
entonces su tercera
fase, que la crítica ha
calificado como etapa
de los multiformes.

Mark Rothko: “Sin


título” (1946). 228 x 268
cm.

Con los multiformes, el


artista se adentra por
vez primera en la
pintura de los campos
de color, una de las
más representativas del expresionismo abstracto norteamericano. Sus lienzos se pueblan
de manchas de colores diversos que se extienden yuxtapuestas sin norma alguna por la
superficie del cuadro. Este tipo de pintura es la antesala del denominado estilo clásico,
que se desarrolla a partir de 1949. Desde entonces, y casi de manera constante, las
obras de Rothko se caracterizan por mostrar dos o tres bandas de color, normalmente
dispuestas de manera horizontal, que no suelen alcanzar los límites del lienzo y que
quedan por lo tanto como flotando en el vacío. Por lo demás, predominan ahora los
formatos verticales que en ocasiones alcanzan los tres metros.
Mark Rothko: Izquierda: “Número 20” (1949). 142 x 121 cm. Derecha: “Amarillo y naranja”
(1949). 140 x 109 cm.
Es este el tipo de pintura que caracterizará la obra de Rothko prácticamente hasta su
muerte en 1970, si bien es posible encontrar el predominio de determinados colores en
cada una de las fases en las que puede dividirse esta etapa. Así en los primeros años
abundan colores vivos y brillantes (rojos, amarillos, verdes...), mientras que con
posterioridad la paleta se irá oscureciendo de manera progresiva, en consonancia con los
problemas psíquicos que el artista padeció.

Mark Rothko: Izquierda: “Sin título” (1949). 103 x 69 cm. Derecha: “Sin título” (1949).81 x 60
cm.

A partir de este momento la obra de Rothko se va a ir popularizando, al hilo del


incremento del número de exposiciones de sus cuadros. La celebrada en el MOMA de
Nueva York con el título de “Quince americanos” supone su consagración y
reconocimiento, así como el del grupo de expresionistas abstractos. Sin embargo (nueva
paradoja en la vida del pintor) mientras la fama de estos autores no deja de crecer se
produce entre ellos un claro distanciamiento personal. Para entonces Rothko ha asistido
ya al nacimiento de su primera hija y ha obtenido una cátedra de dibujo en el Brooklyn
College de Nueva York.

De este modo, hacia mediados de los 50, Mark Rothko disfruta ya de una buena posición
en el mundo del arte: es un reputado profesor y sus cuadros adquieren cada vez más
aceptación. Pero de forma paralela comienza a producirse un cierto retraimiento del
artista, que alcanza no sólo a su vida, sino a su propia obra. Tal vez su frase “callar es
bastante acertado” resuma bien esa situación, ese retraimiento creciente que no es sino
muestra de sus dificultades psicológicas.
Por otra parte, resulta paradójico que el pintor negase el hecho de que sus cuadros
fuesen pinturas abstractas, afirmando que el color y las formas no eran objeto de su
interés. Señalaba a este respecto que “sólo me interesa expresar las emociones”.
Estaba absolutamente convencido de que sus cuadros tenían como finalidad provocar en
el espectador experiencias interiores. La obra de arte tiene entonces un sentido de
búsqueda del propio yo, de invitar a la reflexión y a la introspección. El abstracto, en este
caso, busca el alma de quien contempla el cuadro. En definitiva, cada una de sus
pinturas viene a simbolizar el propio deseo del artista de conseguir, en palabras de
Rothko, "expresar las emociones humanas más elementales. La tragedia, el éxtasis,
la fatalidad del destino...". Se trataría, por tanto, de obtener una reacción próxima a
aquella que se produce en determinados rituales de carácter religioso.

Mark Rothko: Izquierda: “Sin título” (1952). 174 x 52 cm. Derecha: “Sin título” (1954). 230 x
139 cm.

En la segunda mitad de los 50, y como reflejo de su creciente tendencia a los estados
depresivos, los cuadros de Rothko van a irse oscureciendo. Es ahora cuando el gris, el
negro, el azul y el marrón oscuro comienzan a poblar sus obras. Y es por entonces
cuando recibe el encargo de decorar el restaurante “Cuatro Estaciones”, situado en el
edificio Seagram de Nueva York, obra del gran Mies van der Rohe. Rothko trabaja hasta
crear un total de cuarenta lienzos en los que predominan los rojos y marrones, muy
oscuros y dispuestos sobre todo en franjas verticales. Pero finalmente el artista consideró
que el restaurante no era el lugar apropiado para sus obras y acabó cancelando el
contrato. Es por ello que los famosos murales Seagram se encuentran dispersos en
varios museos.

Mark Rothko: “Sin título” (1958). 267 x 378 cm. (Uno de los “murales Seagram”).

La década de los 60 comienza para Rothko con la organización de una retrospectiva de


su obra en el MOMA de Nueva York. Es ahora un artista definitivamente consagrado,
cuyos cuadros alcanzan elevadas cotizaciones, justo en el momento en el que el pop art
inicia su andadura. En 1963 nace su segundo hijo y poco después recibe el encargo de
decorar la capilla que actualmente lleva su nombre en la ciudad de Houston. El propio
artista sugirió a los arquitectos el diseño de este espacio, en el que colocó catorce
lienzos, en algunos de los cuales es ya evidente la monocromía absoluta, con predominio
de los colores marrón y negro.
Mark Rothko en su
estudio, con uno de los
murales de la capilla de
Houston. Hacia 1965.
Vista de la capilla Rothko en Houston.

A partir de 1967 la salud física y mental de Rothko da síntomas de un fuerte deterioro.


Contribuyó a ello el hecho de que en 1969 se divorció de su segunda esposa,
circunstancia a la que siguió una acusada depresión. Retirado a vivir en soledad en su
propio estudio, el artista falleció en febrero de 1970. Su cadáver fue encontrado por uno
de sus ayudantes: Rothko se había suicidado cortándose las venas.

Sin embargo, como paradoja final en la vida del pintor, las obras de arte de esta última
etapa de su vida presentan un acusado contraste. Sus lienzos de entonces son
frecuentemente monocromos, pero las dificultades físicas que padecía le llevaron a
realizar a menudo obras de pequeño formato en acrílico sobre papel. En ellas
predominan los colores vivos que habían caracterizado la paleta del pintor en etapas
anteriores. Hasta en sus momentos finales Rothko no dejó nunca de mostrar la
genialidad que acompañó su trayectoria como artista.

Mark Rothko: Izquierda: “Sin título” (1969). 206 x 193 cm. Derecha: “Sin título” (1969/70).
152 x 145 cm.

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