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Daniel Medvedov

EL HOMBRE VISIBLE
Un Tutor de Adultos

Madrid
2009
El Hombre Visible

Hay ciertas personas que, aunque no hablen, ni


enseñen lo que saben, emanan, tan sólo con su
presencia, una atmósfera de bienestar y certeza.
Este sujeto es visible, no necesita ser invisible, ni
poseer otro tipo de poderes o carismas.
Para la mayoría de la gente, las cosas andan algo
a contracorriente, pues no parecen moldearse a
nuestros deseos y aspiraciones. Para otros, en cambio
- y su número es reducido - todo está en su lugar, y
los eventos del diario convivir poseen una lógica
existencial clara - no hay nada para quejarse.
Sólo habría que actuar cuando se debe actuar y
no actuar cuando no hay que actuar. Pero la franja
que separa el actuar del no actuar es muy frágil y casi
imponderable. La vida consiste en descubrir las
fronteras del hacer y del no hacer. Lo mismo ocurre
con el hablar, y con el pensar. Hay momentos en los
cuales no hay que hablar y otros, ciertamente, piden
desesperadamente una palabra. Tampoco se debe
pensar en ciertos instantes, y en otros hay que pensar.
El límite entre esas acciones y no-acciones es el
mismo. Por tanto, estemos alerta, dejémonos de
tantos gestos, palabras y pensamientos francamente
inútiles. Quien me puede enseñar algo en este
sentido es el hombre visible, el tutor de adultos.
En cuanto a los demás, todos parecen invisibles.
No sólo te ignoran, sino que ellos mismos
desconocen su estado de invisibilidad. Perdidos en el
bosque, andan de aquí para allá, con mil asuntos
pendientes, arreglando lo que no tiene arreglo y
cosechando una complicada red de amagos y
despropósitos. Muy bien: ha sido así, desde siempre.
Pero detrás de los mitos y de las palabras hay un
saber oculto que pide a gritos ser desmenuzado. Tal
vez encuentre algún día a un hombre visible para
ilustrarme.
Únicamente los príncipes gozaban antaño del
privilegio de tener un tutor. Leo El Conde Lucanor.
Ese Don Juan Manuel era familia de Alfonso el
Sabio y parece que a él también le tocó un lote de
sabiduría. El que la sabiduría sea pequeña, o grande,
carece de importancia , pues el círculo pequeño es
igual de redondo que el círculo grande.
Además de ser visible, el hombre del que hablo
posee también la cualidad de ser redondo. ¡Qué
sensación tan agradable es lo de acariciar una esfera!
No hay aristas, ni bordes, ni puntas y no sé
cuándo comienza ni cuándo termina. Es esa la
sensación que te embarga cuando al estar frente a la
sabiduría. Tal evento no pertenece a alguien en
particular, es una fuente que brota del instante.
Al instante sin duración, Goethe le dijo:
“!Quédate, eres tan hermoso!”
Los griegos lo llamaban KAIRÓS, el momento
propicio. La vida diaria está llena de estos momentos
pero nosotros pasamos de largo, sin percatarnos.
A qué se debe tal desatino?

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