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Cuando vemos los incendios forestales por la tele, podemos ver a personas
que lloran desconsoladas, rotos por saber que sus bosques han desaparecido
y que ya no volverán a verlos como antes. Todos sufrimos en esos
momentos aunque esos bosques queden a cientos de kilómetros de donde
vivimos. Y la pregunta de siempre: -“¿Por qué?”.
Arden los montes, vemos cenizas donde antes cantaban los pájaros y
salíamos a recolectar setas, ese día en la tele sale una autoridad competente
al parecer muy afectado reclamando que se declare el lugar zona
catastrófica. En esta tierra tan dada a los refranes tenemos uno para esto;
“Muerto el burro la cebá al rabo”, o en otras palabras que poco importaron
antes esos montes y cuantos se les valoran ahora.
Fue un cohete de las fiestas lo que causó el incendio, fue un rastrojo ilegal
de una persona mayor que se pasó la ley por el forro de los pantalones, fue
un loco que nunca será procesado, fueron muchas cosas pero nuestro
bosque ya no está.
Vemos pasar a los burócratas desfilar por la zona, se llegan incluso a tiznar
el traje, (todo sea por la foto), pero ellos siempre tendrán otros bosques
adonde ir. El nuestro, ya no existe.
Pedirán declarar la zona como catastrófica y gastaran mucho dinero en
hacer un esfuerzo que se podía haber ahorrado.
Los incendios en la naturaleza siempre han ocurrido, pero biológicamente
hablando la única especie pirómana en la tierra es la humana. Y es tambien
la única que negocia con los incendios.
Hubiese sido mejor no lanzar cohetes en las fiestas, hubiese sido mejor
enterrar con el arado el rastrojo, hubiese sido mejor pagar una campaña de
concienciación. ¿Que hubiese sido mejor?
A no ser que el que lee este texto tenga 10 años, nadie espere ver ese monte
como fue hace tan solo unos días. Unos esperaran que el bosque crezca de
nuevo, otros los dineros de la administración, que ya habrá donde echarlos.