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Introducción
El presente trabajo quiere analizar el estado actual del comportamiento ético, en
relación a la doctrina ética planteada por Immanuel Kant a fines del siglo XVIII. Aunque
partimos de la idea de la ética kantiana, el interés está en observar la situación actual
en su aspecto práctico, no en el teórico.
Para ello, haremos un breve resumen de las ideas de Kant al respecto, de la evolución
de la ética en los últimos dos siglos, y haremos un análisis de la situación en la
actualidad, desde los puntos del vista del individuo, los ámbitos de desenvolvimiento
cotidiano, y la sociedad en general.
Enfocaremos nuestro estudio en lo que se llama “cultura occidental”, abarcando Europa
y América principalmente, porque ésta es la cultura en la cual nos hemos formado y en
la cual vivimos. No obstante, creemos que, dada la situación de mundialización actual,
muchas de las situaciones descritas pueden ser perfectamente aplicables al resto de
culturas del planeta, dada la influencia de occidente en este último siglo, y también a
la adquisición por parte de occidente de aspectos de oriente y otras culturas.
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Además, Kant puntualizaba que, para considerar moralmente bueno un acto, no sólo
debe cumplir el precepto anterior, sino que debe ser realizado a causa de dicho
precepto. Es decir, que debe ser efectuado pura y exclusivamente porque así lo manda
el imperativo categórico. Si realizo una acción que me beneficia o me produce placer,
aunque cumpla con dicho imperativo, Kant no la consideraría moralmente buena,
porque no se podría saber si la causa de realizarla es la obligación moral o bien el
beneficio que me proporciona. Vale aclarar que tampoco la consideraría moralmente
mala, sino neutra.
Este imperativo categórico va acompañado de un imperativo práctico, que se enuncia
como sigue: “obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la
persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente
como un medio”2.
En este caso, se podría explicar que pretende poner al ser humano siempre como fin en
sí mismo y nunca como medio para conseguir un fin. En este punto, Kant demuestra la
alta estimación que tiene de la dignidad humana.
2 Op. cit.
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la respuesta de los sectores más resistentes al cambio inevitable que se está
produciendo.
Podríamos decir que hay una ética de tipo dogmática-divina, y una ética personal -no
necesariamente racional pura pero sí con intervención de la razón-. No obstante,
incluso la ética basada en los mandatos divinos es personal, por cuanto el individuo
elige, en mayor o menor medida, adherir a esos dogmas emanados de Dios. No vamos a
analizar hasta qué punto esa ética personal está influenciada por el medio social
circundante -el “paisaje humano” según Silo3-, nos vamos a limitar a destacar que cada
persona elige la moral que adopta.
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estos fenómenos. Esta se encuentra cada vez más disgregada, a causa de las
necesidades materiales pero también del egoísmo creciente. Los hijos compiten por el
amor de sus padres; los padres compiten entre sí por el amor de sus hijos, o bien por
demostrar quién aporta más a la relación. Mientras tanto, los más niños y los más
mayores, excluidos del circuito productivo omnipotente, se ven relegados a un tercer y
cuarto plano.
La idea de la felicidad
Lo dicho anteriormente conforma una imagen de la felicidad. Si se le pregunta a un niño
qué quiere ser de mayor, ya no dirá bombero o médico; ahora muchos dirán millonario,
futbolista, estrella de cine o simplemente rico y famoso. Esto significa ser feliz hoy día,
una idea muy alejada de la virtud aristotélica, y también de las inclinaciones contra las
cuales luchaba Kant.
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Así como hay una doble moral también hay un doble discurso, pues lo que se dice es
otra cosa -aunque cada vez hay más sinceridad en este aspecto-. La idea que prima es
“haz lo que yo digo mas no lo que yo hago”. Esto se puede observar en el plano personal
pero también, con mucha fuerza, en el plano social: se bombardea a las poblaciones en
nombre de la paz; se violan los mandamientos divinos en nombre de Dios; se someten
poblaciones en nombre de la libertad; se quita capacidad de decisión a los pueblos en
nombre de la democracia; en definitiva, se habla del bien común pero se actúa en
función del bien personal. Las palabras han perdido su significado. Por tanto,
distinguimos aquello que se dice que es bueno, de aquello que se actúa como bueno.
La moralidad actual
Hoy se escucha decir con frecuencia, a la gente mayor, que “se ha perdido la moral”.
Esto es falso: siempre existe una moral; cada individuo, haga lo que haga, justifica
moralmente su acción, aunque para otros sea reprobable. Lo que se ha perdido es
cierto tipo de moral, pero siempre y en todo individuo hay una justificación moral de
sus acciones.
La ética no es un tema sobre el cual la mayoría de la gente piense, ni sobre sus
consecuencias para los demás y para uno mismo; sencillamente se vive el día a día. Se
critica la conducta de los demás pero no se reflexiona sobre la propia. Incluso las
palabras ética y, sobre todo, moral, están mal vistas; casi nadie las utiliza, ya sea
porque pueden tener connotación religiosa o porque suenan naif.
La adhesión a los mandatos morales divinos es hoy muy escasa, muchísimo menos que la
adhesión “de palabra” a dichos preceptos; esta hipocresía actual es resultado, en buena
medida, de la conducta de aquellos que se supone habrían de servir de ejemplo,
aquellos que hablan de una cierta moral pero no la practican. En realidad, sí operan
como ejemplo, como modelo para los demás, pero no en el mejor sentido.
La moral religiosa prácticamente ha desaparecido, pero no ha sido reemplazada, como
deseaba y esperaba Kant, por el imperativo categórico, sino más bien por una ética
cercana a la aristotélica de búsqueda de la felicidad, con la diferencia que para
Aristóteles el medio de alcanzar la felicidad era el cultivo de la virtud, y en la
actualidad ese medio es el dinero. Podríamos decir que se trata de una ética
utilitarista, pero donde no se pretende maximizar el beneficio común sino sólo el
propio.
Como ya dijimos, hoy existe una doble moral, y ejemplos de esto hay muchos, pero
vamos a destacar unos pocos recientes:
La discusión sobre el Estatut de Catalunya: existe un partido, al cual prefiero no
nombrar, que ataca el acuerdo actual de Estatut, aduciendo que ello beneficiará a
Catalunya en desmedro de España; haciendo una abstracción de este criterio, podríamos
decir que, en una organización que agrupa distintos colectivos -el actual estado
español- uno de estos colectivos pretende, supuestamente, obtener beneficio a costa de
los demás. Sin embargo, recientemente, durante unas discusiones en el seno de la Unión
Europea, el gobierno español fue criticado por este mismo partido, por no defender los
derechos de España; es decir, por no privilegiar a España en desmedro de los otros
estados que componen la Unión. Lo que observamos es que ese partido juzga los
acuerdos en función del beneficio que obtendrá según sus intereses: cuando se trata de
la U.E., hay que beneficiar a una parte de esa Unión -España- y cuando se trata del
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estado español, hay que beneficiar al conjunto. Curiosamente, ¡esta misma conducta es
la que ellos critican de los catalanes! Por desgracia, este partido representa a un gran
número de ciudadanos, y por desgracia también, no es el único que tiene este tipo de
actitudes. Es más, entre los que apoyan los acuerdos, me pregunto cuántos hay que lo
hacen sólo porque beneficia sus intereses. Así, los propios intereses se transforman en el
principal criterio moral. No hace falta decir que esto es justamente lo contrario de lo
que proponía Kant. Pero no se puede decir que no haya moral en esta actitud, sino que
esta moral -la del propio beneficio- está oculta, y en cambio se aducen, para afuera,
otros motivos. En definitiva, éste es el modelo que se transmite desde los estamentos
de poder, sean políticos, empresarios, religiosos o periodísticos, con alguna honrosísima
excepción.
Otro ejemplo, mucho más burdo aun, es el del gobierno norteamericano, que juzga los
regímenes dictatoriales según convienen a sus intereses. Esto es fácil de ver para todo
el mundo, sobre todo fuera de Estados Unidos, pero a pesar de que se lo critique
mucho, es el modelo que se va imponiendo.
Un ejemplo reciente me pasó en un taxi: el taxista decía que no estaba de acuerdo con
la guerra de Irak, y que además apoyaba los matrimonios del mismo sexo, pero sin
embargo votaba al PP (que hizo la guerra de Irak y se opone a los matrimonios del
mismo sexo) porque, literalmente, “convenía a su bolsillo”.
Parafraseando a Kant, podríamos enunciar el criterio ético actual del siguiente modo:
“Actúa de modo que tus máximas universales se adapten a tus intereses en cada
circunstancia”.
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de oro: “Cuando tratas a los demás como quieres ser tratado, te liberas”4.
4 SILO. La Mirada Interna, cap. XIII, en Humanizar la Tierra. Ed. Planeta, 1988.