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Pompas

de
ficción

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Marv E lo u s
por Creativo J

Tercera Parte
Al oir aquel nombre un escalofrío recorrió los anchos hombros de aquel titán
domesticado. Apretó los labios y tragó saliva, como si se sintiera desarmado. Sabía que
debía mantener la pose y seguir contestando con calma, pero cada vez le resultaba más
dificil. Y yo no iba a ponerselo fácil.

− Le refresco la memoria: 3 de agosto de 2057. Los Tecno-Zombies habían


teletransportado a una órbita geoestacionaria un laboratorio de células madre mutantes.
Dentro del laboratorio tenían retenido al Dr. Zultian Darman, reputado cientifico y único
conocedor de unas supuestas técnicas regenerativas que los Tecno-Zombies querían
explotar en beneficio propio.

Marv Elous extendió sus brazos y sus palmas sobre la mesa, rememorando
aquella imagen con la mirada perdida entre las vetas del marmol de la mesa que nos
separaba. Su expresión era grave y casi avergonzada.

− Cerca de esa órbita estaba la Estación de la Hermandad Alpha, de la que usted era
miembro – deje una pequeña pausa, quería dejar que fuera asimilando por dónde iba
a continuar - Ustedes fueron los primeros en detectar al laboratorio orbitando sobre
la Tierra, y las emisiones de antivida que emitían los Tecno-Zombies les permitieron
deducir quién había puesto aquel edificio flotante en medio del espacio.

De pronto se incorporó y se levantó lentamente de su magestuoso sillón, tan


despacio que no hizo ni un ruido. Se dirigió lentamente hacia el ventanal que quedaba
a mi derecha, y dándome la espalda, se puso a contemplar la calle, como si no fuera a
prestarme más atención. Pero yo sabía que no era así. Continue mi estrategia.

− La integridad del edificio dependía de los Zombies, y no podían saber si habían matado
o no al doctor. El riesgo de que los zombies utilizaran los avances del Dr. Darman para

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convertirse en invencibles era inasumible, lo mejor hubiera sido borrar del mapa aquel
edificio sin más contemplaciones. Pero claro, La Hermandad Alpha tenía que “adaptar”
la magnitud de su intervención...

Aún de espaldas, podía ver el reflejo desdibujado de su rostro. Parecía que desde
aquel ventanal estuviera viendo una ensoñación de todo cuanto le estaba forzando a
recordar. En su expresión se iba reflejando el desastre que había de llegar a continuación
en mi relato.

− De pronto apareció Bala Perdida, cabalgando sobre un meteoro que él mismo pilotaba.
El no necesitaba “adaptar” nada ni ser diplomático, se dirigía a resolver de la situación:
cargo su rifle multidimensional de balas de plata bio-dirigidas y se dispuso a agujerear
sin piedad aquel laboratorio flotante. Una solución de “pistolero” pero que hubiera sido
limpia y expeditiva. Lo que ocurrió después, fue descrito como una “baja en combate”:
la versión oficial dice que todas las balas disparadas desde las multiversiones de su rifle
fueron “reflejadas” a su punto de origen: Bala perdida y su cabalgadura estelar. Los
restos de su cuerpo y del meteroro fueron atomizados por la exagerada concentración de
“balas perdidas”, valga la redundancia.

Apretando los dientes, golpeó perezosamente el cristal con sus titánicos puños,
que aún así hicieron temblar todo el despacho.

− Pero hay pruebas, hay unas fotos tomadas desde un vuelo comercial del que no fueron
conscientes entonces, en las que se ve una figura frente a Bala Perdida momentos
antes de su muerte. La figura no se distingue con claridad, aunque después de varias
comprobaciones, todo apunta a que esa figura puede ser la de...usted, Marv Elous. ¿qué
paso, Marv? ¿cómo intentó disuadirlo? ¿qué escusas le puso para que intentase ignorar
aquel secuestro?

Una descarga de rabia recorrió su espina dorsal, se giró iracundo y me dirigió un


bufido sordo, agitado por la hiriente exactitud de mis palabras. Veía la indignación en sus
manos crispadas, capaces de mover montañas pero que ahora se veían prisioneras de esta
traición desenterrada de su memoria. Insistí un poco más.

− Aquello fue demasiado, estaba claro que los Tecno-Zombies no tenían la tecnología
para neutralizar un ataque de Bala Perdida a máxima potencia. Una vez disparado, nadie
hubiera podido desviar semejante lluvia de fuego y destrucción. Nadie, salvo los que
tuvieran la tecnología y la motivación para semejante... traición.

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Aquella última palabra se le clavó entre los ojos como si fuera una de aquellas
balas perdidas. Tenso y frío como un glaciar, no se atrevía ni a mirarme. Turbado,
insistía en distraer la vista en la lejanía. Un tenso silencio pasó entre nosotros, como si
guardaramos unos instantes de duelo por Bala Perdida. Dándome la espalda, empezó a
hablarme con voz grabe y apagada.

− No lo entendió, no me hizo caso. No era la primera vez, arrastrabamos discrepancias


desde mucho antes de aquello. El creía que podía ir por ahí, con su rifle y disparar sin
hacer preguntas, creía que hacer lo correcto era suficiente. Pero en aquella ocasión no
podíamos dejarle ser tan expeditivo...
− ¿Por qué no?
− … Ya no importa. Han pasado más de 20 años de aquello. Ni siquiera sé cómo se le
ocurre ahora desenterrar esa tragedia. Es usted morboso. No va a cambiar nada. Si se le
ocurre airear este caso ahora, no nos costará demasiado ocultarlo otra vez, como hicimos
entonces.

Ahora era yo el que hacía una pausa. Saqué de mi maletín un dossier y lo


deslicé sobre la mesa. A desgana, se acercó desde la ventana mirándome desconfiado.
Tomó el dossier frente a su cara y lo abrió. Tardó 1 segundo en reconocer la foto que
tenía en las manos. Sus ojos enrocecidos me miraron por encima del dossier. Tiró el
dossier a la mesa con desdén, haciendo que se le saliese la foto de su interior. En ella se
podían ver dos figuras borrosas, flotando en el espacio. Una con traje espacial a lomos
de un meteoro, y la otra con su traje blanco con rivetes dorados hasta en los talones,
enseñándole la palma de la mano en señal de parada.

− Es usted un estupido entrometido, Daniel. No tiene ni idea, no se trata de Bala Perdida


ni de mí ni de nada de lo que cree saber.

Tomé la fotografía en la manos. La miré una vez más. No pude disimular mi


asco hacia aquella escena ni hacia él. No merecía estar allí, sano y salvo, protegido del
mundo por mil medidas de seguridad en su rascacielos hueco.

− ¿Sabe la edad que yo tendría cuando se hizo esta foto?

Me miró desconcertado, sin saber a qué venía este cambio de tema.

− Calculo que unos 11 o 12 años. La foto ha caido en mi poder hace muy poco, por

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supuesto, pero ya por entonces yo y muchos como yo nos sentimos traicionados, …


como si, sin saberlo, todos fueramos un poco Bala Perdida.

Guardé la foto en el dossier sin ocultar mi astío. El seguía de pie, con las manos
sobre la mesa, mirando mis movimientos como quién vigila una incipiente brecha de
agua, preparándose para soportar una violenta inundación.

− Los de mi generación crecimos en el último periodo de vuestra “La Edad Dorada”.


Yo seguía fascinado vuestras aventuras, con la avidez y la indulgencia que nutre a la
infancia. Contemplaba risueño vuestras batallas contra los villanos, vuestros brillantes
disfraces y armas exóticas. Para mí el mundo era un lugar emocionante y especial gracias
a vosotros. Erais Superhéroes, representabais el bien y la justicia infalibles.

Contagiado por mi nostalgia, Marv se incorporó y dulcificó su expresión. Al fin y


al cabo, esos años dorados existieron para los dos, para todos.

− Pero entre todos lo estropeamos. Prácticamente os metisteis en política, por el amor


de Dios. Enredados en una burocracia inutil os convertisteis en una caricatura de lo que
fuisteis, y los héroes que no querían entrar en esa decadencia, los fuisteis aislando, o
incluso eliminando como a Bala Perdida... Os perdimos el respeto, Marv, y no hicisteis
nada para evitarlo. Ámbos bandos dejamos aflorar esos prejuicios que toda civilización
utiliza equivocadamente como último refugio. El “rechazo al diferente” que nunca nos
ha faltado, desde la esclavitud hasta los nazis. Perdida la esencia, parecíais políticos
charlatanes con mallas de colores, más preocupados en dar explicaciones que en
solucionar problemas. Ese no era vuestro papel...

− Es el papel al que nos relegasteis. El mundo ya no podía ser de todos, teníais un miedo
atroz a que os lo quitáramos. Como no podíais detenernos, nos asfixiasteis con normas,
reglas y demás cortapisas. No parasteis hasta conseguir “El Acuerdo”, la prohibición de
justicieros enmascarados. Nos llevasteis a la parte vieja de la ciudad, a esta especie de
ghetto en el que no se sabe quién se protege de quién.

− Un ghetto o mejor dicho un zoo. Y de las investigaciones que llevais aquí, de vez
en cuando nos soltais alguna migaja. A pesar de todo, hay que reconocer que algunos
avances han sido muy buenos, en transportes, medicina...

− Es cierto, a nuestra manera intentamos ayudar de la forma que nos sea posible...

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Crucé una pierna sobre otra, y enlace mis manos sobre la rodilla. Elevé mi cara y
le disparé la pregunta para la que había venido hoy aquí.

>>>Continua en la CUARTA PARTE<<<

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