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El análisis institucional
(APUNTES Y RESUMEN DE CLASE)

Institución:
-Configuración de conducta duradera, compleja, integrada y organizada,
mediante la que se ejerce el control social y por medio de la cual se
satisfacen los deseos y necesidades fundamentales.
-Organización de carácter público o semi público que supone un cuerpo
directivo y, de ordinario, un edificio o establecimiento físico de alguna
índole, destinada a servir a algún fin socialmente reconocido y autorizado. A
esta categoría corresponden unidades tales como los asilos, universidades,
orfelinatos, hospitales etc.

Existe una definición que viene “madurando” desde Comte y Spencer, que
define a la sociología como “la ciencia de las instituciones”. Esta noción ha sido
sistematizada por la escuela francesa de sociología a partir de Durkheim. Sin
embargo, desde que se ha elaborado esta noción, la propia historia de la disciplina
y sus doctrinas ha hecho intentos por confirmar, revisar o abolir esta definición tan
categórica del vocablo sociológico.
Esta perspectiva, entonces, más allá de comprometer a una definición en
particular, ha debido preguntarse por la composición o cambio del objeto de
estudio mismo. Es decir, de la propia institución. Lo que equivale a desarrollar otra
mirada disciplinaria y por qué no decirlo, una actualización paralela entre
institución y disciplina.

El concepto de institución
Desde la perspectiva anterior, en el contexto social, desde que se comienza a
hablar de instituciones, se puede decir, entonces de que aparece la sociología.
Durante milenios, tanto en Oriente como en Occidente, esta palabra acerca de la
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sociedad es privilegio del “funcionario”, es decir, desde el jurista, el filósofo o el


teólogo.
En este sentido la revolución francesa entre otros hitos supone que las
masas toman la palabra acerca de las instituciones. Por tanto, el sujeto de la
historia ya no será tanto la encarnación de un Espíritu Absoluto encarnado en las
instituciones, sino más bien: la acción instituyente de las masas contra el orden
instituido.
La categoría de institución, es separada de la metafísica y de la teocracia,
se convierte más bien en una noción-clave de la filosofía natural y por cierto, del
lenguaje político. No obstante, la Filosofía del Derecho intenta –tras la Revolución
Francesa- darle nuevamente a la institución un contenido metafísico y
transhistórico de invariante social, es decir, trascendente a la iniciativa humana. El
más claro ejemplo en esta perspectiva, es el llamado testamente político y
filosófico de Hegel, Principios de la Filosofía del Derecho o de los escritos de la
escuela tradicionalista francesa.

Definición clásica y definición nueva


Los primeros sociólogos como Spencer, Pareto, Weber, Durkheim, heredan casi
íntegramente la concepción clásica y conservadora de la institución. La
concepción dinámica, revolucionaria, heredada de Rousseau y de la Revolución
Francesa, se abandona a las filas anarquistas y libertarias del movimiento obrero.
Los discípulos de Durkheim (Fauconnet y Mauss) tratan de construir el concepto
separándolo de la categoría metafísica y de la noción ideológica.
Para ellos, el concepto de institución designa el objeto propio de la
sociología, es decir: “Son sociales todas las formas de actuar y de pensar que el
individuo halla preestablecidas y cuya transmisión se efectúa por lo general a
través de la educación”, añadiendo: (aunque) “Sería conveniente que una palabra
especial designase a estos hechos especiales, y parece que la palabra
<instituciones> sería la más apropiada”.

Esta definición hace hincapié en lo siguiente:


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a) la institución se manifiesta por comportamientos y modos de


pensamiento (y no por la disposición de las relaciones de producción);
b) estos comportamientos y estos modos de pensamiento no tienen como
fuente la personalidad, la psicología individual, son por el contrario
impersonales, colectivos;
c) comportamientos y modos de pensamiento colectivos constituyen una
herencia del pasado, un gobierno de los muertos sobre los vivos;
d) esta herencia de modelos culturales es, sino el objeto, al menos una de
las consecuencias de la educación (y no de la lucha de clases).

En el resto de los pasajes de este artículo presentado por Mauss y


Fauconnet introducen la idea –de cara a Durkheim- de coacción social, no lo
hacen sin ciertas reservas. Así mismo, la idea de que <la institución es el pasado>
está muy matizada: “Son pues las instituciones vivas, tal como se forman,
funcionan y se transforman en los diferentes momentos, las que constituyen los
fenómenos propiamente sociales, objetos de la sociología...”
Aparentemente existe una laguna en esta definición, a propósito del papel
desempeñado por el consenso, por el acuerdo tácito, racional o irreflexivo, de un
conjunto de individuos y de categorías sociales con relación a las instituciones
existentes.
Si la coacción es indispensable para la supervivencia de las instituciones,
¿qué necesidad existe, en efecto, de un acuerdo general por parte de los usuarios
de estas instituciones? Weber resaltará este hecho con cierta dureza evocando la
<fuerza bruta> que en algunas ocasiones es el único sostén de las instituciones.
Por el contrario la escuela francesa de sociología siempre ha dejado un
hueco (espacio) a los fenómenos de conciencia colectiva, de representaciones
colectivas, de adhesiones colectivas, como condición de la persistencia de las
instituciones. Simplemente por el hecho de que cambian, ¿no dependen las
instituciones en cierta manera de los <servicios> que son capaces de prestar, en
opinión de los individuos?. Incluso si los individuos las <encuentran ante si>
cuando nacen, ¿no están también, de alguna manera, en ellos, desde el momento
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en que no son un espectáculo o un material etnográfico extraño, sino sus


instituciones, aceptadas, trasmitidas por la educación, consideradas como
evidencias racionales, es decir, naturales?
Este es un punto que no ha dejado de plantear dificultades, y en razón de la
cual se han propuesto muchas teorías con el fin de dar cuenta de la articulación
entre exterioridad e interioridad, yendo a veces hasta el inconsciente de las
normas y las formas institucionales.
No es paradójico observar que todas estas tentativas de describir la
<interiorización> de las normas vayan de hecho en el sentido de la definición más
cosista: si las instituciones son invariantes participan poco o mucho de una
naturaleza humana, rebautizada con la ayuda de nociones psicoanalíticas o
filosóficas: <angustia original>, <necesidad de seguridad>, <protección contra la
ansiedad>.
Por el contrario, si se hace hincapié en el cambio institucional, en la
decadencia y la destrucción de las formas instituidas y, en consecuencia, en la
violencia simbólica y a veces policíaca ejercida por las instituciones, la cuestión de
saber si estos hechos sociales están <interiorizados> se convierte en algo muy
secundario. También –por cierto- es discutible la tesis según la cual la institución
está legitimada desde el momento en que dura, o que es universal: las
revoluciones (por ejemplo) trastornan el sistema institucional que poco tiempo
antes del trastorno aparecía como inmutable y racional.
La exterioridad o interioridad de las instituciones no constituye el problema
central de la sociología. Más pertinente es plantear el problema de saber cómo el
conjunto de las determinaciones sociales atraviesa la institución y,
recíprocamente, cómo las instituciones actúan sobre el conjunto de las
determinaciones sociales.
La relatividad de las instituciones en el tiempo y en el espacio, las
relaciones que mantienen con los sistemas culturales y con los modos de
producción, tal es el hallazgo de la filosofía de las Luces, del materialismo del siglo
XVIII y del materialismo histórico.
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Desde esta perspectiva, la sociología tiende a enriquecer (con la ayuda de


la antropología) este hallazgo y de sacar consecuencias en cuanto al contenido
del concepto de institución. Una de las grandes teorías sociológicas, la del
etnólogo Malinowski, resalta mucho el sustrato material de las instituciones:
herramientas, equipos, tecnología, ecología etc. Para él, esta base material no es
más que un elemento de la estructura institucional, inseparable de otro elemento,
la <carta> o conjunto de las reglas que definen el uso que hace la colectividad del
sustrato material. Este último elemento superestructural se halla aislado en la
concepción marxista de la institución.
La teoría de Marx nace de la crítica radical de la filosofía del derecho de
Hegel. Pero esta crítica cambia de sentido y de contenido, los esbozos que se
refieren sobre todo a la crítica del Estado y de la religión, quedan pronto
sustituidos por la crítica de la economía política. En este sentido las instituciones,
igual que la ideología, forman parte de la superestructura.

Por otra parte es cierto que la sociología y la psicología social en un


momento dado quisieron convertir el concepto de grupo en el antagonista feliz del
concepto de institución.
-el grupo es la antiinstitución;
-el consenso al que se beneficia en detrimento de la coacción exterior;
-la solidaridad en detrimento de la continuidad;
-la espontaneidad en detrimento de la organización;
-la creatividad en detrimento de la enajenación;
-la comunidad en detrimento de la sociedad;
-la efectividad en detrimento de la política.

El sujeto de la historia no parece ser ya el estado (según la concepción de


la clase dominante, o la lucha de clases (según la concepción marxista), sino el
inconsciente.
En realidad, la instancia antiinstitucional del grupo es fantasmal; este
fantasma lo constituye el desconocimiento de las singularidades institucionales
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que permiten la existencia del grupo, atraviesan su composición y su


funcionamiento, y determinan su corta duración.
Las prácticas institucionales (psicoterapia y pedagogía institucionales), que
adoptan la institución como objeto de análisis permanente, han puesto de
manifiesto la debilidad teórica de la alternativa grupo-institución. Contribuyen
asimismo a que progrese la cuestión de las relaciones entre institución y
estructura, institución y sistema, institución y organización.

Tomada en una acepción distinta del institucionalismo de Durkheim o de


Parsons, el análisis institucional (o socioanálisis), tiende a superar el sociologismo
en cuanto a negación dentro de la institución de lo político y de lo económico.
Analizar una empresa, una escuela, un hospital, un sindicato desde el punto de
vista institucional consiste en desentrañar el objeto de la institución, es decir, el
conjunto de fuerzas sociales que operan en una situación regida en apariencia por
normas universales con vistas a una función precisa (la producción, la educación,
la salud, las reivindicaciones económicas, etc.)

¿ES (ENTONCES) LA INSTITUCIÓN OBJETO PROPIO DE LA SOCIOLOGÍA?


Medio siglo después de Fauconnet y de Mauss, hay que tener en cuenta el hecho
de que los límites y los métodos de la sociología se han transformado. También
hay que considerar que el lugar del sociólogo ya no es el mismo en el seno de las
relaciones de producción. Si en la época de Durkheim el especialista de ciencias
sociales no discutía apenas su adhesión al Estado y a las instituciones de los que
se pretendía a la vez historiador, analista y pedagogo, en nuestros días resulta
más difícil considerar la identificación con el sistema institucional existente como
una garantía de seriedad científica.
Se debiera abandonar entonces el concepto de institución por demasiado
trillado? Más bien, se debe considerar una sustitución de contenido resueltamente
dinámico, negativo y contradictorio, dialéctico en una palabra.
No se trata de negar la importancia de lo instituido, de los sistemas de
valores, de los modelos culturales, de los aparatos ideológicos ya existentes.
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Tampoco se trata de subestimar la necesidad de formas institucionalizadas más o


menos estables, o más o menos específicas y coactivas que estudia la sociología
de las organizaciones. Pero las <crisis y fracturas> que efectúan las fuerzas
instituyentes como expresión de los movimientos sociales, vuelven a otorgar un
contenido a la institución en el sentido activo (instituir) que era el de Rousseau.
Para evitar la confusión que afecta los usos de este término, habrá que
proponer un contenido tan riguroso como sea posible del concepto de institución
en cuanto forma que adopta la reproducción y la producción de relaciones
sociales en un modo de producción dado.
Los tres momentos del concepto son identificables en un enfoque teórico. Las
relaciones entre estos tres momentos y el movimiento que los une a la totalidad
que permiten conocer parcialmente, exigen, para mostrarse, análisis concretos:

a) En su momento de la universalidad, el concepto de institución tiene como


contenido la ideología, los sistemas de normas, los valores que guían la
socialización.
b) En su momento de la particularidad, el contenido del concepto de institución
no es otro que el conjunto de las determinaciones materiales y sociales que
viene a negar la universalidad imaginaria del primer momento.
c) En su momento de la singularidad, en fin, el concepto de institución tiene
por contenido las formas organizacionales, jurídicas o anómicas necesarias
para alcanzar tal objetivo (la producción de una mercancía) o tal finalidad
(la educación, el cuidado).

La institución es el lugar en donde se articulan, se hablan, las formas que


adoptan las determinaciones de las relaciones sociales. Se trata del lugar en que
la ideología viene permanentemente activada por la negatividad que introduce la
infraestructura (simultáneamente base material <medios de producción>, y base
social <fuerza de trabajo del trabajador colectivo>. Pero a su vez, esta primera
negación resulta negada por la institucionalización de las formas sociales de
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perspectiva racional, funcional, que expresan las determinaciones materiales y


sociales.
Con estos tres momentos de lo instituido, de lo instituyente y de la
institucionalización, el concepto de institución se manifiesta como instrumento de
análisis de las contradicciones sociales.
Informada por lo económico, lo político y lo ideológico, que tiene por función
negar la institución, encrucijada de las instancias del modo de producción,
representa a la vez el objeto de análisis concretos en situación, y lo que se ventila
de la lucha por el cambio social.

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