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Cortesía Luis Fernando Restrepo G.

Periódico “El Mundo” de la Ciudad de Medellín 15-08-09

Valorización en el olvido
Jorge Arango Mejía
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En algunos aspectos, el país, en lugar de avanzar, retrocede. Es lo que acontece con la


contribución de valorización, que los departamentos y municipios, en su inmensa mayoría, han
desterrado de sus presupuestos. Veamos.
Hace años el sistema floreció y permitió crear empleo y transformar poblaciones en ciudades.
Fue el caso de Armenia, mi ciudad, a la que con afecto llamo la provincia perdida. Hace cincuenta
años tenía una oficina de valorización modelo. Así se ampliaron calles, se construyeron parques y
avenidas, se pavimentaron las calles. También el departamento del Quindío, inmediatamente
después de su creación en 1966, estableció la valorización y merced a ella construyó carreteras que
hoy son parte de la más completa red de caminos vecinales que tiene el país.
Pasó el tiempo y un gobernador cerró la oficina departamental, posiblemente por el temor
egoísta de que algún día tuviera que pagar la contribución por obras que aumentaran el valor de
alguno de sus predios rurales. Más tarde, un alcalde, en busca de popularidad política y con el
argumento falso de defender a los pobres, acabó con la oficina de Armenia. Por esto, en las últimas
décadas la ciudad se ha estancado.
¿Por qué hoy no se restablece la contribución?
Algún alcalde a quien se lo propuse, me respondió que le daba miedo de que le revocaran el
mandato. Ese apego morboso a la popularidad es lo que lleva a algunos funcionarios a derrochar los
dineros públicos en campañas, posiblemente porque consideran sus cargos una plataforma para su
lanzamiento hacia destinos más altos. Lo que ahora sucede, por ejemplo, con el gobernador del
Valle.
La tesis de la defensa de las gentes de menores recursos económicos, es equivocada. En un
reglamento de valorización, puede haber normas que prohíban el cobro por los predios de estratos
uno y dos y prevean condiciones especiales para el estrato tres.
Pero lo que es inaceptable es insistir en el error de enriquecer a los que más tienen, por
cuenta de todos. Hacer obras urbanísticas con dineros producto de los impuestos que paga toda la
población, es una injusticia, cuando esas obras, como generalmente acontece, solamente
valorización los predios de algunos.
La sobretasa a la gasolina la paga el que anda en su carro particular, quien se moviliza en un
bus o en un taxi. El impuesto de industria y comercio, lo pagan, en últimas, los que compran en
tiendas y almacenes. Del predial no están exentos ni los dueños de los predios menos valiosos.
Para citar un caso concreto, hay que referirse nuevamente a la Avenida Centenario. Tierras
rurales se convirtieron en urbanizables y multiplicaron su valor. ¿Alguno de los favorecidos devolvió
Cortesía Luis Fernando Restrepo G.

siquiera parte del mayor valor de su tierra? Ese es un enriquecimiento sin causa. En efecto: hay un
enriquecimiento de quien recibe el beneficio de la obra; hay un empobrecimiento correlativo de la
entidad pública que la hace, y más allá, del contribuyente; y no hay una causa que justifique el
enriquecimiento, como no la hay para que todos se empobrezcan para premiar a unos pocos.
Es una paradoja que esta situación lamentable se presente, cuando el cobro de la valorización
es una obligación impuesta por el artículo 82 de la Constitución: “Las entidades públicas participarán
de la plusvalía que genere su acción urbanística…”. Y ratificada por el 317: “Sólo los municipios
podrán gravar la propiedad inmueble. Lo anterior no obsta para que otras entidades impongan
contribución de valorización.”

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