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POR MANUEL MORA MORALES

Comentarios ocasionales sobre una lectura bifocal de Jack Kerouac y Albert Cohen

El ciego y su máquina maravillosa


Éste es un relato sobre cómo puede uno empezar a leer un libro que trata de un judío nacido en una
isla griega, encontrar después un acumulador de orgones en un patio de Nueva Orleáns y terminar
corriendo detrás de un alemán que tenía más de Lázaro que de ciego. Síganme y verán que es cierto
lo que les digo.
A veces, cuando leo un libro, siento la ne-
cesidad de releer, de manera simultánea,
otro ya casi olvidado, bien sea porque me lo
evoque algún pasaje o por otras razones, a
veces misteriosas razones. Lo cierto es que
volver a esa segunda obra me potencia el
“sabor” de la primera, realizando la misma
función que un poco de sal sobre un huevo
frito o un mojo picón en unas papas arruga-
das. O un calzo en la pata de una mesa que
se tambalea. Así fue como tuve la necesidad
de ir a una biblioteca cercana para buscar la
novela En el camino, de Jack Korouac.
Antes de mi visita a la biblioteca, llevaba
un par de días entusiasmado con la novela
Solal, de Albert Cohen. Una auténtica delika-
tesse, publicada en la década de 1930, sal-

1 Kerouac, Jack: En el camino. RBA. Barcelona.


1995 (original: 1955 y 1957). Cubierta del disco Crisis? What crisis? de Supertramp.
El ciego y su máquina maravillosa,
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picada de sabiduría, sandeces y ocurrencias. –uno en Europa y otro en América–; HENRY JAMES Y COHEN VS. HENRY
Nada mejor para penetrar en los secretos de la b. Algunos personajes suelen leer con el libro MILLER Y KEROUAC
conducta humana que un poco de humor bien en las rodillas; y El empleo del humor sí podría ser coincidente,
administrado por un autor perspcaz que sabe
c. La comida falta de vez en cuando. pero las técnicas narrativas empleadas envuel-
ven lo cómico en papeles de regalo diferentes:
Los críticos hablan de que Solal busca pro- la psicología de sus personajes es revelada por
fundas respuestas a preguntas existenciales Kerouac a través de una prosa que batalla de
profundas y achacan al protagonista de En el manera vana y espléndida contra lo mejor de
Camino idéntico delito. No lo creo. Basta que Ernest Hemingway o fisgonea por los ojos de
una obra se haga famosa para alguien co- las cerraduras en las pensiones del Montpar-
miennce a pregonar estas mismas majaderías nasse golfo de Henry Miller. En cambio, Cohen
sobre su protagonista: desde el Alonso Quija- está más cercano a Henry James cuando se
Albert Cohen (1895-1981) y dos portadas de no de Cervantes hasta la Madame Bovary de trata de apretar las tuercas narrativas en los
ediciones francesas de su Solal. Gustave Flaubert, desde el Aureliano Buendía malos pensamientos de cualquier personaje.
de Gabriel García Márquez hasta el viejo San-
meter la pata en el momento preciso. Si la lec- tiago de Ernest Hemingway. ¡Qué mania tras- Lo cierto es que esta lectura conjunta, puede
tura se realiza durante los rigores del verano, cendentalista! que hasta estereoscópica, me ha proporciona-
estas cualidades literarias se agradecen aún
más. Y yo estaba encantado.
Cuando iba por la mitad de la obra, se presen-
tó sin avisar la necesidad de buscar sal para la
yema. Ya me entienden, un calzo. No es que
me aburriera la lectura de Solal, al contrario;
pero necesitaba tener a un viejo conocido al
alcance de la mano, un copiloto. Las peripecias
de Solal, el protagonista de la novela de Co-
hen, se mezclaban con mis recuerdos de Sal,
el protagonista-narrador en primera persona
de En el camino. Lo cierto es que son pocas
las cosas de una historia que recuerdan a la
otra, exceptuando que:
a. Ambos relatos son protagonizados por un
joven que anda dando tumbos de acá para allá Hudson sedan 1949, modelo que conduce Dean Moriarty en la novela de Kerouac.
El ciego y su máquina maravillosa,
por Manuel Mora Morales

do buenos ratos, mientras huía del SOLAL, EN EL CAMINO vuelve una caótica sucesión de que todo intelectual de valía debe
calentamiento insular. Me gocé en aventuras que le conducen a Pa- despreciar, nunca citar y siempre
Estoy cayendo en la cuenta de
Cohen, por sus juegos malabares rís, a Barcelona, a Londres, a..., consultar:
que sería conveniente informar de
que despliegan la versátil mentali- Todo ello imbuido y propiciado “El libro comienza presentando
su contenido a quienes no hayan
dad mediterránea entre las gélidas por la imprevisión y la despreo- al impulsor de la mayoría de las
leído alguna de estas dos obras o
nieblas del protestantismo euro- cupación total de Solal, perfecto aventuras que tienen lugar a lo
refrescar la memoria a los que ya
peo; en Kerouac, por su implaca- ejemplo de la cigarra frente a la largo de la novela, Dean Moriar-
las conozcan.
ble demolición del embrutecimien- hormiga. A su vera, encontramos ty, pseudónimo de Neal Cassady,
to sedentario, usando como arma La novela Solal relata las andan- a personajes tan amenos como
quien fuera el alocado hipster que
un nomadismo motorizado y deli- zas y amoríos del chiflado joven el tunante Comeclavos, su menti-
se convirtió en héroe de todos los
rante, bendecido con unas gotas Solal, un judío nacido en una isla roso tío Saltiel o el aguador Salo-
beats. El narrador es Sal Paradise,
de channel existencialista que se griega a principios del siglo XX o fi- món, gordo y simple como un cura.
álter ego de Kerouac, fascinado
convierte en detonador y combus- nales del siglo XIX, como el propio Tampoco faltan los esperpénticos
por su ecléctico grupo de amigos,
tible del sedán literario que arras- Albert Cohen. Una de sus prime- Maussane o Lord Rawdon, altos
por el jazz, por los paisajes de Nor-
tra al lector sin mojigaterías, sin ras acciones, cuando contaba con cargos políticos de Francia y Gran
teamérica y por las mujeres. En el
concederle un minuto de tregua. sólo dieciséis años, es fugarse de Bretaña, retratados con fina ironía
primer párrafo de la novela se pue-
su isla con la esposa del Cónsul por Cohen.
de leer Con la aparición de Dean
francés, convertirla en su amante
La obra principal de Jack Ke- Moriarty comenzó la parte de mi
y abandonarla a las veinticuatro
rouac está referenciada en Wi- vida que podría llamarse mi vida
horas. A partir de aquí, su vida se
kipedia, obra digital comunitaria en la carretera, en el que Moriarty
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ya es presentado como el instiga- Había una casa allá en Nueva Orleáns,
dor e inspirador de muchos de los la llamaban El Sol Naciente.
viajes de Sal. Ha sido la ruina
de muchas pobres chicas
La ciudad de Nueva York es el y yo, oh Dios, soy una.
punto de partida de la aventura, Mi madre era costurera, ella cosió
donde poco antes de la llegada de estos pantalones vaqueros nuevos
Moriarty, Kerouac/Paradise cono- mi amante era un vagabundo, Señor,
cería a Carlo Marx (sobrenombre allá en Nueva Orleáns.
de Allen Ginsberg), quien pronto se Ahora la única cosa
convertiría en su mejor amigo en la que un vagabundo necesita
ciudad. Sal define a Dean como el es una maleta y un baúl
estafador santo de mente brillante y el único momento
y a Carlo como el estafador poético en que está satisfecho
y doloroso de mente oscura. Carlo es cuando está borracho.
y Dean hablan de sus experiencias De modo que esperaba encon-
con sus amigos por todo el país y trar, en las riberas del río Misisipi,
Sal se queda fascinado con ellos y una multitud de chicas en jeans,
con otros que irá conociendo más paseando junto a largas hileras
tarde en sus viajes.” de casas pintadas de colorines, a
semejanza de las que hay en Cu-
raçao o las que engañan a los tu-
EL SOL NACIENTE HA SIDO ristas en el barrio bonaerense de
LA RUINA DE MUCHAS Jack Kerouac y Lee Harvey Oswald. ¿Se parecen físicamente? La Boca. Sin embargo, la realidad
POBRES CHICAS era muy distinta: resultaba impo-
Durante el tiempo transcurrido deja carretera sin recorrer, entreuna casa que aparece en la obra sible aproximarse al río por otro
entre las dos veces que he leído En Nueva York y Luisiana, entre Nue- de Kerouac. Supongo que también lugar que no fuese el embarcade-
el camino, tuve ocasión de visitar va York y California, entre Nueva habría algún retazo de La casa del ro donde amarran el Natchez y el
algunos de los escenarios donde York y Texas,… Sol Naciente, en la tardía versión resto de los vapores turísticos con
se desarrolla la obra. En realidad, La primera vez que fui a Nueva de The Animals, canción muy ade- ruedas de palas: mi primera noche
si se viaja a los Estados Unidos, Orleáns, llevaba en la cabeza los cuada para acompañar a Dean y en la ciudad del jazz tuve que pa-
lo difícil es no pasar por alguno de vapores de Mark Twain combina- Sal en alguna de sus correrías por sarla durmiendo sobre una maleta
esos lugares, porque la novela no dos con la idílica descripción de los alrededores de la calle Canal. para impedir que me la robaran en
El ciego y su máquina maravillosa,
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una habitación con la puerta forza- Misisipi, en dirección a Barataria,
da centenares de veces: en un ho- en una vieja y bella casa, donde
tel de mala muerte, ubicado más hay un acumulador de orgones.
en el intestino que en el corazón En el párrafo siguiente, finalicé mi
del Barrio Francés: lejos del Hilton lectura ese día. Justificadamente,
de la calle Canal, lejos de la calle porque era cerca de la tres de la
Bourbon, lejos del parque Louis tarde y me entraron ganas de co-
Armstrong y lejos de los pringosos mer. Fue en ese instante cuando
macdonalds junto a las paradas me invadió una tremenda añoran-
del tranvía. Aquel hotel era uno de za por la comida cayún de Nueva
esos sitios donde tanto le encan- Orleáns y, a falta de la sabrosa
taba a Norman Mailer situar a Lee carne de caimán, me preparé un
Harvey Oswald, el asesino oficial gran gumbo con pollo, tan picante
de John Kennedy, el cual siempre que todavía lloro de sólo recordar- Kastanienallee es una avenida de Charlottenburg, un barrio seño-
he pensado que tenía, mira qué lo. Después, me senté a la mesa y rial del entonces denominado Berlín Oeste.
casualidad, un sorprendente pare- con el libro sobre mis rodillas evo-
cido físico con el autor de On the qué el memorable desencuentro EL CIEGO EN EL CUATRO un ciego joven, rubio y sonriente.
Road. que tuve con los acumuladores de LATAS Llegado el día, recogimos a am-
Uno de los personajes de En el orgones de la mano de un ciego Sucedió en Alemania, en el año bos. Siento no recordar demasia-
camino vive en la orilla opuesta del que valía su peso en oro alemán. 1984. Iba con una amiga desde do de la chica. Del invidente sí: iba
Bremen hasta Berlín. Teníamos vestido con un elegante traje blan-
coche, pero si encontrábamos co, unas gafas negras y un bastón
gente que quisiera viajar con noso- que movía incesantemente, aun-
tros, la gasolina nos saldría gratis. que no estuviera caminando. En
El mismo Kerouac había utilizado realidad, el bastón parecía vestir-
este método unos treinta años an- lo más que la chaqueta. Mi amiga
tes. Por medio de una agencia de y yo entendimos que se dirigía a
auto-stop, aparecieron dos perso- Berlín para recoger un órgano que
nas: una estudiante que iba a pa- le habían fabricado. Le pregunté
sar el fin de semana corriéndose si pretendía traer el órgano en el
una juerga en los subvencionados coche, un pequeño Renault 4 la-
territorios que encerraba el Muro y tas. Respondió que sí. Las medi-
Yo me preguntaba cómo cargaríamos el órgano en el 4 Latas...
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das era, aproximadamente éstas: Llegamos a Berlín sin que parase siderable. En la cuarta planta, te- –No hay problema, lo llevaremos
1,50 m x 1,00 m x 1,30 m. A mí me de llover. Dejamos a los pasajeros níamos que recoger el encargo. Lo desarmado.
parecía mucho bulto para tan poco en sus respectivos destinos y no- que yo me pregunta era: ¿Cómo –¿Desarmado? ¿Cómo vas a
coche, pero como el vehículo no sotros fuimos a un apartamento en rayos vamos a bajar el órgano por desarmar un órgano?
era mío, opté por cerrar el pico. el elegante barrio de Kreutzberg.
Afortunadamente, cuando llega- –¿Un órgano? –se asombró mi
Por su parte, el ciego no daba ciego– ¿Qué órgano?
pie con bola. Durante el viaje, cada mos todavía no habían derribado
vez que nos deteníamos, el hom- aquel edificio en ruinas y pudimos –¿No es un órgano? ¿Entonces,
bre se iba golpeando en todos los pasar allí dos noches sin mojar- qué es, una guitarra?
postes, mesas, sillas, puertas, ni- nos.
–Es un orgón.
ños y ventanas que hubiera a su
–¿Un orgón?
paso. A veces, no parecía sino que
UN ACUMULADOR DE
se desviaba de su camino para ir –Una máquina acumuladora de
a tropezar con algo. Nos tenía el
ORGONES Y UN MILAGRO orgones.
corazón encogido. El domingo por la tarde, nos di- –¿Como las de Wilhem Reich?
rigimos a recoger al ciego en una
Además, como nunca encontra- –Una de esas, pero modernizada
dirección de Charlottenburg. Pese
ba su cartera, me vi en la obliga- y mucho más potente.
a que la lluvia era débil, no había
ción de pagar sus comidas y bebi-
cesado de caer agua. Aparcamos Pensé que quizás el pobre mu-
das con mi dinero. No comía poco
en Kastanienallee, aunque más chacho tenía esperanzas de re-
el caballero, pero yo no quería ser
propio sería decir que atracamos. cuperar la vista metiéndose den-
desconsiderado con una persona
Allí estaba el hombre de las gafas tro del acumulador. No quería ser
tan desvalida como parecía aquel
negras y el vestido blanco, son- descortés, pero moví la cabeza y
presunto José Feliciano criado en
riendo beatíficamente debajo de exageré la cara de asombro, sin
la nieve. Quién sabe si algún día
un inmenso paraguas. Su traje Wilhem Reich, sentado en su poder evitarlo. Al fin y al cabo, no
me dedicaría una canción, reme-
continuaba inmaculado, pese a la acumulador de orgones. podría verme.
morando un húmedo viaje en que
que estaba cayendo.
no dejó de llover ni un solo minuto. estas escaleras, sabiendo de ante- –Bueno –comenté en un tono
Incluso, tuve la delicadeza de po- Nos hizo señas de que entrá- mano que el muchacho no va a ser que debió sonar muy falso, sin po-
nerle una moneda cuando se de- ramos en un portal. No había as- de gran ayuda? der sospechar que estaba pronun-
tuvo a jugar a las máquinas traga- censor. Comenzamos a subir es- ciando la profecía de un milagro–,
perras en una zona de descanso. caleras. Los pisos de esta zona –¿No pesará demasiado? –le
supongo que con ese aparato uno
Siempre fui muy atento… berlinesa poseen una altura con- pregunté.
se cura de cualquier cosa.
El ciego y su máquina maravillosa,
por Manuel Mora Morales
Tocamos en la puerta durante andén, yo también abandoné el escasa pensión de un pobre mu- Lo que me resucitó todos estos
diez minutos. No se abrió. Espera- coche para ayudarle a bajar las chacho invidente. ¡Bastante tenía extravagantes recuerdos fueron
mos casi una hora más en el rella- escaleras del paso subterráneo. con vivir en la oscuridad, el pobre- los siguientes párrafos del séptimo
no, pero tampoco apareció nadie Justo cuando empezábamos a cito! Probablemente, el fabricante capítulo de En el camino:
por allí. descender, los altavoces anuncia- de orgones tuvo que olerse algo “De pronto se sintió cansa-
El ciego se lamentaba. Nosotros ron la salida de su tren. parecido y puso pies en polvoro- do y entró en la casa desapa-
tratábamos de consolarlo. Final- El ciego empezó a correr como sa. reciendo en el cuarto de baño
mente, lo convencimos para regre- un loco. Bajaba los escalones de De sobra sé que Reich no es cul- para su fije antes de la comida.
sar a Bremen. La chica había lla- tres en tres. Pronto, me dejó atrás. pable de este engaño, sin embargo Volvió con los ojos vidriosos y
mado por la mañana, diciendo que Pensé que se mataría. Cuando su- nunca más su obra, incluyendo su muy tranquilo, y se sentó bajo la
el resacón le aconsejaba no mo- bía las otras escaleras, se le cayó vistoso análisis de los caracteres, lámpara encendida. La luz del
verse durante unos días de Berlín. la bufanda y, antes de que yo llega- ha gozado de mis enteras simpa- sol se colaba débilmente por las
El viaje de vuelta fue igual que ra, el tipo dio media vuela, se quitó tías. rendijas de la persiana.
el de ida, con el añadido de algu- las gafas, se fue hacia la bufanda
nos ignorantes comentarios so- sin titubear, la recogió del suelo y
bre Reich, el más pintoresco psi- salió disparado escaleras arriba.
coanalista alemán: impresionante Yo me quedé allí, helado, parado
ejemplo de cómo una persona durante varios minutos en mitad
inteligente y cuerda puede conver- del subterráneo, sintiéndome el
tirse en un chivo loco si se le ocu- mayor pendejo del mundo, sin sa-
rre llevar las teorías psicológicas aber qué pensar ni poder entender
sus últimas consecuencias. las razones que tiene una perso-
Nos acercábamos a nuestro des- na para hacerse el ciego durante
tino. Seguía lloviendo. Yo pensaba días.
que aquel viaje era para no olvi- Regresé por fin al coche y allí
darlo. Pero todavía me esperaba entendí el enigma: además de co-
la sorpresa más grande. mer y beber a mi costa, también se
Decidió apearse mi ciego en la ahorró el precio del viaje porque mi
estación de ferrocarril de un pue- amiga tampoco le había cobrado
blo cercano a Bremen. Como su su parte para la gasolina: le había
tren partiría desde el otro lado del dado pena recoger el dinero de la
El ciego y su máquina maravillosa,
por Manuel Mora Morales
–Oídme, ¿por qué no probáis y desnudo patio: era una absur- POSTDATA ción pseudofacsimilar parece que
mi acumulador de orgones? da máquina disparatada cubier- respeta la puntuación original del
On the Road se tradujo al espa-
Dará sustancia a vuestros hue- ta de hojas y de mecanismos autor, que no tenía puntos aparte
ñol dos años después de su publi-
sos. Cuando salgo de él siem- de maniático. Bull se desnudó y ni demasiadas comas. Todavía no
cación en los Estados Unidos, con
pre corro al coche y me lanzo se metió en ella, sentándose a he recorrido este libro que merece,
el título de En el camino. La prime-
a ciento cincuenta por hora a la contemplar el ombligo.”2 al menos, una lectura cuidadosa.
ra edición española se hizo en Ar-
casa de putas más cercana. ¡Jo, Como se aprecia en la foto, Ke-
gentina, en 1959. En Alemania se
jo, jo! –Era su risa de cuando no rouac escribió su novela en un
se reía de verdad. Si no fuera tan mal pensado, yo tituló Unterwegs y en Holanda, Op
debería haberme preguntado si Weg. Otras traducciones de sus tí- largo rollo de papel, en alusión a
El acumulador de orgones es mi ciego recobró la vista debido a tulo son Sur la route, en francés; la Ruta 66. Lo hizo en sólo tres
una caja normal y corriente lo alguna misteriosa conjunción en- Sulla strada, en italiano; Pela es- semanas, con la única ayuda de
bastante grande como para que tre el cuatro latas y la misteriosa trada fora, en portugués; A la ca- una vieja máquina de escribir Un-
un hombre se siente en una si- máquina que le había construido rretera, en catalán; etc. derwood, una cafetera y la calidez
lla dentro de ella: una capa de y sustraido el ingeniero berlinés. de su segunda esposa.
En 1975, apareció en España
madera, una capa de metal, y Tal vez influyera a humedad, quién
una versión en cómic con un título
otra capa de madera recogen sabe.
más lógico, En la carretera, edita-
los orgones de la atmósfera y
da por Star Books.
los mantienen cautivos el tiem-
po suficiente para que el cuer- En este mismo año (2009), Ana-
po humano absorba más de la grama ha publicado bajo el título
dosis usual. Según Reich, los En la carretera. El rollo mecano-
orgones son átomos vibratorios grafiado original la traducción de
de la atmósfera que contienen On the road. The original scroll,
el principio vital. La gente tie- editada por la editorial Viking a
ne cáncer porque se queda sin partir del manuscrito original de
orgones. Bull pensaba que su Kerouac, con los nombres reales
acumulador de orgones mejo- de los personajes que intervienen
raría si la madera utilizada era en los viajes descritos, sin las cen-
lo más orgánica posible, así que suras que se habían practicado en
ataba hojas y ramitas de los ma- algunas escenas homosexuales o
2 Kerouac, Jack: En el camino. RBA. Bar- en la suprimida escena del mono
torrales del delta a su mística
celona. 1995 (original: 1955 y 1957). Pá-
caja. Estaba allí, en el caluroso sodomita. Igualmente, esta edi-
gina 175.

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