enseñen lo que saben, emanan, tan sólo con su presencia, una atmósfera de bienestar y certeza. Este sujeto es visible, no necesita ser invisible, ni poseer otro tipo de poderes o carismas. Para la mayoría de la gente, las cosas andan algo a contracorriente, pues no parecen moldearse a nuestros deseos y aspiraciones. Para otros, en cambio - y su número es reducido - todo está en su lugar, y los eventos del diario convivir poseen una lógica existencial clara - no hay nada para quejarse. Sólo habría que actuar cuando se debe actuar y no actuar cuando no hay que actuar. Pero la franja que separa el actuar del no actuar es muy frágil y casi imponderable. La vida consiste en descubrir las fronteras del hacer y del no hacer. Lo mismo ocurre con el hablar, y con el pensar. Hay momentos en los cuales no hay que hablar y otros, ciertamente, piden desesperadamente una palabra. Tampoco se debe pensar en ciertos instantes, y en otros hay que pensar. El límite entre esas acciones y no-acciones es el mismo. Por tanto, estemos alerta, dejémonos de tantos gestos, palabras y pensamientos francamente inútiles. Quien me puede enseñar algo en este sentido es el hombre visible, el tutor de adultos. En cuanto a los demás, todos parecen invisibles. No sólo te ignoran, sino que ellos mismos desconocen su estado de invisibilidad. Perdidos en el bosque, andan de aquí para allá, con mil asuntos pendientes, arreglando lo que no tiene arreglo y cosechando una complicada red de amagos y despropósitos. Muy bien: ha sido así, desde siempre. Pero detrás de los mitos y de las palabras hay un saber oculto que pide a gritos ser desmenuzado. Tal vez encuentre algún día a un hombre visible para ilustrarme. Únicamente los príncipes gozaban antaño del privilegio de tener un tutor. Leo El Conde Lucanor. Ese Don Juan Manuel era familia de Alfonso el Sabio y parece que a él también le tocó un lote de sabiduría. El que la sabiduría sea pequeña, o grande, carece de importancia , pues el círculo pequeño es igual de redondo que el círculo grande. Además de ser visible, el hombre del que hablo posee también la cualidad de ser redondo. ¡Qué sensación tan agradable es lo de acariciar una esfera! No hay aristas, ni bordes, ni puntas y no sé cuándo comienza ni cuándo termina. Es esa la sensación que te embarga cuando al estar frente a la sabiduría. Tal evento no pertenece a alguien en particular, es una fuente que brota del instante. Al instante sin duración, Goethe le dijo: “!Quédate, eres tan hermoso!” Los griegos lo llamaban KAIRÓS, el momento propicio. La vida diaria está llena de estos momentos pero nosotros pasamos de largo, sin percatarnos. A qué se debe tal desatino?